ONCE: Aromas que reconfortan
Canción del capítulo: Steal The Show por Lauv
Abro los ojos y escucho a lo lejos bachata. Sonrío. Es fin de semana y mamá se levantó contenta porque hoy no tiene que ir a atender a la farmacia. Casi siempre los fines de semana se levanta temprano para hornear algún pan delicioso, dice que el aroma de pan recién horneado le brinda un cierto confort. Yo creo que también le recuerda a mi abuela, y es más bien eso, el aroma que le recuerda a una de las personas que más ha querido en su vida.
Me levanto y veo la rosa que dejé sobre el buró junto a mi cama. No la puse en agua, pero creo que prefiero conservarla así. Busco en mis cajones hasta que encuentro un pedazo de listón de cuando alguna vez que me dio por hacerme coletas con listones. Amarro una punta al tallo de la rosa y del otro lado, lo amarro a un clavo en la pared, quedando la rosa por encima de un marco en donde tengo un dibujo que hice de niña de un árbol de colores.
Me quedo mirando el árbol e inclino la cabeza. Por alguna razón, siempre me ha gustado el otoño, y como en México, realmente no tenemos un cambio de estaciones tan marcado, me encantaría conocer el otoño en algún otro país. Cierro los ojos y me imagino en un parque, rodeada de árboles, con algunas ardillas caminando por ahí... algún día.
Tomo una sudadera de mi clóset y bajo a ayudarle a mamá. En cuanto salgo de mi cuarto, me asalta el aroma a pan recién horneado. Creo que como a mi mamá le recuerda a mi abuelita, a mí me recuerda a ella, y también me hace sentir una calidez por dentro, como si fuera un abrazo invisible de ella.
La escucho tarareando mientras bajo las escaleras, y veo a papá en la sala, ya bañado y arreglado, leyendo el periódico de nuevo, listo para irse a trabajar a la farmacia después de desayunar. Alguna vez le dijimos que ya leyera el periódico digital, y le regalamos una tableta, pero nunca se acostumbró, y regresó a comprar su periódico en el puesto de periódicos de dos calles abajo, con el señor Martínez, que lo conoce de toda la vida. Mi papá es un hombre de rutinas, no le gusta el cambio.
—Buenos días papi —le digo, acercándome para dale un beso en la mejilla.
Papá baja el periódico y me sonríe.
—¿Cómo te fue ayer?
—Muy bien, gracias, ¿viste que llegamos hasta cinco minutos antes?
Papá levanta el periódico, continuando con su lectura.
—No, ni me di cuenta.
Sonrío para mis adentros, porque segura estoy de que sí se dio cuenta. Lo vi apagar la luz cuando pasé por su cuarto.
Llego a la cocina y veo a mamá sacando una charola con panquecitos del horno.
—Buenos días, huele delicioso, mamá. —Le doy un beso en la mejilla—. ¿Quieres que te ayude en algo?
—¿Me ayudas a hacer café?
—¡Claro!
Empiezo a sacar todo lo del café mientras ella sigue tarareando. Cuando la cafetera está puesta, papá se sienta en la mesa de la cocina.
—¡Tu papá no dejó de dar lata hasta que llegaste! —dice mamá, poniendo un panqué en cada plato.
Papá tose.
—¡No es cierto! Yo estaba bien dormido y ni me di cuenta cuando llegó Sofía.
—Ajá —Mamá le echa ojos antes de voltearse conmigo—. Me cayó muy bien ese chico, Sofi.
Termino de sacar las tazas para el café y tomo asiento en mi lugar.
—A mí también.
—Está muy guapo —agrega mamá.
—Sí —sonrío, evitando su mirada, y abrazando mi taza.
—Se ve responsable —dice papá —. ¿Qué estudia?
—Derecho.
Hace un ruido, como que no muy convencido.
—Los abogados normalmente no son de fiar.
—Ay Ricardo, por favor. No le encuentras nada malo, pero igual le tienes que echar tierra —dice mamá levantando los brazos.
—No estoy diciendo nada que no sea cierto —se defiende papá—. ¿Te acuerdas de mi primo Ernesto? ¡Era todo un descarado!
Mamá voltea los ojos.
—No todos son como Ernesto. Dale la oportunidad a Hugo, que además de guapo y responsable, trae a nuestra niña de cabeza.
—Eso no es cierto —protesto.
Mamá levanta una ceja.
—No necesitas decir nada, Sofi. Si los ojos se te iluminan cuando lo ves.
Me toco el cuello. ¿Soy de verdad tan obvia?
—Bueno —vuelve a hacer un ruido de descontento papá— es un suertudo si es que nuestra niña se fija en él.
—En eso sí estoy de acuerdo —agrega mamá.
—Por cierto —aprovecho el tema para pedir permiso—, les quería preguntar si podía salir hoy a tomar un café con él.
—¡Pero si se acaban de ver! —protesta papá.
—Y yo creo que ya se te olvidó como es estar enamorado —le regaña mamá—. Cuando éramos novios, estábamos pegados como muéganos. Ahora, parece que huyes de la casa cada mañana.
Papá frunce el ceño.
—Solo voy a recoger mi periódico.
—¡Y te tardas como media hora!
—Es que el señor Martínez siempre me saca plática, y ya sabes que está grande, no puedo dejar de tomar unos minutos de mi día para platicar con él.
Aclaro mi garganta, porque esto se puede volver como un cuento que no acaba.
—¿Entonces?
—Claro que sí, mi niña.
—¡Gracias, mamá! —sonrío.
—¡Ey! Yo no he dicho que sí.
—Vamos a ir a una cafetería coreana, ¿quieres de los panecitos de vapor? —pregunto inocentemente. A mi papá le llegas por el estómago, sin falla.
Papá aprieta los labios antes de cruzar los brazos.
—Relleno de queso con zarzamora, por favor.
Mamá y yo cruzamos una mirada y trato de que no se note tanto mi sonrisa.
—Claro, papi.
Terminamos de desayunar, y le mando un mensaje a Hugo.
Yo: Hola!! Sí me dieron permiso para salir hoy.
Me quedo mirando el chat un momento, pero, nada. Le llega el mensaje, pero no lo ha leído. Es raro, porque Hugo vive pegado a su celular todo el tiempo. Pero, también sé lo stalker y necesitada que me estoy volviendo, así que dejo su chat para escribirle a Paloma.
Yo: Hola! Cómo estás?
Mi amiga no tarda en contestar.
Paloma: En mi vida vuelvo a tomar.
Paloma: Y nunca jamás tequila.
Me rio.
Yo: ¿necesitas algo?
Paloma: regresar el tiempo????
Yo: De verdad...
Paloma: Siento que no puedo comer nada porque lo voy a vomitar.
Miro a los panquecitos de mi madre.
Yo: ¿qué tal un panquecito?
Paloma: de tu mamá??? Siii por favor!!
Dejo un momento el teléfono, levantando la mirada hacia mamá.
—Mamá, después de lavar los platos, ¿puedo ir a ver a Paloma?, necesita de la magia de tus panquecitos.
Mamá sonríe. Ama que todos adoren sus panes.
—¿Cómo le fue a ella ayer?
—Se tomaron media botella de tequila antes de que Hugo se las intercambiara por un refresco de dos litros.
Mamá suelta una carcajada.
—Ese chico es genial.
Sí. Lo sé. Demasiado genial.
Papá se levanta de la mesa y le da un beso en la mejilla a mamá.
—Voy a la farmacia.
—Sí, sí.
Antes de salir, papá se voltea conmigo.
—¿Cómo te fue en tu examen del otro día?, se me olvidó preguntarte.
Siento como si mi estómago se hundiera.
—Creo que me fue bien...
Papá asiente antes de salir, y yo siento el peso de la culpa de estar a punto de perder la beca sobre mis hombros. Si solo supiera la verdad... no me lo quiero ni imaginar. Así como es de estricto con sus rutinas y hábitos, espera lo mismo de mí.
Esta canción me encanta, y la película más. ¿Qué pasará con Hugo?
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