43. Te tengo, no te dejaré ir

Nota de autor: Para que vean que no soy mala persona, traduje este capítulo. La historia le pertenece a Moonsign y el mundo a J.K Rowling. Disfruten del Wolfstar.

"Amar es permitir que aquellos a quienes amamos sean perfectamente ellos,

y no de obligarlos a acoplarse a nuestros deseos...

de otra forma solo amaríamos el reflejo de

nosotros que vemos en ellos"

Anónimo

SIRIUS:

— ¿Qué demonios está mal contigo, amigo? —Finalmente James demandó saber, después de soportar por toda una semana el mal humor de Sirius.

Los dos volvían de una práctica de Quidditch que tuvo lugar bajo una lluvia miserable, que eventualmente tuvieron que cancelar cuando los jugadores ya no podían ver la Quaffle, mucho menos la snitch.

— Estoy completamente helado y miserablemente empapado, además de tener lodo en lugares que ni siquiera sabía podían ver la luz hasta que me comenzaron a picar. ¿Qué supones que está mal conmigo? —Sirius le gritó.

— No me refiero solo de ahora —James también le gritó— Desde la semana pasada has estado tratando mal a todo el mundo. Y has sido especialmente grosero con Lunático. Se ha retraído tanto en sí mismo de nuevo, que consideró el que has arruinado todo el progreso que logramos desde primer año. ¿Qué ha hecho para lo odies tanto? Traté de preguntárselo pero solo se acurrucó baja una mesa de la biblioteca y no me respondió, al menos algo que tuviera sentido. Y sé que Evans ha tratado de hablarle también. Solo corre cada vez que la ve venir.

Sirius sintió una ola de culpa. Había estado evitando a Remus desde la discusión que tuvo con Lily. Cada vez que veía al muchacho, la voz de ella volvía con sorna para decir "Tu rostro simplemente...resplandece."

Por primera vez desde que había puesto sus ojos en el hombre lobo a la edad de once años, Sirius no sabía cómo se encontraba. Había estado tan metido en negar sus sentimientos conflictivos, que no pensó en el efecto que tendría sobre Remus. De repente se preguntó si sus palabras frías y malos tratos le habían hecho algo, y cuando lo pensó, solo llegó a una conclusión. Remus debía estar pasándolo realmente mal. ¡Merlín, probablemente pensaba que Sirius descubrió su secreto y sentía asco!

Se detuvo abruptamente y observó a James: — ¿No decía cosas con sentido? ¿A qué te refieres?

— ¿Ahora te importa?

— Yo no pretendía...no estoy molesto con él. Fue otra cosa. No pretendía indisponerlo. ¿Qué le sucede? ¿Qué te dijo?

— ¿No estás molesto con él? —James, quien usualmente se tomaba las cosas tranquilo y jamás se enojaba, escupía las palabras con furia a Sirius— ¿Ni siquiera tuvieron una discusión? ¿Sabe él si quiera que no estás molesto?

Sirius se echó atrás, sus ojos abiertos de par en par: — No...me refiero a...yo no quería...

¿NO? —Un relámpago de dolor blanco lo cegó, y Sirius se tambaleó hacía atrás, cayéndose en el lodo. Su mandíbula dolía de dónde James le había dado un puñetazo, que pese a ser poco coordinado, estaba lleno de toda su rabia contenida. Sirius se congeló con sorpresa, agarrando el sitio del golpe con una mano mientras observaba a James. En todos sus años de amistad, el chico nunca había hecho ámago de pegarle. James solo movió la mano con molestia y un poco de dolor. Miró a Sirius y le dio una patada en el muslo— ¡Se va a morir y será culpa! —Sirius ansiaba responder, pero estaba hiperventilando, su pecho y corazón enfrentándose en una carrera. No podía apartar la mirada de los ojos avellana de James que destilaban furia incluso mientras se inclinaba tanto que ambas narices se tocaban— Arré-glalo —Se giró para irse a los vestidores de Gryffindor.

Lentamente, Sirius se puso en pie. Miró los vestidores de Gryffindor, y giró temblando en dirección a los de Ravenclaw. Se dio una caliente pero rápida ducha, afanado de quitarse lo más rápido que pudiera el lodo de su cuerpo y cabello. Sus túnicas estaban en los vestidores de Gryffindor, así que se puso unas viejas y que le quedaban un poco pequeñas de las que tenían los Ravenclaw en su cajón de cosas perdidas, para dirigirse al castillo. La lluvia había amainado tanto que cuando llegó solo estaba un poco mojado.

Se dirigió a la biblioteca y buscó debajo de todas las mesas.

— No está aquí —Una aguda voz dijo desde atrás y se dio cuenta de que Madame Pince no estaba feliz de verle— Y a partir de ahora tiene prohibido venir después de su comportamiento impertinente con la señorita Evans el día Lunes.

— Correcto. Perdón —Sirius no perdió tiempo en correr de camino a la torre de Gryffindor. Golpeó a algunos niños de segundo año cuando pasaba por el retrato, pero hizo oídos sordos a sus gritos de indignación y se encaminó a los dormitorios.

Bajó la velocidad al acercarse al de Los Merodeadores, hasta que finalmente ingresó caminando. El cuarto estaba completamente vacío, pero se dio cuenta de que la puerta del baño estaba cerrada. Un vistazo a la cama de Remus le demostró que sus pijamas no estaban, por lo cual solo podría ser él.

Sirius se acercó y presionó la oreja contra la puerta. Oyó como la ducha se detenía y la cortina descorrerse. Agudizo el oído para ver si escuchaba algo más y solo logró obtener los movimientos de Remus al vestirse. El tiempo pasaba y Sirius no hizo más que preocuparse. ¿Qué estaba haciendo Remus? De repente tuvo la horrible visión de Remus deslizando su varita sobre la piel para generar cortadas profundas en sus venas. ¿Estaría Remus tan desesperado para hacerlo?

Luego hubo fuerte golpe dentro, junto a lo que fue un gemido de dolor mezclado con un gruñido. Sin pensarlo, Sirius apuntó su varita a la puerta y exclamó "¡Alohomora!" Al liberarse el cerrojo Sirius empujó la puerta lentamente.

Remus le daba la espalda. Se inclinaba contra la pared, su cabello arenoso enterrado en sus manos y con hombros temblorosos. Solo vestía su ropa interior y Sirius, por primera vez, pudo observar sus delgadas y desnudas espalda y piernas.

Por fin logró entender la razón para que Remus jamás les enseñaba su cuerpo. Su espalda estaba cubierta por delgadas líneas plateadas que resaltaban sobre su cremosa piel. Recorrían desde sus hombros hasta la línea de sus calzoncillos, y luego volvían a relucir por sus muslos. Eran quemaduras, Sirius se dio cuenta, del atizador que John Lupin había usado para torturarlo. Y así era cómo se veían después de tres semanas usando la poción para removerlas.

— Oh, Lunático —Susurró, no más alto que un respiro. Pero eso bastó. El hombre lobo se dio la vuelta, instintivamente dejándose caer acurrucado, sus dedos formando garras y con los labios levantados de forma que enseñaran una especie de colmillos. Sirius retrocedió a la vez que ambos se quedaron mirando.

Su pecho era incluso peor que su espalda. Ahí era dónde le quedaba más fácil a Lunático el morder y desgarrar durante la luna llena. Esas cicatrices no eran líneas plateadas y delicadas, pero si trozos que relucían en la suave piel de Remus. Adornaban su cuerpo y brazos, algunas todavía ardientes y rojas como si apenas estuviesen sanando. La más extensa componía desde el hombro de Remus y parte derecha de su pecho. La mordida que lo causó todo, imaginó Sirius.

Todo el cuerpo de Remus estaba tenso y listo para saltar. Pese a estar increíblemente delgado, sus huesos abrazaban los músculos y tendones en una forma casi fiera, en lugar de darle la apariencia de un animal desnutrido.

Solo le tomó a Sirius unos segundos notarlo. Segundos fue todo lo que tuvo, porque tan pronto como Remus lo vio en la puerta, gritó e inmediatamente fue a recoger una toalla para cubrirse y esconder su cuerpo.

— ¡Lárgate! —Gritó, sus ojos totalmente salvajes, buscando una ruta de escape.

— Lunático, soy solo yo —La voz de Sirius sonaba rota y con poca certeza, como si no le perteneciera.

— Por favor vete —Remus imploró, dejándose caer al suelo y metiendo la cabeza entre las piernas.

Sirius se acercó y arrodilló frente a él: — ¿Remus?

— Ya lo sabes ¿Verdad? —Remus susurró con la voz disimulada— Ya sabes mi s-secreto ahora. Lily te lo ha dicho. Está bien. Yo s-sé porque deseas evitarm-me. Es justo el que te sientas d-disgustado. Pero por favor vete ahora. No quiero que me v-v-veas así.

El estómago de Sirius se cayó a sus pies antes de salir disparado a su boca. Sus ojos estaban fijos en la forma acurrucada frente a él; el cabello aún húmedo y saliendo de la toalla. Una ola de protección bañó a Sirius tan fuertemente que se mareó verdaderamente. Fue de su pecho y se abrazó a su corazón tan dolorosamente que dejo a su cuerpo sintiendo un vicioso y encantador calor.

Fue ahí cuando Sirius se dio cuenta de la verdad. Él amaba a Remus. Amaba absolutamente todo sobre Remus. Amaba sus grandes y desconcertantes ojos ambarinos y cabello arenoso. Amaba el que fuera inteligente y sus comentarios sarcásticos. Amaba su reticencia y risa. Amaba cada una de las excentricidades de Remus: Su adicción al chocolate, su actitud de cerebrito, su deseo de buscar refugio debajo de las mesas, el que tratará sagradamente a las canciones Muggle. Amaba al Remus salvaje, al Remus sutil, al Remus asustadizo, al Remus divertido... y todo los cientos que podía descubrir.

Amaba todo de Remus, incluidas sus cicatrices, inseguridades y en especial aquella voluntad de hierro que se enfrentaba a lo que fuera.

Ese descubrimiento lo dejó lleno de una emoción tan potente que en verdad sentía remover su cuerpo. ¿Qué demonios había estado haciendo con aquellas chicas? Está era la razón por la cual no sentía nada con ninguna de ellas.

— ¿Por qué no quieres que te vea así? —Sirius logró susurrar, estirando una mano para tocar la cabeza de Remus— Yo creo que eres brillante —El chico levantó la mirada y vio a Sirius con una expresión de sorpresa e incredibilidad en su rostro que Sirius no pudo evitar la risa histérica que escapó de su boca— ¡Evans tenía razón! —Jadeó, agarrando el hombro de Remus— Maldita sea esa metiche, molesta, arrogante y encantadora jovencita ¡Que tenía razón! Yo no quiero estar con chicas. Quiero estar contigo. Quiero estar contigo para siempre y por siempre y criar gallinas y formar una banda, o hacer cualquiera de esas estupideces que podríamos hacer.

— ¿Criar gallinas? —Remus parecía que iba a desmayarse.

— ¡Olvida esa parte! —Sirius lo interrumpió con impaciencia— ¿Qué no has escuchado lo demás?

— Sí —Remus susurró— Pero ahí fue donde me perdí.

— ¿Entendiste el resto?

— No...sí...espera un momento, ¿Lily también te acusó de ser g-gay? ¿Qué demonios sucede por su cabeza? Qué...qué...Simplemente ¿Qué?

Sirius no pudo más y envolvió al anonadado hombre lobo entre sus brazos, sujetándolo fuertemente: — Te tengo, cariño —Murmuró directamente en el salvaje cabello de Remus. Esa esencia de chocolate y otoño llenando todos sus sentidos y dejándolo con ganas de más. Era un sentimiento nuevo, maravilloso y exhilarante— Te tengo, y no te dejaré ir.

Sintió a Remus tensarse en sus brazos antes de oírlo decir con una voz pequeña: — Soy pésimo guardando secretos.

— O yo soy muy bueno descubriéndolos —Sirius le sugirió— Ayudó el que hayas escogido la cinta que tenía esa canción.

Hubo otro largo silencio antes de que Remus preguntará: — ¿Esto es una broma?

Sirius aferró el agarre de sus brazos: — Te juró por todo lo que tiene un significado importante para mí el que esto no es una broma. Es real ¿Bien? No tengo la menor idea de lo que hago, pero de eso siempre estaré seguro.

Remus hipó unas veces y se removió de forma que su cara estuviera presionada contra el cuello de Sirius: — Yo también creo que eres b-brillante.

— Bueno, obviamente —Sirius aceptó— Yo soy el gran Sirius Black. ¿Qué parte de mí no es brillante?

— Diría que tú falta de modestia, pero me avergüenza admitir que hasta eso me gusta.

Sirius dejó salir una risa ahogada y presionó su nariz contra el cabello de Remus para embriagarse en su aroma: — ¿Qué fue ese golpe antes de que entrara? —Preguntó, una vez Remus estaba lo suficientemente relajado en sus brazos.

Remus suspiró contra el cuello de Sirius, lo cual envió un escalofrío de placer por su cuerpo: — Estaba tratando de aplicarme la poción removedora en la espalda. No podía alcanzar ningún lugar apropiadamente.

— Bueno, sí. No a menos que te hayas convertido en un contorsionista profesional en el transcurso de veinte cuatro horas.

Remus se encogió de hombros: — No me fastidies.

Sirius se echó atrás un poco, alejando el rostro de Remus para poder verlo a los ojos: — Lamento que pensaras que sentía asco hacía ti. No es verdad. Nunca lo fue. He sabido cómo te sientes sobre mí por semanas. Yo nunca...nunca te trataría de esa forma deliberadamente.

— No te culparía.

— ¡Y eso lo hace peor! —Sirius quitó unos mechones de cabello del rostro de Remus— Deberías. Fui un verdadero imbécil. Debes aprender un poco de maldad, Lunático. Venga, déjame aplicarte la poción en la espalda.

— ¡No! —Remus se liberó con prontitud, apretando la húmeda toalla contra su cuerpo.

— Por favor. ¿A quién se lo quieres pedir? ¿James? ¿Pete? ¿Evans?

— Lo haré yo solo.

Sirius enarcó una ceja y Remus se sonrojó.

— No quiero que me veas así —Repitió, sus ojos clementes.

— Te he visto, cariño —Sirius adoraba el sonrojo que seguía aquel apodo cariñoso. Era un color que venía desde sus orejas hasta el cuello, desapareciendo tras esa toalla. Sirius sonrió traviesamente— Te dije que ese sonrojo era demasiado tierno para tu propio bien. Mira lo que has logrado, convertiste a Sirius Black, un experto casa nova, en alguien tan homosexual como una plátano azul.

— Yo n-n-n-n... —Remus se rindió y sacudió la cabeza, luciendo de un color rojo brillante.

Sirius aprovechó la oportunidad para recoger el frasco de poción. Lo habían dejado tirado al lado de la ducha: — Es bueno que la botella sea indestructible —Comentó, arrastrándose mientras la abría— Ahora quítate la toalla y date la vuelta.

— ¡No! ¡No lo haré!

Sirius bufó para ver los ojos de Remus con desafío: — De no hacerlo, las cicatrices empeoraran.

La expresión de Remus delataba conflicto: — Soy horrible —Confesó finalmente, su voz no más que un susurro.

— No, no lo eres —Sirius le replicó— Te lo dije. Eres increíble —Remus volteó la cara y cerró los ojos— Lo eres, Lunático —Desde tan cerca, Sirius podía ver las largas pestañas de Remus y denotó las cejas rubio arena que las enmarcaban delicadamente. Podía ver aquel tono rosa en sus mejillas angulares y la forma en que se mordía el labio con frustración. Sirius pensó que sus costillas se partían, dado que su corazón latía realmente fuerte— ¿Puedo besarte? —Dejó salir la pregunta antes de pensarlo y los ojos de Remus se abrieron con sorpresa.

— ¿Qué me has dicho?

Fue el turno de Sirius de sonrojarse, pero igualmente repitió: — ¿Puedo besarte?

La boca de Remus se abrió, para después dar paso a una brillante sonrisa: — ¿Quieres besarme?

— Sí —Sirius confesó, su voz un tanto avergonzada— Pero no lo haré si tú no quieres.

— ¿Es esta una clara muestra del experto casa nova Sirius Black? —Remus lo fastidió.

— ¡Oh, olvídalo! —Sirius hizo ámago de apartarse, pero una veloz mano que salió de la toalla de Remus atrapó su cara y la giró. Solo pudo contener la respiración antes de que Remus presionara sus labios.

El beso fue tímido y húmedo, pero Sirius se dio cuenta del por qué Rebecca y Rosemary querían hacerlo todo el tiempo. El calor se expandió en olas que eran tan intensas de forma que sabía exactamente que partes de sus cuerpos se estaban tocando. Cosquillas recorrían esas áreas también, dejándole unos escalofríos que lo hacían temblar. La boca de Remus era dulce y mojada y Sirius solo quería besarlo para siempre.

Finalmente, cuando el aire se hizo un problema, se separaron y vieron el uno al otro con vergonzosa sorpresa. La boca de Remus estaba rosada y sus ojos se veían alegres: — ¿Siempre es así? —Preguntó, su voz ligeramente entre cortada.

— Nunca lo fue para mí —Sirius admitió— Siempre los encontré raro, ¿Sabías? Pero esto fue...

Remus dejó salir una sonrisa traviesa: — ¿Soy bueno besando?

— Necesitaras toneladas de práctica —Sirius declaró, ladeando su rostro— Con un buen tutor.

— ¡Maldición! ¿Tendré que preguntarle a James que me bese entonces?

— ¡Remus! —Sirius estaba anonadado y Remus dejó salir una fuerte carcajada.

— Bromeo, tonto. Te tengo, no te dejaré ir ¿Recuerdas?

— No puedo creer que me hayas dicho eso. Quítate la toalla para que podamos aplicar la poción antes de que lleguen los otros dos. Creo que nos están dando tiempo para reconciliarnos —Sirius miró la puerta en aire pensativo— O besuquearnos, en nuestro caso —Antes de que Remus pudiera reaccionar, Sirius se dio la vuelta y le arrebató la toalla.

— ¡Sirius! ¡Devuélvemela! —Remus intentó agarrarla y casi se tropieza. Sirius lo estabilizó, poniendo una mano sobre el hombro de Remus en dónde estaba la mordida original, y no pudo evitar darse cuenta de que la piel se estaba levantando.

Remus dejó salir un quejido y apartó la mano.

— ¿Te duele? —Sirius estaba alarmado, moviendo su mano. Remus agachó la cabeza y Sirius, quien estaba arrodillado a su lado, podía ver la tensión en su espalda.

— Solo c-cuando la poción está recién aplicada —Remus contestó, su voz cansada y resignada— Está diseñada para romper el tejido de las cicatrices. No funciona muy bien en heridas causadas por dientes de hombre lobo —Se hizo a un lado— Sirius, no debes hacer esto. No necesitas tocar mis cicatrices. Sé lo horribles y asquerosas que son.

— No es así —Sirius continuó, testarudo— Son otra parte de ti. Demuestran lo valiente que eres y por cuanto has tenido que pasar.

— Puede mostrar eso —Remus aceptó— Pero no implica que dejen de ser asquerosas.

— No pienso que lo sean —Sirius acercó la mano para tocar suavemente una de las cicatrices por quemaduras que tenía en su espalda y vio como Remus se tensaba defensivamente. Las cicatrices por quemadura se sentían diferente a las de mordedura. Era delgada y muy, muy suave, casi invisible— Me gustan tus cicatrices. Son geniales y bastante salvajes.

— Oh, ¿Y ser salvaje es algo bueno?

— Pues, a me excita.

— ¡Sirius! —Remus se alejó de su toque de nuevo— ¡No digas cosas como esa!

— ¿Por?

— Es altamente perturbante y no deseo oírlo.

Sirius se rió: — Debes dejar de sonrojarte así o me pelearé con las chicas por ti —Recogió el envase de la poción y lo abrió. Con una cantidad considerable en su mano, la esparció lentamente sobre la espalda de Remus. El tejido inmediatamente se endureció y colocó de un tono rojizo, así como vio a Remus tensarse en dolor— ¡Lo siento! —Sirius apartó la mano— ¿Qué sucede? Se ven peor.

— Es así como funciona —Remus lo tranquilizó— Te lo dije, rompe el tejido de las cicatrices. Duele, pero luego se ponen mejor.

— ¿Por qué no solo las conservas? Esto se ve horrible y es doloroso.

— No quiero ser un monstruo marcado por el resto de mi vida, Sirius. No más de lo que ya soy.

Sirius suspiró y examinó el cuerpo del chico. No podía culparlo por sus inseguridades. Sirius pensaba que Remus era hermoso de una forma hambrienta, y podría decir feroz, aunque no podía negar que las cicatrices se veían fuera de lugar en su suave y pálida piel. Si Remus quería que se fueran, Sirius le ayudaría de todas las formas que se le ocurrieran.

— Por favor termina con esto —Remus le rogó— Prefiero no alargar más el procedimiento, si te parece bien.

Sin palabras, Sirius aplicó la poción tan pronto como pudo. Las cicatrices eran de un rojo flameante para cuando acabaron, junto con Remus temblando de dolor. Sirius ahora sabía el por qué necesitaba de alguien que lo trajera de la enfermería cuando Madame Pomfrey la aplicaba.

— ¿Quieres que te ayude con el frente? —Preguntó, pasando su mano gentilmente sobre la última cicatriz.

— Ya lo hice antes de que entraras. Solo no podía alcanzar mi espalda.

— Déjame ponerte la ropa —Sirius avisó, levantándose y ayudando a Remus a ponerse los pantalones del pijama. Luego Sirius le ayudó a ponerse la camisa y la abotonó al darse cuenta de que los dedos de Remus temblaban demasiado para esa tarea.

Remus dejó salir una risita y se reclinó sobre Sirius con cansancio: — Madame Pomfrey lo hace con un hechizo. Un movimiento de varita y estoy completamente vestido. No me quiere decir el hechizo, sin embargo, porque también puede usarse para quitarle la ropa a alguien y enseñárselo a un Merodeador es pedirle al cielo que, involuntariamente, tengamos un montón de Slytherins desnudos durante una broma de fin de semestre.

— No está equivocada —Sirius aceptó— Aunque sería increíble, los Slytherins desnudos no son dignos de causarme un trauma psicológico. ¿Te lo imaginas? ¡Quejicus desnudo!

Oyeron golpes sobre la puerta del dormitorio: — ¿Ya se besaron y arreglaron? —Demandó un impaciente James.

Sirius dejo salir una risa y Remus no pudo evitar sonreír débilmente.

— No creo que deberíamos contarles sobre...ya sabes...nosotros —Sirius susurró— No sé qué tan mal lo tomarían y no me siento listo para perder a mis amigos.

— Lo entiendo —Remus murmuró— Yo tampoco.

— ¡Oigan! —James gritó, aporreando la puerta— ¿Me escuchan?

— ¡Entra! —Sirius gritó de regreso, terminando de meter a Remus en la cama y dándole un besito en la nariz que lo obligó a volver a sonrojarse.

La puerta se abrió y entraron James y Peter, viéndolos sospechosamente. No pudieron evitar relajarse al darse cuenta de que Sirius y Remus estaban sentados lado a lado en la misma cama.

— Ni siquiera lo lastimaste —James reprendió a Remus, bastante decepcionado— Me alegra que no lo mataras, pero deberías haberlo golpeado un poco. Se lo merecía.

— No te preocupes —Remus repuso, removiéndose y sonriendo debajo de las cobijas— Planeó hacerle cosas malas apenas se acabe el efecto de la poción.

Sirius casi se ahoga: — ¡Lunático!

James sonrió, completamente ajeno al doble sentido de esa oración: — Ese es mi lobito. Dale un moretón de mi parte.

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