17. En casa.


Advertencia: lemon algo fuerte (?)

La mañana comenzó con un paraguayo en brazos de un argentino de unos hipnotizantes rulos dorados, era inevitable ese deseo incontrolable por acariciar su rostro, por quedarse horas observando aquellos oscuros ojos verdes, pero a pesar de todo lo que deseaba hacer, sus manos temblaban al igual que todo su cuerpo, y no entendía como termino sobre la cama con la nariz de su jefe rozando la sensible piel de su cuello.

— Patroncito... tiene una reunión en una hora... debería levan... —No pudo terminar de hablar que el rubio se había puesto sobre él, un brazo a cada lado de su cabeza y una de sus piernas entre las suyas, en cierto punto creía que todo aquello era alguno de sus tantos sueños subido de tonos con su patrón, pero al escuchar los sonidos típicos de la ciudad entrando por la ventaba de aquel departamento sabía sin duda alguna que todo aquello estaba pasando en verdad.

— No... hoy todos mis compromisos están cancelados. — Dijo sobre su cuello con mucha tranquilidad, sopló sobre el mismo y sintió como las manos del extranjero se cerraron sobre su camisa como buscando sostenerse de algo, se sonrió con obvia malicia y sin darle más vueltas al asunto, sus labios comenzaron a repartir húmedos besos por aquella zona mientras su mano curiosa se metía por debajo de las prendas superiores de su subordinado.

— Para... Marcos... —Era la primera vez que de los labios paraguayos salía el nombre de su jefe, al nombrado no hizo más que excitarlo aún más de lo que ya estaba, nunca creyó que su nombre se oiría tan bien de los cerezos ajenos, cuales no dudo en tomar mientras su pierna se movía estimulando el bulto del menor.

El paraguayo comenzó a perder toda la vergüenza que lo invadía, comenzaba a necesitar el cuerpo del rubio en gran manera, así que de un movimiento lo dejó debajo de él, le arrancó la prenda superior y Marcos aprovechó también para quitarle las prendas al castaño. Daniel se sentó sobre su pelvis, y con la yema de sus dedos comenzó a recorrer el marcado abdomen ajeno, se mordía el labio inferior de solo ver aquel cuerpo.

— ¿Me deja hacerlo sentir bien, patroncito? —Preguntó casi como ronroneando cada palabra, Marcos sintió un cosquilleo en su miembro aún dormido de solo ver la mirada lasciva del extranjero, ¿cómo podía ocultar una personalidad tan caliente debajo de una tierna sonrisa y unos ojos brillosos? ¿Cuánto le habría costado contenerse todo ese tiempo?

Daniel comenzó con suaves besos sobre el cuello blanquecino de su jefe, y continuó con un camino de besos por todo su torso, se bajó de su pelvis y acomodó su cabeza entre sus piernas alzando su trasero al curvar su columna, el rionegrino tenía la vista más erótica en toda su vida, y eso que recién habían comenzado, podía leerlo en los ojos verdosos del paraguayo, esto apenas era un calentamiento.

Lentamente bajó el cierre del pantalón de su patrón, al ver el bóxer sus mejillas se pusieron más rojas que antes al pensar que tenía un bulto demasiado grande, juguetonamente pasó uno de sus dedos por encima y buscó el glande para jugar especialmente allí con leves caricias de uno de sus dígitos. Finalmente, se inclinó hacia él y paso la punta de su lengua por todo el bulto por sobre la tela, el rubio soltó lo que se asemejaba a un gruñido ronco y desesperado.

— Por favor... —Pidió el mayor apoyando su mano en la cabeza del paraguayo, cual no podía esconder su sonrisa llena malicia y lujuria, pero no lo torturaría tanto, así que tal y como le pidió amablemente, liberó su hombría y paso su lengua por todo aquel pedazo de carne sin ninguna molesta tela en medio.

— Oh, ya esta dura. —Comentó Daniel con voz inocente y casi angelical, tomó con su mano la base de la erección de su jefe y con su boca comenzó atender la punta permitiéndole entrar a su boca, cada succión era el mismo paraíso para Marcos, placer comparable al que le daba consumir dulce casero hecho con manzanas rionegrinas.

— Carajo, Daniel... — Murmuró con voz ronca el rubio tirando de sus cabellos, eso solo excito más al paraguayo que termino por meter al menos la mitad del órgano viril en su boca, era demasiado grande para caber todo, y no es como si tuviera gran experiencia en ello, aunque su patrón parecía estar disfrutando lo poco que podía hacer.

La temperatura de ambos cuerpos iba en aumento, el paraguayo no soportó más, y llevó dos de sus propios dedos a su boca y tras llenarlos de abundante saliva, los llevó a su trasero. Primero metió un digito, pero sin dejar de lamer el falo del rubio, aunque cada vez le costaba más seguir el ritmo de sus succiones al estar introduciendo un segundo dedo en su interior, Marcos iba a venirse si las cosas continuaban así, Daniel estaba haciendo demasiado, así que lo tomó del rostro y lo atrajo hacia él para unir sus lenguas en lo que el paraguayo continuaba preparándose.

— No aguanto más... Ma-Marcos, métela... —Pidió entre jadeos ya más que excitado por el beso profundo y húmedo que estaban compartiendo, el rubio no pensó dos veces en su pedido, tomó su miembro viril de la base guiarlo al trasero de su secretario que se encontraba sentado sobre él, cuando su glande logró entrar, Daniel soltó un gran gemido mezclado con un quejido de dolor, se arrepentía de no haberse preparado más, pero a medida que el placer lo envolvía iba olvidando cualquier molestia que pudiera sentir.

Al estar Marcos completamente dentro del menor se quedaron quietos observándose por un momento, no podía negarlo, Daniel era hermoso, y este pensaba eso de su jefe, ambos se sonrieron como estúpidos adolescentes experimentando su primer amor y casi como experimentar su primera vez, y es que tal vez podrían considerarlo una hermosa primera vez. Marcos tomó un lento beso de los labios paraguayos, aunque no fuera con el momento en el que se encontraban, pero aquel contacto fue un "te quiero" sin palabras, y ambos corazones latieron con fuerza por ello.

Daniel fue el primero en moverse abrazado del cuello de su mayor, los gemidos en su oído volvían loco a este, sus manos se cerraron en sus glúteos y le ayudó a saltar con más fuerza sobre su pelvis, el sonido de sus pieles chocando y sus gemidos al unísono llenaron aquella habitación, hasta que ambos acabaron, el paraguayo en la mano de su patrón y Marcos dentro de su servicial e increíble secretario, la persona con la sonrisa más brillante del mundo.

— El novio de Jeremías dijo que oficialice las cosas o me daría una patada en los huevos. —Dijo mientras estaban tranquilamente abrazados en la cama luego de haberse unido en una sola carne, al parecer estaba lloviendo, pero a ellos poco les importaba, por ese instante el mundo resumía en una cama de dos plazas. — Así que... ¿queres ser mi novio? —Preguntó rosando su nariz con la del paraguayo.

— Añetepea, patroncito. —Respondió con una amplia sonrisa y ojos brillantes. —Aunque ese Francisco es un metido, pero esta vez hizo algo bueno... —Daniel recordó el enfrentamiento con Manuel y abrazó con fuerza a su ahora pareja oficialmente, ahora ningún chileno podría robarse la mirada de su rionegrino.



Las mechas castañas mojadas caían sobre su rostro, podía sentir parte de su hombro mojado por aquel mismo cabello, rodó sus ojos, le había dicho que se sacara el cabello antes de acostarse de nuevo, pero le daba más bola el cachorro que dormía en la almohada junto a la suya, que la bola que le daba Manuel, ya le había mojado hasta los papeles que estaba tratando de leer, era complicado trabajar con alguien abrazado a él respirando sobre su cuello.

— Me duelen las caderas weón. —Decía el chileno cambiando de posición para estar completamente acostado sobre su esposo, así podía llegar a su rostro y darle cada tanto uno que otro beso. — Quiero flan con manjar, ahora. —Pidió con aires caprichosos.

— ¿Soy tu sirviente? — Cuestionó el rubio con una ceja alzada. —Además, sos vos quien lo quiso hacer en la oficina, estabas en una mala posición, eso hizo que te duelan las caderas. — Soltó el comentario como algo obvio que debía saber el menor.

— Igual me gusto. —Respondió sin vergüenza, Martín fue quien se avergonzó por el comentario, ahora tenía sus mejillas ligeramente teñidas de rojo. — Este aweonao es más lindo. —Decía entre risas y besos al rostro de su pareja. — ¡Pero dale! ¡Traeme flan! Por mis caderas...

— Ya voy... loco ahora soy sirviente. —Dejó los papeles que revisaba sobre la mesa de luz, tomó un beso de los labios del chileno y luego empujó haciendo que rodara por la cama hasta casi caerse, pero el castaño no se enojó, no hizo más que reírse y volverse a donde había estado acostado el rubio, iba mojarle su almohada.

Bajó las escaleras y fue hasta la heladera para sacar el flan que Rosa había preparado en la mañana, sirvió dos potencitos y ambos les puso dulce de leche, y también algo de crema vegetal, de vez en cuando él también tenía antojo de algo sumamente dulce, y entre cosas que se le antojaban, estaba Manuel, pero no lo diría fácilmente, era un lado actualmente muy escondido de él, tal vez más adelante lograría ser más abierto con lo que deseaba.

El chileno estaba distraído viendo su cuenta de Facebook en el celular de Martín, subió hasta una foto de él acostado con el fondo de la almohada ya mojada por su cabello, le parecía raro tener tantas fotos de él y su esposo en las redes sociales, antes de que Martín le enseñara que la vida podía ser bella, odiaba hasta inclusive su reflejo en el espejo.

La pantalla se bloqueó, en ella decía "llamada entrante: secretario 8", Manuel primero espero a si venía el rubio, más no llegó, así que decidió responder, le daba un poco de cosa estar metiéndose en los asuntos privados del mayor, aunque por otro lado sintió que tenía todo el derecho a meterse en donde se le antojara, era su esposo, ¿quién podía decirle algo?

— Disculpe, Señor Hernández, le llamó para avisarle que he encontrado unos balances sospechosos en la empresa, es tal y como dijo, las columnas no están cerrando como deberían, le enviaré todo a su cuenta de mail. — Dijo la voz de un joven hombre bastante agitado como si estuviera a punto de ser descubierto. — ... ¿Señor Hernandéz? — Preguntó ya que no estaba recibiendo respuesta alguna al otro lado de la línea.

— Ah, sí, no, bueno, soy su esposo, Manuel Hernández. —Decía con ese tonito de voz orgulloso que llegó a escuchar Martín porque justo estaba entrando al cuarto con una bandeja en mano. —Yo le voy a decir lo que dijo. — Finalizó la llamada y tiró el teléfono en la cama, frunció sus labios y al mirar a su costado se asustó en sobre manera de encontrar a Martín mirándole con cierta diversión.

— Rucio conchetumare, no me volvai asustar así. — Se acomodó la camisa del rubio que estaba usando, sus piernas estaban completamente desnudas, así que las tapó mejor con las mantas, aunque ya era noviembre seguía haciendo algo de frío, esperaba que el verano llegara pronto. — ¿Y porque teni esa sonrisita en la cara? —Preguntó al ver que no borraba aquella expresión de su rostro.

— Nada, nada. Decime, ¿quién llamo? — Se sentó en la cama y puso la bandeja sobre su regazo, el chileno tomó su potecito, tomó algo de crema con dulce de leche con su cuchara y se lo llevó a la boca, estaba delicioso, su pequeño gemido de satisfacción lo había expresado.

— ¿secretario ocho? Dice que envió algo importante a tu mail, parecía nervioso. No sabía que tenías secretarios. —Tras responder continuó comiendo su postre, aunque apropósito manchaba sus labios con crema o dulce de leche.

— Sí, tengo doce, mi empresa es enorme, necesito demasiadas personas para tener todo controlado y supervisado. — Respondió observando con hambre aquellos labios manchados de dulce, no se resistió demasiado, a decir verdad, alejó los potes además de la fuente y lo recostó sobre la cama para con su lengua quitar los restos de aquellos dulces.

— Rucio... no... —Decía casi como un ronroneo, Martín rodo sus ojos, ya sabía que Manuel no se estaba resistiendo, pero tenía mucho trabajo que hacer en el día de mañana, así que si o si necesitaba descasar. — Dije, Rucio no... —Decía con un puchero en sus labios no dejando que el rubio se levantara.

— Dale, vos mañana tenes que ir al taller y llevar al Tincho al veterinario, yo tengo miles de cosas por hacer, después a la tarde nos vamos a ver. —Dejó un beso más en sus labios, y el menor accedió a soltarlo, terminaron de comer su postre y se acostaron de nuevo, Manuel obviamente se abrazó a su esposo para dormir, había descubierto que se sentía muy bien dormir estando pegado a su pecho.


Manuel se encontraba con su cachorro Tincho en los brazos, iría a visitar a su suegro, hacía mucho que no lo veía, estaba enterado del que padre de Martín parecía estar más ocupado que de costumbre y es en parte lo preocupaba muchísimo, no quería pensar en que pudiera llegar a tener otra descompensación como aquella vez en el restaurante cuando tenía dos meses de casado con el rubio, creer que ya había pasado tanto de aquel día.

— ¡Papá! — Exclamó el chileno abrazando a su suegro, este no dudo en responder al abrazo con una gran sonrisa, estaba más que feliz de ver al muchacho extranjero, pero este mismo recordó algo que le dijo el primo de su pareja.

Manuel se encontraba con sus ojos hinchados y rojos de tanto llorar, aún no podía creer todo lo que sucedía, Martín en la camilla recibiendo suero y las enfermeras no podía decirle si ya había salido del peligro, buscó su celular y creyó que lo mejor era decirle él mismo a su suegro lo que había ocurrido con el rubio.

— Ni se te ocurra qliá. — Le dijo el pelinegro cordobés agarrándole el celular, su ceño se frunció y se levantó dispuesto a mandarlo a la mierda y más allá, pero el otro de una mirada sin color lo detuvo.

— El padre de Martín no sabe de ninguno de sus intentos de suicidios, ¿cómo tiene el corazón te pensas que se le podría decir? — Cuestionó bajando la mirada, el estado de salud de su tío no era bueno, de solo pensar en decirle lo que ocurría con su hijo, se le achicaba el corazón.

Teni... razón... — Susurró el chileno tomando su celular de las manos ajenas para guardarlo, tenía que aguantar por sí solo todo aquel dolor, le hubiera gustado poder al menor tener a su suegro para abrazarse a él y llorar tanto como quisiera.


Manuel y su suegro se encontraban disfrutando de un té importado en el living de aquella inmensa mansión en la vivía el padre de Martín, era increíble pensar en que algún momento tendría que vivir allí, ya que el hombre había expresado sus deseos de que al morir quería que la casa fuera ocupada por su hijo y su respectiva familia, y aunque antes pensó en que seguramente no sería él esa "familia", ahora estaba más que seguro de que sería él quien acompañaría al vicepresidente Hernández de ahora en adelante, aunque tal vez, estuviera siendo muy arrogante.

La charla entre ambos era más que amena, y en el corazón del chileno se instalaba un sentimiento de calidez, eso que le dicen "estar en casa". Siendo sincero consigo mismo, le hubiera encantado tener un momento así con su padre, pero este jamás siquiera le dio un "buenos días", siempre lo trato como la peor mierda sobre la tierra, como si su existencia fuera el recordatorio de algo que hizo mal en su vida.

— Che, Manu, hijo, ¿cómo estás con Martín? — Preguntó de golpe el hombre mayor mirándole con unos amables ojos esmeraldas, su sonrisa se ensanchó al pensar la respuesta, pero al querer sacar lo que quería decir con mucha emoción desde el fondo de su corazón, el miedo lo invadió, ¿y si no aceptaba la relación que tenían? ¿Si de golpe lo empezaba a odiar? ¿Si lo echaba de la familia? ¿Qué haría sin Martín?

— ¿Sucedió algo malo? ¿Ese pelotudo te hizo algo? Decime que lo mato eh... Manu, hijo, confía en mí, ¿te hizo algo? — Cuestionó ahora notablemente preocupado por el menor, Manuel sabía que tenía que responderle algo, ¿pero, qué? Sus manos comenzaron a temblar.

— Martín y yo... Martín y yo... —No podía continuar, temía de una reacción negativa del padre de su esposo, llevó una de sus manos a su pecho y la fue cerrando en un puño por los mismos nervios, hasta sus ojos se habían cristalizado por lo mismo, tenía unas inmensas ganas de llorar y salir corriendo de allí.

— ¿Puede ser que vos y Martín son pareja de verdad? —Preguntó con voz suave el hombre estirándose para tomar la mano que estaba en el pecho del chileno, los ojos de este estaban a punto de salirse de sus cavidades oculares, ¿cómo es que se había percatado de aquello?

— Esta bien che, me parece que estas exagerando, yo los case, ¿No? Sería estúpido que tenga alguna clase de homofobia, no los hubiera casado desde un principio si fuera así. —Decía el padre de Martín con una sonrisa en su rostro, volvió a su lugar cómodo al sentir que el cuerpo de Manuel había vuelto a relajarse, aunque aún no decía ni una palabra.

— Estoy feliz, no hay mejor persona para mi hijo que vos, sos el único que puedo aceptar para él, gracias por enamorarte de esa cosa adicta al trabajo. —Le dedicó una sonrisa sincera, y Manuel se sintió realmente como en casa, jamás había experimentado tanta tranquilidad, jamás experimento lo que es pertenecer a un lugar en el mundo, Martín le había dado el pedacito de existencia que necesitaba.

— Por cierto, hijo. Tu cumpleaños es el 15, ¿no? — Preguntó el hombre y el castaño asintió con ojos brillantes, casi había olvidado que en poco cumpliría sus veinte años. — Tendremos una gran fiesta en el Delta, ve preparando un hermoso traje para la fiesta. Yo organizaré todo, será una excelente ocasión para presentarte a más cliente y asociados a nuestra empresa, tienes que ser un fuerte aliado de tu esposo.

— Si, papá, prometo que daré lo mejor de mí. — Respondió con una gran sonrisa, se quedó mirando un momento a su suegro y luego no se resistió a levantarse y abrazarlo con fuerza, el hombro no hizo más que reír mientras respondía el abrazo, Manuel estaba muy feliz, demasiado feliz, tenía una familia increíble. 



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Nota:
Holaaaaanda (?) 
Perdón por tardar tanto, me había puesto con el unificador a full, para lo leían ese fic, estaré subiendo extras, para desarrollar mejor aspectos que quedaron muy en el aire, por otro lado, hablando de este fic, de este capítulo, disfrute en gran manera escribirlo, ya que hacía falta un lemon ArgPara, y... Manu es la cosita más sensual y dulce del mundo, chau! <3 Por cierto, en la parte de Manuel y Martín, ya había pasado como una semana de que realmente se volvieran pareja, por eso la confianza, Manu le agarró gustito rápido. <3 

Nos estamos leyendo gente que adoro!!! Gracias por leer y sus hermosos y divertidos comentarios. <3 

No se olviden de dejar su voto y comentario, saben que adoro Leer que les pareció.

El dibujo de Marcos x Dani lo hizo Dou-San, no está precioso? Jgndnd.

PD: Me di cuenta de un error de fechas, por mi error, el cumple de Manu tendrá que ser el 15 de noviembre :ccccc Perdón, recién me doy cuenta. Metí la pata hasta el caracú, como dirían acá. :c

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