Y viceversa
Paralelamente y sin saberlo, Sonic y Scourge sí tienen algo en común: ninguna dedica la atención suficiente a cierto zorro, pero no serán ellos quienes sufran las consecuencias.
Tails y Miles despiertan sin tener a su respectiva versión de Sonic al lado.
Naturalmente, uno más asustado que el otro.
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Tails comentó alegremente mientras disfrutaban otra victoria sobre Eggman. Sentados casi de forma simétrica en Meh Burger, Sonic se encontraba a la cabeza de la mesa como si fuera una especie de junta importante, mientras que el tópico en cuestión era que solo se estaban burlando del bigote mochado del doctor.
—¡Sí, pero la mejor parte fue la despedida!
—No importa nada más, cariño, ya lo hice todo y salvé el día.
—¿Hiciste? Somos un equipo. —Tails apoyó su mejilla en un puño cerrado, viendo con dulzura al líder ojiverde.
—Solo ustedes tres estaban cuando Eggman atacó la villa, así que no puedo argumentar mucho sobre sus participaciones —sostuvo Amy luego de ordenar sus cubiertos—. Pero dudo bastante que Tails te haya observado a lo lejos con los brazos cruzados —prosiguió levantando las manos en señal de que solo era una suposición.
—¿Tres? Ah... Pero el tercero no cuenta, es una... Todavía no está aquí. —Tails retrocedió unos centímetros en su silla con apoyo de sus colas, de inmediato, se inclinó sobre sí mismo para parecer más bajo—. O sí, pero podría irse en cualquier momento con un...
—¿Knuckles no estaba ahí? —consultó Rose con sospecha después de notar la duda del equidna de su propia existencia al momento de la acción.
—Claro, Knuckles. —El zorro suspiró con desagrado al notarlo—. Pero fuimos un equipo, no lo hiciste todo solo —continuó hacia su pareja. Sonic sacudió una mano para espantarlo y después le dio un mordisco a su chili dog.
—No sé de qué hablas, Tails, lo único que hiciste fue poner tu máquina debajo de mí —habló sin culminar de deglutir, sonriendo—. Y solo me sirvió para saltar, tampoco fue la gran cosa que decías.
—Pasé semanas construyéndola —recordó Prower. Sus orejas acompañaron su pesar al bajar una nota.
—Y puedes pasar otras semanas haciéndola útil, genio —determinó el cobalto al palpar el flequillo de Tails y volvió a su postura altiva—. Procura que no interfiera en mis noches felices: no puedo dormir si estás soldando a un costado.
—Nunca te pido que me acompañes en el taller a altas horas de madrugada —recordó, solo para ser contradicho nuevamente.
—Me necesitas, Tails, ¿qué harías sin mí?
Los últimos meses, Sonic había añadido una "pizca" de grandeza a su imagen ya sobrevalorada. Cuando estaban solos, el erizo a veces regresaba a su comportamiento habitual; en compañía y frente a un gran público, parecía que trataba de hacerlo ver como alguien en apuros que siempre necesitaba su protección.
Pequeño, lo hacía sentirse pequeño. ¡Incluso tergiversó una lucha de hace dos semanas!
"Tails gritó por ayuda. Yo, su caballero sin capa, pero con una pañoleta, llegué para auxiliarlo de ser aplastado por un robot maligno cortesía de Eggcalvo. Tails no paró de agradecerme, siendo yo su apuesto novio, y me pidió que le dé las buenas noches en agradecimiento".
La verdad de todo fue que Sonic se cayó de cara contra la arena por tropezar gracias a su ceguera ocasional y Tails tuvo que combatir contra el "robot maligno" de Robotnik que fue sencillo de desbaratar por la simpleza de los circuitos. Ah, y Sonic despertó media hora después por la marea alta y no le dio nada a nadie.
El ejemplo más grande y escandaloso de las mentiras ocurrió esa mañana, cuando los tres amigos estaban refrescándose con la imagen del mar. Tails no planeaba que Knuckles estuviera ahí, pero tampoco le podía pedir que se retirara pese a que debía confesar algo muy privado ante Sonic.
Algo que cambiaría sus vidas. Sin embargo, nada se concretó cuando Eggman apareció. De la nada y al estar dispuesto a pelear, Sonic se colocó delante de Tails y exclamó para media isla:
—¡No temas, Tails! Tu novio aquí lo resolverá todo.
Tails intentó usar uno de sus inventos, pero Sonic no se detenía en cerrarle el camino o hacerlo retroceder. Cuando trató de llegar por su cuenta, la interrupción del erizo casi provoca que lo conviertan en una huella en el suelo.
—¡No te pongas delante de mí! —advirtió temiendo más por el cobalto que por el robot de láser que trajo Eggman.
—¡Sí! Quiero tener una toma de todos cuando se vuelvan polvo —apoyó el doctor con una cámara en mano—. Menos tú, zorro, te he visto con el abdomen más redondeado estos días y se me empieza a hacer raro. ¿Por qué viven en una sola casa, para empezar?
—Yo no vivo con él, él vive conmigo —explicó Tails con medio cuerpo sobre el hombro de Sonic en un intento infructuoso de cruzar al frente.
—Mi vida, déjale esto a los chicos grandes —sugirió Sonic un segundo antes de dejar a Tails atrás e ir con fuerza hacia las piernas metálicas del invento rival.
Prower trató de usar el suyo para que sea más justo, pero Sonic saltó sobre él y cortó un bigote de Eggman, lo que lo forzó a caer en un conflicto de identidad y guio su perdición.
—¡Esto no termina aquí! —renegó Robotnik con una mano sobre la amputación de gran parte de su vida.
—Seguro que regresarás mañana para que lo empareje —carcajeó el erizo azul. Tails quería celebrar con él porque esas pequeñas victorias lo hacían sentirse seguro, pero Sonic estaba más preocupado en hacerse ver el más varonil de la isla que en felicitar a su pareja por el trabajo en equipo.
A todo eso, de hecho, Knuckles estaba ocupado en contar las piedras que las olas trajeron para escribir un mensaje de ayuda en caso de que Amy descubriera que usó el cepillo de sus púas para barrer un camino improvisado para patos que sabían volar.
—No te ofendas, Tails, pero es obvio que me necesitas para todo.
—No lo diría de ese modo, Sonic —intervino Amy ante el notable disgusto del menor, si su repentino ceño fruncido y un tic que solo su oreja izquierda mostraba con emociones similares no era suficiente.
—Tampoco estoy hecho de cristal —murmuró el vulpino.
—No estás muy lejos de esa realidad —continuó el erizo—. Pero no te preocupes, siempre estaré aquí para ti.
—Me alegra saberlo. —Tails tuvo una entonación triste cuando lo dijo, Sonic se dio cuenta, mas optó por ignorarlo hasta que estuvieran en su choza y pudieran tener una conversación sobre asuntos "realistas" de ser pareja. La dichosa no tardó demasiado.
-Sé defenderme, ¿o no me quieres decir algo? –Tails se paró a un lado de la hamaca de Sonic con los brazos cruzados, presto a oír una explicación convincente.
—Sí, sí, no tienes que seguir recordándolo. —Sonic estiró el brazo izquierdo para acariciar suavemente los pinceles blancos de su rostro. El menor permitió la caricia, pero se abstuvo de subir a la cama con él—. ¿Me evitarás ahora?
—No me gustó cómo trataste a mi invento hoy —declaró—. Son parte de mí desde que les coloco el primer tornillo, ¿me usarías como un trampolín también?
—Vamos, Tails, ni siquiera tienen vida. El único al que le tengo cierto respeto es a Tornado.
—Hablando de mi Tornado, lo pateaste esta mañana. ¿Alguna excusa para ello?
—¡Estaba en medio de mi camino a un puesto de comida rápida!, necesitaba actuar rápido.
—El puesto de comida rápida sigue abierto ahora, ¡y son las seis de la tarde! —manifestó Prower con agotamiento. Nadie quiera, pero con alguien tan irresponsable, Tails no sabía por qué había accedido a que lo inseminara en primer lugar—. No quería hablar de eso, solo que me des más libertad para pelear, como hacíamos antes, líder azul.
—Sí... Antes no eras mi pareja, ahora sí, y es diferente. ¡Una carrera a tu casa! ¡El último en llegar es víctima de mucho cariño pasional!
Sonic salió disparado del lugar, dejándolo en solitario con sus pensamientos sobre lo valioso que se hacía antes y lo prácticamente inútil que se había vuelto en el actual. Suspiró, al menos el aire fuera de él significa que seguía vivo y tenía una pesada carga que encontraba paz cuando se tomaba un momento para dejar de estresarse por Sonic, no quería correr por el bien de su organismo, estuvo seguro de que casi se desmaya por la fuerza que hizo al enfrentar a Eggman esa mañana: ciertos síntomas aparecieron hace una semana, pero no lo volvían un inepto.
Giró sobre sus talones para ir de camino a su cálido hogar, pasaría a recoger algunas llaves de su lugar favorito de la isla y después tacharía tareas de su libreta con música relajante de fondo: su mejor manera de terminar el día. Si Sonic lo arruinaba como venía haciendo el último año, se daría por muerto.
—¡Tails! ¡Decidí que no volverás a tu taller! —gritó Sonic desde el sofá del menor—. Y perdiste, así que te toca ponerte en cuatro en tu cama.
—¿Me puedes decir en qué momento me preguntaste lo que yo quiero? —Tails dejó el cuaderno en un asiento de la cocina. Con una mezcla de confusión y enojo, se abrió paso hasta llegar frente al televisor y bloquear la vista de su pareja.
—Eres lindo, mi cielo, pero en serio quiero ver este programa. —Sonic se movió de un lado a otro mientras el cuerpo del vulpino se mecía para impedirlo, permitiendo el juego unos segundos hasta que se volvió fastidioso—. ¡Okey! ¿Qué pasó?
—¿Decidiste que no volveré a mi taller? Mi taller es mi taller.
—Y tú también mío, y decidí que no regresarás allá, fin de la discusión. —Entrelazó sus brazos detrás de la cabeza mientras esperaba que Prower se hiciera a un lado y dejara libre la pantalla. Sonrió con confianza.
Tails bufó por la imagen del cobalto y se dispuso a ordenar las cosas que Sonic no se molestó en recoger cuando pasó con su tremenda velocidad. Los planos del vulpino estaban todos esparcidos por doquier y uno llegó a la hornilla extrañamente encendida de la cocina. Inhaló y exhaló. Necesitaba un descanso de todo ese alboroto, sentirse un poco más libre. El Sonic no antes no lo haría sentirse un prisionero.
—¡Terminó! ¿Qué decías sobre ser mío? Es tiempo de tu castigo y de mi premio. ¡Dos en uno! —Sonic se acercó a él con una clara intención, pero el zorro abrió su libreta y la empujó contra su pecho sin titubear.
—No esta noche —sentenció. Se dirigió con tranquilidad a su cómodo sofá-cama y tomó un cepillo para acicalar su pelaje.
—¿No esta noche? Llevamos muchas noches. —Sonic arrojó el horario de Tails a un lado y corrió para quedar frente suyo—. ¿Por qué siempre me tocan estos castigos? Espera, ¿es por lo de Eggman?
—Eggman no dijo nada. —Tails sabía que el doctor fue lo suficientemente observador como para haber sacado una conclusión de su nuevo aspecto en desarrollo, pero no esperaba que Sonic lo fuera.
—No, no lo hizo. Bien, bien, si quieres luchar y pelear, entonces ve, ¿qué te detiene? —Fue un comentario sarcástico y Sonic mismo lo hizo notar. Prower entrecerró los ojos con desaprobación por esa actitud.
—Tú me detienes, ¡yo también puedo golpear a uno de esos cangrejos sin necesitar mi llave inglesa o un martillo!
—Se te caería la mano si lo intentaras —se burló mientras empezaba a retirarse algunas de las vendas deportivas que cubrían sus brazos antes de descansar al lado del menor.
—¿Qué te sucede? ¿Es un reto?
—Sería un reto si no supiera que ya estás perdiendo —declaró—. No te esfuerces de más, Tails, solo quédate detrás de mí.
—¿Cuándo nuestra relación funcionó así? Siempre te he apoyado y tú a mí, nunca nos hicimos a un lado.
—No te estoy haciendo a un lado. —El mayor sonrió por las ideas apuradas del zorro—. Solo creo que llegó tu tiempo de jubilación otra vez. Yo haré todo fuera y tú solo ocúpate de estar aquí dentro.
—¿Pasó algo cuando te caíste de mi cama?
—Cuando me empujaste de tu cama —corrigió el ojiverde, elevando su nivel de irritación.
—¿Por qué el interés repentino en alejarme de los problemas? ¡Mis herramientas y yo somos inseparables!
—Es raro saber que tienes un vínculo más fuerte con ellas que conmigo, pero prefiero que permanezcas aquí donde estás más seguro que afuera donde tengo que salvarte de todo.
—Me salvo a mí mismo.
El intercambio de palabras comenzó a presentarse como una discusión más tosca. Sonic dejó en paz sus vendajes y giró un poco más a Tails para que lo encarara.
—No lo has demostrado muy seguido —interrumpió—. Mi vida, no voy a pelear contigo solo porque tengo la razón.
—¿Razón? Me estás convirtiendo en tu sombra, no suspiro cada vez que quieres bloquear un ataque dirigido a mí, busco no depender así de nadie.
—¿Por qué? Antes no te molestaba.
—¡Antes no hacías lo que haces ahora!
—¡Ya! Da la solución entonces, si eres tan inteligente. ¿Qué quieres?
Tails miró entre su bulto en crecimiento y las frazadas. Pasó una mano por su vientre con desazón.
—Te lo llevo diciendo desde hace rato —resopló con latidos un poco más fuertes, el silencio y la sensación fatigosa lo hicieron parecer así. Esperó en silencio, no quería abrir sus sentimientos como era habitual porque no sentía que estuviera tratando con el Sonic de siempre.
—No entiendo tus mensajes entre líneas.
Tails asintió y, antes de que el erizo se acercara para "arreglar" todo con una muestra de afecto, pasó por su lado sin bajar la mirada y con dirección hacia la puerta.
—¿A dónde vas? —El cobalto tomó asiento en la cama sin querer creer la terquedad del menor, se apoyó en un brazo al mismo tiempo que observaba las colas sin ánimo de Prower.
—Iré a caminar, no me siento muy bien —argumentó con la voz suave y esbozando una falsa sonrisa para evitar más inquietud por parte del mayor, si es que en verdad la había.
—¿No deberías quedarte aquí para que pueda cuidarte?
Tails prefirió no responder para evitar otra disputa y cerró la puerta. No entendía qué pasaba. Antes amaba sentir a Sonic cuidándolo de todo, pero ahora era tal el exceso que sentía que pronto lo privarían de respirar. El bebé en su vientre no ayudaba, no podía solo alejarse de Sonic y separarlo de algo que también era de él, su conciencia no lo dejaría dormir tranquilo y, si su hijo resultaba ser un erizo, mucho peor.
A pesar de doler, debía admitir que nunca se había sentido tan mal que como cuando empezaron a salir como pareja y, en lugar de sentirse apoyado, solo se sintió socavado. Una completa decepción.
—¡Tails!
Había ido a la casa de Amy porque era la única que podría calmarlo: no se imaginaba contándole sus problemas a Sticks, quien también notó que el abdomen de Tails creció un milímetro más y pensó en pincharlo para saber si se desinflaba como un globo.
—¿Qué haces aquí? —continuó. El menor abrió la boca para contestar, pero no pudo soportarlo más y lloriqueó en el marco de la puerta. Rose lo animó a ingresar con palmaditas reconfortantes, era la primera vez que veía al menor en ese estado y sin tener idea del porqué, es decir, era evidente la participación de Sonic en eso, pero ¿por qué?
—Es Sonic —declaró el más bajo cuando logró tranquilizarse entre algunas almohadas que Amy le prestó. Tomó un sorbo de chocolate y permaneció con la vista en una torre de galletas que le fue entregado como si el dulce borrara heridas completamente agrias y llenas de amargura. Tails nunca pensó que se sentiría así, pero tampoco quería agradecer a Sonic por ello.
—Ya veo, ¿y qué sucede con él? —La eriza se inclinó con preocupación. El vulpino tenía una cobija turquesa cubriéndole la espalda y un gancho en su flequillo para que no escondiera su rostro.
—Se está portando raro. Yo sé cómo es él, lo he conocido por años, pero no me gusta cómo es ahora. ¿Viste cómo me trató en la mesa?
—Sonic siempre ha querido sobresalir, Tails, quizá te está afectando la gestación...
—Es diferente ahora, Amy —musitó con una pequeña ola de coraje, pero aún con pena—. Me gustaría que fuera como antes.
—¿Se lo has dicho? —preguntó después ordenar una fila de pastelitos para que el zorro no tuviera que aproximarse demasiado.
—Ojalá pudiera... Se reiría de mí, lo conozco lo suficiente como para adivinar sus reacciones ante cualquier cosa.
—¿Y ante...? —Amy bajó la mirada hasta el abdomen del menor y Tails la siguió, generándose un silencio incómodo roto ocasionalmente por sus colas golpeando el sofá.
Amy no discutió si sí o no, prendió la televisión para que el zorro se entretuviera con algo más allá que solo interrogatorios que a él no le agradaban, de preferencia una novela romántica. Cuando escuchó parar su hipar y lo observó abrazar una almohada como si extrañara otra presencia, llamó a Sonic para que fueran a casa.
Sonic sabía que Tails se sentía mal, incómodo o como fuera que debía llamarse, pero no tenía idea de qué más hacer, creyó que lo estaba haciendo bien. Después de todo, Tails siempre se queja de alguna cualidad suya y al final terminan riendo con las manos entrelazadas. Esta vez no ocurrió.
—Tails se siente mal.
—Te dije que ya sé, le preguntaré si se le pasó... mañana. —El cobalto se inclinó para tomar al menor en sus brazos, sopesando y comprobando lo poco ligero que estaba esos días—. Tengo tantos días, está durmiendo.
—Sonic, no es así como se porta alguien con la persona a la que ama. —Amy estaba al límite de lo que por sí misma podía aguantar, estaba segura de que golpearía al erizo si Tails volvía a tocar su puerta envuelto en lágrimas.
—Sí, no somos iguales, Amy. Hasta luego.
Caminó, para su desesperación, porque correr despertaría a su pequeño novio. Tails se apoyó en él al sentirlo, suspiró como si hubiera sido lo que esperaba, y Sonic lo sabía cuando se percató de ello.
Ingresó a la casa de Prower porque había ganado el hábito de no cerrar la puerta, de lo contrario, la ventana era el único medio. Recostó a Tails cuidando no caerse sobre él, porque la última vez que pasó fue tan sorpresivo para el vulpino que Sonic ganó una visita al hospital. Desde ese día, Tails no guarda ninguna llave inglesa bajo su almohada y cualquier cosa de metal debe mantenerse a dos metros de distancia del sofá-cama.
Se acomodó a su lado con cansancio, no solo por sus brazos, sino porque lo consumía el remordimiento de no ser directo con Tails y decirle qué pasaba, como antes.
Tails giró hacia el lado opuesto, como si no quisiera verlo. Sonic levantó la cabeza para saber si fue un acto inconsciente o debía irse a dormir con Tornado nuevamente. Al comprobar que no, se dejó caer en la cama y pasó una mano sobre la cintura del zorro, para acercarlo y abrazarlo. Lo besó en la mejilla para al fin dormitar.
No tuvo respuesta, pero sabía que Tails se encontraba despierto. Prower sintió que se le secaba la garganta y una opresión en el pecho que no era natural. Cuando finalmente logró calmarse, deseó que algo en Sonic cambiara. Lo amaba, pero necesitaba al anterior.
Nadie notó la lucecita que brilló en la frente de Tails por un par de segundos antes de apagarse.
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—¡Vete al carajo!
—Lo haría si tuviera un barco, pero ya ves, estoy en la desgracia atado a ti.
—¡Scourge! —Miles pateó a su pareja nuevamente en la espalda, pero continuó sin tener atención—. ¡Siempre me tienes con lo mismo!
—Ah, sí... ¿Por qué hoy no puede ser igual?
—¡Oye! —El menor tiró del erizo hacia atrás, mientras este continuaba caminando y Alicia observaba todo desde dos metros a la distancia—. ¡Íbamos a salir este día! ¡Hemos suspendido esta cita por un año!
—No todos estamos tirados haciendo nada —renegó el ojiazul más alto, forcejeó su brazo para que el vulpino por fin lo soltara, sin éxito.
—¿En serio? Porque es lo que estuviste haciendo todo este día hasta hace diez minutos, si no quieres tenerla, ¡solo dilo para que sepa lo cobarde que eres!
—¡¿Qué?! —Ni siquiera el tono amenazador disuadió al azabache, quien se irguió para compensar su baja estatura.
—¡Cobarde! ¿Me pediste que fuera rey para esto? ¡Imaginé algo diferente!
—No me jodas, Miles, no tengo tiempo para perderlo contigo —espetó con mayor molestia que anteriores segundos. Más chismosos se asomaron para saber qué acontecía en los pasillos de la inquieta fortaleza.
—¡Ah! ¿Ya no me quieres? Lo esperaba de alguien tan... tan... ¡promiscuo!
—No dije eso, anti-Tails. —Rio para aliviar su propia tensión, mas sí esperaba que el zorro no se lo tomara a bien.
—¡Mi nombre es Miles! ¡No me gustan los apodos estúpidos, anti-Sonic!
—¡Cállate! No estaré contigo ahora, fuera de mi camino —ordenó, no iba a detener su andar y Miles no se detenía en jalarlo.
—¿No quieres estar conmigo ahora o nunca? Bien, terminamos, ¡ya no quiero verte!
—¿Otra vez no quiere tener la cita? —Patch se acercó a su compañera ardilla con cansancio.
—Otra vez. Acabarán en lo mismo: Miles se irá al cuarto, Scourge regresará una hora después, le hablará al día siguiente y volverán a discutir, discutir, discutir. Dios, ¿por qué no impedimos que se revolcaran en Semana Santa?
—Olvidaste "tendrán relaciones sin que les importe quién los está oyendo" —corrigió el coyote. Era agotador tener ese ciclo, le parecía mejor cuando ninguno estaba relacionado y solo se molestaban a lo lejos, coqueteando en silencio—. Sigue ocurriendo, creo que ya me volví experto en películas de terror.
—¡Ya! ¿Qué diablos quieres? —Scourge, finalmente, giró a enfrentarlo. El menor estaba más que enojado y, si bien golpeó al erizo en la mejilla con su fuerza inferior, no se sintió mejor ni se pavoneó para presumir que no le devolvió la injuria. La única razón por la que el erizo no lo hizo fue porque lo podía matar, pero el zorro prefería ignorar ese detalle—. Necio ignorante.
—Te lo llevo gritando desde hace rato —bufó Miles, fingiendo ser más sin sentimientos que él.
—Te hago caso cuando yo lo deseo. ¿Me dirás lo que quieres o me dejarás en paz por esta noche? Y por todas, si tuvieras la consideración, estoy cada vez más harto de ti.
Miles abrió la boca para contestar, todos lo esperaron, era lo que seguía según lo que venía ocurriendo los últimos trescientos sesenta y cinco días del año.
Apretó su dentadura hasta que dejó ver sus pequeños colmillos y se tragó el defender su orgullo. En lugar de empujar a Scourge —también como antes—, emitió una especie de quejido como si lo hubieran lastimado.
Alicia lo vio mejor, él no iba a llorar, pero parece que se quedó a mitad de fuerza. Se dio la vuelta y se dirigió con lentitud al lado opuesto al que iba el erizo. Él no iba a llorar ahí.
—No sé por qué lo quiero... —susurró mientras hipaba, con el rostro sumergido en cobijas y la palma de Alicia en su flequillo.
—Sí, Miles, cálmate. —La ardilla terminaba siendo un pañuelo, por alguna razón. Sus demás compañeros estaban en la habitación reunidos, pero ella era la única que le inspiraba más confianza. Sin saber qué más hacer, acarició la espalda del vulpino, quien estaba arrodillado y medio recostado en su cama—. Quiero dormir de una vez.
—¿Todos vieron eso? —preguntó con dificultad.
—¿Cuando te dejó en ridículo? Sí, fue divertido.
—¡Habla cuando te pida tu opinión! —Miles pudo fácilmente haber golpeado a Patch, pero Boomer intervino para que mantuviera la calma y lo orientó para que volviera al llanto en el regazo de Alicia.
—¿Todos vieron eso? —repitió.
—Sí, pero nadie que quiera vivir se iba a meter —dio como respuesta el coyote, bajo la mirada de advertencia de la única mujer en el lugar.
—¿Estás bien? Es la primera vez que chillas porque te gritoneó, y antes fue frente a miles de personas —interrumpió anti-Sally—. Ni que fueras sensible, niñita.
—Me cansé —murmuró en voz baja el zorro—. No me debí enamorar de un parricida —continuó sufriendo como damisela, desde el punto de vista de los presentes.
—Míralo de esta forma, Miles, siempre puede ser peor: te pudiste haber enamorado de Alicia.
—Diré que tomemos estas cosas con comprensión y paciencia. —Walrus no tenía ninguna experiencia en relaciones y, de hecho, enterarse de que su rey y Miles tenían otra clase de vínculo fue perturbador durante los primeros meses—. Scourge no la tiene, pero tú sí. Nadie imagina a Scourge cenando sin buscar pleitos con quien sea que exista.
—Sí, y ya es hora —informó Alicia:— doce de la noche, es donde Scourge se da cuenta de que en realidad no tiene nada que hacer y ya huyó de su salida juntos...
—Otra vez —completaron al mismo tiempo.
Miles se puso de pie con los ojos cerrados para que más gotas no se escaparan, limpió sus mejillas con la manga de su chaqueta y sacudió esta para mantenerse en orden, como si nada hubiera ocurrido.
—Bien, nadie vio a Miles llorar y todos odiamos a Scourge. Listo, a sus guaridas —mandó Alicia un segundo antes de al fin recostarse en su cama para despejarse—. ¡Ya! ¡Ya!
—Soy el único que sigue aquí, no me trates como a una oveja. —El menor rodó los ojos y se dejó caer a su lado, todavía con aflicción—. Me gustaría que se apareciera en una semana, no tengo fuerzas para pelear ahora.
—Nunca las tienes cuando es contra él.
—Me va a extrañar un día –resolvió sin pensar, pero después se entusiasmó ante la idea y la visión de lo que podría hacer—. Me iré de viaje y regresaré en una década.
—Miles, sin nada de respeto, ya tuviste ese plan antes: te fuiste de viaje por dos minutos y regresaste solo para consentirlo. ¿Tanto lo extrañas? Qué asco.
—¿Celosa? Es imposible tratar con las personas que no entienden. Iré a mi cuarto y discutiré esto conmigo: el único que tiene sentido común en estas paredes —comentó con un leve resentimiento: Alicia era una antigua pareja de Scourge y Miles no se preocupaba demasiado en compartirle sus problemas para nada matrimoniales.
Prower anduvo con desgana hasta llegar a su alcoba. Pasó por su anterior cuarto y extrañó la soledad en él, pero también que fue el primer lugar de sus encuentros con el erizo y lo enfadó que ensuciara así el único sitio donde se sentía a gusto.
Pateó la puerta para ingresar y la cerró con fuerza, lo que provocó que retumbara en los pasajes. Arrastró sus botines hasta que llegó al borde de la cama y se deshizo de ellos para descansar: olvidaría el día y pasaría al siguiente, ese era su objetivo.
Soñar en esas frazadas cómodas era lo suficientemente reconfortante como para que fuera ignoto de su alrededor; sin embargo, su paz se terminó de forma desagradable cuando Scourge entró de la misma manera que él y se aventó a su lado, desordenando las sábanas y parte del orden que quería mantener el zorro.
—Ay, ten cuidado —reprochó entre dientes poco antes de darle la espalda, todavía enojado y con los brazos cruzados—. Bestia.
—¡Ja!
—¿Y ese milagro? Viniste a dormir, ya había comenzado a creer que eras un lobo por las noches y no querías que nadie se entere.
—¿A qué hora se abren esas bonitas piernas? —Scourge se arrimó contra él. Colocó una mano en su cintura para acariciarla y descendió hasta alcanzar su zona íntima—. Tengo algo monstruoso que necesita su calor.
—No me fastidies, no cogerás nada esta noche ni en ninguna otra. —Miles le gruñó como amenaza, lo que enfatizó al alejar de un golpe el guante del otro ojiazul.
—Aj. Bien, igual no te necesito, puedo salir a buscar a alguien que sí quiera estar con este rey —indicó al señalarse.
—¡Genial! Me das más razones para no volver a acostarme contigo, señor Infecciones. De hecho, creo que ya no te quiero cerca de mí. —Miles apagó su acento sarcástico. Scourge agarró su hombro como si quisiera detenerlo, acelerando el corazón del zorro por el novedoso toque.
Luego Scourge lo empujó hasta que cayó de la cama y él se acomodó en toda la extensión.
—Más espacio para mí —alardeó el erizo con la esperanza de que fuera el gran incentivo que necesitara el zorro para regresar a sus brazos, pero el menor agarró su zapato y se lo arrojó a la cara.
—Me refería a que tú te fueras, pero no importa. Jódete, mi rey —culminó arrastrando las palabras en medio de una reverencia burlesca. Miles juntó la puerta al retirarse, Scourge permaneció viéndola durante una hora, se sorprendió al notar que en serio el más bajo no regresaría. Nunca habían llegado a ese punto, lo normal era que Miles y él desfogaran al parecer buena pareja; le prometería que la cita sería mañana y haría lo mismo al día siguiente.
Había funcionado durante un año.
Tres de la mañana y el ambiente comenzó a helar. Ningún alma pasó por fuera o dentro de la alcoba. Revisó en otros cuartos y despertó a sus subordinados para que confesaran dónde ocultaban al vulpino, pero ninguno tenía idea, estaban igual de perdidos que él. Excepto por Alicia.
—Lo oí comportándose como niña de dos años, dile que deje de llorar o la próxima vez que me lo encuentre así en el pasillo a mitad de la noche le daré un golpe que no va a olvidar en el más allá.
Scourge recorrió cuatro docenas de habitaciones polvorientas sin que alguna tuviera rastros del zorro. Era extraño que Miles optara por no estar dentro. Fuera del reino, estaba lloviendo y pasando brisas que congelarían a cualquiera. Por lo visto desde lejos, también empezó a inundarse el patio. Carcajeó al pensar el sinsentido que era que Miles estuviera durmiendo afuera. Su pareja no era tan estúpido, hasta se podría morir de frío si era así, y era así.
Miles estaba aferrado a sus colas, oculto en las raíces de un viejo árbol que era lo único que bloqueaba el río que se había formado por las intensas y recurrentes gotas caídas del cielo. Estaba lo más encogido que podía para darse calor en el torso y sus guantes se habían manchado de lodo, chorros de agua habían comenzado a invadir su pequeño "nido" y lo hacían temblar.
—Pequeño terco. —Scourge jaló al zorro para que se levantara, pero este solo tiritó y resistió moverse—. Que quede claro que es tu estupidez la que te lleva a esto.
—La tuya que te hace sentir "compasión".
Cargó al vulpino con dificultad y Miles se apoyó en él al sentirlo, suspiró como si hubiera sido lo que esperaba, como "enamorada" desde la vista del más alto. Lo llevó hacia la cama para que permaneciera con él, donde le pertenecía.
—No sé por qué los zorros son tan obstinados en tener la razón —habló con irritación.
—¿Te preocupé? —Miles abrazó las frazadas sin parar de observar al mayor, sopló en sus manos con el fin de apaciguar el frío. Para oír la respuesta que quería, sus orejas se movieron en diferentes direcciones y se agacharon con cautela.
—Me preocupó tener que mover un cadáver por la mañana, no te ilusiones, no soy esa clase de persona que estará dándote muestras de cariño.
Miles siempre quería "amor" y Scourge nunca se lo demostraría porque creía que era un juego interesante. Lo quería, pero, para él, debería bastar con follar cada noche o decirle lo bien que se veía sentado en él.
—¿No me darás las gracias? Hay una rápida forma de calentar las cosas —sugirió con picardía. Miles entrecerró los ojos y se inclinó más hacia atrás, contra su almohada, con rechazo.
—Cuando vea al Scourge que dijo que me querría mucho, sí.
—Lo tomaré como un sutil "nunca".
—Ni siquiera me abrazas, escapas a veces, no, no a veces, lo haces todas las noches, no quieres...
—¡No te traje para que siguieras hablando!
Miles volvió a ahogar su perorata y murmuró para sí las muchas formas en las que le gustaría matarlo. Se dio media vuelta y apagó la lámpara a su lado para alcanzar el estado de comodidad que quería.
Scourge esperó hasta que lo oyó respirando pacíficamente y una de sus orejas se agachó en plena oscuridad, se aproximó para estar seguro, pero solo cuando el zorro abrazó uno de sus sacos, supo que estaba dormido.
Miles se equivocó en algo; Scourge no se lo diría.
Se arrastró hasta que su cuerpo chocó contra el más pequeño, sin molestarlo, y lo abrazó. Apoyó su mejilla en la espalda del menor e inhaló lo que pudo de su aroma natural, uno que no existía en ningún otro lugar y que había esperado toda su vida. Llamó a Miles, por si acaso, mas no recibió otra respuesta además de los murmullos inconscientes de su pareja. Como hacía todas las noches.
Nadie notó la lucecita que brilló en la frente de Miles por un par de segundos antes de apagarse.
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Buenas noches, espero que hayan tenido un buen día. La historia contará con aproximadamente cuatro capítulos y, si no son subidas cada noche, será interdiario para no hostigarlos con actualizaciones. Además, los dos primeros capítulos se dedicarán a las personas a las que les corresponde, según recuerdo, por adivinar mi color preferido.
Sigue siendo el rojo, pero el segundo es el verde. Originalmente, la obra estaba destinada a tener solo dos capítulos, sin embargo, se tuvo que fragmentar debido a la extensión. Agradezco de antemano su comprensión al respecto.
Por otra parte, pensaba incluir un apartado final de preguntas que tengan, dado que en otras obras que he tenido se han generado dudas que no alcanzo a ver. En todo caso, se podrán agregar en el último capítulo, yo les daré el alcance.
Este ha sido el primer capítulo de Convergencia, muchas gracias, tengan buena noche.
-KatheDoll.
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