━ CAPÍTULO QUINCE

༻ book one, present:
a history of venus argent

chapter fiveteen
❛ LA HIJA PERDIDA DEL SHERIFF ❜

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Venus lo intentó, en serio lo hizo. Trató con mucha fuerza de obedecer a su madre y cumplir la regla de «nada de Paul Lahote en la casa y menos en tu habitación»; pero apenas lo vio esa noche fue inevitable para ella no caer.

Más aún cuando Paul llegó con su colección de películas de terror de los ochenta y su computadora para poder verlas toda la noche. En serio intentó que solo se quedara en una inocente cita normal; pero entonces una bromas llevó a un insulto y pasó a un empujón, y... Venus en serio no sabe como terminó en el suelo, encima de él, besándolo de manera desesperada y sin camiseta.

Pero en ese momento no podía juntar más de dos palabras en su cabeza, toda su visión estaba nublada por el sentimiento de placer que le recorría todo el cuerpo.

Sin embargo, toda esa aura de ensueño se disolvió cuando escuchó unos golpes en la puerta de su habitación, era una suerte que esta vez le haya colocado el seguro. Se separó de Paul y soltó un bajo gruñido, haciéndolo reír.

—Venus, abre la puerta —dijo su madre, tratando de abrir la puerta—. Tus amigos han venido a verte.

Volvió a mirar a Paul, esta vez frunciendo el ceño, éste se encogió de hombros.

—¿Jared te dijo que iba a venir? —le preguntó en un susurro.

—No creo que se trate de Jared.

Miró a Paul con confusión, pero solo segundos bastaron para que el sonido de voces llegaran a sus oídos y captara aromas familiares que no le agradaban del todo.

—Es una intervención —se burló Paul por lo bajo, aún debajo de ella—. ¿Crees que tenga que salir yo también?

—¿Estás de humor para que te critiquen hasta el alma y luego una charla de como funcionan los métodos anticonceptivos?

Paul lo pensó por un momento, le dejó un corto beso en los labios y luego puso las manos en su cintura para poder apartarla y así levantarse del suelo.

—Me bastó con la que nos dio, Sam, Mercurio —dijo, Venus rió—. Saldré por la ventana. Nos vemos más tarde, cariño.

Bufó, recibiendo un último beso de Paul antes de verlo salir a través de la ventana. Cuando ya no pudo notar su presencia se levantó del suelo y le gritó en respuesta a su madre, que seguía tocando la puerta con insistencia.

Se arregló la ropa, tratando de que nada delatara la antigua presencia de un chico en su habitación, y cuando estuvo presentable, abrió la puerta.

—¿Por qué tardaste tanto? —cuestionó su madre, con una ceja alzada, y mirando hacia dentro—. Tus amigos están abajo esperándote.

—Jared está con Sam y Paul —dijo—. Kim está en el trabajo de su familia y Seth no tiene la suficiente confianza conmigo como para venir a visitarme.

—No ellos, Venus. Tus verdaderos amigos: Jules, Quil, Embry y Jacob.

—¿Y cómo por qué? ¿Quién les dijo que vinieran?

—Yo —declaró su madre con autoridad. Venus alzó la ceja—. No sé que habrá sucedido entre ustedes, pero es solo una tonta pelea de adolescentes. Ustedes deben hablar y arreglarlo todo, para que así te alejes de la mala influencia de Sam Uley.

Venus frunció el ceño, había algo en el tono molesto de su madre que le hizo bastante ruido. No solo por el hecho que ahora estaba más que involucrada en su vida social cuando antes no le hacía ni caso, sino también porque al único que parecía culpar de todo eso era a Sam.

Podía entender que su padre lo hiciera, Sam era hombre y los rumores de la reserva no eran nada amigables con él, todo lo contrario; pero su madre era otra cosa, como si pensara que Sam le había lavado el cerebro en contra de sus amigos.

—No voy a ir con ellos —bufó—, Jules y yo vamos a terminar peleando, Embry ni me ha dirigido la palabra en estos meses, Jacob está del lado de su melliza y Quil, ¿en serio hace falta que diga algo sobre él? —Su madre se cruzó de brazos—. Es mi ex y ahora salgo con un chico que no le cae bien.

Su madre no le hizo mucho caso, le dio una sonrisa condescendiente y siguió caminando.

—Esos fueron solamente malentendidos, Venus —explicó con suavidad. Venus frunció el ceño, le extrañaba que su madre estuviera preocupándose tanto por su vida—. Ahora, pon buena cara y ve a disculparte con ellos.

Venus fue arrastrada hacia el living, donde sus antiguos amigos estaban sentados. No pudo esconder su malhumor al verlos ahí, salvo por Embry, todos los demás le desagradaban. Jules por meterse en su vida, Jacob por no tener opinión propia y Quil, a pesar de sentirse mal por haberle terminado de esa manera, por ser una constante molestia para Paul.

Sin embargo, apesar de todo, sus ojos se fijaron en Embry, quien tenía unas enormes ojeras marcadas debajo de sus ojos, parecía algo cambiado. Ella había empezado a reconocer las señales del cambio, luego de dos lobos, ya casi podía llamarse una experta. Y estaba muy segura que Embry iba a poder cambiar, debía hablarle de eso a Sam.

—Bueno, chicos —llamó su madre, tomándola por los hombros—. Yo los dejo solos para que puedan hablar de lo que quieran y arreglen sus cosas.

Venus la vio sonreír, una de esas sonrisas enormes que jamás le había visto antes, y salir del living. No entendía el porqué su madre se preocupaba tanto ahora por sus amistades, antes jamás le había interesado. Tampoco por el hecho de desconfiar de Sam o el desagrado hacia Paul.

Se cruzó de brazos, dirigió la mirada a Jules y dijo:

—Esto es una estupidez, vayanse de mi casa.

Jules fue la primera en bufar y darle una mala mirada.

—No estamos aquí por ti...

—¡No, claro que no! —le interrumpió—. De seguro están aquí por su enorme corazón y ganas de aclarar las cosas para no quedar como enemigos. No me jodan.

—Vinny, estamos aquí por tu madre —dijo Embry, tratando de calmarla—. Nos dijo que no estabas pasando por un buen momento.

—¿Y por qué le han creído? —bufó—. Mi madre solo odia a Sam y hará cualquier cosa para alejarlo de mi.

—¿De casualidad no siente lo mismo por Paul? —bramó Quil, como si nada.

—Y aunque lo sintiera, tampoco voy a dejarlo —sonrió Venus, con arrogancia—. Me da igual porqué han venido, no vuelvan a hacerle caso a mi...

Se calló de pronto, cuando un coro de aullidos empezó a sonar. Los chicos estaban reunidos y llamándola, algo de seguro había ocurrido y necesitaba ir con ellos.

—¿Desde cuándo hay tantos lobos en Forks? —preguntó Embry, con el ceño fruncido.

Jules, Quil y Jacob lo miraron de extraña manera.

—¿Qué lobos?

La pregunta de Jacob le dio la confirmación que necesitaba acerca de Embry. Él estaba pasando por los momentos antes de la transformación, ya estaba en la etapa de poder oír a cierta distancia. Sin embargo, una duda floreció dentro de ella, ¿por qué justo él sería el siguiente en transformarse?

Sin embargo, no pudo pensar mucho en eso porque los aullidos se hicieron aún más fuertes. Las ganas de responder, de transformarse la estaban llenando por dentro. Tenía que salir de ahí, no podía desobedecer a la orden de su alfa. Vio a través de la ventana, el sol estaba comenzando a caer y la oscuridad llenando el ambiente.

Dio dos pasos para salir del living, pero su madre, que parecía estar espiándolos, previno sus movimientos, la sostuvo de los hombros y la obligó a sentarse en el sillón frente a los chicos. Los aullidos se hacían más fuertes, las ganas de transformarse y correr hacia ellos empezaban a hacer que su cuerpo temblara.

Podía ver los labios de Jules moviéndose, sabía que estaba diciendo algo que no podía escuchar. Su madre también hablaba, pero nada de eso podía escucharlo porque sus instintos de lobo estaban por sobre todo.

O eso fue hasta que los aullidos cesaron de repente, se removió incómoda en el sillón, sabía que eso significaba malas noticias; pero antes de poder decir algo y levantarse, el timbre de la puerta empezó a sonar de manera insistente.

El olor a Sam le llegó a la nariz de repente, ahora sabía porque los aullidos habían parado. Se levantó de pronto del sillón y, atropellando a su madre en el camino, se apresuró a abrir la puerta. Su alfa estaba parado ahí, con una mueca de seriedad y algo molesto por su no respuesta a los aullidos.

—¿Qué estás...?

—¿Tú qué haces aquí?

Las palabras de Sam quedaron en el aire cuando su madre apareció detrás de ella, con expresión furiosa y llamando la atención de las personas en el living.

Venus quiso interceder, para que Sam no se viera entre su madre y ella; pero su alfa se adelantó, posando sus serios ojos en su progenitora y, con voz autoritaria, le respondió:

—Vine por Venus —dijó—. Ella se viene conmigo.

Frunció el ceño, sabía que Sam tenía completa noción de como era su madre, pero no pensaba que fuera a tratarla de esa manera. Parecía ser que la animadversión que sentía su madre por su alfa era recíproca y ninguno de los dos se veía dispuesto a esconderla.

Sin embargo, su sexto sentido, le gritaba que ahí había algo más. Las miradas molestas, con cierto resentimiento en ambos pares de ojos. Los cuerpos tensos y la sensación incómoda que ambos transmitían le decían que esos dos ocultaban algo, o que sabían de algo que ella desconocía.

Venus trató de no darle importancia a eso, le dio una última mirada a sus ex amigos y, sin hacer caso a los gritos molestos de su madre, salió de la casa con un portazo dispuesta a seguir los pasos de Sam.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó, a sus espaldas—. Escuché los aullidos y...

—¿Sabes quién es Bella Swan?

Venus se detuvo, haciendo una mueca.

—Gracias a la luna no he tenido el desagrado —contestó, sacándole una sonrisa a Sam—. ¿Por qué?

—Billy nos ha llamado, dice que el sheriff necesita nuestra ayuda para encontrarla —explicó Sam, mientras volvía a retomar su camino—. Bella Swan estaba saliendo con...

—Con uno de los fríos, con un Cullen. Sí, eso lo sé.

—Bueno, lleva horas desaparecida —continuó—. Le dejó una nota a su padre sobre que iba a salir con Cullen, pero no ha regresado. Billy teme que le hayan hecho algo.

Justo cuando estuvieron lo suficientemente adentro del bosque, ambos cambiaron en un parpadeo. Venus se sintió libre y en calma, necesitaba sentirse una con su lobo de nuevo.

«Que mal que se haya perdido, me afecta mucho ese suceso», dijo, de forma irónica. Escuchó el gruñido de Sam y las risas de Paul y Jared.

«Ella es parte del pueblo», bufó Sam.

«Y decidió correr con vampiros», añadió Paul de malhumor, «Que se las arregle sola para volver».

«¡Es parte del pueblo!», les dijo Sam, con autoridad, «¡Les guste o no vamos a recorrer el bosque hasta encontrarla!».

Venus solo atinó a bufar, incapaz de verse desobedeciendo una orden de su alfa. Sam pronto les indicó los perímetros en donde debían buscar, mientras les acercaba una prenda de Bella para poder captar su aroma y que el trabajo les fuera más sencillo.

Ya el sol había caído, la oscuridad llenó todo el bosque y si no fuera por sus sentidos de lobo, habría sido una tarea bastante difícil caminar por ahí. Caminó sin prisa alguna por la zona donde Sam la asignó, sin tomar atención a su entorno y distrayéndose con cualquier pequeño animal que veía.

La verdad era que no le importaba Bella Swan. Que sí, que era una habitante del pueblo al que debían proteger como lo indicaba su sentido lobuno de los Espíritus Guerreros o una cosa así; pero a ella esa chica le daba totalmente igual.

O sea, ¿qué carajos esperaba de involucrarse con vampiros? ¿Algo bueno? Si era así, la hija del sheriff era aún más tonta de lo que creía. Sin importar que tan “vegetarianos” eran esos chupasangres, siempre iban a encontrar la manera de causar problemas.

Se detuvo y gruñó cuando captó el aroma de Bella, aún con la lluvia cayendo sobre ella y el olor a la maleza mojada llenando el lugar, ese asqueroso aroma se le calaba por la nariz. Escuchaba los gritos de los demás habitantes del pueblo que se habían ofrecido a ayudar en la búsqueda, estaban lo suficientemente lejos como para representar un problema.

Así que, viéndose incapaz de dilatar más el encuentro, Venus siguió el aroma horrible hasta que llegó a ver un cuerpo en el suelo, olisqueó el aire por unos segundos y confirmó la identidad de la chica. No parecía muerta, la escuchaba respirar y, a su parecer, era una escena bastante dramática.

«La encontré», dijo, sin ánimos.

Las imágenes de Bella se transmitieron a los chicos.

«¿Y por qué no la ayudas?», preguntó Jared con burla, cuando Sam la regañaba.

«Está en el suelo, sucia y huele muy mal. Genuinamente, creo que ya la besó el diablo, así que yo no la toco», se excusó, sentándose en el suelo y esperando que alguno de los chicos apareciera.

Escuchó los regaños de Sam, pero tan pronto dio su dirección exacta dejó de oírlo. Supuso que se había transformado en humano de nuevo y sus sospechas se confirmaron cuando vio un farol de propano acercándose.

—Cambia —le susurró Sam antes de acercarse a Bella.

Venus rodó los ojos, se adentró más en el bosque para seguir la orden de su alfa. En menos de cinco segundos ya había vuelto a ser una humana, se colocó la ropa que siempre llevaba consigo y se acercó a Sam, que ya tenía a Bella en sus brazos, tomando la farola de propano para alumbrar el camino.

Venus siguió a Sam a través del bosque. Bella se veía bien, no parecía tener indicios de daño alguno, solo estaba en shock de alguna forma. Ella seguía pensando que solo estaba siendo dramática, pero sabía que Sam, de alguna manera, culpaba al chupasangres novio de Bella por su estado.

—Se ha ido —dijo Bella. Si Venus no hubiese tenido la audición de un lobo, no habría podido escucharla—. Se ha ido.

Alzó una ceja por eso, pero no preguntó nada. Al igual que todo lo que estaba pasando en ese momento, no le importaba.

Poco tardaron hasta llegar a la casa de Bella, donde estaban todos los que ayudaron en la búsqueda de la chica perdida. Los murmullos y voces sonaban preocupados, el mayor era el de Charlie, pero Venus no le tomó importancia porque justo en ese momento, Sam gritó:

—¡La tengo! —Los murmullos cesaron y las personas se acercaron a ellos, sin importarles mojarse por la llovizna.

Venus hizo una mueca y se quedó rezagada, uniéndose a Paul y Jared que acababan de llegar. Vio a Sam haciendo justo lo que un hombre responsable y protector del pueblo haría, llevar a Bella hasta los brazos de su padre e informar de su estado para despreocuparlo.

—¿Por qué te cae tan mal? —le preguntó Jared en un murmullo, caminando para entrar a la casa de Bella—. Literalmente no te ha hecho nada.

—Existir —respondió. Paul rió—. No lo sé, huele mal y se junta con los fríos. No me cae bien.

—Te has vuelto algo gruñona desde que te transformaste —rió Paul en su oído—. Con un poco de suerte, esta chica habrá aprendido la lección de correr con vampiros.

Venus rió, viendo como Sam sostenía la puerta de la casa de Bella para dejar que Charlie entrara con su hija en brazos. Ellos tres también entraron, había mucha gente aglomerada en el living y el doctor Gerandy, el único que podía distiguir, se acercó a la chica, rodeada de mantas, para verificar que no estuviera herida.

Rodó los ojos cuando empezaron a preguntarle que había sucedido, tomó a Paul del brazo y se recargó en él, queriendo irse lo más rápido de ese lugar. En un momento, la mirada de Bella se fijó en ellos de una forma extraña y, finalmente respondió:

—Sí, me perdí.

Venus bufó, sabiendo la mentira detrás de eso. Era claro que no iba a decir: «No, salí con mi novio vampiro y me dejó abandonada en el bosque a mi suerte», no le sorprendía para nada su respuesta.

Minutos después, Sam les dijo que ya era momento de irse y, tras oír las gracias de Charlie, los cuatro salieron de la casa directo al bosque.

—¿Lo que oímos es real? —le preguntó Jared a Sam—. ¿Los Cullen se fueron?

—Dejaron el pueblo, sí.

La respuesta de Sam salió seria, pero Venus sabía que él también estaba aliviado por ese hecho. Tenía la teoría de que era por los vampiros que el gen se había activado en ellos y los culpaba por eso, la manera en la que dejó a Leah, la misma forma en que ella terminó con Quil... Todo era culpa de esos chupasangres.

Sintió la mano de Paul coger la suya y sonrió. Tenía muchas cosas por las que culpar a los Cullen, pero solo una por la cual agradecerles.

—Yo digo que hagamos una fogata —propuso Venus con una sonrisa.

—¿Una fogata? —cuestionó Paul con una sonrisa divertida—. ¿Acaso quieres celebrar esto?

—Tal vez. Venga —animó—, se fueron los causantes de nuestra transformación, el verdadero peligro del pueblo. Yo lo veo una victoria para nosotros.

Jared rió.

—Lobos uno, fríos cero —dijo—. Me gusta, yo acepto.

—Yo también —apoyó Paul—. Y pueden llamar a Kim y Emily para que nos acompañen.

Sam los miró con seriedad por unos segundos antes de darles una sonrisa.

—De acuerdo —aceptó—. Solo porque es motivo de festejo que los Cullen se hayan ido de nuestro pueblo.

Venus gritó, emocionada por la idea de la fogata y le dejó un fugaz beso a Paul en la mejilla.

La noche terminó con ellos seis frente a una fogata, a la cual se le habían unido varios miembros de la reserva que también estaban al tanto de las leyendas de la tribu, festejando la partida de los Cullen. Todos estaban tan felices por eso, que no calmaron ni un poco su emoción, ni aunque el sheriff del pueblo haya llamado a Billy Black para quejarse de ello.

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