3. El amigo esquivo
"Cuando siento el rechazo y la obcecación de mi sociedad
y en soledad me duelo de mi posición marginal
y sueño y deseo y sé entonces que el esfuerzo no sirve
y me contemplo y lamento de ser quien soy
deseando tener más fuerza para ser otra
deseando ser mejor compañía para disfrutar de amistad
deseando el talento que no tengo, la libertad que me falta
nada de lo que me ocupaba con contento logra consolarme."
"Soneto 29" por William Shakespeare.
Nota de autor: ¿Adivinen qué? Está sigue sin ser mi historia, todo el crédito a Moonsing y a J.K Rowling.
REMUS:
El día en que Remus obtuvo su carta de admisión a Hogwarts fue el más feliz de su vida. Estaba sentado en la mesa a la hora del desayuno, comiendo una tostada mientras lanzaba miradas a su padre; esperando a que llegara el momento en el cual John Lupin le mirará, frunciera el ceño en disgusto y le dijera que no le agradaba que los animales se sentarán en la mesa y por lo tanto se quitará inmediatamente de su vista. Su padre se encontraba leyendo el Diario el Profeta y parecía estar demasiado entretenido en el artículo, así que Remus se permitió relajarse un poco. Algunas veces solo podía tomar un par de bocados antes de tener que irse, ya fuera al jardín con paredes tan grandes que no le permitían escapar, o a su habitación en el sótano de la casa.
El sótano había sido su habitación desde Aquella Noche dado que las paredes y puertas eran lo suficientemente gruesas para contener a un lobo transformado. Para entonces, el colchón de Remus y todas las otras decoraciones de la habitación, escazas cabe mencionar, estaban permanentemente destrozadas y cubiertas de sangre. Solo sus más preciadas posesiones, las cuales ponía en la cima de un armario, estaban a salvo.
Algunas veces Remus se preguntaba si no habría sido mejor el que su padre lo hubiera entregado al departamento de Criaturas Mágicas en el Ministerio en lugar de mantenerlo atrapado en una clase de hogar debido al sentimiento de que se lo debía a su esposa muerta que había amado. Había veces en las cuales la tensión subía a tal grado que Remus temía que el lobo en su interior intentará despedazarlo para poder escapar.
Cuando las cosas se ponían especialmente mal, él se arrastraba hasta el viejo laboratorio de pociones de su mamá y se enroscaba debajo de la mesa, imaginando que podía oír su suave tarareo y el sonido de los calderos y cucharas mientras trabajaba. Pero incluso esos pensamientos de ella se veían tentados por sus memorias de la luz de la luna que asomaba por entre el bosque detrás de su casa. Cada vez que pensaba en la luna ahora, su corazón martilleaba con odio, miedo y recuerdos de dolor, y podía sentir al lobo aullando triunfante en su interior. Sus ocasionales y breves viajes al callejón Diagon con su reacio padre eran las cosas más resaltables de sus miserables cinco años como un hombre lobo.
Fue mientras Remus pensaba sobre el siguiente viaje a Londres cuando una larga lechuza parda voló por la puerta abierta. Remus la observó con vago interés, esperando que tirará una carta en donde se encontraba su padre, y sorprendiéndose cuando se dirigió hacia él, dejando caer una carta en su plato vacío.
— ¿Qué es eso? — Su padre preguntó.
— No lo sé— Remus recogió la carta cautelosamente— Va dirigida a mí...— Su voz se apagó de repente al ver el escudo de armas en el sello. Se dividía en cuatro secciones: Un león, un tejón, un águila y una serpiente. Todas enroscadas entre sí.
— ¿Qué se supone que es? — Su padre se acercó en un intento de quitarle la carta.
Remus se aferró a ella, con su corazón martilleando: — Creo que es de Hogwarts— Susurró sin poder creerlo. ¡Hogwarts! Él recordaba las historias de su madre acerca del lugar: Un castillo inmenso ubicado en Escocia lleno de magia, niños, pasillos encantados y escaleras movedizas. Nunca en sus sueños más salvajes había imaginado que le permitieran a él, una asquerosa criatura de la noche, ver más allá de sus muros.
John Lupin estaba tan sorprendido que ni siquiera pensó en castigar a Remus por evitar que agarrará la carta: — ¿Por qué dejarían que algo como tú entrará a Hogwarts?
Remus abrió la carta con dedos temblorosos.
ESCUELA HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA.
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera clase; Supremo hechicero: Jefe de la confederación internacional de magos)
Estimado señor Lupin:
Nos complace infórmale que dispone de una plaza en el colegio Hogwarts de magia y hechicería. Ajuntó encontrará una lista con los libros que deberá adquirir y otros elementos. El inició de clases será el primero de Septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de Julio.
Sinceramente.
Minerva McGonagall
Directora Adjunta.
En otro pedazo de pergamino, venía una carta mucho más personal.
Señor Lupin:
Somos conscientes de su condición de licantropía y si acepta su plaza en Hogwarts, se le proveerá de un lugar seguro para sus transformaciones mensuales así como tratamiento médico de parte de nuestra enfermera, Poppy Pomfrey para cualquiera de las heridas que pueda obtener. Tendrá una reunión con el director después del festín de selección en el primer día del año escolar para terminar de aclarar los detalles.
Minerva McGonagall.
Directora Adjunta.
— Déjame ver esto— Le dijo John, arrancando las cartas de las manos de su hijo y escaneándolas con incredulidad— ¿Te han ofrecido un lugar?
Remus no pudo contestarle. Seguía en shock. Mientras las noticias lentamente se adentraban, él sintió como una sonrisa comenzaba a formarse en su rostro a la vez que un sentimiento de opresión se construía en su pecho. Esas cartas no solo lo aceptaban en Hogwarts, también se referían a él como un ser humano en lugar de un animal. Remus había tenido tan poco contacto con alguien aparte de su padre en los años que le siguieron a Aquella Noche que estaba anonadado de que alguien que no conocía lo tratara de esta manera.
De repente, por primera vez en varios años, él recordó la voz de su madre mientras moría.
— No dejes que te conviertan en un monstruo como él. El lobo no te ha cambiado. ¡Dilo Remus!
— El lobo no me ha cambiado— Repitió ahora, voz reverente.
Su padre le observó, el odio colándose caliente en aquellos ojos ambarinos. Por alguna razón parecía furioso.
— Aún eres una criatura oscura— Dijo, bajo y chocante— Esto no te hace humano. Esto no te hace como nosotros. Eres un animal y un asesino. De no ser por ti, Serena todavía estaría con vida. ¿Piensas que el lobo no te ha cambiado? Mírate a un espejo, niño.
Remus bajó la cabeza: — Si papá.
— ¡No te atrevas a olvidarlo!
Como si pudiera, pensó Remus, mirando a su brazo que todavía estaba vendado por su transformación de hace unos días. Como si pudiera.
***
Varias semanas después, Remus se encontró a si mismo parado inseguro frente a las plataformas nueve y tres cuartos en la estación de King's Cross. Estaba vestido con una ropa Muggle que estaba algo gastada y arrastraba un baúl abollado detrás de él. Tras el ataque de Fenrir Greyback, John Lupin no había sido capaz de volver a trabajar en el ministerio de nuevo y como resultado, el dinero siempre era escaso. Su padre había llevado con recelo a Remus a comprar sus cosas al callejón Diagon unas semanas atrás, e incluso cuando todas sus propiedades eran de segunda mano, eran más de las que Remus recordaba haber poseído.
John Lupin le había hecho abordar el autobús nocturno aquella mañana, dejándole algunas instrucciones sobre cómo llegar a la plataforma, y aun así Remus no podía encontrar el coraje de tomar el último paso. Habiendo estado recluido del resto del mundo por gran parte de su vida, encontraba que mucha gente en un espacio muy grande eran más de lo que podía manejar. Era como encontrarse con un profundo respiro después de haber tenido que correr, incluso cuando las inhalaciones le provocaban un ardor en el pecho que le hacía querer dejar de respirar en lo absoluto.
Mientras observaba la pared, una mujer y un niño con desordenado cabello negro y gafas se acercaron. El niño cargaba con un baúl que se veía reluciente y nuevo y tenía el nombre J.M Potter grabado en el frente.
La mujer observó a Remus a la vez que se acercaban y se fijó en su baúl y expresión de confusión.
— ¿También eres nuevo, cielo? — Le preguntó.
Remus estaba tan aterrorizado de que un completo extraño le hablara como si fuera humano, que solo pudo quedarse mirándola tontamente.
Ella observó el arrugado tiquete en su mano izquierda y obviamente dio una mirada a la estación, antes de poner su mano sobre sus hombros y empujarlo levemente hacía la barrera.
— Solo debes caminar directamente entre la pared— Le direccionó.
Remus obedeció sin hablar, arrastrando su baúl tras él. Cerró sus ojos a la vez que se aproximaba a la barrera y subió la velocidad, preparándose para el impacto. Cuando no llegó, abrió sus ojos y se encontró en la nueva plataforma, rodeado por estudiantes hablando y padres, baúles y lechuzas aseguradas en sus jaulas. Él miró alrededor con curiosidad. Era como el callejón Diagon, pero mucho más ruidoso. Un enorme tren escarlata esperaba a los estudiantes para abordar.
— ¿Dónde están tus padres, cielo?
Giró para observar a la mujer y el chico azabache parados detrás de él otra vez.
— ¿No están aquí para verte partir?
La sola idea de su padre parado con él en estos momentos, luciendo orgulloso, besándole para decirle adiós era tan ridícula que Remus no pudo evitar que una carcajada amarga se instaurara en su pecho. Para su horror, no se detuvo ahí, y emergió de sus labios en un sonido brusco que sonaba a la vez mal, rudo y diferente.
Él obviamente no fue el único que lo pensó, pues la mujer dio un paso atrás con preocupación y el chico peli negro estaba de repente muy molesto.
— ¡No te atrevas a reírte de mi madre! — Le dijo furioso— ¡¿Cómo te atreves?!
— James, déjalo...— La mujer empezó, pero así como empezó a reír Remus se detuvo abruptamente. Sintió de repente una desesperada urgencia de huir, así que volteo y se apresuró a caminar a la puerta más cercana del tren, jalando el baúl tras él. Dado que muchos niños ya estaban en la estación, había varios compartimientos solitarios y Remus se introdujo en uno de ellos casi sollozando de alivio. Metió el baúl debajo del asiento y se sentó, escudándose detrás de las cortinas de la ventana mientras miraba a través de ella.
Sabía que debería haber contestado educadamente a la señora. Sabía que no debería haber reído, o por lo menos haberse quedado para explicarle por qué lo había hecho. Pero el pánico le había consumido y ahora el chico peli negro de seguro lo odiaba y su madre debía de pensar que era mal educado o estaba loco.
Lentamente el tren comenzó a llenarse. Unas cuantas personas vieron dentro del compartimiento, y al verle a él, siguieron derecho. Al final, un pequeño chico que se veía de la edad de Remus con grasiento cabello negro y una nariz peculiarmente larga decidió detenerse ahí. Le lanzó una mirada fulminante a Remus, introdujo su baúl debajo de la silla frente a él y se sentó, sacando un libro algo viejo que Remus reconoció como el de Defensa Contra Las Artes Oscuras de primer año. Comenzó a leer.
Remus le vio con incertidumbre. Sabía que para hacer amigos tenía que hablar con las personas, pero deseaba haber tenido mucha más práctica.
— ¿Hola? — Intentó.
El chico levantó sus oscuros ojos del libro y observó a Remus con el aire de un zoólogo que espera a ver si hay algo inusual en el comportamiento de un animal que está a punto de ladrar.
— Mi nombre es Remus Lupin— Dijo Remus, sus manos haciendo bolitas nerviosas en su regazo.
— Severus Snape— Dijo el chico, para luego regresar sus ojos al libro.
Remus se preguntó si esto significaba que ahora eran amigos. ¿Qué se suponía que hacían los amigos? ¿Solo se sentaban en silencio como ahora? ¿Debería hablar? Pensó que podría dejar que Severus Snape hiciera el siguiente movimiento, pero el chico solo se quedó allí, demasiado metido en su lectura. Hubo un fuerte ruido afuera, una exclamación de dolor ininteligible y la puerta de su compartimiento se abrió de nuevo. Para la desdicha de Remus, era el chico de desordenado cabello negro de la plataforma, quien traía su baúl tras él.
— ¿Puedo sentarme aquí? — Preguntó, mirando a Snape. Fue entonces cuando vio que Remus trataba de apretujarse en la esquina— Oh, eres tú— Pronunció con disgusto— Pequeño idiota ¡Hiciste enojar a mi madre!
— ¡Yo no le he hecho nada a tu madre! — Replicó Snape, finalmente levantando la vista del libro.
— No tú, él— Dijo el muchacho mientras señalaba a Remus.
— Y-yo no que-quería— Remus tartamudeó, dirigiendo sus ojos a Snape. No quería que su nuevo amigo pensará que estaba loco.
— Ni siquiera sabes hablar— Le dijo el chico de desordenado cabello negro, lanzando a un apretujado Remus una mirada fulminante— No puedo ni imaginar cómo...
— No, no puedes sentarte aquí— Le interrumpió Snape— Eres grosero y hablas demasiado.
— Nadie ha pedido tu opinión, caracol grasiento.
Snape bufó y regresó su atención al libro.
El chico parpadeó, luego regresó su atención a Remus: — ¡Se merecen el uno al otro! — Exclamó, su voz dura— No es sorpresa el que tus padres no vinieran a despedirte. ¡Ellos probablemente no quieren admitir que eres su hijo!
Remus sintió como un rayo de dolor y rabia le invadía, y el lobo despertó y asomó por sus ojos. Le susurraba que lo dejará lanzarse sobre el niño y golpear su cabeza contra el suelo hasta que la mata de pelo negro estuviera llena de sangre...tuvo que pelear contra él. Quería ir a Hogwarts y ser normal como todos los demás. Él no quería dejar que el lobo lo cambiará.
Quédate atrás, pensó mientras trataba desesperadamente de mantener al lobo bajo control, Quédate atrás, déjame, no te necesito. Quédate adentro hasta que debas salir. Por favor, por favor, quédate atrás.
— ¡Estás loco! — Exclamó el chico, mirándolo desde arriba.
Fue ahí cuando Remus se dio cuenta de que estaba hablando en voz alta. Sus puños se encontraban apretados y tenía una fina capa de sudor empapando su frente.
— Hey, ¿Qué está pasando ahí dentro?
Las tres cabezas giraron para observar al dueño de la nueva voz. Era un chico bajito de brillante cabello negro y ahumados ojos grises. Se asomaba de un compartimiento al lado opuesto del corredor con interés.
— Él es un completo lunático— Declaró el chico azabache, sacando un dedo acusadoramente hacía Remus. Remus resistió profundamente el deseo de morderlo.
— Podrías sentarte conmigo, si quieres— El nuevo chico ofreció— Soy Sirius Black. Tú debes ser un Potter. Reconocería las gafas y el cabello en cualquier parte.
— ¿Black? — Indagó el chico Potter— ¿Así como la más antigua...
— ...Y noble casa de los Black blah blah blah ruibarbo y lactosa...sí— Dijo Black haciendo una mueca.
Cuando en el rostro de Potter asomó la duda, Black señaló a Snape y Remus: — ¿Acaso prefieres sentarte aquí?
Potter se encogió de hombros y volvió a agarrar el final de su baúl, arrastrándolo a través del pasillo en dirección al compartimiento de Black: — Soy James Potter, de paso. Estabas en lo cierto.
Los dos rieron mientras cerraban la puerta tras ellos. Remus se sintió a si mismo relajarse.
— Gracias— Murmuró a Snape.
— No lo hice por ti— Snape le dijo, sin subir la mirada del libro— No me agrada. Es mal educado, ruidoso y tiene Gryffindor escrito sobre él.
— ¿Es eso algo malo? — Preguntó Remus, recordando que sus dos padres habían sido Ravenclaws.
— Por supuesto— Snape dijo en tono de desprecio— ¿Quién querría estar en Gryffindor? Son cabezas huecas, temerarios e imbéciles. La única casa que vale la pena es Slytherin.
Remus no contestó. Había leído con deleite Historia de Hogwarts durante el verano, y sabía mucho de las diferentes casas. No quería estar en Slytherin. Eran reconocidos por sus prejuicios y actitudes puristas. Si se descubriera que había un hombre lobo entre ellos, Remus temía por lo que podría pasar. Definitivamente no deseaba estar en Ravenclaw tampoco. Eran muy buenos para resolver misterios, y sabía que pronto averiguarían la verdadera razón por la cual desaparecía una vez cada mes. Pensaba que Gryffindor sonaba ideal, pero si Potter era una clara muestra de la clase de personas que acababan ahí, tampoco quería encajar en aquella casa. Podría pedir que lo dejarán en Hufflepuff. La idea era casi cómica. Un hombre lobo en Hufflepuff.
Ni él ni Snape hablaron otra vez mientras el tren se abría camino desde la estación central de Inglaterra a la salvaje Escocia.
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