5. El nuevo secretario.

Pasó su mano por sus cabellos rubios dorados, levantó el vidrio de la ventanilla ya que estaba haciendo bastante frío para tenerla baja, suspiró esperando que el semáforo cambiara de rojo a verde, odiaba ver el color rojo, esa pelota rebotando y rebotando volvía a su cabeza, y otra vez los ojos miel se hacían protagonista de cada uno de sus pensamientos. Golpeó el volante y arrancó sin importarle absolutamente nada, el verde ya estaba, no es como si fuera a pasar algo, pero que equivocado estaba.

- ¡La puta madre! -Exclamó cuando una bicicleta que salió de la nada terminó bajo su auto, suerte que no le había pasado nada a su automóvil, pero no podía decir lo mismo del transporte ecológico.

- ¡Koré! ¡Mi bici! -Gritó un joven de tez ligeramente trigueña, cabellos castaños y ojos verdes musgo, no era muy alto, pero tampoco bajo. Se acercó al lugar del homicidio y se tiró al asfalto para sacar los pedazos que quedaron de su bicicleta.

- ¡Pibe! ¡¿Cómo mierda vas a tirar la bicicleta en medio de la calle?! -Cuestionó en cólera el presidente de la compañía Vaiolet, tomó su teléfono y marcó a su secretario para avisarle que llegaría tarde a su oficina.

- Solo volé por un ratito... y un perro grande paso, y... se fue, supongo que la empujó. -El chico estaba con sus labios abultados y sus ojos brillosos viendo su único transporte destrozado en la calle, suspiró y por un momento el rubio notó como el otro perdía las esperanzas a través de sus ojos, no era muy perceptivo, pero de seguro la vida del joven no iba muy bien.

- Te pagaré la bicicleta... mejor compraremos una nueva. Dame tu dirección y haré que te la mande a tu casa, solo decime tu rodado. -En su celular abrió la aplicación de notas para poder anotar toda la información del muchacho, pero el mismo no parecía interesarle.

- Solo quiero un trabajo... lo de la bici fue muy culpa, no te preocupes, no lo hagas. -Se movió de la calle hacia la vereda dejando en un canasto grande para la basura todas las partes abolladas, el de ojos verde oscuro quedó con las palabras atascadas en su boca, pero de un bocinazo volvió en sí y subió a su auto para poder moverlo a donde no molestara a los otros conductores.

Se bajó de su auto otra vez y corrió hacía el muchacho que caminaba con casi lágrimas en sus ojos, su día sí que había sido malo. Despedido del laburo, atrasado con el alquiler del sumamente pequeño mono ambiente en el que vivía, y tenía la cuota atrasada de la escuela de danza a la que iba su hermanito que tenía en Paraguay.

- Che, para. Puedo conseguirte un trabajo. La bicicleta no solo fue tu culpa, yo venía algo distraído también. -Le dijo tras pararlo, al ver sus ojos el rubio sintió como si hubiera atropellado al chico en vez de al objeto.

- ¿Enserio podes? ¿Puede ser ya? Nunca le pediría tanto alguien que recién conozco, pero como estas trajeado... no sé, pienso que tenés más conexiones. Yo soy un simple paraguayo, pero te juro que aprendo rápido y tengo mucha voluntad, soy esforzado. -El sureño presidente de Vaiolet por primera vez en años sintió algo más que frío en su corazón.

- Supongo que estas desesperado, creo tener el trabajo para vos, vamos, veni conmigo. -Le tomó de la muñeca y lo llevó hacia su auto, abrió la puerta del copiloto y le pidió con un gesto de manos que entrara, el chico extranjero con miedo entro, y luego el subió a su respectivo lugar de piloto yendo directo a su empresa.


- Joven Señor, ¿Dónde estuvo? Es raro que usted llegue tarde. - Le dijo su secretario apenas entró por la puerta de su oficina, antes de preguntar algo más su mirada se fue hacia el joven de apariencia algo débil o más bien delicada a comparación del presidente Marcos Hernández.

- Dijiste que necesitabas un secretario personal para mi, ya que tu agenda ahora está muy ocupada como para hacerte cargo de esas cosas, y creo que hasta ahora no vamos muy en la selección de secretarios para mi, así que aquí esta. -Volvió a tomar la muñeca del joven paraguayo para hacerlo pararse junto a él. - ¿Y qué te parece, che?

- Ah... si, ¿sabes hacer algo? -Preguntó el secretario mirando al joven de arriba abajo, a pesar de la apariencia algo débil, se veía bien, era bastante apuesto a sus ojos. - ¿Terminaste el secundario al menos?

- Si, hice toda la secundaria, perito mercantil. Tengo ganas de laburar, señor. -Respondió el notable menor entre ellos con gran determinación, una mínima, escasa e imperceptible sonrisa se formó en los labios de Marcos, cosa que hizo sorprender en gran medida al que por años ha estado junto a él.

- Supongo que es suficiente, dejemos al presidente solo que tiene que revisar varios proyectos y mientras te enseño lo básico. ¿Te paree? -El chico de piel trigueña con una brillante sonrisa en su rostro asintió y miró al peli rubio, quien asintió dándole confianza a irse con el secretario.

- Antes. -Dijo de pronto el presidente haciendo de tener a ambos jóvenes que ya cruzaban la puerta de la oficina. - No sé tu nombre, olvide preguntarlo, y además... ¿necesitas la plata de este mes ahora? No tengo problemas en darte tu suelto ahora mismo. -Ambas personas quedaron heladas ante tanta amabilidad, más viniendo de una persona que se veía hostil a ojos de la mayoría.

- Soy Daniel de Irala... y realmente necesito la plata, me siento mal en pedirlo. -El chico bajo su cabeza bastante avergonzado, y mientras jugaba con sus dedos aguantando unas lágrimas en el borde de sus ojos, un cheque se apareció delante suyo.

- Mateo, encárgate de tramitarle la tarjeta de debito. Daniel, por ahora ve a cobrar esto en el banco... -Dio unas palmadas en su hombro y luego al recordar algo volvió a mirar a su secretario. - Carga a mi tarjeta una bicicleta para él, por favor.

- ¡No! No podes hacer eso también. -Dijo el paraguayo sintiendo aún peor que antes. -Ya estás haciendo demasiado, no me conoces y me estás dando un trabajo.

- Veremos quién hace más por quién, este no será un laburo fácil. -Tras decirle eso se volvió a su asiento para concentrarse solo en su trabajo, había sido una mañana bastante interesante para la vida rutinaria y sin sentido de Marcos.

- Patroncito, gracias. -Murmuró yéndose con el joven llamado Mateo, caminaron por un largo pasillo hasta dar con una puerta de doble hoja, alcanzó a leer administración. - ¿Mba'e pio debo hacer concretamente?

- Serás su secretario personal, debes venir siempre a este departamento de la empresa para buscar los balances que debe leer, facturaciones, impuestos, etcétera. -Decía entregándole unas cuantas carpetas de archivos de diferentes colores, el lugar estaba lleno de personas yendo y viniendo, ni siquiera parecían notar su presencia allí.

- Siguiente. -Salió rápidamente de aquel departamento, y casi que el paraguayo tropieza para seguirle paso. -Vas a ir a su casa de lunes a sábados a las seis de la mañana y punto, él a las siete y treinta debe estar entrando a la compañía, ¿lo entendes, pibe? -Daniel no hacía más que atender mientras luchaba en que los archivos no se cayeran, ni él junto a ellos.

- Ventas. -Paró en seco señalando otra puerta enorme de doble hoja color madera. -Nuevamente, tenes que pasar minino tres veces a la semana, archivos de resumen de ventas en el escritorio del presidente encima de todo los demás, ¿ok? -Y otra vez el paraguayo asintiendo y más carpeta de archivos sobre sus manos.

-Siguiente. -Salió disparado al escuchar eso, pero ni así fue más rápido que el secretario general del Presidente Marcos. -Tienes que asegurarte de que desayune todas las mañanas, trata de ayudarlo a elegir ropa, hace malas combinaciones y somos empresa de productos de belleza, nuestro imagen vende... vende. -Nuevamente parada en seco, el extranjero choco contra su espalda y al piso con papeles de colores.

- Eres lindo, pero te falta, nuestras cremas lo solucionaran... ropa también. Vamos, el secretario personal no puede verse mal, lo vas acompañar a todas sus reuniones, organiza sus papeles. -Lo ayudó a levantarse y le pidió a otro empleado que levantará todas las carpetas y se las entregará al presidente.

- ¿Qué me va hacer? -Preguntó asustado mientras bajaban por unas escaleras a lo que parecía un deposito, el lugar no daba buena vibra, pero tras caminar un poco, llegaron a una zona más agradable que sobrepasaba en iluminación.

- Esto es para que te limpies el rostro, esto otro es una mascarilla para la noche, esta te protege del sol, anti manchas, corrector de ojeras... oh, te quedará bien, maquillaje hipoalergénico, a nadie le viene mal un toque de delineador, entre otras cosas... es muy metro sexual, pero empresa de productos de belleza, no me odies. -El paraguayo había estado viendo todas las cremas que ponía en una mochila con la marca de los productos bordada, mientras con gran esfuerzo escuchaba las indicaciones.

-Están todos probadas, no te preocupes, aunque a la primera reacción alérgica déjalas de usar, pibe, no quiero que te pase nada. -Cerró aquella mochila bolso y la entregó al menor que se cruzó en el pecho, siguieron caminando, y ahora subieron en el ascensor hacia la otra parte del edificio, la compañía Vaiolet no era para nada pequeña, el paraguayo ya estaba temiendo perder incontables de veces en aquel lugar.

- Vamos a sacarle un poco de ropa a los modelos, creo que tenemos uno con tu mismo cuerpo, así que debe haber mucha. -Decía el secretario general mientras entraba a un lugar con cámaras profesionales, fondos blancos, pantallas solares, entre otras cosas que se utilizaban para secciones fotográficas.

- Mira, estas camisas te quedara con estos pantalones. - El mayor puso todo en unas bolsas también con la marca impresa. -Tenes que venir al departamento de publicidad al menos una vez al mes para recoger el nuevo catalogo de productos, ¿entendes?

- Si, entendido. Y gracias por todo. -Tomó las bolsas y le dedicó una suave sonrisa al contrario, este negó rápidamente.

- Es la primera vez que veo eso en él... tengo la certeza que vos lo vas a cambiar, hace años que trabajo para el presidente, y le he tomado demasiado cariño, odio no verlo feliz, siempre está en ese mundo oscuro donde no deja que nadie se acerque a darle un abrazo. Se su luz, por favor. -Las palabras serías habían hecho sentir una gran responsabilidad al paraguayo, pero aún así asintió varias veces con su mirada firme.

- Me voy esforzar mucho por el patroncito. - Ambos se sonrieron, y sin más siguieron el recorrido para que se aprendiera todo los departamentos del edificio, y cada una de sus tareas día por día.


El día de trabajo terminó, salió de la empresa y ya afuera no había ni un solo rayo de sol, pronto la noche dominaría el cielo de aquella parte del mundo. Su horario sería de seis a seis de la tarde, doce horas de corrido, por ello el sueldo era más que abundante, todos sus problemas financieros habían sido resueltos en un solo día, eso era buena suerte o el patroncito del cielo no se había olvidado de él y no ignoró todo lo que lucho para llegar a la Argentina.

- Gracias... -Murmuró viendo hacia arriba.

- ¿A quién le hablas? -Preguntó el Presidente acercándose a él.

- ¡Patroncito! -Su sonrisa fue grande a verlo, Marcos solo parpadeó algo extrañado por ello.

- ¿Estás bien?

- Demasiado bien gracias a usted, patroncito.

- ¿Patroncito? No soy tan joven como te pensas, eh.

- Pero se ve joven, eso es suficiente patroncito.

Otra vez en los labios de Marcos Hernández se formaba una muy leve curvatura hacia arriba, al darse cuenta carraspeó un poco y un empleado del estacionamiento trajo su auto, agradeció con un leve asentimiento de cabeza, como era de saberse, él casi no hablaba con otras personas.

- ¿Necesitas que te lleve a tu casa? -Daniel rápidamente negó y buscó su tarjeta para el subte, pero pronto recordó que estaba vacía y dinero no tenía, debía cobrar el cheque por la mañana si o si. -Sube al auto. -Ordenó al ver el puchero en los labios del menor.

- Patroncito... es demasiado bueno. -Subió en el auto al igual que en la mañana y se colocó el cinturón de seguridad, y acomodó las bolsas con ropa entre sus piernas, el bolso quedó sobre su regazo.

Marcos subió al auto, y tras también ponerse el cinturón de seguridad, arrancó al auto saliendo hacia la 9 de julio, escuchó un par de indicaciones del menor para llegar a su casa y prendió la radio, no sabía que poner, no era de escuchar radio, siempre usaba auriculares y escuchaba las música que cargaba en su celular, cuál actualizaba tres veces a la semana.

- ¿Puede pio poner chacarera? -Asintió el rubio y busco una de lo que deseaba el paraguayo, al encontrar una buena radio de folklore la dejó allí, nunca se había puesto escuchar chacareras, no estaban nada mal.


- Acá vivo... - Estaciono en un vieja casona que de seguro había estado presente en la revolución de mayo, las puertas eran altas de rejas negra, madera de roble y vidrios dibujados. -Se que el lugar no se ve bien, pero es lo más barato que pude encontrar. -Decía el paraguayo otra vez jugando con sus manos.

- No he dicho nada, te entiendo, ahora busca un lugar mejor, tu sueldo es bueno. -Le dijo acercándose para apretar levemente su hombro, aunque Daniel viera aquello normal, para Marcos era la primera vez en su vida que hacia aquel gesto dos veces en el mismo día.

- ¿Sabe patroncito? Mi abuela siempre me decía que tenía algo especial, como una luz que podría iluminar hasta el más oscuro de los túneles, pero para mí es usted el que irradia esa luz, usted ha salvado literalmente mi vida.

- Ya te dije... veremos quién iluminó a quién... -Aquello lo dijo con una seriedad que puso algo nervioso a Daniel, pero dándose cuenta de esto el rubio levantó su mano para revolver sus cabellos. -Me voy, te dejó plata para la tarjeta de colectivo y mi dirección ya te le habrá dado Mateo.

- Si, ya lo hizo... y le devolveré la plata.

- No lo necesito, solo trabaja duro, es suficiente para mí.

Lo miró por una vez más sin entender porque de pronto había sido tan "simpático" podría decirse, jamás había actuado así con alguien, era de ayudar a las personas sin que nadie lo notara, pero nunca se acercó tanto para ello, aunque lo más extraño era que no se arrepentía en lo más mínimo.

- No había notado la cinta en tu frente. - Habló tras volver a tierra viendo ese detalle del que antes no se había percatado.

- Es algo de mis tradiciones, espero que no le moleste que lo use en la empresa. - Decía tocando el escudo que esta llevaba.

- No, para nada, te queda bien. En fin, te veo mañana. - Se dio la vuelta y volvió a meterse en su auto arrancado hacia su departamento, pero extrañamente no cambio de radio ni se puso sus auriculares, la música que le gustaba al paraguayo no estaba nada mal.




N/T: Después del ArgChi amo el ArgPara, no me importada nada vieja!!!! ¿?

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