50. No exactamente una persona

Nota de autor: La historia sigue siendo de nuestra amada Moonsing mientras el mundo es de J.K Rowling, yo solo soy una muy buena traductora. He visto los comentarios que realizó J.K en su twitter y quiero recordarles que los personajes son de nosotros y nadie puede cambiar la percepción que tenemos de ellos, por lo tanto si esos mensajes los han herido recuerden que Hogwarts siempre estará para nosotros cuando queramos ir.

"La oscuridad no nos abandona tan fácil como quisiéramos"

Margareth Stoll

REMUS:

Eran las cuatro de la mañana cuando Remus escuchó fuertes golpes en su ventana. Se sentó con prontitud, vibrando con adrenalina a la vez que sus ojos escaneaban la oscura habitación y su nariz olfateaba de dónde provenía el sonido. Sus nervios estaban de punta desde que Sirius no respondía. El lobo se paseaba muy cerca de la superficie de su control, y sabía por las miradas llenas de preocupación de Angela y Neil el que ellos podían ver a Lunático tras sus ojos.

Hubo barullo proveniente de la canasta al lado de su cama, por lo que sacó una mano y acarició a Hamish para calmarlo dado que el erizo se iba a pasar a su cama. Los golpes continuaron y Remus giró a ver la ventana, su nariz olfateando. Los golpes, esta vez, también fueron acompañados por un incesante ulular. Remus suspiró con alivio. Era tan solo una lechuza.

Se quitó las cobijas de encima y saltó de la cama con dirección a la ventana para dejar entrar a la lechuza. Al verla de pie en el alfeizar, su corazón dio vuelcos de alegría. Era la misma lechuza que le había traído la única carta de Sirius al comienzo del verano. ¡Sirius estaba bien!

Apresuró el abrir la ventana, sin importarle el hecho de que estaba arrancando gran parte de la madera a su paso. La lechuza entró a su habitación, se posicionó encima de la silla de su escritorio y le tendió la pata con impaciencia. En ella venían varias cartas.

Con manos temblorosas, Remus se acercó y se las quitó de encima. Tan pronto como fue liberada, la lechuza se lanzó por la ventana y desapareció.

— ¡No, espera! —Remus clamó, corriendo para tratar de alcanzarla. Quería ser capaz de escribirle a Sirius de inmediato, pero la lechuza de los Anders estaba entregándole una carta a James.

La lechuza ni siquiera se inmutó, enfocada en retornar a la casa de los Black.

Lentamente, Remus volvió a su escritorio, viendo todas las cartas que tenía consigo. La de encima tenía el característico pergamino fino y costoso que usaba la familia Black. Se lo llevó a la nariz para poder sentir el aroma de Sirius. El olor que le llegó resultó ser diferente al que esperaba.

— Regulus —Susurró.

Miró las demás cartas y prontamente se dio cuenta de que varias tenían su escritura encima. Con sus dedos temblando, abrió la carta de Regulus, sin importarle el haber roto el sello. "Estúpido Remus" Pensó de sí mismo. Sirius jamás enviaría sus cartas con el sello de la familia Black. ¿En qué había estado pensando? "No estabas pensando" Se criticó a sí mismo "Estabas esperando. Estúpido, estúpido Remus. ¿Qué toda tu vida no te ha enseñado a esperar siempre lo peor?"

Se preparó y bajó la mirada para leer lo que tenía la carta.

Número doce de Grimmauld place, Londres.

No hagas que me arrepienta de esto, Lupin. Entra, sácalo, vete. Pongo a toda mi familia en riesgo. No quiero aurores. Ya estás advertido. Guardé todas las cartas que le han enviado. Dejen de escribirle. No se las dejan ver, y apenas puedo detener a mi madre para que no las abra. Yo tampoco las leí. Podrás ver que todavía están selladas.

Nos vamos a Francia el 16 de Agosto. La casa quedará sola a excepción de los elfos domésticos.

Considera que mi deuda contigo por ese día en las mazmorras ha sido pagada.

Regulus Black.

Remus juró que su corazón se detuvo por el alivio al saber que podía tener acceso a Sirius, pero su estómago se retorció y formó una piedra en su garganta al imaginar todas las cosas malas por las que pasaba para lograr que Regulus le enviará una carta.

Remus se puso en pie, deteniéndose únicamente para atrapar a un Hamish que salía de su canasto en su dirección, determinado a no ser olvidado. Remus dejó al animalito en el bolsillo de su pijama y corrió a toda velocidad al cuarto de Neil y Angela.

Se metió a toda prisa y prontamente se dio cuenta de que lo habían lanzado contra la pared y tenía una varita en el cuello. Lunático apareció y todo fue una mezcla de roja confusión hasta que Remus se encontró en el suelo, estrangulando a Neil quien tenía las manos sobre la cabeza y había soltado la varita.

— ¡Remus! ¡Remus! ¡Soy yo! ¡Neil!

Remus sacudió la cabeza y se quedó viendo el pálido y sorprendido rostro de su padre adoptivo. Pese a que Neil jadeara de pánico y dolor, Remus ni siquiera se sentía aturdido. Pronto recobró el sentido y se le quitó de encima.

— ¡Lo siento! ¡Lo siento! Pero me atacaste y Lunático se defendió —Tocó el pecho del hombre para asegurarse de que no le había dañado.

— ¿Lunático? —Neil graznó.

— El l-lobo.

Neil se sentó y se sobó el pecho: — También lo siento. Sentidos de Auror, entraste de la nada y simplemente reaccioné. ¿Qué sucede, Remus? Nunca nos habías levantado así antes.

— Recibí una c-carta de Regulus.

— ¿Quién es Regulus?

Remus levantó la mirada para darse cuenta de que Angela los miraba desde la cama. Su rizado cabello rubio se levantaba en todas las direcciones y su bata brillante que tenía millones de flores pintadas parecía que permitía el que las mismas dejaran de ser semillas a plantas enormes, para luego volver a su tamaño original. Remus se preguntaba como Neil lograba dormir sin temor a ser asfixiado.

— Regulus Black. El hermano de Sirius. ¿Me equivoco, Remus?

Remus asintió cuando Neil respondió a la pregunta. Sostuvo la carta en alto y Neil la observó cuidadosamente para abrirla, sus ojos escaneando el contenido.

— ¿Ese día en las mazmorras? —Neil cuestionó, mirando a Remus.

Remus cerró los ojos y desvió la mirada: — Eso no importa. Lo que sí interesa es que Sirius obviamente está en problemas y debemos ir por él.

— No podemos simplemente meternos en la casa de alguien para secuestrar a su hijo.

— ¡Pero le sucede algo malo!

— No tenemos pruebas de ello —Angela contestó gentilmente, tomando la carta de las manos de su marido para leerla.

— Sí lo hacemos —Remus refutó testarudamente— Regulus está aterrorizado de romper las reglas y meterse en problemas. Es un seguidor por naturaleza. La única razón para que haga algo tan drástico es debido a que Sirius está en verdaderos problemas —Angela y Neil simplemente se miraron y Remus estrelló su puño contra una de las tablas del suelo. Se movió tanto que hasta Hamish se removió en su bolsillo con impaciencia. Remus le acarició la cabeza en disculpa— ¿No confían en mí?

— Posiblemente deberíamos ir a hablar con el señor Potter —Neil comentó— Es la cabeza del departamento de Aurores y sabrá cómo tratar mejor está situación.

— Pero Regulus dijo que no quería Aurores —Remus recalcó, sintiendo momentáneamente culpa por traicionar la confianza de un chico que acababa de hacer lo más valiente en su vida.

— Se refería a Aurores en oficio —Neil explicó— Se refería a que no quería Aurores teniendo acceso a la casa de los Black para ver cuanta magia oscura practican dentro. Si vamos, seremos solo nosotros. Estaríamos rompiendo tantas leyes por meternos a su casa como ellos por practicar artes oscuras.

— ¿Estás seguro?

La mirada de Neil se suavizó: — Lo prometo. ¿No confías en mí, muchacho? —Remus dudó, luego asintió, dándole a Neil una tímida sonrisa de regreso— Entonces iremos a ver a los Potter —Dijo.

Remus gruñó y se puso en pie: — Me iré a vestir deprisa. Tenemos que irnos ya.

— Estamos de noche, niño —Neil también se puso en pie y lo bloqueó con su brazo— Sé que estás preocupado, ¿Pero no consideras que es mejor esperar hasta que salga el sol?

Remus le gruñó y sintió como Lunático se asomaba por sus ojos: — Hoy es dieciséis. Regulus dijo que se habían largado. Iré a buscarlo con o sin su ayuda, así que no intenten detenerme —Su voz estaba demasiado baja, casi simplemente un susurro.

Neil quitó su mano con cuidado y se alejó para demostrarle al lobo que no era una amenaza. Remus se dio cuenta de que Lunático retrocedía: — Lo s-siento —Murmuró, incapaz de no tensarse cuando Neil se le volvió a acercar tras su disculpa.

— Remus, sabes que nunca te castigaríamos por algo que no puedes controlar como el dejar ver el lobo cuando estás molesto —Neil habló gentil pero firmemente, no intento avanzar más en dirección a su hijo adoptivo.

— Por supuesto que lo sé —Remus murmuró— Solo estoy nervioso porque Lunático... —Se tensionó de nuevo, sin ni siquiera pensarlo, cuando el brazo de Neil volvió a estirarse para tocarlo. Cuando se dio cuenta de que su anterior afirmación era desmentida, se sonrojó y bajó la mirada— Perdón.

— Remus —Angela exclamó, sonando herida— Obviamente no lo sabes.

— ¡ lo hago! —Remus se estaba frustrando. Todo lo que quería era irse de la casa a buscar a Sirius. Deseaba el haberse ido por su cuenta en lugar de informar a Angela y Neil de la carta. Era un instinto raro y nuevo, algo que jamás había tenido antes. Su consciencia le había dicho "Necesitas ayuda. Corre por tus padres. Ellos sabrán qué hacer" Y él la obedeció sin pensarlo. ¿Desde cuándo era tan dependiente a estas personas? ¿Cuándo había perdido aquella fortaleza que construyó viviendo con su padre biológico?

— Remus...

lo sé —Remus reclamó, forzándose a mantenerse calmado para que Angela no saliera de la cama a abrazarlo— Teóricamente, lo sé. Pero ahora estoy estresado y quiero buscar a Sirius así que es instintivo. Pero lo sé. ¿Podemos irnos ahora?

Vio como Angela y Neil intercambiaban miradas, pero finalmente Neil asintió de mala gana: — Muy bien. Vístete. Nos vemos en la sala dentro de diez minutos. Iremos vía red flu a la casa de los Potter.

Remus se apresuró a ir a su habitación y se puso lo primero que encontró. Transfirió a Hamish al bolsillo de su capa cuando el erizo le bufó porque se dio cuenta de que pensaba dejarlo atrás. Sabía lo estúpido que era llevar a su mascota a una misión de rescate, pero le preocupaba el que Lunático se saliera de control, y Hamish por alguna razón calmaba sus arrebatos violentos. Posiblemente era debido, como Los Merodeadores descubrieron sobre los animagos, el que otros animales lo calmaban en lugar de enojarlo como los humanos.

Emprendió su camino a la sala y se quedó de pie, jugueteando nerviosamente mientras esperaba a Neil y Angela. Los dos finalmente bajaron, vestidos con unas capas de neutral color azul, algo bastante extraño en Angela, aunque su cabello todavía tenía una apariencia de girasol que compensaba su impresión. Neil tenía la carta de Regulus fuertemente agarrada en la mano.

— Adelante —Le urgió cuando encendió la chimenea con la varita.

Remus no necesitó que se lo repitieran dos veces y se apresuró a arrojar a la chimenea unos polvos mientras decía: — ¡Mansión Potter!

Se arrodilló apenas las llamas adquirieron un tono verdoso y metió la cabeza, cerrando los ojos para que su cuerpo se acostumbrara al desconcertante sentimiento de estar en dos partes al mismo tiempo. Cuando los abrió, se dio cuenta de que miraba a un elfo doméstico bastante curioso que estaba de pie en el lujoso salón de los Potter.

— ¿Podrías por favor informarle al señor Potter y a James que estoy aquí? —Remus preguntó.

El elfo doméstico dudo, viendo el enorme reloj que se encontraba en una esquina de la habitación.

— Sé que no deseas levantarlos, pero es una emergencia —Remus trató lo mejor que pudo de no sonar tan desesperado e impaciente como se sentía.

El elfo doméstico le dio un asentimiento de mala gana y desapareció con un pop. Unos minutos después Remus escuchó unos golpes que se escuchaban cada vez más cercanos hasta ser completamente pasos, un sonido de algo líquido regándose, algo rompiéndose y el lejano grito de: — ¡No por el barandal, James!

Entonces la puerta del salón se abrió y James ingresó, sus gafas mal puestas, su cabello hecho un completo nido de pájaros y vestido tan solo con unos pantalones que tenían líneas rojas y blancas.

— Entra, Lunático —Metió las manos al fuego y agarró a Remus de los hombros, logrando que ambos cayeran en la alfombra. Remus apenas pudo evitar el aplastar a Hamish— ¿Qué sucede? —James demando saber, para luego dejar salir un grito al ver como Neil también salía por la chimenea— ¿Profesor Anders?

El señor y la señora Potter entraron justo cuando Angela salía de la chimenea para posicionarse al lado de su esposo.

— ¿Qué demonios está sucediendo aquí? —Preguntó el señor Potter, viendo como su salón ahora estaba ocupado.

— Yo recibí una c-carta —Remus anunció. El cuello de James pareció romperse cuando giró al oírlo tartamudear. Sus amigos sabían muy bien que él volvía a aquella costumbre en situaciones de mucho estrés.

— ¿De quién?

— Regulus

— ¿Regulus? —La voz de James incrédula. Remus le tendió la carta a su amigo.

— ¿Regulus Black? —Indagó el señor Potter. Su cabello se encontraba igual al de James, aunque él por lo menos si tuvo el tiempo de taparse el torso con una capa antes de bajar las escaleras.

— ¿Ese día en las mazmorras? —James murmuró, mirando de reojo a Remus.

Remus bufó: — ¿Por qué todo el mundo solo se fija en esa parte? ¡No es importante! ¡Tenemos que ir a rescatar a Sirius!

— Dale la carta a tú padre, niño —Neil le dijo a James, quien obedeció de inmediato.

— ¡No puedo creer que Regulus te escribiera! —James siseó— ¿Cómo lo lograste? ¿Cómo lograste que te dijera lo que sucedía con Sirius? ¿Cuándo podremos ir a rescatarlo? Porque iremos a rescatarlo, ¿No es así?

Remus suspiró: — No hice nada, me escribió por su cuenta. No tengo idea alguna de lo que sucede, sé lo mismo que tú. Pronto, hoy mismo si ellos aprueban. Supongo que la última palabra la tiene tú papá.

James se quedó en silencio unos instantes mientras comprendía las respuestas de Remus.

— ¿Dependemos de papá?

— Por ser jefe de Aurores y eso —Remus explicó.

— Ah. ¿Ninguno de Los Merodeadores está vez?

— Para que puedan decir que si podemos controlarnos de vez en cuando.

— McGonagall jamás creería lo que escucha.

— Lo haría. Yo soy la voz de la razón en el mar de locura que son Los Merodeadores. Pese a todos los pequeños problemas peludos que se entrometan en nuestro camino.

Angela y la señora Potter estaban sentadas en uno de los incómodos sofás cercanos, sus ojos pasando de James a Remus, a la vez que Neil y el señor Potter leían la carta de Regulus en voz baja.

— Iremos a rescatarlo, ¿verdad Papá? —James cuestionó, viendo a los dos hombres.

Ustedes no irán a ninguna parte —El señor Potter contestó.

— Lo haremos —Remus y James reclamaron de inmediato.

— Si piensan el que dejaré a dos menores de edad meterse a la más Antigua y Malditamente Oscura casa de los Black sin importar que vayan acompañados, están más que equivocados.

Remus sintió a Lunático explotar en su pecho, y no se dio cuenta de que gruñía hasta ver como el señor Potter se echaba para atrás, su varita apuntando a Remus en el pecho.

— ¡Papá, no! —James se puso frente a Remus, protegiéndolo con su flacucho cuerpo.

— ¡Hombre lobo! —El señor Potter se quedó mirando a Remus, para luego dirigir sus ojos a James.

— ¿Qué? —La señora Potter dio un salto e intentó alejar a James de Remus. James se quitó sus manos de encima y se quedó frente a su amigo de nuevo. Prontamente se le unieron Neil y Angela.

Remus sintió la bilis llenarle la boca. Imágenes de látigos de plata y esposas llegaron a su mente. El señor Potter era el jefe del departamento de Aurores. Con solo una palabra de su parte, Remus sería sentenciado a la reserva o a la pena de muerte. Se tambaleó y su espalda golpeó la pared, sus rodillas cediendo hasta que se quedó en el suelo siendo protegido por un miembro de su manada y su familia.

— ¿Su hijo es un hombre lobo? —Remus podía ver por un pequeño espacio que había entre las piernas de James y Neil dándose cuenta de que la varita en la mano del señor Potter temblaba. La había bajado un poco cuando James se puso frente a Remus— Todo tiene sentido ahora, el por qué siempre es tan enfermizo. Ese apodo que le dieron los muchachos ¡Lunático!

Remus dejó salir un gemido aterrorizado, completamente incapaz de contenerse. En alguna parte de su mente, una voz gritaba "¡Cobarde! ¿Qué clase de Gryffindor eres? Prácticamente te orinas del susto. ¡Tienes quince años, idiota! ¡Cobarde! ¡Cobarde!"

— Una enfermedad incurable —Murmuró la señora Potter, su voz sonando extraña— Podría ser fatal, Sirius me lo dijo.

Remus apenas podía recordar la conversación que había escuchado entre Sirius y la señora Potter no hace mucho, el cómo Sirius le había protegido y guardado su secreto. El pensar en Sirius le sacó otro gruñido de miedo. Ansiaba el que Lunático retrocediera un poco para dejarlo pensar claramente, pero ya se había puesto en modo defensivo. La única razón por la que no atacaba era debido a que su manada estaba en el camino, y Hamish no dejaba de moverse dentro de su bolsillo.

— ¿Lunático? —De repente tenía a James frente a él, sus ojos intentando encontrar a los suyos— Remus, tranquilo. Él no va a lastimarte.

— ¡Mire lo que ha hecho! —Angela gritó furiosa.

— ¿Qué le sucede? —El señor Potter preguntó.

— ¡Por el amor a Merlín, Harold! ¡Baja la varita! —La pequeña parte de Remus que no luchaba contra el lobo se sorprendió al escuchar a la señora Potter— ¿Qué no te das cuenta el que asustas al pobre niño?

— Es un hombre lobo —Repitió el señor Potter, todavía bastante aturdido.

— ¡Y tú eres uno de los peores Aurores que habré conocido si permites que tus prejuicios nublen tu buen juicio!

— ¡Mamá! —La voz de James derrochaba sorpresa.

— Yo no pretendía... —El señor Potter se quedó callado— Solo estaba impresionado.

— ¿Oíste eso, Remus? —El rostro de Angela apareció al lado del de James y Neil rápidamente la siguió— No va a entregarte. Solo está impresionado. Como Neil cuando te metiste a nuestra habitación.

Remus la vio unos segundos, luego regresó sus ojos a James. "Manada" Lunático susurró en su mente "Manada"

— Cornamenta —Susurró— ¿Canuto?

James se tensionó: — Iremos por él ahora, Lunático. ¿Recuerdas?

Remus luchó consigo mismo, esforzándose por mantener a Lunático en lo más profundo de su mente. El lobo retrocedió, mucho más calmado con el peligro disminuido.

— ¿Recuerdas, Lunático? —James repitió pacientemente.

Con Lunático retrocediendo, toda la situación le llegó a Remus de golpe. Sirius, la carta de Regulus. Ir a la casa de los Black para salvarlo: — Sí —Respondió, James relajándose— Sí, por s-s-supuesto. Sí recuerdo.

— Remus, James —Neil los vio gentilmente— Saben que no pueden venir. La casa de los Black es peligrosa. No queremos que resulten heridos.

James le puso una mano encima a Remus cuando volvió a gruñir.

— ¿En verdad piensan que pueden detenernos? —Cuestionó— Posiblemente puedan conmigo, pero nunca con Lunático. Y menos con el lobo tan cerca a la superficie. Jamás lo había visto tan mal antes.

— Por supuesto que podemos detenerlos —La señora Potter respondió irritada— Son dos niños de quince años; dos de nosotros son Aurores. No los dejaremos ir a meterse en peligro.

James miró a Remus, una pregunta en sus ojos. Remus abrió sus ojos, aterrorizado por lo que pedía. Entonces James dirigió la mirada a la carta en la mano de su padre y Remus supo que lo hacían por Sirius. Cerró los ojos y asintió con aceptación.

— Demuéstraselos, Lunático.

Remus respiró profundamente, llenándose de la energía de Lunático y atacó. Los adultos no estaban preparados y apenas pudieron defenderse. Fue una neblina de actividad, puntuada por algunos gritos y quejidos de sorpresa. Fue cuidadoso para no lastimarlos, pero en cortos segundos estaba jadeante, cansado y al lado del sofá. Tenía las varitas de los cuatro adultos en su mano y tanto James como él les apuntaban con las suyas. Neil y el señor Potter estaban tirados en el suelo.

— Y ni siquiera usó magia —James comentó— Podemos protegernos.

— ¿Cómo pudiste... —El señor Potter lo veía con asombro. Remus le vio a los ojos, entonces lentamente se acercó al brazo del sofá. Lo apretó con todas sus fuerzas y escuchó lentamente como se partía a la mitad.

— Hombre lobo —Le recordó al hombre, vergüenza y odio por sí mismo llenando su voz y coloreándole las mejillas.

— E iremos con ustedes a rescatar a Sirius —James añadió, moviéndose a dónde estaba Remus de forma que sus hombros prácticamente se tocaran— Es parte de la manada. Nunca abandonaremos a uno de los nuestros.

— Esto no es un juego, muchachos —El señor Potter les dijo con seriedad.

— No, no lo es —Remus aceptó suavemente, empujando a Lunático para mantener su voz tranquila— No es un j-juego en definitiva. Todos son mi manada, y Lunático no descansará hasta que sacamos a Sirius de esa casa.

— No sabemos lo que tendremos que enfrentar —Neil les recordó— Chicos de su edad no deberían ser sometidos a estas cosas.

Remus dejó salir una risa amarga: — Muy tarde para ello, Neil. Créeme. James y yo sabemos que esperar. Sabemos que esto no es una aventura estúpida. Nosotros, de entre toda la gente, comprendemos la gravedad del asunto.

El silencio fue largo con Remus y James de pie tensionados, esperando la decisión. Finalmente Neil suspiró: — No van a rendirse. Yo debería saber eso ahora.

— Neil... ¿Simplemente les dejarás... —Angela empezó.

— Es mejor que vengan conmigo y Harold, a que ellos vayan por su cuenta. Sabes perfectamente que son capaces de hacerlo.

La postura de Angela admitió la derrota y asintió. El señor Potter miró a los niños con aprehensión: — Excelente. Manténganse cerca. Si alguno de ustedes se atreve a escabullirse serán tan terriblemente castigados, les juró que limpiaran calderos hasta que sean ancianos y tengan su propia casa de retiro.

Remus se llenó de alivio y les tendió sus varitas a los adultos.

— Me quedaré aquí —Anunció la señora Potter— Solo por si algo sale mal y debo contactar con Albus.

— Yo iré —Angela anunció testarudamente— Él fue por Remus. Es lo menos que puedo hacer por el pobre chico. Además, mantendré un ojo encima de ellos dos.

— Elfos domésticos —Neil dijo de repente— Puede que la casa no tenga personas hoy, ¿Pero qué haremos con los elfos domésticos?

— El encantamiento Obliviate funciona con ellos —Comentó el señor Potter— Solo tendremos que asegurarnos de practicarlo en todos antes de irnos. Los necesitaríamos para encontrar a Sirius y recuperar sus cosas.

— No nos dirán nada —James les recordó— Sabes cómo son los elfos domésticos con sus amos.

Su padre le dedicó una sonrisa y murmuró un encantamiento en voz baja. Momentos después, hubo ruidos provenientes de su estudio y un vial con un líquido traslucido voló desde la puerta y aterrizó en su mano: — Veritaserum. También funciona en elfos domésticos, aunque necesitas una dosis más pequeña.

— ¿Qué no es ilegal? —Angela se apresuró a preguntar. Trabajando en el departamento de criaturas mágicas en el Ministerio, Remus suponía que se sentía bastante incómoda con la idea de maltratar a cualquier criatura no humana.

— Por supuesto que no, amor —Neil contestó con ánimo— Tampoco lo es meternos a la casa de una de las familias más tenebrosas de todo Europa, practicar el encantamiento Obliviate en sus elfos y secuestrar a su hijo. No tienes nada de lo que preocuparte.

— Me siento enferma —Murmuró la señora Potter.

— Muy tarde para arrepentirse, mamá —James habló— Y nos estamos demorando demasiado —Sin dar tiempo a que nadie reaccionará, agarró los polvos flu que habían sobre la chimenea, los tiró a las llamas y metió la cabeza. Remus supuso que había dicho la dirección cuando el movimiento se detuvo y James gritó en sorpresa.

Remus se abalanzó y lo agarró de la cintura, sabiendo muy bien que su amigo se metía en situaciones riesgosas que podría haber prevenido de haberlas analizado.

— ¿Qué ves? —Preguntó. Ambos ignoraron los gritos de "¡James, saca la cabeza de la chimenea!" y "¡Por esto es que no quería que fueran!"

— Está vacía —La voz de James resonó, sonando lejana— ¡Maldita sea! Y yo pensaba que mí casa estaba repleta con antigüedades y propaganda sangre pura.

— Remus, chico, sácalo de ahí —Neil le pidió— No hay manera de que permita que vayan primero dos niños de quince años que pertenecen a Gryffindor.

Remus sacó a su amigo de mala gana de regreso al salón de los Potter, permitiéndole entrar primero a Neil y al señor Potter. El señor Potter metió primero la cabeza para asegurarse de que el perímetro estaba limpio antes de meterse completamente. Fue seguido prontamente por Neil, Angela, James y Remus.

Tan pronto como Remus llegó a la formal sala de los Black, supo por qué James había gritado antes. Mientras que la mansión Potter estaba decorada con antigüedades sangre pura, siempre daba una visión elegante. Las paredes tenían colores pálidos y los techos colgaban suavemente en las habitaciones. Los muebles estaban pulidos e impecables, emanando una historia de amor y mucha paz. El sentimiento de vieja y gentil magia en cada habitación.

En contraste, el salón de los Black parecía que había confundido el suelo con el techo por su sombría madera. Los muebles eran pesados y góticos, los sentidos de Remus captando la pesada y maliciosa aura de magia oscura que colgaba del aire. Al salir de la chimenea, se enfrentó a un tapete gigante que ocupaba toda una pared. Era de un verde bosque y sus ramas mostraban los nombres de la familia Black en todas las generaciones.

— El aire sabe a viejo y malo —Murmuró— Puedo sentirlo presionando al lobo...no, más a la magia negra que me ata al lobo.

James le dedicó una mirada de preocupación: — ¿Estarás bien?

La boca de Remus formó una sonrisa: — Sirius creció aquí. ¿Cómo logró que este lugar no lo envenenará completamente?

— Muévanse, niños —Neil indicó, señalando la puerta por la que ya habían cruzado el señor Potter y Angela.

Remus y James lo siguieron al salón principal.

— ¿Dijiste que lo encerraban en la bodega? —Indagó el señor Potter, mirando las escaleras y luego a la puerta que llevaba a las cocinas.

— Sí —James comenzó— Cuando él...

— ¡Shh! —Remus lo interrumpió de repente. Señalando a un retrato inmenso que colgaba justo detrás de James en el salón. Podía darse cuenta de que eran los ronquidos de Walburga Black lo que salía de aquel marco.

— ¡Santo cielo! —Angela exclamó en un susurro— Que cosa más horrible con la que encontrarse cuando bajas las escaleras.

Remus no pudo evitar reír con su expresión: — Sirius iba a usar sus propios hechizos de pegado permanentes para pegar en las paredes de su cuarto fotos de motocicletas y señoritas Muggle desnudas.

— No lo hizo —Angela estaba sorprendida y Remus sintió todo el humor dejarlo cuando pensó en las repercusiones.

— Conociendo a Canuto, lo hizo —Comentó James.

— Vamos —El señor Potter los afanó a ir a la cocina, seguido de cerca por Neil. Antes de que Remus ingresará a la habitación, hubo dos sonidos de "Incarcerus" y al asomarse por la puerta, cuatro elfos domésticos descansaban en el suelo vestidos con los más miserables harapos y que los observaban con odio mientras trataban de zafarse de sus ataduras.

El señor Potter agarró a una de las criaturas y la acomodó en una de las sillas de la cocina. Movió su varita para retirar la soga que le cubría la boca, entonces, ignorando sus chillidos de protestas, le abrió la boca y dejó caer una pequeña gota de veritaserum en su lengua. El elfo doméstico se calmó inmediatamente, sus ojos brillando.

— ¿Cuál es tú nombre? —Cuestionó con calma el señor Potter.

— Kreacher —Su voz era vacía y monótona.

— ¿A quién sirves?

— Sirvo a la más Antigua y Noble casa de los Black y sus amos.

— ¿Y, dónde está tú amo Sirius?

Kreacher luchó contra la poción, pero su voz se mantuvo neutral al decir: — El traidor a la sangre está encerrado y vigilado en la bodega por mancillar y deshonrar a la Noble casa Black con sus desgraciadas tendencias Gryffindor.

Remus dejó salir un gruñido desde lo más profundo de su garganta al darse cuenta quién le había metido esas idead en la cabeza al elfo. James le puso una mano encima para tranquilizarlo y Angela se dispuso a ir a la puerta que daba a la bodega para abrirla.

— Hay un pasaje al final de la escalera —Les dijo— Me parece que hay varios cuartos aquí.

Los otros cuatro la siguieron, Kreacher aun atado y flotando tras el señor Potter como un globo repletó de helio.

— Lumos —Murmuró Neil y mantuvo la varita encendida sobre sus cabezas. Efectivamente revelaba un pequeño pasaje que tenía dos puertas a cada lado. Los muros estaban fabricados en una piedra húmeda y el aire era tan frío que parecía pegarse a la piel como aceite.

— ¿En cuál han metido a Sirius? —El señor Potter se dirigió a Kreacher quien todavía estaba bajo los efectos del veritaserum, pero Remus fue quien la contestó. Se había tensionado apenas entró al pasaje, su nariz captando cual bomba el olor del hambre, la miseria, el vino y de Sirius.

No perdió tiempo para tirarse encima de la puerta de la derecha y comenzar a azotarla: — ¡Sirius! ¡Sirius! —Una parte de él tembló al notar lo salvaje y desesperada que sonaba su voz, pero la mayor parte estaba concentrada en encontrar la manera de alcanzar al chico que estaba detrás de la puerta. Por primera vez, Remus y Lunático tenían el mismo objetivo. No hubo respuesta alguna del otro lado de la puerta, aunque los sensibles oídos de Remus captaban movimiento— ¡Canuto!

— Quítate de en medio, muchacho —Neil le pidió, poniéndole una mano encima a Remus, pero alejándola con la misma rapidez al ver como Lunático trató de quitársela. El hombre suspiró y apuntó con la varita detrás de Remus a la puerta, diciendo— ¡Alohomora!

Remus no estaba muy seguro de lo que ocurrió después. Un minuto estaba presionado contra la puerta intentando arrancarla, al siguiente voló por los aires y su espalda impactó con la pared contraría sacándole el oxígeno por completo.

— ¡Lunático! —Su cabeza daba vueltas ante el rostro de James quien estaba visiblemente asustado.

— Ow —Murmuró. Dirigió su mirada a Angela quien también estaba encima de un adolorido Neil, y el señor Potter quien tenía una expresión sombría.

Kreacher se reía como si le hubieran contado un chiste: — ¡Está embrujada! —Les informó, flotando maliciosamente encima de ellos. El efecto atontado del veritaserum se le estaba yendo— Solo quien puso el hechizo puede retirarlo. Nunca podrán sacar al desagradable traidor a la sangre. Despreciables sangre sucias y traidores son todos ustedes —Se echó a reír de nuevo, sonando más que demente— La ama lo puso para mantener alejado al amo Reggie, ¡Pero son ustedes quienes recibieron el precio! —Volvió a partirse en risas.

— ¿Lunático? —El quejido fue tan inesperado que hasta Kreacher se quedó en silencio. Venía del lado de la puerta que no podían abrir y sonaba demasiado cerca al suelo.

Remus inmediatamente se puso en pie y corrió a la puerta seguido de James. Con cuidado de no tocarla, se tiró al suelo y trató de mirar bajo la ranura: — ¿Canuto?

Una risa histérica les llegó de respuesta: — ¡LunáticoLunático! ¡V'nir a resca'rmeee! —Sirius canturreó y Remus sintió su corazón hincharse en preocupación al darse cuenta de lo demente que sonaba.

— Sirius ¿Sabes qué hechizo está en la puerta, amigo? —James preguntó, arrodillado al lado de Remus. Remus se dio cuenta lo enfermó que lucía.

Sirius volvió a reírse y pudieron oírlo sollozar por entre la ranura de la puerta: — C'si pue'o olerte, Lunático, Cornitas —Canturreó— Muuy bonitos sueñ's y alu...alu...cinaciones...

Remus, quien prácticamente tenía la cara pegada al suelo, no pudo dejar pasar el olor a vino que se desprendía del aliento de Sirius: — Está ebrio —Les contó a los demás— En vino.

Al oír su voz Sirius dejó salir unas risitas complacidas que se parecían a las de Kreacher: — ¡Lunático! ¡Morovilloso, mara'lliso Lunático! Soñé...yo soñé que tú...venías con la manada...

— ¿Vino? —Angela preguntó con incredulidad— ¿Cómo?

— Es una bodega de vino —Neil aclaró. Se quedó mirando a Kreacher— ¿Lo han alimentado? ¿Dado agua?

Kreacher le sonrió dementemente: — Solo cuando la ama lo dice. La buena ama...ella lastima a los sangre sucias y amantes de los Muggles como ustedes.

— ¿Ha encontrado qué hechizo tiene la puerta? —Neil preguntó al señor Potter, quien examinaba con afán la puerta y su marco.

— Es un hechizo oscuro —Finalmente contestó— Me temo que el elfo tiene razón. Solo puede romperlo quien lo puso.

— Pero ¿Qué se supone que hace? —James exigió saber, obviamente intentando hacer caso omiso a los alaridos que dejaba salir Sirius, retomando su canción sobre "Lunático vendrá a rescatarme".

Kreacher sonrió: — ¡Ninguna persona puede entrar! —Rió— ¡Solo los elfos domésticos y pequeñitos ratones!

— ¡Cállate! —Angela exclamó, tirándole un encantamiento silenciador al elfo doméstico.

Ante la palabra "Pequeñitos" Sirius detuvo su canción, gimoteando: — ¡Ellos 'e alcanzan Lunático! —Aporrearon la puerta— Sombras y cosas oscuras. Escabulléndose peque'itas y punzantes. Yo veo y v'o...Están aquí, Lunático ¡Están aquí!

Remus se estaba desesperando: — Vamos a sacarte, Canuto. Solo aguanta un poco más.

— ¡Maldita sea! —El señor Potter levantó la varita y se removió el cabello con el mismo estilo de James— No se me ocurre nada para deshacernos de la maldita puerta. Podrías intentar obligar a los elfos a entrar y sacarlo.

— No tenemos tanta suerte —Angela informó— La maldición Imperius no funciona en elfos domésticos, si es que pensabas en tratar con una imperdonable. Su deseó de servir a sus amos los ayuda a ser inmunes a ella.

— ¡No toques la puerta, James! —El señor Potter le gritó a su hijo y Remus fue testigo de cómo este se alejaba de la puerta— Es parte de la maldición —Prosiguió el señor Potter, sus ojos escudriñando la puerta— No puedes tocar la madera. Dudo que le hayan puesto un hechizo para cerrarla desde afuera. Ya nadie puede tocarla. Tendrás serías quemaduras si te atreves.

— Bueno, ¿Por qué no la rompemos sin tocarla? —Sugirió Angela— Si el hechizo era simplemente para mantener alejado al hermano de Sirius, no podemos esperar que en verdad tomaran medidas.

El señor Potter sonrió: — ¡Eso podría funcionar! Sirius, quiero que te apartes de la puerta unos momentos.

El lamentable gimoteo que venía de la puerta cesó unos instantes: — ¿Lunático?

— Sirius, necesitamos que te alejes de la puerta —Remus repitió gentilmente— Vamos a romperla.

— No —Sirius jadeo— ¡Nononono! Sombras aquí. Cosas oscuras.

— Solo son unos segundos, Canuto. Lo juro.

— ¿Jurar, Lunático, jurar?

— Lo juró. Cuando diga que corras, te alejas de la puerta ¿Bien?

Escucharon una afirmación y Remus miró al señor Potter: — ¿Listo?

El hombre levantó la varita: — ¡Corre, Sirius!

Se escuchó un estruendo mientras Sirius se alejaba de la puerta y el señor Potter cerró sus ojos al lanzar el hechizo. Por segunda vez en menos de diez minutos, Remus voló por los aires con una lluvia de astillas cayéndole encima. James aterrizó a su lado.

— ¿Qué demonios? —Neil gritó— Debería haberse partido hacía adentro. No afuera.

— ¡Maldición! —Exclamó de nuevo el señor Potter, levantándose de entre el desastre— Pusieron el hechizo sobre el marco también —Remus miró a la puerta y se dio cuenta de que, pese a que la puerta había sido destruida, nada del desastre estaba dentro de la bodega. Era como si alguien le hubiese tirado un protego encima.

— Sirius, ¿Amigo, estás ahí? —James corrió a la puerta.

— ¡No te metas! —El señor Potter le advirtió.

— No pensaba hacerlo. No soy tan idiota como parezco.

— ¿James? —Una figura lastimera se arrastró de detrás de un barril.

— ¡Sirius! —Remus estaba asombrado de ver a su amigo. Sirius era un desastre. Estaba deshecho y polvoriento, tan delgado que había profundas marcas en sus facciones. Su cabello colgaba sin vida sobre su rostro. Al ver a Remus y James, sin embargo, su expresión se iluminó y se tiró contra la puerta.

— ¡Sirius, no! —Las palabras abandonaron la boca de Remus cuando Sirius impactó contra el invisible escudo y cayó de bruces contra el suelo— ¿Te lastimaste? —Indagó ansiosamente— ¿Te quemaste?

Sirius se quedó viéndolo: — No. ¿C'ndo podré salir, Lunático? —Alzó una mano y la empujó contra el escudo que se veía desde su lado.

— Evidentemente solo quema a quienes están afuera —El señor Potter dijo con enojo— No te preocupes, Sirius. Pensaremos en algo para sacarte.

Los ojos de Sirius se dirigieron al señor Potter: — ¿Señorrr Potter? —Escaneó a todos los demás— ¿Pr'fesor Anders?

— Vinimos a rescatarte, Canuto —Remus le comentó.

Sirius parpadeó, sacudiendo la cabeza como si intentará aclararse la mente: — Est'mago duele —Dijo— M' siento enfermo.

— Te sacaremos tan pronto como podamos, amor —Angela lo consoló, arrodillándose al lado de Remus y James— Solo tenemos que descubrir una forma para cruzar la puerta. Está encantada para impedir que la gente entre.

Remus de repente se quedó pensando aquellas palabras. "Encantada para maldecir personas... ¿Humanas?" Pensó. Vio a Sirius acurrucándose en el suelo frente a ellos "Los elfos domésticos pueden entrar. Los ratones también según lo que dijo Kreacher. Las cosas no humanas. Como yo" Casi se golpea a sí mismo al recordarlo "Corrí directo a la puerta y no me ocurrió nada. Estoy bien. ¿Cómo olvidé eso? Las personas sí que se meten en situaciones estúpidas sin sentido"

Sabía que los adultos jamás estarían de acuerdo en probar su teoría, no importaba cuantas evidencias presentara, así que sin avisarles tomó aire y se tiró contra lo que quedaba de la puerta.

— ¡REMUS! —Gritaron cuatro voces con Angela intentando agarrando, pero fallando, y viendo como Remus cruzaba sin ningún problema.

— ¿Qué? —James intentó seguirlo— ¿Cómo...

— ¡No la toques, Cornamenta! —Remus le gritó cortante.

lo hiciste.

— Solo funciona en personas. No en criaturas: Elfos domésticos, ratones y hombres lobo.

— ¡Lunático! —Antes de recibir la respuesta de James, Remus se vio abrazado por lo que parecía un gigante y tostado desastre. Se giró y envolvió a Sirius entre sus brazos— Pensé que 'u eras un sueño —El muchacho le susurró al oído— Pensé que 'u eras un sueño.

Remus dejó salir una risa tensa: — Recuerdo que ya habíamos tenido está conversación antes. Y citaré tú respuesta "Nadie podría soñar con alguien tan perfecto como yo".

Sirius dejó salir una carcajada contra el cabello de Remus, entonces se quedó en silencio: — ¿Sirius? —Remus lo apartó un poco y la cabeza de Sirius inmediatamente se fue para atrás, sus ojos cerrados— ¡Dios mío! ¿Qué le sucede? —Remus miró urgentemente a los adultos.

— Está ebrio como cuba —James le recordó, pero sus ojos no dejaban de escanear con preocupación a su inconsciente amigo.

— Remus ¿Crees que puedas cargarlo? —Cuestionó el señor Potter— Si lo sostuvieras, creo que sería capaz de cruzar la barrera.

— ¿Usted cree? —Remus reclamó, apretando a Sirius contra su pecho— ¿Qué si se equivoca y termina quemado?

El señor Potter hizo una mueca: — que estará bien si lo mantienes abrazado.

Remus miró la salida con sospecha: — ¿Seguro?

— Confía en papá, Lunático —James le aseguró— Sabe de lo que habla. Se especializa en esto al ser Auror.

— Además —Añadió el señor Potter— No se quemaría si sale mal, tan solo no podrá cruzar. Trata de arrastrarlo hasta aquí.

Remus disminuyó su agarra en Sirius al darse cuenta de que respiraba con dificultad, entonces aprovechó para cargarlo en ambos brazos. No pasó desapercibido la sonrisa traviesa de James y tuvo que reñirlo con la mirada antes de notar la expresión fascinada del señor Potter.

— Hombre lobo —Le recordó al hombre.

— Claro... —Respondió lejanamente el señor Potter.

Remus se acercó a la puerta y respiro profundamente. Entonces dio el primer paso. Con Sirius en sus brazos, el hechizo intentó luchar y sentía como si estuviese caminando con el encantamiento de piernas de gelatina y una tonelada de magia negra encima.

— Asqueroso —Murmuró, temblando cuando llegó al otro lado— Creo que necesito tomar un baño.

— ¿Todavía respira? —Neil preguntó.

Remus bajó la mirada para ver el pecho de Sirius subir y bajar: — Sí.

— Entonces nos vamos. Entre más pronto salgamos de este infierno mejor. Aun tendremos que practicar el encantamiento Obliviate a los elfos y traer las cosas de Sirius de su cuarto. ¿Quieres que yo lo cargue, Remus?

Remus agarró a Sirius con fuerza, determinado a no dejarlo ir hasta asegurarse de que estuviesen a salvo: — No

— Muy bien —Neil habló— Ustedes chicos van detrás de nosotros.

Neil, el señor Potter y Angela dirigieron el camino de regreso siendo seguidos por James y Remus.

— Tengan cuidado de no despertar a ese viejo vampiro que tienen de retrato —Angela les advirtió sobre su hombro— Obliviate no funciona en pinturas.

Remus recordó la carta de Sirius en dónde le hablaba de todo su abuso verbal: — Me preguntó ¿Lo hará el Avada Kedavra? —Murmuró a James.

— Yo lo intento si tú lo haces —James mencionó tenebrosamente, una mirada dedicada a la frágil forma de Sirius.

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