UNO: La guía


Canción del capítulo: Los del Espacio  

Miro de nuevo el fólder que encontré en mi lugar en la clase de anatomía. Tiene mi nombre y está sellado, pero no tengo ni idea de qué es ni de quién. Y no estoy segura si lo quiero averiguar. Bueno, la verdad es que sí tengo mucha curiosidad, pero estoy intentando no abrirlo. ¿Qué tal que es algo de lo que me pueda arrepentir?

Una vocecita dentro de mí pregunta, ¿y qué tal que no lo es? Pero es que es que es súper random. O sea, no tengo tantos amigos, de hecho, tengo pocos, y estoy segura de que, si fuera de alguno de mis amigos, tendría nombre, no se vería sospechoso sin remitente.

Le pregunté a Paloma, mi amiga y compañera de clase, si había visto quién lo había dejado y me dijo que no. Cuando ella llegó ya estaba. Llevamos más de medio semestre en la clase, y sin quererlo, ya todos tenemos nuestros lugares asignados. Paloma y yo nos sentamos juntas, Manuel, su novio, se sienta dos filas atrás porque dice que si se sienta junto a nosotros se distrae mucho. Alex, uno de los cuatro fantásticos, no ha tomado la clase aún porque decidió tomar otra clase al mismo tiempo, el traidor. Así que no tengo idea de quién podría haberme dejado algo.

A veces me pregunto si debería yo irme al otro lado del salón como Manolo, porque, aunque no siento que Paloma y yo platicamos tanto, sí es un hecho que me está yendo fatal. En el último examen saqué 35, y solo hay dos en el curso, y el proyecto final. Estoy comenzando a preocuparme de verdad. Sobre todo, porque tampoco voy súper bien en filosofía, pero no voy tan mal como en anatomía.

La verdad es que me choca tener que echar rollo en filosofía cuando tengo que aprenderme ocho mil términos para anatomía. Más aún cuando nuestra maestra nos pide filosofar de la vida, quiénes somos, a qué venimos, etc. O sea, sé quién soy y a dónde voy. Las cosas no pueden ser más sencillas. Por lo menos la doctora Medina me cae mejor que el doctor Guzmán, que es súper tedioso. Sus clases son demasiado aburridas, y te pide que te aprendas todo tal cual lo explica, lo que es medio imposible.

Una clase es demasiado abierta y la segunda demasiado cerrada. Alex diría que no estoy contenta con nada, e igual tiene razón. Lo que sí es un hecho es que no puedo reprobar ninguna de las materias, porque mi beca, y básicamente, mi vida, depende de ello.

Me muerdo el labio. No estoy exagerando. No podría imaginar lo que mi papá haría si pierdo la beca a la mitad de la carrera. Una carrera que les ha costado sudor y lágrimas a mis padres. Aunque, me parece que solo sudor, las lágrimas las he puesto yo.

Exhalo, y los resortes de la cama rechinan cuando me siento y me acuesto, mirando al techo blanco de mi cuarto. Alex diría que estoy exagerando, y seguro que ahora sí tiene razón. Curvo los labios. Alex es genial. Es muy abierto y siempre tiene amigos por todos lados. La verdad es que hace dos años, tenía un mega crush en él. Tiene una personalidad difícil de ignorar. Es guapo, chistoso y amable. Pero ahora sé que es mejor como amigo que como novio. Después de conocer el desfile de chicas que han pasado por su vida, he superado completamente mi crush. Es mejor como amigo que como novio.

Vuelvo a mirar el fólder sobre mi escritorio. Tengo demasiadas ganas de abrirlo, así que decido que es momento de hacer otras cosas. Literal, lo que sea. Dos horas después, cuando he terminado de arreglar mi cuarto, de lavar los platos y de regar las plantas de mi madre, ya no puedo más. La curiosidad gana la batalla.

Abro el fólder y hojeo su contenido. Parece un examen. O sea, tiene preguntas abiertas y cerradas, un par de diagramas del cuerpo humano, y exactamente 80 preguntas. El examen pasado tenía 80 preguntas también. Mi pulso se comienza a acelerar.

Busco en mis apuntes hasta que llego al examen de hace un mes, y lo comparo. Tienen letra diferente, y no te pide tu nombre, solo empieza con las preguntas, pero... siguen básicamente el mismo formato.

¿Alguien me habrá mandado el examen de verdad? O sea, es que quién haría eso. Es una falta muy penada en la universidad, tipo, me expulsan y mi papá me corre de la casa si eso pasa.

Suena una campanita en mi celular y deslizo mi dedo sobre la pantalla para desbloquearlo. Es Paloma, me está preguntando si ya abrí el dichoso sobre y si sigo viva. Si no estuviera medio teniendo un ataque de ansiedad, sintiendo que me falta el aire y con el pecho a punto de explotar, me hubiera reído. Pero no le puedo decir lo que es, porque en realidad, ni siquiera yo lo sé. Lo que sí sé es que sea lo que sea, no quiero involucrarla si es que es algo tan serio como un examen de verdad.

Le digo que son unos diagramas del cuerpo humano junto a una guía de estudio que le pedí a alguien que ya había tomado la clase el semestre pasado. No es totalmente una mentira, porque podría pasar como una guía...

Sin embargo, si soy sincera, estoy casi segura de que es el examen. Y sé perfectamente que si lo llegara a usar me sentiría terrible, culpable, además de que estaría cometiendo una falta grave en la universidad, una que me puede llevar a la expulsión.

Guardo todas las hojas de vuelta en el sobre y lo cierro. No sé quién me lo habrá mandado, pero dudo que sea con buenas intenciones. Lo tiro en el bote de basura bajo mi escritorio, y saco los libros de anatomía. Es mejor que me ponga a estudiar.

Comienzo a leer los capítulos que tenemos que estudiar, pero es como si ahora no pueda dejar de pensar en las preguntas que leí. Inmediatamente busco las respuestas y las anoto en la libreta que ocupo para hacer un resumen antes de repetir todo como perico. Después de un par de horas, ya no recuerdo qué más venía en las hojas, y aunque sigo anotando los términos, mis ojos se desvían al bote de basura cada cinco minutos.

No puedo dejar de preguntarme quién me mandó esto. Y porqué.

Bajo a la cocina para aclarar la mente y hacerme un café. Mi mamá está sentada en el comedor, leyendo una revista. Levanta la mirada, y lo primero que noto son las ojeras, se ve realmente cansada.

—¿Todo bien mamá? —pregunto, al mismo tiempo que prendo la estufa y pongo la tetera para calentar agua.

—Sí, todo bien, hermosa. Hoy ha sido un día pesado porque comenzamos a hacer inventario en la farmacia.

—Ah —miro hacia mis manos en lo que se calienta el agua.

La silla rechina cuando mamá se hace para atrás y se levanta. Saca una taza de café, y yo me separo de la barra de cocina para sacar el café soluble y el azúcar.

—¿Estás estudiando? —Asiento con la cabeza. Ella se acerca a mí y me da un beso la mejilla—. No te desveles mucho, Sofía.

—Sí, mamá.

Me sonríe antes de salir de la cocina hacia la sala. Su cabello usualmente negro ya muestra destellos plateados, y siento como mi corazón se encoge.

Sé que no puedo reprobar. Por nada del mundo. No, cuando mis padres se matan trabajando para pagar lo que la beca no cubre. Tienen una farmacia, y mi padre siempre me insinuó que la farmacia necesitaba una doctora, así que lo más natural fue estudiar medicina. Y mis dos padres estaban tan orgullosos cuando pasé el examen de la universidad y me inscribí.

No puedo reprobar, me repito.

Termino de hacer el café y subo a mi cuarto. No sé quién la mandó, o cuál es el propósito, pero la realidad es que puedo ocupar el examen como guía. Si lo expando y lo complemento con los temas que no vienen, entonces técnicamente, no me estoy confiando.

Cuando llego a mi cuarto, voy directamente al basurero a sacar el fólder.

Espero no arrepentirme.


Decidí subir la historia en Wattpad, actualizaciones (espero) una vez por semana, los viernes. Si mi vida da para más, publicaré más capítulos :)

Gracias por estar aquí.


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