QUINCE: Frases
Canción del capítulo: Ocean por Boza, Kenia OS
Siento que mi cabeza me está dando vueltas para la noche. Por un lado, sigo pensando en lo que dijo mi mamá de que los pensamientos no son hechos, pero, por otro lado, no me puedo quitar de la cabeza lo que dijo Alex.
Nunca había pasado nada más allá del ser amigos, es más, ni siquiera el tema había salido de ninguna forma. Alex siempre habla de sus conquistas, como si fuera un tema más. Acepto que al principio me costó entenderlo, pero al final lo entendí. Era su amiga y nada más.
Si pensara en él como si fuera una estación, Alex sería el verano. Siempre, no importa a donde vaya, irradia calor, ímpetu, vibras de fiesta. Es como magneto de personas, el típico chico con el que todos quieren salir y con el que todas las chicas quieren andar.
Cuando estoy tirada en mi cama, después de haberme lavado la cara y los dientes, empiezo a enojarme con él. ¿Con qué derecho viene a decirme algo así después de encasillarme como confidente y amiga por años? ¿Es por Hugo, porque le dan celos?
Me levanto y empiezo a dar de vueltas en mi cuarto, molesta.
De repente llega un chico guapo, me da toda su atención y entonces, Alex siente celos. ¡Qué imbécil! Me está tratando como trata a la bola de niñas con las que sale cada semana, entonces. No tiene nada que opinar, ni nada que decir al respecto. Siento que, en cierto modo, está siendo inmaduro y manipulador.
Mi teléfono suena y contesto sin ver quién habla, pero mi tono de saludo es duro, evidentemente estoy molesta.
—¿Sofi? Perdón, ¿estoy llamando en un mal momento? —la voz de Hugo me frena de golpe, y el calor del enojo se disipa en un segundo.
—No, para nada. Perdón.
—¿Todo bien?, ¿cómo te fue hoy?
Ya le había contado que los domingos me toca ir a la farmacia, así que le conté que todo había estado muy lento, y que Alex había pasado a saludar en algún momento.
—¿Alex acostumbra a visitarte seguido?
—No, solo a veces. —Hablar de Alex es lo último que quiero, así que cambio el tema—. ¿Cómo te fue a ti?, ¿cómo sigue tu mamá?
—Mi mamá mejor, gracias. Ya está mucho más tranquila. Hoy la llevé a desayunar a su restaurante favorito y eso la animó —su tono cambia, como si estuviera sonriendo—, y le conté de ti, que creo que es realmente lo que cambió su humor.
—¿De mí?, ¿qué le dijiste?
—Nada que no fuera cierto. Se muere por conocerte.
—¡Qué pena! —sonrío.
Agradezco que no es videollamada, porque mis orejas calientes son un indicador de que me estoy ruborizando de nuevo.
—Y ya, después estuve en el departamento trabajando como ceniciento —agrega.
Me da muchísima curiosidad conocer su departamento, ver cómo vive, cómo lo tiene decorado. No es tan común en México que los chavos tengan su propia casa o departamento a menos que vivan en otro estado, o por lo menos, entre mis amigos no es común. Normalmente uno se queda en casa de sus padres hasta que trabajas y te puedes mantener, o te juntas con tu pareja o te casas.
—¿De ceniciento? —rio—. Platícame, ¿te gusta cocinar?
—¡Me fascina! Mi segunda opción de carrera era la de gastronomía.
Siento que me está bromeando.
—Ya, de verdad...
Hugo suelta una carcajada.
—Es de verdad, es más, la próxima semana te invito a cenar. Te voy a cocinar una cena de cuatro tiempos.
—Yo creo que antes de que me invites a cenar, tienes que venir a cenar a mi casa. Mi mamá se muere por conocerte mejor.
Y no sé si mi papá me deje ir a cenar a su casa, la verdad.
—¡Uf! Yo estoy súper puesto, dile a tu mamá que cuando quiera.
—Si le digo eso, ¡te invita mañana! —digo riendo.
—Pues mañana estoy. Solo que la próxima semana empiezo prácticas profesionales en un despacho, y saldré algo tarde de lunes a jueves.
—Guau, ¡ya las prácticas! Siento que yo estoy a años luz de empezar las mías.
—No creas, ya te van a tocar, por lo menos las de dar vueltas en el hospital y tomarles la temperatura a los pacientes.
—Es cierto —sonrío.
Hugo se queda callado un momento antes de preguntar: —¿estabas molesta con Alex?
No me está viendo, pero igual soy demasiado transparente aun en el teléfono.
—Sí, algo.
—No me tienes que platicar nada que no quieras, Sofi. Pero aquí estoy si te quieres desahogar.
Me mojo los labios y me acuesto en la cama, viendo hacia el techo. No sé si contarle o no, la verdad. No sé si sea prudente, y tampoco quiero que piense que quiero darle celos. Aunque hay una parte de mi que sí tiene curiosidad por saber si le darían celos.
—Solo dijo algo que me sacó de onda, nada más.
Termino no haciéndolo, porque yo no soy como Alex, y no quiero manipular a los demás.
—Algo... ¿malo?
—No, nada malo. Solo algo que no venía al caso. Pero ni siquiera vale la pena hablarlo, es una tontería. Igual y yo lo estoy haciendo más grande, como de costumbre. —Cambio de tema abruptamente—. Pero hoy en la mañana platiqué con mi mamá y me dijo algo que me hizo explotar la cabeza. Hasta me da pena decirlo, porque creo que es muy obvio.
Lo escucho reír del otro lado de la línea, y ahora sí me arrepiento de que no sea una videollamada, porque me encanta cómo se le iluminan los ojos cada vez que se ríe.
—¿Qué te dijo?
—Promete no reírte, porque de verdad es muy simple.
—Lo prometo —dice serio.
—No recuerdo de qué estábamos hablando, pero le dije que a veces sobre pienso demasiado las cosas, y mi mamá me dijo que hay cosas que vale la pena sobre pensarlas, pero que siempre tome en cuenta, que el hecho de que lo piense no significa que es. Y ahí fue cuando me explotó la cabeza. —Hugo comienza a reír, pero termina fingiendo tos—. ¡Quedaste que no te ibas a reír!
—No me estoy riendo de lo que dijo tu mamá, solo que te imagino con la cara del emoji que le explota la cabeza.
—Seguro así tenía la cara cuando me lo dijo —sonrío, y Hugo ahora sí suelta la carcajada.
—Vivo con una psicóloga, entonces me suelta un montón de frases random, y alguna resuena conmigo de repente, así que entiendo lo de que te explote la cabeza.
—¿Qué frase ha resonado contigo? —pregunto sentándome, llena de curiosidad.
Hugo hace un ruido como si estuviera pensando.
—Que todo es cíclico, y que la naturaleza nos demuestra, día a día, que hay un ciclo y que se regenera, y lo que sea que estés pasando hoy, no quiere decir que va a pasar mañana, porque cada día es una nueva oportunidad para hacerlo mejor. —Termina la frase gruñendo—. Sueno como mi hermana, ¡qué horror!
Suelto una carcajada.
—¿Te lo dijo después de un mal día?
—Aprendí a no quejarme después de eso —ríe—. No, no es cierto, porque Katie es mi mejor amiga y es con quien más me quejo. Pero es una de las frases que también le dice a mi mamá cuando está en crisis, y siento que nos ayuda a todos en ese momento, porque es como un recordatorio de que también esa crisis va a pasar.
Cuando habla de esos momentos con su mamá, el corazón se me estruja, porque no debe ser nada fácil ver a alguno de tus padres teniendo un momento difícil.
—Eso es muy bonito, Hugo —digo, jalando las piernas hacia mí, abrazándolas con mi brazo libre.
—Júntate con nosotros, y al rato vas a sonar como las etiquetas de té que tienen frases positivas.
Rio de nuevo, porque es imposible no hacerlo con Hugo. Y es algo que me encanta de él. Entre ochenta y un mil otras cosas, al parecer.
—No me molestan las frases positivas, es lo que más sigo en Instagram.
—No hemos intercambiado usuarios de redes, por cierto.
Lo hacemos, y después de colgar, obviamente paso las siguientes horas viendo sus fotos. Su hermana se parece mucho a él, y es muy bonita. Tiene muchas fotos con amigos, en diferentes lugares, y un par con una señora muy guapa de cabello rizado. Cuando leo los textos descubro que es su mamá.
Después de ver todo su feed caigo exhausta. Creo que estoy llegando al punto de no retorno. Y no somos novios de verdad. Pero, en cierto modo, lo somos. Porque sé que en cierto modo nos estamos apoyando y estamos ahí el uno para el otro.
Aunque su idea es irse a otro lugar. No sé a dónde. No sé cuándo. Pero, aunque el corazón se me hunda de solo pensarlo, quiero que lo logre. Que logre sus metas y sea feliz. Aunque sea lejos de aquí.
Y cuando me doy cuenta de lo que estoy pensando, me doy cuenta de que ya pasé el punto de no retorno. Estoy mega clavada, de hecho.
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