2. En los fosos de la Ópera.
Cyrano de Bergerac había desaparecido al recargarse en un muro, ante el asombro e incredulidad general, incluso el mismo Cyrano había soltado un grito de sorpresa.
Un instante después, Cyrano se encontró sumido en una obscuridad absoluta, intentaba aclararse la mente y comprender lo que sucedía, cuando sintió como una mano le tomaba le hombro. Estuvo a punto de descargarse en un segundo grito fúrico a quien se había atrevido a sorprenderlo, pero sintió que una mano le cubría la boca bruscamente.
-¡SSHH! ¡Sígueme!
Tomado de la mano que al principio le había dado un susto de muerte por el hombro, ahora se dejaba guiar en medio de la oscuridad. Un poco después, se alcanzó a filtrar un poco de luz, y se dio cuenta de que su guía era una mujer, lo cual le sorprendió, ya que la mano que estrechaba la suya era rasposa, había podido sentir incluso una cicatriz.
-¿A dónde vamos?- preguntó él, después de haber guardado silencio durante unos minutos.
-Lejos de esa turba enardecida, por el momento.- respondió la guía.
Cyrano notó entonces que era una mujer joven. Ella se detuvo y resopló, antes de dar la vuelta y quedar de frente a él.
-Me parece que no nos conocemos, señorita…
-Pues… no nos hemos presentado, si a eso se refiere…- dijo la joven, sonriendo –Me llamo Canelle.- extendió la mano, conservando la sonrisa.
-Cyrano…
-¡De Bergerac! Lo sé.- completo la chica, mientras sus manos se estrechaban en un respetuoso saludo. –Venga conmigo, y baje la voz, aún por aquí podrían encontrarnos.
Canelle retomó la marcha y Cyrano no tuvo otra opción mas que seguirla. Unos metros después, la oscuridad volvió a ser completa, y una lámpara sorda se encendió, alumbrando un poco.
-Vamos hacia los fosos.- explicó la joven –Hasta aquí el suelo había sido uniforme, pero ahora comenzaremos a bajar. Oiga, ¿qué sucedió? ¿porqué usted…
-¡Yo no hice nada!- interrumpió él.
-¿Porqué usted quedó acorralado entre la multitud y la pared? Se puede librar de eso y mucho más.
-No lo sé…- Cyrano se escuchaba un tanto avergonzado -…creo que… me entró pánico… estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias de cualquier cosa que haga, pero no supe como enfrentar las consecuencias de algo que no había hecho… ¡porque yo no lo hice! ¿Tú me crees?
-¡Por supuesto que te creo!- respondió ella, deteniéndose. Volteó una vez mas y miró a Cyrano
–Si hubieras querido herir a Montfleury, lo hubieras hecho de frente, con tus propias manos, no hubieras enviado a alguien más a hacerlo. Además… no hubieras dañado a nadie más que a ese gordo. ¡Diablos! Bajé tan rápido que ni siquiera miré si mi compañero estaba bien ¡Vaya novatada que le tocó!
-¿Pero qué dices?- preguntó Cyrano, confundido -¿Viste quién lo hizo?
-Pues… más o menos…- respondió ella, recordando -…solo ví… la sombra de un hombre… pero aún cuando no haya visto nada, estaría segura de que no fuiste tú.
Cyrano notó entonces que algo le resultaba particular, las veces que había cruzado su mirada con la de la joven, ella lo había mirado a los ojos, y no a…
-Mi nariz…- pensó en voz alta.
-¿Perdón?- se extrañó ella.
-¡No, nada!- corrigió él inmediatamente.
Continuaron caminando, en silencio, Cyrano pensaba en lo que acababa de ocurrir, Canelle había visto una sombra…
-¡Una sombra!- exclamó, rompiendo el silencio.
-¡¿Dónde?!- dijo ella, sobresaltándose.
-¡No, no!- La tranquilizó Cyrano –Dijiste que viste una sombra, ¿no es cierto?
-Sí…
-He escuchado rumores por aquí…- continuó Cyrano, adoptando una expresión sombría -…sobre un fantasma… si son verdad, tal vez no sea seguro andar por aquí.
-Los fantasmas no necesitan someter a un tramoyista para romperle la cabezota a un mal actor.- razonó Canelle –Este lugar tiene muchos pasadizos secretos. Tuviste la suerte de recargarte en un muro giratorio, por eso pude accionar el contrapeso y traerte aquí. Todos estos túneles y caminos secretos… he descubierto varios vagabundeando por el Palacio, pero seguramente hay muchos más. Son el escondite perfecto para alguien. Dudo mucho que el Fantasma de la Ópera sea realmente un fantasma, si es que existe, debe ser una persona… y ahora puedo agregar que es una persona peligrosa.
Para ese momento, el público ya había abandonado la sala, y pululaba por los pasillos, las escaleras y los salones. Ya había llegado la policía y estaban empezando a evacuar al público, aunque en medio del desorden, poco podía hacerse.
Se murmuraba, o hasta gritaba, la opinión de cada uno. Había quienes culpaban a Cyrano, otros a los tramoyistas, algunos más alegaban que todo había sido un desafortunado accidente y… también circulaba la teoría de que el culpable había sido el Fantasma de la Ópera.
Fleur Blanche daba vueltas entre toda la gente, a punto de la histeria, había pasado unos minutos palpando el muro sin encontrar nada anormal, y ahora escuchaba varias versiones sobre lo ocurrido, y todas eran hipotéticas (por no decir fantasiosas), de pronto la multitud no la dejó avanzar, y no podía ver a nadie que pudiera darle información real. Para colmo…
-¡Gabriel! ¡¿Dónde está ese niño del demonio?- comenzó a gritar, no pudiendo resistir más la presión.
-¡GABRIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEL!
-¿Quién me llama?- dijo una voz detrás de ella.
-¿Quién es usted?- preguntó Fleur, volteando.
-Pues… soy Gabriel, el maestro de coros.
-Concidencia, estoy buscando a un niño que también se llama Gab… ¿maestro de coros, dijo?
Gabriel afirmo con la cabeza y Fleur lo tomó por los hombros, apartándolo un poco.
-Y aquí entre nos, Gabriel, ¿qué sucedió ahí adentro?
-¡Oh!- exclamó el –Pues verá… ese tal Cyrano es un alborotador, se la pasa lanzando
amenazas y desafíos a medio mundo, viene por aquí porque simpatiza con algunos actores… aunque supongo que tiene más enemigos que amigos…. Pero tirarle una viga en la cabeza a alguien… creo que no es su estilo… Franz, el nuevo tramoyista... extramoyista, pobre chico, acababa de llegar y estaba tan anunciado que renunció Bueno, él dijo que alguien lo sometió y luego escuchó como se soltaba la viga, pero no pudo ver a su agresor… no lo vió, ¿entiende? Entonces pudo haber sido el Fantasma de la Ópera. ¡No me ponga esa cara de escepticismo, yo lo he visto! Aunque claro, también queda la pregunta de en dónde está la otra tramoyista, no se le ha visto por ningún lado.
-En resumen…- dijo Fleur, aburrida -…solo hay teorías.
-Así es.- terminó Gabriel –Ahora, si me disculpa, debo irme- sin más, se alejó entre la multitud.
-Un alborotador, un fantasma y una tramoyista. ¡Qué sospechosos tan curiosos!
-¡Fleur!
-¡Gabriel! ¡Niño tonto, no vuelvas a desaparecerte así!- Gabriel iba hacia ella con dificultad.
-Perdón, Fleur…- por fin la alcanzó y empezó a sollozar -…la gente me empujó y me perdí… y luego pasó todo eso, ¡me asusté!
Gabriel se arrojó a los brazos de la joven y se soltó a llorar. Ella recordó que su acompañante no era más que un niño inocente, lo abrazó y comenzó a tranquilizarlo.
Canelle y Cyrano continuaban dando vueltas con la única luz de la linterna sorda. La joven miró a su alrededor, extrañada.
-Por favor, dime que sabes donde estamos.- la voz de Cyrano sonó un tanto preocupada.
Canelle examinaba el techo -Para serte sincera, creo que di una vuelta equivocada…
Cyrano soltó un quejido.
-Tranquilo.- farfulló la chica –Quédate aquí, mientras yo…-
-¡Sí, seguro! ¡El caballero se queda y la dama va! ¡Claro que no!
-¡Olvida la caballerosidad!- reclamó Canelle –Yo te traje aquí, y voy a sacarte. Creo que estamos en el tercer…
Canelle había avanzado unos pasos, la luz de la linterna había alcanzado la pared opuesta, iluminaba tenuamente un lienzo de decorado.
-El Rey Lahore… ¿cuánto tiempo ha estado esto aquí?
-¿Debería importarme?- respringó él.
La joven se dio cuenta de que su acompañante comenzaba a impacientarse, y en realidad resultaba comprensible… pero no agradable. Tuvo que ignorar que junto al lienzo había un bastidor que bien podría ser otra entrada secreta… no era el mejor momento para ponerse a curiosear.
-Regresemos
-¡¿Qué?
-Nunca he estado aquí, volvamos y ya encontraré en que parte del camino me equivoqué.
-¡Ya deben estar buscándome por todo el Palacio!
-¡Hago todo lo que puedo!
-¿Porqué me trajiste aquí, para empezar?
Canelle abrió la boca para responder pero se detuvo y desvió la mirada.
Cyrano se dio cuenta de que ambos habían levantado la voz, y no le pareció del todo prudente.
Se hizo un incómodo silencio durante unos segundos, ambos miraban el suelo. Canelle se esforzaba en recordar cada uno de sus pasos.
-Seguí el camino de siempre.
-¿Eh?- el comentario cayó tan de pronto, que eso fue lo único que él pudo soltar.
-No sé que pasó, ese camino ya lo tengo bien aprendido.
-¿Estás segura?
La lámpara cayó al piso y se apagó. Esa no había sido la voz de Cyrano.
¿O sí?
-Sí, señor de Bergerac, estoy segura.- respondió juntando todo su valor.
-Él no te preguntó.
Un escalofrío recorrió el cuerpo entero de la joven, sintió como una poderosa mano la tomó bruscamente del brazo, jalándola, no pudo contener un grito y sintió que se le escapaban las fuerzas.
-Tranquila.
Canelle recobro fuerzas, esa sí había sido la voz de Cyrano, y él había sido quien la había tomado por el brazo y puesto detrás de él. Dio un paso hacia atrás, y su espalda quedó recargada en la de él.
Cyrano sintió como ella temblaba.
-¿Qué pasa?- se escuchó de nuevo la voz por todo el lugar -¿No se divirtieron en su paseo por mis dominios? Entonces se hubieran quedado arriba, eso sí fue divertido.
-¿Divertido?- reclamó Canelle, olvidando el miedo -¡Montfleury podría estar muerto! ¡Y le echan la culpa a él!
La voz soltó una risa sarcástica.
-Montfleury no podría estar más muerto de lo que ya está. Y sería muy injusto que alguien se robara el crédito de lo que yo hice.
-¿ROBAR EL CRÉDITO?- exclamó Cyrano, desafiante -¡ASÍ QUE FUE USTED! ¡NO SEA COBARDE Y MUÉSTRESE!
-¿AHORA ME DESAFÍAS?- resonó una voz de trueno en el lugar –Te crees muy valiente, ¿no es así? Desafías a medio Paris, ¿pero cómo sabes que puedes contra mi?
Canelle se tambaleó al voltear para abrazarse a Cyrano.
-Y en cuanto a usted, señorita, ya estoy cansado de que curiosee por mis pasajes-
La joven soltó un quejido de miedo.
-No eres tan valiente ahora, ¿verdad, niña?- La voz había disminuido en volumen, pero seguía escuchándose amenazante –Tal vez un poco de luz ayude.
Se encendió una pequeña luz que lucía extrañamente lejana, con lo que el lugar dejo de estar totalmente a oscuras.
Cyrano sintió como la joven se apretaba más hacia él. Buscó por la vista por todo el lugar, pero no encontró ni el menor indicio de que hubiera alguien más.
-¡Ya basta!- reclamó -¿Qué es lo que quieres?
-¡Que esa niña insolente deje de pasearse por aquí!- respondió la voz de trueno.
Canelle estaba a punto del desmayo, las fuerzas se le escaparon, soltó a su acompañante y se le doblaron las rodillas. Cyrano la detuvo.
La voz rió de nuevo.
-¿Estás bien?- preguntó Cyrano, preocupado, la joven estaba aterrada.
-Estará bien, solo está asustada…- dijo la voz burlonamente -…es una chica fuerte. ¿No es así, Canelle?
-¿Cómo sabes mi nombre?- preguntó Canelle, desesperada.
-No eres la única que observa a la gente debajo de ti.- respondió la voz –Este es mi Palacio, y conozco a todos los que pasan por aquí. Incluso a usted, caballero.
-Si sabes quienes somos, lo justo es que sepamos quien eres tú.
-¿Tan pronto me pierde el respeto? Hace un momento me hablaba de usted.- La voz, para tranquilidad de ambos, sonaba ya más serena. –Por aquí se me llama El Fantasma de la Ópera, o simplemente El Fantasma. Por supuesto, las dudas de Canelle son bien fundadas, no soy un fantasma genuino. Aunque preferiría estar muerto.
-¿Apela ahora a la compasión?- preguntó petulantemente Cyrano.
-Mejor ya no lo provoques…- murmuró Canelle.
-¡Yo no tengo miedo!
-¡Pero yo sí! Todo esto es mi culpa…
La joven se incorporó, con algo de esfuerzo, combatía el miedo con todas sus fuerzas. -Me disculpo por andar por aquí, si ese es el problema… aunque… me gusta aquí.
-Sí, ese es el problema.- respondió la voz –No estoy aquí en espera a que cualquier curioso me encuentre. Deberías agradecer que he sido tolerante contigo, niña, porque hasta ahora no habías causado mayor molestia. Pensé que asumías que todo esto estaba vacío, y venías sola, para apartarte un rato de todo, hasta cierto punto lo comprendo.
-Entonces lo que te molesta es que haya venido acompañada.
-Exactamente. Y que el hayas mencionado a tu acompañante que creías que esos caminos son para que alguien se oculte. ¿Cómo sé que no se lo dirás a medio Paris?
-Basta con que me lo pida y tendrá mi voto de silencio. Tal vez la palabra de una insignificante tramoyista no valga mucho, pero…
-Te he dicho que te conozco.- interrumpió la voz -Sé que tu palabra es suficiente.
Canelle se tambaleó de nuevo, Cyrano la tomó de los brazos.
-¿Qué hay sobre mi?- preguntó él, un tanto molesto de que lo hubieran dejado fuera de la conversación –Se me acusa de asesinato.
-Si no menciona nada sobre nuestro encuentro, yo lo aclararé todo.
Cyrano suspiró, aliviado. –Entonces tiene mi palabra.
-Yo…- interrumpió Canelle, tímidamente -…me gustaría saber… ¿porqué Montfleury?
-Para empezar, ¡es un pésimo orador!- respondieron a coro Cyrano y la voz.
Canelle sonrió y Cyrano puso expresión de extrañeza.
-¿Y además?- preguntó Canelle, el que hablaran al mismo tiempo había resultado tan curioso que comenzaba a divertirse.
-Usted primero.- dijo la voz, que también sonaba relajada.
-Porque ha osado poner su mirada sobre… alguien…- respondió Cyrano con cierta reserva.
-Coincidimos de nuevo, caballero. Solo espero que no coincidamos también en sobre quién puso su mirada esa bola de sebo.
-Yo no me refiero a nadie que labore aquí.
-Perfecto.
Se hizo el silencio de nuevo.
-¿Porqué no se muestra?- preguntó Cyrano.
-En realidad no quiere verme, señor de Bergerac- respondió sombríamente la voz.
-Eso lo juzgaré yo. ¿Que es lo que tiene que ocultar tan celosamente?
-El que ya estemos charlando cómodamente no significa que pueda confiarle mis secretos. Ya han escuchado suficiente. Canelle, sube al segundo foso, y descubrirás que quince pasos al norte, el camino ha vuelto ha ser el que conoces.
-¡¿Qué?- preguntó Canelle -¿Quiere decir que modificó el camino?
-Así es. Ya lo escuchaste: este es mi Palacio.
-Ahora que lo menciona… he escuchado algunas discusiones acerca del poder que tiene usted
aquí…
-Soy el verdadero dueño de este lugar.
-¡Asombroso! ¡En verdad suenas como si lo fueras!
-¿Estás empezando a tomar confianza?- preguntó Cyrano, de nuevo comenzaba a fastidiarse, esta vez por no poder ver a su otro interlocutor –Estamos hablando con un asesino.
-¿Y eso que? Tú también estabas dispuesto a rebanar a Montfleury, ¿no?
-Pues yo…
-¡Claro que si!- se escuchó la voz, soltando una risa sarcástica.
Canelle sonrió -¿Quién iba a decir que una simple tramoyista estaría charlando nada más y nada menos que con Cyrano de Bergerac y El Fantasma de la Ópera? Guardar este secreto será una delicia.
-Ha sido un placer conocerlos…- agregó la voz -¿Sería mucha molestia que me dejaran solo de una buena vez?
-Claro, pero antes dígame si me ha quedado todo claro.- No quiere a nadie aquí, usted asesinó a Montfleury y va a declararse culpable...
-¿Entonces no volveremos a hablar?- preguntó Canelle.
-Aún no lo decido. – respondió la voz –Tendremos que ver primero si podemos confiar entre nosotros, no creen?
-¡Cuenten conmigo, señores!
-Yo también tengo mis reservas todavía.- agregó Cyrano.
-Bien, vámonos de aquí.- Canelle tomó a Cyrano de la mano, caminó hasta donde había rodado la lámpara sorda y la encendió.
-Les deseo buena suerte, tal vez el cumplir mi parte del trato no sea suficiente.
-Si no lo cumple, yo mismo lo buscaré por todo el Palacio para obligarlo a cumplir su palabra.
-Sería interesante, pero no será necesario.
-¡Basta! ¡No más amenazas! Nos vamos de aquí.
-Los estaré observando.
-Lo tomaremos en cuenta.
Canelle comenzó a guiar a Cyrano de regreso, y descubrió que recorría de nuevo su camino habitual.
-¿Qué rayos fue eso?- preguntó Cyrano, después de unos momentos de silencio.
-El Fantasma de la Ópera.- respondió Canelle, divertida –Y el mayor susto de mi vida.
-Mas le vale que cumpla lo que dijo… ¿podríamos hacer un poco de tiempo antes de volver?
-Sí, supongo…- Canelle se detuvo y se recargó en la pared -…me siento cansada.
-Cargar con el peso de tu cuerpo inundado por el miedo… debió ser mucho más difícil que todos los decorados del mundo.
-Que bien suena eso…
Cyrano se acerco a Canelle, le quitó la lámpara de la mano ya la miró a los ojos, realmente lucía cansada.
-Sentémonos un rato.- dijo él, sentándose en el suelo.
Canelle sonrió, y se dejó caer recargada en la pared. Se acomodó un poco y cerró los ojos.
Cyrano la miraba, había pasado con ella una curiosa aventura, pero en realidad no sabia nada, aparte del nombre y ocupación, sobre ella.
-¿Puedo preguntarte algo?
Canelle abrió un ojo. -Adelante.
-¿Cómo es que tú sabes quién soy, si o nunca te había visto?
La joven se desesperezó. -Te veía desde arriba. Eres el tipo de persona a la que no puedes evitar notar.
-¿Porqué?
-Tu nivel de voz, tu presencia…- continuó ella, sonriendo -…todo lo que haces, te hace destacar.
Silencio de nuevo, Cyrano estaba sumido en sus pensamientos.
-Me parece…- dijo al fin -…que te debo una. ¿Como podré pagarte?
Canelle respondió sin pensarlo dos veces.
-Nunca cambies.
Los dos se quedaron en silencio un rato. Finalmente, Canelle se levantó, indicándole a su acompañante que debían regresar, Cyrano le regresó la lámpara para que ella retomara la guía y reemprendieron la caminata.
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