1. La primera representación de teatro en el palacio de la Ópera.
Tres meses después de la llegada de los nuevos directores, el Palacio de la Ópera ofrecía "La Cloris" de Baró. Mucho antes de la hora indicada, los espectadores comenzaron a llenar el salón de baile, donde esperarían el inicio de la función.
En la gran escalera y sus alrededores, comenzaba a alegrarse el ambiente. Caballeros practicando con el florete, lacayos charlando, algunos jugadores de cartas en el suelo, uno que otro borracho…
-¿¡PEEEEEERO QUÉ SE CREE ESTA GENTUZA?- exclamó con notoria indignación La Carlota al dirigirse a su cuarto. Seguida por algunos aduladores y asistentes, abriéndose paso entre la multitud de actores, bailarines y coristas… y armando un gran escándalo para llamar la atención, por supuesto. -¡PROFANANDO DE ESTA MANERA EL PALACIO DE LA ÓOOOPERA!-
-¡Signora!
-¿Piangi?
Los dos cantantes atravesaron el pasillo hasta quedar uno frente al otro. Carlota retomó sus quejas.
-¿Puedes creer todo esto? ¡El Palacio de la Ópera se he vuelto una cueva de vulgaridad!
-No se angustie mas, Signora, hablaremos con los directores después.- intentó calmarla Piangi, tomándola de las manos.
-¿Las dos estrellas de canto del Palacio de la Ópera están disgustadas por el nuevo giro del negocio?
Una jovencita se había atravesado ágilmente entre ambos, vestida en traje sastre, tenía una pluma en la mano y una libreta en la otra, detalle que los cantantes notaron inmediatamente.
-¿Y quién eres tú?- preguntó Carlota con petulancia.
-Gracias por la confianza de no hablarme de usted.- respondió ella sin pensarlo.
-¡Fleur Blanche!- respondió en alta voz un pequeño niño parado junto a ellos –La brillante y hermosa periodista estrella de "La Época".
-Y tú eres el chalán más adulador ¬¬- dijo la joven, apartando al niño de un ligero empujón.
-¡Periodista!- exclamó Piangi con claro disgusto -¡Incluso periodistas hay aquí! ¡Eso sí es caer bajo!
-¡OIGA!- reclamaron la joven y el niño.
Los cantantes los ignoraron, pusieron cara de ofendidos y se fueron, empujando a la reportera.
-No nos fue posible entrevistar a las dos estrellas de canto del Palacio de la Ópera, pero sí: se ven molestos…- dijo Fleur, mirando como se alejaban.
-¡Vayamos a buscar más información!- completó con determinación, agarrando al niño del brazo y utilizándolo para abrirse paso entre la multitud.
Mientras tanto, en la gran escalera…
-¡AAAAAAH! ¡Cuánta gente!
Una joven vestida de muchacho merodeaba por el salón de baile, mirando al gentío con extrañeza.
-Lo que me gustaba de aquí era la tranquilid/¡Ay, perdón!- Se disculpó, después de haber chocado con alguien.
-No hay problema.- respondió una voz joven.
La chica contuvo una exclamación de asombro al cruzar su mirada con quien había chocado. Si bien ella era bonita, de curvas pronunciadas (intentadas en vano de disimular con el varonil atuendo) y una larga cabellera castaña, no pudo evitar sentirse la más poca cosa al ver que el joven frente a ella era sumamente hermoso, de figura, facciones y porte fino y elegante, y culminaba en una espléndida cabellera rizada y rubia.
-¡Vámonos ya, Christian!- repeló un desaliñado caballero, tomando al joven del brazo y jalándolo para moverlo. Una contrastante compañía, sin duda.
-Sí, disculpa, me distraje.- le respondió el joven, dejándose guiar.
-Christian…- susurró la joven, mirando como se alejaban -…bueno, no resulta tan molesto que la tranquilidad se rompa, si es por alguien tan guapo.
-¡Canelle!
La joven despertó de su ensimismamiento al escuchar su nombre, volteó para ver quién la llamaba. Una bailarina iba hacia ella.
-¡Te están buscando!- le dijo al alcanzarla –Ésta es la primer función de los nuevos directores, ¡tal vez ellos te den una oportunidad si te esfuerzas! Y podrías empezar por tomar tu lugar ya y dejar de vagabundear por el Palacio.
-¡Sí, todo debe ser perfecto esta noche!- respondió Canelle, sonriendo.
-Para que cuando Montfleury aparezca en el escenario…
-¡MONTFLEURY!- interrumpió Canelle -¡¿Montfleury saldrá a escena?
-Sí, ya está en su lugar, preparándose…
Canelle sonrió ampliamente.
-¡Entonces él vendrá!
Y sin decir nada más salió corriendo a ocupar su lugar… tras bambalinas…
El público continuaba entrando y ocupando el gran salón, y entre toda esta multitud se encontraba el Conde Felipe de Chagny, acompañado por su hermano menor: Raúl. Felipe se encargaba de abrirse paso, y al mirar el panorama renovado por la afluencia de auditorio, alcanzó distinguir una cabellera rubia y rizada, la examinó unos momentos más, y comprobó que era alguien conocido. Se dirigió hacia él y lo llamó.
-¿Barón de Neuvillete? Ehm… Christian?
El joven volteó, mirando al Conde. -¿Sí? ¿Quién es usted?
-Pues no me extraña que no me reconozcas, querido.- respondió Felipe –No eras más que un niño cuando nos vimos por última vez.
Christian seguía sin recordar quién era el hombre que le hablaba tan familiarmente.
-¡Soy Felipe de Chagny!- aclaró el Conde, sonriendo.
-¡Felipe de Chagny!- exclamó Christian con asombro -¡En verdad ha sido mucho tiempo! Entonces, él es..- señaló al joven detrás de Felipe -¿Raúl?
-Exactamente.- la sonrisa del Conde parecía invencible –¡Pero vamos, Raúl! ¡No seas timido! No lo eras para jugar con Christian de pequeño.
Raúl avanzó un poco y saludó cortésmente, aunque aún con un tanto de reserva.
-¡Bien, bien!- Felipe puso una mano sobre el hombro de su hermano y la otra sobre el de Christian -¿Porqué no charlan sobre lo sucedido en sus vidas, mientras yo… bueno, volveré después.- con un aire de satisfacción, dejó a los dos jóvenes, desapareciendo entre la multitud.
-Ehm… ¿Me presentas a tu amiguito?- el acompañante de Christian había sido ignorado hasta ese momento.
-¡Oh, sí! ¡Perdona!- soltó Christian, y tomando un aire diplomático, presento a ambos. –Raúl de Chagny, vizconde, ¿cierto?- Raúl asiente con la cabeza –Laginiere… ehm…
-¡Poeta!- completó él, haciendo una ligera reverencia –Ahora, yo voy a presentarles a unos caballeros.- tomó a Christian nuevamente del brazo, y lo arrastró hacia unos jóvenes marqueses que acababan de llegar, Raúl los siguió al no tener nada mejor que hacer.
Por el salón se corrían los rumores de que Cyrano de Bergerac había amenazado a Montfleury para que no saliera a escena en un mes, por lo que la afirmación de que actuaría esa noche causaba gran expectación.
-¿Cyrano de Bergerac? ¿No es el cadete de la narizota?
-Creo que sí, Fleur...
La reportera y el niño salían del área de camerinos, sin haber conseguido nada más de lo que escuchaban al paso en las conversaciones.
-¿Qué motiva a un Cadete de Gascuña a amenazar a una figura el teatro? ¿La primera función de los nuevos directores se verá manchada por el odio entre artistas? Porque de Cyrano de Bergerac se dice que es además un artista, y de los grandes…
-¿Con quién hablas? Estás bien loca.
-¡Cállate, niño! Tengo que planear mi crónica. ¡AH!- la joven corrió y acorraló al Conde de Chagny, quien acababa de aparecer por ahí.
-¡Conde de Chagny¿Es verdad que tiene un amorío con La Soreli?
Felipe hizo una expresión de fastidio, mirando al cielo
-Me llevo bien con ella.- respondió lacónicamente, después se agachó un poco y le habló a la joven al oído, en tono confidencial –Pero, ¿sabes qué? Acabo de dejar a mi hermano, el nuevo patrocinador, charlando con el barón de Neuvillete, por allá.
A la periodista se le iluminó la mirada, dio las gracias y fue a buscar al vizconde de Chagny.
Pero cuando Fleur llegó a las escaleras principales, se anunció la segunda llamada, y una oleada de gente la arrastró hasta la sala, entre empujones, apretujones y pisotones, de pronto perdió de vista a su pequeño acompañante. Cuando por fin la joven pudo caminar por voluntad propia, decidió que lo mejor era buscar a su chalán, y después ubicarse en un buen lugar para ver la función. Aún se encontraba en la búsqueda cuando se dió la tercera llamada y se apagaron las luces, así que tuvo que resignarse al lugar en donde estaba en ese momento, recargada en la pared, ya que no había ni un asiento vacío.
Canelle se encontraba tras bambalinas, aunque tenía el pesado trabajo de mover elementos colgantes del decorado, no podía quejarse: tenía una vista privilegiada del escenario y del público. Saludó a su acompañante, que se acomodaba en su posición del lado opuesto del escenario, cuando se dio la tercera llamada y se apagaron las luces.
Aplausos del público, Monfleury entra en escena. Una joven tras bambalinas y otra recargada en la pared sonrieron involuntariamente, esperaban que algo grande ocurriera.
-¡Feliz aquél, que lejos de la corte, en un lugar solitario a si mismo se impone destierro voluntario!
Canelle escudriñaba al público con la vista, y finalmente reconoció a quien buscaba, sonrió de nuevo.
-¡Ahí esta! Esa nariz no se puede ocultar.- comenzó a murmurar –Vaya, vaya… ¡miren como sonríe! ¡Está esperando, el muy canalla! Esa manera de crear expectaciones digna de un artista. ¿Ya? ¡Sí, ahora comienza lo bueno! Una, dos…
-¡GRANUJA!
-¡Tres¡Tiembla, Montfleury!
-¿NO TE HE PROHIBIDO SALIR A ESCENA EN UN MES?
Se empezó a murmurar por la sala, todos voltearon buscando a aquél impertinente que osaba interrumpir. Montfleury quedó petrificado.
-¡FUERA DE ESCENA AHORA MISMO!
Los murmullos se convirtieron en exclamaciones y gritos de reclamo. Montfleury suplicaba por ayuda con la mirada, deseaba que al menos la tierra se lo tragara. El público le insistía continuar.
-Feeeliz aqueel…- continuó Montleury, con voz temblorosa.
Un bastón se alzó sobre las cabezas del público, agitándose amenazantemente.
-¿HE DE SUBIR Y CORRERTE A PALOS?
-¡Sí, sí! ¡Saca a ese gordo del escenario!- continuó Canelle, emocionada. El volumen de su voz había aumentado un poco.
-¡La presentación de Montfleury ha sido interrumpida por un misterioso caballero!- murmuraba Fleur por su parte, también llena de emoción -¿Será este Cyrano de Bergerac un justiciero del arte? ¿Montfleury escapará o…
-Fe-liz a-aquél que…- a Montfleury apenas le quedaba voz.
-¡ERES MUY VALIENTE AL DESAFIAR MI PACIENCIA!
-¡AH!- cada una en su posición, Canelle y Fleur soltaron una exclamación de asombro y admiración al mismo tiempo.
Cyrano de Bergerac se había puesto de pie sobre su asiento, resaltaba sobre todo el auditorio con un aire imponente, los brazos cruzados, el sombrero ladeado, y fuego en la mirada.
Montfleury miró hacia los marqueses y suplicó por ayuda. Con su petulancia característica, estos le indicaron continuar, recibiendo también amenazas por parte de Cyrano.
Renovadas exclamaciones y quejas del público.
-¡SILENCIO TODO EL MUNDO!- rugió Cyrano amenazantemente -¡Dejen de defender a este tonel de manteca, incapaz de actuar!
-¡La Cloris¡La Cloris!- comenzó a canturrear el público.
-¡Como vuelva a oír eso, arremeto contra todos!
-¡Ni que fuera Sansón!
-¡Inaudito!
-¡Escandaloso!
-¡Fuera Cyrano, queremos a Montfleury!
-¡SILENCIO!
-¡MONTFLEURYYYYYY!
La sala se inundó de todo tipo de gritos, insultos, quejas, reclamos…
-¡BASTA YA! ¿Me desafían? ¡Pues yo lanzo un desafío colectivo! Apunto el nombre de todo aquél que quiera batirse conmigo!
Se hizo un silencio instantáneo.
-¿Qué pasa? Pensé que tendrían prisa. ¿Quién encabeza la lista?¡Al primero le daré el funeral que merece!- continuó el silencio -¿Nadie? ¿Seguros? ¡Muy bien! ¡Si no hay mas resistencia, continúo!
-¡Este Cyrano es un rey sin corona!- murmuró Fleur.
-¡Puede con todos ustedes! ¡Y con muchos más!- djo Canelle, que cada vez estaba más a la orilla del entablado.
Cyrano vuelve su mirada hacia el escenario, y hacia Montfleury, quien muere de miedo al ver que nadie ha intentado siquiera detener a su imponente agresor.
-Deseo ver el teatro libre de esta gangrena, si no…- toma el mango de su espada -¡Aquí está el bisturí!
Montfleury se estremeció. Cyrano, seguro de su victoria, volvió sentarse como si fuera el señor del lugar.
-Me parece que ya ha sido suficiente, contaré hasta tres para que desparezcas de mi vista.
El público hervía en expectación.
-Uno…
Montfleury balbuceaba cosas que nadie entendía, el público manifestaba descaradamente su emoción y si creían si el actor huiría o no.
-Dos…
Se crea un silencio expectante, solo quedan en el aire los balbuceos de Montfleury. Pero Canelle escucha algo más: pasos del otro lado del escenario, y un gemido de miedo de su compañero. Al voltear, apenas alcanzó a ver como una sombra sometía al otro tramoyista.
-¡Tres!
En ese momento, toda la sala se oscureció, se escuchó un estruendo en el escenario, y un grito colectivo de sorpresa, miedo y confusión surgió de entre el público. Un instante después, las luces volvieron a encenderse y un segundo grito del público enmarcó lo que el escenario mostraba: una viga del decorado había caído sobre Montfleury, quién yacía en el suelo.
El público comenzó a ponerse de pie en completo desorden, y, como era de esperarse, la culpa
recayó sin lugar a dudas sobre aquél que acababa de amenazar a Montfleury.
Cyrano se levantó, y a duras penas comenzó a abrirse paso entre la confundida y enardecida multitud.
-¡No he sido yo!- intentó explicarse
-¡En verdad!¡Yo no…
Fleur se recargó en la pared para evitar volver a ser arrastrada, y alcanzó a ver como Cyrano alcanzaba a llegar unos metros cerca de ella, el público lo arrinconaba contra la pared, y ante la mirada de todos…
-¡Se lo tragó!- exclamó Fleur, sin dar crédito a sus ojos -¡El muro se lo tragó!
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
¿A nadie le cae bien Montfleury, verdad?
*pasa rodando una bola del desierto*
Okeeey n.n
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