22. No bras por navidad, solo amistad.
"Curarse requiere coraje, y todos tenemos coraje, incluso cuando debemos esforzarnos un poco para encontrarlo"
Tori Amos.
Nota de autor: Este maravilloso fanfic sigue siendo de Moonsing. La historia y el mundo de Harry Potter son de J.K Rowling.
REMUS:
Remus no recordaba mucho acerca del rescate. Se acordaba del tocador moviéndose y de cómo esperaba que esa vez- esa vez- su padre hiciera lo que Remus llevaba rogándole desde los últimos días. Llamar al Ministerio, reportarlo, matar a Remus él mismo...no le importaba cómo, lo único que deseaba era que el agudísimo e interminable dolor parara.
Recordaba pasos, más de uno, y voces que su nublado cerebro trataba de identificar. Y luego oyó la voz de Sirius y su cerebro colapsó. No pudo evitar dejar salir un gemido de alivio. Si su mente se iba, tal vez podría distanciarse de su cuerpo.
Las cosas se difuminaron un poco tras eso, hasta que unas manos aparecieron debajo de la cama. La voz de Sirius de nuevo. Y la de James y Peter. Y no había hachas ni látigos de plata. Ellos se lo prometieron.
Había brazos, brazos que no se congelaban con repulsión y disgusto como los de su padre. Sabían que olía mal. El aroma era una barrera para su sensible olfato, e incluso humanos ordinarios debían sentirlo. Pero los brazos se quedaron con él y sabía qué traían con ellos. Era un olor gris azulado que obtenías antes de la lluvia, mezclado con cítricos. Sirius. Y también otros aromas. Una mano tocó la suya y olfateó una esencia de pasto recién cortado y madera alisada que le correspondía a James. Y por último alguien se inclinó a su lado y el olor a tostada y aserrín de Peter.
Todas sus esencias se combinaron, tratando desesperadamente de arrastrarlo fuera de su aroma ensangrentado, sucio y desesperanzado. Ellos olían a amigos.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Dos días más tarde, Remus se despertó de su sueño medicado para encontrarse con las voces que se alzaban en el pasillo de la enfermería.
— ¡Oh por favor déjenos ir a verlo!
— Señor Potter, se lo he dicho un millón de veces, Remus está aún muy débil y no es apto que lo visiten —Madame Pomfrey sonaba muy seria y Remus suponía la expresión que debía tener. Se preguntaba cómo los otros no la encontraban intimidante.
— Pero él querrá vernos.
— Por favor Madame Pomfrey —Remus rodó los ojos. Sirius usaba su voz melosa de sangre pura inocente— Tenemos chocolate. Y regalos de Navidad. Lo animaremos.
— Señor Black, ¿Qué parte de "No" usted falla en comprender?
— Hagamos un trato —Dijo Sirius animadamente, obviamente usando otra táctica— Podemos traerle cualquier cosa. Estará sorprendida ante los brillantes contactos que posee la más Antigua y Noble familia Black.
— Señor Black. ¡Usted no puede sobornar a la enfermera de la escuela para que lo dejen entrar a la enfermería contra sus deseos! —Madame Pomfrey sonaba como si no supiese si debería estar conmocionada, enojada o sorprendida. Remus no estaba sorprendido. Sirius solía tener ese efecto en las personas. Remus podía oír a los otros estudiantes contener las risas y se dio cuenta de la tremenda audiencia que sus amigos estaban atrayendo.
— Bien —Dijo James, con la voz sonando resignada— Nosotros no queríamos hacer esto, pero no nos deja elección.
— ¿A qué se refiere, Señor Potter? —Preguntó Madame Pomfrey, sonando muy desconfiada. Remus no podía culparla.
Hubo tres ligeros golpes y un coro de voces proclamó: — ¡Por favor, oh POR FAVOR déjenos entrar a la enfermería la más hermosa y maravillosa Madame Pomfrey!
— ¡Señor Black, señor Potter y señor Pettigrew! ¡Dejen de estar de rodillas inmediatamente! ¡Esto es totalmente inapropiado!
Todos los del pasillo reían abiertamente ahora.
— ¡Eres una maravillosa y sabia curandera! —Clamó James dramáticamente.
— ¡Ha salvado a nuestra escuela del daño incontables veces! —Agregó Peter— Solo le estamos pidiendo una cosa.
— Sus pociones son...increíblemente revoltosas...¡Pero efectivas! —Anunció Sirius— ¡Y usted, Madame, es una mujer que tiene un cuerpo hermoso!
— ¡SEÑOR BLACK!
Remus no pudo evitar reírse. Hizo que todo su cuerpo ardiera en dolor, pero no podía detenerse ni aunque lo quisiera.
— ¡Su cabello es como chocolate derretido! —Continuó James, siguiéndole la corriente a Sirius.
— Sus ojos son... —Inició Sirius.
— ¡Está bien! ¡ESTÁ BIEN! —Anunció Madame Pomfrey, exhausta y gritando sobre las rugientes carcajadas que llenaban todo el corredor— ¡Les dejaré verlo por un tiempo si se portan bien!
— ¡Gracias! Gracias a la más sabia y...
— Señor Black si usted termina esa oración yo me encargaré personalmente de que pase toda una semana en la enfermería. ¡Y el resto de ustedes quiero que se vayan ahora!
El sonido de los pies apresurándose llenó el ambiente mientras se alejaban, luego se abrió la puerta y Los Merodeadores entraron, seguidos por una Madame Pomfrey sonrojada.
— Eso sí que fue un espectáculo —Remus a duras penas les dijo entre su risa y dolor.
— Miren lo que ya le han hecho —Les dijo Madame Pomfrey, mirando acusadoramente a los tres chicos— ¡Espero que se comporten, o iré a ver a su jefa de casa! Estaré en mi despacho.
Ella se retiró, azotando la puerta tras ella.
— Bueno, eso fue divertido —Anunció James, arrojándose en una silla cerca a la cama de Remus— ¿Quién diría que Madame Pomfrey podía adquirir ese curioso tono púrpura?
— ¡No puedo creer que hicieran eso! —Respondió Remus, finalmente rompiéndose en carcajadas contra la almohada.
— Pues, queríamos verte —Le dijo Peter, sentándose al lado de James.
— Escuché eso. Aun así no puedo creer que lo hicieran.
— Que nunca se diga que Los Merodeadores no están dispuestos a usar métodos poco ortodoxos para lograr sus metas —Aclaró James orgulloso.
— Así que señor Lunático, ¿Cómo te sientes? —Sirius se dejó caer en la cama de Remus, causando que él se tuviese que correr para evitar ser aplastado.
— ¡Sirius! —Le reclamó Peter— Podrías haberle hecho daño.
— Claro que no. Él tiene poderes lobunos. Se habría salido a tiempo.
— ¿Poderes lobunos? —Dijo Remus indignado— ¿Señor Lunático?
— Es un buen nombre ¿O no? —Le dijo Sirius, sonando complacido— Siempre fue idea de James.
Remus fulminó a James quien solo le dedicó una mirada de disculpa: —No pensé que te quedaría tan bien.
— ¿No te gusta? —Indagó Sirius tentativamente.
Remus suspiró. Nunca podría resistirse a Sirius cuando le hacía ojitos de perrito, y en verdad no le importaba mucho el nombre. Nunca le habían puesto un apodo apropiado antes, y la luna estaba tan implicada en su vida, que suponía que no podían tener uno mejor: — Bueno, es mejor que Chiflado de cualquier forma —Accedió. Sirius volvió a lucir complacido.
— Por otro lado, hemos hecho un tanto de investigación sobre hombres lobo mientras tú te mejorabas y llegamos a la conclusión de que eres uno terrible —Dijo Peter.
Remus levantó una ceja, tratando de no dejar ver lo incómodo que le hacía sentir discutir su más oscuro y asqueroso secreto de manera tan juguetona: — ¿Oh? Yo creía que llenaba todos los requisitos. Me mordieron, tengo un temperamento horrible algunas veces, soy muy fuerte y tengo buen sentido del olfato y escucha. La plata me quema. Y por supuesto me convierto en una bestia asesina una vez al mes.
— Ah —Empezó James— Pero ¿Acaso usas una falsa máscara de inocencia solo para lograr que la gente se haga tu amiga, para así poder destrozar sus gargantas y comerte su carné fresca mientras duermen?
— Er... ¿no? —Contestó Remus. Ya podía imaginarse la clase de libros sobre hombres lobo que tenía la biblioteca.
— ¿Usas tu fuerza sobrehumana e instintos violentos con naturaleza lobuna para obligar a otros a respetar tu voluntad, para así crear un ejército de esclavos sin esperanza? —Continuó Peter.
— Um, no recientemente.
— ¿Deseas correr en libertad todo el tiempo, atacando humanos, mientras expandes tu maldición del infierno y creas un ejército de bestias salvajes que causen el caos y la destrucción? —Preguntó Sirius con interés.
— Solo en la mañana de no haber tomado un buen café.
— Ahí, puedes ver —Le informó Peter, luciendo orgulloso— No eres un hombre lobo apropiado después de todo.
— Los libros que han leído fueron escritos por tarados prejuiciosos con bigotes, que no serían capaces de reconocer a un hombre lobo aunque se los pusieran al frente bailando el hula con una falda de pasto.
— ¡Ooh! — Exclamó Sirius— ¿Es ese otro de tus talentos ocultos de lobo?
— ¡No!
— ¿Tienes algunos libros buenos qué desearás prestarnos? —Le preguntó James, su expresión tornándose de repente muy seria— Queremos saber mucho para poder ayudarte.
Remus sintió el calor recorrerlo ante aquella declaración y un ligero sonrojo llenó sus mejillas: — Tengo algunos en mí baúl. ¿Lo rescataron también?
— ¿Por quién nos tomas? —Indagó Sirius traviesamente— Somos Los Merodeadores. Vaciamos tu habitación y trajimos todo.
Remus sonrió.
— No es mucho lo que trajimos, no pudimos encontrar el resto de tus cosas —Agregó Peter.
Remus enrojeció de vergüenza: — Eso es todo. Lo que había ahí. Esa es mi habitación.
Hubo un silencio, luego Sirius habló con incredulidad en su voz: — ¿Qué? ¿No solo en luna llena?
— No, ha sido mi habitación desde que me mordieron.
— Pero estaba...
— Lo sé.
— ¡Voy a matarle!
— ¡Sirius, es mi padre de quien estás hablando! —Rogó Remus desesperadamente.
— ¡No me importa un carajo!
— ¡A mí sí! ¡Es mi padre! ¡Mí única familia! ¿Dónde está? ¿Qué han hecho con él?
— Remus, tranquilízate —James se inclinó sobre Sirius con los brazos cruzados y mirando a la cama al lado de Remus. Agarró su hombro con delicadeza— No le hemos hecho nada. Está bajo custodia en el Ministerio bajo los cargos de abuso infantil.
— ¿Qué? —Apenas pudo decirlo que sonó tan bajo. Remus sentía como si le hubieran pateado en el estómago— Ustedes me dijeron que no habían ido al Ministerio.
— Te dijimos que no les contamos que eres un hombre lobo. Y no lo hicimos. Y ellos jamás van a enterarse. Pero tu padre debe pagar por lo que hizo. Fue vil e inhumano.
— Yo no soy humano —Remus susurró, su cabeza dando vueltas.
Y entonces Sirius se movió y Remus se encontró otra vez envuelto en aquellos brazos, aunque lo sostenían suavemente para evitar presionar sus heridas. Remus estaba tan envuelto en vendajes que apenas sentía dónde Sirius lo estaba tocando, pero era cálido, y la mano de Sirius estaba en su cuello para darle soporte.
— ¡Lo eres, maldita sea! —Le dijo el chico mayor— Eres una persona y lo que él te hizo está mal. No sé porque no lo entiendes.
— Lo hizo para ayudarme Sirius. Para prohibir que el lobo saliera a la superficie.
— Oh por favor, Remus —Reclamó James, viéndolo con incredulidad— No sabemos nada de los hombres lobo y aun así entendemos que ponerte enojado o herirte hace que el lobo se rebelé y trate de salir, no al contrario. Apenas y tenías mente humana cuando llegamos.
Remus se tensionó y trato de alejarse, sintiendo las lágrimas agolparse. Uso toda su energía para luchar contra ellos.
— Remus —Dijo Sirius, acariciando su espalda y rehusándose a dejarle ir— Remus, amigo, te vimos así y todavía queremos ser tus amigos. ¿No te basta eso para darte cuenta de que queremos lo mejor para ti?
— ¡Es mi papá! —Sollozó Remus.
— Nosotros seremos tu familia ahora —Clamó Peter— No lo necesitas. Nosotros jamás te haremos daño.
Remus sabía que no podía responder a menos que quisiera llorar. Nadie dijo nada por un tiempo y Sirius seguía sin soltarlo. La mano en su espalda siguió moviéndose hasta que su respiración estaba bajo control.
— Moviéndonos a temas más felices —Inició James súbitamente, logrando que todos saltaran en sorpresa— ¡Regalos y chocolate!
Sirius se alejó inmediatamente y comenzó a sonreír. Se inclinó sobre el borde de la cama y escarbó en su maleta, la cual había arrojado al suelo al entrar. Subió con pilas de chocolate, las cuales dejó caer ceremoniosamente en el regazo de un sorprendido Remus: — Es chocolate para que te mejores pronto —Dijo orgulloso.
Remus abrió la boca, pero antes de que pudiera decir algo, James y Peter arrojaron más a la pila.
— ¿Q-Q-Qué? —Remus preguntó, observando una pila de dulces más grande que la de las estanterías de Honeydukes.
— La mayoría son de nosotros, pero también hay de otras personas —Comunicó Peter— Anders y Angela, McGonagall, ese tipo Shakkybolt que es un auror y todos los caramelos de limón son de parte de Dumbledore. Son una especie de dulce Muggle.
— ¿Dumbledore? —Preguntó Remus débilmente.
— Pero esos no son tus regalos de Navidad —Añadió Sirius— Te la perdiste, así que te los hemos traído hoy. Ustedes dos denle el suyo primero.
James y Peter sonrieron y James sacó algo de su maleta: —Juntamos el dinero —Le aclaró— Porque queríamos darte el mejor.
— ¿Qué? —Preguntó de nuevo Remus. El pánico lo consumía— ¡Yo no les tengo nada! ¡No tuve o-oportunidad!
Sirius le puso una mano reconfortante en el brazo: — Lo sabemos, Lunático. No fue tu culpa. Si en verdad quieres darnos algo, podemos escabullirnos a Hogsmeade para que nos compres algo de Zonko.
— ¡No podemos escabullirnos a Hogsmeade! —Le riñó Remus— ¿No recuerdas qué pasó la última vez?
— Está bien —Dijo James— ¿No has oído? Estuvo en El Profeta ayer. Los Aurores del Ministerio encontraron la guarida de los Mortífagos. Atraparon a doce que ahora están enfrentado una condena perpetua en Azkaban. Otros se les escaparon, pero ahora mantienen bajo perfil. Ya no quedan suficientes para causar problemas, y Voldemort también se está escondiendo. Creen que se rindió. Además han puesto toda clase de seguridad en Hogsmeade. ¿Podemos volver con los regalos?
Remus todavía se sentía asombrado cuando James dejó caer un pequeño paquete envuelto brillantemente en su mano: — Feliz navidad, Lunático. De mí parte y Pete. Debes conjurarle un engorgio. Lo encogimos para que fuera más fácil el traértelo.
Remus empezó mareado a desenvolver el paquete. Lo que quedó en su mano era un baúl en miniatura. Se quedó viéndolo boquiabierto.
— Venga, Rem —Reclamó James impaciente. Recogió el baúl de la mano de Remus y lo puso en el suelo: — ¡Engorgio!
El baúl creció y se expandió hasta alcanzar su máximo tamaño. Era una marca nueva, pulida y brillante, fabricado con madera roja de cerezo. Al frente tenía una marquilla en la que se leía "R.J Lupin".
— Es bastante grande en el interior —Explicó Peter— No queríamos revisar tus cosas, así que agarramos el viejo y lo tiramos dentro. Esperó que no tengas nada que haya podido romperse ahí.
— Yo...yo —Remus trató de hablar, pero su garganta solo se cerraba.
— ¿Te gusta? —Preguntó James inseguro— El lobo había mordisqueado todo el anterior.
— N-No deberían haber gastado tanto dinero en mí —Dijo Remus, su corazón latiendo violentamente— Nunca podré darles algo como esto. ¡Es hermoso!
Las caras de James y Peter se relajaron en sonrisas aliviadas: —Yo no quiero un aburrido baúl, amigo —Le consoló James— Ya tengo uno. Preferiría unas bombas fétidas. Tengo este nuevo plan para que Quejicus...
— ¡Gracias! —Le interrumpió Remus, pasando por encima de Sirius para agarrar las manos de James y Peter— Es el mejor regalo que alguien me ha dado.
Sus dos amigos le sonrieron de regreso, luciendo bastante complacidos con sí mismos.
— Ahora Sirius —Indicó James, tocando a Sirius que solo se había quedado recostado en la cama de Remus viéndolo con una sonrisa— Lo ha mantenido en secreto. No quiso decirnos que era y le pidió a Anders que se lo ordenará.
— ¿Ordenará? —Preguntó Remus, viendo a Sirius. Eso sonaba costoso.
— Sí —Empezó Sirius luciendo incómodo.
— ¿Y bien? —Lo acosó Peter impacientemente— ¿Dónde está, entonces?
— Es solo... —Sirius sacó una pequeña caja envuelta de su bolsillo— Es estúpido, de verdad. Me refiero a que, es un poco femenino... —Sus mejillas estaban enrojeciendo.
— ¿Femenino? —Le molestó James, arqueando las cejas— ¿Qué le compraste? ¿Un bra?
Sirius se sonrojó aún más y guardo la caja de nuevo en su bolsillo: — ¡No! Es solo que...ya no quiero dártelo. Te compraré algo mejor.
Remus le lanzó una mirada colérica a James que hizo sentir culpable al chico por sobre la forma acurrucada de Sirius. Remus se inclinó y tocó el hombro de Sirius, dándole un apretón suave: — No me interesa que sea femenino —Le dijo, tratando de mantener su voz ligera— No creo que algo de lo que tú me des pueda llegar a no gustarme. Estoy chiflado, ¿recuerdas? Me gustan todas las cosas extrañas.
Sirius no contestó, solo bajo la cabeza aún más: — Vamos, Sirius —Protestó Remus, dejando salir su mejor puchero. No tenía mucha práctica, pero aparentemente funcionó porque Sirius levantó la mirada y no pudo evitar que su boca se alzará en una sonrisa al ver el rostro de Remus.
— ¡Bien! —Exclamó, sacando la caja y arrojándosela a Remus— Pero voto para que la carita de perrito quedé prohibida. No entiendo como no la usas con McGonagall. Ella se derretiría de cariño.
— Porque a diferencia de James y tú que siempre deben buscar una manera para salir de los problemas —Empezó a decir Remus, mientras abría el paquete— A mí nunca me atrapan.
James y Peter rieron, pero Sirius solo miró atentamente a Remus mientras sacaba una pequeña caja verde del papel de envoltura. La abrió cuidadosamente y vio su interior. La respiración se atoró en su garganta. Era un dije con una cadena, elaborado con alguna especie de plata azulada que en realidad no era plata real porque ningún calor provenía de ella. Tenía la forma de una mano; dedos delgados desplegados, todos fabricados con mínimo detalle. En la palma de la mano había una joya de color rojo carmesí. Sabía que no era un rubí, porque los rubíes de Gryffindor que estaban dentro de su reloj de puntos eran una combinación entre rojo y rosa. El rojo de este era demasiado profundo.
No necesitó que Sirius le diera una explicación por el regalo. Ahora que lo estaba mirando, una imagen de su propia mano se elevó en su mente, los dedos bien abiertos, aferrándose al suelo para dejar caer la sangre con la que convocó sombras de luna. Y eso fue sustituido por otra imagen de una huella hecha con sangre en la pared de madera de la cabaña de los gritos, la preocupación y el miedo que desprendía la expresión de Sirius cuando sus ojos se encontraron bajo la tenue luz de la varita.
Sirius se aclaró la garganta después de un silencio anormalmente largo: — Es Granate. La piedra, me refiero.
Remus sentía las lágrimas que había aguantado antes volver con renovado vigor. Una logró escapar y rodar por su mejilla.
— ¿Remus? —Sirius sonaba aterrorizado.
No tuvo oportunidad de decir nada más, porque Remus acortó el espacio que quedaba para abrazarlo, poniendo al chico mayor entre sus brazos y presionándolo con fuerza: — ¡Graciasgraciasgraciasgracias! —Le dijo, avergonzado de que su voz sonara tan aguda.
Los brazos de Sirius se levantaron tentativamente para devolverle el abrazo: — Está bien. No es mucho.
— Caramba, amigo —Exclamó James sorprendido, acercándose para darle una mirada a la caja en la mano de Remus— ¿Qué le diste? Yo nunca he visto a Remus mostrando tanta emoción.
Peter y él se inclinaron para mirar el colgante.
— Ah, ya veo —Siguió James, sonriendo— Sirius, siento ser yo quien te lo diga, pero tenías razón. Eres toda una chica.
— No lo soy —Sirius se alejó de Remus para mirar mal a James.
— Por supuesto que no. Es un collar masculino.
— No es un collar —Reclamó Remus indignado, quitándoselo a James— Es un colgante. Muchos hombres tienen colgantes.
— ¡Oye, oye! —Dijo James, levantando las manos en signo de rendición— Solo estaba molestándolos, chicos. Me gusta. En serio. Creo que ha sido un buen regalo —Miró a Sirius para asegurarle que decía la verdad. Sirius se relajó y sonrió.
— Mejor que una caja de madera de cualquier forma —Le dijo.
— Oh, chúpatelo, Black.
Iiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Una semana más tarde, dos días antes de que terminaran las vacaciones de Navidad, Remus salía del Gran Comedor de camino a la biblioteca, su nariz metida dentro de un libro.
— ¿Remus?
Levantó la mirada y sonrió cuando vio a Anders y Angela caminando hacia él. Ese día el cabello de Angela estaba más mullido que usualmente. Cuatro gigantescas mariposas estaban entre sus risos y le daban la apariencia de una flor grande. Sus alas se abrían y cerraban a intervalos regulares.
— Hola profesor. Angela.
— Llámame Neil —Respondió Anders, haciendo una mueca— Ya no soy tú profesor.
Remus sonrió inseguro.
— ¿Dónde están tus amigos? —Preguntó Angela, viendo sobre el hombro de Remus.
— Oh, por ahí haciéndole bromas a los de Slytherin —Contestó Remus, su sonrisa ensanchándose— Me ofrecieron acompañarlos, pero todavía no estoy en condiciones para las retiradas a las que estamos acostumbrados.
— ¿Te refieres a escaparse? —Indagó juguetonamente Angela.
— Siempre es importante el saber cuándo debes detener las cosas —Dijo Remus sagazmente— Yo no puedo correr en estos momentos. Si lo hago terminó tirando vendajes como una vieja momia y Madame Pomfrey se enoja. Especialmente desde que abandoné la enfermería hace menos de tres días.
— Y por supuesto tú eres el chico bueno de la pandilla —Añadió Neil, sonriéndole a Remus.
Remus lo aceptó con un ruido de garganta y metió su libro en la maleta: — ¿Querían ustedes dos algo que ver conmigo, o solo pararon para charlar?
— De hecho queremos hablar de algo contigo —Aclaró Angela seriamente— ¿Podemos ir a sentarnos en alguna parte?
— Si ustedes quieren —Empezó Remus— Estaba a punto de... —Se detuvo al escuchar el sonido de pies corriendo que se aproximaban de acuerdo a su sensible sentido de la audición— Es probable que quieran pegarse a la pared —Advirtió a sus acompañantes, poniendo en práctica su propio consejo. Le dieron una mirada de extrañeza, pero obedecieron. Segundos después, los pasos aumentaron, acompañados por gritos y risas.
— ¡Vamos a atraparlos malditos Gryffindors! —Alguien bramaba— ¡Espera a que tus padres oigan esto, Black!
De repente Sirius y James viraron por la esquina a máxima velocidad, rebotando en la pared y yendo en dirección de Remus, Neil y Angela. Se detuvieron unos breves momentos para mirar a su amigo.
— ¡Un...hechizo...jodidamente...brillante...Lunático! —James jadeó, palmeando a Remus en la espalda— No...sé...qué...haríamos...sin ti.
— Solo espera...a...verlos —Agregó Sirius.
Los pasos se apresuraron y los dos chicos continuaron su huida, dirigiéndose a la puerta principal. Unos segundos después fueron perseguidos por un grupo de cinco Slytherins de tercer año con aspecto iracundo, todos luciendo cabello rosa chillón, túnicas que les llegaban a las rodillas y tenían pompones rosas al final, medias de lencería y carteles en la espalda que decían "Péganos mientras nos agachamos". Se apresuraron a ir detrás de los dos chicos pelinegros de Gryffindor.
— Bueno —Continuó Remus, girándose para ver a Neil y Angela quienes presenciaban la escena boquiabiertos— ¿Sobre qué quieren hablar?
— Ellos son una mala influencia —Dijo Neil severamente.
— Nope —Respondió Remus, recogiendo su maleta y guiándolos al Gran Comedor para que pudieran hablar— Yo soy la mala influencia. ¿Cómo creen que ellos aprenden esos hechizos? ¿Puede imaginarse a James o Sirius buscando algo en la biblioteca? Y Peter, por mucho que sea nuestro amigo, no es el lumos más brillante que conjure una varita.
— Esos chicos son bastante inteligentes —Protestó Neil, viendo a Sirius y James— Podrían lograr mucho si tan solo pusieran más empeño.
— Lo sé —Contestó Remus— Yo trabajó tres veces más duro que ellos y de cualquier forma obtengo las mismas notas. Es un tanto injusto.
— Tus notas son excelentes —Lo halagó Angela.
— Ese es mi punto —Remus sonrió— No me importa sin embargo. Han hecho más por mí que cualquier persona que haya conocido —Su mano inconscientemente fue a tocar el colgante.
— Remus, nos preguntábamos qué tanto sabes del juicio contra tu padre —Empezó Neil con cuidado.
Remus se tensionó inmediatamente, todo su buen humor abandonándolo: — Sé que está siendo acusado de...de...a-abuso infantil —Era tan difícil decir esas palabras. Las odiaba— Desearía que no fuera así. Que retiraran los cargos. Él solo quería protegerme.
— ¿En verdad piensas eso? —Preguntó Angela— ¿En serio crees que te ama? —Las alas de las mariposas titilaron mientras giraba su cabeza para verle. Remus fijó sus ojos en ellas para evitar mirarla a la cara.
— Yo no...yo no creo que él me a-a-ame —Logró decir— Pero si amaba a mamá. Y ella hubiera querido protegerme. Fue por eso que nunca me reportó. Por ella.
— Remus —Anders le dijo, inclinándose para hacer que Remus lo mirara— Creo que estaba sacando su rabia contra ti por tener que protegerte. Estuvo mal y fue maquiavélico que le hiciese eso a un niño. ¿No deseas que se avergüence de lo que hizo? Te dejo hambriento, te golpeó, te quemó y mantuvo prisionero. Imagina que eso le pasara a James o a Sirius o a Peter. ¿Cómo te sentirías contra quienes les hicieran eso?
Remus apartó la mirada: — Ellos no son hombres lobo.
— No importa lo que sean. Incluso si fueran hombres lobo, ¿Cómo te sentirías?
Remus luchó consigo mismo: — Enojado —Susurró al final.
— Sí —Asintió Angela, tomando su mano gentilmente— Así nos sentimos nosotros también. ¿Lo ves ahora? Eres un guapo, inteligente y gracioso jovencito que merece una nueva vida, justo como los demás. Y la única forma en que podrás conseguirla es si te deshaces de ese hombre. Y vamos a mandarlo a Azkaban para que eso suceda.
— Azkaban es horrible —Remus dijo tembloroso— He leído historias.
— Ese es el punto, cariño. Queremos que los criminales aprendan que no deben dañar a la gente o serán castigados.
Remus sentía que parte de él se rompía. Algo dentro de él aún sentía un instinto de amor infantil por su padre, algo oscuro y agrio que le decía que debía protegerlo. Y otra parte de él no deseaba más que verlo pudriéndose en el infierno, y luego venía otra a recordarle como John Lupin se había enfrentado valerosamente al lobo para proteger a su esposa, mientras dejaba a Remus listo para recibir otro ataque.
— No sé qué sentir —Confesó débilmente.
— Sabemos que es duro. Solo deseamos ayudarte. Y sabes que estamos aquí para ti al igual que tus amigos.
— Si...si se va. Para Azkaban, quiero decir. No tengo a dónde ir.
— Y es precisamente de eso por lo que deseábamos hablarte —Repuso Neil, tomando su otra mano— Queremos que vayas a casa con nosotros, si tu aceptas.
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