1. ¡Que comiencen los preparativos de la boda!
Dentro de una lujosa sala de reuniones en un onceavo piso, un hombre mayor de cabellos canosos se agarraba la cabeza tras escuchar al gerente de relaciones internacionales de la empresa. Lo siguiente que hizo fue gritar hasta que su cara se puso roja, todos los presentes en la reunión se taparon los oídos y se miraron temerosos unos a otros. El grito no solo se había oído allí, sino que todo el piso se horrorizó reconociendo la voz; que el presidente gritara no era nada bueno, podrían terminar todos despedidos en ese mismo momento.
Un joven rubio de ojos verdes, que se encontraba afuera de la sala de reuniones, parpadeó varias veces tras oír el grito algo sorprendido de los pulmones que tenía el hombre a semejante edad. Se arregló la corbata azul oscura que llevaba, y el saco de su traje negro, era una inútil forma de relajarse antes de escuchar de la boca del propio hombre que había gritado, lo que había ocurrido para que reaccionara de aquella forma.
— Lo mejor será que nadie lo moleste por ahora, yo hablaré con él. —Dijo el rubio a los empleados que estaban detrás de él a la espera del presidente de la compañía.
— ¡Se fue todo a la mierda, Martín! —Exclamó el hombre tras salir de la sala azotando la puerta de doble hoja. — ¡Nuestro shopping en Inglaterra se fue a la puta madre! ¡Los putos de la empresa constructora nos dejaron en banda! —Gritaba alterado mientras ambos caminaban hacia el ascensor.
— ¡¿Vos me estás jodiendo?! ¡¿Hablas en serio?! ¡Me mato ahora mismo! —Martín se agarró la cabeza con ganas de gritar como su padre, había puesto mucho de su tiempo y esfuerzo en el proyecto que ahora se venía abajo por un simple capricho de la empresa constructora de la que dependían en aquel país.
Martín Hernández era el vicepresidente de una compañía hotelera multinacional argentina, además administraban shoppings y un parque de diversiones en México. Este año, su gran proyecto era shopping en Londres, con comercios algo económicos para turistas extranjeros. Había costado realmente mucho meterse en aquel país, las relaciones entre ambas naciones no era la mejor después de que Inglaterra arrebatara Las Islas Malvinas del poder argentino.
— Diego, calmate y pensá en frío. Seguro se te ocurre una solución, no por nada levantaste esta gran compañía con tus propias manos. —Le decía el administrador en jefe del shopping que tenían en pleno conurbano bonaerense. —Revisa tus contactos, algo vas a descubrir.
— Sí, viejo, vos seguro nos sacas de esta. Contá conmigo para lo que sea. —Decía el rubio sentándose en uno de los sillones en frente del escritorio de su padre, él también debía pensar en algo, pero simplemente estaba demasiado frustrado como para pensar en ese momento.
Un par de horas pasaron donde Martín siguió con su trabajo en su respectiva oficina de vicepresidente, su padre continuó buscando la solución a dicho problema hasta que pensó en algo, pero era descabellado, atrevido, raro por sobre todo, pero sin duda alguna era una satisfactoria solución a semejante problema que estaban enfrentando.
— Hola, ¿Matías? —Cuestionó el hombre canoso al teléfono mientras miraba una foto familiar del amigo al que había llamado.
— Sí, decime, Diego. —Respondió el amigo al otro lado del teléfono.
— Esto te va a sonar loco, pero necesito tu ayuda. —El presidente tomó aire y luego soltó dispuesto a contarle el descabellado plan a su amigo.
Martín había sido llamado por su padre apenas ingresó a la empresa al día siguiente, miró a su secretario algo extrañado y este se encogió de hombros, tampoco sabía la razón del llamado tan urgente. Suspiró y se dignó a caminar hasta el ascensor, pero antes de poder llamarlo, las puertas de este se abrieron solas y salió un joven de cabellos castaños corriendo como si estuviera en alguna clase de maratón contra el tiempo o en alguna clase de persecución, y por los guardias que bajaban corriendo de las escaleras, aseguraba que era la segunda opción.
— Jonathan, la gente está muy loca. —Dijo divertido el rubio a su secretario subiendo a la caja metálica para encontrarse con su padre.
Cuando por fin se encontraba a unos pasos de la oficina de su padre, oyó unos gritos, muchos guardias y empleados hablaban entre sí, al parecer algo o alguien se había escapado, estaba curioso por la situación, pero decidió ignorarlo y entrar a la oficina, donde nuevamente se dio con un ambiente tenso como el de antes.
— ¿Pasó algo? —Cuestionó yendo hacía su padre. El otro hombre en la oficina se secaba la frente con un pañuelo de seda, pero al cruzar miradas con Martín, se levantó del sillón lo más rápido que pudo y extendió su mano para estrecharla con él.
— Buenos días, disculpa el alboroto. Él es así, es un chico rebelde. —Le decía el hombre igual de canoso que su padre mientras estrechaban manos. — Pronto lo traerá aquí... y por favor, no te quedes con la primera impresión. Él es muy bueno en realidad y tiene múltiples habilidades.
El rubio vicepresidente oficialmente estaba perdido aquel día, no entendía qué le decía el hombre mayor, ni porqué su padre también estaba con el semblante sombrío como si hubiera cometido el peor error del mundo.
— No quiero ser descortés, pero estaría muy bueno que empiecen de cero, ¿no? —Finalmente habló mirando por un instante a los dos hombres canosos en la oficina.
— Mira, él es Matías, el presidente de la mayor empresa constructora en Chile. Nosotros somos amigos desde la juventud, estudiamos en la misma universidad en el extranjero. —Contaba el padre de Martín tratando de verse calmado. —Él tiene una constructora de confianza en Inglaterra, pero obviamente que solo trabajarían en nombre de él o de su familia. —El rubio solo podía asentir aún sin entender que tenía que ver él en todo eso. —Martín... te casarás... con su hijo. —El hombre tras decir aquello se fue hacia atrás buscando poner a su amigo delante de él como un escudo por miedo a una mala reacción por parte de su hijo.
— Vale, no soy gay... Bah, creo que no he tenido tiempo para experimentar con mi vida sexual a comparación de otros jóvenes. —Respondió con toda la tranquilidad del mundo dejando mudos a los dos hombres mayores y a su secretario en aquella oficina.
— Tienes 23 años, ¿no? —Cuestionó el presidente de la empresa chilena acercándose a su futuro "yerno", y este asintió con su cabeza en respuesta positiva a la pregunta. —Mi hijo tiene 19 años, así que debes cuidar muy bien de él. Es buen chico, aunque ni yo se lo digo seguido... — Martín notó en esa última frase un poco de culpa, aquello le dio una ligera idea de cómo era la vida de su ahora prometido.
— ¿Y cuándo será la boda? ¿Está dispuesto su hijo a dejar su país? Digo, yo no puedo irme de mi país, soy el vicepresidente de esta compañía por lo que sabe. —Hasta el padre de Martín estaba sorprendido de la madurez de su hijo ante tal situación. Ya no le cabían dudas, muy pronto podría dejar aquel estresante trabajo de presidente en manos de él.
— La boda será en tres días, así no tienen la obra parada demasiados días. —Respondió el hombre viendo su teléfono para corroborar la fecha en que la estaban. —Será duro al principio, pero estará bien, no es como que tuviera mucha vida social en su país natal como para extrañar algo. —Nuevamente, Martín notaba algo raro en las palabras de su ahora suegro, parecía como si mucho no le importara lo que pasara con aquel chico con el cual se casaría.
Mientras continuaban discutiendo algunas cosas de la unión civil que realizarían para unir ambas empresas, unos guardias entraron en la oficina con el joven de cabello castaño que había visto Martín antes de entrar al ascensor.
— Vos... —Murmuró el rubio algo sorprendido, pero pronto notó el gesto de dolor en el rostro del chico chileno. — Che, manga de patovicas, le están haciendo daño, llega a tener moretones y se despiden de su trabajo. —Habló con su voz firme y autoritaria que no hacía dudar a nadie de que era el mismísimo vicepresidente de una de las compañías más grandes y poderosas de Argentina.
El chileno miró al argentino agradecido en cierta manera por aquel gesto, nunca nadie lo había protegido de los matones de los guardias. Cuando fue liberado, decidió quedarse y no salir corriendo nuevamente como lo tenía planeado, en cierta manera quería al menos saber el nombre de quien lo había defendido.
— Manuel hijo de pu... —El hombre chileno se arremetió contra su hijo para darle una bofetada, pero su mano fue detenida por Martín. Su mirada era dura, negó con su cabeza y luego le soltó. —Disculpa, solo me dejé llevar.
— Por favor, no se deje llevar, esté o no presente. —Nuevamente el joven chileno estaba sorprendido por cómo lo protegía aquel chico alto de imponente postura. — ¿Sabes porque te trajeron a este país? —Se dirigió al chileno que continuaba mirándolo entre extrañado y curioso, este negó e igualmente no le apartó la mirada. —Entonces vamos hablar nosotros en mi oficina.
— Deje que yo hable con él. —Pidió el padre del chico, pero Martín nuevamente utilizó sus ojos verdes esmeraldas para casi penetrar en su alma con una mirada fría y de "pocos amigos". No pudo decir más y solo dejó que ambos jóvenes se retiraran del lugar.
— ¿Me puedes decir que está pasando? — Cuestionó el chileno tomando asiento en el sillón individual en la oficina de Martín. Se encontraba de brazos cruzados, clavando sus ojos miel en la espalda del susodicho que miraba la agitada Capital Federal a través del vidrio polarizado que hacía de pared en aquel lugar.
— Vamos a casarnos. —Soltó sin ningún pudor, y el contrario quedó duro como piedra, al reaccionar se levantó completamente horrorizado.
— ¡Somos hombres, weón! ¡No tiene sentido! —Exclamó el chileno acercándose al mayor moviendo las manos exageradamente.
— Calmate, che. Ya sé eso, pero es lo que se decidió para que seamos familia... Yo soy hijo único. Necesitamos que ambas empresas estén unidas, ustedes nos ayudaran con nuestro proyecto en Inglaterra, y podría yo mismo iniciar otro proyecto en la capital de tu país para utilizar nuestra conexión. Necesito esto más que mi padre, por eso no me opongo. Quiero ser el presidente de esta compañía, debo tener shopping en Londres para demostrar mi capacidad. —Después de hablar tomó asiento en su silla de escritorio, el chileno continuaba negando totalmente en contra de la idea.
— Por tus ambiciones no voy a ser fleto. No voy a casarme contigo, weón. Estaí tan loco como mi padre. —Estaba decidido a irse de esa oficina, pero Martín le sostuvo del ante brazo tras pararse de su silla.
— Decime, ¿querés seguir bajo el techo de ese tipo loco que tenés por padre? ¿Querés que siga golpeando y haciéndote hacer lo que no querés? Adivino, ni siquiera tenés interés en tu compañía, ¿no? —El chileno bajó su mirada pensando en todo lo que decía el rubio. Tenía razón... No podía negarlo.
— ¿Tenés algún sueño? Yo te dejaría hacerlo realidad, ya tu padre no tendrá ningún derecho sobre vos. Vivirás bajo mi techo y yo no voy a cortar tus alas en lo más mínimo. Podés confiar en mí, Manuel. —El nombrado solo le dedicó una mirada indescifrable, pero que le aseguraba que estaba pensando en su propuesta.
— Tengo un sueño, ¿pero cómo puedo confiar en ti? ¿Cómo puedo creer que no serás igual que mi padre? ¿Y si aún eres peor? —Se alejó del mayor abrazándose a sí mismo pensando en todos sus miedos, y en su propio cuerpo, porque temía lo peor. El vicepresidente de la compañía no era más que un desconocido para él.
— Soy un buen tipo. No te haré nada que no quieras, y serás libre, solo deberás vivir conmigo. Seremos amigos, y eso es lo único que forzaré entre nosotros, no sería lindo vivir con alguien que ni los buenos días me da. —Se acercó al menor y le dio la vuelta para que lo mirara, quería que en sus ojos esmeraldas encontrara la sinceridad de sus palabras.
— No sé, weón, quiero ser libre... pero tengo miedo de meterme en otro infierno. —Los ojos miel del chileno observaban detenidamente la mirada del argentino, y sentía que decía la verdad, no había rastros de maldad o malas intenciones en sus brillantes pupilas.
— Si me llegas a hacer algo, te denuncio. Soy bueno escapándome de cualquier lado. —Soltó el aire contenido tras rendirse a los deseos del rubio. —Weón, no sé cómo te llamas. Dime tu nombre, no quiero averiguarlo en nuestra boda.
— Mi nombre es Martín. Vamos a conocernos un poco en estos tres días antes de casarnos, y podes quedarte en mi departamento desde ya. Bah, como quieras. —Mientras dejaba a Manuel que creía que estaba teniendo la peor pesadilla de su vida, llamó a su padre y al padre del menor a su oficina.
— Weón... ¿erí fleto? —Preguntó casi inocente el ojimiel, el rubio automáticamente soltó la carcajada más sonora que pudo por aquello, y el contrario infló sus cachetes, molesto con aquella reacción. —Awenao...
— Pará, pará... es que tu acento es divertido y lindo, fue por eso que me reí... No soy gay, boludo. Solo me interesa ser el presidente de esta compañía, no hay nada más en mi cabeza. —Respondió tras calmar su ataque de risa, y entre eso llegaron ambos padres.
— ¿Y qué decidieron? —Preguntó primero el padre de Martín viendo un ambiente poco tenso entre ellos, eso le daba un buen presentimiento.
— Vamos a casarnos, pero... quiero ciertas acciones de su empresa. Con el 3,5% estaré bien, no creas que no sé porque estás tan desesperado por esta unión más que mi padre y yo. Entregar a tu hijo a manos de otro hombre me dice demasiado de la situación de tu empresa, y lo beneficiado que estarás con esta unión. —Habló Martín con sus típicos aires de superior al padre de su prometido. Este lo miraba completamente asombrado, nunca había visto a una persona "apretarle los huevos" a su padre.
— Pides demasiado niño, pero está bien, esas acciones serán tuyas. Nos vemos en el día de la boda. —Sin más el padre de Manuel se retiró del lugar maldiciendo por lo bajo, nunca imaginó que el hijo de su amigo sería aún más astuto que el susodicho.
— Das miedo, Martín, por eso te amo, sino fueras mi hijo yo me casaría con vos. —Dijo divertido viendo como se retiraba el contrario.
— Papá, sos un asco. Raja de acá, me diste un trauma. —El chileno por un momento envidió a esos dos argentinos que se reían y empujaban entre ellos celebrando otro negocio bien hecho, jamás en la vida había experimentado algo así.
— Bueno... ¡Que empiecen los preparativos de la boda! —Exclamó el presidente viendo a ambos jóvenes. —Bienvenido a la familia, acá nadie te va a pegar como el demente de tu padre. Desde que lo conozco siempre estuvo medio chiflado. —Le dijo a Manuel apretando su hombro en confianza.
— Sí... Gracias... creo que soy un simple paquete. —Murmuró mordiendo su labio inferior al darse cuenta que había sido entregado a otra familia como si no tuviera ningún valor en especial. Era libre, pero dolía, dolía como una puñalada justo en el corazón. Martín lo notó y abrazó al chico, su padre de igual forma lo hizo. Los dos juntos apretaron al chileno en una amistosa unión como familia hasta sacarle una queja que reemplazó el llanto que amenazaba por comenzar.
— Ahora sos una persona, Manuel... Ahora sos un Hernández.
[Nota] → Me aparecí con una nueva historia, y no la hubiera subido tan rápido sino fuera gracias a @___touchthesky, se encargo de la parte que odio, corregir. <|3
En fin, espero que esta historia se ha de su agrado, ya la tengo planeada de principio a fin, así que no me tomara mucho actualizar. Bye-Bye.
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