17. Pertenecias
-Aún la tienes.
-No es de tu incumbencia, Daroga.
-Recuerda que te salve la vida. Tu vida me importa. Soy tu amigo, ¿no es así?
Nadir recibió por respuesta el leve gruñido habitual que significaba la completa falta de cooperación de Erik y que no tenía caso seguir insistiendo. Pero el Persa nunca se rendía.
-Ella no es un objeto de tu propiedad.
-¡NADA es de mi propiedad!
Aunque rara vez Erik explotaba tan pronto. Nadir estaba preocupado, haber raptado a Cristina, mas que el consuelo que el fantasma esperaba, le había traído una creciente ansiedad y decepción... parecía que ella no dejaría de temerle jamás.
Resignado, el Persa se preparó para escuchar todos los reclamos de Erik, acerca de lo que le había advertido durante mucho tiempo.
-Vivo debajo de un edificio del que nadie sabe que construí la parte hermosa, mi vida es solo una sombra, la mujer que amo me teme, ¡e incluso Ayesha se ha ido! Nada le pertenece a un Fantasma.
Esa era la verdad. Todo el poder que ejercía sobre el Palacio de la Ópera, los bienes adquiridos durante tanto tiempo, su renta mensual y su dominio sobre la oscuridad de aquél edificio eran solo una pantalla. En ese momento no tenía nada de verdadero valor.
-De cualquier manera la regresaré mañana. Debe prepararse su siguiente presentación para este viernes, y después me regresarán a Ayesha. Al menos ella no parece un corderito asustado cuando está en mi casa.
La sombría actitud de Erik no era nada alentadora. Quedaba claro que esas no serían sus últimas acciones.
-Debo irme.
-¿Tan pronto?
-No es pronto. Además Cyrano debe atender sus asuntos personales en privado.
LeBret tuvo que soportar las miradas de reproche que Canelle y Cyrano le dirigían. Ambos tenían pesadas razones para resistirse a terminar con aquella tarde de amigos.
-No olvides mi promesa. Si te sientes sola, puedes ir a buscarme al cuartel.
Se despidió por fin tomando la mano de Canelle y besándola galantemente antes de despedirse de Cyrano con una sonrisa y una inclinación de cabeza.
Canelle lo miró dar la vuelta y alejarse mientras se esforzaba en reducir el calor en sus mejillas... ¿era realmente una chica? Una doncella que merecía los respetos como cualquier otra... era como Roxana... no, ¿para qué querría ser como Roxana?
Le gustaba ser así: una chica fuerte y valiente y libre de toda aquella hipócrita elegancia, lo suficiente para ser amiga de Cyrano de Bergerac. Mientras él la tratara como a cualquier otro de sus amigos, ella sería feliz.
-LeBret tiene razón, debes atender tus asuntos. Regresaré al Palacio.
Antes de intentar cualquier movimiento, sintió como la mano de Cyrano estrechaba fuertemente la suya y la jalaba un poco hacia él.
-No, espera. No te vayas.
La chica tembló un poco... la mirada de Cyrano parecía dispuesta a retenerla a cualquier precio.
-Ven conmigo. No quiero estar solo con Christian esta vez.
-Pero... ¿en qué puedo servir yo?
Había resultado sorpresivo e incomprensible. Cyrano de pronto no parecía tan fuerte y autosuficiente como lo era siempre. Pero Canelle no comprendía en que podría ayudar que lo acompañara.
-Solo acompáñame, por favor.- suplicó en voz baja.
La joven asintió sin decir nada, y ambos emprendieron el camino.
En otra parte de la ciudad, Felipe de Chagny se encontraba nada menos que incómodo. Había invitado a su hermano a cenar, y había tratado por todos los medios de despejar al iracundo muchacho. Pero Raúl no paraba de quejarse acerca de Cristina y su Ángel de la Música. Felipe suspiró: eso le pasaba por tomarse tan en serio un romancillo con una cantante. Lo suyo con la Sorelli era diferente, por supuesto, podían dar la vuelta y olvidarse del asunto en cualquier momento. Pero Raúl estaba en la edad en que el amor era siempre verdadero y lo más importante en la vida.
Guardó silencio al aceptar que nada de lo que dijera serviría de algo.
Una gruesa gota de lluvia espabiló a Canelle de sus pensamientos. Ni siquiera había notado que los densos nubarrones oscuros se habían cernido amenazantemente por todo el cielo.
-¡Oh, no! ¡Olvidé el sombrero en la pastelería!
Cyrano también echó en falta un sombrero cuando las gotas de lluvia se intensificaron haciéndolos correr por las calles de París. No había manera de escapar de la implacable lluvia, no tenían tiempo para detenerse y las nubes parecían ser infinitas. La oscuridad se desgarraba de vez en vez por algún relámpago y de reojo Canelle y Cyrano miraban a su compañero antes de apretar el paso. Debían llegar.
Empapados y exhaustos, por fin pudieron detenerse al encontrar a Christian refugiado bajo un balcón
-Así que estabas con ella...todo el día me estuve preguntando dónde estabas.
Christian pareció ignorar las miradas molestas que lo agredieron ante tal recibimiento. Parecía enojado.
-No soy tu siervo, aún tengo una vida. Ella es Canelle.
La joven ni siquiera intentó saludar, se había enfrascado en la tarea de exprimirse el cabello, del que escurría un chorrito de lluvia.
"Una joven vestida de muchacho. No sé porque no me sorprende, tratándose de Cyrano" pensó Christian con algo de desprecio. Sin duda esa chica era tan tosca como cualquiera de sus amigotes.
-Ya es tarde, debemos ir con Roxana.- inquirió Cyrano con calma-No podemos permitir que la lluvia nos retrase.
Christian seguía mirando a Canelle, y cuando ella por fin se despejó el rostro y sus miradas se cruzaron, reconoció a la joven con quien había tropezado aquella vez en la Ópera.
-¡Eres tú!
-Sí, vámonos.- respondió lacónicamente volviendo a salir a la lluvia ,seguida por Cyrano.
El muchacho refunfuñó antes de seguirlos.
-No olvides que debo hablar contigo.- le recordó a Cyrano que caminaba a su lado -Tu amiguita no te librará.
-Lo sé, lo sé. ..- se zafó Cyrano adelantándose junto a Canelle.
La casa de Roxana estaba ya muy cerca, y los tres se detuvieron en la esquina.
-Espera aquí, Christian, y tú ven conmigo.
-¡¿Ella?! Pero...
Christian no tuvo tiempo de rezongar cuando Cyrano tomó la mano de la chica y la arrastró con él. La lluvia había disminuido hasta un ligero chispeo. De cualquier manera, no podrían estar mas mojados.
-¡Roxana!
Canelle entró en estado de alarma al escuchar a Cyrano llamando a su amada. ¿Qué estaba haciendo ahí? Trató de escapar pero nuevamente él aferró su muñeca.
Una hermosa cabellera rubia se asomó por la ventana, seguida por la bella faz de Roxana. Canelle se estremeció, jamás podría lucir así. Apenas y la escuchó decir "Ya bajo", y notó que Cyrano le dedicaba una sonrisa a la que respondió mecánicamente.
-Hemos venido a saludar a vuestros lirios y presentar nuestros respetos a vuestras rosas.- saludó Cyrano con una elegante caravana en cuanto la doncella cruzó la puerta. Canelle lo imitó torpemente mientras Cyrano la presentaba.
La chica descubrió la mecánica del asunto: Cyrano preguntaba a Roxana sobre qué hablaría con Christian. "Debe tener buena memoria el muchacho" razonó.
De pronto la dueña de Roxana, que había salido detrás de la doncella y se había alejado, regresaba corriendo un tanto alarmada.
-¡De Guiche! ¡De Guiche viene para acá!
Roxana metió a empujones a Cyrano en su casa, declamando algo acerca de que si De Guiche lo veía, podría sospechar de Christian. Canelle se quedó un momento quieta y confundida y su única reacción fue ocultarse por cualquier parte.
Una sonrisa perspicaz se dibujó en el rostro de la tramoyista ante su primera impresión del Conde: no era más que un viejo que trataba de ocultar desesperadamente detrás de todos sus adornos y clase, el deseo que la joven belleza de Roxana le provocaba. Uno de tantos. . .
Roxana lo recibió con una bien entrenada cortesía.
-Vengo a despedirme
- ¿Partís?
- A la guerra.
Canelle casi da un brinco de alegría. Con De Guiche fuera, las cosas serían más fáciles para Cyrano... Pero...
-Hemos sitiado Arrás. Estaré muy ocupado preparando mi partida, y tal vez no pueda volver a ver vuestros bellos ojos antes de irme.
Cumplido barato. Roxana se mostró halagada.
Canelle sintió una punzada de envidia ante la gracia de la doncella que tenía embelezado al Conde.
-Sentíos orgullosa de mi, me han nombrado maestre de campo.
-Os felicito.
-De los Cadetes.
Los ojos de ambas mujeres se clavaron en el Conde ahora con completo interés. Que De Guiche se fuera solo era una cosa, pero otra muy diferente...
-¿Los Cadetes?
-Donde sirve vuestro primo. Ya conocerá mi venganza allá,
-¡Christian!
-¡Cyrano!
El susurro que se escapó de los labios de Roxana mientras desfallecía en el banquillo bajo su ventana se confundió con el de la chica oculta entre las sombras.
De Guiche se acercó a la doncella, preocupado, mientras ella trataba de reponerse.
-Cuando se quiere a alguien... ¡saber que se va a la guerra!- explicó atropelladamente, tratando disimular que partida le causaba tal aflicción en realidad.
-¡Decirme por primera vez palabras tan dulces! ¡Por mi partida!- afortunadamente el ego del Conde lo volvía ingenuo... estaba realmente conmovido al pensar que Roxana temblaba por él.
-¡Oh, Conde!- continuó Roxana con su teatro -¡Su partida me parte el alma! Pero hay algo que no comprendo. ¿Cómo os vengareis de mi primo dándole una guerra, que es lo que mas disfruta?
Canelle y De Guiche miraron perplejos a Roxana. Aunque ella comenzó a comprender y no pudo evitar una ligera sonrisa. La doncellita no era tan tonta como creía.
-Dejadlo aquí junto con su compañía. Tendrá su venganza perfecta privándolo del peligro, encuartelándolo aquí mientras los demás pelean y se cubren de gloria.
Canelle contuvo una alegre exclamación que De Guiche dejó salir. El pobre ingenuo encontró en aquella sugerencia complicidad, interés e incluso algo de cariño.
-¡Me volvéis loco! No puedo irme ahora que he recibido vuestros favores. Entregaré las órdenes de partida para todas las compañías, excepto la de los cadetes de Gascuña. Yo me quedaré oculto en el convento de capuchinos de la calle Orleáns, y vendré por vos la noche del viernes.-
-Pero el sitio... vuestra gloria...
-Por favor, permitidme...
-Esta bien, quedaos... pero se quedan los Cadetes también, ¿cierto?
-¡La más dulce venganza, planeada por la más exquisita mujer!
De Guiche por fin se fue, deshaciéndose en cariñosas (y ridículas para su edad) despedidas.
Canelle se quedó escondida mirando a Roxana... le indicaba a su dueña que no dijera nada a Cyrano. ¿Debía callar ella también? Le habían quitado su guerra, eso sin duda lo haría rabiar... pero se quedaba, estaría a salvo de todo lo que De Guiche podría hacerle en el sitio...
Cuando Cyrano salió de la casa, ella también salió de su escondite.
Se despidieron apresuradamente de Roxana, que iba a casa de no-se-quien a un discurso de no-se-qué... y fueron a buscar a Christian.
-Vamos, Christian. En esta ocasión podrás darle las mas bellas palabras que el mundo haya escuchado. Debo mostrarte...
-¡No!
Cyrano y Canelle miraron perplejos al muchacho, que lucía más que enojado.
-¡De eso quería hablarte! ¡Ya estoy harto!- continuó a gritos -¡Harto de que tus discursos y tus cartas sean los que enamoran a Roxana! De tener miedo siempre.- siguió más calmado –Ahora siento que me ama y no tengo miedo de hablar por mí mismo.
-Sí, ajá.- corearon incrédulos Cyrano y Canelle.
-¿Piensan que no puedo? ¡He aprendido bien! ¡Se los demostraré!- la chispa de determinación en los ojos del joven hicieron perder toda esperanza a sus interlocutores, quienes soltaron un suspiro resignado.
Con la misma determinación Christian fue a encontrarse con Roxana... pero se desvaneció totalmente al verla salir... bella, resplandeciente, perfecta... esperando perfección.
-¡No, esperen!- exclamó angustiado al ver que Canelle y Cyrano se ocultaban -¡No me dejen solo!
-Demuéstranos que has aprendido bien.- dijo Cyrano con una sonrisa burlona antes de ocultarse. Canelle ni siquiera volteó, estaba reprimiendo la risa. Ambos amigos se acomodaron listos para la función.
Luchando contra su nerviosismo, Christian se sentó junto a Roxana, quien sin esperar le pedía que le hablara.
-Os amo.
De amor...
-Te amo.
...de la pasión que sus palabras bordarían acerca de ello...
-Te amo... mucho.
...bueno, se supone que bordarían...
-¡Y sería tan dichoso si vos me amáis! Dime, Roxana, que me amas.
...preciosamente, y no con las palabras tan burdas que ahora escuchaba...
-¡Tu cuello! ¡Quisiera besarlo!
...¡Pero qué atrocidad! ¿Qué sucedió? ¿Porqué intentaba besarla? ¡Ella deseaba palabras dulces, no lascivos acercamientos! Se apartó.
-Te amo tanto... que me vuelvo tonto.
-Y eso me desagrada. Como me fastidiaría si os volvieses feo.
Las palabras que Roxana empuñó contra Christian apuñalaron el corazón del confundido muchacho... ¿porqué le desagradaba tanto?
-Idos a recuperar vuestra elocuencia, que ha huído.
-Pero yo...
El joven intentó retenerla, decirle cosas tan bellas como las que Cyrano le sugería, pero no podía... y temrinó perplejo y petrificado cuando Roxana le cerró la puerta de su casa en las narices.
El silencio se rompió segundos después... una risita... que salió de las sombras y pronto se convirtió en carcajada. Canelle había salido de su escondite recargada en el brazo de Cyrano, riendo a carcajada limpia. Cyrano la secundaba con una sonrisa socarrona.
Christian los miró iracundo, lo que no ayudo a Canelle que no podía parar de reir.
-Guau... estoy... impresionada...- dijo casi sin aliento, entre risas -...de tu gran ingenio... es más... estoy... ¡enamorada! JAJAJAJAA...-
-Shhh...- regañó Cyrano con mucho esfuerzo y poco éxito, también había empezado a reirse.
A Christian le cayó de golpe el fatalismo del asunto, y olvidándose de todo fue hacia Cyrano para suplicarle ayuda. Canelle por fin dejó de reirse ante los lastímeros ruegos del muchacho.
-No puedo ayudarte, no hay tiempo...- explicó Cyrano intentando brindarle serenidad.
-¡AH! ¡Mira!
Aferrándose con una mano al brazo de Cyrano y con la otra señalando el balcón de la habitación de Roxana, ambos miraron emocionados la ventana que acababa de iluminarse.
-¡Su ventana!- exclamó Cyrano emocionado, abrazando a Christian. ¡Qué oportunidad!
-Sin tu ayuda VOY A MORIR!- gritó Christian angustiado.
-¡SSSHHHHHH!!- exclamaron Cyrano y Canelle al mismo tiempo.
-Morir...- corroboró bajito.
-La Luna aun esta muy baja, la noche es tan oscura que el ambiente es perfecto...- dijo Cyrano con entusiasmo -...no lo mereces, ingrato, pero aún puedo salvarte.
Secundando su emoción, Christian tomó a Cyrano de la mano y ambos dieron un paso hacia delante.
-¡QUIETOS!
Detenidos por detrás por Canelle, que había apañado a cada uno con una mano por la camisa. Ambos la miraron perplejos... tenía una mirada chispeante en perspicacia que nunca le habían visto.
-Ustedes dos están perdidos.- comenzó a explicar inflándose el ego -¡Roxana los tiene a sus pies! Deben tomar el control de la situación al menos por una vez.
"¡Hombres!" pensó Canelle con desprecio al ver que la confusión de ambos aumentaba y la miraban intrigados.
-Están cumpliendo todos-sus-caprichos. Da por sentado que siempre lo harán, deben hacerle ver cuanto ama a Christian en realidad dejándola un rato, guarden silencio unos días. No solo se le pasará el disgusto, sino que estará tan ansiosa de volverte a ver que recibirá hasta las palabras mas necias con alegría.
Canelle no pudo tomar nada menos que una actitud de autocomplaciencia al ver como ambos caballeros comprendían y la miraban con aprobación y admiración.
-Osea...- corroboro Christian por si no había comprendido del todo bien -..."Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido", ¿cierto?
-Cierto.- la joven se sentía invencible
-¿Y cómo sabes tú eso?- preguntó Cyrano encantado.
-En primer lugar: soy mujer. Y en segundo: ¿recuerdas en donde vivo?- respondió la chica con altivez –Propongo que esperen hasta el viernes por la noche.
Ambos asintieron sin preguntar y Canelle sonrió con satisfacción. Ninguno de los dos imaginaba que el viernes por la noche se le adelantarían a De Guiche.
Tal vez nunca llegaría a ser tan esplendorosa como Roxana... pero en cuanto a inteligencia no tenía nada que envidiarle. En realidad, en ese momento lo tenía todo.
-Un último paseo, Cristina... mañana la dejaré partir.
-¿En verdad?
-Sí. Pero solo eso os suplico: un último paseo nocturno. Una berlina nos espera en la calle Scribe.
Ante el triste y asustado asentimiento de la joven, Erik recordó una vez más que el amor de Cristina era algo que jamás tendría...
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
Odio a Nadir. Ya se darán cuenta.
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