22. Todo saldrá bien.
Un mes pasó tan rápido y que hasta llegaron a sorprenderse cuando los adornos navideños estaban por todos lados, incluso en la compañía Hernández, allí en la entrada habían armado un enorme árbol navideño entre todos los empleados. Los doce secretarios del presidente fueron quienes se encargaron de la zona más alta del dichoso árbol, aunque el gerente del centro comercial en Inglaterra casi vomita al estar sobre la escalera, se había olvidado de decirle que les tenía fobia a las alturas inseguras.
Martín sonrió viendo la ciudad por su ventanal, ya tenía todo lo que quería de esta vida, una persona que lo amaba, su preciado hijo y el control total de la empresa de su padre. Suspiró sin perder aquella expresión de felicidad y se arremangó la camisa para ponerse a trabajar, esas dos últimas semanas habían estado trabajando con más energía que nunca, limpiar los fondos de la compañía no era tarea fácil, pero se lo prometió a su madre, limpiaría el nombre de su padre.
.......
—Vos sabes cómo es tu padre, es medio boludo y tal vez alguien esté usando su empresa para lavado de dinero. Nunca me han cerrado los fondos. —Decía la mujer de hermosos cabellos rubios ondulados mientras le echaba unos sobrecitos de sacarina a su café.
—No sirve de nada que me lo digas a mí, tenes que decírselo a él, a mí me echó. —Respondió el muchacho con ligera molestia pensando en cómo su padre lo había desconocido como hijo por decidir salir con una joven que no era de la clase de ellos.
—Yo sé que cumplirás el deseo de tu madre. —Finalizó la conversación la mujer con una sonrisa en sus labios, aunque estaba demasiado angustiada por la situación, confiaba en que de algún modo todo saldría bien para su hijo.
El aún adolescente Martín se encontraba preparando el desayuno de aquella mañana, su novia aún dormía, apenas se le notaba el embarazo, sonrió pensando en cómo se vería cuando su pancita fuera creciendo. Termino de hacer el desayuno, puso todo sobre la pequeña mesa de la cocina, y se dispuso a ir a despertar a su joven mujer, pero en el pasillo el timbre de llamada de su celular lo detuvo, lo tomó con algo de duda, pero al ver que era su primo Marcos, atendió.
—Hola, che. ¿Qué pasa? —Preguntó volviendo a la sala, por la ventana veía como llovía a cántaros a las afueras de su pequeño departamento.
Lo que escuchó en respuesta a su pregunta no se borró jamás de su memoria, en el momento si quiera podía creer en ello. Corrió bajo la lluvia, importándole poco a quien empujara en el camino, vio la ambulancia pasar y trató de ir más rápido en su carrera, culpa de la lluvia resbaló cayendo contra la acera. Sus lágrimas no se distinguían por el agua que caía del cielo, y la sangre de sus manos se lavaba por lo mismo.
—Mamá... ma... mami... no me dejes... por favor... —Decía entre su crudo sollozo, con gran esfuerzo se levantó del suelo y continuó corriendo, no supo cuántos minutos tardó, pero al llegar al lugar del accidente, una camilla llevaba un cuerpo tapado por una tela blanca, en la calle solo quedó un charco de sangre que iba desvaneciéndose poco a poco.
No escuchó más nada, solo podía ver la sangre de su madre correr hacia la alcantarilla más cercana. Algunos policías le hablaban, pero él no respondía, por ese instante, Martín solo era un cascarón vacío, siquiera en sus ojos encontraban un destello de vida, fue la primera vez que deseo estar muerto...
—No podes pensar que te abandono, mi madre está muerta, lo único que me queda es mi padre, y tuvo su segundo infarto, el primero fue mi culpa... un tercer infarto y morirá, quiero estar con mi padre todo lo que pueda. No te abandono, solo quiero estar con mi familia... —Se explicaba Martín tratando de quitar a la joven Lourdes de la puerta, ya había tomado su decisión, no podía poner al amor antes que, a su padre, no se sentía en el derecho de hacerlo.
—Me estás abandonado, Martín, nosotros también somos tu familia... —Decía la muchacha abrazando su vientre, las lágrimas caían por crudeza por sus blancas mejillas, en su miel no existía ni un rastro del brillo que tanto adoraba el rubio, y este solo suspiró hastiado, ya había tomado una decisión, quería estar con su padre y cumplir con el último deseo de su madre.
La empujó sin fuerza de la puerta, tomó el picaporte y se quedó unos segundos allí casi congelado mirando su mano en aquel pedazo de metal, sus labios parecieron querer decir una última cosa, más de ellos no salieron nada. Abrió la puerta y la cerró para no volver, aun así él se haría cargo de su hijo y la madre del mismo, pero ya no podía pensar en un futuro con ellos, cuando llegara el momento se casaría con la persona que le dijera su padre y aunque nunca llegara amarle, al menos podría ver una sonrisa en el rostro de su viejo.
—¿Está en trabajo de parto? ¿Ahora? No puedo ir, estoy en México... también Marcos y Jeremías, estamos cerrado un importante negocio, abriremos otro hotel acá en DF. —Decía Martín al teléfono celular mientras se terminaba de alistar para una reunión con varios empresarios poderosos de aquel país.
—Martín, es tu hijo el que va nacer, no el de tu vecino. —Decía su prima tercera, Martina con molestia y decepción, no podía creer la frialdad que tenía, suspiró y antes de escuchar alguna nueva excusa cortó, y volvió a sentarse sola en aquella sala a las afueras de la habitación donde Lourdes daba a luz a gritos y con lágrimas en el rostro.
Cuatro meses habían pasado desde que su hijo había nacido, y hacía cuatros meses que el trabajo y los estudios no lo dejaban ni respirar, convertirse en el presidente de la compañía Hernández no era una meta pequeña ni un sueño menor, pero estaba dispuesto a sacrificarlo todo por ello, incluso las lágrimas que aún tenía que derramar por su fallecida madre, no podía darse el lujo de dejarse dominar por la depresión que lo acechaba día y noche.
Su celular sonó cuando tiró el saco de su traje sobre el sillón de su sala, con algo de molestia fue hasta donde estaba la prenda para sacar su teléfono del bolsillo, contestó de mala gana y una voz desconocida lo convocó a reconocer el cuerpo de su ex novia, Lourdes. El aparato cayó de sus manos, se sentó en el sillón de su sala y tras un momento de completo silencio, comenzó a reír a carcajadas mientras un triste sollozo mojaba su rostro.
Vestido de negro corrió hacia la casa de su ex suegra, golpeó desesperado la puerta, amenazaba con tirarla abajo, gritaba las peores cosas que a una mujer se le pudiera decir. Finalmente, la puerta cedió, el ruido que hizo la misma al caer hizo despertar al pequeño infante que había estado durmiendo tranquilamente en su cuna.
—Dame a mi hijo, vieja hija de puta. —Dijo Martín sin gritar a la mujer de avanzada edad parada enfrente de él, viendo que no iba a moverse, la empujó con fuerza haciéndola golpearse contra la mesa del pequeño comedor que tenía la casa.
Siguiendo el llanto de su hijo, llegó hasta la habitación donde se encontraba, el pequeño al ver alguien desconocido fue calmándose rápidamente para mirarle con ojos grandes y expectantes. Sus esmeraldas verdes le hicieron arrodillarse, era hermoso, prácticamente un ángel en la tierra. Sus manos temblaron, y no pudo si quiera tocarlo, la culpa lo carcomía, hacía cuatro meses que había nacido y recién lo conocía, se arrepentía de haber puesto el trabajo por encima de su propio hijo.
La policía lo sacó de aquella casa antes de poder si quiera tocar uno de los cabellos rubios de su pequeño, nuevas lágrimas se apoderaban de sus ojos, una culpa insoportable oprimía su pecho, sin notarlo comenzó a gritar y a tratar de hacerse daño, tal vez el dolor físico lo distrajera de su dolor emocional, pero antes de llegar a eso, un enfermero le inyectó un sedante, en poco tiempo todo se volvió borroso, y finalmente, todo se hizo oscuridad.
........
Martín volvió de sus recuerdos, había pasado demasiado a sus diecisiete años, pero ahora podía decir que había llegado a puerto, y por lo mismo tenía una horrible sensación en el pecho, sentía que aún faltaba algo más para por fin respirar tranquilo. Negó varias y trató de olvidar aquel mal presentimiento, lo mejor sería tratar de pensar positivamente, al menos lo intentaría.
—Dios mío, es igual... —Murmuraba el padre de Martín viendo a su nieto, Manuel se encontraba a su lado, sonrió a sus palabras, estaba completamente de acuerdo con él, Lucas era una réplica viviente de Martín, incluso podía notar tintes de la personalidad de su marido en el niño.
—¿Martín y su hijo son iguales a su mujer? —Cuestionó el chileno habiendo notado desde antes que los rubios no se parecían casi nada al hombre mayor, y este asintió, lo único que su hijo tenía de él, eran sus ojos verdes esmeralda, todo lo demás lo había sacado a su madre.
Diego esa mañana había decidido pasar todo el día con su nieto, había sido la tarde más feliz de estos últimos años al enterarse de que al fin su nieto estaba en la familia, sino hubiera ocurrido tantas desgracias hace seis años atrás, desde hace mucho que tendría a su nieto consigo. A veces pensaba que tal vez debió aceptar la relación de su hijo con aquella pobre muchacha, pero, hoy en día no estaba arrepentido, Manuel se había convertido como en su hijo, uno del que estaba muy orgulloso.
—¿Y? ¿Cómo te llevas con Martín como pareja de verdad? —Preguntó el hombre un tanto curioso y un tanto pícaro, le parecía tierno y divertido ver las mejillas del castaño completamente rojas, tanto que no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.
—Estamos muy bien... Martín es... encantador, hermoso y un hombre increíble. —Respondió sincero sintiendo que iba a morir de la vergüenza. — Chucha... por favor, no le diga nada a su hijo, no podría volver a verlo a la cara. —Pidió con sus labios abultados, sus mejillas aún continuaban tan rojas como tomates.
—Está bien, che. Pero en algún momento se lo tendrás que decir, ¿no? —Manuel asintió a la pregunta de su suegro y terminaron aquella conversación para concentrarse en el pequeño que corría junto a otros niños, cada tanto se acordaba de ellos y los saludaba desde lejos con una gran sonrisa.
Las nubes sobre el cielo chileno eran espesas y grises, amenazaban con dejar pronto caer grandes y pequeñas piedras de hielo, además de una lluvia que obligaría a más de un ciudadano a buscar refugio. Y a pesar de todo aquello, tres hermanos adultos caminaban por una calle de tierra y piedra hacia la correccional donde se encontraba el padre de ellos preso.
Llegaron minutos después de que la hora de visita había comenzado, pidieron por Matías González y esperaron en las mesas de un salón custodiado, antes de que el hombre solicitado llegara, un hombre trajeado se acercó a los hermanos adultos, estos lo miraron y saludaron. Finalmente, los cuatro recibieron al ex presidente de la constructora González.
—Buenas tardes, tengo buenas noticias para ustedes. —Dijo el hombre trajeado con una sonrisa triunfadora.
—¿Al fin el fleto culiao con el que se casó el saco weas de Manuel irá en cana? —Preguntó con alegría la más joven de las cinco personas reunidas, Danitza, una muchacha veinteañera de cabellos rubios teñidos.
—Dani, no te enseñé hablar así de mal, comportante, aún sigues siendo una González. —Dijo el hombre esposado con bastante mala cara hacia su única hija mujer.
—Déjela, está feliz y más lo estará al saber que efectivamente el weón ahora mismo está siendo llevado ante la justicia. —Todos sonrieron con malicia al escucharlo, creían al fin tener la venganza que ellos decían merecer por la destrucción de su apellido.
Ya estaba por caer la noche en la ciudad autónoma de Buenos Aires, Martín se había quedado para terminar la revisión de otros diarios contables que no terminaban de cerrar, habían estado revisando archivo por archivo y no podían dar con la persona que estuviera generando ese dinero en negro. Alguien los estaba usando para lavar plata, si la AFIP lo llegaba a descubrir, estaba muerto.
Resopló sus cabellos y cerró todas las carpetas sobre su escritorio, se levantó y tomó su saco dispuesto a irse, escuchó algo de alboroto tras la puerta de oficina y antes de poder revisar, su hijo entró gritando, con una sonrisa ancha lo levantó en brazos y llenó de besos su rostro, lo había extrañado demasiado ese día, más al haber recordado todo lo que pasó hace cinco años atrás.
Manuel llegó un minuto más tarde, y se acercó para saludar a su marido con un suave beso rápido en los labios, intercambiaron unas cuantas palabras sobre lo que habían hecho en el día, y los tres salieron de la oficina. Martín llevaba en brazos a su hijo que le iba contando todo lo que había hecho en su nueva escuela, al parecer estaba muy contento con sus nuevos compañeros y sus nuevas maestras también se habían vuelto de su agrado.
Y la conversación entre padre e hijo continuó hasta la puerta del edificio, Manuel saluda en el camino a algún que otro empleado que conocía. Y parecía que todo estaba bien, que sería otra noche donde sólo debían preocuparse por sonreír, pero no fue así, siete patrulleros estacionaron enfrente de ellos, en medio de estos apareció un auto negro de donde bajaron dos hombres trajeados.
—Martín Hernández queda detenido por fondos corruptos, lavado de dinero y posible utilización de esquemas de Poncy. —Dijo uno de los hombres trajeados mostrando su placa de oficial auténtica, Manuel había palidecido y negaba nerviosamente con su cabeza.
—Está bien, no me resistiré. —Respondió un calmado Martín, el castaño lo miró incrédulo y sus lágrimas comenzaron a caer sin control alguno, el niño no estaba mejor, ya lo había bajado y con su sollozo desgarrador le pedía a su padre que lo deje.
—Manuel, compórtate, tienes que cuidar a nuestro hijo, llama a Jeremías y contale esto, él va saber que tiene que hacer. —El rubio hablaba con mucha tranquilidad, el chileno podía ni hablar, tenía al niño abrazado a sus piernas temblando como una hoja por el miedo.
Martín no estaba tranquilo, pero sabía que no podía desmoronarse frente a su pareja o su hijo. Aun así él había sido consciente de lo que podía llegar a pasar sino blanqueaba todo el dinero de su empresa antes de que la AFIP los descubriera, pero estaba seguro de que alguien lo había denunciado, y se sonrió con bronca al saber muy bien quién había sido. Respiró hondo y se dejó poner las esposas para luego ser llevado a uno de los patrulleros.
—¡Martín! —Exclamó Manuel desesperado, los demás policías uniformados lo agarraron antes poder el auto donde estaba su marido. —¡Mi amor! ¡Dime que todo estará bien! —Pidió prácticamente desconsolado, no podía creer lo que estaba pasando, en tan solo un segundo su burbuja de felicidad se había reventado.
—Si, mi vida, si, por favor, cuida a nuestro hijo, vamos a salir de esta. —Le dijo Martín mirándole a los ojos, Manuel sintió paz cuando aquellas esmeraldas verdes se lo prometieron, tenía que confiar, todo saldría bien al final, pero las lágrimas así aún no paraban, y menos aun cuando el patrullero arrancó y lo alejaron de él.
Manuel cayó sentando sobre el asfalto dejando salir su amargo llanto, Lucas se acercó de modo lento y tomó con cuidado la mano del castaño, este apenas podía verlo entre el agua salada que salía de sus ojos. El niño con algo de vergüenza le dio un beso en la mejilla y otro en la mano, el chileno se calmó un poco conmovido por los gestos del infante.
—Papá dijo que todo va estar bien, tenemos que esperarlo bien, ¿sí? —El niño dijo aquello aún con sus ojos cristalizados, pero su expresión era dura y esperanzada, Manuel no hizo más que llorar más fuerte abrazando a su pequeño hijo. Su corazón dolía, pero el dolor se hacía soportable con el ángel que le había dejado su esposo.
La gente en la empresa ya se había alborotado, aún quedaba seis patrulleros en la entrada y varios policías habían entrado dentro confiscando carpetas y documentos de la compañía. Enseguida los secretarios de Martín corrieron para cuidar del esposo y el hijo de su jefe, y uno de los siete que estaban, llamó a Jeremías, pero fue imposible darle detalles de la situación, Manuel se había desmayado de golpe, y el nene lloraba pidiendo por ayuda abrazando al castaño.
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Nota: Se puso loco! ahre(?)
Sinceramente me alegro poder terminar este cap, no han pasado las mejores cosas en el fandom, y nunca hablo de mi, pero me cuesta escribir con la anemia que tengo(la tengo hace un mes), siempre estoy cansada y es muy molesto, pero estoy con tratamiento, ¡prometo recuperarme!
Faltan dos capítulos más para que esta historia termine, les agradezco desde el fondo del corazón haberla seguido hasta acá. Espero que hayan disfrutado de todo! <3
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