4. Reputaciones y capas de invisibilidad
"Puedes aprender mucho de los crayones
Algunos son afilados, otros son bonitos
Algunos son aburridos mientras otros son brillantes
Algunos tienen nombres raros
Pero todos aprendemos a vivir en la misma caja."
Debbie Graves Ratcliffe.
Nota de autor: Sip, está sigue sin ser mi historia. Benditas fueron Moonsing y J.K que se llevaron la idea primero.
SIRIUS:
La madre de Sirius y Regulus lo acompañaron a la estación en su primer día de escuela. Se detuvieron cerca a la barrera, alejados de la multitud.
— Repleto de sangres sucias y mestizos— Walburga observó despectivamente a los otros estudiantes y sus padres— Es desagradable.
Sirius no dijo nada. Su estómago se contraía con una mezcla de emoción y nerviosismo a medida que veía el tren escarlata que se levantaba orgulloso en las vías, sacando humo blanco que se evaporaba en nubes altas a lo largo de la plataforma.
— Y tú— Las largas uñas de Walburga se clavaron en su piel por encima de la camisa— Si llego a escuchar un mal reporte de tu parte durante este año, serás castigado severamente cuando vuelvas a casa. ¿Comprendes? — Sus fríos ojos grises brillaban con malicia y disgusto.
— Sí, mamá— Masculló, girando su cabeza para no permitirle ver el atisbo de miedo que cruzaba por su rostro. Sus ojos encontraron a los de Regulus quien levantó las cejas y murmuró la palabra "Gryffindor". Sirius tembló y su madre lo apartó nuevamente.
— Largo, entonces.
Ella y Regulus volvieron por la barrera. Regulus miró sobre su hombro una última vez y le dedico a Sirius una mirada de compasión.
Suspirando, Sirius giró e hizo su camino en dirección al tren. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que casi tropieza contra una mujer de rizado cabello oscuro y ojos avellana que parecía estar enfrascada en una riña con su hijo de aspecto hosco. Sirius no había crecido en una familia de fanáticos sangre pura sin ser capaz de reconocer las características marcadas de otros linajes antiguos. Las gafas y el cabello despeinado eran inconfundibles, así como el tono de cabello de la mujer. Los hombres Potter eran reconocidos por su debilidad con las pelirrojas.
— ...Ninguna necesidad de ser cruel con el pobre chico— Le decía al niño— Probablemente no pretendía hacerlo. Estaba nervioso y solo. En serio, James, ten algo de compasión.
— ¡Se estaba riendo de ti, mamá! — El chico gesticuló enojado en dirección al tren— ¡No tenía ningún derecho a hacerlo! Incluso si su familia no es de magos, los Muggles tienen modales.
La mujer suspiró y negó con la cabeza. Alargó su mano y la pasó por el cabello del chico, antes de atraerlo a un fuerte abrazo: — Es mejor no discutir sobre ello, no tiene importancia— Le dijo— Solo trata de pasar un buen tiempo y mantente lejos de los problemas. No quiero que les hagas jugarretas a los maestros y te ganes una detención el primer día ¿Okey?
Las orejas de Sirius timbraron al escuchar la palabra "Jugarretas", y vio al chico con un renovado interés. Tenía una sonrisilla picara que le hacía ver igual de inocente que a un niffler en una bóveda de Gringotts.
— ¡Como si quisiera!
Ella dejó salir una risita y realizó un intento poco entusiasta de arreglarle el cabello al muchacho con sus manos, antes de empujarlo al tren: — Anda, vete ya.
Sirius sonrió para sí mismo a medida que arrastraba su baúl lejos de la pareja y dentro del tren. Los Potter eran conocidos por ser traidores a la sangre que adoraban a los Muggles y apoyaban a Dumbledore, lo que les volvía la clase de amigos que su madre odiaría que tuviera. Eran famosos por ser Gryffindors, y a este le gustaban las bromas también. Sirius concluyó que encontraría al chico lo más rápido que pudiese y se haría su amigo. No podía dejar de pensar en todas las bromas que podrían ocurrírseles a ambos.
Llevó su baúl alrededor de los pasillos del tren, y se metió en el compartimiento más cercano. Tenía tan solo una persona dentro, un pequeño y gordito chico que parecía tener una expresión de patética desesperanza y parduzco cabello café.
— ¿Podría sentarme aquí? — Sirius preguntó, dedicándole al chico su sonrisa más contagiosa.
El chico saltó en sorpresa y miró la puerta. Cuando vio a Sirius, le dedico una sonrisa tímida: — Por supuesto— Respondió— Solo estoy yo aquí.
Sirius ingresó y tiró su baúl al fondo de su silla antes de sentarse y mirar al chico con interés.
— ¿Entras también a primer año? — Preguntó.
El chico asintió: — Sí. Soy Peter Pettigrew.
— Es un gusto conocerte. Mi nombre es Sirius Black— Sirius alargó la mano y el chico se quedó observándola.
— ¿Cómo en esos Black? Mi padre me ha contado todo sobre ti.
Sirius rodó los ojos, su mano aún extendida: — No todos somos iguales, ¿Sabías? No tengo intención alguna de quedar en Slytherin.
— ¿Enserio? — El chico estaba sorprendido— ¿Por qué? ¿Acaso no te meterías en problemas con tu familia?
— No me importa en lo absoluto— Sirius contestó secamente.
El chico aún lucía francamente sorprendido mientras apretaba su mano. Fueron interrumpidos para seguir hablando, no obstante, por molestas voces que venían del compartimiento opuesto al de ellos. Sirius abrió la puerta y se asomó con interés. La puerta del otro vagón estaba abierta y Sirius podía ver a un chico de cabello grasiento con larga nariz sosteniendo un libro, pero no leyéndolo, debido a que observaba a los otros dos ocupantes de su compartimiento.
Sirius reconoció inmediatamente al chico Potter de la estación. Se paraba frente a un chico flacucho de ojos ambarinos y cabello arenoso que parecía estar teniendo algún tipo de colapso mental. Sus ojos se encontraban empañados y murmuraba: — Quédate atrás, déjame, no te necesito. Quédate adentro hasta que debas salir. Por favor, por favor, quédate atrás.
— ¡Estás loco! — Le gritó el chico Potter, luciendo claramente trastornado e incómodo.
— Hey, ¿Qué sucede ahí dentro? — Preguntó Sirius, rompiendo la tensa atmósfera que se había formado.
Los tres chicos voltearon a mirarle. El chico Potter bufó en molestia mientras señalaba con un dedo furioso al chico murmurante: — Él es un completo lunático.
Sirius observó al chico que parecía estar saliendo como de un trance y ahora lo miraba con aquellos ojos grandes, salvajes y perturbantes. Sirius no podía negar el hecho de que el niño si parecía un tanto chiflado. También se dio cuenta de que esta era su oportunidad para hacerse amigo de su compañero bromista.
— Podrías sentarte conmigo, si quieres— Ofreció— Soy Sirius Black. Tú debes ser un Potter. Reconocería las gafas y el cabello en cualquier parte.
— ¿Black? — Indagó el chico Potter— ¿Así como la más antigua...
— ...Y noble casa de los Black blah blah blah ruibarbo y lactosa...sí— Dijo haciendo una mueca.
Cuando por el rostro de Potter asomó la duda, Sirius señaló al imbécil de pelo grasiento y al chiflado: — ¿Acaso prefieres sentarte aquí?
Potter se encogió de hombros y volvió a agarrar el final de su baúl, arrastrándolo a través del pasillo en dirección al compartimiento de Sirius y Peter: — Soy James Potter, de paso. Estabas en lo cierto.
Sirius rió y James no pudo evitar imitarle, cerrando la puerta tras de sí mientras guardaba su baúl bajo la silla y se sentaba al lado de Peter.
— James Potter — Se presentó, estirando la mano. Peter la tomó.
— Peter Pettigrew.
— Así que ¿Cuál es tu problema con los chicos de allí? — Sirius preguntó, desviando su pulgar para señalar el compartimiento.
James gruñó a la puerta cerrada: — Mi madre estaba tratando de ayudar al niño a cruzar en la estación porque estaba solo, ¡Y él se burló de ella! Pequeño imbécil.
Sirius frunció el ceño: — ¿El tipo de los ojos raros?
— ¡Es un completo enfermo! — James insistió.
— Bueno, no puedo pelear contra tu lógica, amigo. Si parece algo chiflado.
James se relajó un tanto y le sonrió.
— Entonces ¿Te gusta jugar bromas? — Preguntó, la sutileza nunca siendo una de sus cualidades.
El rostro de James se encendió como un árbol de navidad: — ¡Claro que sí! ¿Y tú?
Sirius sonrió pícaramente: — Me escabullí cuando mi madre me llevó a comprar mis cosas al callejón Diagon para obtener esto.
Sacó su baúl de debajo del asiento y lo abrió para mostrarles su contenido secreto de los mejores productos de Zonko a los dos chicos. James y Peter se inclinaron sobre el baúl, observando bombas olorosas, plumas explosivas y pergamino encantado con particular interés.
— Esto es brillante— James suspiró— Mi madre nunca me ha dejado acercarme a esa tienda. Dice que ya soy lo suficientemente problemático sin la necesidad de productos diseñados para hacer bromas.
Sirius rió: — A mi madre tampoco le fascina la idea— Sintió como un poco de su alegría se desvanecía al pensar en la reacción que tendría cuando lo pusieran en Gryffindor, pero fue sacado prontamente de esos pensamientos mientras James rondaba su baúl para sacar una bolsa de las trufas cambia color del pelo de Tottenblow Taggart.
— Oh, las cosas que podríamos hacer con esto.
— Tienes suerte— Le dijo Sirius— Hay una enorme sucursal de Zonko en Hogsmeade. Solo tenemos que encontrar la manera para escabullirnos del colegio.
— Bueno, amigo, entonces yo tengo la solución perfecta.
James se arrodilló frente a su propio baúl antes de sacar una gran y brillante capa que dejó caer sobre sus rodillas. Estas desaparecieron.
— Por la uñas de Merlín— Susurró en sorpresa Peter, su atención desviándose del baúl de Sirius.
— Una capa de invisibilidad— Sirius también susurró— ¿Cómo lograste conseguir una de estas?
— Mi padre me la regaló. Sin decirle a mi mamá, claro está. Me dijo que si planeaba causar problemas, al menos debería hacerlo sin que nadie lo supiera.
— ¡Asombroso! — Peter observaba a James y Sirius con algo cercano a la adoración —¿Enserio le jugaran bromas a la gente con todo esto?
— ¡O, sí! — Sirius sentía la emoción burbujeando en su pecho cual caldero hirviente— Podríamos empezar con aquel tarado de cabello grasiento al que James aquí le ha cogido desprecio.
Tres cabezas juntas, millones de carcajadas y exclamaciones de deleite que salieron del compartimiento y llegaron al de Remus en dónde se encontraba sentado en silencio mientras veía por la ventana a la vez que Snape seguía enfrascado en su libro. Un sentimiento de añoranza instaurándose en su pecho que casi le hacía doler. Era particularmente hiriente porque sabía que él nunca podría satisfacerlo.
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