25. Contigo en la distancia

No existe un momento del día en que pueda apartarte de mi.

Ayesha dormitaba en los brazos de Gabriel, mientras Fleur Blanche escuchaba preocupada los acordes de un órgano.

Acordes tristes, fúricos a veces, pero casi siempre tristes. ¿El Fantasma realmente estaría componiendo algo o solo descargaba sus sentimientos sobre las teclas?

Suspiró aliviada al mirar a Gabriel quedarse dormido junto con la gata, al menos el sonido del órgano no le afectaba a sus pequeños y sensibles oídos, y su aún más sensible corazón.

Los primeros días Gabriel terminaba con una vaga tristeza después de visitar a Ayesha en la casa del lago, la periodista había terminado por amenazarlo con que no volverían a ese lugar si siempre se ponía triste. A partir de entonces la actitud del niño cambió totalmente: decidió no escuchar.

Pero Fleur no dejaba de escuchar, y aun cuando podía sentir la tristeza en la música, no era tanta como la que sentía el atormentado intérprete.

"Volverás, Christina, volverás." era lo que a fin de cuentas gritaba cada nota de Don Juan Triunfante mientras avanzaba su gestación.

El mundo parece distinto cuando no estás junto a mi.

Los días serían enteramente grises para Roxana Robin si no fuera porque leía y releía las cartas que le llegaban de Arrás. Las leía hasta que sus ojos no daban más, y al cerrarlos su memoria le recitaba cada apasionada frase.

Se encontraba justo apelando a la memoria mientras esperaba a Canelle. A diferentes horas, según sus horarios de trabajo, pero día tras día, ella aparecía a diario para charlar y escuchar las cartas del día. Se sentía un poco culpable, leerle las cartas a su nueva amiga le causaba alivio y placer, pero Canelle rara vez recibía una mención. Un par de veces le había entregado una hoja de papel extra dirigida a ella por parte de LeBret.

Al principio se preguntaba cómo tan refinados caballeros habían entablado una amistad con una tramoyista huérfana, pero con el paso de los días se había dejado de cuestionar el origen y estilo de vida de su amiga, al darse cuenta de que en ese momento, era lo único real y tangible que le importaba.

El mundo afuera podría derrumbarse, nada le importaba ya, solo sentir las caricias de las palabras escritas por su amado y cuando Canelle le aseguraba que él regresaría sano y salvo.

¿Cómo pudo haberse olvidado de todos los lujos y la fama que había creado? De la admiración de cuantos ojos la miraran pasar, de la gala de los vestidos y los bailes, de la compañía de la alta sociedad.

Lo único que ahora importaba era lo que le recordaba a Christian.

No hay bella melodía en que no surjas tú. Ni yo quiero escucharla si no la escuchas tú.

¿Dónde estaba su amor por la música? Ahora que Canelle necesitaba en donde refugiarse, las canciones de amor sólo le recordaban a Cyrano, las canciones de odio remitían su memoria al contundente puñetazo que le había propinado a cierta cabecita rubia, y las canciones tristes la hacían luchar contra las lágrimas que furiosamente trataban de salir.

No podía llorar por una canción, una canción no era algo físico, guardaba las lágrimas para las palizas que recibía desde la muerte de José Buquet. Todos le habían agarrado bronca al darse cuenta de que la protegida del jefe de tramoyistas se había quedado sola, casi a diario terminaba líada a golpes al menos con uno de los empleados del Palacio.

¿Cuándo había olvidado el deseo de cantar algún día en el escenario? ¿En qué momento volver a ver a Cyrano se convirtió en el único deseo de su alma? La única imagen que lograba consolarla era imaginarse de nuevo en brazos del Cadete, escuchando esa música tan bellamente interpretada. Al pensar en eso no le importaba el dolor, ni la nostalgia al comprender que el engaño seguía adelante al escuchar las cartas que Roxana le leía en sus visitas diarias.

Al menos sabía que estaban bien.

Es que te has convertido en parte de mi alma. Ya nada me consuela si no estás tú también.

Hambre... frío...

¿En qué momento los sitiadores se habían convertido en sitiados?

Todo era horrible, para Christian cada día alejado de Roxana era una agonía , en lugar de sus luminosos ojos encontraba el humo de los mosquetes, en lugar de su melodiosa voz escuchaba lamentos y disparos, en lugar del calor que le brindaba su presencia sentía el viento helado por las noches.

Su estómago lanzó un sonoro quejido, quién sabe cuánto tiempo llevaba sin comer, pero era la menor de sus preocupaciones. Cuando miraba a Roxana el tiempo se detenía, y comer era lo último en lo que podía pensar, pero ahora todos los malestares físicos posibles de sentir le golpeaban con saña recordándole el mundo real más allá de su burbuja de ensueño creada por el amor.

Si moría en ese momento, la agonía sería menor que pasar cada segundo pensando en su lejana Roxana.

Más allá de tus labios, del sol y las estrellas, contigo en la distancia amada mía, estoy.

Cyrano sonrió apretando la pluma en su mano, al menos cuando LeBret se ponía a regañarlo sus oídos y mente se llenaban de la voz de su amigo y de los recuerdos de tantas veces que lo había acompañado en sus apuros.

Seguro que ambos regresarían de ese horrible sitio a meterse en nuevos problemas en Paris, lo regañaría por despilfarrador, soberbio y peleonero, y por sus otras diversiones con los inferiores. Y no por la tontería de nada de cruzar las líneas enemigas dos veces al día para enviarle cartas a Roxana.

¿Valía la pena arriesgarse? ¡Por supuesto que sí! Con cada palabra, el juego seguía, su amor llegaba a Roxana y de alguna manera era como estar juntos. Releyó la carta que acababa de terminar de escribir y sonrió satisfecho, aun con LeBret vociferando la dobló y se puso de pie para enviarla.

La carta estuvo tan maravillosamente escrita, que le arrancó a Roxana más suspiros que nunca al leérsela a su amiga tramoyista y de pronto le hizo exclamar:
-¡Debemos ir con Christian!

-¡¡¿¿¿QUÉEEE???!!

-.-.-.-.-.-
Sabes que estás ruca cuando tienes una songfic anacrónica :p

Erik: Eres ruca. Y te odio.
Lexell: Oye! Lo de que me odies lo merezco pero no me digas ruca -.-

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