11. El arte de ser doblemente herido
"No quiero aparentar.
Quiero ser realidad.
Mi reflejo no mostró.
Quien soy en realidad"
"Mi reflejo" de Mulán por Christina Aguilera
Nota de autora: Dejemos las cosas claras: El mundo de "Harry Potter" lo creó J.K Rowling, y este fic es de Moonsing. Yo solo traduzco. (PD: ¿Soy la única a la que la canción de verdad le suena a Remus?)
REMUS:
No sé a qué piensa estar jugando, pensó Remus. Sentía la ya familiar mirada quemando detrás de su cabeza a la vez que trataba de mantener su atención en la lección del profesor Anders sobre hechizos para duelos. Se movió en su silla, luchando con su instinto natural de voltear a mirarlo en lo que su lobo interno consideraba una mirada amenazante. Debería acostumbrarse a esto: Llevaban cuatro meses en los cuales Black no se rendía.
Remus solo podía estar agradecido de que Black no hiciera intentos de hablarle. Cada vez que volvía de la enfermería después de su transformación, podía sentir aquellos ojos grises recorrerlo, buscando signos de que lo que Remus había revelado accidentalmente en aquella primera luna llena que ahora parecía muy lejana. Le tomaba cada gota de sus habilidades actorales y su alta resistencia al dolor el poder caminar tranquilamente por los pasillos, sala común y clases en los días que seguían a la luna llena. Sabía que si mostraba el más pequeño indicio de debilidad, la faceta dudosa de Black se rompería y volvería a confrontar a Remus.
Remus era un buen actor. Conocía lo bien que podría engañar a casi todos con sus historias que utilizaba para salvarse de detenciones. Pero también sabía que había muchas otras cosas que no solo con actuación podría ocultar. Black creía que había alguien que lo dañaba en casa, y eso estaba tan cerca de la verdad como para sentirse inseguro. Si Black, con sus penetrantes ojos grises y preguntas imprudentes podía sacarle la verdad a Remus, ¿Qué más podría llegar a saber de él? A pesar de creer firmemente que era solo de Gryffindor, un poco del legado Slytherin de Black se mostraba en sus ojos vivaces, e inteligente y cuidadosa manera de estudiarlo.
Remus temblaba de imaginar lo que Potter, Black y Pettigrew le harían si se enteraran de que compartían un cuarto con un hombre lobo. Lo más probable era que usaran la información para chantajearlo y obligarlo a hacer algo horrible, pero en el peor escenario...
Les dirían a todos. Remus sería expulsado. Le quitarían el trabajo a Dumbledore. Los hombres lobo no tenían derecho a ser educados, y Remus había leído suficientes libros en la biblioteca como para saber qué tan malos eran los prejuicios que tenía el mundo mágico para con su especie. Si llegaba a oídos del ministerio, estaría en verdaderos problemas. Su edad podría jugar algo a su favor, pero lo más seguro era que lo encerraran en una de las reservas para hombres lobo, mucho más si sus compañeros comentaban su aparente inestabilidad mental. También podrían simplemente darlo de baja. Eso era lo que les pasaba a las criaturas más peligrosas y que podían poner en peligro a la comunidad.
Remus se sintió temblar enfermo de pánico. Había pasado tan solo un día desde que Madame Pomfrey le había dado salida de la enfermería, y sus defensas estaban demasiado bajas como para pelear con el dolor de sus heridas. La tormenta que cayó en la noche alteró al lobo, y sus heridas estaban tan mal como en la primera noche de luna llena que pasó en el colegio. El lobo le había hecho un profundo rasguño en la pierna, justo sobre la rodilla. Le había costado toda su fuerza de voluntad el caminar a clases en lugar de cojear.
Sorprendido por la sombra que se alzaba en frente de él, Remus levantó la mirada.
— Señor Lupin, ¿Se encuentra con nosotros? — Preguntó el profesor Anders, parándose frente a él.
— Yo...er
— Le he hecho la misma pregunta tres veces.
Remus casi se rompe el cerebro tratando de recordar cual había sido la pregunta.
Tras unos instantes, el joven auror frunció el ceño y se inclinó para poder estudiar la cara de Remus más de cerca. Remus vio como sus ojos se dirigían a la ventana en donde el cielo nublado aún era visible. Vio como la verdad golpeó al profesor y, no por primera vez, se arrepintió de qué los profesores supieran de su condición.
— Usted no se ve para nada bien, señor Lupin— Le dijo el profesor Anders, su rostro infantil yendo de la duda a la preocupación— ¿Desee ir a ver a Madame Pomfrey?
Remus deseaba más que nada en el mundo una excusa para irse de clases y escapar de aquellos ojos grises que buscaban un lugar por donde pinchar su armadura. Pero también sabía que no podía hacerlo. Irse sería mostrar debilidad, y estaba seguro de que Black extraería sus conclusiones de ahí. Pensó también en la promesa que le había hecho a su madre acerca de ser el mejor en la escuela para llevar buenas notas que la hicieran sentir orgullosa. Era una de las razones por las cuales le pidió a Madame Pomfrey salir rápido.
— No, me encuentro excelente, señor. Solo estaba soñando despierto ¿Podría repetirme la pregunta, por favor?
Anders parecía a punto de protestar, pero se lo pensó mejor: — Le he preguntado si podría hacernos el favor de hacer una demostración del hechizo de piernas temblorosas al señor Longbottom— Señaló a Frank quien estaba parado junto al pizarrón luciendo resignado a su rol como sujeto de prueba.
— Uh, claro. Sí. Solo un momento.
Remus buscó en su memoria el hechizo. Había estado tan perdido en su propio mundo mucho más tiempo de lo que suponía que se daba cuenta de que se había perdido la explicación. Afortunadamente él encontraba el libro de DCAO realmente interesante, y debido a que su padre lo había encerrado en su cuarto todas las vacaciones de verano, había tenido mucho tiempo para estudiarlo.
Se levantó, tratando de no quejarse por el dolor que tenía en la pierna: — Lo lamento Frank.
— Está bien, amigo— Se encogió de hombros y sonrió a Remus— Reúne esa magia.
Remus inspiró profundamente y lanzó el hechizo. Ni siquiera esperaba que funcionará dado que se sentía tan cansado que su visión no dejaba de ser borrosa en los bordes si se movía muy rápido. Para su sorpresa, no obstante, Frank empezó a temblar y se desplomó al suelo en frente de todo el curso como si pensará que sus piernas estaban hechas de gelatina.
— ¡Excelente, señor Lupin! — El profesor le dirigía una sonrisa picarona con una expresión de asombró en su rostro— Espero que todos hayan tomado nota del movimiento preciso de la varita. Un hechizo no se trata de pronunciar bien las palabras, es más del movimiento que realicen. ¡Finite incantatem! — Frank dejó de temblar— Pueden tomar asiento los dos.
Remus se sentó en con alivió, determinado a prestar atención a lo que faltaba de la clase. El tiempo pasaba lento y Remus casi lloró de alivio cuando Anders les indicó que podían empacar e irse. Mientras que los estudiantes salían de camino al comedor, sin embargo, Remus sintió una mano en su brazo, prohibiéndole la salida. Trató de no contraerse en dolor cuando la mano, aunque delicada y con agarre suave, se presionó sobre una fea herida que tenía en el brazo.
— Un momento por favor, señor Lupin.
Remus vio anhelante la puerta y notó como Black se quedaba afuera con Potter, ambos viéndolo curiosamente. En balanza le parecía mejor lidiar con las preguntas de Anders que las de ellos. Asintió a su profesor.
— ¡Ya pueden irse caballeros! — El profesor Anders les dijo a Black y Potter, cerrando la puerta y moviendo su muñeca para convocar un hechizo silenciador.
— Tienes amigos muy chismosos— Le dijo a Remus mientras se sentaba detrás de su escritorio— Toma asiento.
Remus obedeció con nerviosismo acomodándose en una de las sillas al frente del salón: — Ellos no son mis amigos.
— ¿No? — Preguntó Anders. Miró a Remus, su expresión en calma— ¿Quiénes son tus amigos?
Remus bajó la mirada y vio la mesa: — Uh...no tengo.
— ¿Por qué? ¿Temes que se enteren de tu secreto?
Remus no sabía que contestar. No podía sostenerle la mirada. Se quedó mirando el manchado escritorio y negó.
— ¿Entonces?
— Yo, bueno, yo n-no deseo que ellos se enteren, por supuesto— Dijo Remus, sonrojándose y dirigiendo una mirada al cielo nublado de afuera— Pero, esa no es la razón por la cual no tengo amigos.
— Bueno ¿Cuál es el motivo?
— ¡No lo sé! — Remus se dio cuenta de que aquí, finalmente, había alguien que podría decirle que estaba mal en él— He intentado ser amable con las personas, pero todos piensan que estoy loco y me llaman l-lunático. O incluso cuando no me odian solo s-sienten pena por mí debido a que no tengo amigos, pero no tengo ningún amigo porque nadie quiere ser mi amigo. Por favor, ¿Qué está mal en mí?
— Remus, debes darte cuenta de que debido a tu maldición y las cosas por las cuales has pasado en tu vida, te presentas al mundo en una manera distinta a la de los chicos de tu edad. Ves las cosas como lo hacen los adultos. No tienes ilusiones con respecto a la justicia o el lado oscuro de la magia. Un chico ordinario de once años no tiene nada de qué preocuparse salvo a que casa va a ir, o lo que sus compañeros puedan pensar de él. Son veloces en juzgar y apartan a todos los que consideran diferentes.
— ¡Pero yo no sé cómo comportarme igual que ellos! — Remus estrelló sus puños en la mesa con frustración. El escritorio se dobló y su puño izquierdo logró atravesarlo— P-perdón— Susurró, mortificado. Fuerza sobrehumana: Otra cosa que lo hacía diferente. Animal. Bestia.
— Está bien, Remus, está bien— Lo tranquilizó el profesor Anders. No se veía atemorizado o disgustado, solo triste— Y no deberías pretender ser como ellos— Se levantó y se acercó a Remus, moviendo la varita con prontitud— Reparo— El escritorio se arregló— Black se la pasa todo el tiempo mirándote— Continuó— Es por eso que pensé que era tu amigo.
Remus se apresuró a negar: — Compartimos dormitorio. Un día vio una de mis...uh...c-cicatrices y otras cosas. Piensa que alguien en mi casa m-me golpea.
— ¿Debido a qué piensa eso? — Le preguntó el Profesor Anders, frunciendo el ceño.
— Les dije que me voy a casa a visitar a mi m-mamá enferma durante los días de luna llena. Fue fácil para él formarse esa idea, supongo.
El silencio llenó el cuarto y Remus veía que Anders trataba de idear algo que decir con respecto a ese nuevo dato, pero sin revelar su licantropía, no había mucho que hacer.
— Me he esforzado para ocultar mis heridas de ellos— Le explicó Remus— Y por eso decidí no irme de clase.
— Así qué ¿No estás bien? Y todavía lograste realizar un hechizo perfecto de piernas temblorosas. Vaya proeza, señor Lupin.
Remus sonrió, inclinando su cabeza: — Gracias.
— Tus padres van a estar orgullosos de ti.
— Mi madre está muerta.
— Lamentó oír eso. Tu padre, entonces.
Remus sintió como aquella risa histérica que lo había poseído el día de la estación con la madre de Potter trataba de dominarlo y se levantó con prisa antes de que escapará: — Creo que prefiero irme a la enfermería, ahora— Murmuró y fue a la puerta tan rápido como su pierna herida se lo permitía.
— ¡Señor Lupin! — El tono seco le hizo detenerse y girar para observarlo sobre su hombro— No hay nadie abusando de usted en su casa ¿Cierto?
El corazón de Remus latió con temor. Su padre se encargaría de matarlo si alguien se enteraba: — Solo el lobo, señor. Es quien siempre me lastima a dónde quiera que voy— No pudo evitar sorprenderse de lo calmada que salió su voz. Se giró y salió del cuarto antes de que Anders le dijera algo más. Le fue imposible contener la risa que salió de sus labios al ver lo irónico de su situación. En el caso de Black, usaba las golpizas de su padre para ocultar la licantropía y en el de Anders, usaba la licantropía para ocultar las golpizas de su padre.
Apuró el paso a la torre de Gryffindor, ya no importándole el que cojeara, incapaz de soportar la riña que le darían si volvía a la enfermería. No se dio cuenta de las dos figuras pelinegras que lo veían escondidos en el corredor, admirándolo en sorpresa.
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