17. Una vocación merodeadora

"Desde tus ojos soy solo yo,

Bellamente desfigurado.

Este otro lado que no puedes ver,

Solo rezando que nunca lo recuerdes.

Hay sangre en mis manos

Como la sangre dentro de ti,

Algunas cosas no pueden tratarse así que.

No me hagas,

No me hagas ser como soy alrededor de ti."

"Blood on my hands" por "The Used"

Nota de autor: La poción multijugos no surtió efecto así que sigo sin ser dueña de este fic. La historia pertenece a Moonsing mientras que el mundo de Harry Potter a la reina J.K.

SIRIUS:

No fue tan difícil como Sirius pensaba el convencer a James de hacerse amigo de Remus Lupin. Sirius sabía que la mayor parte de eso venía de la culpa. James había sido el más cruel de todos contra el pequeño chico, y sabía que no merecía ayuda cuando su plan casi falla en la clase de Pociones.

Peter fue quien más tiempo tardó en caer. Tras oír el incidente que había tenido lugar en el corredor y el relato sobre sombras de luna, estaba muy reacio a relacionarse con Remus. En parte era debido a miedo, ellos todavía no lograban entender como alguien tan pequeño y escuálido como Remus había derrotado a cuatro Slytherins, pero también venía con el hecho de que Remus era demasiado raro. La ambición más grande de Peter era encajar y ser popular, y Sirius sabía que temía que con Remus en el grupo, el resto de la escuela los excluyera.

A Sirius francamente no le importaba lo que la gente pensará. Por alguna razón que no entendía, Remus llamaba en él un extraño instinto de protección que nunca se iba. Y no era el único que parecía afectado. Solo tomó unos días en compañía de Remus, y los otros dos empezaron a mostrar signos de ello también. Un día en particular se lo demostró. Habían salido en búsqueda de Remus a la biblioteca y se lo encontraron leyendo sentado en el suelo entre los estantes de Transfiguraciones (Nunca usaba las mesas y Sirius terminó aceptando eso como otra de sus particularidades). Madame Pince, usualmente demasiado estricta en lo que se refería a comportamiento en la biblioteca, parecía feliz de mirar a Remus como si ya lo hubiese aceptado como parte de sus muebles.

Los tres estaban planeando sorprender a Remus desde atrás (Algo que venían deseando hacer desde hacía años. Remus parecía poseer un sexto sentido que lo hacía inmune a ser sorprendido y ellos aspiraban lograrlo) cuando un Slytherin de sexto año salió de entre los estantes sin mirar y casi pisa los dedos de Remus. Remus ahogó un grito y alejó su mano, y el Slytherin solo bufó hacía él para gritarle: — ¡Muévete, fenómeno!

Levantó el pie y pateó a Remus en el lado. El pequeño chico se puso de un pálido mortal y se dobló del dolor.

Sirius ni siquiera paró para pensar. Su varita salió como un rayo, pero fue la voz de James la que pronunció furiosamente el hechizo de las piernas temblorosas antes de que Sirius tuviera oportunidad de abrir la boca. El Slytherin dio un gritó de asombró mientras sus piernas parecían de caucho y comenzaba a saltar alrededor de manera poco modesta.

Remus giró para observarlos a los tres, quienes tenían las varitas afuera y apuntaban al muchacho.

— Ven, Remus— Murmuró Sirius, caminando hacia él y agachándose para ayudarlo a ponerse en pie.

— Tu pequeño...— Comenzó el Slytherin, pero se detuvo cuando la varita de James se hundió en su cuello.

— Si fuera tú no volvería ni a pensar en lastimar a nuestro amigo de nuevo— James presionó el cuello del chico de nuevo, logrando que trastabillara en sus temblorosas piernas antes de que estas perdieran el control y se cayera al suelo. Sirius sonrió al ver el enojo en el rostro de James.

— Él se ve tan...no débil...sabemos que no es débil...tal vez... ¿vulnerable? — Dijo James cuando Sirius le mencionó lo ocurrido aquella tarde. Ambos estaban en el dormitorio terminando de organizar los ingredientes para la broma mientras Remus estaba en la sala común ayudando a Peter con su tarea de Transformaciones.

— Vulnerable— Sirius trató la palabra y vio lo bien que se ajustaba— Sí. Sabemos que podría haberse deshecho de ese Slytherin fácilmente con los poderes raros que tiene, pero también sabemos que no lo hubiese intentado.

— Sí, a eso me refiero. Y es tan extraño. Tiene estas pequeñas manías, y ni siquiera se da cuenta de que la mayoría existen.

Sirius frunció el ceño un poco: — No hay nada de malo en tener manías.

— Y no digo que lo haya, amigo— James suspiró y se sentó en la cama de Sirius para verlo a los ojos— Es como dije, me da lo mismo. Bueno— Agregó— Probablemente no lo mismo. Tú solo eres extremadamente sobre protector con él.

— No lo soy.

— Lo eres, de verdad. Y sé por qué. Son todas esa pequeñas cosas que me hacen sentir culpable por haber sido cruel con él alguna vez. Ya sabes, como cuando reserva las salchichas para dárselas a esa maldita lechuza cuando viene. O el cómo siempre se sienta en el suelo en lugar de usar una silla— James negó , moviendo las manos mientras trataba de abarcar la extraña naturaleza de Remus con diversos ejemplos— ¿No has notado como separa cuidadosamente su comida? Un guisante a la vez, como si fuera una poción realmente complicada que podría dañar en cualquier momento. ¿O cómo cuando lee y puedes verlo hacer una mueca cuando alguien usa mal el lenguaje? Y esas veces en las que encuentra divertido cosas que nadie más entiende. O las veces en las que se queda mirando al cielo como si buscará algo. Y siempre hace un sonido de jadeo y salta al otro lado cuando alguien hace amago de tocarlo y él no sabía que iban a hacerlo. E incluso cuando lo sabe, se tensiona. Y es como si no supiera la forma de actuar normal, solo lo que lee de libros, así que siempre esta...no lo sé...mirando por encima de su hombro para verificar que lo hace bien. Y entonces, si ve que ha hecho algo mal, se ve asustado como si pensará que van a castigarlo por eso.

Sirius asintió. James lo ponía más elocuente de lo que él podría: — Es su papá.

— ¿Qué?

— La persona que tiene miedo que lo castigue. Creo que es su papá.

James gimió, tirándole un poco de tinta: — Oh, amigo. No empieces de nuevo con ello.

— Tenemos que hacer algo. ¿Qué si tuviéramos pruebas? ¿Si en verdad es su papá?

— Yo...— James peleaba contra sí mismo— Es nuestro amigo ahora. Por supuesto que quiero ayudarlo.

— Entonces confía en mí cuando digo que estoy en lo cierto.

— ¿Qué podemos hacer? — Preguntó James finalmente.

— No lo sé...— Sirius se detuvo al escuchar pasos que venían desde las escaleras. Remus entró en la habitación y les sonrió a los dos antes de ir a su baúl.

— ¿Todo bien, Remus? — Sirius indagó de repente, saltando de su cama para acercarse al otro chico. Había algo extraño en la manera en la que Remus sonrió. Remus escondió su rostro a medida que Sirius se acercaba.

— Sí, por supuesto— Murmuró. Sacó su capa de viajes del baúl.

— Espera, ¿A dónde vas?

Remus se removió incómodo, evitando la mirada de Sirius, tratando de mantener su rostro alejado: — Um...a casa. Para ver a m-mamá.

Sirius sintió algo irradiar dentro de él, y sin pensarlo alargó la mano, agarró la cara de Remus y lo forzó a mirarlo. Remus trató de alejarse de la luz, pero no fue lo suficientemente rápido y Sirius percibió una mirada clara de su cara. Estaba pálida cual hielo y había profundas ojeras bajo sus ojos. Su piel estaba caliente bajo el tacto de Sirius y una pequeña capa de sudor empapaba su frente.

— Estás enfermo. Quédate está vez.

— Sirius, por favor.

Remus retorció su rostro fuera del agarre de Sirius, sus ojos alejándose de su cara, pareciendo atrapados y salvajes.

— En verdad no te ves nada bien, amigo— Dijo James, acercándose tras Sirius y viendo a Remus con preocupación.

— Sáltate la visita solo esta vez— Rogó Sirius. ¿Cómo podría defenderse Remus estando tan enfermo?

— No puedo, Sirius. Por favor, debo irme ahora.

Sirius dejó salir un gruñido de frustración y James se acercó para agarrar a Remus del brazo. Remus saltó y se alejó, apretando la capa en sus manos mientras retrocedía a la puerta.

— Remus, por favor.

Remus sacudió la cabeza espasmódicamente. Se veía completamente derrotado y Sirius sentía que algo en su pecho se contraía y dolía: — LosientoLosiento— Murmuró Remus antes de salir tambaleándose de la habitación y bajará las escaleras.

— No podemos dejarlo ir— Dijo Sirius, volteando a ver a James suplicante.

— ¿Qué se supone que podemos hacer? No somos sus guardianes. No lo podemos obligar a quedarse.

Sirius se paró frente a la ventana de la habitación para ver el exterior. El sol empezaba a ponerse y las nubes rosadas reflejaban los rayos que parecían ir en contra a sus sentimientos.

— Deberíamos ir a ver a la profesora McGonagall— Propuso Sirius, de repente viendo lo inútiles que eran para la situación— Si vamos y le decimos lo que sucede podría detener a Remus de ir a casa todo el tiempo.

— Pero Remus no querría que le dijéramos— Opinó James— Sabes que no le gustaría. Estaríamos traicionándolo.

Sirius gruñó en frustración y se alejó de la ventana, pateando su cama mientras caminaba: — Hay veces en las que debes hacer algo que alguien odiaría por su propio bien.

— Bueno...— James contraía su rostro bajo el pensamiento— Tal vez no es lo que tú crees. Tal vez sujetas el lado equivocado del palo y nada le pasa.

— ¡Tú sabes que no es así!

— ¡Bueno, tal vez no es lo que tú crees!

— ¿Qué más podría ser?

James se quedó en silencio, batalla perdida. No podía pensar en otra explicación, Sirius podía verlo en su rostro.

— Es solo que me siento muy mal— Dijo, evitando la mirada de Sirius— Fui un verdadero idiota con él y no quiero volver a ello— Pasó una mano por su despeinado cabello y le dio una pequeña mirada a Sirius antes de volver a apartarla.

— Oye, lo sé— Le dijo Sirius, sentándose al lado de su amigo en la cama y apretando su hombro— Te diré qué. No iremos ahora. Esperaremos y veremos si llega bien cuando regrese está vez. Si se ve mal, entonces iremos, ¿Sí?

James dio una temblorosa media sonrisa y asintió.

***

Los siguientes días parecieron eternos a comparación de la última vez en que Remus se fue. Está era su primera visita desde que ellos eran oficialmente amigos, y le daba a Sirius la autoridad completa para preocuparse. Él no era el único afectado. Veía la misma ansiedad en el rostro de James y la forma en que Peter miraba la silla de Remus durante clases, su ceño fruncido por la preocupación.

Era bastante pasada la tarde en el segundo día de la ausencia de Remus, y los tres de ellos se dirigían al dormitorio después de una detención por haber encantado las túnicas de Snape en la espalda para que dijeran "Cien galeones a quien encuentre una botella de Shampoo que no huya al ver mi grasiento cabello". James iba a abrir la boca para hablar mientras entraban al dormitorio cuando Sirius notó que la capa de salida de Remus colgaba del baúl a los pies de la cama. Puso su mano en la boca de James y señaló.

Los tres se deslizaron y vieron por entre los cortinajes de la cama de Remus. El niño descansaba acurrucado en una bola en lo más alto de la cama vestido con sus pijamas largos. Las sábanas se habían caído de su espalda mientras dormía, y Sirius podía ver la línea de algo que sobresalía por entre los calientes y almidonados pijamas de Remus. Parecía estar atado alrededor de su cintura. Se acercó un tanto y levantó cuidadosamente la parte de arriba del pijama de Remus, exponiendo un poco del vendaje color crema. Oyó el grito ahogado de Peter e intercambió una mirada significativa con James quien estaba parado a su lado, Remus se removió un poco y los tres se alejaron con rapidez.

Sirius les indicó que salieran del cuarto y fueran al corredor.

— Pete, tú te quedarás aquí y te encargarás de cuidarlo si se despierta— Le susurró a su amigo gordito— James y yo iremos a ver a McGonagall.

— ¿Están seguros de que deberíamos? — Preguntó Peter, mirando la cama donde Remus descansaba— ¿No se pondrá molesto?

— No vamos a decirle que iremos a ver a McGonagall, idiota— Continuó James, rodando los ojos— Pero es probable de que ella pueda impedir que siga yendo a casa.

Peter dudó, pero terminó asintiendo: — Yo tampoco quiero que él regrese.

— Te veremos más tarde entonces.

James se escabulló para sacar la capa de invisibilidad. Ya estaban bajo el toque de queda, pero sabían que Remus les cuestionaría a donde iban si trataban de hacerlo cuando estaba despierto.

Juntos salieron por el retrato y se apuraron lo más silenciosos que pudieron para ir a los dormitorios de la profesora McGonagall. Golpearon la pesada puerta de madera en donde una placa clamaba "Profesora Minerva McGonagall- Transformaciones y directora de la casa Gryffindor". James les quitó la capa de invisibilidad y esperaron agitados en silencio hasta que se abrió la puerta y apareció la profesora McGonagall, vestida con una bata de dormir, pero su cabello y postura igual de regios como siempre.

— Señor Black, señor Potter, ¿Por qué están fuera de la cama y tocando en mi puerta a esta hora de la noche?

— Debemos hablar sobre Remus— Contestó Sirius— Sabemos de algo que creemos que a usted le interesaría.

Algo parecido a la alarma cruzó el rostro de la profesora por unos segundos antes de desaparecer. Sirius parpadeó.

— Entren, caballeros.

Sirius y James ingresaron a su sala de estar seguidos por ella, sintiéndose- como los buenos busca problemas que eran- un tanto fuera de lugar en frente de una figura de autoridad. Las sillas eran sin lugar a dudas de materiales costosos y en el centro encima de una alfombra se encontraba una pequeña mesita de café. Las paredes estaban llenas de estanterías que mantenían cientos de libros que Sirius sabía estaban perfectamente ordenados. En la única pared libre había un gran retrato de un hombre con aspecto noble que tenía barba negra y ropajes rojos. Estaba roncando profundamente en su retrato, y la placa bajo él lo proclamaba como Godric Gryffindor.

— ¿Bien? ¿De qué va todo esto? — Indagó la profesora McGonagall, atrayendo la atención de Sirius del retrato.

— Sabemos algo sobre Remus y necesitamos de su ayuda— James giro su cabeza, empujando sus gafas hacía arriba mientras hablaba.

— ¿Bueno? — Tenía una apariencia muy similar a un halcón y tan intensa que Sirius temía estarse perdiendo de algo en su expresión.

— Nosotros creemos...que su padre...lo está lastimando— Le dijo, sintiéndose terrible de estar traicionando la confianza de Remus.

La expresión de la profesora McGonagall era completamente confusa, pero a Sirius le daba la impresión de que era debido a la cantidad de emociones que pasaban por dentro de ella. Le recordaba a Remus.

— ¿Por qué pensaría esto, señor Black?

— Bueno, ¿Usted sabe que siempre va una vez al mes para visitar a su madre enferma?

McGonagall asintió.

— Bueno— Dijo James, continuando la marcha— Cuando regresa se ve desastroso y algunas veces está realmente herido, y está noche regresó y está dormido y nosotros entramos y vimos los vendajes que tiene sobre sus pijamas.

La profesora McGonagall estuvo en silencio por uno buen tiempo, luego les dijo: — Hay factores que ustedes pueden estar ignorando. No deberían saltar a las conclusiones.

Sirius la miró. Había sido informada de que uno de sus estudiantes estaba siendo fuertemente abusado en casa ¿Y todo lo que tenía que decirles era que saltaban a las conclusiones?: — ¡Lo lastiman, profesora! ¿Acaso no le importa?

Ella cerró sus ojos y pinchó el borde de su nariz como si pensará en la forma indicada de decirles algo: — Hay cosas del señor Lupin que ustedes no entienden— Empezó— No puedo decírselas dado que no son mis secretos, y les pido que no lo molesten con ello. Las cosas no son siempre lo que parecen.

Sirius bufó mientras traba de entender lo que le decían y fallaba miserablemente. Por la cara de James podía entender que pasaba lo mismo.

— ¿Nos está confirmando que sabe del abuso de su padre? — James le demandó después de un tiempo.

Ella hizo una mueca: — Lo que trató de decirles es que no poseen pruebas de que sea su padre y esto es una acusación que podría tener repercusiones serias.

— ¡Y nosotros lo sabemos! — Exclamó James— Por eso hemos venido a hablar con usted. Pensamos que podría detenerlo de ir a su casa unos meses para ver si deja de resultar herido. Ahí estaría una prueba.

— Y yo vi a su padre lastimándolo— Agregó Sirius.

Esta vez la profesora McGonagall realmente se congeló: — ¿Qué?

— En la estación el verano pasado. Lo vi con su padre. Su padre sacó algo de su bolsillo. Al principio pensé que era una moneda, pero debió ser un instrumento mágico dado que lo presionó contra el brazo de Remus, que está lleno de cicatrices, y la cara de Remus se contrajo en dolor y se mordió el labio tan fuerte que sangró. Luego su padre le dijo algo y se fueron de la estación.

El rostro de la profesora McGonagall estaba muy pálido, pero su expresión no cambió. Cuando habló, sin embargo, su voz era ronca: — ¿Está completamente seguro de esto, señor Black?

— Sí, señora.

La profesora McGonagall suspiró y frotó su frente: — En ese caso, creo que no hay daño alguno en que les cuente que Madame Pomfrey ya me ha informado de sus sospechas de abuso. He tratado de hablar con el señor Lupin sobre ello pero es...inútil...discutir el hecho.

Sirius hizo una mueca ante ello. Sabía muy bien como se manifestaba la falta de disposición de Remus para hablar. McGonagall les dio una pequeña sonrisa cuando lo vio y asintió un poco.

— Espero que entiendan que sin una prueba irrevocable del abuso nos es imposible tanto para nosotros, como para el Ministro el impedir a Remus ir a casa si su padre y él lo desean.

— Hay pruebas— Insistió Sirius— Su cuerpo está repleto de cicatrices.

— ¿Qué hay de su madre? — Agregó James— Sabemos que está enferma debido a que él va a visitarla cada mes, pero ¿No podría hacer algo si le decimos lo que sucede? ¿Ella podría saberlo?

— Señor Potter...— Ella se detuvo unos momentos, viendo sus rostros— ¿Me prometen que lo que se diga en esta habitación no saldrá?

— Por supuesto, señora— Dijeron al tiempo Sirius y James.

— Incluso las cicatrices en el cuerpo de Remus no podrían ser suficiente para probar algo. Remus tuvo un...accidente cuando era joven. El mismo accidente que hirió gravemente a su madre. Y le quedaron muchas cicatrices. Sería muy difícil el probar que todas no vienen de ello. Especialmente si Remus niega el abuso.

Sirius pensaba duramente. ¿Qué accidente tan terrible podría dejar tantas cicatrices?

— Pero algunas son nuevas— Intervino James— Las heridas, me refiero.

— Puedo asegurarle, señor Potter, que si esto se llevará a un juzgado, en el caso de que el padre de Remus en verdad abuse de él, cosa que aún no podemos probar, él se encargaría de que no existiesen pruebas del abuso. Y me temó que la madre de Remus no está en condición alguna para tomar decisiones importantes de ningún tipo.

— Entonces ¡¿Qué demonios podemos hacer?! — Explotó Sirius— ¡No podemos solo dejarlo!

— Lenguaje, señor Black— Le contestó la profesora McGonagall severamente— He hablado con todos los profesores del señor Lupin, tenemos los ojos abiertos. Y creo que Neil Anders, aunque ahora sea técnicamente un ex profesor ha de alguna forma establecido contacto con Remus, así como ustedes lo han hecho, y le escribe regularmente. Está al tanto de la situación y tal vez sea capaz de persuadir a Remus para que denuncié a su padre.

— ¿El profesor Anders? — Preguntó Sirius con incredulidad— ¿Es él a quien Remus escribe?

— Por supuesto. Ahora, caballeros, consideró que es pasado su toque de queda y es momento de que regresen a sus habitaciones.

— Pero...

— Eso no fue una petición, señor Black.

Gruñendo, Sirius y James se pusieron de pie y caminaron a la puerta. Mientras James la abría oyeron la voz de la profesora McGonagall:

— ¿Saben que son los únicos amigos que tiene aparte de Anders?

— Sí, señora— Respondió Sirius— Y es por ello que deseamos ayudarle.

— El señor Lupin tiene un pasado difícil. Confió en que si decide compartir...algunos aspectos con ustedes, lo van a seguir tratando con el mismo cuidado y dignidad que merece.

— Por supuesto— Respondieron juntos.

— No podría haber escogido amigos más leales.

Sirius sintió su corazón encogerse ante aquellas palabras. Él y James se fueron sin contestar.

— ¿Qué significa todo esto? — Susurró James mientras volvían al dormitorio.

— No tengo la menor idea.

— Es solo...

— ¡ESTUDIANTES FUERA DE LA CAMA, ESTUDIANTES FUERA DE LA CAMA!

Los dos niños saltaron ante la voz gritona y giraron para ver a Peeves el poltergeist sentado cruzado de piernas en el aire.

— ¡Ooh! — Se burló— ¡Peeves ama encontrar estudiantes fuera de la cama! ¡Especialmente a los traviesos, traviesos como Black y Potter! ¡Filch estará tan molesto! ¡ESTUDIANTES FUERA DE LA CAMA! ¡ESTUDIANTES FUERA DE LA CAMA!

Sirius y James giraron y huyeron por el corredor, maldiciendo mientras James desenvolvía la capa de invisibilidad que habían olvidado ponerse al salir del despacho de McGonagall. Oyeron pisadas apresuradas detrás y giraron por una esquina. El pie de James se deslizo, por lo que se agarró del borde de un inmenso espejo para prevenir terminar en el suelo. Hubo un ruidoso crack en el espejo mientras se caía para revelar un pasaje secreto.

— ¡Adentro! — Indicó Sirius, agarrando la mano de James y empujándolo mientras el otro solo veía el pasaje asombrado. Puso el espejo para cubrirlos justo cuando los pasos se oían por la esquina. Se quedaron en silencio sepulcral unos momentos mientras los pasos continuaban su camino, seguidos por la presencia de Peeves.

Esperaron a que todo quedará en silencio antes de volver a respirar cómodamente.

— Bueno, eso estuvo cerca— Comentó James sin aliento.

— Sí. Lumos— Sirius examinó el polvoriento pasaje lleno de telarañas— Creo que es brillante el que siempre te tropieces con pasajes secretos cada que Filch te persigue. Deberíamos mandártelo más seguido.

— Me pregunto a dónde va— Dijo James, ignorando el comentario.

— Bueno, va en la misma que la bruja jorobada— Señaló Sirius— ¿Tal vez a Hogsmeade? — Empezaron a caminar por el viejo pasaje, levantando sus varitas luminosas sobre sus cabezas— Se ve un tanto viejo y ruinoso.

— Esto lo hace es sexto pasaje que hemos encontrado— La voz de James rebosaba emoción— Sin contar las cocinas. Deberíamos hacer un mapa de esto. Un mapa secreto que solo nosotros podamos leer.

— Huh— Dijo Sirius— No creo que seamos lo suficientemente buenos en hechizos para eso todavía.

— Yo apuesto a que Remus sabe algunos.

Sirius sonrió: — Sí, es probable, con todos los libros que se ha leído.

Fue una caminata cansina por todo el pasaje, y ya tenían pensado regresar cuando llegaron a una pared.

— Solo lleva a una pared de ladrillo— Anunció Sirius con decepción.

James mantuvo su varita frente a él y examinó la pared. Luego soltó una carcajada: — ¡Es una copia de la que hay en el callejón Diagon! — Presionó la varita en los mismos ladrillos que se necesitaban para abrir el callejón Diagon y hubo una lluvia de polvo mientras los ladrillos cambiaban hasta que se encontraron a sí mismos de cara a un callejón oscuro detrás de las Tres Escobas en Hogsmeade.

— Amigo, eres un verdadero genio— Murmuró Sirius, viendo las bolsas de basura frente a ellos— Yo nunca lo hubiese notado.

James sonrió y se encogió de hombros.

— Deberíamos irnos ahora, sin embargo— Dijo Sirius con arrepentimiento— Debemos ir a ver cómo está Remus.

— Sí— Contesto James, rodando los ojos y dándole a Sirius una mirada entre sorprendida y exasperada— Venga, vámonos antes de que explotes de preocupación.

Se movieron de la entrada y volvieron por el pasaje para volver a entrar a Hogwarts.

***

Unos días después de la charla con la profesora McGonagall, un artículo salió en el diario El Profeta sobre un ataque en la pequeña ciudad de Devon por los seguidores del mago tenebroso en ascenso, Lord Voldemort. Las cosas terribles que se le habían hecho a tanto magos como muggles que vivían en el lugar fueron un shock para la comunidad mágica entera y restricciones aún más severas fueron puestas en Hogwarts para que fuera difícil el escaparse.

Sirius, James y Peter no podían pensar en nada para lidiar con el abuso que sufría Remus, especialmente desde que las manos de la profesora McGonagall parecían atadas. Se mantuvieron en silencio cuando Remus preguntó la razón de su excursión nocturna, y sintieron alivio cuando se recuperó pronto de sus heridas. Mataba a Sirius el que solo pudieran esperar angustiados por el siguiente mes cuando saldría silenciosamente de su dormitorio otra vez con su capa de salida luciendo pálido y enfermo.

Cuando nada más fue escuchado sobre Voldemort o sus seguidores por los siguientes meses, las restricciones gradualmente disminuyeron.

Los bromistas de Gryffindor eran ágiles para escurrirse después de las clases para comenzar a cocinar su poción en una alcoba secreta detrás de la estatua de un goblin en el tercer piso. Era un lugar donde nadie los molestaría, lo cual era necesario dado que si hacían algo mal en la receta de la poción podría volverse "volátil". Una vez Remus les explicó a los otros que significaba "volátil", tanto él como Peter fueron vetados para acercarse al caldero mientras Sirius y James trabajaban.

— No se ofendan, chicos, pero ustedes harían volar un caldero de solo mirarlo. Especialmente Peter— James les dijo en lo que obviamente era un tono amigable. Midió la cantidad exacta de ojos de escarabajos y los puso en la poción.

— Pero esto es aburrido— Se quejó Peter— Remus y yo también queremos divertirnos, y verlos a ustedes dos preparar una poción ilegal sin nosotros no cuenta.

— Bueno, ya que los prefectos no cuelgan sobre nosotros como buitres— Empezó Sirius— Podríamos tratar el nuevo pasaje que descubrimos e ir a Hogsmeade. Debo comprar más bombas fétidas de cualquier manera.

— No lo sé— Respondió Remus— ¿Qué hay de este tipo Lord Voldemort? Se supone que es muy peligroso.

Sirius levantó la mirada desde su tabla para picar a donde Remus y Peter se sentaban en lo más recóndito de la alcoba. La cara de Peter se iluminó ante la idea de ir a Hogsmeade, pero la de Remus estaba manchada con preocupación.

— No dejaremos que nada te suceda, Rem— Sintió una ola de afección salir de su pecho mientras veía aquellos ojos ambarinos salir del pesado libro de Transformaciones que leía.

— Y lo sé, pero...

— Venga, Remus— Intervino Peter— Será divertido.

— James, ¿No crees que deberíamos hacer esto hasta que Voldemort sea capturado? — Apeló Remus.

James parecía estar pelando consigo mismo, pensó Sirius sospechando de su complejo de culpabilidad y aquella vena rebelde que lo obligaba a estar en desacuerdo con Remus a pesar de todo lo que le había hecho más que por una verdadera preocupación con la amenaza inminente de Lord Voldemort. Eventualmente dijo: — ¿Qué si mejor prometemos no ir a un lugar riesgoso? Solo a Zonko y posiblemente a Honeydukes para luego volver.

Remus se encogió de hombros, su mirada baja: — Está bien. Si todos ustedes quieren hacerlo.

— ¿Por qué te preocupa tanto? — Le preguntó Sirius, alejándose del caldero para arrodillarse frente a Remus.

— Yo solo...— Remus evitó la mirada de Sirius— Algunas cosas...personas...son demasiado poderosas y tú piensas que puedes enfrentárteles cuando en realidad no es así. Tomas un riesgo estúpido c-como salir de noche o-o-o bajo un pasaje secreto e ilegal y algo terrible sucede y deseas fervientemente el nunca haberlo hecho, ¿Sabes?

Hubo un silencio entre ellos por unos segundos y Sirius supo que James también recordaba el incidente del que les comentó McGonagall, ese que dejó las cicatrices a Remus. También sabía que este pequeño vistazo a la infancia sombría de Remus era lo que podía esconder las luces de muchos secretos del niño.

— Remus...— Se detuvo, seguro de lo que iba a decir pero sin saber cómo iniciar— Si vas por toda tu vida nunca tomando riesgos entonces jamás harás algo. ¿No ves eso? No puedes vivir tu vida evitando todo lo que signifique un peligro solo por el hecho de que podría terminar mal. ¿Dónde está la diversión en ello?

Remus no dijo nada. Tampoco levanto la cabeza. Su cabello arenoso había caído hacía delante de manera que Sirius no veía su rostro.

— ¿Remus? — Sirius se inclinó y le quitó unos mechones de cabello a Remus para que pudiera ver su rostro— No iremos si tú no quieres.

Ojos dudosos se levantaron para encontrarse con los de Sirius y Remus suspiró, su media sonrisa partiendo desde las comisuras de sus labios mientras veía a Sirius con una expresión enternecedora: — ¿Por qué tan serio, Sirius?

James y Peter gruñeron y la sonrisa de Remus siguió creciendo: — Olvídenlo. Iremos. Ustedes están en lo cierto, es horrible el nunca tener nada divertido que hacer. Mi merodeador interno moriría de aburrimiento.

— ¿Tú qué? — Le preguntó Peter.

— Mi merodeador interno. Se interpone a mi sentido común y me ayuda a hacer cosas malas.

Los otros tres rieron: — ¿Tú? ¿Hacer cosas malas? — James parecía incrédulo.

— Solo tú serías capaz de ponerle nombre— Le dijo Sirius, acercando sus manos para revolverle el cabello hasta que Remus se las quitó de encima.

— Yo también tengo uno— Anunció Peter.

— Sirius no— Les explicó James con una sonrisa— Él tiene un Merodeador externo y un Sentido Común interno que siempre trata desesperadamente de salir a flote.

— Suena más a una descripción para ustedes dos— Comentó Remus juguetonamente.

— Bien, ¿Y entonces? — Les dijo Sirius — Ser un Merodeador es divertido más que ser una persona normal.

— Más divertido— Le corrigió Remus.

— ¡Exacto! — Sirius gesticuló ampliamente— Somos Los Merodeadores y es nuestro deber el causar tanta locura y problemas en esta escuela como sea posible. Es prácticamente un llamado.

— Una vocación— Agregó Remus, su sonrisa en el máximo esplendor.

— ¿Una qué? — Indagó Peter.

— Vocación.

Hubo un pequeño silencio.

— Sí — Dijo James eventualmente— Es como una de esas galletas.

— ¡Sí! — Apoyó Sirius enfáticamente.

— ¡Sí! — Exclamó Peter.

— ¡Sí! — Volvió a decir James.

Hubo otra pequeña pausa.

— Ustedes no saben lo que es una vocación ¿Cierto? — Les preguntó Remus rodeando los ojos.

***

Planearon su viaje a Hogsmeade para el último día de Noviembre. La poción estaba lista y necesitaba calentarse por dos semanas antes de que pudieran usarla, así que tenían tiempo libre para poder gastar. Emprendieron el camino por el túnel en la tarde de un Domingo.

Emergieron por el corredor detrás de Las Tres Escobas y se dirigieron a Zonko. Era un fin de semana tranquilo en Hogsmeade y ellos eran los únicos en la tienda mientras que caminaban alrededor de los estantes en un estado de maravilla.

— Mucho que comprar y muy poco dinero con el cual hacerlo— Se quejó Sirius, viendo largamente desde un proyectil de moco volador hasta una botella de hongos del pie brotantes.

— Ya sé a lo que te refieres— Concordó James, sus brazos cargados de cosas.

— Yo ya he gastado todo mi dinero— Informó Peter— No obtengo tanto como ustedes chicos.

— ¿Has gastado también el tuyo? — Le preguntó Sirius a Remus, viendo que sus brazos estaban vacíos.

— A mí no me dan nada— Remus puso sus manos en sus bolsillos, tratando de lucir como si no le importará.

Sirius se quedó mirándolo: — ¿No recibes nada?

— Bueno, dos veces al año sacó galeones de una cuenta que mi...un familiar me ha dejado. Pero usualmente lo gastó en pergaminos y tinta para la escuela.

— Pero ¿Qué hay de tus padres?

— Nosotros n-no tenemos mucho dinero— Era obvio que lo que más deseaba era no haber dicho nada.

— ¿Por qué no nos lo dijiste? — Demandó Sirius.

— ¿Para qué? ¿De forma que ustedes p-p-pudieran darme algo del suyo? No soy un caso de caridad.

— No sería caridad, Remus. Es amistad. Es lo que los amigos hacen.

Remus se veía dudoso por unos momentos, como siempre que sacaban a relucir el concepto de "Lo que hacen los amigos" en una conversación, luego negó: — De todas formas no quiero dinero.

— Basura. Amas el chocolate. Y apuesto a que matarías por algo de Honeydukes— Señaló James— Te compraremos un poco. Te lo debemos por haberte obligado a venir.

— No me obligaron a venir, lo hice por mi cuen...

Remus se detuvo cuando una serie de sonidos fuertes llegaron de afuera. Los cuatro se acercaron a una puerta y se asomaron para ver. Parados en la mitad de la calle principal de Hogsmeade había un grupo de doce figuras en ropa negra. Sirius sintió su corazón hundirse en miedo cuando uno de ellos giró y pudo ver que llevaban máscaras plateadas de esqueleto.

— ¡Merlín! — James se alejó, su cara pálida de miedo— Saben que son, ¿Cierto?

Hubo un gritó roto y dos mujeres fueron sacadas mediante un encantamiento de Las Tres Escobas al final del camino. Las figuras vestidas de negro reían. Dos de ellos le lanzaron a las mujeres un hechizo recitando la palabra "¡crucio!" y las mujeres empezaron a gritar cada vez más fuerte, sus miembros temblando y moviéndose como si tuviesen espasmos.

— ¿Acaso están locos? —Los cuatro giraron para ver a un viejo hombre que se escondía tras el mostrador— ¡Aléjense de la maltita ventana! Pronto, vayan por la puerta de atrás y corran lo más rápido que puedan de regreso a Hogwarts.

Sirius, muerto de miedo, sintió una mano en su espalda que lo empujó adelante: — ¡Vámonos, idiotas! — Remus los empujó hasta la puerta trasera detrás del mostrador.

— ¡Rápido! — Les dijo el hombre, apresurándolos a salir, y mandando aterradas miradas sobre su hombro— Ustedes niños no deberían estar aquí en lo absoluto.

Los gritos de las mujeres en la calle eran ahora acompañados por otros. Tanto masculinos como femeninos.

Sirius sintió sus piernas ponerse en acción. De repente, todos estaban en la pequeña calle detrás de la tienda y corrían como el demonio, escondiéndose en callejones, sus respiraciones tan erráticas que parecía que sollozaban, pero la verdad estaban demasiado sorprendidos para llorar.

— ¡Rá...pido! — Jadeó Sirius, sus pulmones en fuego.

Hubo cuatro sonidos de apariciones del callejón que acababan de pasar y Peter dejó salir un grito de terror mientras seguían corriendo. Dejó salir otro grito, está vez, de dolor y Sirius giró para verlo con horror. Peter colgaba por su túnica en mitad del aire, justo entre cuatro figuras oscuras que se reían.

— ¡Pete! — Chilló James, atrayendo la atención a ellos.

— ¿Huyendo? — Dijo uno, su voz sorprendida— Pero puedo ver que son de Gryffindor. ¿No se supone que sean valientes?

Sirius, James y Remus se quedaron congelados viendo a su amigo sollozante, suspendido en el aire sobre ellos.

— ¡D-d-déjalo ir! — Logró clamar James, tratando de sacar su varita.

— Buen intento— Otro de los vestidos en negro le dijo— Ahora dilo sin tartamudear. ¡Crucio!

Peter empezó a retorcerse, gritar y jadear justo como las mujeres de la calle habían hecho. Un poco de sangre bajo de por su nariz.

James convoco el hechizo de piernas tambaleantes, pero uno de los vestidos de negro lo desvió como si fuera una mosca. Dejó salir una carcajada: — ¿Es esto lo mejor que tiene el gran Dumbledore para enseñarles?

Bajó brevemente la varita y Peter quedó colgando mientras temblaba un poco antes de que volviera a levantarla y los gritos comenzaran de nuevo.

Una mancha de rubio arena se movió al lado de Sirius. No fue consciente de lo que sucedía hasta que el tipo de negro que torturaba a Peter cayó en sus rodillas mientras sujetaba su parte baja de la misma manera en que Malfoy lo había hecho ese día en las mazmorras. La sangre salía de su máscara, nariz claramente rota y varita en el suelo. Peter cayó del aire con un fuerte golpe en el frio suelo que lo dejó jadeante.

Antes de que los otros capas negras pudieran reaccionar, uno de ellos estaban contra la pared, su cabeza golpeando al muro y dejándolo caer inconsciente.

Remus dudó y Sirius vio a los otros dos sacar sus varitas.

— ¡REMUS!

Remus rodó, esquivando uno de los hechizos con una velocidad sobre humana, pero siendo golpeado por el otro. Sirius vio que le dio un corte profundo en el costado y la sangre que empezaba a emanar de él. Uno de los capas negras dejó salir un grito de triunfo y no estuvo listo cuando Remus se le abalanzo, agarrando su cabeza y estrellándola contra el pavimento una y otra vez hasta que quedó inconsciente.

El último capa negra iba a lanzar un hechizo, pero está vez, Sirius estaba listo y su terror por sus amigos le hizo acordarse de un conjuro que Remus le había enseñado en un libro de DCAO de cuarto año.

— ¡Petrificus totalus! — Gritó, golpeando al hombre por atrás. Todos los miembros del hombre se tensionaron antes de que colapsará contra el suelo.

Sirius se apuró para llegar a dónde estaba Remus, pero el niño se levantó solo, chorreando sangre: — Deprisa, s-síganme— Soltó.

— ¿Qué hay de Pete? — Preguntó James, señalando a su amigo que también parecía estar desmayado.

Remus se agachó y lo cargó. Sirius y James se quedaron parados con la boca abierta al ver como se echaba a Peter al hombro como si pesará lo mismo que una maleta.

— ¡Dense prisa, maldita sea! — Les gritó mientras volvía a correr por la calle, la cabeza de Peter balanceándose en su espalda. Sirius y James intercambiaron miradas rápidas, luego se lanzaron tras ellos.

— ¿A...dónde...vamos? — Sirius jadeaba tras Remus mientras esquivaban otra esquina.

— No...podemos...v-volver...por el centro...otra vez— Respondió Remus, mirando sobre su hombro.

— ¿A...dónde diablos...vamos...entonces? — Demandó James.

— A la cabaña de los gritos.

¿Qué? — James y Sirius casi tropiezan por la sorpresa.

— ¡Corran idiotas!

Empezaron de nuevo, desesperados por poner tanto espacio como pudiesen entre ellos y sus atacantes como fuera posible.

— ¡¿La maldita...cabaña...de los...gritos?! — Sirius exclamó a la vez que corrían. Terminaron de rodear las últimas casas que les quedaban y Sirius vio que estaban, definitivamente, a una corta distancia de donde la cabaña de los gritos se alzaba en su colina— ¡Está embrujada!

— Confía...en mí— Dijo Remus. Y eso fue todo. Pero Sirius y James le obedecieron porque era el único que parecía tener las cosas bajo control, y era el único que sangraba por una herida profunda en el costado y cargaba a un chico que pesaba el doble que él en un hombro mientras seguía corriendo.

Bajaron la velocidad a medida que alcanzaban la colina y Sirius pensó que moriría por el dolor de sus pulmones. Cada respiró que tomaba hacía que ardieran dolorosamente. Parecía que hubiese pasado un año antes de que alcanzaran la puerta de la desvencijada casa. Se veía aún más terrorífica de cerca. Más vieja, abandonada y oscura.

La puerta a duras penas se mantenía en los goznes, pero Remus gritó "Alohomora" y la tiró al piso para poder ingresar.

— Entren— Remus jadeaba y James y Sirius se apresuraron para seguirlo. Remus puso la puerta tras ellos y quedaron sumidos en la oscuridad.

— Merlín y Mordred— Susurró James. Parecía una especie de oración.

Hubo un pequeño ¡tumb! Y alguien susurró "Lumos" que venía de la dirección de Remus y toda la habitación fue iluminada. Peter descansaba a sus pies y Remus estaba pálido y sudoroso, agarrando su costado sangrante.

— Peter está bien. Solo se desmayó, creo.

— Merlín, Merlín, estamos en un serio problema— Gimió James.

— Estamos vivos ¿O no? — Remus explotó, fulminando a James— Solo denme un momento para descansar— Se dejó caer de rodillas, palideciendo aún más.

— Dios, Rem— Susurró Sirius, cayendo de rodillas a su lado y tratando de apartar la mirada de su herida sangrante— Por favor no te mueras. Porfavorporfavor.

Remus le dedicó una débil sonrisa mientras apretaba más fuerte su costado: — No lo haré. He tenido peores.

— ¿Cuándo? — Insistió Sirius, asustado y enfermo de ver la cantidad de sangre que emanaba de su costado y oscurecía la túnica de Remus.

— No es momento— Remus se puso de pie y se acercó a Peter— Tenemos que volver.

— No podemos— Señaló James— Hay magos tenebrosos afuera por si no lo has notado.

— No por ahí. Usando el pasaje secreto.

— ¿Qué?

— No es momento.

Remus se quitó la mano del costado y fue a recoger a Peter de nuevo.

— No seas estúpido— James le apartó las manos— Estás herido. Sirius y yo lo llevamos.

— Pero...

— Venga, ¿Dónde está el pasaje secreto?

Remus les permitió a James y Sirius cargar a Peter: — Síganme.

Trastabillaron tras él dentro de aquella antigua casa hasta que dieron con un corredor que tenía una escalera que daba al piso de arriba. Todo a su alrededor tenía olores fuertes y metálicos con tonos de algo que parecía animal. Por alguna razón, hizo que el corazón de Sirius martilleara en su pecho. Mientras que él y James arrastraban a Peter cada vez más profundo, casi se resbala, teniendo que sacar una mano para estabilizarse en la pared. Tuvo contacto con algo pegajoso. Saltó y la apartó con prontitud y la vio bajo la luz de la varita de Remus.

Alguien más había usado esa pared para recuperar el equilibrio. Era una huella clara; una huella hecha en vieja y seca sangre que era demasiado pequeña. Una huella de un niño.

— ¡Sirius, date prisa!

Sirius giró para ver a Remus quien le mandaba miradas presurosas a la escalera frente a ellos. Alcanzó una mano para jalar a Sirius y tan cerca, Sirius podía oler la sangre. Era caliente y metálica y Sirius de repente se dio cuenta de lo que olía en la escalera. La mano de Remus era pequeña y Sirius se encontró a sí mismo volviendo a mirar la huella. Remus siguió su mirada.

— Sirius, por favor...— Y su voz se rompió.

— Chicos venga— Rogó James— Pete es un amigo brillante, pero no es un saco de plumas.

Sirius se tambaleo al camino, su mente plagada de imágenes de sangre y sombras de luna y una pequeña y cicatrizada mano. ¿Qué significaba aquello?

Remus los llevó hasta una puerta en la base de las escaleras y luego a través de un túnel tan largo que Sirius pensó que nunca acabaría. Peter parecía cada vez más pesado.

— Esperen aquí unos segundos— Les indicó Remus, a medida que podían ver la luz del día atravesando el final del túnel. Él hizo su camino y salió un poco, sacando uno de sus brazos para presionar algo. Un sonido de ramas del cual Sirius no había sido consciente se detuvo.

— Bien, v-vamos.

Remus salió del túnel con Sirius y James cerca de él, trayendo a Peter. Cuando emergieron y se dieron cuenta donde estaban, caminaron más rápido.

— ¡Santo Godric, es el sauce boxeador! — Gimió James, alejándose lo más rápido que podía. El árbol empezaba a moverse cuando acababan de sacar a Peter— ¿Cómo diablos lo hiciste?

— No es momento— Les repitió Remus— Debemos llegar a la enfermería pronto. Creo que voy a d-desmayarme también.

— Entonces démonos prisa— Apuró Sirius, viéndolo con preocupación.

Remus los guio a la escuela, después por una pequeña y casi imperceptible puerta que los llevó directamente al corredor afuera de la enfermería.

Más preguntas, más preguntas. La mente de Sirius parecía estar carburando y deteniéndose al mismo tiempo.

Lograron llegar a la enfermería antes de que Remus colapsará.

— ¡Ahí están! ¡Gracias a Merlín! — Y entonces la señora Pomfrey estaba ahí y Sirius soltó a Peter antes de dejarse colapsar él mismo al suelo, las lágrimas por fin saliendo.

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