51. Un noble corcel llamado Hamish
Nota de autor: ¡Sorpresa! No es menos recordarles que está obra pertenece a la creativa mente de Moonsign y el mundo de Harry Potter a J.K Rowling, yo solo traduzco. Me había formulado la idea de que podríamos crear una cuenta de Instagram para promocionar lo que ha creado Moonsign, así como para que yo les mantenga más que informados con respecto a cómo va la traducción y si ella publica capítulos en su cuenta. La decisión final, no obstante, la tendrán ustedes en los comentarios.
"Somos nuestros propios dragones así como nuestros propios héroes,
y tenemos que rescatarnos de nosotros mismos"
Tom Robbins
SIRIUS:
Cuando Sirius despertó no podía descifrar si estaba lo más cómodo o incómodo en toda su vida. Para empezar, estaba recostado en algo suave y no en el duro piso de piedra en lo que le parecía una eternidad. Estaba caliente y su estómago era un nudo que dolía por el hambre. El hecho de que su cabeza estuviese lo suficientemente clara para darse cuenta de estas cosas lo sorprendía.
Pese a eso, pese a que había desaparecido el frío horripilante y el hambre regresaba, todo su abdomen inferior quemaba con un punzante dolor que le impedía moverse por temor a que se partiera y expulsará sus intestinos en la colcha.
Sirius luchó para sacar a su mente de las profundidades de su sueño hasta su doloroso estado. Mientras ponía más atención, se dio cuenta de las voces que hablaban cuidadosamente en alguna parte.
— ...severo caso de intoxicación por alcohol, serios daños en los riñones y el hígado, deshidratación, úlceras estomacales por culpa del estrés y la falta de alimento, hipotermia, honestamente Albus la lista continúa. No puedes permitirle regresar con esas personas. No son aptos para ser sus guardianes.
— Lo sé, Poppy —Sirius vagamente reconoció la voz del profesor Dumbledore— Pero los Black son una poderosa familia con contactos en todo el Ministerio. Este caso no es como el del señor Lupin. Si ponemos una demanda por abuso infantil, habrían graves repercusiones y no tenemos la certeza de que ganaremos. ¿Podrías imaginar lo mal que le iría si fallamos y tiene que volver a ese horripilante lugar tras haberlos sometido a escarnio público? Lo mejor que podemos hacer es tratar de encontrar una forma para que dejen a Sirius quedarse en Hogwarts o con los Potter durante las vacaciones sin que lo hagan oficial.
— ¿Y cómo lograremos eso? —Interrumpió la profesora McGonagall— ¿Piensas engañar a una familia de Slytherins como los Black?
— Posiblemente —Habló el profesor Dumbledore— ellos lo deshereden por su cuenta. Posiblemente lo que hizo para recibir este castigo fue suficiente para que ellos se lavaran las manos con él.
— No me contentaría con ello —McGonagall dijo seriamente— Los Black siempre se quedan con los suyos, incluso si solo es para hacerlos sufrir por sus traiciones.
— Bueno, ellos podrían ciertamente...
Sirius se rindió en su pelea contra el sueño y su mente se nubló a medida que las palabras de Madame Pomfrey se volvían inentendibles.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
La segunda vez que Sirius se levantó, lo hizo por las discusiones que tenían sus amigos Merodeadores. Su cabeza todavía dolía, el malestar de su estómago era tan persistente que ya le llegaba a la columna, pero el despertarse fue mucho más fácil está vez. Acostado todavía con los ojos cerrados, todavía un tanto cansado y escuchando a sus amigos.
— ...seriamente, Colagusano, amigo. Sabes que no puede comer eso todavía. Madame Pomfrey dijo que tendría el estómago sensible por unos días. ¿Cómo lo conseguiste, de cualquier forma?
— Cocidnas —Peter respondió. Su voz sonaba constipada, como si algo le bloqueara la nariz— Y Honeydudkes.
— ¿Te metiste en Hogsmeade por tú cuenta? —Remus indagó, sonando preocupado.
— Noh —Peter se defendió prontamente— Lo compré cuaddo mis pandres me dejaron en la escuela. Él puedde guardarlas para cuando edste mejor. Tengo espadcio para guardar todo.
— No hay espacio suficiente para toda esa comida —James estaba sorprendido— Y Sirius no querrá esas varitas de regaliz, igualmente.
— ¿Por? —Peter sonó herido.
— Bueno, te las metiste en la nariz, Pete —Remus señaló amablemente— Es un tanto anti higiénico.
Hubo ruido en la mesa de noche mientras Peter dejaba caer sus regalos, entonces dos pop cuando se sacó las varitas de regaliz de la nariz: — Mis manos estaban llenas. No tenía otra forma para traerlas. Él puede lavarlas.
— Creo que él preferiría que solo te las comieras —Remus repuso— Ya sabes, por su estómago débil y eso.
— Oh, está bien —Peter respondió, sonando avergonzado.
Sirius sintió su corazón ardiendo al escuchar a sus amigos. Se había convencido de que todos no eran más que un sueño por lo que oírlos sonando tan reales y sólidos era maravilloso, tanto que pensaba que explotaría por la felicidad. Con mucho esfuerzo, obligó a sus ojos a abrirse y parpadeó con cansancio para levantar la oscuridad sobre él, que lentamente le mostró a los tres Merodeadores. Remus y James estaban en unas sillas al lado de su cama, viendo a Peter que todavía seguía de pie al lado de la mesa de noche con las dos varitas de regaliz en las manos. Fue él quien se dio cuenta de que Sirius tenía los ojos abiertos.
— ¡Canuto! —Su rostro se contorsionó en una sonrisa brillante.
Remus y James dirigieron sus miradas a él y saltaron con emoción al verlo despierto. Remus se movió hasta la punta de la cama y puso sus brazos bajo Sirius, abrazándole delicadamente. Sirius se dejó caer agradecido en sus brazos, su cabeza inmediatamente encontrando un espacio en el pálido cuello del hombre lobo. Inhaló profundamente, tomando aquel aroma maravilloso de otoño y cariño. Remus se removió un poco y dejó salir una risita: — Me estás respirando en el cuello, Canuto.
— Mmm —Sirius contestó, respirando un tanto más fuerte a propósito para disfrutar cómo el cuerpo de Remus temblaba por el contacto.
— ¿Cómo te sientes, amigo? —James preguntó.
Sirius levantó el rostro y sonrió adolorido: — Creo que mi cerebro se derritió y salió por mis orejas. Y mi estómago parece querer escupir mi columna vertebral.
— Intoxicación por alcohol —Remus le explicó— Desnutrición, deshidratación, hipotermia...
— ¡Ergh! Detente —Sirius rogó— Me dan nauseas todas esas palabras largas.
Remus se alejó un poco y sonrió: — Lo siento, Canuto.
— ¿Qué sucedió? —Sirius indagó— Con palabras cortas por favor. No más de dos sílabas. Pete, ¿Qué sucedió?
— ¡Oye! —Peter se sintió insultado— Yo conozco demasiadas palabras largas. Además, no estuve ahí. Estos dos idiotas no se molestaron en llamarme cuándo Remus recibió la carta.
— ¿Qué carta?
— De Regulus —Remus le informó.
— ¿Reg? —Sirius creyó que su estómago le había pegado una dolorosa patada. Tenía una vaga memoria de una discusión que terminó con él gritando "¡Te odio, te odio!" a su hermanito a través de la ranura de la puerta.
— Sí —Remus contestó, llevando su mano a la nuca de Sirius para levantarla un poco de su hombro— La tengo por aquí, en algún lado. La salve para que la vieras antes de que la destruyéramos.
Se movió y sacó un pedazo de pergamino de su bolsillo trasero. Sirius giró la cabeza sin levantarla del hombro de Remus y escaneó la corta carta. La culpa se abrió camino en su garganta que pensó el que vomitaría: — ¿Ese día en las mazmorras?
Remus se quedó en silencio bastante tiempo, y no le pasó por alto a Sirius el que tanto James como Peter lo observaban con la misma curiosidad, esperando su respuesta. Finalmente, Remus suspiró y presionó su mejilla contra la cabeza de Sirius: — Él estaba ahí el día que me golpearon —Confesó. Sirius se tensionó y Remus lo apretó en sus brazos— No quería lastimarme. Los demás lo obligaron.
— ¿Lo obligaron? —Sirius estaba furioso. De su cabeza no estar tan adolorida se habría levantado.
— Sirius, tú entre todas las personas deberías saber que él es un seguidor —Remus intentó calmarlo, su voz urgente— No fue su culpa. Se burlaron de él hasta coaccionarlo. Lo amenazaron diciéndole que le harían lo mismo si no les ayudaba.
— ¡Pues debería haber sufrido en lugar de herirte! —Sirius escupió. En su opinión, la lealtad era lo más importante que una persona podía ofrecer. Le era imposible concebir cómo alguien podía traicionar a otra persona.
— ¿Por qué debería? —Remus cuestionó gentilmente— No es mi amigo. ¿Preferirías haberlo visto congelándose y golpeado en un closet conmigo? —Sirius se quedó en silencio, meditando las acciones de su hermano— Oh, Sirius —Remus susurró— Todo el tiempo que estuve ahí, lo que me mantenía estable era saber que ustedes notarían que yo no estaba y no descansarían hasta encontrarme. Y lo hicieron. Vinieron, me llevaron al dormitorio, me limpiaron y se aseguraron que estuviera bien. Regulus no tiene esa clase de amigos. Los únicos que tiene son a los demás Slytherins. Si les diera la espalda, ¿Puedes imaginar lo que le sucedería? ¿No puedes ver dónde deben yacer sus lealtades?
Sirius giró la cara y se escondió en el hombro de Remus. Las lágrimas le bajaban por las mejillas y no quería que sus amigos las vieran. La mano de Remus se movía lentamente por su espalda en el mismo gesto que él hacía en los días de luna llena, aunque Sirius jamás había sido quién los recibía.
— Vino a ver cómo estaba —Remus continuó— No sabía cómo romper el encantamiento, pero aun así vino a verme. Si ustedes no me encontraban, él habría ido a buscarlos, para que sepas. Y viste la carta. Intenta arreglar las cosas.
— Le grité que lo odiaba —Sirius murmuró contra la delgada fábrica de la camisa de Remus— Estaba borracho y...y tenía miedo y le rogaba que me dejara salir y él solo decía que no podía y entonces le grité que lo odiaba, él también lo dijo.
Aparentemente, los otros no podían pensar en algo para consolarlo por ello. Se sentaron en un silencio bastante extraño por unos minutos, Remus todavía realizando esos movimientos en su espalda. Al final fue James quién se aclaró la garganta.
— Él tenía razón. No podía dejarte salir. Maldijeron la puerta.
— ¿Maldijeron? —Sirius quería levantar la cabeza, pero sus ojos probablemente estaban rojos y aguados así que la mantuvo presionada contra el hombro de Remus.
— Sí —Remus dejó salir una risa tensa— Era una maldición en la puerta que mantenía afuera a las personas. La debieron haber puesto para impedir que Regulus te sacará. No pensaron que lo haría una criatura oscura. Solo trabajaba contra personas.
— Tú eres una persona, Lunático —James interrumpió. La frustración en su voz indicaba que ya habían mantenido esa conversación antes— No eres completamente humano, pero sigues siendo una persona.
Remus no contestó, aunque Sirius pudo sentir como sus músculos se tensaban.
— Yo, en especial, estoy agradecido que me rescataras —Sirius habló, su voz sonando juguetona y finalmente levantando la cabeza— Puedo imaginarte llegando con tu brillante armadura y una espada, encima de tú noble corcel para rescatar a tú bello príncipe...
Se alegró internamente al ver sonreír a Remus.
— Oh, así se veía —James colaboró— Pero su noble corcel estaba escondido en su bolsillo, durmiendo en la mayor parte de la operación.
Remus dejó salir una carcajada, agachándose para recoger a un dormido Hamish de su bolsillo y ubicarlo en el regazo de Sirius: — Yo opino que él hizo un trabajo maravilloso —Remus comentó— Mantuvo a Lunático al margen.
— Sí —Peter agregó— Se paraba frente al lobo y sus pequeñas púas lo hacían retroceder.
Sirius sonrió y levantó al erizo hasta tenerlo frente a su rostro: — Bueno, muchas gracias entonces, noble corcel —Hamish se quedó viéndole pensativo, entonces le lamió la nariz con una diminuta lengua rosa.
— Vimos lo que hiciste en tú habitación —James avisó— No puedo creer que lo hicieras, amigo. Pegar todas esas cosas en las paredes.
— Estaba ebrio por el Whiskey de fuego —Sirius les contó— Jamás lo hubiese hecho sobrio. Al despertar ya no podía arreglarlo. Hechizos de pegado permanente, para que sepas.
— ¿Fue por eso que te encerraron? —Remus preguntó. Sirius no paso por desapercibida la mirada que pasó entre Remus y James con la mención del Whiskey de fuego.
— Sí —Sirius dejó salir una mueca— Pero lo habrían hecho con cualquier otra excusa. Mi mamá estuvo todo el verano en la mira. Mi papá estaba en casa, opinando que ella no me disciplinaba apropiadamente, así que ella intentaba probar que él se equivocaba.
— Lo siento, amigo —James lo consoló— Debimos hacerte venir antes a mi casa.
— No podías —Sirius le recordó— ¿Piensas que habría pasado todo mi verano allí de haberlo podido impedir? Mi madre insiste en que pase tiempo en casa —Su cabeza punzaba con el dolor y se presionó el puño en la frente para poder disminuirlo.
— ¿Te duele muchísimo? —Remus le acarició la mejilla y revisó su rostro.
— Mi cabeza duele —Sirius le dijo— También mi estómago.
— Madame Pomfrey te dejó una poción para el dolor —Peter le informó, alcanzándola para entregársela— No tienes autorizado consumir mucha debido a tú estómago.
— ¿Me veo tan asqueroso como me siento? —Sirius preguntó con desdicha, tras tomarse la poción y realizar otras muecas.
— Estás tan guapo como siempre —Remus le aseguró, sus manos acariciando su cabello, para proceder a bajar su cabeza con delicadeza a la almohada.
— ¿James? —Sirius gimió.
James se encogió de hombros: — Te ves un tanto mal, amigo. Pero no como cuando te rescatamos. Estarás bien para cuando las clases comiencen.
— No quiero estar bien —Sirius se quejó— ¡Quiero ser mi yo hermoso!
— ¿Por qué? —Peter preguntó— Tienes a Lunático, y a él no le importa cómo te ves.
— Pero quiero ser alguien del que todos estén celosos por estar con él, alguien de quien esté orgulloso.
— Yo estoy orgulloso de ti —Remus repuso con testarudez— Y dado que no le podemos contar a la gente lo nuestro, no podrían estar celosos.
Sirius se lamentó, y Remus sonrió para besarle la frente: — Cuando te lamentas haces pucheros que crean arrugas en tu piel —Dijo a Sirius. Sirius inmediatamente dejó de hacer pucheros, lo que le generó burlas de James y Peter.
Remus le dedicó una mirada amorosa: — Idiota vanidoso. Toma otro sueño de belleza, ¿No crees?
Sirius le sonrió, cerrando sus ojos obedientemente.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Estaba solo y desnudo, acurrucado en una pequeña piscina de luz y acorralado por todas partes por aquellas pulsantes y vivientes sombras que se retorcían, tendón por asqueroso tendón, cerca y cerca, comiéndose la tambaleante luz en un esfuerzo de llegar a su débil forma.
Sirius no podía hacer nada, solo acurrucarse cada vez más hasta que la luz protectora desapareció. También pareció llevarse el calor y oxígeno con él, hasta que estaba asfixiándose, congelándose e intentando conservar la microscópica parte de luz, viendo sin esperanzas como el aire se llenaba de tentáculos de tinta negra que lo agarraban del tobillo.
Sirius gritó y gritó cuando todos aquellos fríos tentáculos lo agarraron, robando su calor, su aliento y su mente. No podía luchar. Estaba congelándose. Solo podía quedarse ahí y llorar mientras las sombras se reían y apropiaban de su cuerpo, parte por oscura parte.
Siriussss...susurraban su nombre entre risitas. Siriussss...BLACK. Siriussss Blaaaack...Iguaaaal que nosotrossss...Black desde el nacimiento...nos perteneces...Siriussss...
— ¡Sirius!
Todo el cuerpo de Sirius se removió al momento de despertarse y sus ojos se encontraron con el cuarto, completamente a oscuras y lleno de sombras. Una figura oscura se estaba acercando y él se escurrió para que no le tocará, forzando sus músculos de gelatina a moverse.
— Sirius, soy yo, amor. ¡Lumos!
Y de repente hubo luz. Lo hizo cerrar sus ojos y parpadear, pero podía verla brillando incluso entre sus párpados.
— Soy solo yo, Sirius. Adelaide Potter. La madre de James. Me conoces.
Lentamente, Sirius abrió los ojos y se quedó viendo con temor a la mujer parada frente a él. Sus latidos se calmaron al verla, sintiéndola cerca cuando su mano caliente se puso sobre su hombro. La señora Potter se veía preocupada y cansada, pero el toque de su mano era maternal y dulce. Sirius no sabía cuánto tiempo llevaba sentada con él, pero su oscuro cabello rojo, que ya tenía algunas canas, escapaba el complicado moño francés en el que lo tenía recogido, las líneas que cruzaban su rostro, ojos y boca revelaban a Sirius el que la madre de James era mucho más vieja de lo que él asumía.
— ¿Te encuentras bien? —Le preguntó gentilmente, su mano quitándole algunos mechones empapados en sudor.
— Mm —Balbuceó— So'l un sueño.
— Una pesadilla, por lo que escuché. Desearía poder darte un poco de poción de sueño sin sueños, pero cae pesada al estómago, y no queremos volverte dependiente. ¿Quieres un poco de agua? —Ella le alcanzó un vaso de una de las mesas, ayudándole a sentarse para que se lo tomará— ¿Quieres hablar de lo que sucedió?
Sirius sacudió la cabeza, sus ojos siempre puestos en la parte sombría de la enfermería a dónde la luz de la varita no llegaba.
— ¿Por qué no te recuestas e intentas dormir otro poco? —Sugirió, empujándole delicadamente contra las almohadas de la misma forma en que lo había hecho Remus— Estaré aquí cuidándote. Nox.
La luz de su varita desapareció y Sirius sintió una piedra subiendo por su garganta: — ¡Préndala! ¡Por favor! ¡Préndala!
— Lumos —Su rostro apareció de nuevo, viéndolo con preocupación— Está bien. La dejaré encendida, lo prometo. Vamos. Cierra los ojos. Me aseguraré de que la luz no desaparezca mientras duermes.
Sirius se recostó nuevamente, cerrando los ojos. Deseaba poder dormir, pero las sombras salían malevolentemente desde lo más recóndito de su consciencia. Su mente giraba con el conocimiento de ellas y se rehusaba a tranquilizarse. Tenía de repente una necesidad del olvido que le proporcionaba el alcohol. Añoraba la calma que le proporcionaba un simple estado de ebriedad en dónde no debía pensar, imaginar ni recordar.
Se preguntaba el sí podría convencer a Los Merodeadores de escabullirle un poco mañana. Pero entonces recordó la mirada de complicidad que surgió entre James y Remus cuando él mencionó su ebriedad al colgar los posters en su cuarto, por lo que supo que sería inútil. De seguro pensaban que era un alcohólico en proceso, lo cual estaba tan alejado de la realidad que resultaba cómico.
No era un alcohólico. Simplemente necesitaba los efectos de este para simplificar sus pensamientos y mantener a las sombras al margen. Era prácticamente medicinal. Debía pensar en una forma para obtenerlo pronto, antes de que las sombras invadieran su mente, destrozaran su cerebro y lentamente le quitarán su sanidad.
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