CUATRO: Convenio
Canción del capítulo: Mona Lisa
—Pero no me conoces.
—Creo que ahora es el momento perfecto para conocernos —dice con un tono demasiado confiado.
Pestañeo un par de veces, y volteo hacia los lados. ¿Alguien estará grabando esto? Porque juro que esto sí parece una broma.
—¿Estás hablando en serio? —le pregunto inclinándome hacia él.
—Muy en serio —responde con un tono ronco. Algo sexy.
El aroma de su colonia me invade de nuevo, y me doy cuenta de que Hugo huele al otoño. Y es mi estación favorita del año. Mierda.
—¿Me diste el fólder a cambio de esto? —pregunto en tono muy bajo, para que solo me pueda escuchar él.
—No, lo dejé porque igual te podía ayudar. Tú comentaste que no me podías dar las gracias y yo te platiqué que necesito una novia. Pero no tienes que serlo, si te incomoda demasiado. —Levanta las manos como en son de paz de nuevo—, yo jamás te manipularía a tener una relación conmigo de esta forma.
Dice que no me está manipulando, pero siento que sí. O por lo menos es demasiado sutil al hacerlo. Y es como la primera red flag que veo.
Lo peor de todo es que sí siento que lo tengo que ayudar, porque él me dio el examen, y no lo he aceptado tal cual, pero para estos momentos, es obvio que lo usé, de un modo u otro. Y para cuando saque diez, todos lo sabrán, pero sobre todo él.
—Lo siento, pero no puedo.
Hugo se queda callado por un momento, pero termina asintiendo.
—Ok.
—¿Ok? ¿Eso es todo?
El me mira unos segundos, antes de sonreír.
—Sí. Te dije que no esperaba nada a cambio, y es la verdad.
—O sea, ni siquiera sabes si lo usé —respondo, demasiado rápido, con un tono demasiado a la defensiva.
—¿Y cómo sabes lo que era? —Suena divertido, y eso me molesta. Bastante.
—Porque lo abrí y lo leí, pero después lo quemé.
Hugo aprieta los labios, como si quisiera suprimir una carcajada. Yo cruzo los brazos frente a mi pecho.
—Ya. Supongo que como lo quemaste sin verlo bien, no vas a sacar una buena nota, ¿cierto?
—Si saco una buena nota es porque me maté estudiando, no porque tú me hayas ayudado.
—Tienes toda la razón, Sofi.
—Además, yo nunca te pedí tu ayuda —continúo completamente a la defensiva.
—Sí, lo entiendo.
Patricio nos entrega los cafés en una charola, y regresamos a la mesa, pero antes de llegar, me paro y me volteo hacia él.
—Nadie va a saber nada de esto, ¿cierto?
—Nadie —dice, con esa estúpida sonrisa en la cara. Como si pudiera ver a través de mí y supiera que estoy diciendo una mentira.
Su actitud me molesta muchísimo. "No te estoy manipulando", ajá. Que le crea su abuela, porque yo no. Se sienta como si nada, reparte los cafés y se ríe de algo que ha dicho Manolo y yo sigo sacando humos por las orejas. Estoy tan enojada, que el resto de la tarde no digo nada. Me quedo callada la mayor parte del tiempo, y cuando Paloma me pide que la apoye en no sé qué, lo hago, sin pensarlo. Luego me entero de que accedí ir al concierto de su amiga y me quiero dar de topes, pero bueno.
Cuando salimos del café, Alex camina junto a mí y gracias a Dios, Hugo va detrás de nosotros, pero no tan cerca que puede escucharnos.
—¿Todo bien, Sofi?
—Sí, todo excelente.
—Es que has actuado rara toda la tarde, estás como muy callada.
—Es que Hugo me intimidó un poco.
Alex levanta una ceja.
—¿De verdad? Porque no le has despegado el ojo todo este tiempo.
Mis mejillas se sienten calientes, y estoy segura de que estoy roja como tomate, pero actúo como si solo fuera calor, abanicándome con una de mis libretas.
—Ni al caso, Alex.
—Ajá.
—Creo que nunca he conocido un chico que te guste.
Aclaro la garganta, incómoda. Claro que no, porque por mucho tiempo me gustaba él. Pero ya superé mi etapa de fan.
—Bueno, supongo que siempre hay una primera vez —suelto, sin pensar.
Y en el momento en el que salen todas las palabras abro más los ojos y ahora sí no puedo disimular, estoy ruborizándome.
Alex suelta una carcajada, y me empuja con el hombro, como si ya me hubiera cachado. Yo lo quiero negar todo, pero la realidad es que no sé qué sentir por Hugo. No lo conozco, pero sí creo que está guapo. Huele rico. Y no se ve como mala persona si olvidamos su red flag de manipulador, aunque... ¿realmente me estaba manipulando?
Volteo hacia atrás, donde vienen Paloma y Manolo caminando con él, y como si sintiera que lo estoy observando, levanta sus ojos y cuando ve que lo estoy mirando, sonríe. Yo me volteo inmediatamente, como si me hubieran cachado en el acto.
Alex se sigue riendo, y yo lo ignoro, hasta que llegamos al estacionamiento, y nos despedimos todos, pero tengo la sensación de que no es la última vez que voy a ver a Hugo.
***
Cinco días más tarde, nos entregan los exámenes. Escucho mi nombre y como si fuera la primaria, tengo que ir hacia el escritorio del doctor Guzmán. Mi corazón se siente como un tamboreo constante, que cada vez suena más fuerte, hasta que llego con el doctor, y siento que estoy a punto de desmayarme por falta de aire.
El doctor me mira, está muy serio. Y noto que tiene los ojos cafés claro como Hugo, casi verdes, pero es lo único en lo que se parecen. Me entrega mi examen y no trago saliva.
—Muchas felicidades señorita Parra. Ha sido el mejor examen del salón, y de las pocas veces que alguien saca esta calificación en mi clase.
—Muchas gracias, doctor.
No sé cómo le puedo contestar. Estoy a punto de desmayarme, lo cual es mil veces preferible a confesarle todo. Aprieto mis labios, como para evitar que las palabras salgan, y me duele la quijada.
—Espero la misma calidad en su proyecto final.
—Por supuesto.
Me alejo del escritorio lo más rápido posible. Pocas veces en mi vida he sacado un cien en el examen, pero definitivamente es la primera vez en mi vida que se siente como si cargara 100 kilos de cemento sobre los hombros. Porque sé que no es mío, sé que hice trampa. Y no tengo cara para ver a nadie después de este cien tan accidentado. Sé que no lo merezco, pero también sé que lo necesito, porque sin él, no pasaría la materia, aún haciendo el mejor proyecto final, los exámenes valen el 80% de la nota final.
Normalmente, después de recibir el examen nos podemos ir, y yo fui la primera a la que entregó el examen, así que tomo mis cosas, sin guardar el examen, hago un intento de sonrisa para Paloma, que sé está más feliz que nadie por mí, y salgo del salón porque necesito aire. Siento sus ojos detrás de mí, pero no puedo hablar con ella ahora. Sé que si lo hiciera le diría todo y me soltaría a llorar. Mis ojos ya se han nublado con lágrimas que estoy tratando de no derramar.
Cuando salgo, cierro la puerta detrás de mí, y cierro los ojos mientras exhalo. Cuando los abro, me topo con la persona que menos quería encontrarme.
—Te apuesto un café a que sacaste cien.
¿Qué les está pareciendo la historia?
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