28. Noche de máscaras
Dedicado a Gaby. Te extrañamos, nos haces falta... pero la mariposa debía encontrarse con el Ángel de la Música, ¿cierto?
Con la orquesta comenzando a tocar, toda la sociedad Parisina con deseos de presumir su posición baja por la Gran Escalera de la Ópera con sus mejores galas y el rostro cubierto. Algunos más, algunos menos, según el anonimato deseado por cada quien.
Un trío de gatos era notado por la mayoría de quienes entraban, habían sido los primeros en llegar: una joven con vestido rojo y antifaz gatuno del mismo color, el cabello azabache peinado en cuidadosos caireles y siempre a su lado un niñito flaco y moreno con elegantes vestiduras del mismo color llevando en brazos una esponjosa gata blanca con antifaz y capa rojos.
Rechazó la joven a varios caballeros que galantemente le pidieron una pieza, excusándose con que estaba ahí por trabajo y no para bailar. Se concentraba en mirar con ojos bien abiertos a través de los orificios de su antifaz, planeando la crónica que aparecería en La Época al día siguiente.
Su pequeño acompañante, en cambio, no dejaba de bailotear con una gracia natural usando como pareja a la gatita, sólo mesurando su entusiasmo para asegurarse de no perder de vista a su tutora.
-¿Crees que venga?- preguntó Fleur al niño cuando él se detuvo a recuperar el aliento después de dar varias vueltas seguidas.
-¿El Señor Erik?- preguntó bajito Gabriel, no estaba seguro de que estuvieran pensando en la misma persona.
Fleur asintió -Dijo que andaría por aquí para tantear el terreno.
-Creo que no desaprovecharía todas éstas máscaras para pasar desapercibido.- afirmó Gabriel con toda convicción -Espero poder reconocerlo, y verlo al menos una vez sin escondernos.
La joven acarició la cabeza del niño. -Te agrada, ¿verdad?
El niño asintió apenado y para evitar seguir con el tema regresó a su improvisado baile.
Fleur suspiró mirando a su pequeño protegido. No estaba segura de si era bueno o malo que él se estuviera familiarizando tanto con El Fantasma de la Opera.
Las miradas de muchos de los asistentes se posaron en La Gran Escalera al mismo tiempo, al aparecer una joven en un radiante vestido morado con volantes negros que sería la envidia de cualquier cortesana, con el rostro cubierto, excepto por los labios y el mentón, por una máscara de mariposa del mismo color que el vestido con motivos de cristales y pintura brillante. Su cabello castaño y largo caía ligeramente ondulado sobre su espalda y sus hombros.
Gracias a la máscara nadie pudo notar el tremendo sonrojo de la joven al sentir tantas miradas sobre ella. Sintió unos deseos terribles de huir sin discreción alguna, no pertenecía ahí, los de su posición pululaban por los pasillos de los empleados armando su propio festejo.
Ella había tenido que recurrir a uno de los pasajes ocultos para cambiarse de ropa y llegar hasta La Gran Escalera sin ser vista y sintió escalofríos nada más de pensar lo que sus compañeros de trabajo hubieran dicho y hecho al descubrirla en ese estado.
Respiró profundo, no podía huir. De hecho, al pensarlo unos segundos ya no quería huir. Bajó las escaleras despacio, esforzándose en imitar a cuanta Prima Donna recordaba caminando con la cabeza erguida y elegancia. Más miradas se sumaron a las que ya la observaban.
¿Quién era ella? ¿En qué momento había entrado? En la puerta no se le había visto. ¿Y porqué llegaba sola?
-¡Fleur!- dijo Gabriel jalándole la falda a su tutora -Es... ¡es Canelle! ¿Verdad?
La periodista sonrió ampliamente -¡Mira nada más!- exclamó contenta -¡Apenas la reconozco! Debemos ir a saludarla, ¿no crees?
Los gatos rojos atravesaron a la multitud hasta alcanzar a la joven de morado cuando acababa de bajar la escalera, antes de que cualquiera de los caballeros que comenzaban a acercarse se adelantara a pedirle el primer baile, Gabriel se paró frente a ella y la saludó con su candor infantil de siempre.
-¡Hola! ¿Gabriel?- respondió la joven creyendo reconocer al niño, después miró a la joven cerca de él quien la saludaba con una inclinación de cabeza, ella correspondió. Definitivamente eran ellos.
Ayesha soltó un maullido como saludando y Gabriel la cargó lo más cerca que pudo a la cara de Canelle.
-¡Hasta Ayesha piensa que te ves muy linda!- interpretó contento el pequeño.
-Gracias, Ayesha.- dijo bajito la joven, realmente apenada. Suspiró aliviada un momento después, al menos las primeras personas que se acercaban a ella en el baile eran conocidas.
-Fleur, hace tiempo que no te veía.- dijo ya con más confianza -¿Ya no has venido al Palacio?
-Ahm, en realidad sí...- respondió Fleur en tono travieso -...larga historia. Pero dime: ¿porqué vienes sola?
-¡Oh!- exclamó Canelle sacando un papelito de entre los volantes negros de su falda -Ahora que lo mencionas, ¿tú entiendes lo que quiere decir esto?
La periodista tomó el papel que le extendían abierto y lo leyó.
-¿La Mariposa debe buscar al Doctor Peste?- repitió, Canelle la miró interrogante -Es simple, querida, tú eres la mariposa y debes buscar a alguien disfrazado del Doctor Peste.
-¿El Doctor Peste?- preguntó Gabriel un tanto asustado.
-Lo vimos hace un rato, ¿no lo viste tú, Gabriel? Iba vestido de negro y con una máscara blanca que parecía de pájaro con un pico laaargo.- a Fleur se le iluminaron los ojos al asimilar las últimas palabras que acababa de decir -Así que vienes al baile de máscaras con el Señor de Bergerac, ¿eh?
La tramoyista agradeció una vez más que la máscara la cubriera, se sentía de mil tonalidades de rojo -Pues sí.- respondió titubeante.
-¡Pues no pierdas más el tiempo con nosotros y ve a buscarlo!- dijo la periodista con imperativo entusiasmo tomando a la castaña por los hombros y empujándola un poco -¡Venía con un caballero vestido de azul! ¿El Señor Le Bret acaso?
Canelle asintió titubeante, seguramente habían llegado juntos, decidida se fue en la dirección que la periodista le indicaba dándole las gracias.
-¡Vaaaaya! ¿De qué nos perdimos?- farfulló intrigosa la morena.
-Siempre tan curiosa.
Fleur dio un saltito al sorprenderla un susurro junto a su oído, de una voz que ahora le resultaba conocida. Se giró para encontrarse de frente con un caballero alto y delgado, con pantalón negro de terciopelo, camisa blanca de seda y una máscara negra de corte simple y elegante cubriéndole el rostro, resaltando en sus únicos orificios un par de ojos dorados que la miraban con interés.
-¿Erik?- preguntó insegura.
El hombre asintió y extendió su mano galantemente -¿Podemos bailar?
La joven miró indecisa la mano que se le ofrecía, decidiéndose finalmente a tomarla y bailar por primera vez en la noche.
-Es un gran baile, ¿no lo cree?- preguntó Erik con excesiva formalidad.
-Sí, lo es, hay mucha gente luciéndose.- respondió la chica con modales impecables.
Erik sonrió, aunque oculto por la máscara Fleur no pudo notarlo.
-Gabriel, ¿Ayesha se ha portado bien?- preguntó él volteando a ver la niño que los seguía de cerca.
-¡Perfectamente!- respondió Gabriel -Nos estamos divirtiendo, ¿verdad?
Ayesha maulló.
-A media noche, cuando todos se retiren las máscaras, me parece el momento perfecto para mi reaparición pública.- le susurró el Fantasma a su pareja de baile.
-¿Qué planeas?- preguntó Fleur comenzando a preocuparse.
-Nada de lo que tú o Gabriel deban preocuparse, por ahora.- afirmó Erik sereno -Únicamente recordarle a la comunidad de la Ópera que nunca los he dejado solos.
Fleur guardó silencio y continuó bailando, la verdad era que le preocupaba, Erik había estado oculto un tiempo considerable, y reaparecer después de lo de José Buquet podría provocar que lo buscaran con mucho más esfuerzo. ¿Qué pasaría si lo encontraban?
-¡Mire usted! ¡Se me ha ocurrido un pequeño cambio de planes!- interrumpió Erik los pensamientos de la joven, mirando fijamente hacia un costado.
La joven volteó y notó a una pareja besándose. Los reconoció a pesar de los dominós que usaban y su preocupación aumentó exponencialmente. Cristina y Raúl eran algo que definitivamente no esperaba en ese baile.
-Sólo recordarles tu presencia, ¿verdad?- le preguntó a su acompañante tratando de disimular su alarma.
-Así será.- corroboró el caballero, y ambos siguieron bailando en silencio unas piezas más.
Cristina y Raúl se miraron con complicidad al separarse sus labios. Su estadía en el baile había sido tranquila y sin contratiempos. Miró a una adornadísima dama caminando con elegante gracia al lado de un caballero sobriamente ataviado de negro con un antifaz contrastantemente blanco.
-¡La Sorelli!- indicó Cristina bajito.
-¡Hermano!- exclamó Raul sin disimulo.
El Conde de Chagny reconoció inmediatamente la voz de su hermano menor, pero no se hizo para nada aludido.
-Oh, vamos.- dijo la Sorelli -Es tu hermanito, deberías hablar con él.
El Conde hizo una ligera mueca de desaprobación.
-Ni siquiera deben enterarse, háblale como a un conocido cualquiera.- insistió la bailarina haciendo uso de todos sus encantos para convencerlo.
-Tienes razón.- resignado, el Conde Felipe se acercó a los dominós e hizo una formal inclinación -Señora, Señor...- saludó.
-Conde de Chagny.- se adelantó a contestar Cristina, al ver que Raúl estuvo a punto de abrir la boca y seguramente llamaría "hermano" a Felipe -Un placer verlo.
-¿Me permite unas palabras con el caballero?- preguntó el Conde con frialdad.
Cristina asintió y se alejó unos pasos, La Sorelli hizo lo mismo y los hermanos se quedaron relativamente solos.
-Tengo algo que decirte.- atajó el mayor antes de que Raúl pudiera decir nada -Cállate y escucha: Christian falleció en el Sitio de Arras, deberías saberlo, creo que se habían hecho amigos.
-¿Qué? ¿Christian?- balbuceó el chico sin creerlo, de pronto el único amigo que le quedaba estaba muerto. Se quedó en silencio unos segundos. Felipe dio la vuelta para irse al ver enmudecer a su hermano.
-¡Espera!- rogó Raúl al verlo con intenciones de marcharse -¿Y Roxana?
-¿Roxana? ¿Su esposa?- preguntó Felipe, recibiendo una mirada interrogatoria de su hermano
-Es verdad, no sabías que se habían casado... al parecer su luto es tan grande que piensa volverse monja, tanto amaba a su marido la pobre mujer. Adios, Raúl.
Cristina regresó alarmada al lado de su amado al verlo paralizado -¿Qué pasa?- preguntó poniendo una mano en su hombro.
-¡Cristina!- exclamó Raúl quitándose esa mano de encima y tomándola entre las suyas -Quédate aquí, volveré en un rato.
-¿Qué?- preguntó la chica confusa -¿A dónde vas?
-Te lo diré después. Pero es algo que debo hacer ahora mismo.- respondió el muchacho antes de salir corriendo. Tomó uno de los carruajes apostados a la salida de la Ópera y se dirigió a casa de Roxana.
No podía permitir que el engaño siguiera en pie, Roxana no podía recluirse en un convento creyendo muerto al dueño de su amor, porque el dueño de su amor era Cyrano de Bergerac. A menos que realmente Roxana amara a Christian aún sabiendo la verdad, sería injusto que ella pasara sus días encerrada en un convento, pero la verdad no saldría a la luz sola.
En el Palacio, la mariposa buscaba al Doctor Peste acompañado del caballero de azul. Al cruzar un pasillo una mano tomó la suya y la atrajo hacia sí, en un segundo la mariposa morada estaba a unos centímetros de un antifaz azul rey con los bordes en gajos.
-¿Le Bret?- preguntó la joven al reconocer la sonrisa enmarcada por una impecable barba y la cola de caballo azabache descansando sobre el hombro de la casaca azul.
-¿Acerté a tu talla?- preguntó el caballero con encantadora sonrisa -Sólo de vista no es tan fácil.
Canelle sonrió, adivinando que ya tenía cierta experiencia "acertando tallas" femeninas -Te lo agradezco mucho.- dijo sincera.
-Que me permitas mirarte y bailar una pieza es suficiente agradecimiento para mi.- agregó Le Bret comenzando a bailar con las manos de la joven entre las suyas.
-¡No sé bailar!- exclamó Canelle tratando de imitarlo.
-Es fácil, sígueme.- indicó Le Bret guiñándole un ojo -Pie derecho a la derecha y lo alcanzas con el izquierdo... ahora al revés...
Torpemente la chica lo imitó, sintiéndose bastante tonta, aunque a media pieza comenzó a sentirse segura.
-Es sencillo, ¿no crees?- preguntó el moreno sonriendo, al verla tan concentrada -Puedes hacer el mismo paso toda la noche y decir que puedes bailar, mientras tu vestido llegue la suelo nadie notará tus pies.
-Esa debe ser una de las ventajas de vestir como mujer.- se burló Canelle.
-Eres una dama, es un buen momento para que lo recuerdes.- agregó Le Bret con seriedad -Cyrano te espera dos balcones a la derecha, me pidió que te esperara para decírtelo.
La máscara ocultó una vez más el sonrojo de la chica que bajó la mirada en silencio hasta que la canción terminó.
-Gracias por el baile, pero ahora debes irte.- dijo el caballero soltándola.
Canelle lo miró unos momentos como pidiéndole más tiempo, pero finalmente asintió, dio las gracias y se alejó, mientras Le Bret alejaba a punta de miradas asesinas a todos los que se habían acercado furtivamente al terminarse la canción.
-¿Me disculpa usted? Debo continuar con mis investigaciones.
-Por supuesto, Erik, yo también tengo trabajo.- respondió Fleur con una elegante reverencia como despedida.
-Hasta luego, Gabriel.- se despidió del niño quien con algo de tristeza se despidió también.
-Tenemos trabajo, pequeño.- indicó Fleur cuando perdieron de vista al El Fantasma de la Ópera confundiéndose entre la concurrencia, señalando hacia Cristina que se había quedado sola recargada en un muro -No te muevas de aquí y no me pierdas de vista, de cualquier manera haré todo lo posible por no cambiar de lugar, ¿sí?
-¡Sí!- respondió el niño comprendiendo -Vamos, Ayesha, ¿quieres seguir bailando?
La periodista sonrió y se acercó con disimulo hasta Cristina.
-Qué pena que la naciente estrella de la ópera, Cristina Daaé, no esté aquí para cantarnos algo, ¿cierto? Tendremos que soportar sólo a La Carlota.- saludó fingiendo la voz.
Cristina torció los labios. ¿Quién era esa tipa? ¿Porqué chismorreaba sobre asuntos de la Ópera? ¿Porqué chismorreaba sobre ella? ¡No tenía ningún derecho, no sabía nada! Pero debía mantener el anonimato.
-Sí, una pena.- respondió cortante, esperando que la intrusa comprendiera que no quería tenerla cerca.
-¿Lo ha escuchado? ¡Qué escándalo! Se fugó con el Vizconde Raúl de Chagny.- continuó Fleur con la farsa -O más bien, ex Vizconde. Qué lástima, no habría problema de que te desheredaran si fueras a casarte con una futura estrella de la Ópera, pero ya que han desaparecido los dos, quién sabe que destino les depare a los pobrecillos.
-¿Pobrecillos?- preguntó Cristina apenas conteniéndose -¡Se aman! Siempre se tendrán uno al otro. Y debían huir de Paris, era todo tan difícil...
-Será más difícil cuando tengan que comerse uno al otro por ser lo único que tienen, ni siquiera comida.- agregó burlonamente la "desconocida".
-Viven en un puerto en Calais, no tendrán mucha comida, pero tampoco tendrán... nada de comida.- explicó la otrora corista, notoriamente molesta.
-¿De verdad?- preguntó la periodista -¿Y cómo lo sabe?
-Ah... pues... pues...- balbuceó la rubia -...usted sabe, son cosas que se dicen. También se dice que quieren regresar, si encuentran la manera de pasar desapercibidos.
-Sin duda.- completó la morena -Si ya has vivido en Paris, no puedes abandonarlo, ¿cierto? Y mucho menos este edificio.
-No lo sé, sólo vengo de visita.- mintió Cristina.
-Espero que su estancia sea placentera.- concluyó Fleur despidiéndose y regresando cerca de Gabriel, haciéndole seña de seguirla a cierta distancia.
-Volvieron, se van a quedar.- le dijo emocionada en cuanto se encontraron fuera del Gran Salón.
Gabriel hizo un puchero.
-¿Qué pasa? ¡Todo volverá a ser emocionante!- continuó Fleur.
-Todo me gustaba tranquilo, no emocionante.- dijo Gabriel alicaído.
A su tutora se le borró la sonrisa, en un segundo acababa de darse cuenta de que a ella también.
Milagrosamente, Raúl recordó perfectamente como llegar a casa de Roxana, bajó del carro y tocó a la puerta. Un gordito que le pareció simpaticón le abrió la puerta.
-¿Es esta la casa de Roxana Robin?- preguntó para estar completamente seguro, no reconocía a la persona frente a él.
-Así es.- respondió Ragueneau -Pero ya es muy tarde y no es muy prudente que reciba visitas, menos en su estado.
-¿Está enferma?- preguntó acongojado el muchacho.
-¿Enferma? De amor, de nostalgia... si cree usted que puede estar alguien enfermo de eso.- respondió Ragueneau afligido.
-Por favor, déjeme pasar a verla, hay algo que debo decirle y no sé cuanto tiempo esté en Paris.- rogó el chico -Soy... era... amigo de Christian.
El pastelero lo miró con recelo unos segundos.
-Espere, iré a ver si la señora quiere recibir visita.
Raúl esperó con impaciencia hasta que el hombre le permitió el paso y lo condujo a la sala de estar, donde la viuda Roxana sentada junto al fuego lo recibió con seriedad.
-¿Era amigo de Christian? ¿Un Cadete? ¿Es usted el Señor Laginiere?- interrogó la viuda anhelando escuchar recuerdos felices sobre su difunto marido -¿O acaso Raúl de Chagny? Son los únicos amigos de los que le escuché hablar.
-Me temo que era Raúl de Chagny, señora, ya no sé lo que soy.- contestó el joven con tristeza -Sólo Raúl, tal vez.
Roxana lo miró sin comprender y Raúl entendió que ella no tenía ni idea de su situación.
-Eso no es lo que importa ahora.- dijo tras un suspiro -Hay algo que debe saber antes de tomar votos en un convento. Verá: Cyrano de Bergerac y Christian, eran mucho más cercanos de lo que cree...
Canelle suspiró.
Encontró al Doctor Peste recargado sobre la baranda de un balcón, en la baranda reposaba un bastón con un reloj de arena alado en la punta, él estaba mirando la Luna, esperando. Esperándola a ella.
Fue un giro completo: ella había rogado por su regreso durante tanto tiempo, y en ese momento lo había encontrado esperándola a ella, un giro tan completo y vertiginoso que se sintió mareada de verdad. Se recargó un momento en el quicio de la puerta que daba al balcón y lo miró en silencio. ¿Qué era lo que debía decir?
Se descubrió aterrada al seguirse preguntando tal cosa mientras Cyrano volteaba tranquilamente hacia donde ella se encontraba, intuyendo que alguien lo observaba.
Sus ojos se encontraron un segundo y él sonrió, ella no pudo sostener la mirada y bajó la cabeza.
Cyrano no tardó en preocuparse, por lo que Le Bret le había contado, su amiga se encontraba más vulnerable que nunca. Se separó del barandal y se acercó despacio a la chica.
La mariposa parecía querer huir, dio un pasito hacia atrás aún con los ojos clavados en el suelo, cerrándolos completamente al sentir un par de manos tomándola con suavidad por los hombros.
-Tranquila, aquí estoy.- susurró una voz amable.
Era la voz de su Cyrano. Su Cyrano estaba de regreso.
-Estás aquí.- musitó sonriendo, buscando sus ojos detrás de la enorme máscara, al encontrarlos y ver a la mariposa reflejada en ellos no dudó en lanzarse a sus brazos.
-¡Estás aquí!- repitió con lágrimas en los ojos, mientras el cadete la cobijaba en sus brazos.
-Perdóname.- dijo él abrazándola -Por no haber venido antes, es que... pensaba... y estaba tan débil que sólo de pensar terminaba agotado.
-Pero ya estás bien, ¿verdad?- sollozó la chica.
-Sí.- respondió el Cadete con suavidad -Quería recuperar todas mis fuerzas antes de venir, no quería que me vieras débil. Por eso tampoco le pedí a Le Bret que te llevara conmigo, aunque lo deseaba tanto.
-¿Querías verme?- preguntó ella ilusionada.
-Claro que sí, quería ver a mi Canelle, a mi mejor amiga....- contestó Cyrano, sin saber que la palabra "amiga" aguijoneó el corazón de la muchacha en sus brazos -...pero mi mejor amiga necesitaba verme fuerte, sentirme fuerte, para sostenerse de mi.
Silencio.
"Mejor amiga", eso era: una "amiga" y siempre lo sería, no importaba el vestido y la máscara, para Cyrano ella no era una doncella, era solo una "amiga".
¿En qué momento eso le había parecido todo lo que necesitaba? Parecía tan lejano ese día en la pastelería de San Honorato, todo era tan diferente ahora.
-Te extrañé.- dijo ella al fin, decidiendo preocuparse por eso después. En ese instante estaba por fin junto a Cyrano y era lo único que debía importar.
-También yo.
El Doctor Peste abrazó a la Mariposa hasta que las doce campanadas anunciando el final de un día comenzaron a resonar en sus oídos.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Okey... Desde el principio sabía que habría un capítulo en el baile de máscaras, así que hice algo de investigación para elegir qué ropa usarían.
Fue difícil decidir, Canelle terminó usando una máscara de mariposa como la que usaba una querida amiga que falleció hace unos años. Lo de Gabriel y Fleur no fue tan difícil porque a la persona en quien me basé para ella le encanta la ropa roja y ya que irían con Ayesha, pues...
Lo de Cyrano fue fácil y obvio, por la nariz.
La bronca fue... Henry. No quería algo simple para alguien que cuida mucho su aspecto y después de días buscando encontré esta imagen.
Me enamoré de la parte central en gajos. Y para no confundirme con la máscara completa de la imagen hice esto:
Bien... Los demás ya tenían vestuarios designados.
Los espero el siguiente capítulo.
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