5. Alucinando caballos muertos
"Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin
Estuvo a medio metro. Entonces sacudió los pies de dedos retorcidos y se puso
A cantar una monótona canción:
—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin...
Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener
Algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin
Para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía
Sonriendo."
"Harry Potter y el Prisionero de Azkaban" J.K Rowling.
Nota de autora: Sigue sin ser mío. Créditos a Moonsing y J.K.
REMUS:
Parecía que había pasado todo un año antes de que el tren finalmente llegará a la estación de Hogsmeade. Snape se pasó todo su viaje con la nariz metida en el libro de Defensa Contra Las Artes Oscuras que Remus no se había atrevido a interrumpirle. No quería que su nuevo amigo le hablará de la misma manera en que Potter lo había hecho.
Cuando se bajaron del tren, estaba oscuro y lloviendo. Nubes grises dominaban el cielo sobre Hogsmeade, bloqueando cualquier visión de la luna. Remus, sin embargo, no necesitaba verla para saber en qué fase se encontraba. Se escondía de manera profunda en sus huesos recién lavada y encerrada, de la misma forma en que tiraba de las olas de mar.
Todos los de primer año se apretujaron mientras estudiantes mayores corrían a un montón de carruajes que les esperaban a la entrada de la estación. Remus casi se ahoga del miedo cuando vio que tipo de criaturas tiraban de ellos, negras y esqueléticas sobre el cielo Escoces. No eran exactamente caballos, pero era la descripción más precisa que podía darles. Uno batía unas largas alas como de vampiro que enviaban gotas de agua al aire mientras volteaba para mirar directamente a Remus con sus ojos sin vida.
Con un grito ahogado, trató de apartarse, tropezando con el pie de alguien más y cayendo sobre un chico, tirándolos a ambos al suelo. Levantándose con ayuda de sus codos, Remus se quedó viendo directamente a unos familiares ojos grises, del mismo tono que las nubes sobre ellos. Para su mala suerte reconoció que era Sirius Black, lo cual solo podía significar que...
— ¡Tú de nuevo!
Alguien lo separó de Black con un ademán brusco y Remus trató de estabilizarse mientras Potter le daba la mano a Black para ayudarle a levantarse.
— ¿Cuál se supone que es tu problema? — Potter le atravesaba con la mirada mientras Remus trataba de limpiarse el lodo de la túnica y solo conseguía esparcirlo.
— Y-yo s-solo — Remus comenzó.
— Déjalo, estoy bien— Black miró a Remus, luego volvió la vista a Potter— No lo hizo a propósito.
— No— Agregó desesperado en un intento de redimirse— Fue culpa de uno de esos horribles caballo alados que tiran los carruajes. Uno me estaba mirando.
— ¿Caballos alados? — Black preguntó a la vez que volteaba a ver los carruajes, y luego de regreso a Remus.
— ¡Si!
— No hay nada ahí, amigo
— Ahí están, ahí están— Remus dijo, desesperado— ¿No pueden verlos? ¡Son flacuchos, negros, tiene alas y ojos blancos!
Ahora Black, Potter y ese niño gordito de cabello marrón pardusco lo miraban como si se hubiera vuelto loco.
— ¡Les dije que estaba enfermo! — Potter siseo.
— ¡Primer año!
Fueron interrumpidos por la voz del sujeto más enorme que Remus podría haber visto. Caminó sobre el grupo de niños de primer año, viéndoles con bestiales ojos negros. Su barba era espesa y vestía el abrigo más grande y cálido que Remus había visto. Remus ni siquiera se molestó en apartar la mirada o dejar de lucir sorprendido. Empezaba a preguntarse si en verdad era un lunático. Posiblemente era otro síntoma de ser una criatura de la noche que su padre nunca le había contado.
— ¡Caramba! — La voz de Potter era a su vez ruidosa y sonaba asombrada— ¡Ese sí que es un tipo inmenso!
Remus suspiró en alivio e imitó a los de primer año que daban un paso atrás.
— ¡No hay razones para asustarse! — El gigante clamó— Mi nombre es Rubeus Hagrid y soy el guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts. Los de primer año deben cruzar el lago en bote para llegar a la escuela. ¡A los botes! ¡Rápido! ¡No más de cuatro por barca!
Remus escaneaba el lugar en busca de Snape, esperando poder compartir un bote con su nuevo amigo, pero el chico no estaba a la vista. Recorrió todo el puerto y miró en los botes hasta que por fin lo encontró, sentado ya en uno con otros tres alumnos. Viéndolos, Remus se sintió traicionado y resignado al mismo tiempo. Después de todo, cuando ni su mismo padre lo quería, ¿Por qué debería un extraño que acababa de conocer querer pasar tiempo con él? Snape ni siquiera notó su mirada, demasiado distraído en el lago.
— ¿Perdiste a tu amigo? Quién lo diría, hasta los tarados grasientos tienen buenos gustos.
Remus giró para estar otra vez cara a cara con Potter, Black y el niño gordito sentados en un bote cercano. Potter sonreía sardónico mientras que los otros dos parecían incómodos. Remus tenía suerte de que supiera controlar sus emociones tan bien. Mantuvo su rostro en blanco mientras se giraba para volver a mirar a Snape.
— ¡Vamos! Adentró. Los botes están a punto de zarpar.
Antes de que Remus reaccionará, un par de gruesas manos lo tomaron por los hombros y le levantaron hasta dejarlo al lado del chico gordito.
— ¿Y quién ha dicho que podías compartir el bote con nosotros? — Demandó Potter.
Remus ni siquiera se molestó en contestarle. Se arrinconó en su asiento y trató por todos los medios de evitar sus miradas mientras que los botes empezaban a moverse, aparentemente solos. Remus se dedicó a observar el cielo estrellado mientras que los otros tres hablaban en voces bajas para que no pudiera oírles. Cuando el castillo Hogwarts se dio a la vista, sin embargo, su mal humor pareció derretirse. El castillo y sus terrenos parecían expandirse por toda la costa Escocesa, sus millones de ventanas apuntando a las luces celestes y sus brillosas luces doradas resplandeciendo en las paredes. Era como un castillo encantado, brillante y borroso en los bordes debido a la lluvia.
Hogwarts desapareció brevemente mientras los botes los llevaban a través de un túnel que les dejó en un pequeño embarcadero antes de reaparecer en toda su gloria. Remus no podía apartar sus ojos del castillo mientras salía del bote, paralizado.
El lugar más grande que recordaba haber visto antes era el bosque detrás de su casa. Había ido a Londres y al callejón Diagon, pero siempre a las secciones pequeñas, una sola tienda que se encontraba dividida por un callejón torcido. El bosque era grande, pero la última vez que había estado en él fue cuando tenía seis años y estaba atrapado en las canciones sobre sombras de luna con su madre. Había sentido el espacio ante él, pero nunca había puesto sus ojos realmente en sus detalles hasta que los árboles desaparecían en la profunda noche.
Hogwarts era diferente. Daba la impresión de gracia, magnitud y misterio y otra tonelada de palabras que Remus conocía de los libros que sacaba de la biblioteca de su padre. Las puertas principales eran tan grandes que al menos cuatro Hagrids podrían haber pasado estando parados en la cabeza del otro sin necesidad de agacharse.
— ¡Adelante, los de primer año! — Hagrid los apresuró por las puertas, dejándolos a la entrada del Gran Comedor donde una mujer de cabello negro y postura seria les esperaba.
— Soy la profesora McGonagall— Les dijo, expresión tranquila— Si pueden seguirme, es tiempo de su selección.
Todos los de primer año la siguieron al Gran Comedor. La túnica de segunda mano de Remus era tan grande y pesada para su cuerpo que se enrollaba el doble cuando caminaba. Cuando entraron estaba tan distraído con la idea que se tropezó y le pegó en la espalda a una chica de oscuro cabello rojo que logró impedir que se fuera al suelo.
— Lo lamento— Remus murmuró, mortificado. ¿Por qué no podía ser normal como todos los demás? Porque tú no eres normal, dijo una voz malvada en su interior, Eres un monstruo, Ni si quiera eres humano.
— No hay problema— Le dijo dulcemente, viéndolo tras unos resplandecientes ojos verdes— ¡Mira el techo!
Mientras ella lo dejaba ir él levantó su cabeza y lo que vio casi le hace volver a tropezar. ¡Era increíble! Nubes de tormenta se movían en el techo arriba de ellos, lanzando lluvia que desaparecía incluso antes de llegar a mitad de camino. Montones de velas levitaban como estrellas de cera, iluminando con luz dorada el salón.
— ¡Adelántense, los de primer año! — Indicó la profesora McGonagall, apresurando a los estudiantes a llenar los espacios frente a ella.
En una escalinata de al frente, parado en una butaca de tres piernas se encontraba un viejo sombrero que tenía un parche. Después de que los de primer año se pararan frente a él con nerviosismo, Remus analizó todo el comedor. Había cuatro largas mesas que se abarrotaban con cientos de estudiantes de varias edades. Encima de cada una colgaba el escudo de la casa correspondiente. Una serpiente para Slytherin, un águila para Ravenclaw, un tejón para Hufflepuff y un león para Gryffindor.
Remus se sentía temblar con nerviosismo. Jamás había visto tanta gente junta en una sola habitación. Recordaba haber leído del sombrero seleccionador en Historia de Hogwarts. ¿Tendría que sentarse frente a toda esta gente para probárselo? ¿Qué si se desmayaba del miedo?
— Bottlewurt, Bernard.
La voz de la profesora McGonagall resonó por todo el lugar y el primer niño de la lista se levantó para ir a probarse el sombrero.
El parche se abrió para forma una especie de boca que bramó: — ¡Ravenclaw!
Toda la mesa de Ravenclaw estalló en vítores a medida que recibían a su nuevo miembro, quien se sonrojaba.
— Parkinson, Adora.
— ¡Slytherin!
— Smith, Jennifer.
— ¡Hufflepuff!
Remus sentía como aumentaban los latidos de su corazón a medida que la lista se hacía más corta.
— Potter, James.
Vio con un retorcijón de estómago como el chico subía al estrado, aparentemente sin miedo. Puso el sombrero en su cabeza y casi no había tocado sus mechones desordenados, cuando la palabra, "¡Gryffindor!" Resonó en la sala.
— Black, Sirius.
Hubo un murmulló por parte de toda la mesa de Slytherin a medida que Black se encaminaba a probarse el sombrero. Hubo una larga pausa y los ojos de Black estaban apretados, como si pensará demasiado fuerte. Eventualmente, el sombrero reaccionó y bramó:
— ¡Gryffindor!
Las exclamaciones recorrieron todos los rincones del Gran Comedor, y por un largo tiempo, Black solo se quedó sentado como si no pudiese creer realmente lo que había pasado. Remus le dio una mirada a la mesa de Slytherin y vio que muchos de sus integrantes le lanzaban miradas asesinas a la mesa de Gryffindor que estaba demasiado sorprendida para animar.
De repente, una figura pequeña y de cabello demasiado salvaje se paró en una banca desde la mesa Gryffindor.
— ¡Wohoo! ¡Eso es Sirius! — Gritaba Potter, sin un ápice de pena o vergüenza— ¡Sabía que podrías hacerlo, colega!
Como si eso fuera suficiente para romper el hechizo, una sonrisa se desplegó en el rostro de Black mientras corría a toda prisa hasta la mesa de Gryffindor, que erosionó en millones de gritos y felicitaciones así como varios de sus miembros le hacían gestos rudos a los de Slytherin.
Remus sintió como algo en su corazón se retorcía. Había sido la manera en la que Potter había animado a su amigo, sin importarle lo que otros pudieran decir de él. Remus miró a Snape quien estaba de pie a unos cuantos centímetros de él. Miraba despectivamente a Potter, aparentemente ya no recordando nada de Remus.
— ¡Silencio! — Clamó la profesora McGonagall— Entre más rápido acabe la selección, podrán comer mucho más temprano.
El Gran Comedor volvió a sumirse en el silencio.
— Pettigrew, Peter.
Una larga pausa siguió, entonces: — ¡Gryffindor!
Black y Potter gritaron a todo pulmón mientras el chico regordete del bote iba a su encuentro, luciendo realmente orgulloso.
Hubo unas cuantas personas más antes de llegar a: — Snape, Severus.
El sombrero ni siquiera había tocado uno de los grasientos cabellos antes de anunciar: — ¡Slytherin!
Remus sintió que su corazón se hundía. ¿Dónde diablos iban a ponerle? ¿Y qué si no lo ponían en ninguna parte? ¿Qué si se sentaba por horas y horas en aquel taburete antes de que el sombrero gritará "¡Hombre lobo!"? Sentía como su faceta de calma empezaba a desvanecerse.
Ahora solo quedaba la chica pelirroja frente a él.
— Evans, Lily.
— ¡Gryffindor!
Lily sonrió encantada mientras se dirigía a la mesa y tomaba asiento.
— Lupin, Remus.
Su corazón latía tan fuerte que parecía querer escapar de su pecho mientras se acercaba cada vez más al estrado. Tropezó con la punta de su túnica, obteniendo algunas risas nada disimuladas de los otros estudiantes.
Se dejó caer en el taburete sintiéndose enteramente miserable a medida que el sombrero le tapaba los ojos.
"Bien, bien" Dijo una voz en su cabeza "Un pequeño hombre lobo. Eso no suele ser normal"
"¡Lo siento muchísimo!" Remus se estaba desesperando "¡Por favor no le cuentes a nadie!
"Yo solo estoy aquí para sortearte" Le dijo en voz calma y tranquila "Ahora ¿Dónde te pongo?"
"¡Hufflepuff!" Remus rogó impaciente.
"¿Hufflepuff?" El sombrero sonaba bastante impresionado "No consideró que Hufflepuff te convenga demasiado. Tampoco Slytherin. No eres lo suficientemente ambicioso para llegar a formar parte de las serpientes. Y los prejuicios con los que te encontrarías no te son convenientes. Ravenclaw...bueno, es una posibilidad pero sigue sin sentirse lo suficientemente bien. Veamos. Eres valiente, amable y leal, incluso cuando no te han dado la oportunidad de demostrarlo. Tienes demasiado coraje, eso lo veo. Toma mucho coraje el llegar a donde estás. Sí, creo que Gryffindor es la tuya".
"¡No lo quiero!" Pensó Remus, su corazón llegando a su estómago "¡No con ellos!"
"Confía en mí" Le susurró el sombrero, luego: — ¡Gryffindor! — Anunció en alto, y Remus sintió como su corazón se rompía y su estómago se retorcía en un dolor que casi no podía soportar.
Le quitaron el sombrero y se fue tambaleando a la mesa de Gryffindor, no dándose cuenta de que le estaban aplaudiendo. Deslizándose en una banca al final de la mesa, vio como Potter, Black y Pettigrew le observaban con horror.
— ¿Te ha puesto en Gryffindor? — Dijo Black con incredulidad.
— ¡Pero si estás demente! — Añadió Pettigrew.
Potter no mencionó nada. Bufó a su plato vacío, ignorando a Remus. Mientras que los últimos estudiantes eran sorteados, Remus también se dedicó a observar la pulida mesa de madera. Estaba haciendo acopio de cada una de sus habilidades de actor para simular estar calmado cuando lo único que deseaba era tirarse a llorar.
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