35. Operación araña de calabaza
Nota de autor: La poción multijugos me salió mal, por lo tanto este fanfic sigue siendo de la maravillosa Moonsing mientras que el mundo de Harry Potter le pertenece a J.K Rowling. Yo solo traduzco.
"Si has cometido errores, incluso de los más serios,
todavía tienes otra oportunidad.
Le decimos falla no a caer
pero a quedarse abajo."
Mary Pickford
SIRIUS:
— No funcionó —James le comentó con enojo, al llegar a la biblioteca y dejarse caer al lado de Sirius.
— Ah. Me preguntaba que te estaba deteniendo —Sirius dejó de lado el libro que había estado leyendo y miró con simpatía la cara de su amigo— ¿No funcionó?
— Ella solo dijo "¡Por el amor a Dios, Potter!" y se fue con sus amigas.
— Posiblemente lo hiciste mal. Siempre me funciona a mí. Mira.
Sirius se inclinó en su silla de forma que esta se sostenía por sus patas traseras. Divisó a un par de bonitas chicas de Ravenclaw de segundo año que estaban en una mesa cercana y atrapó el ojo de la que era rubia. Levantó sus elegantes cejas oscuras y le guiñó el ojo. Como era predecible, la chica se puso roja y desvió la mirada, riendo con su amiga.
James suspiró, pasando una mano por su cabello: — ¿Crees que no tengo la cara para esto?
— Funcionó cuando lo probaste en la Hufflepuff durante el almuerzo —Sirius le recordó— Puede ser que Evans sea solo un hueso duro de roer.
— Huh. Posiblemente. Así que ¿Has encontrado algo? —James vio el montón de libros que acorralaban a Sirius e hizo una mueca.
— Nope. Lunático no creería esto si pudiera vernos ahora. Es una buena cosa que Peter sea basura en todo y pueda distraerlo con la excusa de tutorías.
— Esto no ayuda para nada con nuestra imagen, si no te das cuenta —James mencionó apenado— Y tendremos que mostrarle los hechizos para la broma pronto, o empezará a sospechar. Incluso tú y yo no podemos ser tan distraídos como para tener que pasar tanto tiempo en la biblioteca sin encontrar el simple encantamiento Engorgio y otro para animar.
Sirius suspiró y alejó su libro de nuevo: — Ya lo sé. Pero fue una buena excusa mientras duró. Solo deseaba que encontráramos algo. Pensarías que alguien en alguna parte habría escrito algo sobre cómo convertirse en un animago.
— Lo sé —James observó la pila de libros con disgusto, suspiró y decidió agarrar uno para abrirlo— Todavía tenemos un par de horas para pasar aquí. Solo nos queda pretender un poco más.
Trabajaron en relativo silencio durante un tiempo, solo dejando salir sonidos de frustración cuando otro libro probaba ser completamente inútil. Ya casi era hora de cerrar cuando James de repente dejó salir una exclamación triunfal seguida de un: — ¡Píntame de rosa y dime cosita adorable! —Y lanzó una copia de Hechizos de Transformaciones: Nivel avanzado ocho, debajo de la nariz de Sirius.
— Cosita adorable ¿Eh? —Sirius sonrió traviesamente— Bueno, si tú insistes —Levantó la varita y apuntó a la cabeza de James— ¿Estará bien rosa pálido? O ¿Te gusta más el magenta?
— ¡No, mira, tarado! ¡Lo he encontrado!
Sirius vio el libro que James había puesto debajo de él.
— ...más difícil transformación animal es la transformación animaga. Estos hechizos permiten convertirse en un animal sin la necesidad de palabras o varita y omitiendo el doloroso cambio que tienen otras criaturas como los hombres lobo. Los animagos deben ser registrados con el Ministerio tan pronto como completen la primera parte del procedimiento y su forma animal sea descubierta. Más información sobre este proceso puede ser encontrada en "La guía avanzada para transformación animal y cómo lograrla" de Gertie Trebbletome...
Sirius sintió una burbuja de emoción estallar en su pecho. Agarró a James por los hombros y lo abrazó tan fuerte como pudo: — ¡Eres brillante, James! ¡Asombroso! ¡Evans no sabe de lo que se pierde!
— ¡Oye! —Protestó James, tratando de zafarse del agarre de Sirius— Detente, Sirius. Y deja de hacer comentarios tan perturbantes como ese. ¿Qué si alguien te escucha?
— Pero ¿Cómo vamos a encontrar ese libro? —Preguntó Sirius, ignorando a James y releyendo el pasaje— La guía avanzada para transformación animal y cómo lograrla por Gertie Trebbletome.
— Eso era lo que quería decirte antes de que empezaras a molestarme —Aclaró James— Reconocí a la autora tan pronto como la vi. La familia Potter es conocida por ser muy buena en Transformaciones y mi papá es un gran fanático de ella. Ha escrito toneladas de libros. En mi casa hay un estante reservado para ella. Los vi durante todo el verano. No creo que la escuela los tenga, a menos que estén en la sección prohibida, porque son supremamente avanzados y la mayoría de personas consideran que están escritos de manera arcaica. Ella se murió un par de siglos atrás. Y creo que era una especie de genio en Transformaciones o algo así.
— Bueno, ¿Por qué no pensaste en ella antes? —Sirius le reclamó con frustración, señalando los montones de libros rodeándoles— ¡Hemos perdido todo un año buscando!
— ¡No lo sé! Supongo que no lo pensé. Sus libros son difíciles de leer. Están escritos con vocabulario muy viejo. Ni siquiera he sido capaz de pasar de la página uno.
— No me importa —Sirius gritó— Escríbele a tu padre y dile que te mande el libro.
— ¡No puedo hacerlo! Número uno: Esos libros son bastante complicados de conseguir y mi padre nunca me lo confiaría. Número dos: ¿Qué le digo? "Hola papá, te habla tu hijo bromista para inocentemente pedirte prestado una peligroso y avanzado libro de Transformaciones para estudiar algunas lecciones extras" La única razón por la cual no los ha protegido mágicamente es debido a que no cree que yo tenga la paciencia suficiente para leerlos.
Sirius negó: — Bueno, tal vez no. Tendrás que robarlo. Y reemplazarlo con uno falso para que no se den cuenta.
— La próxima vez que vaya a casa será en Navidad. Y puedes venir conmigo, de paso.
— Navidad está muy lejos, sin embargo —Se quejó Sirius— Él habrá pasado por otras tres transformaciones antes de que tengamos el libro —Miró por la ventana en dónde la luna colgaba casi llena indicando la inevitable transformación de Remus al día siguiente. No obstante la invitación a la casa de James para Navidad lo animó un poco— ¿En verdad puedo ir a tú casa para Navidad?
— Por supuesto —James sonrió— No soportaría tener a mi mejor amigo en aquella oscura y vieja casa en dónde ronda tu familia.
Sirius sonrió ante las juguetonas palabras: — ¿Podemos decirle a Remus que ya encontramos los hechizos para la broma? —Preguntó, sacando un pedazo de pergamino que llevaba en su bolsillo desde hacía varias semanas atrás— No podremos hacer nada más hasta Navidad, de cualquier forma.
— Sí, mejor vámonos —Dijo James, poniéndose en pie y colgando su maleta de un hombro— No creo que pueda aguantar otro minuto aquí si no es por obligación. Todos estos libros... —Tembló— No entiendo cómo Remus los encuentra relajantes.
Sirius sonrió con cariño: — Ese es nuestro Lunático —Salieron de la biblioteca de camino a su sala común.
— Todos deberíamos ponernos apodos cómo Lunático —Decidió James— Nombres de Merodeadores. Dependiendo del animal que seamos.
— ¡Ooh, definitivamente! —Se emocionó Sirius, contemplando las posibilidades— ¿Qué debería ser?
— No creo que puedas escogerlo —James le aclaró— Leyendo ese pasaje, parece que debes descubrir tu "Animal interno" o algo así.
— Bueno —Se decepcionó un poco Sirius— Espero no ser alto patético como un erizo —James dejó salir una risita.
— ¡Lunaaaaaaaaaatico! —Sirius gritó tan pronto cómo ingresaron a la sala común. Remus levantó la mirada de dónde jugaba Snap explosivo con Peter, quien ya echaba humo por los lados. La tarea de Peter descansaba a un lado. Una punta del ensayo se había quemado.
— ¿Qué? —Preguntó Remus, apagando una pequeña llama en la túnica de Peter.
— ¡Lo encontramos! —Sirius le anunció emocionado— ¡Lo hemos encontrado, mira! —Le puso el pedazo de pergamino en las manos y antes de que Remus se diera cuenta, le dedicó un pequeño asentimiento a Peter quien lo veía con una expresión de deleite en su rostro.
— Se ve bien, chicos —Remus les dijo, revisando los hechizos— Mientras que el encantamiento para agrandar no se vea interferido por los de animación que usaremos.
— No lo harán, ya lo he revisado —Clamó James con orgullo.
Remus levantó una ceja: — Wow, ¿Quién lo habría pensado? Ustedes revisando algo antes de tirarse de cabeza contra él.
— Nuestras bromas son cuidadosamente planeadas y ejecutadas —Sirius le reclamó, pretendiendo estar ofendido.
— Sí, es solamente la tarea la que sufre de sus tendencias de Gryffindor temerarias —Remus contestó secamente— Supongo que me iré a la cama ahora —Bostezó y recogió todas sus cosas, antes de levantarse con un poco de desequilibrio.
Sirius de repente notó lo acabado que estaba Remus cuando faltaba un día para la Luna Llena. Su cuerpo se veía más delgado y vulnerable dentro de sus enormes túnicas, y su cabello arenoso caía sobre su pálido rostro. Sirius ansiaba gritarle que todo estaría bien, que estaban buscando algo para ayudarle, pero mordió su lengua y solo dijo: — Que duermas, Lunático.
https://youtu.be/AP6PhIbzr8Y
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Planes para la broma de Halloween continuaron de forma sutil durante las siguientes semanas. James y Peter proveyeron alarmantes cantidades de la súper grande telaraña de Zonko mientras Remus y Sirius preparaban los hechizos en las calabazas. Luego Sirius y Remus fueron delegados con el trabajo de colgar las telarañas alrededor del castillo la mañana del treinta y uno de octubre a la vez que James y Peter ponían los encantamientos en las calabazas faltantes que colgaban alrededor de las velas en el Gran Comedor.
Para fortuna de Remus y Sirius, los miembros del personal, guiados por el Profesor Dumbledore, se habían excedido con las decoraciones para Halloween ese año, así que un montón de telarañas extras a las que había puesto el profesor Flitwick pasarían desapercibidas.
— ¡Odio las escobas! —Remus gimió, mientras volaban al techo del corredor que llevaba a la enorme entrada al castillo. Su varita estaba levantada de forma que pudiera avisarles si alguien había activado los dos hechizos de alarma que habían puesto en las dos puntas del corredor, mientras que Sirius quien estaba a su lado, agarrando la escoba fuertemente con las piernas, colgaba la telaraña con ambas manos — Y desearía que hicieras eso con una sola mano —Continuó Remus, tratando de no mirar al suelo— No seré capaz de agarrarte si llegas a caerte.
— No me caeré, Lunático —Le aseguró Sirius, inclinándose un poco para ver los resultados de su telaraña— Siempre quitó las dos manos cuando juego Quidditch.
— Lo sé. Por eso nunca lo miro.
— Ya casi termino aquí de cualquier forma. Solo necesitó probar el hechizo de pegajosidad— Tocó la telaraña tres veces con su varita e inmediatamente pasó de ser una cosa hecha con tela negra a en verdad asimilar una telaraña real.
— No lo toques —Le advirtió Remus— Estaremos acabados si tenemos que liberarte. ¿Podemos irnos ahora? Los hombres lobo no estamos hechos para volar. Lunático ya empieza a quejarse.
La voz de Remus salió mucho más profunda y violenta a cómo le era acostumbrado y Sirius miró para evidenciar que la cara del chico había cambiado un poco. Sus facciones usualmente angulares y delicadas parecían ahora afiladas y feroces, y había un brillo extraño en sus ojos ambarinos. Por alguna razón que no podía comprender, este avistamiento del lado lobuno de Remus hacía que el corazón de Sirius latiera con algo lejos del miedo y más cercano a la emoción que sentía cuando iban a dejar caer una broma espectacular.
— Nos queda todavía una telaraña —Explicó Sirius, tratando de ignorar los sentimientos extraños que sentía por su amigo— Pero podemos irnos si tú quieres. Ya hay más que suficientes...
Su voz se detuvo cuando la varita de Remus dio un zumbido de aviso.
— Alguien viene —Remus siseó— Rápido, aquí arriba.
Voló para aterrizar en la pequeña cornisa que se encontraba sobre las gigantescas puertas de la escuela, echándose atrás en las sombras que creaba una pequeña alcoba hecha por las piedras grabadas. Sirius, siguiéndole con prontitud, no podía dejar de maravillarse por la forma tan fácil con la cual Remus se confundía con las sombras. La alcoba no era para nada grande, y cuando Remus lo empujó contra él, la figura de Sirius que era mucho más alta bloqueó todo rastro de luz a la vez que empujaba a Remus contra la pared, sumiéndoles en la oscuridad.
Sirius no pudo evitar que el típico miedo que sentía por los lugares oscuros y cerrados se mostrara. Una vez más sintió su corazón latir con rapidez, en esta oportunidad de miedo. Se movió y giró la cabeza para mirar sobre su hombro, esperando captar un poco de luz, pero Remus agarró su barbilla y le giró la cara de nuevo.
— Tu cabello y túnicas son negras —Le susurró— Si alguien viene por aquí no van a vernos a menos que les muestres tu cara.
— Correcto —Sirius aceptó, tratando de tragarse su miedo irracional. Remus estaba aquí. No había nada que podía herirlo. No estaba solo.
Hubo pasos y risas debajo de ellos a medida que los estudiantes se desplazaban al gran comedor, pasando de ellos, luego girando por la esquina y desapareciendo. Sirius sintió que Remus se movía y de repente hubo una respiración caliente contra su rostro cuando el hombre lobo se inclinó. Sintió como el aliento se le quedaba atrapado en la garganta.
— Soy solo yo —Remus susurró suavemente— Lo sabes. ¿Por qué tienes miedo?
— No lo tengo —Sirius se enojó, también suavemente.
— Lo estás. Puedo olerlo.
— ¡Mantén tus malditos sentidos de lobo para ti mismo! —Tan pronto como las palabras abandonaron su boca Sirius se arrepintió. Remus se echó hacía atrás y se llenó de culpa— ¡Lunático, lo siento! Yo no pretendía decir eso —Dio un paso atrás sin pensarlo, un gran paso. Cuando se dio cuenta ya no había piso en el cual retroceder y descubrió que había perdido la cornisa en dónde estaban escondidos. Capturó la expresión aterrada de Remus antes de caer de espaldas, sus brazos inútilmente tocando el aire.
— ¡SIRIUS! —El grito estaba lleno de angustia y Sirius atisbó el cabello arenoso aparecer en la punta de la cornisa antes de que un agarre tan fuerte como el hierro capturará su muñeca. Hubo un horrible sonido y su caída se detuvo abruptamente. Jadeando con temor, levantó la mirada para ver a Remus manteniendo todo el peso de Sirius con su mano izquierda mientras que la derecha se aferraba a una estatua decorativa de la pared, siendo el único motivo por el cual ellos no caían a una muerte segura de más de 9 metros contra el duro suelo de piedra. Los dedos de Remus estaban blancos por el esfuerzo y Sirius podía sentirlo temblar. Incluso para un hombre lobo, mantener todo el cuerpo de Sirius así como el suyo debía ser una tarea imposible, particularmente para alguien tan pequeño como Remus.
— ¡No me sueltes! —Rogó Sirius.
— Nunca —Remus jadeó. Sus ojos estaban abiertos de par en par y aguados pero estaban alarmantemente calmados— Te tengo. No te dejaré ir. Lo prometo.
— ¿Puedes subirme?
— No así —Remus confesó— Y dejé caer mi varita.
— También yo —Sirius miró abajo para ver qué tan alto estaban e inmediatamente se arrepintió cuando vio la distancia a la cual tendría que caer. Todo lo que le separaba de la muerte eran los pálidos y delgados dedos que aferraban su muñeca.
— ¿G-g-grita entonces? —Remus gimió, su rostro ahora rojo y con una nueva capa de sudor.
Sirius asintió.
— ¡AYUDA! —Gritaron— ¡AYUDA! ¡POR FAVOR!
Estaban a la par tan asustados y sin respiración que sus voces a duras penas se escuchaban, pero se llenaron con alivio al escuchar el sonido de pasos aproximándose.
— ...pensé oír a alguien gritando —Dijo una voz familiar.
Remus y Sirius intercambiaron breves miradas antes de retomar los gritos: — ¡Ayuda! ¡Lily! ¡Evans! ¡Ayúdanos, deprisa!
— ¡Esos son Sirius y Remus! —Esa voz era aún más familiar y llenó a Sirius de energía para poder exclamar: — ¡JAMES! ¡VEN AQUÍ GRAN IMBÉCIL, ANTES DE QUE NOS MATEMOS!
Sirius se forzó a mirar al suelo de nuevo a medida que cuatro personas llenaron su campo de visión. James y Lily lideraban, con Peter y Frank detrás. Cuando James subió su mirada y divisó a sus amigos, solo pudo maldecir en voz alta.
— ¡Por el amor a Merlín! —Frank bramó, también notando su presencia. Lily y Peter solo se quedaron mirándoles, la boca abierta, mientras la sangre abandonaba sus rostros.
James evidentemente se recompuso y sacó la varita: — ¡Remus, sostente! ¡Voy a lanzarle un hechizo para hacerlo más liviano!
Sirius sintió algo extraño en su cuerpo, como si hubiese bebido algo tranquilizante.
— Déjalo caer, amigo —Frank le pidió— Lo atraparemos con un hechizo levitante. Solo Merlín sabrá como logras sujetarlo en primer lugar.
Sirius dejó salir un sollozó aterrado cuando regresó su mirada al suelo. No quería que Remus lo soltará. Y Remus aparentemente sentía lo mismo porque bramó: — No en esta vida —Y comenzó a retroceder, arrastrando a Sirius con dificultad, pese al hechizo que tenía encima. Sirius se aferró al borde con sus manos y pies y finalmente logró mantener un agarre lo suficientemente seguro como para levantarse al mismo tiempo en que el hechizo de James lentamente lo dejaba. Remus se quedó dónde estaba, colgando solo por su mano sujetándose a la estatua. Parecía que no podía moverse.
— ¿Lunático? —Sirius se acercó y obligó al chico a sentarse en el suelo con él, teniendo que zafar los dedos de Remus de la estatua. Fue solo cuando vio los pequeños trozos de piedra en las manos del chico que se dio cuenta de lo fuerte que había sido su agarre. La muñeca de Remus se veía bastante extraña, deformada y rota. Sirius vio la otra mano y se dio cuenta de que estaba igual— ¡Remus! ¡Tus manos!
— Yo cr-creo que he dislocado algunos h-huesos —Logró decirle Remus. Temblaba violentamente al lado de Sirius.
— Lo lamento, lo lamento —Pidió Sirius, poniendo su brazo sobre él y acercándolo todavía más.
— ¡Sirius! —James lo llamó— ¡Bajen ahora!
Sirius se asomó por el borde y las náuseas surgieron cuando vio las cuatro caras mirándolos. Se devolvió para retraer las escobas, y se montó en una con Remus delante de él. El hombre lobo no podía sostener nada con sus dañadas manos, así que Sirius lo sostuvo por la cintura y guio la escoba con sus rodillas.
— ¡Yo n-nunca volveré a volar! —Murmuró Remus, cuando prácticamente se cayó de la escobapara ser atrapado por Lily y Frank— ¿Podemos por favor ir con Madame Pomfrey ahora por lo de mis manos?
Les mostró sus rotas y contorsionadas manos a los demás, quienes dejaron salir gritos de horror.
— ¿Lo sostenías con las manos en ese estado? —Demandó Lily.
— Era eso o dejarlo caer.
— Lunático, lo siento, lo siento —Sirius no podía pensar en nada más que decir. Para su vergüenza una lágrima bajo por su mejilla. Ya se había dado cuenta que había sido ese horrible sonido que había escuchado cuando Remus lo agarró.
Remus lo miró con sorpresa: — No fue tú culpa. Todo fue un accidente. Madame Pomfrey será capaz de arreglarlas en un santiamén. Entonces iremos a comer. ¿Alguien tiene mi v-varita?— El hecho de que Remus se sacudiera entre Frank y Peter le quitaba credibilidad a sus palabras.
— Nosotros recuperaremos las varitas, amigo —Le aseguró James— Sirius y tú deben ir a la enfermería.
Remus obedientemente giró en dirección a la enfermería y logró llegar ahí con ayuda de Frank y Peter, con Sirius protegiendo ferozmente su espalda.
Madame Pomfrey no estaba para nada impresionada cuando escuchó la historia para nada verdadera de Sirius corriendo por las escaleras, tropezando y casi cayendo por el borde de no ser por Remus quien lo atrapó.
— ¡Honestamente! —Les riñó— ¡Hay una razón para no tener permitido correr en este castillo!
— Estábamos en un apuro —Explicó Remus, para después dejar salir un gemido de dolor cuando Madame Pomfrey le reacomodó los huesos. Sirius estaba agradecido de que Frank se hubiese ido con Peter para descubrir si James y Lily habían logrado recuperar la varita de Remus de la cornisa. Estos sonidos habrían descubierto su secreto.
— Preparando una ridícula broma de Halloween, estoy segura —Dijo con seriedad, pero revelando una sonrisa en sus ojos.
— ¿Quién? ¿Nosotros? —Preguntó inocentemente Sirius.
— No piense que me dejaré engañar por esa mirada inocente, Señor Black. Bebe esto, Remus.
— ¿Por qué él es "Remus" y yo soy "Señor Black"? —Se quejó Sirius mientras Remus se bebía una poción para aliviar el dolor seguida de una pimentónica.
— Él tiene modales.
— Ella tiene un punto —Peter mencionó cuando ingresaban con James— Otra emergencia, Madame Pomfrey.
Sirius giró para ver a James entrar con su cabello de un violeta brillante y una pequeña nariz de cerdito.
— ¿Qué te ha sucedido?
James hizo una mueca y se dejó caer en la cama al lado de Remus.
— Le pidió a Lily Evans que fuera su cita de Halloween —Peter les informó— De hecho, creo que sus palabras exactas fueron "Ya sé que deseas ser mi cita de Halloween, Evans. Así que ¿Por qué no?" Luego ella lo llamó un sucio cerdo sin sentimientos y lo hechizó.
— Supongo que eso significa un "no" —Anunció James con tristeza— ¿Qué hice mal? Estábamos teniendo una bonita conversación sobre el encantamiento accio. Aquí tienes tu varita, por cierto, Lunático.
— Reconozco que puede tener que ver con la forma en que se lo preguntaste —Ofreció Madame Pomfrey, conteniendo las ganas de reírse.
— ¿Qué estuvo mal con lo que dije? —Indagó James.
— Bueno, no fue exactamente romántico, ¿Cierto? —Añadió Remus.
— Oh.
— No llegaremos tarde al festín, ¿Verdad? —Preguntó Peter— Solo yo estaré arrepentido si me lo pierdo —Le dedicó a sus amigos Merodeadores una mirada para nada sutil.
— Estoy segura de que llegaran a tiempo —Respondió Madame Pomfrey, pretendiendo que no lo había notado.
Resultó que solo llegaron diez minutos tarde, pero no importó dado que la broma debía empezar al final del festín. Los Merodeadores estuvieron preparados a saltar en cualquier momento. Sirius evidenció que Remus, quien a duras penas podía sujetar sus cubiertos con aquellas manos inflamadas, prácticamente brillaba con anticipación.
Las primeras calabazas en crecer, por supuesto, estaban sobre la mesa de Slytherin. Las frutas naranjas demoraron en crecer al principio, luego fueron más deprisa, logrando que las deformadas caras grabadas miraran a los estudiantes abajo. Mientras que otras calabazas alrededor de las mesas también se inflaban, las que estaban sobre la mesa de Slytherin, las cuales ya tenían dos metros de diámetro, comenzaron a tener piernas.
Las personas en el comedor empezaron a notar el cambio y dejaron salir gritos y jadeos de asombro a la vez que más calabazas adquirían piernas. Hubo un momento sin aire en dónde las ahora arañas colgaban estacionarias en el aire, luego las arañas animadas descendieron en una sola mancha naranja. Se abalanzaron en el suelo, antes de que los estudiantes pudieran reaccionar, y comenzaron a agarrarlos por las cinturas con las patas delanteras y llevándolos mientras pataleaban y gritaban desde el comedor al pasillo en dónde los arrojaban con ayuda de un hechizo direccionador para que aterrizaran en las pegajosas telarañas.
Toda la escuela se llenó de gritos de aquellos estudiantes que ansiaban liberarse. Sirius agradecía que hubiesen pensado en mantener un hechizo levitador para aquellos estudiantes que convocaron el fuego y llegaban flotando al suelo. Si él y Remus no hubiesen tirado sus varitas cuando él caía antes, el desastre no habría podido ser tan bien prevenido.
A la vez que los estudiantes entendían como liberarse, los gritos disminuyeron y aumentaron las carcajadas. Los corredores prontamente estaban llenos de estudiantes de todas las edades que reían al apartarse de las calabazas en un juego bizarro de "Tú la traes", no solo en el suelo, pero también llenando el aire de adolescentes emocionados.
Los profesores, rindiéndose en tratar de detener las calabazas, decidieron implementar lecciones espontáneas de cómo lograr el hechizo para convocar fuego para aquellos jóvenes alumnos que aún estaban atrapados hasta que alguien mayor decidiera ayudarlos.
Los Merodeadores se unieron a la diversión con todos los demás, llamándose emocionados el uno al otro cuando volaban y aterrizaban en las telarañas y se felicitaban por no haber reservado la broma solo a los de Slytherin quienes habrían tenido toda la diversión para ellos solos. Incluso Remus, quien parecía aterrado cuando una araña de calabaza lo había atrapado, parecía haber olvidado su miedo a volar y flotaba con gracia en el aire para aterrizar al lado de Sirius con una gran sonrisa en su rostro.
— Sé que no me caeré y moriré como pasaría si volara en escoba —Le explicó al ver la mirada de pregunta que tenía Sirius— El hechizo me mantiene a salvo y Lunático no tiene tiempo de entrar en pánico, dado que solo estoy en el aire por cortos periodos de tiempo.
Lastimosamente, los hechizos en las calabazas empezaron a desaparecer y empezaron a explotar espontáneamente cubriendo a estudiantes y profesores por igual con pegajoso jugo.
Fue en ese momento en que la profesora McGonagall los vio y se acercó a Los Merodeadores.
— Supongo que debó agradecerles a ustedes todo este caos y desastre.
Los cuatro la observaron con expresiones inocentes y protestaron vehementemente.
— No se atrevan a negarlo —Les dijo cansada— Sir Nicholas los vio poniendo las telarañas. Aparentemente él pensaba que ustedes querían ayudar con las decoraciones. Debería saber mejor cómo son ustedes para ahora.
Sirius y Remus intercambiaron miradas. Tendrían que pensar en una forma de detectar a los fantasmas.
— Dos semanas de detenciones cada noche con el señor Filch o conmigo y se le quitaran ochenta puntos a Gryffindor —Añadió la profesora McGonagall.
— ¿Solo dos semanas, Minerva? —Los Merodeadores escucharon que le preguntaba el profesor Slughorn con desaprobación en su voz cuando ellos se alejaban.
— Sería mucho más largo —Ella le respondió— pero debe admitir que esta fue una muy buena demostración de talento para los encantamientos.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Sirius se sentó aquella noche, la luz de su varita escondida en las cortinas de su cama mientras los otros dormían. Subió la manga derecha de su pijama y se quedó mirando el moretón que se formaba en su muñeca. No les mencionó a los chicos está lesión. No quería que se la curaran. Sabía que se la merecía por lo que había dicho a Remus segundos antes de caerse de la cornisa. No creía que fuera lo suficientemente cruel como para decir tal comentario, incluso en un momento de ciego temor.
Esos moretones representaban lo que Remus había estado dispuesto a hacer para salvarle. Aferrar a Sirius con una mano hasta el punto de dislocarla bajo la promesa de que no le dejaría caer. Sirius sabía que no merecía la amistad de Remus, y era por eso que la atesoraba tanto.
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