53. Marionetas de medias sexys

Nota de autor: ¡Nuevo capítulo, amores! La maravilla de historia que van a leer es totalmente de Moonsign mientras que el mundo de Harry Potter pertenece a J.K Rowling, yo solo soy una traductora muy buena con buen gusto en fanfics.

"Perder a viejos amigos por acumulación de pequeñas faltas es uno de los más dolorosos sucesos"

John Dos Passos.

SIRIUS:

No era la intención de Sirius romper la promesa que le hizo a Remus. Era algo contra lo que no podía luchar; como si se deslizara por un túnel vertical cuya salida estaba sellada. Trataba de resistirse, impedir caer y aferrarse a la luz con todo lo que tenía, pero las paredes eran resbaladizas y seguía cayendo.

Había descubierto una habitación en el séptimo piso, frente al tapiz de Bárnabas el chiflado quien parecía intentar enseñar a unos trolls a bailar ballet. Estaba seguro de que la habitación no estaba ahí antes, ni siquiera aparecía en el Mapa del Merodeador. La descubrió una tarde en la que ya no podía soportar la ruidosa y alegre charla que se tenía en la sala común, buscando un lugar en dónde pudiera sentarse a pensar sin ser molestado por sus compañeros o las sombras.

Era la habitación más rara que había visto y se preguntaba el sí solo aparecía para aquellos desesperados por paz, corriendo y asustados por las aterradoras sombras. Era mediana y no tenía casi muebles salvo por cuatro enormes sillones puf rojos que se encontraban en la mitad del cuarto. No tenía sombras por ninguna parte dado que todo el lugar estaba fabricado, desde los altos techos hasta las columnas, por el mármol más pálido que Sirius había visto, tanto que parecía brillar con luz propia. Velas flotantes, como aquellas que decoraban el Gran Comedor, estaban por todas partes. En cada pared, en el techo, flotando delicadamente en el aire. El cuarto era un santuario de luz que mantenía alejado cualquier sombra.

Cuando Sirius se dejó caer en uno de los sillones decorados al estilo Gryffindor, supo que podría descansar apropiadamente desde las vacaciones de verano. Podría cerrar los ojos sin temer que uno de esos demonios sombra se le lanzara encima. Acostado ahí, cubierto por tela roja y dorada, volvía a ser un Gryffindor.

Sabía que debería contarle a los demás sobre la habitación, pero una necesidad egoísta y desesperada quería, necesitaba, un lugar a dónde retraerse. Un lugar sin miradas de preocupación, toques cuidadosos y de quienes pretendían que él estaba bien cuando no era así. Algún lugar donde los otros Merodeadores no estuviesen esperando, esperando y esperando el momento en que volviese a quebrarse.

No podía culparlos. Tan pronto como abandonó la habitación, sus miedos irracionales volvieron con completa fuerza al igual que la inolvidable necesidad del olvido que le prestaba el alcohol. Tendía a resistir demasiado esa tentación, la resistía hasta que un día podía con él y se encontraba escabulléndose a las cocinas para robarle un poco a los elfos domésticos.

Fue culpa de Dumbledore, Sirius se decía a sí mismo después, tambaleándose a la torre tras el toque de queda. Era la culpa de Dumbledore por tener invitados especiales y darles una cena que involucraba cocinar con vino blanco. Si Sirius no hubiese visto a los elfos domésticos cocinando, aquel olor de vino llenando el aire con su característico olor, no hubiese roto su promesa.

Y también era la culpa de los elfos domésticos, porque siempre le daban lo que pedía para comer o tomar.

Pero mientras se escabullía al cuarto y miraba con culpa la cama de Remus, donde el chico estaba acurrucado en su habitual posición de bolita-lobo con solo las almohadas siendo visibles a través de las cortinas, supo que era su culpa y de nadie más. Rompió su promesa y se odiaba por eso.

Los sueños llegaron tan pronto como cerró los ojos. Sueños de una luz desvaneciéndose, escurridizas sombras con tentáculos saliendo de la oscuridad y acercándose para llenar su sangre de sombras.

Y entonces ahí estaba Remus, murmurando cosas sobre promesas rotas y exigiéndole que lo soltara, pero todo lo que Sirius podía hacer era aferrarse con más fuerza porque Remus era fuerte y lúcido y mantenía a las sombras alejadas y Sirius lo necesitaba. Remus se rindió y se acurrucó a su lado, murmurando palabras comprensivas en su oído a medida que Sirius volvía a dormirse.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Así como Sirius sabía por las noches con certeza que los monstruos sombra existían y querían llevárselo, durante el día estaba completamente seguro de que solo estaba loco y paranoico. Sabía que las sombras eran tan solo eso, sombras. Una falta de luz que no tenía nada que ver con magia oscura o demonios.

Cada que recordaba sus terrores nocturnos, creía que vomitaría de vergüenza, especialmente si Remus se encontraba cerca. Remus lo veía en sus peores momentos. Remus lo veía borracho y gimiendo por el miedo. Sirius estaba furioso consigo mismo por romper su promesa al hombre lobo y permitir que sus miedos pudieran con él.

Finalmente, llegó a la conclusión de que la persona que era por la noche no tenía nada que ver con quién realmente era. Esa criatura asustada y medio loca era otro ser, uno que le disgustaba a Sirius y le provocaba pena. Se rehusaba a discutir sobre el Sirius que le tenía miedo a las sombras, incluso negaba su existencia. Remus se había rendido de traerlo a colación cuando Sirius desapareció todo un día la última vez que lo intentó.

A menos que Sirius se equivocara, Remus parecía bastante feliz de mantener a esas dos personas separadas. Durante el día, Remus lo trataba como siempre: besándolo, regañándolo, tratando de hacer que completara su tarea, planeando nuevas bromas, usando esa expresión de chico bueno que sufría cada que Sirius y James lo molestaban diciendo que era un come libros.

Y aun así Sirius no podía evitar denotar que la sonrisa de Remus no era tan verdadera como antes, que ya casi no ponía buena cara, mucho menos reía. Sus hombros se encorvaban de una forma que no sucedía desde que estaban juntos, y pese a no decir nada, Sirius sabía que era su culpa y está lo estaba consumiendo con un constante dolor en su estómago.

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

Llevaban dos semanas de Octubre; era tan entrada la tarde que la luz todavía se veía, por lo que Sirius aún no perdía la compostura. James y Sirius estaban sentados juntos frente al fuego de la sala común, con una furiosa Lily Evans reprimiéndolos.

— ¡Son una panda de irresponsables, arrogantes e imbéciles con medio cerebro! —Bramó, su temperamento haciendo desfile— ¡Ni siquiera sé en que estaban pensando! ¿Estaban si quiera pensando? ¡Debería contarle esto a Dumbledore! —Llevaba gritándoles lo mismo por más de veinte minutos, estando tan ensimismada, que no se daba cuenta el que los dos chicos ya no le ponían atención.

James se encontraba sentado junto a Sirius, viendo a Lily como si fuera un ángel con sus mejillas sonrojadas, mal temperamento y atemorizantes ojos verdes. Su boca estaba entreabierta y Sirius sabía que empezaría a babear pronto.

Sirius había apagado su sermón de la misma forma que lo hacía con los de McGonagall y ya planeaba su escape. Su rostro se iluminó cuando el retrato de entrada se abrió y Remus entró con montones de libros.

— ¡Lunático! —Llamó, interrumpiendo la ronda de insultos de Lily— Por favor rescátanos.

Lily se giró y enfrentó a Remus: — ¡Tú! —Le gritó.

Remus saltó con temor y dio un paso atrás: — ¿Yo? ¿Qué se supone que hice? —Les dedicó una mirada suspicaz a James y Sirius.

— ¡ eres un prefecto! Es tú deber el mantener a tus idiotas amigos bajo control.

El rostro de Remus adquirió aquella misma mirada vacía que ponía cada vez que alguien le recordaba sus labores como prefecto después de otra broma de James y Sirius. Había tenido un ataque de pánico cuando le llegó la noticia en su carta durante el verano: — No puedo controlarlos, Lily. Lo que mejor me sale es ignorar la situación, cerrar los ojos y dejarlos hacer sus cosas.

— ¡Bueno, al menos deberías intentarlo!

— ¿Por? ¿Qué hicieron está vez? —Remus dejó sus libros en la mesa de centro y asumió su "Cara de Lunático serio". En el caso de Sirius simplemente lo hacía lucir mucho más atractivo.

— ¡No hicimos nada malo, Lunático! —James se quejó— Solo educábamos a los más pequeños.

— ¿Ustedes qué? —Remus miró con confusión a Lily.

— Los encontré —Empezó ella— dando "clases de educación sexual" en un salón vacío a la mayoría de niños de primer y segundo año de todas las casas.

— ¿Ustedes QUÉ? —Remus adquirió un tono purpureo y se quedó boquiabierto frente a James y Sirius.

— Pensamos que ya era hora de que algo útil se enseñara en Hogwarts —Sirius se defendió, dedicándole a Remus sus mejores ojos de perrito. Se preguntaba el si mejorarían una vez pudiera adquirir su forma animaga.

— ¿Educación sexual? —Remus balbuceó— ¿En qué estaban pensando?

— Fue una muy buena clase —James le informó— Teníamos todo planeado por lecciones.

— Y marionetas de medias —Sirius agregó— Para apoyo visual. No entiendo lo malo de la situación.

Lily dejó salir un grito y se agarró el cabello en frustración. Sirius intentó pasar por alto que James se sonrojaba y volvía a sentarse: — Está todo tan mal, Black —Lily lo riñó, mirándolo fatal.

— Pero ¿Por qué? —Sirius exigió saber.

— ¡Bueno, si dejamos de lado todas las implicaciones morales, ahora tenemos una gran parte de la población de primer y segundo año con la impresión de que el sexo implica pegarle en el brazo a tú mejor amigo mientras te vistes como media!

— Solo queríamos colaborar en disminuir el embarazo adolescente.

Hubo un extraño sonido de ahogo proveniente de la dirección de Remus, por lo que todos lo miraron con alarma.

— ¿Te encuentras bien, Lunático? —Sirius estaba preocupado. El hombre lobo adquirió un tono escarlata mayor que el de James. Sus manos cubrían su boca, y daba la impresión de que se ahogaba con su lengua.

Sus expresiones consternadas fueron las que le empujaron al límite, porque el auto control de Remus se rompió completamente y lo dejó convertidor en una pila de carcajadas histéricas e infantiles que le sacudían todo el cuerpo. Se inclinó sobre Lily para sostenerse, Sirius notando que entre risas decía las palabras "Medias" y "Pegarle".

Sirius descubrió que no podía quitarle los ojos de encima. Los hombros de Remus se sacudían con la risa, sus ojos aguados y su boca un tanto abierta por lo que Sirius veía sus blancos dientes y su lengua.

Había pasado tanto desde la última vez que Sirius lo vio reír que estaba completamente maravillado ante la imagen. Era como si el estrés de todas las semanas se disolviera con la risa que emanaba de la boca de Remus.

— ¡Remus detente! —Lily le ordenó— ¡No es gracioso!

— Sí, contrólate, amigo —James habló— De otra forma creo que Canuto te va a saltar encima aquí en la sala común.

Remus respiró un poco para intentar calmarse: — Bueno —Jadeó— No está vestido como media, así que reconozco que no debo preocuparme de nada.

— Tengo mi disfraz de media arriba por si quieres acompañarme —Sirius sugirió, meneando sugestivamente las cejas.

Alguien dejó salir una arcada en el retrato de entrada y todos giraron para divisar a Peter, quien venía de las cocinas con unos pasteles de ángel: — No quiero saber las circunstancias que llevaron a Lunático a encontrar a Sirius vestido con un traje de media sexualmente atractivo —Pidió— Así que por favor no me digan. ¿Alguien quiere pastel?

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

— ¿Ya se fue? —Sirius siseó a Peter, asomándose por la delgada tela de la capa de invisibilidad. Sirius y James habían estado evitando a Lily desde la fallida "Operación marionetas de medias sexys" dado que siempre que ella los divisaba, terminaba dándoles otro regaño sobre su tremenda irresponsabilidad. Intentaba persuadirlos de que se entregaran a la profesora McGonagall para demostrar el que se sentían "arrepentidos y avergonzados por sus acciones". Dado que ni Sirius ni James lamentaban su proceder, ella no tenía mucho éxito. Incluso James la estaba encontrando molesta y su deseo de evadirle superaba el de querer mirarla todo el tiempo.

Los dos Merodeadores se llevaban la capa de invisibilidad con ellos cada que querían abandonar la seguridad del dormitorio.

Ahora era un sábado y Sirius y Peter habían abandonado a James y Remus, quienes mantenían un acalorado debate sobre los complejos hechizos de Transformaciones que requerían para convertir los zapatos del Profesor Flitwick en zancos durante el almuerzo. Apenas salían del Gran Comedor cuando divisaron a Lily en la esquina de la biblioteca.

Sirius inmediatamente se había escondido tras una columna, sacando la capa de invisibilidad de dónde la tenía guardada en uno de sus bolsillos.

— Todavía está parada en la esquina de la biblioteca hablando con Quejicus —Peter contestó a su pregunta.

— ¿Qué? ¿Por qué habla con Quejicus? ¿Él acaso la está insultando? —Sirius observó sobre el hombro de Peter— Ella no está ahí.

— Acaban de entrar a la biblioteca. Parece que discutían.

Sirius frunció el ceño. Pese a lo mucho que detestaba los sermones de la chica, sentía cierto cariño por ella. Después de todo, de no ser por ella jamás se hubiese dado cuenta de que le gustaba Remus.

— Vamos y asegurémonos de que no necesite ayuda —Dijo— Venga, métete dentro de la capa conmigo.

Caminaron de forma extraña a la biblioteca. Sirius, quien ya casi alcanzaba el 1,80, era demasiado alto para un Peter gordito que dificultaba el que los tapara bien la capa. Sirius tenía que doblar las rodillas para que no se vieran sus pies.

Entraron a la biblioteca justo a tiempo para ver un destello de pelo rojo desaparecer tras unos estantes, apurándose a seguirlos.

— ¡Me estoy cansando de que discutas! —Snape gritaba cuando llegaron— ¡Ni siquiera sé por qué debo escucharte cuando tus amiguitos Gryffindor son igual de terribles!

— No hay nada de malo con Rebecca y Alice —Lily replicó con enojo.

— No me refería a ellas —Snape habló, desdén en su voz— Hablaba de aquellos chicos. Black, Potter y sus dos cargas.

— ¡No soy amiga de Black y Potter! —Sirius y Peter se refugiaron en caso de que ella quisiera lanzar libros— Pero Remus no tiene nada de malo. Es agradable.

Snape se burló con disgusto.

— Además —Lily continuó— No estábamos hablando de ellos. Hablábamos sobre cómo te has vuelto cercano con los repulsivos de Rosier, Nott y el resto de su pandilla. Todo el mundo conoce lo mucho que les gustan las Artes Oscuras, y tú también lo sabes. Incluso hay rumores de que planean unirse a Voldemort apenas terminen la escuela.

Sirius y Peter intercambiaron miradas de confusión. No lograban comprender por qué Lily y Snape mantenían una conversación que sonaba amistosa para tratarse de dos enemigos.

— Fuiste tú quien me dijo que debería hacer amigos en mi propia casa —Snape le recordó— También fue tú idea el mantener nuestra amistad en secreto.

— ¡Trataba de facilitarte las cosas, Severus! Te habrían molestado de saber que eres amigo de una bruja nacida de Muggles que pertenece a Gryffindor. Y quería que tuvieras buenos amigos. Incluso debe haber buenas personas en Slytherin.

— No tienes derecho alguno de ordenarme con quién puedo o no ser amigo.

Lily suspiró, abandonando la lucha: — Es solo que me preocupas —Explicó, poniendo una de sus manos sobre el hombro de Snape— No quiero que termines involucrándote con la gente equivocada y esos ideales se te suban a la cabeza.

Snape miró la mano sobre su hombro para después desviar la mirada. Tenía una expresión de dolor en el rostro, un leve sonrojo pintándole las mejillas. Sirius casi vomita al darse cuenta de que ponía la misma cara de James cuando veía a Lily. ¿Acaso el grasiento bastardo también gustaba de ella?

— Sé lo que hago, Lily —Aseguró, su voz tan dulce que parecía ajena— Seré cuidadoso.

Lily sonrió: — Eso espero. No quiero perder una amistad después de tanto tiempo —Dedicándole otra sonrisa, se sentó en un escritorio y puso los pies sobre una silla— Ahora, necesito tú consejo para algo.

Snape adquirió una expresión de cuidado: — No soy bueno dando consejos. ¿Aceptarías un comentario sarcástico en su lugar?

Lily dejó salir una carcajada y Sirius fingió estar vomitando, accidentalmente golpeando a Peter en el estómago.

— Está bien, es sobre el ensayo de pociones que nos dejaron —Lily habló— Me preguntaba ¿Tú que dices sobre lo que debería escribir?

— Vámonos —Sirius susurró a Peter en el oído a la vez que el rostro de Snape se iluminaba y empezaba a hablar de pociones— Creo que en verdad vomitaré si veo algo más.

Salieron de la biblioteca en silencio, asegurándose que la costa estuviera libre y entonces se quitaron la capa.

— Bueno —Peter empezó, ambos emprendiendo el camino a la torre de Gryffindor— Eso fue raro.

— Raro no es la palabra —Sirius lo corrigió, con furia y disgusto recorriéndole el vientre ante la idea de que la hermosa Lily Evans, la Lily Evans de James, fuera amiga de Quejicus entre todas las personas. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía el grasiento idiota de Snape ser bueno en algo que James no?— Más bien "Terrible" o "Perturbador" o "Nauseabundo"

— ¿Qué deberíamos hacer? —Peter preguntó, viendo el corredor y a Sirius con preocupación— ¿Se lo tenemos que contar a Cornamenta?

Sirius dudó: — No quiero hacerlo, pero considero que deberíamos. Él querrá saberlo. Aunque reconozco que lo hagamos desde una distancia segura, ya sabes, en caso de que explote.

— Yo pensé que explotarías —Peter le dijo— Y me pegaste en el riñón. Creo que tengo un moretón.

— Lo siento, Colagusano. Me invadieron las náuseas ante la broma de Quejicus.

Peter murmuró: — Fue un tanto graciosa.

Sirius lo miró de tal forma que Peter se echó para atrás, levantando las manos como escudos: — ¡Bromeo! ¡Bromeo!

— Eres una mantita débil, Pete.

— Perdón.

— Está bien. Eres nuestra mantita débil. Una Merodeadora mantita débil. Probablemente roja y con snitches encima.

— Er...gracias. Supongo.

— Cuando quieras —Sirius movió la mano en el aire para acompañar el comentario y continuó el camino por el corredor.

Peter se apresuró a seguirlo.

https://youtu.be/42e5LzjBnhc

Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii

— Perdóname, perdóname —Sirius susurró aquella noche, aferrándose a Remus en su sorpresa. No había tenido oportunidad de bajar a las cocinas en la tarde y por lo tanto su mente trabaja para formar imágenes de demonios sombra que se arrastraban en su mundo de luz.

— Está bien. Yo estoy aquí. Está bien —Remus le sobaba la cabeza delicadamente con sus callosas manos, todo para intentar calmar al muchacho. Bajó la cabeza y la presionó contra el cuello de Remus, besando su piel y siendo correspondido por los escalofríos del chico. Remus sacó sus dedos del cabello de Sirius para acariciarle la espalda y poder abrazarlo mejor.

Sirius podía decir que Remus quería ir más lejos, pero él no se sentía suficiente para hacerlo. Su corazón martilleaba en miedo y las imágenes todavía se formaban en su mente: — Perdóname, perdóname —Susurró nuevamente, está vez disculpándose por su falta de compromiso.

Remus dejó salir un suspiró triste y se alejó un tanto. Sirius sintió la erección de Remus presionarse contra su pierna cuando este se apartó, inmediatamente sintiéndose culpable por haberla causado, incluso cuando la parte de sí mismo que no estaba aterrorizada por la noche se regocijaba en que hubiese obtenido esa reacción proveniente del reservado chico.

— Está bien —Remus repitió, no mostrando signos de estar decepcionado— Duerme. Yo mantendré a las sombras alejadas de ti. 

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