36. Las tribulaciones de la señora Potter
Nota de autor: No sé porque sigo poniendo esto cuando nada ha cambiado: El fanfic es de Moonsing, mientras que el mundo de Harry Potter le pertenece a J.K Rowling. Yo solo traduzco.
"Navidad es un tiempo en dónde sientes añoranza de casa, incluso cuando estás en ella"
Carol Nelson
REMUS:
Los meses que siguieron hasta la Navidad estuvieron vacíos de eventos para Los Merodeadores. Las terribles detenciones a las que fueron sometidos por Filch (Usualmente involucrando la pérdida de sus varitas, los retretes más sucios jamás vistos, cepillos de dientes y cera) dieron una breve pausa a las actividades Merodeadoras, incluso para James y Sirius. Esto también se debía en parte a las prácticas extras de Quidditch que se disponían a prepararlos para el juego contra Hufflepuff en Noviembre.
El día del partido los persiguió nublado y gris, lo cual no ayudó en nada para levantar los espíritus de los nuevos miembros del equipo. Incluso Sirius, quien normalmente no hacía apariciones voluntarias en la mesa de Gryffindor para desayunar antes de las 11 de la mañana, se despertó brillante y dispuesto a ayudar a James para jalar a Remus y Peter fuera de la cama y en dirección al Gran Comedor.
— Yo no quiero levantarme todavía —Remus se quejó, mientras Sirius lo arrastraba por la manga a través de las puertas y a la mesa de Gryffindor.
— ¡Si quieres! —Sirius le dijo con ánimo— Es el primer partido de Quidditch oficial de tu manada. Tú querrás estar ahí.
— No, no quiero. Deseo una nueva manada. Alguien de Hufflepuff. A quién no le guste el Quidditch e hiberne en invierno.
— Cómete esto —Sirius agarró la mano de Remus, le puso un pedazo de tostada y una salchicha, cerró los dedos alrededor y le dio unas palmaditas en la cabeza— Buen chico.
Remus lo observó con sueño: — No soy un perro. ¿Dónde está Hamish?
— Dormido en tu bolsillo —Sirius se sirvió a sí mismo una inmensa porción de gachas de avena y las llenaba de sirope dorado.
— He cambiado de opinión —Anunció Remus— No deseo una nueva manada. Deseo ser un erizo. Así podría dormir cuando quisiera, ser alimentado y cargado alrededor en el bolsillo caliente de alguien más.
— Y ser transformado en un alfiletero —James le recordó.
— Y hechizado para ser de color rojo con dorado —Agregó Peter.
Remus asumió la derrota y masticó con cansancio la salchicha en su mano.
— Tenemos unas oportunidades magníficas contra Hufflepuff —James informó, aparentemente incapaz de resistirse por más tiempo a la cuestión del Quidditch— Son igual de desastrosos como lo éramos nosotros antes de que llegáramos.
— No hables —Imploró Remus— Haces que mi cerebro se ponga nublado.
— Te dije, Remus, que deberías conseguir nuevos amigos —Los chicos miraron arriba para encontrarse a Lily, Alice y Rebecca sentadas en la mesa, vistiendo los colores de Gryffindor en preparación para el partido.
— ¡Evans! —James lucía deleitado— ¿Vas a ir para vernos destrozar a los Hufflepuffs? O ¿Solo quieres admirar mis fantásticos movimientos en la escoba?
Lily realizó una mueca y Remus gruñó para después golpear su cabeza contra la mesa: — No me hables, Potter. Es demasiado temprano para sentirme tan homicida —Le dio la espalda y comenzó a servirse el desayuno.
— ¿Piensas que deberíamos darle algunas lecciones sobre cómo hablar con las chicas? —Sirius susurró a Remus, removiendo sus gachas a la vez que observaba la escena con interés.
— No hay punto —Remus suspiró— Esa dura cabezota de Gryffindor repele cualquier sentido común que tratamos de meterle.
— ¿Están ustedes dos susurrando sobre mí? —Demandó James.
— ¿Por qué piensas eso? —Sirius preguntó.
— Debido a que tienen esa misma expresión sin esperanzas y exasperada que ponen todos los profesores cuando hablan sobre mí —James mencionó con regocijo.
Media hora y toneladas de tostadas más tarde, finalmente lograron escapar del Gran Comedor y se dirigieron al campo de Quidditch. Incluso estando cubierto en una espesa capa prestada de James, Remus temblaba mientras el frío aire de Noviembre lo envolvía. Faltaban solo pocos días para la Luna Llena y su resistencia siempre era menor durante esas fechas.
— ¿Te sientes bien, amigo? —Peter cuestionó, cuando ya los dos se acercaban a las gradas— Estoy seguro de que a ellos no les importaría si regresas adentro.
Remus le dedicó a Peter una mirada incrédula.
— Bueno —Peter cambió de idea— Puede que les importé un poco, pero una vez expliques el por qué, ya no. En especial con Sirius. Ya sabes lo protector que es contigo.
— Sí —Remus rodó los ojos.
— Simplemente le importas. Además —Peter le dedicó a Remus una mirada de soslayo— Tú también eres igual con él.
Remus bajó la mirada, inseguro del por qué la conversación lo hacía sentirse tan incómodo. Los amigos tenían permitido preocuparse por sus amigos ¿No?
— Me siento bien —Remus le aseguró a Peter, cambiando el tema— Solo tengo un poco de frío —Sonrió de repente— Una buena actuación Merodeadora se haría cargo de ello.
El rostro de Peter se iluminó: — ¿Tienes algo en mente? ¿Es complicado? ¿Podrías enseñarme?
— Te explicaré las partes más fáciles —Remus aseguró— Lo encontré en un libro mientras buscaba hechizos para el mapa. Había todo tipo de información sobre cómo animar imágenes y otras cosas. Bastante interesante, pero no muy útil. Esperaba encontrar un encantamiento que nos permitiera marcar las escaleras y cuartos cambiantes exactamente en la posición que tenían en el mapa. E incluso el poder informarnos si venía un profesor. Pensaba alterar este hechizo para poner el nombre de alguien en sus posesiones de forma que, en su lugar, automáticamente escribiera el nombre de una persona en el mapa para mostrar dónde estaba... —Se detuvo al ver la mirada de Peter— ¿Peter?
— ¡Lo siento! —Exclamó Peter, luciendo culpable— Solo capte la mitad de eso. Suena bien, pero James y Sirius lo entenderían mejor. En verdad lo lamento. Soy un tanto lento. Tú lo sabes.
Remus sintió la simpatía arremolinarse en su interior: — Oye, olvida todo eso Pete. Decía tonterías de cualquier forma. Y tú tienes demasiadas fortalezas: Eres leal y posees un gran sentido del humor que es brillante para un Merodeador. Y tú evidencias cosas, cosas que James y Sirius pasan por alto. Sobre la gente y lo que piensan y cómo se sienten.
Peter miró a Remus: — ¿En verdad crees eso? Algunas veces siento que no pertenezco al grupo. Como si James y Sirius se fueran a cansar un día de mí y solo me abandonarían.
— Yo igual —Susurró Remus.
— ¿Sientes qué? —Peter lucía sorprendido— Ellos jamás te abandonarían. Especialmente Sirius.
— Eso no lo sabes —Remus le dijo— Es estúpido, pero algo que Sirius dijo el otro día cuando colgábamos las telarañas me hizo preguntarme lo que sucederá el día en que el encanto de ser un tú-ya-sabes-qué se vaya y comiencen a darse cuenta de las cosas malas que implica ser mi amigo. Sé cómo te sientes, Pete. Como si solo colgarás de su amistad hasta que de repente se den la vuelta, vean lo que realmente eres y entonces sepan que cometieron un error. Pero ¿Sabes lo que me digo a mí mismo cuando me siento así?
— ¿Qué? —Indagó Peter, sus ojos abiertos.
— Me digo a mí mismo que ellos también tienen defectos e inseguridades. Y uno de esos defectos es la completa falta de tolerancia que le muestran a alguien que tiene su completo desprecio. Piensa en los de Slytherin, Slughorn y Snape. Y ¿Qué me dices del nuevo profesor de DCAO, ese que compite con Binns para ser el profesor más aburrido? Ellos jamás se detienen al atormentarlos, ¿O sí? Así que en verdad deben querernos para desear que sigamos en su grupo. Ellos dos solo saben "Querer en verdad" u "Material para atormentar". No hay un campo medio. ¿Recuerdas cómo solían ser conmigo?
— Oh, Lunático. Siento tanto eso.
Remus sonrió y sacudió la cabeza: — Ya repusieron eso más de mil veces. No tienen nada de que arrepentirse.
Los dos subieron las gradas de Gryffindor y se sentaron al lado del resto de estudiantes de cuarto año.
— Déjame enseñarte el encantamiento —Remus le indicó y Peter obedientemente sacó su varita. Para cuando el partido debía iniciar, Remus estaba bastante seguro de que su amigo había captado el encantamiento y movimiento de varita correctamente.
— Hazlo cuando Gryffindor anote por primera vez —Le susurró a Peter, arriba del sonido de los alegres Gryffindors mientras los jugadores salían.
— ¿Qué vas a hacer?
— Ya verás.
No tuvieron que esperar mucho. Pese a que muchos de los jugadores de Gryffindor no eran exactamente brillantes, los pobres Hufflepuffs eran peores. Sus cazadores colgaban alrededor perdidos mientras James y Tor Patil se pasaban todo, y sus golpeadores, no tan malos, no eran competencia alguna para Sirius quien los tiraba en cuestión de un parpadeo borroso, haciendo parecer como si las bludgers llovieran sobre el equipo contrario. Remus tuvo un atisbo de su rostro cuando se detuvo para ver al buscador de Hufflepuff girar sin control luego de golpearlo. La cabeza de Sirius estaba hacía atrás, con un risa deleitada y triunfante marcando sus facciones y con sus mejillas coloreadas de rosa gracias al aire que también movía su cabello.
Algo pareció romperse dentro de Remus en ese instante y se regó por completo, llenándole de un calor que empezó en lo más bajo de su estómago y se movió a su pecho. Maravilloso, fue la palabra que vino a su mente inconscientemente pensada. Simplemente maravilloso.
Fue traído a la realidad por Peter quien le golpeaba fuertemente en el brazo: — ¡Remus! ¡Despierta! ¡Anotaron!
Remus apartó la mirada de Sirius y vio a James realizando un giro victorioso en el aire bajo el peso de los gritos. Sintió una punzada de culpa al perderse el primer gol de su amigo.
— ¡Pronto, has el hechizo! —Le urgió a Peter, antes de sacar su propia varita y murmurar su encantamiento.
Pedazos de luces rojas y doradas salieron de la punta de la varita de Peter y llovieron en un montón de inofensivas estrellas entre los espectadores. Peter se veía bastante impresionado de que su hechizo funcionará. De la varita de Remus un enorme y brillante león con una melena rojo fuego emergió y corrió agraciado por el campo de Quidditch. Remus se concentró y realizó otro movimiento con su varita. El león giró y le dio una reverencia al equipo de Gryffindor antes de lanzar la cabeza atrás con un ademán triunfante que le recordaba vagamente a Sirius, y dejó salir un potente rugido que ahogo todas las exclamaciones y gritos. Luego explotó en una lluvia de chispas escarlata y dorado que llovió sobre los espectadores.
Remus sonrió cuando todo el mundo rompió en millones de nuevos gritos, y sintió una nueva ola de calor al ver que Sirius giraba para verlo con admiración y ponía dos dedos en su boca para silbar con apreciación.
Esta demostración pareció darle al equipo de Gryffindor un nuevo corazón al mismo tiempo que los Hufflepuff se hundían en desesperación. Después de veinte minutos de juego, el buscador de Hufflepuff atrapó la snitch tras una movida arriesgada, pero incluso así, los Gryffindors los vencieron por cuarenta puntos de más.
— Iré a esperarlos en los vestidores —Avisó Peter, sus ojos aún resplandecientes y felices— ¿Vienes?
Remus metió sus manos debajo de sus axilas y saltó de arriba abajo cuando una nueva ventisca helada voló sobre ellos: — Prefiero esperarlos en el confort debajo de los escudos —Le informó, sus dientes ya castañeando— ¿Me recogerían cuando vayan de camino a la sala común?
Peter sonrió y asintió antes de echar a correr.
Remus tembló de nuevo y se encaminó hasta llegar al escudo de la casa Gryffindor, que actuó como repelente de frío. Se sorprendió al darse cuenta de que había una figura pequeña y encorvada que miraba en dirección a los vestidores y por lo tanto le informaba que no era el único que buscaba refugio allí.
— ¿Te encuentras bien? —Preguntó
La figura se dio la vuelta y Remus se vio confrontando a un par de salvajes ojos grises que se veían casi idénticos a los de Sirius con la excepción de que los de su amigo nunca tenían esa expresión de repudiable y temerosa infelicidad.
— ¿Regulus?
— ¡No me hables! —Bramó el chico, su cabeza girando en dirección al escudo de Slytherin en dónde un grupo de estudiantes todavía permanecían.
— Está todo bien, no pueden vernos —Remus le aseguró— ¿Buscas a Sirius?
— ¡No quiero tener nada que ver con aquel traidor a la sangre! —Los ojos de Regulus traicionaron sus palabras mientras giraron, contra su voluntad, en la dirección a los vestuarios de Gryffindor con añoranza.
Remus mordió su labio: — Es tú hermano. Tú misma sangre —Le dijo a Regulus lo más gentil que pudo— Eso es más importante que cualquier prejuicio ridículo. Nada debería interponerse entre los dos. Él te extraña, Regulus. Lo destroza el que ya no le hables.
Los ojos de Regulus volvieron a Remus y se burló, mirándole de arriba abajo y denotando sus ropas y zapatos de segunda mano, junto con un abrigo que le quedaba enorme: — ¿Sangre? —Le escupió— ¡Eso es bastante irónico viniendo de alguien que testificó contra su propio padre para meterlo en Azkaban!
Remus en verdad se echó atrás con el comentario, una bola de dolor apareciendo detrás de sus costillas y amenazándole con ahogarlo: — Eso f-fue diferente —Susurró— Sirius te a...
— Sirius no ama a nadie de nuestra familia —Regulus interrumpió cruelmente— ¡Solo me soporta porque necesita que le lleve pergamino y velas cuando lo encierran en la bodega por ser demasiado Gryffindor! ¡Solo quiere dañarme!
— No... —Protestó Remus— Él no es así...
— ¿No? ¿Tienes alguna idea de lo difícil que es para mí el estar en Slytherin mientras él se pavonea alrededor con su reputación de ser el ídolo de los Gryffindor?
— Él no pretende...
— ¡No! ¡A él no le importa! Pensé que lo hacía, pero resulta que le vale un carajo —Remus se quedó viéndole con desesperación y Regulus subió la barbilla y se burló de nuevo— Él escogió estar en Gryffindor —Le dijo a Remus con rencor— ¿Alguna vez te lo dijo? El sombrero deseaba ponerlo en Slytherin con todos nosotros, pero él tenía que ser diferente. A él no le importas. Tampoco Potter, o Pettigrew. Todos ustedes son armas que usa contra nosotros. Es todo gracias a nosotros, no ustedes.
Las palabras golpearon la casa y Remus sintió que Lunático se levantaba en su interior como método de defensa contra el dolor que cegaba sus pulmones y garganta: — ¡Aléjate de mí! —Siseó con desesperación. Él no podía lastimar al hermanito de Sirius.
— ¿Toqué un nervio? —Regulus se mofó, sin percibir el peligro.
— ¡Aléjate! —Remus no sabía si hablaba con Regulus o Lunático. Estaba consciente de que su voz se había profundizado y un gruñido vicioso luchaba por salir. Sus uñas se clavaron contra su piel mientras que apretaba sus puños con fuerza.
Regulus finalmente pareció captar algo y dio un paso nervioso atrás. Lunático aulló triunfante en la cabeza de Remus.
— ¡Regulus, lárgate! —De repente Sirius estaba ahí, arrastrando a su hermano violentamente fuera de los escudos a la vez que Remus se quedaba parado con sus ojos y puños fuertemente cerrados, desesperadamente tratando de controlar su respiración.
Sintió a Regulus irse. Su olor era similar al de Sirius y supuso que fue por eso que reaccionó tan mal a las burlas del chico. Lunático creyó que alguien de su manda lo estaba traicionando.
— ¿Remus? ¿Lunático? Mírame.
Remus se forzó a abrir sus ojos y de nuevo se encontró con unos irises grises de tormenta. Está vez, sin embargo, tenían una expresión de preocupación, cariño y algo más que parecía venir de lo más profundo de sus corazones. Le recordaba vagamente a Remus aquella emoción que sintió cuando vio a Sirius en su escoba.
Remus sintió como su respiración lentamente se volvía más regular a medida que Lunático retrocedía a lo más profundo de su mente. Mientras el sentimiento se desvanecía, el frío aire invernal se aproximó y Remus volvió a tiritar.
— ¿Qué te dijo? —Sirius cuestionó, lanzándose para envolver a Remus en un rudo abrazo— ¿Qué te dijo ese imbécil?
Remus se reclinó en el pecho de Sirius y respiró aquel familiar aroma grisáceo azulado que era tan distinto al de Regulus. Lo era. Se sentía seguro y protegido y de repente toda la rabia que tenía contra el hermanito menor de Sirius se desvaneció. Esto era lo que Regulus había perdido. Está era la razón por la cual ese pequeño niño asustado explotaba contra las personas que le habían arrebatado a su hermano. Remus no podía culpar a Regulus dado que si él se sintiera así haría cosas peores que burlarse de los demás.
— Nada —Suspiró a Sirius— No fue su culpa. Estaba asustado, solo y no supo hacer nada más que descargarlo contra mí.
— No debería haberlo hecho.
— Sí, debería —Remus susurró— Probablemente ayudará a que ellos lo acepten como uno.
Sirius dejó salir vaho por la boca y abrazó a Remus un poco más fuerte antes de liberarlo: — Pensé que ibas a atacarlo.
— Lo sé. Yo igual. Me agrada que hayas llegado a tiempo —Remus tuvo un escalofrío al pensar en lo que hubiese sucedido de no haber llegado Sirius— Es porque huele similar a ti, creo. Lunático relaciona ese olor con manada.
— Podría haber terminado mal —James mencionó, desde donde Peter y él veían fuera del refugio que producía el escudo.
— Vayamos adentro —Dijo Sirius— Creo que ya te estás poniendo azul, Lunático. No puedo permitir que presumas el color de Ravenclaw de aquella manera.
— Es su Ravenclaw interior tratando de salir —Peter informó— Ya sabía que estaba por alguna parte.
Caminaron a la escuela con pasos firmes para mantener el calor.
— De paso —Sirius dijo, girando para sonreír a Remus— Ese león estaba asombroso.
Remus sonrió de regreso, su estómago contrayéndose con delicia ante el reconocimiento: — Necesitábamos que el primer partido de Los Merodeadores fuera memorable —Informó— Además, ustedes dos también estuvieron asombrosos. Debíamos marcar la ocasión.
— Pienso que necesitamos algo más —James anunció— Como una fiesta con toneladas de comida de las cocinas. Y música fuerte.
— ¡Y James ha dejado salir un poco de su fantástica genialidad! —Sirius declaró poniendo un brazo sobre el chico de cabello alborotado— Guíanos, compañero.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Se sentía extraño para Remus el desearles felices navidades a sus amigos. El hecho de que ahora fueran una manada hacía la partida más difícil mientras se sentaba en la silla del viejo auto de Neil de camino a la casa de los Anders en la ciudad Muggle de Hempstead Green.
— ¿Está todo bien, Remus? —Preguntó Angela con preocupación, girando desde el asiento de pasajero para estudiar su expresión— No luces muy bien.
— No es nada —Le aseguró— Solo los extrañó, ¿Sabes?
— ¿Es esto una cosa de manada? —Indagó Neil, viéndolo a través del espejo.
— No lo sé —Remus admitió— Podría ser una cosa de amigos. Soy nuevo para ambas —Les sonrió para calmarlos— He estado esperando volver todo el semestre.
— ¿En serio? —Angela parecía extasiada.
— Sí, en verdad lo he hecho.
— Bueno, va a ser increíble —Angela le informó— Tendremos una enorme cena de Navidad y comeremos hasta enfermarnos entonces a la mañana siguiente abriremos nuestros regalos juntos.
— Suena maravilloso —Respondió Remus, pero incluso cuando lo dijo, pensó en cómo Sirius se vio obligado a mentir a su familia para poder pasar Navidad con James. Remus deseó haber sido capaz de invitarlo con los Anders de igual forma, pero su casa era pequeña y el dinero tan escaso como lo había sido el de su padre. Remus no podía entender a dónde iba todo el dinero si ambos tenían trabajos bien pagados en el Ministerio, pero no se atrevió a preguntar.
— Podrás ver a tus amigos el día de abrir los regalos —Neil le dejó saber, habiendo visto obviamente la expresión de Remus por el espejo— El señor Potter habló conmigo en el trabajo. También es Auror, como bien sabes. Pero tiene un cargo un tanto más alto. Un buen hombre. Dijo que podías quedarte con ellos la semana anterior al inicio de clases. ¿Quieres?
Remus vio su rostro iluminarse; — ¿El señor Potter dijo eso?
— Sí —Dijo Neil— ¿Lo conoces?
— No, pero James habla mucho de él. Se escucha agradable. Solo pienso que es amable de su parte el invitarme a su casa cuando nunca me ha conocido.
Angela le sonrió: — ¿Todavía te es difícil creer que la gente quiera darte una oportunidad?
Remus sintió que su sonrisa flaqueaba: — Bueno, él no sabe que soy un hombre lobo.
— No le importaría —Neil le aseguró— Me dijo que has sido un buen amigo para James. Dice que James y Sirius se la pasaban hablando de ti todas las vacaciones de verano —Neil le sonrió mientras estacionaba— También parece estar bajo la impresión de que eres dueño de un conejito con muy mal comportamiento. Aparentemente escuchó a James y Sirius discutir tu "Pequeño problema peludo".
— ¿Mi qué? —Remus no estaba seguro de si debía sentirme conmovido o mortificado. Abrió la puerta y fue atrás para sacar su baúl de la cajuela— ¿No podían pensar un mejor código para eso?
Angela casi se cae del auto por reírse tan fuerte. Una de sus serpientes hechas de tela la sujeto a la puerta para evitarlo, mientras que la paloma blanca que servía de abrigo en invierno protestó con gritería.
— No es divertido —Remus le reclamó, pese a que no pudo evitar que su boca se tornara en una sonrisa parecida.
— ¡Sí lo es! —Ella tomó aire— Tu pequeño problema peludo —Volvió a reír.
— Angela —Neil le dijo, sin burlarse— Asustaras a los Muggles si continuas así. Y tú no deberías motivarla —Agregó para Remus.
— ¿Motivarla? Yo no soy quien se casó con ella. Ya deberías saber cómo es.
Fingiendo indignación, Angela caminó hasta la puerta de entrada: — Solo por eso, Remus cocinará hoy.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
La novedad de tener una familia que se preocupara por él todavía no abandonaba a Remus. Navidad pasó como la escena de un cuento de hadas, una neblina de cenas ricas, risas y calor. Los Anders no tenían mucho dinero, pero Remus pensó que no podría ser más feliz incluso viviendo en un castillo con baños de regalos.
Tristemente, no recordaba mucho del día de Navidad dado que su transformación tuvo lugar en la víspera de este, pero los Anders no tuvieron problema alguno de perderse la celebración dado que ya habían tenido su propia Navidad ocurrida en los días del veintiuno y veintidós de Diciembre en lugar del veinticinco. Remus se sentía tan conmovido por aquel gesto de cuidado y amor que pensó que su corazón explotaría en amor y felicidad por su nueva familia.
El último vestigio de duda sobre el sí lo aceptarían o no se derritió bajo el fuego de la chimenea en la sala mientras se sentaba en un sofá en el verdadero día de Navidad y Angela pasaba sus dedos por su cabello. Sabía que con casi quince años era muy viejo para esto, pero cómo nadie más lo sabía, no le importaba ser culpado por requerir la atención de su madre. Especialmente cuando estaba envuelto en vendajes y apenas se recuperaba de su estado infantil.
— Consideró que deberías llamar a los Potter para avisarles que irás el día después de mañana —Angela le aconsejó, bajando su libro y acercándose para ver el rostro de Remus— Todavía parece que necesitas tiempo para recuperarte.
— ¿Qué? —Remus se sentó abruptamente y la miró— Esta luna fue mala porque mi manada no estaba conmigo. He tenido un tiempo realmente agradable con ustedes, pero en verdad, en verdad quiero ver a mis amigos de nuevo. Por favor.
— Bien, ¿Cómo explicaremos tus heridas?
— Las esconderé —Remus replicó— Como siempre hago. James y Sirius ya les dijeron que yo me enfermo demasiado.
Angela volvió a sentarse y suspiró: — Solo quiero que alguien te cuide. Detesto que tengas que pasar por esto.
Remus se arrodillo de forma que se vieran a los ojos: — Angela, tú y Neil han hecho por mí más cosas que nadie alguna vez intentó. Me han dado una familia y me hicieron sentir cómodo, y no puedo recordar haber sido tan feliz antes. Ya no pueden hacer más por mí. Así es cómo soy.
— Lo sé —Ella susurró— Y por supuesto que puedes ir con tus amigos mañana si crees que eres capaz.
Remus sonrió: — Gracias.
Sonriendo de regreso, ella se inclinó y le dio un beso en la frente.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Resultó que la Mansión Potter estaba en Surrey, casi a la salida de Londres. Neil transportó a Remus ahí por medio de aparición una vez que los Potter les dijeron cómo llegar. Era una experiencia que deseaba no repetir en un futuro, era como ser atrapado por un tubo que era demasiado pequeño para él.
Cuando abrió los ojos, moviéndose con un poco de dolor debido a que sus heridas se habían agravado en el viaje, dejó caer su boca con sorpresa. Estaban de pie en una entrada hecha en piedra que se rodeaba por campos verdes, bosques y jardines que se extendían por todas partes. En frente de ellos, decorada por los árboles de pino que se alineaban, se encontraba la mansión en sí misma. Era un lugar enorme, pálido, construido con piedras y altas ventanas arcaicas que daban en total para cinco pisos. Pilares de piedra bastante costosos decoraban el camino a una puerta de madera.
Remus nunca había visto tantas riquezas juntas fuera de un libro. Pese a que sabía que su amigo era millonario, jamás había imaginado que la pureza en la sangre de James venía de una aristocracia de años atrás. De repente se preguntó cómo sería la casa de Sirius. Sabía que estaba en Londres, así que probablemente no tenía terrenos tan extensos, pero imaginaba que debía ser un gran edificio también, aunque mucho más oscuro y siniestro que la casa de los Potter.
— Santo Merlín, Remus —Neil quien estaba parado a su lado tenía una expresión de sorpresa similar— En verdad sabes escoger a tus amigos.
— No soy su amigo porque sea rico —Remus le recordó aun mirando la casa— Probablemente tienes mal la dirección.
Neil apuntó sin decir nada a una marca que decoraba la puerta. Era un escudo de armas con la inscripción "Potter" elaborada con plata. El escudo mostraba a un sol dorado y un león al lado de un hipogrifo.
— ¿Debemos tocar? —Remus preguntó con nerviosismo, acercándose a la casa.
— Supongo que sí —Respondió Neil. Puso una mano debajo del brazo de Remus para ayudarlo a subir las escaleras después de verlo tambalearse— Esperemos que no te hayan puesto en el piso de arriba, eh —Alcanzó la mano para golpear con la aldaba de león, dejándola caer contra la puerta de madera. Pudieron oír su eco en toda la casa.
Poco tiempo después, hubo tres familiares gritos de emoción seguidos de un "¡Remus llegó!" Y una carrera por las escaleras que terminó en un fuerte y resonante crash. Y a esto le siguió la voz de una mujer que gritó: — ¡Ya les he dicho a ustedes dos que no se deslicen por el barandal! Honestamente, pensé que tener un hijo ya era malo. ¡Reparo!
— ¡Lo siento, mamá!
— ¡Perdón, señora Potter!
La puerta se abrió en un entre cerrar de ojos y Remus fue noqueado en una mezcla de miembros cuando James y Sirius se le tiraron encima: — ¡Lunático!
Peter los seguía atrás con un paso más calmado, bajando las escaleras en lugar de tirarse por el barandal.
— ¡Ow! —Remus exclamó con una combinación de dolor y alegría— ¡Quítense, quítense! ¡Estoy enfermo!
— ¿Estás enfermo? —James se sentó y le miró a la cara, obviamente notando las ojeras bajo sus ojos y su mueca de dolor— ¡Oh! Lo lamento, Lunático. ¿Te lastimamos?
— No, no. Estoy bien —Remus le aseguró— Pero me sentiría mejor si Sirius se bajara de mi pecho y me permitiera respirar antes de que vuelva a mostrar mis colores de Ravenclaw.
— Perdón —Sirius se bajó de encima de él y ayudándolo a ponerse en pie— No te ves muy bien, amigo.
— Me sorprende que aun respire después de aquella bienvenida tan horrible de su parte muchachos —Dijo una voz seria. Remus giró y vio a la señora Potter; una mujer alta, delgada y que tenía un cabello rojo fuego y los ojos avellana de James— Hola, Remus.
— Hola señora Potter —La saludo, con un poco de nervios. Estaba acostumbrado a verla en la estación rodeada de otros papás y mamás, o viéndose estresada y cansada mientras trataba de controlar a James y Sirius en el callejón Diagon. Aquí en su elemento, se veía intimidante; parada en la enorme puerta de entrada de los Potter, vistiendo túnicas verdes oscuras y con su cabello recogido elegantemente. Fue entonces cuando su rostro se rompió en una expresión preocupada parecida a la de James y el nerviosismo de Remus se desvaneció con prontitud.
— Sirius tenía razón, no tienes buen aspecto ¿Te sientes bien?
— Estoy bien —Remus le aseguró— Me enfermo bastantes veces. Ayer estaba mal, pero hoy ya estoy mejor.
— ¿Ayer? —Peter preguntó, luciendo horrorizado— ¿El día de Navidad?
— Sip —Remus contestó— No recuerdo casi nada. Está bien, sin embargo. Solo cambiamos la Navidad para otra fecha. Fue bastante increíble.
— ¿En verdad se encuentra bien? —Cuestionó la señora Potter a Neil.
— Remus estará bien —Neil le aseguró— Ha pasado por esto gran parte de su vida. Sabe que tanto puede soportar. Tiene pociones en su maleta por si se siente mal, y ya le advertimos sobre no excederse —Vio a Remus con un poco de incredulidad en la última afirmación— Si estás consciente de ello, ¿Verdad Remus? No quiero oír historias sobre ti deslizándote por la barandilla o haciendo bromas o explotando pedazos de pergamino para así casi incendiar la sala de estar.
Remus bufó con indignación: — Fue un error y lo sabes —Dijo— No pretendía que explotará. ¡Me tomó años!
— ¿Hiciste explotar algo? —Sirius preguntó, deleitado.
— No quería hacerlo —Remus explicó— Solo trataba de encantar las escaleras en el mapa.
— ¿Qué le pasó al mapa?
Remus puso una cara triste e hizo la mímica de una explosión acompañada de efectos especiales antes de quejarse por el dolor en sus costados.
— Sofás, cortinas, alfombras —Neil le mencionó a la señora Potter quien veía la escena con una mezcla de asombro e incredulidad— Todo en llamas, y Remus en el medio gritando "¡Mi mapa, mi mapa!" nos tomó bastantes hechizos remodeladores, quiero decirle.
— Y me parecías un joven tan dulce y educado —Se lamentó la señora Potter— Ya debería haber adivinado que eras un pequeño busca problemas.
— Oh, Remus es la mente detrás de nuestras bromas —James informó— ¡Es brillante! A menos que le pidas que prepare una poción o cocine, es ahí cuando las cosas explotan.
Sirius asintió con expresión seria, y repitió la explosión que Remus había interpretado.
— Le deseó suerte —Dijo Neil a la señora Potter— Cuidar a estos cuatro por un periodo de tiempo es la receta perfecta para el desastre.
— James me prometió que Remus ejercía una fuerza tranquilizante en ellos —Avisó la señora Potter, viendo con duda al hombre lobo que le dedicaba una sonrisa traviesa.
— Mentí —James confesó feliz— Vámonos, Lunático. Te ayudaremos a subir tus cosas. Solo estamos un piso arriba. ¿Podrás hacerlo?
— Estaré bien —Remus anunció. Se giró para decirle adiós con la mano a Neil mientras el hombre se pasaba una mano por el cabello.
— ¡No magia sin autorización! —Neil gritó cuando James y Peter empezaron a cargar el baúl con la jaula de Hamish escaleras arriba, y Sirius ponía un brazo alrededor de los hombros de Remus para ayudarlo a subir.
— ¡No te preocupes! —Remus le gritó de regreso— ¡Tendré que redibujar el mapa antes de hacer cualquier cosa!
Extrañamente, ese comentario no hizo más que dejar intranquilo al hombre.
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