8. Los Cadetes de Gascuña
Los Cadetes de Gascuña, con Carbon su Capitán. Luchadores, mentirosos, nobles, firmes, valerosos .
Así son Los Cadetes de Gascuña, con Carbon su Capitán.
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-Grrrr… ¡qué tarde nos ha dejado salir ese Carbon del cuartel!
Gruñía Cyrano en cuanto pisaba la calle fuera de su cuartel, Christian salió a unos pasos de él.
-¿Siempre es así?- le preguntó el joven, acomodándose los rubios cabellos.
-No.- respondió Cyrano sin mirarlo –Normalmente estamos solos para hacer nuestra suprema voluntad, pero a veces al capitán le llega la responsabilidad.
Christian soltó un "Aaaaah…" distraído, no sabía que más decir… no tenía otro tema de conversación con ese hombre (que a cada momento le parecía más extraordinario) aparte de Roxana Robin. Comenzaba a sentirse superado…
"¡Superado por una nariz!" se dijo a sí mismo mentalmente, para restarle importancia al asunto. Así, en silencio, llegaron a donde el camino solo dejaba las opciones de virar hacia la derecha o la izquierda.
-Bien, adiós.
-Hasta mañana.
-¿A dónde vas?
Preguntaron al mismo tiempo, al ver que ambos giraban a la derecha. Cyrano dedicó a Chistian una mirada molesta, y Christian dedicó a Cyrano una mirada confundida.
-Al Palacio de la Ópera.- explicó el muchacho –Quedé de verme con alguien. ¿Y tú?
-Pues…- Cyrano no parecía tan seguro de dar explicaciones -…no precisamente quedé con alguien en el Palacio de la Ópera, pero también voy…
Ambos se miraron en un silencio incómodo.
-Vamos, ¡no quiero que me culpes si llegas tarde!- rompió el silencio Cyrano, echando a andar.
-S… ¡sí!- Christian fue tras él…
…Incluso al caminar le era complicado ir a su paso…
Finalmente, a una calle del Palacio de la Ópera, Christian se sorprendió al ver que su acompañante nuevamente daba una vuelta a la derecha.
-¿A dónde vas?- volvió a preguntar, inocentemente –Se llega a la Ópera por allá.
-Si eres sólo un miembro del público, sí.- respondió Cyrano tranquilamente.
-¿Conoces a la gente que trabaja ahí?- el muchacho no salía de su sorpresa.
-Sin duda. A quienes trasladaron de teatro, principalmente.
-¿Cómo te alcanza el tiempo para tantas cosas?- el interrogatorio del muchacho resultaría molesto, de no ser por el interés legítimo que lo causaba. La clase de interés que Cyrano de Bergerac no podía despreciar.
-No me es permitido perder el tiempo en amoríos con doncellas, caballero.- respondió sombríamente –Ahora, si me disculpas, hasta mañana.
-Hasta… mañana…- se despidió Christian sin prestar mucha atención, acababa de entrar en una profunda disertación sobre la respuesta recibida.
¿Había sido una respuesta indirecta o literal? ¿Quiso decir que dejara de ver a Roxana, o solo que administrara mejor su tiempo? Lo habían enlistado a aquella compañía de Cadetes, y había dedicado gran parte del tiempo en Roxana: viéndola, buscándola, pensándola, soñándola… había soltado muchísimos más suspiros que golpes de espada.
¿En verdad a ese hombre extraordinario le estaban negados los amoríos con cualquier doncella? ¿O en realidad amaba más a las artes que a las mujeres? Aquellos versos… sin duda enamorarían a cualquiera… ¿realmente la nariz era un obstáculo tan grande? Si uno le da más importancia a la imagen de las personas. ¡por supuesto que sí! Entonces: ¿porqué la imagen es tan importante?
Las cavilaciones del muchacho se vieron interrumpidas de pronto al llegar a la Gran Escalera de la Ópera, y encontrar al Vizconde de Chagny sentado en uno de los primeros escalones… casi en las lágrimas…
-¡Raúl!- exclamó el muchacho, corriendo al encuentro de su amigo, se sentó junto a él. .¿Qué sucedió?
-¡Me ha despreciado!- dijo Raúl con angustia, sin mirar al recién llegado, que había puesto la mano sobre su hombro en un gesto de fraternidad.
-¡¿Cristina Daaé?
Cyrano no tardó en encontrar a Canelle, y Canelle no tardó en comenzar a contarle las novedades del día.
-¿Esa que cantaba como gorrioncito cojo?
-¡Sí!- afirmaba rotundamente Canelle -¡Debiste escucharla! ¡Fue lo mejor que he oído en mi vida! Era como… como… como si un Ángel la hubiera poseído y cantara a través de ella!
-¿Un Ángel?- él continuaba escéptico -¡No exageres!
-¡Era como si un mal espíritu la hubiera poseído y hablara a través de ella!- exclamó Raúl exageradamente, después de explicarle a Christian lo sucedido con gestos exagerados de su rostro y manos -¡No era ella, Christian! ¡Esa no era Cristina!
-Puessss… ¡sus razones tendrá!- Christian intentaba consolarlo desesperadamente -¡Yo que sé! ¡Las mujeres son tan complicadas! ¡Difíciles de entender!
-¡Es que no es comprensible semejante cambio en tan poco tiempo!
Canelle guardó silencio, cansada de la incredulidad de su oyente. Miró a su alrededor, para asegurarse de que estaba solos, y se acercó un poco más a él.
-Pues he de decirte…- recomenzó en voz baja -…que una vez la escuché contarle a Meg Giry acerca de un Ángel de la Música.
Cyrano inclinó su oído hacia la chica, para escuchar mejor.
-Dijo que su voz se le aparece cuando está sola, en su camerino, y es quién le ha enseñado a cantar.
-¿Una voz?- preguntó él, con el propósito de asegurarse de que ambos concluían lo mismo.
-¡Sí!- respondió Canelle en un susurro –¡Una voz! Y la voz que escuchamos hace un par de días, al principio no parecía ni remotamente la de un Ángel.
-Y menos de la música.- completó Cyrano también en un murmullo.
Ambos intercambiaron miradas de complicidad, seguramente eran los únicos en el Palacio con tanta información sobre el asunto. Excepto, claro… tan mencionada voz.
Raúl y Christian, por su parte, eran una ciénaga de incertidumbre.
-¡Cristina! ¡Mi dulce Cristina!- continuaban los lamentos del Vizconde -¿Qué ha sido de aquella niña tierna y sonriente con la que compartía historias de noche? ¿Dónde se ha perdido la pequeña Lotte?
Christian no tenía idea de qué hacer para consolar al afligido joven, sabía que si Roxana le faltara, nada podría consolarlo a él.
-¡Vamos, Raúl!- intentando sonar animado, se puso de pie y le extendió la mano a su amigo -¡Debes pensar en otras cosas! Salgamos de aquí.
Raúl miró a su compañero con desgano, pero pensó que no era tan mala idea. Tomó su mano y se levantó.
-Vámonos.- dijo al fin, sonriendo a fuerzas.
Ambos salieron de la Ópera y tomaron un coche, sin ningún destino en particular.
-Una voz de Ángel.- repitió Cyrano, divertido -¡Vaya que la vida es curiosa!
Se comenzó a escuchar alboroto cerca de ellos, siendo la curiosidad más llamativa que la plática, fueron a asomarse.
-¡Cristina Daaé!
-¿Y ahora qué?- preguntó Cyrano con fastidio.
-¡Cristina Daaé ha desaparecido!
-¡¿QUÉ?- exclamó Canelle intempestivamente.
-¡Vaya que es sencillo ese asunto de desaparecer en este Palacio!- concluyó Cyrano con ironía.
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Todo es tan perdedizo en ese Palacio, caray...
¿Y cómo canta un gorrión cojo? Parece que debemos preguntárselo a Susan Kay.
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