CATORCE: Los pensamientos

Canción del capítulo: Dance the Night Away por Dua Lipa

Es de noche, y estoy en mi cama pensando en todo lo que hablé con Hugo. Creo que es la primera vez que digo las cosas como son, sin sentir que tengo que ocultar cómo soy o lo que siento de verdad.

Acepto que me siento algo culpable por hablar de mis papás así, por decir que no quiero seguir los pasos de mi madre, porque es alguien que amo y admiro demasiado, pero también es la primera vez que admito en voz alta que trabajar en la farmacia de mis padres no es mi sueño, la verdad, es el suyo. O el de mi padre, al menos. Y simplemente pensarlo me hace sentir mal, como si los estuviera defraudando de alguna manera, porque sé que para papá sería lo ideal, es su negocio, el que nos da de comer y paga todos los recibos de la casa, e inclusive mi universidad.

Pero, la realidad es que, ni siquiera sé lo que me gustaría hacer. Eso es lo que no puedo admitir, es lo que más miedo me da.

Me doy vueltas toda la noche, y para las cinco de la mañana, siento que ya no tiene ni caso que intente dormir. Me levanto y me preparo para irme a la farmacia. Los domingos es el día de descanso de mis papás, y desde que soy mayor de edad, es el día en el que yo me ofrecí para atender la farmacia. Lo hago tres veces a la semana en la tarde, pero los domingos, que abrimos medio día, es como mi regalo hacia mis padres. Sé que a mamá le gusta arrastrar a mi papá a misa, y después van juntos al mercado, y ya cuando regreso yo, papá normalmente está viendo algún partido de fútbol mientras mi mamá teje o borda, que es algo que le gusta hacer también.

Después de alistarme para ir a la farmacia, me sirvo un termo de café, y tomo uno de los panquecitos que sobraron de ayer para comerme de lunch. Llevo también mi mochila y mi laptop, porque a veces aprovecho y me pongo a hacer tarea o trabajos si el día está tranquilo.

—¿Qué haces despierta tan temprano? —pregunta mamá cuando estoy terminando de meter todo a mi mochila.

—Hola ma—le digo antes de darle un beso—. No podía dormir así que decidí alistarme ya de una vez. Pensaba irme a la farmacia y ponerme a hacer tarea antes de abrir.

—Pero la tarea la puedes hacer aquí.

Sí, pero, hoy me siento culpable, y no sé quiero estar sola.

—Creo que necesito un cambio de aires —nada más.

Mamá frunce el ceño y jala una silla de la mesa de la cocina para sentarse.

—¿Pasó algo ayer con Hugo? Porque llegaste y básicamente te encerraste. Hasta tu papá preguntó por su pan de vapor.

—¡Ay es que no fuimos a la cafetería coreana, al final! —sonrío—. Pero sí mamá, todo bien, Hugo me platicó algunas cosas de su familia, y solo me quedé pensando, eso es todo.

—¿Está bien él?

—Sí.

—¿Crees que le gustaría venir a cenar o a comer algún día?

—Yo creo que sí.

Mamá se me queda viendo por un momento y sonríe.

—¿De verdad estás bien?

—Sí, solo me dejó pensando, eso es todo.

—Creo que a veces es bueno pensar las cosas, hija —Mamá asiente lentamente.

—¿A pesar de mi tendencia de sobre pensar? —bromeo.

—Creo que tenemos que aprender que lo que pensamos no significa que es, ¿pero pensar bien las cosas, reflexionar?, eso no tiene nada de malo.

Las palabras de mamá resuenan mucho conmigo de una manera inclusive profunda. Se quedan conmigo durante las primeras horas de la mañana en la farmacia. Es algo tan simple, pero tan... profundo. Entonces, ¿no soy lo que pienso?

Se me hace un nudo en la garganta solo al repetirlo en mi cabeza, porque siento que toda mi vida me he guiado por lo que pienso. Es decir, si siento que no puedo hacerlo, simplemente no lo hago, ¿para qué?, pero si dejo a un lado mis pensamientos, y lo intento de todas maneras... siento que la perspectiva se abre. Y no sé cómo sentirme al tener veintitrés años y apenas entender esto.

El turno en la farmacia está muy tranquilo, y agradezco que al medio día llega una visita inesperada: Alex, con unos vasitos de fruta picada y mucho chile en polvo, tal como me gusta.

—Hola, hola. ¿Cómo va todo? —dice antes de darme un beso en la mejilla y poner el vasito enfrente de mí.

—¡Gracias! —sonrío—. Todo está muy tranquilo, pero solo quedan un par de horas antes de cerrar. ¡Qué milagro que pasas de visita!

—Ya sé, es que siento que últimamente no hemos hablado mucho. Te tienen muy ocupada.

—Perdona por no contestarte la semana pasada, de verdad se me fue por completo.

Levanto la barra para que pase detrás del mostrador, porque tenemos un par de bancos, y nos podemos sentar.

—No te preocupes, no pasa a más —dice, tomando asiento.

No es la primera vez que viene a visitarme, así que sabe muy bien cómo va todo esto. Y a mis papás no les molesta tampoco.

—¿Cómo has estado? ¿Cómo te fue en tu examen de anatomía?

Sonrío. Siento que el examen fue hace tres años, como que han pasado muchas cosas. Un golpe de culpa me llega de repente, pero ya lo hice, y no voy a poder a hacer nada ya. Solo atenerme a las consecuencias si es que llego a tener alguna.

—Me fue bien, pero no quiero hablar de la uni.

—Platícame mejor tú, ¿cómo estás?

Alex hace una mueca.

—Sofi, estabas estresadísima por la beca. ¿De verdad todo bien?, es decir, hasta Hugo me preguntó un día, creo que antes de que se conocieran, porque te veías de verdad cargando el mundo sobre los hombros. —Juega con el tenedor de la fruta y levanta la mirada —. ¿Cómo se dio todo con él, por cierto? O sea, ¿un día se conocen y a la semana ya andan?

—No sé, creo que Hugo fue muy directo desde el principio.

Es la verdad, lo fue. Desde el dejarme el fólder hasta el pedirme ser su novia.

—Hugo siempre tiene claro qué quiere y cómo lograrlo —comenta Alex.

Su tono es bastante seco, así que no sé si lo está diciendo como una cualidad o no. A mí me parece que sí es algo admirable. O sea, en contraste a lo que me pasa a mí, que no sé ni siquiera hacia dónde navegar por la vida.

—Siento que es muy sincero, o por lo menos conmigo. Siempre logra hacerme sentir mejor, de una manera u otra, y es muy divertido, la verdad —agrego sonriendo.

Alex se me queda mirando por un momento, como estudiándome, antes de dejar su vaso sobre la barra y recargar la espalda en la pared del pequeño local.

—Te gusta mucho.

Sus palabras causan que mis orejas se sientan hirviendo inmediatamente. Me tapo la cara con las dos manos, cerrando los ojos y respirando hondo.

—Es demasiado obvio, ¿verdad? —murmuro después de destapar mi cara.

—Si te sirve de consuelo, se nota que es mutuo. O sea, el tipo tiene cara de que es capaz de bajar el cielo y las estrellas para ti cada vez que te mira.

Abro la boca y la cierro, y termino tocándome el cuello.

—¿De verdad? —pregunto.

Alex aprieta los labios, suprimiendo una sonrisa y rueda los ojos.

—Pero desde la primera vez que te vio en la cafetería de Patricio. Se veía a leguas que le gustabas.

Me quedo como idiota mirando hacia fuera, y la sonrisa que tenía antes se ensancha. Por lo menos no soy la única tonta en esta relación que no parece falsa para nada, porque los sentimientos ahí están, y el saber que no soy la única, me da cierta esperanza.

Esperanza de qué o para qué, no lo sé. Pero se siente bien.

—Confieso que estoy celoso —dice Alex, de repente.

—¿Celoso?, ¿de Hugo? —pregunto, abriendo los ojos.

Alex levanta un hombro.

—Sí, supongo que sí. Porque eres una chica genial.

—Ay Alex, gracias, pero no viene al caso que te sientas celoso. Nuestra amistad nunca va a cambiar.

Alex se queda callado y asiente lentamente después de un momento.

—Sí, lo sé. Ese es el punto, Sofi ­—dice serio.

Se levanta del banco y sale detrás de la barra. Me hace un gesto con la mano en la frente, como militar y se despide, tomando su vaso de fruta.

—Nos vemos pronto, extraña. Solo no te olvides de tus amigos, ¿ok?

Levanto la mano para decirle adiós, pero sus palabras me cayeron como bloques de hielo en el estómago. Lo sigo con la mirada hasta que desaparece en la calle.

¿Qué diablos quiso decir?

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