Capítulo Dos.






Control [The Control Saga Book #1]
Episode One.
CAPÍTULO 2.
C A S U A L I D A D.











1. Ethan.

Como siempre, o al menos como un adolescente común de mi edad, me levanté perezoso de mi cómoda cama y arrastré mis pies hasta dirigirme a mi baño personal. Miré mi cansado aspecto en el espejo del baño, repasando cada facción de mi rostro, y cada defecto que éste tenía; me miraba un poco más pálido de lo normal, ojeroso, con el rastro de saliva en mis mejillas, y todo ello daba a entender que no había dormido ni comido bien, pero que esperar de un adolescente que está en sus exámenes finales los cuales iban para la universidad.

Yo de verdad quería terminar completamente mis estudios. Quería tener los dichosos últimos cuatro niveles de estudio: Licenciatura, Maestría, Pos-Grado y Doctorado. Muy a pesar de que estaba consciente de que me llevaría casi toda la vida en ello, y que para otras cosas como más personales casi no habría tiempo, como él amor, aún así mi meta era esa. Si no me casaba, al menos terminaría mis estudios; y si no los terminaba por lo menos iba a casarme. Como sea, cualquiera de las dos opciones era hasta cierto punto bueno para mí, solamente.

Al menos la felicidad dependía de mí, y si yo decía que con cualquiera estaría bien pues así sería.

Pero ahora simplemente no tomaría la decisión definitiva hasta al menos haber terminado la universidad. Pues ahora simplemente rezaba todo lo que me sabía para poder aprobar este examen y pasar finalmente a la esperada universidad.

Me encaminaba a paso perezoso por mi departamento, yendo de un lado a otro arrastrando mis pies aún con mis pantuflas de conejo aún en éstos; ya estaba vestido con el uniforme escolar, bueno ya tenía una imagen más decente de mí. Me encaminé a mi librero para tomar las materias que me correspondían este día y las metí en mi mochila en el orden según el horario.

Lo que más detestaba era que ésta rutina ya me era aburrida, era repetitiva cual disco rayado; y siempre llegaban a mí esos pensamientos que hasta cierto punto los consideraba inmaduros y muy fuera de lugar, pero llegaba el echo de que así era la "humanidad", levantándose temprano, desayunando, arreglándose, yendo a trabajar o a estudiar, cumplir con el horario, volver a casa y cumplir unos cuantos deberes o de la casa o de la escuela, aseo personal, cenar y finalmente ir a dormir para después volver a repetir lo mismo una y otra vez. Al menos la mayoría suele hacer eso, y de ves en cuando o cambian temporalmente alguna cosa en su repetitiva rutina, o optaban por cambiar algo definitivamente.

No lo sé, pero siento que esos pensamientos son fuera de lugar en realidad.

Yo y mis estúpidos y ocurrentes pensamientos.

El chico frunció su ceño confundido, la verdad le sorprendió que desde ya el primer capítulo contuviera ya unos pensamientos o una narración un tanto extraña. Normalmente en los libros que solía leer no daban a conocer sus pensamientos hasta después del tercer o cuarto capítulo.

Pero pasó por alto aquello, dándole otro trago a su chocolate caliente en aquella tranquila cafetería por la mañana. Agradecía que se había sentado cerca de una de las ventanas para poder tener mejor visión sobre el contenido del libro.

Retomó nuevamente su lectura, olvidando cómo siempre y costumbre su entorno o realidad.

Desayuné algo simple, nada laborioso: sólo una dichosa torta de huevo y algo de café, tal ves una combinación no muy buena pero a mí me gustaba así. Me tomé mi tiempo en cada mordida a la torta, lo que también le dió tiempo suficiente al café como para que su temperatura descendiera a una más pasable para mi paladar; cabe aclarar que las cosas súper calientes no eran lo mío, y lo súper frío depende de la época obviamente.

Cuando terminé gustoso mi desayuno me levanté de la mesa y deposité mi plato y mi tasa en los trastes sucios, como siempre al llegar de la escuela los limpiaba después de haber comido lo necesario.

Me dirigí a un espejo que se situaba cerca de la puerta y revisé mi cabello, desordenándolo muy levemente como de costumbre. Luego fui a donde había dejado mi mochila la cual estaba en el sofá, que prácticamente era lo primero al entrar, la tomé y la coloqué en mi hombro con calma, para dirigirme nuevamente a la salida, colocarme mis zapatos y dejar botadas mis pantuflas de conejito donde siempre. Salí de mi departamento no sin antes tomar mis llaves y mi celular, y ahora si bajé rápidamente –que ya lo había tomado como maña– hasta llegar a recepción, saludar caballerosamente a la recepcionista y salir en camino a tomar un taxi, que por suerte la parada no estaba tan lejos del edificio.

El camino fue tranquilo, aburrido de no ser porque me entretuve en mi celular en el trayecto, revisando mis redes sociales, o simplemente escuchando música y leyendo mi libro que normalmente traía por sí las dudas.

—¡YoonGi! —gritaron su nombre repentinamente provocando un ligero y disimulado brinco en su lugar.

Miró por sobre su hombro encontrándose con su mejor amigo de la infancia, aquel que le había acompañado y apoyado en los peores y mejores momentos de su vida, aquel que le aconsejaba en ciertas tomas de decisiones ya sean simples o para su vida.

—Nam, me sorprende verte aquí —confesó cuando su amigo se sentó delante de él dejando unos libros en la mesa y su mochila simplemente tirado a su lado.

«Tan desordenado NamJoon» pensó a sus adentros.

—Y a mí me sorprende verte fuera después de lo qué pasó, y extrañamente ese peculiar brillo en tus ojos está éste día. ¿Ahora me dirás que llamó tu atención? —cuestionó mientras llamaba a uno de los chicos con aquellos uniformes.

YoonGi dudó internamente si decirle o no sobre su interés, pero optó casi instantáneamente por decirle, después de todo era su mejor amigo y sólo era un libro con una trama llamativa y tentadora. Así que cerró el libro y lo giró arrastrando el libro cerca de él para que Nam lo viera de una manera correcta, y sólo eso bastó para que el menor entendiera la razón de los ya mencionados brillo en los opacos orbes de su amigo.

—Bueno, no me sorprende que un libro haya llamado tu atención, y el hecho de que prefieras concentrarte en otra trama que la de tu propia vida —dijo Nam tomando el libro girándolo para mirar su sinopsis.

Los ojos avellana del menor repasaron las letras que contenía la sinopsis, analizando el transfondo que cada palabra podría contener. Era una maña que ya se le hacía costumbre, pues comúnmente le ayudaba al mayor para adivinar cómo un juego infantil o inmaduro acerca de quien acertaba más con la trama antes de leerla, y como siempre el menor ganaba. Un juego ayuda que ambos habían creado.

—Ya sabes cómo soy Nam, esto no es fácil de.... —se detuvo suavemente, mirando sus manos y jugando con un rebelde cuero levantado en su dedo índice, pero después miró al menor delante de él— de digerir. Definitivamente no lo es.

NamJoon le miró preocupado. Estaba consciente de la carga emocional que el mayor se cargaba en los hombros, y aunque estaba enojado con el mayor por lo que había pasado se negó a recordárselo, sabía de antemano que ya era totalmente consciente de que el mayor ya cargaba con demasiados dolores como para recordarle uno. Suspiró resignado y desesperado. Su amigo debería darse cuenta de su error en lo que había cometido, ¡Por Dios!, casi mató a un chico. Vamos, no es algo para tomar a la ligera, pero tampoco es un hijo de puta, por lo cual fuertemente se contuvo en sus palabras.

—¿En que les puedo ayudar? —preguntó un chico vestido con el uniforme de la cafetería, junto con libreta y bolígrafo en mano listo para anotar el pedido.

—Ah si, emm, un capuchino por favor —mencionó el menor con una sonrisa leve y amistosa.

—En un momento se lo traigo, con permiso —y con una leve reverencia se marchó de la mesa.

Mientras tanto Yoongi seguía concentrado en sus debates mentales, analizando ciertas cosas que quisiera o no estaban relacionados con lo vivido. Se sentía abatido, totalmente fuera de lugar, se sentía inexpresivo –más de lo que normalmente era–, incapaz de poder dar alguna expresión o demostrar otra cosa que no fuera... nada.

—Hyung, se que lo qué pasó con.. —se interrumpió enseguida al sentir la fría y mortal mirada del mayor puesta en él—, que lo que acaba de pasar no es fácil de aceptar, pero, créeme que no arreglarás las cosas así, simplemente fundiéndote en otra vida en ves de concentrarte en unir las piezas en la tuya, no llegarás a nada, lo único que lograrás será matarte lentamente. Créeme, lo sé.

—Nam no sabes cómo me siento así que mejor no me aconsejes algo que ni tú pudiste experimentar —arrastró sus palabras, algo frustrado por la sensación de tocar el tema.

—YoonGi-hyung, perdóname pero sabes perfectamente que mi vida tampoco ha sido la mejor, he pasado por cosas que posiblemente no se comparen a las tuyas, pero sabes cómo fue mi vida desde antes que mis padres conocieran a los tuyos —habló más seriamente y con más dicción en cada una de sus palabras, como siempre cada que iba en cerio—, y como cambió también al conocer a Jin; lo sabes.

—Nam, tú has lidiado con Jin y.. y con los demás, has amado a cada uno con lo que tú les puedes dar, has amado a cada uno por lo que son a pesar de sus actitudes; has aprendido a amar a cada una de sus facetas, pero yo... —cada palabra que el mayor pronunciaba sentía el doloroso nudo en la garganta y los ojos los sentía húmedos. Respiró profundamente para volver a mirar al menor—, yo lo amé como nadie podría haber amado a alguien, nos entregamos de todas las maneras posibles, las promesas fueron cumplidas, lo que no hice, fue... —y sin poder evitarlo las lágrimas fluyeron solas.

Yoongi se tapó la cara, dejando que las lágrimas cayeran pero silenciosamente, como siempre, sin sollozos, sin quejidos, sin gritos, sin dejar salir su odio, sólo dejando que las lágrimas salieran contando cada gota su propia historia. Como siempre, llorando en silencio.

—Namjoon, sólo deja que pase el tiempo, ¿si? Dame la oportunidad de arreglarlo a mi manera, déjame cagarla como las demás veces —de su pantalón saco el dinero suficiente para pagar el chocolate ordenado, tomó rápidamente el libro, se colocó el cubre-bocas y salió rápidamente del lugar con libro y su chocolate en sus manos.

La desesperación lo carcomía, y sabía que lo único que estaba haciendo era torturarse, pero era lo que debía pasar para olvidarlo. Después de la tormenta viene la calma. Esperaba que aquello fuera verdad, quería dejar de sufrir sin llegar a extremos. Sabía que había echo mal el haberle hablado de esa forma a Namjoon, pero de alguna manera había quitado peso de sus hombros, pero había generado otros. Intentaría arreglarlo después.

Miró la portada nuevamente, ahora dirigiéndose a su hogar para continuar leyendo del libro sin ninguna interrupción.

Sus padres normalmente salían por juntas, reuniones, entrevistas, y un sin fin de cosas por lo cual rara la vez que él compartía el llamado tiempo familiar. Había sido criado por su nana, pero nada más. Fue su única compañera hasta que el menor llegó, mostrándole como era el mundo.

El problema fue que ambos eran tan aferrados a nuevos conocimientos; uno conoció una realidad y se profundizó demasiado en ella, y el otro lo mismo. Fue algo inevitable.

Pero sucedió.

Así se dieron las cosas.

YoonGi.

Llegué a mi hogar rápidamente, agradecía que la cafetería no estuviera tan lejos de aquí.

Me quité la ligera chaqueta que traía y subí a mi habitación, sin olvidar el libro. Podía admitir que cada escalón lo sentía como una tortura, sentía las escaleras de caracol cada vez más infinitas sin llevarme a algún lugar, sentía que no iba a ningún lugar en particular. Hasta que mi pequeño felino, Camille, se frotó contra mis piernas me hizo conectarme de nueva cuenta con la realidad, mostrándome que ya había llegado a mi piso; sin dudar entré a mi habitación azotando la puerta y poniendo el pestillo. Quería estar solo ahora.

Sin poder evitarlo me quedé en esa posición, mirando al suelo, directo a mis pies específicamente, aún con la mano en el pomo de la puerta. Respiraba pausadamente, perdido en el tranquilo e inquietante silencio que mi gran habitación poseía; y justo en estos momentos lo estaba odiando.

Gracias. Maldito desgraciado.

Ya me había acostumbrado últimamente al ruido en mi habitación, normalmente no paraba de hablar al menos hasta que de alguna manera encontraba con que entretenerlo y, por lo menos, podía callarse, hasta que comentaba de lo que le mantenía entretenido y contaba otras anécdotas que nada que ver. Así eras tú.

Ahora más alterado respiré profundamente para calmarme, si no lo hacía ahora esto acabaría peor; cuando el aire retenido en mis pulmones fue expulsado ahora me encaminé a mi cama, acomodándome a mi gusto y abriendo el libro en la página donde me había quedado. Aquel libro vaya que me está atrapando.

Aunque el camino fue corto en realidad por lo menos perdí tiempo en lo necesario.

Al llegar a la escuela pagué el taxi y bajé en rumbo a la entrada. Varios alumnos se encontraban caminando de lo más despreocupados de la vida y posiblemente gozando de que aún las clases no comenzaban, los conocía, la mayoría detestaban la escuela. Y ni para que mentir, yo también la detestaba, más sin embargo podía soportarla. Además, fuera de eso nada me entretenía. Así que la escuela era mi único medio de entretenimiento.

Me encamino con mochila en el hombro a mi salón a paso tranquilo. Tenía tiempo de sobra así que, que más da.

Estaba dispuesto a sacar mis audífonos –que solía tener de repuesto en mi mochila–, más sin embargo un grito perturbó mi tranquilo silencio.

Reconocí de inmediato el grito y la voz. Y al mirar por sobre mi hombro me topé con la persona correcta. Anthony, mi mejor amigo.

James —por su respiración noté claramente que había estado corriendo, persiguiéndome seguramente—, ¿ya te enteraste? —y empezó a zarandearme de adelante a atrás.

—Oye, tranquilo Tony, respira —lo tomé de los hombros deteniendo sus movimientos.

Él respiró profundamente pero en vano, nuevamente a los escasos segundos volvió a gritar. Estaba emocionado, conocía esos peculiares movimientos con sus manos, como si fuera un ave volando, y sus ojos apretados fuertemente, como sufriendo, y sus dientes apretados. Él era peculiar, claro, por algo era mi mejor amigo.

Anthony, cálmate ya —le reclamé ya algo fastidiado por su actitud—, dime ya, que te emocionó ahora, ¿acaso Elliot por fin ya te correspondió y no te mando a la mierda como las veces anteriores? —pregunté, sabía que sólo así se detendría o, al menos, lo calmaría, por un rato.

Solía usar esa estrategia para cuando lo calmara, o bueno, cuando sucedían cosas así.

Siempre funcionaba, al menos.

Lo hacía pues a él no le gustaba hablar de los rechazos que el crush de mi mejor amigo le hacía pasar cada que hacía alguna insinuación así. Además, Anthony no era muy experto en el tema del amor, era... especial en cuanto a ello.

—Maldito, todavía vengo en buen plan —y dramatizó llevando una mano a su pecho como si éste doliera.

—Yah, ahora dime, ¿por qué venías a mí con tanta euforia? —pregunte y él nuevamente sonrió entusiasmado.

Nuevamente pegó un pequeño grito casi bastante femenino, y raro en su voz, que era grave.

—¿Recuerdas del chico súper famoso millonario británico/francés del que a veces te hablo?

Realmente me costó comprender lo que dijo, con tal rapidez era casi imposible. Pero al analizarlo escasos segundos comprendí algo de lo que había dicho. Pero no todo. Así que atiné solamente a contestarle algo al azar.

—Ajá —es lo único que se me ocurrió.

—Bueno... ¡HA VENIDO AQUÍ, A LOS ÁNGELES! —nuevamente gritó emocionado.

Entonces ahora si até cabos, comprendí lo que me había dicho. Claro que recordaba al chico, hacía tiempo que Anthony me hablaba de él como un loco fanático, y por cierta curiosidad había investigado cierto día sobre él, quería saber porque tanta su fama y al saber de él justamente en todos lados comenzaba a verlo. Ethan Rousseau, es su nombre, con –al menos cuando investigué de él– casi 23 años, hijo de un gran abogado y una reconocida cantante y modelo, su padre es francés según tengo entendido y su madre es británica, es hijo único y vive en lujos. Me hubiese interesado más de no ser por sus fotografías, tenía una cara de 'nadie me importa, todos me cagan' e incluso de ser el típico hijo consentido, y como no, es hijo único y sus padres son bastante reconocidos por supuesto que sería bien consentido, a pesar de tener casi 23 años. Parecía el típico hombre que se cree superior al resto, sólo por el hecho de que tenía dinero, conocidos, y fama de su lado, que controlaba a todos con ello, llamaba a mujeres sólo para una noche y si algún otro día se la topaba 'jamás se conocieron' o al menos para él.

Lucía muy egoísta. Un grandísimo hijo de puta.

Me sorprendí. Justamente aquello lo pensaba. Me lo dijo.

Y yo reí.

Y justo ahora, igualmente reí, de la espeluznante casualidad, y porque igualmente me hacía gracia su pensar.

Apreté mi quijada, temeroso de aquello. Pero seguí leyendo.

Estaba convencido de eso. Esto era un simple libro, y esta una simple casualidad, una impactante y simple casualidad.

No era real.

No lo era.

No.

No lo era.

















YoungMi17ⓒ

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