Control [The Control Saga Book #1]
Episode One.
CAPÍTULO 5.
I D Í L I C O.

Los cambios comenzaban a hacerse notar, con cada tic tac que su reloj a manijas lograba articular simplemente era como empujones que lo llevaban a la locura, lo empujaban a un abismo donde ya no sabía si podía salir. Él tenía muy en mente que también poseía un talón de Aquiles, pero justo ahora...

Suspiró pesadamente al mismo tiempo en que revolvía su opaca cabellera. Apretó ligeramente en cierta zona donde el menor comúnmente solía acariciar; agitó su cabeza tratando de alejarse del recuerdo.

Cuanto deseaba verlo...

Con paciencia se levantó de la cama, encaminándose tambaleante hacia la primera planta de su hogar. Tratando de mantener cierta calma, bajó cada escalón con mucho cuidado, apoyándose en el barandal de la escalera para mantener un equilibro. En cuanto llegó hasta el último escalón, con su mano y de manera cautelosa contempló el final de las escaleras, poseyendo nuevamente un recuerdo.

La emoción le recorrió cada fibra de su cuerpo, hacían cosas malas y aquella sensación de complicidad le agradaba. Los besos mantenían su constante movimiento y ritmo, escuchándose de vez en cuando obscenos sonidos provenir de entre sus bocas y su saliva, importándoles realmente nada pues ambos lo disfrutaban; ambos eran jóvenes y disfrutarían el momento mientras durase y se lo permitiesen mutuamente.

—Yoongi... —jadeó el menor en cuanto tuvo un momento para recuperar el aliento.

El mencionado recargó al menor en el barandal de las escaleras, admirando la belleza que tenía delante suyo. Mejillas rellenas dándole un porte tierno, orbes castaños y tan vívidos de deseo en aquel momento, sin olvidar aquellos esponjosos labios que le llamaban a besarlos, que le llamaban a perderse y entregarse a la locura por el propio pecado de la lujuria.

Ahí confirmó que Jimin era todo un pecado, y no sólo en el contexto físico. Un chico de mentalidad fuerte y vulnerable a aspectos inexplicables.

—Te necesito, Jimin... —el mayor suplicó a como pudo.

Los ojos del menor brillaron más y fueron acompañados por una reluciente sonrisa, sus manos pasaron a acariciar y casi aferrarse de su cuello, de alguna manera llamándole.

—Como yo a ti, Yoongi. —correspondió.

Ambos volvieron a entregarse al placer que un simple beso podía otorgarles.

Si antes se sentía a agonizar, ahora mucho peor, en cada parte de aquella casa poseía un recuerdo, mucho más que un simple encuentro sexual. Tantos secretos, tantas lágrimas, tantas sonrisas como risas...

Ahí podía encontrar de todo junto al menor.

Sintiendo como si el barandal ardiera se alejó abruptamente, terminando por bajar el escalón sobrante y finalmente dirigirse hacia la salida. Necesitaba un respiro, necesitaba con urgencias verlo...

El estafador había resultado estafado.

Con un muy sutil gruñido se afirmó el cubre-bocas sobre su rostro igual que sus lentes, caminando a un paso algo apresurado hasta el hospital, sintiendo que entre cada paso más peso podía sentir sobre sus hombros, igual que en sus pies, era como una sensación de estar atado a una roca y caminar arrastrándolas, lo que provocaba que sus pasos los diese cada vez un poco más lentos.

Fue un completo alivio cuando divisó la entrada del hospital al otro lado de la avenida, cruzando con cautela de que ningún auto pasara, finalmente se adentró al hospital.

Sintiendo nuevamente la sensación de pesar sobre sí mismo, cerró levemente sus ojos y tomó una profunda respiración, tratando de calmarse y alentarse a sí mismo. En cuanto su conciencia volvió hasta él, se encaminó hasta la recepción, solicitando información del menor, aclarando previamente que era el único familiar cercano del muchacho, pues sus padres estaban "lejos" como para venir. En cuanto se informó que el menor había sido trasladado al área de pacientes en el mismo estado vegetativo, quienes no tenían un pariente realmente cercano para interesarse en ellos, se dirigió con la mayor calma que pudo.

En cuanto llegó al área, tomó una gran bocanada de aire; una vez tuvo el valor, abrió la puerta, encontrándose con varias camillas a cada lado de la habitación extendiéndose por un extenso pasillo. Sus pies se movieron solos, con su mirada buscaba rastro del chico, en cuanto distinguió una ya casi desteñida cabellera lila, se alivió de encontrarlo; sintió un apretón en su pecho en cuanto vio que más vías intravenosas se incrustaban a su cuerpo, haciéndole lucir más muerto.

Se acercó con cautela y en cuanto lo tuvo delante suyo mordió su labio inferior.

Se veía tan tranquilo ahí, con los párpados cerrados demostrando que descansaba debidamente –irónicamente de alguna manera–, un semblante neutro, respiraciones lentas y calmadas; aunque le inquietaba lo pálida que su piel podía notarse, los labios podían distinguirse entre un color igual lila, ni sus mejillas ni sus labios poseían aquel color carmesí o carmín que alguna vez los caracterizó. Nuevamente se sintió idiota.

—Hola... —saludó en un hilo de voz en tanto tomaba la mano ajena a como podía— sé muy bien que dije que no vendría a visitarte, y que llegué a pensar que podría olvidarte simplemente. —admitió, queriendo sonar cómico pero simplemente su ánimo le obligó a soltarlo de una manera muy amarga— Pero no puedo, no puedo olvidarte cuando quien al final, fuiste tú quien también dio con mi talón de Aquiles, no sólo yo contigo.

El incesante sonido del electrocardiograma sinceramente le recordaban horrendas experiencias o viejos ayeres, pero no le importaba, estaba más perdido en sus pensamientos que otra cosa.

—He encontrado un nuevo libro. —contó cambiando de tema, soltando una risita apagada al final— Estoy seguro que te hubiera encantado leerlo también, siempre decías que el mejor arte puede esconderse en los lugares más recónditos. —recordó con melancolía, incluso escuchaba entre sus recuerdos la voz del menor cuando solía decir eso, aveces casi como una advertencia hacia él— Y no lo dudo.

Pudo quedarse un rato más en el lugar, sólo escuchando el electrocardiograma funcionar, pero simplemente poco a poco comenzaba a aturdirse, el sueño comenzaba a ganarle y ante ello sus párpados comenzaban a pesar; con sus dedos restregó sus párpados, aunque simplemente el sueño comenzaba a ganarle. Sin evitarlo ni detenerlo, se fue a sentar en la única silla al lado de la camilla, recargó su cabeza entre sus brazos cruzados en la última y, finalmente, se dejó vencer por el sueño.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Recobró un poco de conciencia cuando un escalofrío comenzó a calar su sistema. La respiración era calmada y sorpresivamente podía controlarla manualmente. Sin embargo cuando trató de ubicarse el pánico le invadió, no sabía donde carajo estaba; la oscuridad gobernaba tan profundamente que sencillamente no vislumbraba nada.

Todo eso hasta que un grito lo sacó de su agonía.

Pudo distinguir que provenía de un lugar más alejado de su posición. Trató de seguir el grito que previamente se había oído; sus pasos se aceleraron cuando el sonido de algún líquido cayendo se escuchaba con más claridad a cada paso que daba, entonces comenzó a correr. Se detuvo abruptamente sosteniéndose de la pared a su lado, estuvo a punto de resbalarse con... ¿agua?

Frunció su ceño, sumamente extrañado.

Siguió con la mirada el camino del agua, dándose cuenta que salía a montones de un cuarto, hasta entonces reparó en que aquella era su casa, lo reconoció inmediatamente por la puerta del baño, lugar de donde salía el agua como si no hubiese un mañana. Con el mayor cuidado que tuvo, se adentró a la habitación.

Un nudo se formó en su garganta, la gravedad lo tomó desprevenido haciéndolo sentir más pesado y querer tirarse al suelo, sus piernas estaban débiles y sus manos temblaron; su pecho dolió.

Obligándose a reaccionar se aproximó como pudo hasta la bañera, de donde ahora reconoció el cuerpo sumergido sin señales de vida ahí: Jimin; Dios mío, Jimin...

Con desesperación sumergió sus manos al agua importándole nada el mojarse, en cuanto tuvo la cabeza del menor entre sus manos, lo miró detenidamente, pálido, ojeroso, delgado al grado que sus mejillas ya no estaban y los pómulos se notaban sin remedio, sus esponjosos labios partidos y lilas; antes de perder la esperanza tocó el cuello de Jimin, tratando de buscar –haciéndose difícil puesto que temblaba tan inquieto que no sabía si había pulso exactamente o ya no– al menos, aunque sea mínimo, pulso, desesperado por su temblorosa mano, puso su índice debajo de las fosas nasales de Jimin, donde ahí supo que no había esperanza ya.

Jimin estaba muerto.

En cuanto sollozó por primera vez y apegó el cuerpo de Jimin a su pecho, reparó en el color carmín del agua, la cual continuaba escurriendo a niveles desesperantes. En un impulso, levantó el brazo del menor, su pecho se oprimió aún más en culpa y el nudo en su garganta aumentó hasta que no pudo emitir sonido, sólo lloró; cual lienzo recién pintado, tres rajaduras adornaban los brazos de Jimin, de donde aún, sin misericordia, continuaba saliendo sangre, y más, y más, y más...

Entonces, producto de la culpa y la desesperación, el resentimiento y el odio hacia sí mismo, se aferró aún más al cuerpo sin vida de lo que quedaba de Jimin, se balanceó como pudo.

Gritó.

Se odió.

Se había enamorado. Sin embargo nunca lo admitió frente al menor.

Y ahora, podía apreciar la consecuencia de sus propias acciones.

─── ❖ ── ✦ ── ❖ ───

Despertó de un golpe en cuanto aquella pesadilla, porque no tenía otro nombre para definirla, perturbó su propio sueño.

Talló con pereza sus ojos, tratando de despabilarse, hizo un recuerdo de todo lo sucedido resumiéndose al fina a un simple: Nuevamente me estoy mostrando débil, felicidades, Min Yoongi.

Gruñó ante sus propios pensamientos. Sin embargo, su agria actitud producto de su hora de sueño haber sido interrumpida, mermó en cuanto el cuerpo inerte, aferrándose a la vida, de Jimin se vislumbró entre la aún falta reciente de costumbre a sus ojos. Recordó aquella pesadilla, que lo único que le había quedado claro era que Jimin había muerto ahí.

Y temió por un momento.

Muy rara vez él soñaba con algo, sea bueno o sea malo. Sin embargo, cada que un sueño surcaba a su mente, siempre estaba relacionado con un suceso pronto a pasar por su vida, sino es que ya lo hacía. Un ejemplo había sido cuando se topó por primera vez con Jimin, una semana y algo antes había soñado topándose con un hermoso chico de apariencia sensible, voz melodiosa al hablar y, sobre todo, unos ojos tan apagados como tan llenos de vida al evidente control de aquel chico; chico que había catalogado como el de sus sueños y no de manera literal. Todo para que al final acabara conociéndolo, sí, pero ahora haciéndose recuerdo en su mente, pues poseía a aquel precioso y valioso chico frente suyo, y no como lo deseaba.

Sin embargo, aún no estaba muerto, aquellos cables, tubos, máscaras de oxígeno le hacían aferrarse a la vida.

Jimin aún no estaba muerto.

Trato de centrarse en otra cosa. Admiró sus manos que estaban unidas un poco más abajo, de parte de Yoongi, tan aferrada a la más pequeña y rellenita, sonrió ante un muy vago recuerdo.

La sensación de calidez que lograba transmitir el simple tacto de sus manos unidas le mermaba lo cansado que la vida ya le tenía, en un sentido de aburrido y sin novedad alguna.

La sonrisa deslumbrante del menor le enfrentó cara a cara. Por primera vez no temió corresponder la sonrisa, con sinceridad.

La mano libre de Jimin fue a parar a su mejilla, donde acarició con parsimonia disfrutando de lo suave que la pálida piel de Yoongi resultaba ante su tacto, sonrió orgulloso cuando se aseguró que no cualquiera la había podido tocar sin antes haber permitido autorización.

—Te odio, imbécil. —sinceró Jimin, mientras esperaba expectante una respuesta de vuelta.

Aunque como siempre y acostumbrado a cada situación que sucedía de la misma manera, se enfrentó al silencio de Yoongi, y se dejó dominar ante sus labios y sus potentes besos.

Y todo ello, con sus manos unidas aún.

No quería continuar recordando, cualquier cosa le hacía recordar aquel fatídico pasado, uno donde Jimin y él trataban de ser felices, o eso intentaban, además de ignorar todo el pesar que ellos mismos se hacían cargar con cada paso que avanzaran juntos; uno en donde Yoongi y Jimin se deshacían a pedazos, por culpa, en frente y por el otro. Estaba en su casa podía recordar un beso, una noche, una pelea o hasta una amena platica a su lado; estaba en conocidos lugares al exterior, era lo mismo; ni aunque ahora estuviese junto a Jimin lograba apaciguar aquella necesidad de impotencia.

—¿Qué nos hicimos? —cuestionó mirando el rostro neutro de Jimin.

El pecho del menor subía y bajaba entre acompasadas respiraciones, unas que se confirmaban en cuanto el electrocardiograma demostraba el calmado latir de su corazón.

—No sé si me escuches, pero en caso de que lo hagas o no, ya no importa —dudó de lo que diría—. Te amo, Jimin.

Con un amargo pesar en su pecho, suspiró. Acercó a como pudo sus manos, al menos hasta doblarlas hasta los codos donde ahí por fin pudo admirar el tamaño de la mano ajena, llegando nuevamente un vago recuerdo.

A la luz del sol colándose por su ventana, un tranquilo silencio entre el ambiente de la habitación, unos chicos desnudos muy satisfechos recostados en la cama de Yoongi, se apegaban sintiéndose tranquilamente después de un placentero encuentro. El mayor admiró de manera sublime el como su pálida mano era más varonil junto a la de Jimin, quien con aquella regordeta manita demostraba aún una parte de pureza. Al final aferrándose a ella antes de besar al menor sin prisas, sin segundas intenciones, simplemente entregándose energía, confianza y cariño por aquel simple roce.

Sacudió su cabeza. Maldita sea, no podía estar tranquilo con tanto recuerdo alzándose y atacando su mente en una oleada tan hija de puta.

Suspiró derrotado.

Definitivamente había perdido la cabeza.

𝟦. 𝓘𝓃𝑒𝒻𝒶𝒷𝓁𝑒.

𝗟𝗼𝘀 𝗶𝗻𝗰𝗲𝘀𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗿𝗲𝗰𝘂𝗲𝗿𝗱𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗰𝗮𝘁𝗮𝘀𝘁𝗿𝗼́𝗳𝗶𝗰𝗼 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗰𝗶𝘁𝗮 𝗮𝗴𝗹𝗼𝗺𝗲𝗿𝗮𝗯𝗮𝗻 𝗺𝗶 𝗺𝗲𝗺𝗼𝗿𝗶𝗮, 𝗶𝗺𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗶𝗹𝗶𝘁𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗹𝗮 𝘁𝗮𝗿𝗲𝗮 𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗻𝗰𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮𝗹 𝗰𝗶𝗲𝗻 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿 𝗹𝗼𝘀 𝗲𝗷𝗲𝗿𝗰𝗶𝗰𝗶𝗼𝘀. 𝗦𝗶 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗻𝗼 𝗹𝗼 𝗿𝗲𝘃𝗶𝘀𝗮𝗿𝗶́𝗮𝗻, 𝗱𝗲𝘁𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘁𝗮𝗿𝗲𝗮, 𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗮́𝘀 𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮𝗷𝗼𝘀 𝘀𝗲 𝗮𝘃𝗲𝗰𝗶𝗻𝗮𝗿𝗶́𝗮𝗻 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗳𝘂𝘁𝘂𝗿𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗾𝘂𝗲, 𝗽𝗼𝗿 𝗺𝗶 𝗳𝗹𝗼𝗷𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗹𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀, me 𝗶𝗺𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗶𝗹𝗶𝘁𝗮𝗿𝗶́𝗮𝗻 𝗱𝗼𝗿𝗺𝗶𝗿 𝗮 𝗴𝘂𝘀𝘁𝗼.

𝗠𝗮𝗹𝗱𝗶𝘁𝗮 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗲𝗹𝗮.

𝗔𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀, 𝗹𝗮 𝘀𝗲𝗻𝘀𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗯𝗲𝗿 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘂𝗻 𝗰𝗮𝗻𝗮𝗹𝗹𝗮 𝗺𝗲 𝘀𝗮𝗰𝘂𝗱𝗶𝗼́. 𝗬 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗽𝗮𝗹𝗮𝗯𝗿𝗮 𝗻𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗮 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗶𝗱𝗲𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗿. 𝗘𝗿𝗮 𝘂𝗻 𝗶𝗺𝗯𝗲́𝗰𝗶𝗹, 𝗲𝘀𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗱𝗼 𝗺𝘂𝘆 𝗲𝗻 𝗰𝗹𝗮𝗿𝗼 𝘆 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗮.

𝗕𝘂𝗳𝗼. 𝗡𝗼 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗮𝗯𝗿𝘂𝗺𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗲𝗻 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗶𝗿𝗶́𝗮 𝗼 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗺𝗶 𝗮𝗰𝘁𝗶𝘁𝘂𝗱 𝗲𝗹 𝗳𝗶𝗻 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗺𝗮𝗻𝗮. 𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼, 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗲𝗿𝗮 𝘂𝗻 𝗰𝗵𝗶𝗰𝗼 𝗱𝗶𝘀𝘁𝗶𝗻𝘁𝗼, 𝗳𝘂𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗽𝗮𝗿𝗲𝗻𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗳𝘂𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘂𝗻 𝗰𝗵𝗶𝗰𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗲𝘀𝗮𝗯𝗮 𝗲𝗹 𝗳𝗶́𝘀𝗶𝗰𝗼 𝗼 𝗲𝗹 𝗰𝗵𝗶𝗰𝗼 𝗰𝗹𝗶𝗰𝗵𝗲́.

𝗘𝗹 𝘁𝗶𝗺𝗯𝗿𝗲 𝗿𝗲𝘀𝗼𝗻𝗼́ 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗮𝗹𝘁𝗮𝘃𝗼𝗰𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗲𝗹𝗮, 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗰𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗰𝗹𝗮𝘀𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗼𝘀 𝘆 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗻𝘀𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀.

𝗨𝗻 𝗮𝗹𝗶𝘃𝗶𝗼 𝗺𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗿𝗿𝗶𝗼́.

𝗠𝗲 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗲́ 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗱𝗶𝗱𝗼, 𝘂𝗻𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗴𝘂𝗮𝗿𝗱𝗮𝗱𝗮𝘀 𝗺𝗶𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗺𝗼𝗰𝗵𝗶𝗹𝗮, 𝘆 𝗺𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗮𝗺𝗶𝗻𝗲́ 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗿 𝗱𝗲𝗹 𝘀𝗮𝗹𝗼́𝗻, 𝗰𝗼𝗻 𝗺𝗶 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮 𝗹𝗲𝗰𝘁𝘂𝗿𝗮 𝗲𝗻 𝗺𝗮𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗖𝗵𝗿𝗶𝘀 𝗣𝘂𝗲𝘆𝗼 "𝗔𝗾𝘂𝗶́ 𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝗹𝗹𝘂𝗲𝘃𝗲", 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝘀𝗲 𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝘂𝗻 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗼𝗹𝗮𝘁𝗲 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗰𝗼𝗺𝗽𝗮𝗻̃𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗱𝗼𝘀 𝗵𝗼𝗿𝗮𝘀 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗲𝘀 𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗹𝗲𝗰𝘁𝘂𝗿𝗮.

𝗘𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗲𝗱𝗶́ 𝘆 𝗿𝗲𝗰𝗶𝗯𝗶́ 𝗲𝗹 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗼𝗹𝗮𝘁𝗲 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝗿𝗶𝗴𝗶́ 𝗮 𝘂𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗲𝘀𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗲𝘀𝗾𝘂𝗶𝗻𝗮, 𝗲𝘀𝗮𝘀 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲 𝘀𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘆 𝗻𝗮𝗱𝗶𝗲 𝗻𝗼𝘀 𝗻𝗼𝘁𝗮𝗯𝗮. 𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼 𝗲𝗹 𝗿𝗶𝗺𝗯𝗼𝗺𝗯𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘀𝗼𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗮𝗺𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗮𝗻̃𝗲𝗿𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝗲𝘀𝘁𝗮𝘀 𝗵𝗼𝗿𝗮𝘀 𝗮𝘂́𝗻 𝗲𝗿𝗮 𝗲𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗮𝘀𝗶́ 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗿𝗲𝗳𝘂𝗴𝗶𝗮𝗿𝗺𝗲 𝘀𝗮𝗾𝘂𝗲́ 𝗺𝗶𝘀 𝗮𝘂𝗿𝗶𝗰𝘂𝗹𝗮𝗿𝗲𝘀, 𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝗲𝗰𝘁𝗲́ 𝗮 𝗺𝗶 𝗰𝗲𝗹𝘂𝗹𝗮𝗿 𝘆 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗼𝗱𝘂𝗷𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗿𝗲𝗽𝗲𝗿𝘁𝗼𝗿𝗶𝗼 𝘂𝗻𝗮 𝗮𝗹 𝗮𝘇𝗮𝗿, 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝗮𝗽𝗹𝗶𝗰𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝗹𝗶𝗴𝗶𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗻𝘇𝗼́ 𝗮 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗼𝗱𝘂𝗰𝗶𝗿𝘀𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗺𝗶 𝘀𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲: 𝗖𝗼𝗹𝗱, 𝗱𝗲 𝗔𝗾𝘂𝗮𝗹𝘂𝗻𝗴 &. 𝗚𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗮𝗹 𝘀𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝗿𝗶𝗴𝗶́ 𝗿𝗮́𝗽𝗶𝗱𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮 𝗹𝗮 𝗽𝗮́𝗴𝗶𝗻𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗶𝗻𝘂𝗮𝗿 𝗹𝗮 𝗹𝗲𝗰𝘁𝗼𝗿𝗮 𝗲𝗻 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗱𝗼 𝗹𝗮 𝗻𝗼𝗰𝗵𝗲 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗱𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗰𝗮𝗻𝘀𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼.

"𝒀𝒐 𝒏𝒐 𝒑𝒐𝒅𝒊́𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒂𝒓 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒊𝒈𝒐,
𝒚 𝒍𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒆𝒔 𝒖𝒏𝒂 𝒄𝒖𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒂𝒕𝒓𝒂́𝒔
𝒅𝒐𝒏𝒅𝒆 𝒅𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒔 𝒔𝒆 𝒅𝒂𝒏 𝒍𝒂 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒕𝒂 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒖́𝒍𝒕𝒊𝒎𝒐 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐.
𝑼𝒏𝒂 𝒅𝒆 𝒆𝒍𝒍𝒂𝒔 𝒅𝒆𝒔𝒂𝒑𝒂𝒓𝒆𝒄𝒆, 𝒐𝒕𝒓𝒂 𝒔𝒆 𝒒𝒖𝒆𝒅𝒂.
𝑨𝒅𝒊𝒗𝒊𝒏𝒂 𝒄𝒖𝒂́𝒍 𝒇𝒖𝒊𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒖́."

𝗔𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗳𝗿𝗮𝘀𝗲 𝗽𝗿𝗼𝘃𝗼𝗰𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝘀𝗲𝗻𝘀𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗮 𝘆 𝗹𝗲𝘃𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗼́𝗺𝗼𝗱𝗮 𝗮 𝗺𝗶 𝗽𝗲𝗿𝗰𝗲𝗽𝗰𝗶𝗼́𝗻. 𝗟𝗮 𝗹𝗲𝗶́ 𝘃𝗮𝗿𝗶𝗮𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀, 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗲𝗻𝗳𝗿𝗮𝘀𝗰𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗲𝗹𝗹𝗮, 𝗮𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗻𝗼 𝗮𝘆𝘂𝗱𝗮𝗯𝗮 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼. 𝗠𝗲 𝗰𝗮𝗿𝗮𝗰𝘁𝗲𝗿𝗶𝘇𝗮𝗯𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝘀𝗲𝗿 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗰𝗶𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗻𝗮𝗹𝗶𝘀𝘁𝗮, 𝗺𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗮𝗻𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗮𝗻𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿 𝗳𝗿𝗮𝘀𝗲𝘀 𝗼 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀, 𝗽𝘂𝗲𝘀 𝗮 𝗺𝗶 𝗼𝗽𝗶𝗻𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝗹 𝗮𝗿𝘁𝗲 𝘆𝗮𝗰𝗶́𝗮 𝗲𝗻 𝘁𝗼𝗱𝗮𝘀 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲𝘀, 𝗱𝗲 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮, 𝘀𝗲𝗮 𝗮𝘁𝗿𝗼𝘇 𝗼 𝗻𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗷𝘂𝗱𝗶𝗰𝗶𝗮𝗹 𝗼 𝗯𝗲𝗻𝗲𝗳𝗶𝗰𝗶𝗼𝘀𝗼, 𝗮𝗯𝘀𝘁𝗿𝗮𝗰𝘁𝗼 𝗼 𝗻𝗼, 𝘀𝗶𝗺𝗽𝗹𝗲 𝘆 𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗹𝗹𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗹 𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝘀𝗶 𝘂𝗻𝗼 𝘀𝗲 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗼𝗻𝗶́𝗮 𝗲𝗻 𝗯𝘂𝘀𝗰𝗮𝗿𝗹𝗼; 𝘀𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗰𝗮𝗿𝗮𝗰𝘁𝗲𝗿𝗶́𝘀𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶́ 𝘀𝗼𝗹𝗶́𝗮 𝗷𝘂𝗴𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗺𝘂𝘆 𝗮 𝗺𝗲𝗻𝘂𝗱𝗼, 𝘆 𝗵𝗼𝘆 𝗲𝗿𝗮 𝘂𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗼𝘀 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀. 𝗦𝗶𝗻 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗲𝗿 𝗺𝗲 𝗽𝘂𝘀𝗲 𝗮 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗿 𝗺𝗮́𝘀 𝗮𝗹𝗹𝗮́, 𝘁𝗿𝗮𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗹𝗹𝗮𝗿𝗹𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗲𝘅𝗽𝗹𝗶𝗰𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗺𝗮́𝘀 𝘃𝗶𝗮𝗯𝗹𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗺𝗶́ 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗲𝘀𝗮 𝗳𝗿𝗮𝘀𝗲, 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗳𝗼𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗲 𝗹𝗹𝗲𝘃𝗮𝗯𝗮 𝗮 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗽𝗿𝗲𝘁𝗮𝗿𝗹𝗮 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗺𝗼𝗱𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗮𝗺𝗼𝗿𝗼𝘀𝗮, 𝘂𝗻𝗮 𝗲𝗻 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗲𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗳𝗿𝗮𝗰𝗮𝘀𝗮 𝘆 𝘀𝗲 𝗹𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹𝗹𝗼, 𝘀𝗶 𝗺𝘂𝗲𝘃𝗲𝘀 𝗺𝗮𝗹 𝘂𝗻𝗮 𝗽𝗶𝗲𝘇𝗮 𝗹𝗲 𝗱𝗮𝗿𝗮́𝘀 𝗮𝗹 𝗼𝗽𝗼𝗻𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗹 𝗷𝗮𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗮𝘁𝗲 𝗶𝗻𝗺𝗲𝗱𝗶𝗮𝘁𝗼, 𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿, 𝘁𝘂 𝗼𝗽𝗼𝗻𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘁𝗲𝗿𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿𝗮́ 𝗴𝗮𝗻𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝘁𝘂 𝗲𝘀𝘁𝘂𝗽𝗶𝗱𝗲𝘇.

𝗘𝘀𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗮 𝗽𝘂𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗽𝗿𝗼𝗳𝘂𝗻𝗱𝗶𝘇𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮𝗹 𝗴𝗿𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗺𝗶 𝘃𝗶𝗱𝗮 𝗽𝗿𝗶𝘃𝗮𝗱𝗮 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘂𝗻 𝗲𝘀𝘁𝗿𝘂𝗲𝗻𝗱𝗼𝘀𝗼 𝘀𝗼𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗺𝗲 𝗮𝘁𝗿𝗮𝗷𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗽𝘂𝗻̃𝗲𝘁𝗮𝘇𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲. 𝗟𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗲́ 𝗺𝗶 𝗰𝗮𝗯𝗲𝘇𝗮 𝘆 𝗮𝗹 𝘁𝗼𝗽𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝗲́𝗹 𝗺𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗽𝗲𝗻𝘁𝗶́ 𝘆 𝗺𝗮𝗹𝗱𝗲𝗰𝗶́ 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗻𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗲𝗿 𝘀𝘂𝗯𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝘃𝗼𝗹𝘂𝗺𝗲𝗻 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮 𝘁𝗼𝗽𝗲, 𝗼 𝘀𝗶𝗺𝗽𝗹𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗵𝗮𝗯𝗲𝗿 𝗲𝘀𝗰𝗼𝗴𝗶𝗱𝗼 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗺𝗮́𝘀 𝗺𝗼𝘃𝗶𝗱𝗮. 𝗔𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗺𝗲 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗼 𝗲𝘀𝘁𝘂𝘃𝗶𝗲𝘀𝗲 𝘀𝗼𝗻𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 "𝗛𝗲𝗮𝘃𝗲𝗻" 𝗱𝗲 𝗝𝘂𝗹𝗶𝗮 𝗠𝗶𝗰𝗵𝗮𝗲𝗹𝘀.

¿𝗬 𝘀𝘂𝗲𝗻𝗮 𝗲𝗹 𝗲𝘀𝘁𝗿𝗶𝗯𝗶𝗹𝗹𝗼 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶𝗿𝗼 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗼𝗳𝘂𝗻𝗱𝗼𝘀 𝗶𝗿𝗶𝘀 𝗴𝗿𝗶𝘀𝗲𝘀 𝘀𝘂𝘆𝗼𝘀?

𝗩𝗮𝘆𝗮 𝘀𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝗶́𝗮.

—¿𝗗𝗲𝘀𝗲𝗮𝘀 𝗮𝗹𝗴𝗼? —𝗶𝗻𝗾𝘂𝗶𝗿𝗶́ 𝗾𝘂𝗶𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶 𝗮𝘂𝗿𝗶𝗰𝘂𝗹𝗮𝗿 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿𝗹𝗲 𝘂𝗻 𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗮𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻.

𝗘́𝗹 𝗮𝘀𝗶𝗻𝘁𝗶𝗼́ 𝘆 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝗼́ 𝗮𝗿𝗿𝗼𝗴𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘁𝗼𝗺𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗳𝗿𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮 𝗺𝗶́, 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗰𝗼́ 𝘀𝘂 𝗺𝗼𝗰𝗵𝗶𝗹𝗮 𝗲𝗻𝗰𝗶𝗺𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝗲𝘀𝗮 𝘆 𝗮𝗹 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗿𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗯𝘂𝘀𝗰𝗼́ 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗲𝗹𝗹𝗮; 𝗻𝗼 𝘁𝗼𝗺𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗮 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝘀𝗲 𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗶𝗻𝘂𝗮𝗿 𝗹𝗲𝘆𝗲𝗻𝗱𝗼 𝘆 𝘀𝗶𝗻 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗰𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗲𝗹 𝗮𝘂𝗿𝗶𝗰𝘂𝗹𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗰𝗮𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗹 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗮 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗱𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮𝗿.

𝗠𝗲 𝗳𝗿𝘂𝘀𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗿𝘂𝗺𝗽𝗶́𝗮 𝗺𝗶𝘀 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀, 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗼𝗴𝗿𝗼 𝗿𝗲𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗿𝗹𝗮𝘀 𝗼 𝗰𝗼𝗻𝗺𝗶𝗴𝗼 𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝘀𝗶́.

—𝗧𝗼𝗺𝗮. —𝗹𝗹𝗮𝗺𝗼́ 𝗺𝗶 𝗮𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗰𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗵𝗼𝗷𝗮 𝗲𝗻 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗹𝗲𝘆𝗲𝗻𝗱𝗼.

𝗦𝘂𝘀𝗽𝗶𝗿𝗲́ 𝗿𝗲𝘀𝗶𝗴𝗻𝗮𝗱𝗼. 𝗟𝗼 𝗺𝗶𝗿𝗲́ 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗿𝗼𝗴𝗮𝗻𝘁𝗲, 𝘁𝗼𝗽𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗱𝗲𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶𝗼́ 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝘂𝗻 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗲𝘀𝗮𝗱𝗼, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮 𝗻𝗼 𝘁𝘂𝘃𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗹𝗼 𝗲𝘀𝘁𝘂𝘃𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗮𝗯𝘂𝗿𝗿𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗼 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗿𝗼𝗺𝗶𝘀𝗼.

—𝗔́𝗯𝗿𝗲𝗹𝗮. —𝗺𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗶𝘁𝗼́ 𝘀𝗲𝗻̃𝗮𝗹𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂𝘀 𝗽𝘂𝗽𝗶𝗹𝗮𝘀 𝗴𝗿𝗶𝘀𝗮́𝗰𝗲𝗮𝘀.

𝗩𝗮𝗹𝗲, 𝗮𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝘃𝗲𝗻𝗶𝗿 𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗼𝗿𝗯𝗮𝗿 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗲 𝗶𝗿𝗿𝘂𝗺𝗽𝗶𝗿 𝗲𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻𝗼𝗰𝗲𝗿𝗺𝗲 𝗼 𝗰𝗼𝗻𝗼𝗰𝗲𝗿 𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀, 𝘃𝗶𝗲𝗻𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗼𝗯𝘀𝗲𝗾𝘂𝗶𝗼. 𝗥𝗲𝘀𝗶𝗴𝗻𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲, 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗾𝘂𝗲́ 𝗲𝗹 𝘀𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗱𝗼𝗿 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗮 𝗵𝗼𝗷𝗮 𝗽𝘂𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗮𝘃𝗮𝗻𝘇𝗮𝗱𝗼 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼, 𝗽𝗮𝘂𝘀𝗲́ 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝘆 𝗳𝗶𝗻𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗹𝗲 𝗽𝗿𝗲𝘀𝘁𝗲́ 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮́𝗻𝗲𝗮 𝗮𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮. 𝗟𝗮 𝗶𝗻𝘀𝗽𝗲𝗰𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲́ 𝗰𝗼𝗻 𝗱𝗲𝘁𝗮𝗹𝗹𝗲; 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗿𝗲𝗮𝗱𝗮 𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗮𝘇𝘂𝗹 𝗺𝘂𝘆 𝗯𝗼𝗻𝗶𝘁𝗼, 𝗮𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿 𝗲𝗻𝗿𝗼𝗹𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗹𝗶𝘀𝘁𝗼́𝗻 𝘃𝗶𝗼𝗹𝗲𝘁𝗮 𝘆 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮𝗿 𝘂𝗻 𝗺𝗼𝗻̃𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝘁𝗮𝗽𝗮 𝗮 𝗺𝗼𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗹𝗹𝗼.

𝗩𝗼𝗹𝘃𝗶́ 𝗮 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿 𝗮𝗹 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗮 𝗳𝗿𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗺𝗶́𝗼.

—𝗠𝗲 𝗵𝗮𝗿𝗶́𝗮𝘀 𝗲𝗹 𝗺𝗶𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼 𝘆 𝘀𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗼 𝗳𝗮𝘃𝗼𝗿 𝗱𝗲 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿𝗺𝗲, ¿𝗬 𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲́? —𝗶𝗻𝗾𝘂𝗶𝗿𝗶́ 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗿𝗻𝗮, 𝘀𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗯𝗶𝗻𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗿𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗶𝗯𝗮𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝘁𝗼𝗱𝗼, 𝘀𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼 𝗮𝗹 𝘃𝗲𝗿 𝘀𝘂𝘀 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗹𝗼𝗴𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗲𝗻𝘁𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿.

𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝘀𝗼𝗹𝘁𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗻𝗮𝘀𝗮𝗹, 𝘆 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂 𝗶́𝗻𝗱𝗶𝗰𝗲 𝘀𝗲𝗻̃𝗮𝗹𝗼́ 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲.

—𝗧𝘂́ 𝗮́𝗯𝗿𝗲𝗹𝗮. —𝗶𝗻𝘀𝗶𝘀𝘁𝗶𝗼́.

𝗠𝗶𝗿𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗮𝗰𝘂𝘀𝗮𝗱𝗼𝗿𝗮, 𝗱𝗲𝘀𝗲𝗻𝗿𝗲𝗱𝗲́ 𝗲𝗹 𝗺𝗼𝗻̃𝗼 𝘆 𝗰𝗼𝗻 𝗰𝗮𝘂𝘁𝗲𝗹𝗮 𝗮𝗯𝗿𝗶́ 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗷𝗶𝘁𝗮. 𝗣𝗼𝗿 𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗹𝘂𝗰𝗶́𝗮 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗲𝘀 𝘀𝘂𝘆𝗮, 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗺𝘂𝘆 𝗲𝘀𝘁𝘂́𝗽𝗶𝗱𝗼 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼. 𝗦𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝘅𝗮𝗰𝘁𝗶𝘁𝘂𝗱 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗺𝗮𝗹𝗼 𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗵𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗼𝗱𝗶𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗺𝗮́𝘀, 𝘀𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼, 𝗴𝗿𝗮𝘁𝗮 𝘀𝗼𝗿𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗹𝗹𝗲𝘃𝗲́ 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝘀𝗮𝗾𝘂𝗲́ 𝘂𝗻 𝗰𝗼𝗹𝗹𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗽𝗹𝗮𝘁𝗮 𝗽𝘂𝗿𝗼, 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗱𝗲𝗻𝗮 𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗻𝗿𝗲𝗱𝗮𝗱𝗮 𝘆 𝗯𝗿𝗶𝗹𝗹𝗼𝘀𝗮, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗿𝗲𝘀𝗮𝗹𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼𝘀𝗼 𝗱𝗶𝗷𝗲.

𝗠𝗲 𝗰𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲́ 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝘂́𝗹𝘁𝗶𝗺𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗳𝘂𝗲𝘀𝗲 𝗲𝗹 𝗮𝗿𝘁𝗲𝗳𝗮𝗰𝘁𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝘃𝗮𝗹𝗶𝗼𝘀𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼, 𝗹𝗮𝘀 𝘆𝗲𝗺𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗱𝗲𝗱𝗼𝘀 𝘁𝗼𝗰𝗮𝗯𝗮𝗻 𝗲𝗹 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘁𝗮𝗹 𝗶́𝗺𝗽𝗲𝘁𝘂 𝗾𝘂𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗹𝘂𝘀𝗼 𝗺𝗲 𝘀𝗼𝗿𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶́ 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼. 𝗗𝗲𝗯𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗮𝗱𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘂𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗮𝗹 𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝘂 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮, 𝗮𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗮𝗻𝘁𝗮𝗯𝗮𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝘀𝗶́𝗺𝗯𝗼𝗹𝗼𝘀, 𝗿𝘂𝗻𝗮𝘀, 𝗶𝗱𝗶𝗼𝗺𝗮𝘀, 𝗰𝘂𝗹𝘁𝘂𝗿𝗮𝘀, 𝗰𝗮𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀, 𝘁𝗿𝗮𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗼𝘁𝗿𝗮𝘀 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗼𝘁𝗿𝗼𝘀 𝗽𝘂𝗲𝗯𝗹𝗼𝘀, 𝗰𝗶𝘂𝗱𝗮𝗱𝗲𝘀 𝘆 𝗽𝗮𝗶́𝘀𝗲𝘀. 𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼, 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗼 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗹𝗶𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗹𝗶𝗾𝘂𝗶𝗮𝘀 𝗻𝗶 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗲𝘀𝘁𝗶𝗹𝗼; 𝗲𝗿𝗮 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼, 𝗲𝗿𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗺𝗶 𝗰𝗼𝗻𝗼𝗰𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼.

—¿𝗤𝘂𝗲́ 𝘀𝗶𝗴𝗻𝗶𝗳𝗶𝗰𝗮? —𝗹𝗲 𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗶𝗼𝗻𝗲́ 𝘀𝗶𝗻 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗮𝗱𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿 𝘆 𝗮𝗻𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗱𝗶𝗷𝗲 𝗱𝗲 𝗽𝗹𝗮𝘁𝗮.

𝗝𝘂𝗿𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗮𝘁𝗶𝘀𝗯𝗮𝗿 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗴𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀, 𝘀𝘂𝗽𝘂𝘀𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲𝘀𝘁𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝗶𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗻𝗰𝗶𝗮.

—𝗟𝗮 𝘃𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱 𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗿𝗲́ 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗮𝘁𝗿𝗮𝗷𝗼 𝘀𝘂 𝗽𝗲𝗰𝘂𝗹𝗶𝗮𝗿 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮, 𝗹𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗴𝘂𝗻𝘁𝗲́ 𝗮𝗹 𝗲𝗻𝗰𝗮𝗿𝗴𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝘀𝗼́𝗹𝗼 𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗼́ 𝘀𝘂 𝗴𝗿𝗮𝗻 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗰𝗼́𝗺𝗼 𝗹𝗹𝗲𝗴𝗼́ 𝗮 𝘀𝘂𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 —𝗰𝗼𝗻𝘁𝗼́ 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗮𝗱𝗲𝗺𝗮𝗻𝗲𝘀 𝗲𝘅𝗮𝗴𝗲𝗿𝗮𝗱𝗼𝘀, 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗽𝗿𝗲𝘁𝗮𝗿 𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝘀𝘂𝗷𝗲𝘁𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮𝗯𝗮—. 𝗣𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮 𝗽𝗿𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮𝗿 𝘆 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮𝗿 𝘀𝘂 𝗮𝗻𝗲́𝗰𝗱𝗼𝘁𝗮 𝗺𝗲 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝘂𝗻 𝗱𝗲𝘀𝗰𝘂𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗮𝘀𝗶́ 𝗾𝘂𝗲... 𝗮𝗾𝘂𝗶́ 𝗲𝘀𝘁𝗮́.

𝗖𝗼𝗻𝗰𝗹𝘂𝘆𝗼́ 𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝘀 𝘀𝗲𝗻̃𝗮𝗹𝗮𝗯𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗳𝗲𝗿𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗲𝗹 𝗼𝗯𝗷𝗲𝘁𝗼 𝗲𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀; 𝗹𝗮 𝘃𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱 𝗲𝗿𝗮 𝗽𝗿𝗲𝗰𝗶𝗼𝘀𝗼, 𝘀𝘂 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗶𝗰𝘂𝗹𝗮𝗿 𝗳𝗼𝗿𝗺𝗮 𝗹𝗲 𝗱𝗮𝗯𝗮 𝘂𝗻 𝘁𝗼𝗾𝘂𝗲 𝗺𝘂𝘆 𝗱𝗶𝗴𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝗱𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿, 𝘂𝗻 𝗮𝘀𝗽𝗲𝗰𝘁𝗼 𝘁𝗮𝗻 𝗽𝗿𝗼𝗳𝘂𝗻𝗱𝗼, 𝗴𝗿𝗮𝗻𝗱𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗺𝗶𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗼𝗰𝘂𝗹𝘁𝗮𝗿, 𝘆 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘀𝗮𝗯𝗲 𝗾𝘂𝗲́ 𝗵𝗶𝘀𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝘁𝘂𝘃𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗹𝗹𝗮𝗿.

𝗔𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗻𝗼 𝗰𝘂𝗮𝗱𝗿𝗮𝗯𝗮, ¿𝗣𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲́ 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗺𝗲 𝗹𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗱𝗮𝗻𝗱𝗼?

𝗦𝘂𝗽𝗼𝗻𝗴𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗮𝗹𝗴𝘂́𝗻 𝗴𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼 𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗵𝗮𝗯𝗹𝗼́ 𝘀𝗶𝗻 𝗽𝗲𝗱𝗶́𝗿𝘀𝗲𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝘀𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮 𝘀𝘂 𝘃𝗲𝘇 𝗮 𝗺𝗶 𝗱𝗲𝗯𝗮𝘁𝗲 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗹.

—𝗧𝗲 𝗹𝗼 𝗱𝗼𝘆 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗼𝗻𝗳𝗶́𝗲𝘀 𝗲𝗻 𝗺𝗶́, 𝗮𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀 𝘆 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗶𝗽𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗱𝗶𝘀𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝗯𝗲𝘀𝗮𝗿𝘁𝗲 𝘀𝗶𝗻 𝘁𝘂 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗮 𝗽𝗲𝘀𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝘂́ 𝗺𝗲 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗶𝘀𝘁𝗲, 𝗮𝗱𝗺𝗶𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗳𝘂𝗲 𝗲𝗻 𝗺𝗮𝘆𝗼𝗿𝗲𝗼 𝗺𝗶 𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮. —𝗲𝘅𝗽𝗹𝗶𝗰𝗼́ 𝗱𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝗹 𝗮𝗹𝗶𝘃𝗶𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗲𝗮𝗯𝗮 𝗼𝗯𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗮𝗾𝘂𝗶́ 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗱𝗲𝗯𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮𝗿𝘀𝗲 𝗲𝗿𝗮 𝘆𝗼.

—𝗕𝘂𝗲𝗻𝗼, 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀, 𝘆 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗮 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝘁𝗲 𝗽𝗶𝗱𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗼́𝗻, 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 —𝘀𝗼𝗹𝘁𝗲́ 𝗽𝗼𝗿 𝗳𝗶𝗻 𝘆 𝘀𝗶𝗻 𝗿𝗼𝗱𝗲𝗼𝘀 𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗱𝘂𝗱𝗮𝘀 𝘀𝗲 𝗮𝗴𝗹𝗼𝗺𝗲𝗿𝗲𝗻 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘆 𝗺𝗲 𝗵𝗮𝗴𝗮𝗻 𝗱𝘂𝗱𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗱𝗲𝗰𝗶𝘀𝗶𝗼́𝗻 𝗼 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗿—. 𝗡𝗼 𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗲𝗹 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗲𝗹 𝗳𝗶𝗻 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗺𝗮𝗻𝗮, 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗰𝘁𝘂́𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘂𝗻 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗮.

𝗠𝗶 𝘃𝗮𝗹𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝗴𝗮𝗻𝗼́ 𝗽𝗼𝗿 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗺𝗲 𝗮𝘁𝗿𝗲𝘃𝗶́ 𝗮 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗼𝗷𝗼𝘀, 𝗾𝘂𝗲 𝗯𝗿𝗶𝗹𝗹𝗮𝗯𝗮𝗻 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗮 𝗹𝘂𝘇 𝗱𝗲𝗹 𝘀𝗼𝗹 𝗮𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮́𝗻𝗱𝗼𝘀𝗲 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝘃𝗲𝗻𝘁𝗮𝗻𝗮𝘀, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗿𝗲𝗯𝗼𝘀𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼́𝗻; 𝘀𝘂 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗹𝗲 𝘀𝗶𝗴𝘂𝗶𝗼́ 𝗮 𝘀𝘂 𝗳𝗲𝗹𝗶𝗰𝗶𝗱𝗮𝗱. 𝗟𝗲 𝗰𝗼𝗿𝗿𝗲𝘀𝗽𝗼𝗻𝗱𝗶́ 𝗲𝗹 𝗴𝗲𝘀𝘁𝗼 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗮́𝘀 𝗰𝗮𝗹𝗺𝗮𝗱𝗼.

—𝗧𝗲𝗻𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗲𝗻𝘁𝗲𝗻𝗱𝗶𝗱𝗼, 𝗲𝗻𝘁𝗼𝗻𝗰𝗲𝘀, 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗲𝘇 𝗲𝘀 𝗿𝗲𝗰𝗶́𝗽𝗿𝗼𝗰𝗮. —𝗮𝗳𝗶𝗿𝗺𝗼́ 𝗲́𝗹 𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝘀𝘂 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗱𝗲 𝗻𝗶𝗻̃𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘀𝗲𝗴𝘂𝗶𝗱𝗼 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗮 𝘀𝘂 𝗯𝗲𝗿𝗿𝗶𝗻𝗰𝗵𝗲, 𝗮 𝘂𝗻𝗮 𝗮𝗿𝗿𝗼𝗴𝗮𝗻𝘁𝗲.

𝗘𝘀𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗮 𝗽𝘂𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝘁𝗼𝗿𝗰𝗲𝗿 𝗹𝗼𝘀 𝗼𝗷𝗼𝘀 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗼𝗹𝗲́ 𝗹𝗼 𝗯𝗮𝘀𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿𝗹𝗼 𝘀𝗶𝗻 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗿. 𝗟𝗼𝗴𝗿𝗲́ 𝗰𝗮𝗺𝘂𝗳𝗹𝗮𝗿 𝗺𝗶 𝗹𝗶𝗴𝗲𝗿𝗮 𝗶𝗿𝗮 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗲𝘀𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮, 𝘀𝗶𝗴𝘂𝗶𝗲́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝗲𝗹 𝗷𝘂𝗲𝗴𝗼. 𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼, 𝘀𝘂 𝗰𝗵𝗶𝘀𝘁𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗶́𝗮 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗶𝗿𝗼́𝗻𝗶𝗰𝗮.

𝗔𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́.

—𝗤𝘂𝗲 𝗰𝘂𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼, 𝗮𝗺𝗯𝗼𝘀 𝘀𝗼𝗺𝗼𝘀 𝘂𝗻𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗲𝘁𝗼𝘀 𝗶𝗱𝗶𝗼𝘁𝗮𝘀 —𝘀𝗼𝗹𝘁𝗲́ 𝗰𝗼𝗻 𝘃𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱𝗲𝗿𝗮 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮—. 𝗤𝘂𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝗱𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘃𝗶𝘃𝗲𝗻. ¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘂𝗻𝗶𝗼́𝗻?

𝗔𝗹 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗶𝗽𝗶𝗼, 𝗺𝗶 𝗰𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝘀𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗱𝗼 𝗵𝘂𝗺𝗼𝗿𝗶́𝘀𝘁𝗶𝗰𝗼, 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝗹 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗼́𝘀𝗶𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗿𝗲𝗶́𝗿; 𝘀𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝘂 𝗿𝗲𝗮𝗰𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗳𝘂𝗲𝘀𝗲 𝗲𝗹 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 «𝗨𝗻 𝗿𝗼𝗺𝗮𝗻𝗰𝗲, 𝗽𝗼𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲».

𝗖𝗮𝗹𝗹𝗲́.

𝗕𝗮𝘁𝗶́ 𝗺𝗶𝘀 𝗽𝗲𝘀𝘁𝗮𝗻̃𝗮𝘀 𝗮𝘁𝘂𝗿𝗱𝗶𝗱𝗼, 𝘁𝗿𝗮𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝗻𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿 𝘀𝗶 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗲𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗮𝗱𝗼 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗼 𝗻𝗼; 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗱𝘂𝗿𝗼́ 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼 𝗽𝘂𝗲𝘀 𝘀𝗼𝗹𝘁𝗲́ 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗿𝗰𝗮𝗷𝗮𝗱𝗮 𝗺𝘂𝘆 𝗿𝗶𝗺𝗯𝗼𝗺𝗯𝗮𝗻𝘁𝗲, 𝘂𝗻𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗹𝘂𝘀𝗼 𝗹𝗼𝗴𝗿𝗼́ 𝘀𝗮𝗰𝗮𝗿𝗹𝗲 𝘂𝗻 𝗿𝗲𝘀𝗽𝗶𝗻𝗴𝗼. 𝗩𝗼𝗹𝘃𝗶́ 𝗮 𝗰𝗮𝗿𝗰𝗮𝗷𝗲𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝘀𝘂 𝗿𝗼𝘀𝘁𝗿𝗼 𝘆 𝗮𝗰𝘁𝗶𝘁𝘂𝗱 𝗱𝗲 𝗽𝗿𝗲𝘁𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿 𝘀𝗲𝗿 𝗹𝗮 𝘃𝗶́𝗰𝘁𝗶𝗺𝗮, 𝘂𝗻𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗴𝘂́𝗻 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗿𝗶𝗽𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝘀𝘂𝘆𝗮𝘀 𝗲𝗿𝗮 "𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝘀𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗮𝗹𝘁𝗿𝗮𝘁𝗮𝗱𝗼".

—𝗩𝗮𝘆𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗿𝗲𝘀 𝗺𝘂𝘆 𝗰𝗮𝗿𝗶𝘀𝗺𝗮́𝘁𝗶𝗰𝗼 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻. —𝗰𝗼𝗻𝗳𝗲𝘀𝗲́ 𝘀𝗲𝗰𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗹𝗮𝗴𝗿𝗶𝗺𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗼𝗷𝗼 𝗱𝗲𝗯𝗶𝗱𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝗮𝗹𝗲𝗴𝗿𝗶́𝗮 𝗲𝘅𝗽𝗲𝗿𝗶𝗺𝗲𝗻𝘁𝗮𝗱𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗲 𝘂𝗻𝗼𝘀 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗻𝗱𝗼𝘀.

𝗘́𝗹 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝗮𝘂𝘁𝗼𝘀𝘂𝗳𝗶𝗰𝗶𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮, 𝘀𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗼́ 𝘀𝘂𝘀 𝘂𝗻̃𝗮𝘀 𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗮𝘀 𝗲𝗻 𝗽𝗹𝗮𝗻 𝗽𝗿𝗲𝘀𝘂𝗺𝗶𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗱𝗶𝘃𝗮.

—𝗟𝗼 𝘀𝗲́, 𝗰𝗮𝗿𝗶𝗻̃𝗼, 𝗹𝗼 𝘀𝗲́. —𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝗼𝗿𝗻𝗮.

𝗘𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗺𝗶 𝗳𝗲𝗹𝗶𝗰𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗿𝗲𝗮𝗰𝗰𝗶𝗼́𝗻, 𝗻𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝘀𝗶𝗹𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗼. 𝗔𝗵𝗼𝗿𝗮, 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮, 𝗺𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗼, 𝘆𝗮 𝗻𝗼 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗽𝗲𝘀𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀 𝗼 𝗶𝗻𝗰𝗼𝗺𝗼𝗱𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗮𝗹 𝘁𝗼𝗽𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝘂 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝗲𝗹 𝘁𝗲𝗺𝗮 𝗼 𝗯𝗶𝗲𝗻, 𝗰𝗼𝗻 𝗲́𝗹. 𝗬 𝗮𝗴𝗿𝗮𝗱𝗲𝗰𝗶́𝗮 𝗲𝘀𝗲 𝗮𝘀𝗽𝗲𝗰𝘁𝗼. 𝗔𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀, 𝗲𝗹 𝘀𝗶𝗹𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗮𝗽𝗮𝘇 𝗱𝗲 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗶𝘇𝗮𝗿𝗺𝗲 𝘆 𝗼𝘁𝗼𝗿𝗴𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻𝗰𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗲𝗻 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗿𝗲𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗲𝗲𝗿.

—𝗔𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗱𝗶𝗺𝗲, ¿𝗤𝘂𝗲́ 𝗲𝘀𝘁𝗮́𝘀 𝗹𝗲𝘆𝗲𝗻𝗱𝗼? —𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗶𝗼𝗻𝗼́ 𝗰𝘂𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗲𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀.

𝗩𝗶 𝗹𝗮 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗱𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗺𝗼𝘀𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗶𝗱𝗮𝗱𝗮 𝗮𝗻𝘁𝗲 𝘆 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗮 𝗺𝗶́, 𝗮𝗱𝗺𝗶𝗿𝗲́ 𝗽𝗼𝗿 𝘂𝗻 𝗯𝗿𝗲𝘃𝗲 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗮𝗹 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗮𝗰𝗵𝗼 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗱𝗮 𝗮𝘇𝘂𝗹, 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲́𝘀 𝗿𝗲𝗽𝗮𝘀𝗲́ 𝗲𝗹 𝘁𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗼𝗯𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘆𝗮𝗰𝗶́𝗮 𝗹𝗲𝘆𝗲𝗻𝗱𝗼.

—"𝗔𝗾𝘂𝗶́ 𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝘀𝗶𝗲𝗺𝗽𝗿𝗲 𝗹𝗹𝘂𝗲𝘃𝗲". —𝗹𝗲 𝗻𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲́ 𝗺𝗶𝗿𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗼.

𝗘𝗹 𝗲𝘅𝘁𝗲𝗻𝗱𝗶𝗼́ 𝘀𝘂 𝗺𝗮𝗻𝗼 𝗲𝗻 𝘀𝗲𝗻̃𝗮𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗲𝗮𝗯𝗮 𝘃𝗲𝗿𝗹𝗼 𝘆 𝘀𝗼𝘀𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿𝗹𝗼, 𝗴𝗿𝘂𝗻̃𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗮 𝗺𝗶𝘀 𝗮𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼𝘀 𝘀𝗲 𝗹𝗼 𝗽𝗮𝘀𝗲́ 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗹𝗮 𝗴𝗮𝗻𝗮, 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲𝗰𝗲𝗿𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶𝘀 𝗼𝗷𝗼𝘀 𝗮𝗻𝗮𝗹𝗶𝘇𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘀𝘂𝘀 𝗺𝗼𝘃𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀, 𝗽𝗼𝗿 𝘀𝗶́ 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗿𝗮𝘆𝗮𝗿 𝗼 𝗺𝗮𝗹𝘁𝗿𝗮𝘁𝗮𝗿 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼. 𝗡𝗮𝗱𝗶𝗲 𝗽𝗼𝗱𝗶́𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗲𝘀𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼𝘀 𝘀𝗶 𝗻𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝘆𝗼. 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗮𝗱𝗺𝗶𝗿𝗼́ 𝗹𝗮 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗮𝗱𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝘂𝗲𝗴𝗼 𝗱𝗮𝗿𝗹𝗲 𝘃𝘂𝗲𝗹𝘁𝗮 𝗮𝗹 𝗽𝗲𝗾𝘂𝗲𝗻̃𝗼 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝘆 𝗹𝗲𝗲𝗿 𝘀𝘂 𝘀𝗶𝗻𝗼𝗽𝘀𝗶𝘀; 𝘀𝗶𝗻 𝗿𝗮𝘇𝗼́𝗻 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗲 𝗽𝗲𝗿𝗱𝗶́ 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝗰𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗱𝗼 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝘂𝘀 𝗶𝗿𝗶𝘀 𝘀𝗲 𝗺𝗼𝘃𝗶́𝗮𝗻 𝗱𝗲 𝗶𝘇𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗱𝗮 𝗮 𝗱𝗲𝗿𝗲𝗰𝗵𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗹𝗲𝗲𝗿 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗴𝗲𝗿𝗼 𝘁𝗲𝘅𝘁𝗼 𝗱𝗲𝘁𝗿𝗮́𝘀.

—𝗦𝗲 𝗹𝗲𝗲 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗿𝗲𝘀𝗮𝗻𝘁𝗲, 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗼 𝘀𝘂𝗽𝗼𝗻𝗲𝗿 𝗲𝘀 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗶𝗺𝗲𝗿 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗲𝗻 𝗹𝗮 𝗽𝗼𝗲𝘀𝗶́𝗮 —𝗱𝗶𝗷𝗼 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗰𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮́𝗻𝗱𝗼𝘀𝗲 𝗲𝗻 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗿 𝗲𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝘆 𝗹𝗲𝗲𝗿 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗻𝗰𝗶𝗺𝗮 𝘆 𝗱𝗲 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝘃𝗲𝗹𝗼𝘇 𝘀𝘂 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼, 𝘀𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼 𝘀𝗲 𝗱𝗲𝘁𝘂𝘃𝗼 𝗲𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝗽𝗮́𝗴𝗶𝗻𝗮—. "𝙀́𝙡. 𝙀𝙨 𝙪𝙣𝙖 𝙙𝙚 𝙚𝙨𝙖𝙨 𝙥𝙚𝙧𝙨𝙤𝙣𝙖𝙨 𝙦𝙪𝙚 𝙘𝙧𝙚𝙚𝙣 𝙚𝙣 𝙢𝙞́ 𝙙𝙚 𝙡𝙖 𝙪́𝙣𝙞𝙘𝙖 𝙢𝙖𝙣𝙚𝙧𝙖 𝙚𝙣 𝙦𝙪𝙚 𝙨𝙚 𝙥𝙪𝙚𝙙𝙚 𝙖𝙢𝙖𝙧 𝙘𝙤𝙣 𝙡𝙤𝙨 𝙤𝙟𝙤𝙨 𝙘𝙚𝙧𝙧𝙖𝙙𝙤𝙨". —𝗰𝗶𝘁𝗼́.

𝗠𝗶 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗻𝗼 𝘀𝗲 𝗺𝗼𝘃𝗶𝗼́ 𝗱𝗲 𝗲𝗻𝗳𝗼𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗲́𝗹 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗼́ 𝗹𝗮 𝘀𝘂𝘆𝗮 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮 𝗺𝗶́𝗮. 𝗔𝗹 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮𝗿𝗶𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝘂𝗯𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗵𝗲𝗰𝗵𝗼 𝗼 𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗼𝘁𝗿𝗮𝘀 𝘀𝗶𝘁𝘂𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗻𝗼 𝗲𝗺𝗶𝘁𝗶́ 𝗺𝗼𝘃𝗶𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗼 𝗼 𝗱𝗶 𝗶𝗻𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝗰𝗼𝗺𝗼𝗱𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮; 𝗲𝗻 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗶𝗽𝗶𝗼𝘀 𝘆 𝗺𝗶 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗮 𝗺𝗼𝗿𝗮𝗹 𝗻𝗼 𝗼𝘀𝗲́ 𝗺𝗼𝘃𝗲𝗿𝗺𝗲.

𝗘́𝗹, 𝗲𝗻 𝗰𝗮𝗺𝗯𝗶𝗼, 𝗰𝗼𝗻 𝗰𝘂𝗶𝗱𝗮𝗱𝗼 𝘀𝗲 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗼́ 𝘆 𝘀𝗲 𝘃𝗶𝗻𝗼 𝗮 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗮𝗿 𝗮𝗹 𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗺𝗶́𝗼, 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘀𝘂 𝗺𝗼𝗰𝗵𝗶𝗹𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗺𝗶𝘀𝗺𝗼 𝘀𝗶𝘁𝗶𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗻𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼𝗿𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲. 𝗠𝗲 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂𝘁𝗶𝗹𝗲𝘇𝗮.

—𝗗𝗶𝘀𝗰𝘂𝗹𝗽𝗲, 𝗰𝗮𝗯𝗮𝗹𝗹𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿 𝗰𝘂𝗿𝗶𝗼𝘀𝗼, 𝗽𝗲𝗿𝗺𝗶́𝘁𝗮𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗹𝗼𝗰𝗮𝗿𝗹𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗲 𝗯𝗲𝗹𝗹𝗼 𝗿𝗲𝗴𝗮𝗹𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝘀𝗲𝗿𝘃𝗶𝗱𝗼𝗿. —𝗵𝗮𝗯𝗹𝗼́ 𝘀𝗼𝗰𝗮𝗿𝗿𝗼́𝗻 𝘁𝗼𝗺𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗰𝘂𝗶𝗱𝗮𝗱𝗼𝘀𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗹 𝗰𝗼𝗹𝗹𝗮𝗿 𝗮𝘂́𝗻 𝗲𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀.

𝗦𝗶𝗻 𝗿𝗲𝗰𝗵𝗶𝘀𝘁𝗮𝗿, 𝗺𝗲 𝗴𝗶𝗿𝗲́ 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝘀𝗶𝘁𝗶𝗼 𝘆 𝗹𝗲 𝗱𝗶 𝗹𝗮 𝗲𝘀𝗽𝗮𝗹𝗱𝗮. 𝗘𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝘃𝗶 𝘀𝘂𝘀 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼𝘀 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗿 𝗮 𝗹𝗼𝘀 𝗹𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗰𝗮𝗯𝗲𝘇𝗮, 𝘆 𝘀𝘂𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗮𝗰𝗲𝗿𝗰𝗮𝗿𝘀𝗲 𝗮 𝗺𝗶 𝗰𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼, 𝗶𝗻𝗰𝗼𝗻𝘀𝗰𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗻𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗹𝗮 𝗿𝗲𝘀𝗽𝗶𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻; 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿 𝘀𝘂𝘀 𝗱𝗮𝗱𝗼𝘀 𝗿𝗼𝘇𝗮𝗿 𝗺𝗶 𝗰𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼 𝘃𝗮𝗿𝗶́𝗮𝘀 𝘃𝗲𝗰𝗲𝘀, 𝗰𝗮𝘀𝗶 𝗾𝘂𝗲 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶𝗲́𝗻𝗱𝗼𝘀𝗲 𝘁𝗼𝗿𝗽𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗽𝗲𝗿𝗺𝗮𝗻𝗲𝗰𝗲𝗿 𝗺𝗮́𝘀 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗮𝗵𝗶́. 𝗖𝗹𝗮𝗿𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗻𝗼𝘁𝗮𝗿 𝘀𝘂𝘀 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀, 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗲́ 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗶𝗻 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗿𝗼 𝘆 𝗰𝗼𝗻 𝘁𝗼𝗱𝗮 𝗹𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝘂𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗮𝘀𝗼́ 𝘀𝘂𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗺𝗶𝘀 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼𝘀, 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗿𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀, 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 𝗮𝗰𝗮𝗿𝗶𝗰𝗶𝗼́ 𝗹𝗲𝘃𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗱𝗲𝗱𝗼𝘀 𝗵𝗮𝘀𝘁𝗮 𝗮𝗹 𝗳𝗶𝗻 𝘀𝗲𝗽𝗮𝗿𝗮𝗿𝘀𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗶́.

𝗠𝗲 𝗴𝗶𝗿𝗲́ 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘃𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗳𝘂𝗹𝗺𝗶𝗻𝗮𝗻𝘁𝗲. 𝗔𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲 𝗺𝗲 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗹𝗶𝗴𝗲𝗿𝗮 𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗶𝗺𝗶𝗿; 𝘆𝗮 𝗱𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗵𝗲𝗰𝗵𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝘁𝗼𝗺𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗲𝗻 𝘀𝗲𝗿𝗶𝗼, 𝗹𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗹𝗮𝗺𝗲́ 𝘀𝗼𝗰𝗮𝗿𝗿𝗼́𝗻.

—¿𝗬 𝗲𝘀𝗼? —𝗹𝗲 𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗶𝗼𝗻𝗲́.

𝗘́𝗹 𝘀𝗼𝗹𝘁𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗿𝗰𝗮𝗷𝗮𝗱𝗮 𝘀𝗶𝗻 𝗿𝗲𝘁𝗲𝗻𝗲𝗿𝘀𝗲.

—𝗨𝗽𝗽𝘀, 𝘀𝗲 𝗺𝗲 𝗿𝗲𝘀𝗯𝗮𝗹𝗮𝗿𝗼𝗻 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀. —𝘀𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗰𝘂𝗹𝗽𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗳𝗮𝗹𝘀𝗼 𝘁𝗼𝗻𝗼 𝗱𝗲 𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮𝗯𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱.

𝗔𝗺𝗯𝗼𝘀 𝗿𝗲𝗶́𝗺𝗼𝘀, 𝗰𝗮𝗱𝗮 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗮 𝘀𝘂 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗹𝗮𝗿𝗼. 𝗬 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮𝘀 𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮𝗳𝗮𝗯𝗹𝗲, 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗺𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝗰𝗼́𝗺𝗼𝗱𝗼 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲. 𝗖𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝗿𝗲𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗻𝗼 𝗵𝘂𝗯𝗶𝗲𝘀𝗲 𝗶𝗱𝗼 𝘁𝗮𝗻 𝗺𝗮𝗹 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝗲𝗹 𝗶𝗻𝗶𝗰𝗶𝗼, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗱𝗲𝘀𝗱𝗲 𝘂𝗻 𝗶𝗻𝗶𝗰𝗶𝗼 𝗵𝘂𝗯𝗶𝗲́𝘀𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻𝗲𝗰𝘁𝗮𝗱𝗼. 𝗦𝗶𝗻 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗺𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́... 𝘁𝗿𝗮𝗻𝗾𝘂𝗶𝗹𝗼.

𝗦𝗶𝗻 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗲𝗻 𝗿𝗲𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱, 𝗺𝗶 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮 𝘀𝗲 𝘁𝗼𝗽𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮 𝘀𝘂𝘆𝗮, 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝘀𝗶𝗻 𝗺𝗮𝘀 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗺𝗲 𝗱𝗲𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶𝗼́ 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗮𝗳𝗮𝗯𝗹𝗲 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗮𝗰𝘁𝘂𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘆𝗼 𝗹𝗲 𝗰𝗼𝗿𝗿𝗲𝘀𝗽𝗼𝗻𝗱𝗶́ 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮, 𝘂𝗻𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗳𝘂𝗲 𝘀𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗮, 𝘂𝗻𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗳𝗼𝗿𝘇𝗮𝗿 𝗻𝗶 𝘃𝗲𝗿𝗹𝗮 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗰𝗿𝗲𝗲𝗿𝗹𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗻𝘂𝗹𝗮 𝗳𝗲𝗹𝗶𝗰𝗶𝗱𝗮𝗱. 𝗠𝗶𝘀 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮𝘀 𝘀𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗮𝘀 𝗻𝗼 𝘀𝗲 𝗹𝗮𝘀 𝗯𝗿𝗶𝗻𝗱𝗮𝗯𝗮 𝗮 𝗰𝘂𝗮𝗹𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮, 𝗮𝗱𝗲𝗺𝗮́𝘀, 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗮 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼 𝘁𝗶𝗲𝗺𝗽𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗲𝗶́𝗮 𝗮𝘀𝗶́, 𝘁𝗮𝗻 𝗻𝗮𝘁𝘂𝗿𝗮𝗹 𝘆 𝘀𝗶𝗻 𝗼𝗯𝗹𝗶𝗴𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗲𝘀 𝗼 𝗽𝗲𝘀𝗮𝗿𝗲𝘀; 𝗷𝘂𝘀𝘁𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗲𝗿𝗮 𝘁𝗮𝗻 𝘀𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘃𝗲𝗿𝗹𝗮 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗷𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗯𝗲𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗺𝘂𝘆 𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝗺𝗶́𝗼 𝗼𝗰𝘂𝗹𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗰𝗼𝘀𝗮𝘀, 𝗲𝘀 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗿, 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘅𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮𝘀𝗲 𝗺𝗶 𝗱𝗲𝘀𝗼𝗹𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻.

—𝗧𝗶𝗲𝗻𝗲𝘀 𝘂𝗻𝗮 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗵𝗲𝗿𝗺𝗼𝘀𝗮, ¿𝘁𝗲 𝗹𝗼 𝗵𝗮𝗻 𝗱𝗶𝗰𝗵𝗼? —𝗺𝗲 𝗵𝗮𝗹𝗮𝗴𝗼́ 𝘀𝗶𝗻 𝗾𝘂𝗶𝘁𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗱𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗶𝗺𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝗼𝘀𝗰𝘂𝗿𝗮 𝘆 𝗽𝗲𝗻𝗲𝘁𝗿𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮.

𝗘𝘀𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮 𝗽𝘂𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗼𝗷𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗰𝗮𝗹𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗴𝗹𝗼𝗺𝗲𝗿𝗼́ 𝗲𝗻 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗲𝗷𝗶𝗹𝗹𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗽𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗯𝗮𝗷𝗲́ 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗯𝗲𝘇𝗮 𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝘀 𝗲𝗺𝗶𝘁𝗶́𝗮 𝘂𝗻𝗮 𝗿𝗶𝘀𝗶𝗹𝗹𝗮 𝗻𝗲𝗿𝘃𝗶𝗼𝘀𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗻𝗲𝗴𝗮𝗯𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗯𝗲𝘇𝗮; 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗺𝗲 𝗱𝗶𝗴𝗻𝗲́ 𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿𝗹𝗲 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗲́ 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗯𝗲𝘇𝗮 𝗮𝗳𝗿𝗼𝗻𝘁𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘀𝘂 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿.

—𝗡𝗼, 𝗽𝗼𝗿𝗾𝘂𝗲 𝗻𝘂𝗻𝗰𝗮 𝗵𝗮𝗻 𝘃𝗶𝘀𝘁𝗼 𝗹𝗮 𝘃𝗲𝗿𝘀𝗶𝗼́𝗻 𝘀𝗶𝗻𝗰𝗲𝗿𝗮. —𝗶𝗻𝗾𝘂𝗶𝗿𝗶́ 𝘁𝗼𝗺𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗼𝗹𝗮𝘁𝗲 𝘆 𝗱𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝘂𝗻 𝗹𝗮𝗿𝗴𝗼 𝘀𝗼𝗿𝗯𝗼. 𝗬𝗮 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝘁𝗮𝗻 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮𝘀𝗶́ 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗰𝗼𝗿𝗿𝗶́ 𝗲𝗹 𝗿𝗶𝗲𝘀𝗴𝗼 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲𝗺𝗮𝗿𝗺𝗲, 𝗮𝗳𝗼𝗿𝘁𝘂𝗻𝗮𝗱𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲.

𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝘂𝘀 𝗰𝗲𝗷𝗮𝘀 𝘆 𝘀𝗼𝗻𝗿𝗶𝗼́ 𝗱𝗲 𝗹𝗮𝗱𝗼, 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗮𝘂́𝗻 𝘀𝗶𝗻 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲.

—𝗣𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗲𝗱𝗼 𝗶𝗻𝘁𝘂𝗶𝗿, ¿𝗺𝗲 𝗱𝗲𝗯𝗼 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿 𝗵𝗮𝗹𝗮𝗴𝗮𝗱𝗼, 𝗮𝗰𝗮𝘀𝗼? —𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗶𝗼𝗻𝗼́ 𝘀𝗲𝗻̃𝗮𝗹𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶 𝗿𝗼𝘀𝘁𝗿𝗼.

𝗠𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗴𝗶́ 𝗱𝗲 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀.

—𝗖𝗼𝗺𝗼 𝘁𝘂́ 𝗱𝗲𝗰𝗶𝗱𝗮𝘀. —𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝘀𝘁𝗲́ 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝘀𝗶𝗻 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗿𝗹𝗼.

𝗘𝘀𝗰𝘂𝗰𝗵𝗲́ 𝗰𝗹𝗮𝗿𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘀𝘂 𝗿𝗶𝘀𝗮 𝘀𝗼𝗰𝗮𝗿𝗿𝗼𝗻𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗯𝗮𝗷𝗼 𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗼𝘀 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀, 𝗮𝘁𝗿𝗮𝘆𝗲́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗮 𝘀𝘂 𝘃𝗲𝘇 𝗮 𝘀𝘂 𝗰𝘂𝗲𝗿𝗽𝗼. 𝗦𝗶𝗻 𝗿𝗲𝗰𝗵𝗶𝘀𝘁𝗮𝗿 𝗺𝗲 𝗮𝗰𝗼𝗺𝗼𝗱𝗲́ 𝗲𝗻 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗼 𝗱𝗲 𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗶𝗻𝘂𝗮𝗿 𝗹𝗲𝘆𝗲𝗻𝗱𝗼, 𝘀𝘂 𝗰𝘂𝗲𝗿𝗽𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝗰𝗮́𝗹𝗶𝗱𝗼, 𝗺𝘂𝗰𝗵𝗼, 𝗮𝗽𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿𝗺𝗲 𝗽𝗮𝘇 𝘆 𝗰𝗮𝗹𝗺𝗮 𝗰𝗿𝗲𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗯𝗶𝗲𝗻 𝗱𝗲𝗷𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗮𝗿, 𝗮𝗹 𝗺𝗲𝗻𝗼𝘀 𝘂𝗻𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗻𝗼 𝗵𝗮𝗿𝗶́𝗮 𝗱𝗮𝗻̃𝗼, 𝘀𝘂𝗽𝗼𝗻𝗴𝗼.

—𝗝𝗮𝗺𝗲𝘀, 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗼 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗺𝗽𝗲𝗻𝘀𝗮𝗿 𝗻𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮 —𝗵𝗮𝗯𝗹𝗮 𝘀𝗮𝗰𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗺𝗮𝗻𝗲𝗿𝗮 𝘁𝗮𝗻 𝗵𝗲𝗿𝗺𝗼𝘀𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗣𝘂𝗲𝘆𝗼 𝗹𝗼𝗴𝗿𝗮𝗯𝗮 𝘁𝗿𝗮𝗻𝘀𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿 𝗲𝗻 𝘃𝗲𝗿𝘀𝗼 𝘀𝘂 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿 𝘁𝗮𝗻 𝗲𝘅𝗼𝗿𝗯𝗶𝘁𝗮𝗻𝘁𝗲—. ¿𝗧𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗲𝗰𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮? 𝗬 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝘂𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝘃𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱. —𝗮𝗰𝗹𝗮𝗿𝗼́.

𝗟𝗲 𝗺𝗶𝗿𝗲́ 𝘆 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗲́ 𝘂𝗻𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗰𝗲𝗷𝗮𝘀, 𝗻𝗼 𝗾𝘂𝗲𝗿𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗰𝗿𝗲𝗲𝗿𝗹𝗲 𝘀𝘂𝘀 𝗽𝗮𝗹𝗮𝗯𝗿𝗮𝘀 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗺𝘂𝘆 𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝗺𝗶́𝗼 𝗮𝗻𝗵𝗲𝗹𝗮𝗯𝗮 𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗮𝗿 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗼𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮, 𝗮𝘂𝗻𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗻𝗼 𝗲𝗿𝗮𝗻 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗼𝗰𝗵𝗲𝘀, 𝗻𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝗿𝗲𝘀𝗶𝗴𝗻𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻, 𝗻𝗼 𝗲𝗿𝗮 𝘂𝗻 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗲𝗻𝗴𝗮𝗻̃𝗼 𝘆 𝘂𝗻𝗮 𝗮𝘂𝘁𝗼𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗮𝗰𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲 𝗳𝗮𝘃𝗼𝗿𝗲𝗰𝗶́𝗮. 𝗡𝗼. 𝗘𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗻𝗼 𝗳𝘂𝗲 𝗮𝘀𝗶́.

—𝗖𝗹𝗮𝗿𝗼. —𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗲́ 𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗺𝗶 𝘃𝗶𝘀𝘁𝗮 𝗮𝗹 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲 𝗺𝗶𝘀 𝗺𝗮𝗻𝗼𝘀, 𝘀𝗶𝗺𝘂𝗹𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲𝗶́𝗮.

𝗦𝘂 𝗿𝗶𝘀𝗮 𝗲𝗻 𝗺𝗼𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝘃𝗶𝗰𝘁𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗱𝗼 𝗳𝗮𝗹𝘁𝗮𝗿 𝗲𝗻 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗳𝗮𝗻𝘁𝗮́𝘀𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗲𝘀𝗰𝗲𝗻𝗮, 𝗶𝗴𝘂𝗮𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝘂 𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼 𝗮𝘂𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼́ 𝗲𝗻 𝗰𝗲𝗿𝗰𝗮𝗻𝗶́𝗮 𝘆 𝘀𝘂 𝗺𝗮𝗻𝗼 𝗳𝗿𝗼𝘁𝗼́ 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝗼𝗱𝗶́𝗮 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼. 𝗦𝗼𝗻𝗿𝗲𝗶́ 𝘀𝗶𝗴𝘂𝗶𝗲́𝗻𝗱𝗼𝗹𝗲 𝘀𝘂 𝗲𝘂𝗳𝗼𝗿𝗶𝗮 𝗲𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗮 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗱𝗶𝘀𝗶𝗺𝘂𝗹𝗮𝗱𝗮.

𝗗𝗲𝗻𝘁𝗿𝗼 𝗺𝗶́𝗼 𝘀𝗼𝘀𝗽𝗲𝗰𝗵𝗮𝗯𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮 𝘀𝗶́ 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗲𝗻𝗱𝗿𝗶́𝗮 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗯𝘂𝗲𝗻𝗼, 𝘆 𝗲𝘀𝘁𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗻𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗷𝘂𝗱𝗶𝗰𝗶𝗮𝗹. 𝗦𝗶𝗻 𝗲𝗺𝗯𝗮𝗿𝗴𝗼, 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗲́ 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗻 𝘂𝗻 𝗮𝗰𝘁𝗼 𝗿𝗲𝗽𝗲𝗻𝘁𝗶𝗻𝗼 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝘀𝗲 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗮𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝗮𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼 𝘆, 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝘀𝗲𝗴𝘂𝗿𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗾𝘂𝗶𝘀𝗼 𝘀𝗼𝗿𝗽𝗿𝗲𝗻𝗱𝗲𝗿, 𝗺𝗲 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗼́ 𝗰𝗼𝗻 𝗳𝗮𝗰𝗶𝗹𝗶𝗱𝗮𝗱 𝘁𝗼𝗺𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗱𝗲𝗹 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼. 𝗨𝗻𝗮 𝘃𝗲𝘇 𝗺𝗲 𝘁𝘂𝘃𝗼 𝗹𝗲𝘃𝗮𝗻𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗮𝘀𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼, 𝗺𝗲𝘁𝗶𝗼́ 𝗺𝗶 𝗹𝗶𝗯𝗿𝗼 𝗲𝗻 𝗺𝗶 𝗺𝗼𝗰𝗵𝗶𝗹𝗮 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻𝗮 𝘃𝗲𝗿𝗱𝗮𝗱𝗲𝗿𝗮 𝗿𝗮𝗽𝗶𝗱𝗲𝘇 𝘆 𝗽𝗼𝘀𝘁𝗲𝗿𝗶𝗼𝗿𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗺𝗲 𝗷𝗮𝗹𝗼́ 𝗳𝘂𝗲𝗿𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗳𝗲𝘁𝗲𝗿𝗶́𝗮, 𝗮𝗽𝗲𝗻𝗮𝘀 𝘆 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗴𝗲𝗿 𝗺𝗶 𝗰𝗮𝗳𝗲́ 𝗰𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘆𝗮 𝗻𝗼𝘀 𝘁𝗲𝗻𝗶́𝗮 𝗰𝗲𝗿𝗰𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗽𝗼𝗿𝘁𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮, 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗿𝗮 𝘃𝗶𝗴𝗶𝗹𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝘂𝗻 𝘃𝗶𝗲𝗷𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗲𝗿𝗮 𝘂𝗻 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗮𝗺𝗮𝗿𝗴𝗮𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝘂 𝗽𝗿𝗼𝗽𝗶𝗮 𝘃𝗶𝗱𝗮, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗻 𝗵𝗮 𝘀𝗶𝗱𝗼 𝗽𝗮𝗴𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝗺𝗶𝗲𝗿𝗱𝗮𝘀 𝗽𝗼𝗿 𝗺𝗮́𝘀 𝗶𝗻𝘁𝗲𝗻𝘁𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮𝘆𝗮 𝘁𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝘀𝗲𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗯𝘂𝗲𝗻𝗮 𝗽𝗲𝗿𝘀𝗼𝗻𝗮.

—𝗡𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝘁𝗮𝗺𝗼𝘀 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗿, 𝗲𝘀 𝘂𝗿𝗴𝗲𝗻𝘁𝗲 —𝘀𝘂𝗽𝗹𝗶𝗰𝗼́ 𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗮 𝗺𝗶 𝗹𝗮𝗱𝗼, 𝗳𝗶𝗻𝗴𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝘃𝗼𝘇 𝗱𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗼𝗰𝘂𝗽𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮𝗯𝘀𝗼𝗹𝘂𝘁𝗮—. 𝗦𝘂𝘀 𝗽𝗮𝗱𝗿𝗲𝘀 𝘀𝘂𝗳𝗿𝗶𝗲𝗿𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗮𝗰𝗰𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗺𝗲 𝗼𝗳𝗿𝗲𝗰𝗶́ 𝗮 𝗹𝗹𝗲𝘃𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝗺𝗲𝗱𝗶𝗮𝘁𝗼.

𝗠𝗲 𝗮𝗯𝘀𝘁𝘂𝘃𝗲 𝗳𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗮 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗶𝗺𝗶𝗿 𝘂𝗻𝗮 𝗰𝗮𝗿𝗰𝗮𝗷𝗮𝗱𝗮 𝗼 𝘀𝗶 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝗮𝗹𝗴𝘂𝗻𝗮 𝗲𝘅𝗽𝗿𝗲𝘀𝗶𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝗽𝗹𝗲𝗻𝗮 𝘀𝗼𝗿𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮. 𝗛𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗱𝗺𝗶𝘁𝗶𝗿𝘀𝗲, 𝗹𝗮 𝘀𝗶𝘁𝘂𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝘆 𝗹𝗮 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗮𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗺𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿𝗮 𝘁𝗲𝗻𝗶́𝗮 𝘀𝘂 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮.

𝗘𝗹 𝘃𝗶𝗲𝗷𝗼 𝘀𝗼́𝗹𝗼 𝗳𝗿𝘂𝗻𝗰𝗶𝗼́ 𝘀𝘂 𝗰𝗲𝗻̃𝗼.

—𝗣𝗼𝗿 𝗳𝗮𝘃𝗼𝗿, 𝗲𝘀 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗲𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝘂𝗿𝗴𝗲𝗻𝘁𝗲.

𝗟𝗮 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗱𝗲 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝘃𝗶𝗲𝗷𝗼 𝘀𝗲 𝗽𝗼𝘀𝗼́ 𝘀𝗼𝗯𝗿𝗲 𝗺𝗶́, 𝗿𝗮́𝗽𝗶𝗱𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗱𝗶 𝗺𝗶 𝗺𝗲𝗷𝗼𝗿 𝘀𝗲𝗺𝗯𝗹𝗮𝗻𝘁𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗼𝗰𝘂𝗽𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗮𝗻𝗴𝘂𝘀𝘁𝗶𝗮𝗱𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗮𝗹 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼, 𝗮𝘀𝗶𝗻𝘁𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲́𝘀 𝗳𝗿𝗲𝗻𝗲́𝘁𝗶𝗰𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲, 𝗶𝗻𝗰𝗹𝘂𝘀𝗼 𝗹𝗮𝘀 𝗹𝗮́𝗴𝗿𝗶𝗺𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝘂𝗿𝗮 𝗴𝗿𝗮𝗰𝗶𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗮 𝘀𝗶𝘁𝘂𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗲𝗰𝗶́𝗮 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗮 𝘀𝗲 𝗰𝗮𝗺𝘂𝗳𝗹𝗮𝗿𝗼𝗻 𝗽𝗲𝗿𝗳𝗲𝗰𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻𝗮𝘀 𝗱𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗲𝘀𝗽𝗲𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝘁𝗼𝘁𝗮𝗹.

𝗘𝗹 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗲, 𝗲𝘃𝗶𝗱𝗲𝗻𝘁𝗲𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗳𝗮𝘀𝘁𝗶𝗱𝗶𝗮𝗱𝗼, 𝗺𝘂𝗿𝗺𝘂𝗿𝗼́ 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝗮𝗹𝗱𝗶𝗰𝗶𝗼́𝗻 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗲́𝗻𝗱𝗼𝗻𝗼𝘀 𝗱𝗲𝘀𝗽𝘂𝗲́𝘀 𝗹𝗮 𝗽𝘂𝗲𝗿𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗱𝗮.

𝗘𝘁𝗵𝗮𝗻 𝗻𝗼 𝘁𝗮𝗿𝗱𝗼́ 𝗲𝗻 𝗮𝗿𝗿𝗮𝘀𝘁𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗮 𝘀𝘂 𝗮𝘂𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗼𝗻𝗼𝗰𝗶́ 𝗱𝗲 𝗶𝗻𝗺𝗲𝗱𝗶𝗮𝘁𝗼, 𝘀𝘂 𝗺𝗮𝗹𝗱𝗶𝘁𝗼 𝗮𝘂𝘁𝗼 𝗠𝗫𝗧 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗱𝗼 𝗮𝗵𝗶́, 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗶 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝘆 𝗺𝘂𝘆 𝗾𝘂𝗶𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝗲𝗻𝗮. 𝗟𝗲 𝗱𝗲𝘃𝗼𝗹𝘃𝗶́ 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻 𝗺𝗼𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗼𝗰𝗵𝗲.

—¿𝗘𝘀 𝗲𝗻 𝘀𝗲𝗿𝗶𝗼? —𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗶𝗼𝗻𝗲́, 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝘆𝗼 𝗳𝗮𝘀𝘁𝗶𝗱𝗶𝗮𝗱𝗼.

𝗘́𝗹 𝘀𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗴𝗶𝗼́ 𝗱𝗲 𝗵𝗼𝗺𝗯𝗿𝗼𝘀 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝗶𝗺𝗽𝗹𝗲𝘇𝗮, 𝘀𝗲 𝗱𝗶𝘀𝗽𝘂𝘀𝗼 𝗮 𝗮𝗯𝗿𝗶𝗿𝗺𝗲 𝗹𝗮 𝗽𝘂𝗲𝗿𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝘀𝘂 𝗮𝘂𝘁𝗼, 𝗶𝗻𝘃𝗶𝘁𝗮́𝗻𝗱𝗼𝗺𝗲 𝗮 𝗮𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗲𝗻 𝗲́𝗹. 𝗡𝗼 𝘁𝗲𝗻𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗼𝘁𝗿𝗮, 𝗯𝘂𝗳𝗲́ 𝗳𝗮𝘀𝘁𝗶𝗱𝗶𝗮𝗱𝗼 𝘆 𝗺𝗲 𝗮𝗱𝗲𝗻𝘁𝗿𝗲́ 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝗮𝘂𝘁𝗼, 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗲𝘃𝗶𝘁𝗮𝗿 𝗮𝗯𝗿𝗮𝘇𝗮𝗿 𝗺𝗶 𝗺𝗼𝗰𝗵𝗶𝗹𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘁𝗮𝗺𝗯𝗶𝗲́𝗻 𝗺𝗲 𝗰𝗿𝘂𝘇𝗮𝗯𝗮 𝗱𝗲 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼𝘀.

𝗠𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́𝗮 𝗳𝗿𝘂𝘀𝘁𝗿𝗮𝗱𝗼, 𝗻𝗼 𝗽𝗼𝗱𝗶́𝗮 𝗰𝗿𝗲𝗲𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝗰𝗮𝘀𝗶 𝗲́𝗹 𝗺𝗲 𝗲𝘀𝘁𝘂𝘃𝗶𝗲𝘀𝗲 𝘀𝗲𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼. 𝗘𝗿𝗮 𝘂𝗻𝗮 𝗮𝗱𝗿𝗲𝗻𝗮𝗹𝗶𝗻𝗮 𝘁𝗼𝘁𝗮𝗹 𝗹𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶́ 𝘀𝗶𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝘆𝗮 𝗱𝘂𝗱𝗮𝗯𝗮 𝗾𝘂𝗲 𝗳𝘂𝗲𝘀𝗲 𝗽𝗿𝗼𝗱𝘂𝗰𝘁𝗼 𝗱𝗲𝗹 𝗮𝘇𝘂́𝗰𝗮𝗿 𝗱𝗲𝗹 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗼𝗹𝗮𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗯𝗲𝗯𝗶𝗱𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝘆𝗮 𝗻𝗼 𝘀𝗲 𝗲𝗻𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮𝗯𝗮 𝘁𝗮𝗻 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘀𝗲 𝘀𝘂𝗽𝗼𝗻𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗴𝘂𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮, 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝗲𝘀𝘁𝗮𝗯𝗮 𝗰𝗼𝗺𝗽𝗹𝗲𝘁𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗳𝗿𝗶́𝗼.

𝗘𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝘀𝘂𝗯𝗶𝗼́ 𝗮𝗹 𝗮𝘂𝘁𝗼 𝘆 𝗮𝗿𝗿𝗮𝗻𝗰𝗼́ 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗲𝗻𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝗮𝘂𝘁𝗼 𝘃𝗶𝗯𝗿𝗮𝗿 𝗰𝗼𝗻 𝗽𝗼𝘁𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮, 𝗻𝗼 𝗺𝗲 𝗮𝗿𝗿𝗲𝗽𝗲𝗻𝘁𝗶́ 𝗱𝗲 𝗿𝗲𝗰𝗹𝗮𝗺𝗮𝗿𝗹𝗲.

—𝗣𝗼𝗿 𝘁𝘂 𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮 𝗺𝗶 𝗰𝗵𝗼𝗰𝗼𝗹𝗮𝘁𝗲 𝘆𝗮 𝗻𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗮́ 𝗰𝗮𝗹𝗶𝗲𝗻𝘁𝗶𝘁𝗼. —𝗲𝘅𝗰𝗹𝗮𝗺𝗲́ 𝗼𝗳𝗲𝗻𝗱𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗰𝗼𝗻𝘁𝗿𝗮 𝘀𝘂𝘆𝗼, 𝗴𝗼𝗹𝗽𝗲𝗮𝗻𝗱𝗼 𝘀𝘂 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼.

𝗘𝗹 𝗿𝗶́𝗼 𝗱𝗶𝘃𝗲𝗿𝘁𝗶𝗱𝗼 𝗱𝗲 𝗺𝗶 𝗿𝗲𝗽𝗿𝗼𝗰𝗵𝗲.

—𝗡𝗼 𝘁𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗼𝗰𝘂𝗽𝗲𝘀, 𝘁𝗲 𝗽𝗿𝗲𝗽𝗮𝗿𝗲́ 𝗼𝘁𝗿𝗼 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗹𝗹𝗲𝗴𝘂𝗲𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝗺𝗶 𝗰𝗮𝘀𝗮. —𝘁𝗿𝗮𝘁𝗼́ 𝗱𝗲 𝗰𝗮𝗹𝗺𝗮𝗿𝗺𝗲, 𝗽𝗲𝗿𝗼 𝗻𝗼 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝗺𝗮́𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗹𝘁𝗲𝗿𝗮𝗿𝗺𝗲 𝗺𝗮́𝘀.

𝗨𝗻 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼, ¿𝗶𝗿𝗶́𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝘀𝘂 𝗰𝗮𝘀𝗮? ¿𝗬 𝗲𝗻 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗼𝗺𝗲𝗻𝘁𝗼 𝘆𝗼... 𝗮𝗵, 𝘀𝗶́, 𝗵𝗮𝗯𝗶́𝗮 𝗮𝗰𝗲𝗽𝘁𝗮𝗱𝗼 𝗵𝗮𝗰𝗲 𝘂𝗻𝗼𝘀 𝗺𝗶𝗻𝘂𝘁𝗼𝘀 𝗮𝘁𝗿𝗮́𝘀 𝗲𝗻 𝘃𝗼𝗹𝘃𝗲𝗿 𝗮 𝘀𝗮𝗹𝗶𝗿 𝗰𝗼𝗻 𝗲́𝗹.

𝗣𝗲𝗿𝗼 𝗱𝗲 𝘁𝗼𝗱𝗼𝘀 𝗺𝗼𝗱𝗼𝘀, 𝘀𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝘀𝘂 𝗰𝘂𝗹𝗽𝗮 𝘀𝗶 𝗮𝗹𝗴𝗼 𝗺𝗲 𝗽𝗮𝘀𝗮𝗯𝗮.

—𝗥𝗲𝗹𝗮́𝗷𝗮𝘁𝗲, 𝗻𝗼 𝘁𝗲 𝗵𝗮𝗿𝗲́ 𝗻𝗮𝗱𝗮 𝗺𝗮𝗹𝗼 𝗮 𝗺𝗲𝗻𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗺𝗲 𝗼𝗯𝗹𝗶𝗴𝘂𝗲𝘀 𝗮 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿𝗹𝗼 𝗼... —𝗮𝗻𝘁𝗲𝘀 𝗱𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗶 𝗾𝘂𝗶𝗲𝗿𝗮 𝘁𝗲𝗿𝗺𝗶𝗻𝗮𝗿𝗮 𝘀𝘂 𝗼𝗿𝗮𝗰𝗶𝗼́𝗻, 𝗻𝗼 𝗱𝘂𝗱𝗲 𝗲𝗻 𝗴𝗼𝗹𝗽𝗲𝗮𝗿𝗹𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘀𝗮𝗻̃𝗮 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗮𝗺𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗲𝗻 𝘀𝘂 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼.

𝗚𝗼𝗹𝗽𝗲 𝗾𝘂𝗲 𝗹𝗲 𝗱𝗼𝗹𝗶𝗼́ 𝗲𝗻 𝗰𝘂𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗵𝗶𝘇𝗼 𝘂𝗻𝗮 𝗺𝘂𝗲𝗰𝗮 𝗽𝗼𝗿 𝗲𝗹 𝗱𝗼𝗹𝗼𝗿 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝗶𝗻𝘁𝗶𝗼́ 𝘆 𝘀𝗲 𝘀𝗼𝗯𝗼́ 𝘀𝘂 𝗯𝗿𝗮𝘇𝗼 𝗰𝗼𝗻 𝘂𝗻 𝗽𝘂𝗰𝗵𝗲𝗿𝗼 𝗲𝗻 𝘀𝘂𝘀 𝗹𝗮𝗯𝗶𝗼𝘀, 𝗰𝘂𝗮𝗹 𝗻𝗶𝗻̃𝗼 𝗽𝗲𝗾𝘂𝗲𝗻̃𝗼 𝗵𝗮𝗰𝗶𝗲́𝗻𝗱𝗼𝘀𝗲 𝗹𝗮 𝘃𝗶𝘀𝘁𝗶𝗺𝗮.

𝗘𝗻 𝘁𝗼𝗱𝗼 𝗲𝗹 𝘁𝗿𝗮𝘆𝗲𝗰𝘁𝗼 𝗮 𝘀𝘂 𝗵𝗼𝗴𝗮𝗿 𝗻𝗼 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗵𝗮𝗰𝗲𝗿 𝗺𝗮́𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗲𝘀𝗼𝗽𝗹𝗮𝗿 𝘂𝗻 𝘁𝗮𝗻𝘁𝗼 𝗶𝗻𝗰𝗼𝗻𝗳𝗼𝗿𝗺𝗲 𝗰𝗼𝗻 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹 𝗰𝗮𝘀𝗶 𝘀𝗲𝗰𝘂𝗲𝘀𝘁𝗿𝗼.

𝗣𝗲𝗿𝗼 𝘁𝗮𝗺𝗽𝗼𝗰𝗼 𝗽𝘂𝗱𝗲 𝗲𝘃𝗶𝘁𝗮𝗿 𝘀𝗲𝗻𝘁𝗶𝗿𝗺𝗲 𝗲𝗺𝗼𝗰𝗶𝗼𝗻𝗮𝗱𝗼, 𝗲𝘅𝘁𝗮𝘀𝗶𝗮𝗱𝗼 𝗽𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝘀𝘂𝗰𝗲𝗱𝗲𝗿𝗶́𝗮 𝗮 𝗽𝗮𝗿𝘁𝗶𝗿 𝗱𝗲 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮. 𝗣𝗼𝗿 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗽𝗼𝗱𝗿𝗶́𝗮 𝘀𝘂𝗰𝗲𝗱𝗲𝗿 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗮𝗵𝗼𝗿𝗮 𝘆 𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗮𝗾𝘂𝗲𝗹𝗹𝗼 𝗮𝗰𝗮𝗿𝗿𝗲𝗮𝗿𝗶́𝗮.

¡Hola! Nuevamente me reporto con una actualización de este casi olvidado libro, pero ya, finalmente traigo un capítulo más. Sinceramente pensaba que haría más palabras, pero resultó que no. :b En fin, espero les guste y les conteste algunas de sus preguntas, y recuerden que si tienen alguna otra pueden preguntar libremente. ;3

Por cierto, la canción de multimedia es perfecta para Yoongi, la escuché y es del ritmo que me gusta, aparte la letra lo describe de alguna u otra manera y eso me encanta. •w• Sam Tinnesz es un dios en lo que hace, me encantan sus canciones asies. UwU

En fin, yo me despido.

YoungMi17ⓒ