061 - UN CUENTO MAL CONTADO
CAPÍTULO SESENTA Y UNO
GIOVANNI SALVATORE
La sirvienta sujeta el espejo en la posición indicada mientras perfilo el canino izquierdo superior. Igual que a la izquierda está la desubicada. La pequeña puta de Damián le fascina mis dientes afilados, a mi me fascinan sus tetas, aunque también rescato parte de su coco de majadera.
Se me antoja un revolcón en el establo.
A está zorra Damián le debe orgasmos y a mi me apetece ayudar con las cuentas. No soy un maricón que cumpla la ley. El que sea menor no me impide hacerla gritar hasta la afonía, si lo hace que sea mi cuñada y que Gunther sea un sentimental con la familia a tal punto que pueda provocar el hinchazón de sus huevos.
Siempre he sido ídolo de su arte rojo, eso no implica que quiera convertirme en su próxima obra.
—Jack, deja los dientes —aparece el flojo.
—Aleja a tú puta de mí o me la folló.
—Conoces las leyes, es menor.
—¿Es lo único que dirás? Mea en tú territorio que es tuya.
—Si mi futura esposa en su mayoría de edad quiere experimentar podemos sentarnos y llegar a un acuerdo, antes no —Daniela se lanza a por él y este le recibe con los brazos abiertos y un beso en la coronilla.
—A mi me gustas tú.
—Eres joven, chiquita. No quiero que luego te arrepientes de las cosas que dejaste de experimentar por un amor temprano. Además, podría ser trio. Antes, pero, tendré que consultar a tus hermanas y tú ser adulta.
Vómito filosóficos arcoíris.
La pareja acaban marchando tras el desayuno y que el imbécil haya vuelto a repetir que dejé en paz los dientes. Son mis dientes. Mi cuerpo. Que sea más grande no le da derecho a mandar.
Malhumorado tiro la navaja.
Camino en búsqueda del caballo para escapar de está ridícula prisión que sólo permanezco porque en ocasiones resulta interesante, en contadas ocasiones en que la ambición es la sangre.
Extraño a los italianos.
Salir a cazar esas alimañas italianas mejoraron mis días hasta que su debilidad los hizo desaparecer demasiado pronto. El siguiente objetivo es La Orden. Sin embargo, todos dicen; espera.
¿Esperar a qué?
—Suficiente, Nana. Ya hemos tenido suficiente —disputa, me encanta —Nada nos impide hablar.
—Fue su última voluntad.
Voy reduciendo el ritmo de los pasos. Visualizo a dos hombres y una mujer de espaldas, están agobiando a mi madre. Desde que mi padre fue asesinado ha tenido que vivir situaciones incómodas.
—Está muerto —odio que lo digan.
Detesto como pisotean el recuerdo de mi padre y la última petición. Estos cabrones nunca se merecieron a Enzo.
—Entiendo la situación...
—¿Qué entenderá una puta como tú? —interrumpe uno de los hombres, brusco —¿Crees que ignoramos lo que sentías? Estás ciega. Cumplir su última voluntad significa la masacre de inocentes.
Detengo la caminata con la última pisada sonada en eco.
Los ojos de Nana tiemblan tras la gafas, conocedora de que lo que más detesto es que la acorralen y la insulten.
—¿A quién llamas puta?
Antes de que acabe de girarse y darme la cara, engancho el cuello del hombre con los dientes y arranco parte. Cae al suelo con el grito de la mujer. La mano llevada al cuello es completamente roja e insuficiente para detener la hemorragia letal, aunque su muerte efectuará en minutos, cada uno de ellos usados para desfigurar su rostro mediante puntapiés.
El otro hombre logra escapar, la mujer no sale agraciada con mi agarre en su cabello. Empujo su espalda en la pared. Subo la mano a su garganta y presiono ausente de delicadeza.
—Detente, Jack.
Ignorando la petición de mamá beso a la empleada. Domino su boca con la dureza que emplearía mi polla en su culo, la follaría hasta que su columna se partiera en dos y tras su muerte lamería sus lágrimas.
Urgida de oxígeno separa los labios. Ocasión que no desaprovecho introduciendo la lengua en búsqueda de la suya. Danzan en conjunto. Suelto su cuello y sus músculos se relajan confiados.
—Jack, por favor —ruega mamá.
Despacio voy saliendo de la boca. Su lengua me persigue dominada como si estuviera bajo la influencia de Damián. Entramos dentro de la mía. Encajo su mano en la nuca, los dientes sobre el músculo parlante y que arranco de un mordisco asegurando que nunca más vuelve a hablar.
Se desmaya cayendo sobre su amigo muerto.
Mastico la lengua como lo que es, un delicioso tentempié antes de guisar al cadáver humano.
Escupo la lengua. Hago un intento de retirar la sangre de mi boca, pero está ahí y es insignificante. He regresado en peores circunstancias.
—Lamento que hayas presenciado esto, Nana —digo calmado, a la mujer que me crio.
—¿Giovanni? —duda.
—Así es.
Voy a la ducha antes de alargar la escena. Nana avisará a alguien para que den un buen funeral al fallecido y atiendan la herida de la empleada, justo como haría mi padre de estar presente.
Enzo rechazaba la violencia.
Enzo no era el padre que creen mis hermanos. Enzo era un hombre que sufría, una víctima. Su pecado fue enamorarse, su pecado fue querer a sus hijos, su pecado fue su bondad.
Incapaz de matar ni a una mosca.
Débil. Muy débil.
Solo de pensar en todos los años que sufrió en silencio sin poder abrazar a sus demás hijos se me llenan los ojos de lágrimas.
Quisiera gritar a mis hermanos de lo equivocados que están con él. Contar la verdad. Destapar el secreto. Quisiera que los empleados dejarán de morir por delitos que nunca fueron cometidos, pero hacerlo conlleva pisotear el único sueño que mantuvo mi padre en su desgraciada existencia. Ser recordado.
Hay que ser muy miserable para negar a un padre a sus hijos.
Salgo de la ducha sin lágrimas.
Empleo una camiseta básica y un vaquero para mi vestimenta, después de todo, soy incapaz de saber mi gusto, aunque sé los de mis personalidades. Estoy tanto tiempo encerrado observando que los conozco de memoria, los gustos y disgustos. No obstante, algunas cosas sé de mí.
Soraya me ayudaba. Mucho antes de que Derek y mis hermanos la conocieran, quitando el hecho de que él la conoció cuando estaba en el orfanato, ella y yo éramos amigos de años.
—¿Saldrás?
—Iré a la villa, Nana —arrastra las manos sobre el pecho y sus ojos brillan con la poca fuerza que le quedan. Es mayor y sufre demasiados disgustos, uno más podría acabar con su buen corazón —Hay que buscar una solución que no afecte el recuerdo de mi padre y salve a los empleados.
—Voy contigo —dice, y sé que es imposible contradecir.
La villa es un pueblo habitado únicamente por nuestros trabajadores y sus familiares. Ubicada en el centro del valle que forman nuestros terrenos, con dos salidas, al norte y el sur. Desde aquí se visualizan las tres mansiones y desde las mansiones mis hermanos ignoran la historia.
Inicialmente estás tierras pertenecían a los nigromantes. Sin embargo, el último de ellos se lo regaló a Enzo.
Mi padre era un defensor de la paz, de la vida. No obstante, su pareja no le dejaba pertenecer a los pacifistas. Impuso mucho a mi padre y él se dejaba, era su mundo, lo fue hasta que murió. Amó hasta al final.
Aunque en ocasiones mi padre formaba sus pequeñas rebeliones. Conoció a Nana siendo prostituta y la salvó de sus captores, salvó a cada uno de sus trabajadores y les ofreció una segunda vida. Conjuntamente construyeron la villa.
Mi padre no era mafioso. Vivía disgustado con la idea. Aunque nunca atendió ninguno de los negocios recibidos por herencia. De esa tarea se encargaba su consejero, el padre de Gaspar.
Enzo Salvatore fue un ser de luz que el pueblo amó.
Solo hay que visitar su tumba. El lugar donde fueron plantadas cuarenta y cuatro hortensias rosas y cuarenta cuatro azules, simbolizando por la eternidad el efecto y gratitud del pueblo.
Ojalá mis hermanos pudieran conocer la verdad.
Ojalá Derek no lo hubiera matado.
Ojalá yo no existiera.
Ojalá la historia deje su ciclo de repetición y deje en paz a Derek y Soraya, porque de repetirse, solo uno vivirá.
—Necesito que reúnan al pueblo en la plaza. Trabajadores y familiares, por favor —solicito a los que nos acompañan y van a cumplir, a otros dos les pido: —Si el pueblo enfurece llevaros a Nana. Es prioridad.
Nana coge mi mano y la aprieta con cariño.
—Estaré contigo, hijo.
—No soy tú hijo.
Tantos años dan para que la haga madre sin haber parido, pero lo conveniente es que se quedé en su lugar de criadora. No le quiero mal. Si no fuera por ella mis hermanos no serían lo que son.
Ando hacía la plaza contando los cuervos que se van reuniendo en las copas de los árboles más próximos. En primera fila. Vigilando. Siempre han estado. Desde mucho antes de que yo naciera. No obstante, tras el contacto de La Orden y Derek, han multiplicado su presencia.
Odio que estén. Lo odio por el hombre que se esconde detrás de ellos y al que informan de nuestros movimientos. La peor escoria.
El pueblo se presenta. A primeras se contemplan calmados, pero en su interior los corazones son dominados por una mezcla de ira y miedo.
—¡Esto tiene que acabar! —grita uno.
—¡Las mazmorras están llenas de inocentes! —grita otro.
—¡A este ritmo no quedará ninguno! —se une una mujer.
Cierro los puños manteniendo la calma mientras que los gritos del pueblo no me permiten iniciar una negociación. Es normal su cabreo. Es normal que quieran liberar a los inocentes. También quiero. Quiero que todos aquellos que ayudaron a mi padre en su farsa sobrevivan, al menos los que quedan.
Un grupo de niños me lanzan piedras. Una de ellas logra dañarme y generar sangre. Nada exagerado, suficiente como para que uno de los cuervos aterriza en mi hombro y se haga notar con un graznido.
El pueblo se queda callado y pálido, los escoltas de Nana preparan sutilmente una vía de escape. Sus movimientos son pausados.
A Derek lo temen por maldición, al hombre tras los cuervos lo hacen porque no duda en matar. Supera con creces el número de asesinatos cometidos por Gunther.
—Estoy bien —susurro.
Hago un gesto calmado y los padres de los niños se acercan a cubrir a sus pequeños en caso de emergencia.
—Todo está bajo control —trato de convencer.
Cinco cuervos bajan hasta el suelo. Dan saltos y el pueblo va retrocediendo con una respiración pesada y unánime. Continúan avanzando mientras la gente se divide en dos grupos generando un camino que conduce al hombre que escapó de Jack.
—Por favor, no.
Ni arrodillado atendería mi plegaria. No detendría el ataque de las aves directas al hombre, tampoco el que sigue contra los habitantes entrando en pánico entre empujones y gritos, no lo haría porque jamás aprendió a escuchar.
Nana es llevada al coche por los escoltas. Mientras tanto el ataque prosigue manchando el suelo con el rojo de las victimas. El paisaje lugareño se transforma en una pesadilla de heridos y primeros cadáveres.
Una madre y su niña gritan.
Agarrando una rama gruesa me lanzo a los cuervos que las lastiman a través de picos y garras. En medio de los cazadores y sus presas, los cazadores no vienen a por mí aunque los haya golpeado.
Cubro la salida de la familia. A continuación, ayudó a un grupo que están protegiendo los demás en su retirada.
—¡Déjalos en paz!
Uno de los hombres grita con un ojo reventado. Otros tantos maldicen con la ropa rasgada y sangrando.
—¡Basta!
Ningún ruego llega a su inexistente corazón, hasta que el siguiente grito detiene la locura al completo:
—¡Tú hija te odiaba y lo volverá a hacer!
Los cuervos se agrupan delante de mí formando una figura humana a la vez que pido a los últimos hombres que entren en su casa. No espero que él haga acto de presencia. Entre sus poderes no se encuentra la teletransportación, sin embargo, puede manifestarse como una entidad empleando sus pájaros.
—Aplaudo tus canicas, mocoso —sufro un ataque de escalofríos con su tono tenebroso, la figura se adelanta y retrocedo —¿Huyes? Claro que huyes. El pequeño hijo de puta se ha cagado.
—Lo que dije...
—No dijiste nada, ¿cierto? Porque de haber dicho algo nuestros amigos te estarían sacando los intestinos —su mano negra toca mi mejilla —Aquellos que no deberían existir tienen que aprender a callar, mi pequeño don nadie.
—Tú no mereces ser padre.
—Aún así lo agradeces, tú y tus hermanos. Sin la aportación de mis pelotas no existiría vuestra chica favorita. De nada.
Abandona mi mejilla y se mueve por la plaza, alcanzando el primer cadáver que cayó. Lo patea dándole la vuelta.
—Que sus bocas se mantengan cerradas o no habrá suerte la próxima.
Me picotea un cuervo en la cara mientras que el ente se diluye regresando la banda de aves negras que vuelan a lo alto de los árboles. No tengo dudas de que cumplirá su amenaza. Sin embargo, mantengo lo dicho, Soraya lo odiaba, cada día lo maldecía ignorando que era su progenitor.
Termino de recibir los cuidados de Nana, aunque le he dicho que no era nada, ella es exagerada y se ha querido asegurar. Cerrando con un punto la herida del picotazo.
—Tienes que controlar tú carácter.
—Ser honesto no es un pecado —digo.
—Cuando hablas con un sordo es mejor guardar la sinceridad, más cuando ese sordo es tú padre —cierro los ojos notando mi propio cabreo y no una procedente de una de mis personalidades. Enzo era mi padre, no otro —Hazlo por esta anciana, por favor.
—Soy inmune a la manipulación, Nana —beso su frente —Soraya es la culpable.
—Extraño a esa endemoniada.
—Yo también, Nana. Yo también —voy al espejo visualizando el par de tiritas infantiles con las que Nana ha terminado su trabajo, a la vez palpo la parte ubicada entre mi cuello y hombro en búsqueda de una ligera deformación —¿Por qué crees que aún no le ha dicho que es nuestro hermano? ¿A qué espera Derek?
—Seguramente tenga su motivo. Mejor dejas quieto el tema. Además, el rumor dice que está saliendo con Hugo.
—El rumor debería ser que es nuestro hermano.
—Solo digo que es peligroso.
Al cabo de un rato de silencio, Nana se marcha y yo continúo palpando mi piel hasta que doy con el bulto. Apenas es notorio, suficiente como para clavar unas tijeras y arrancar el chip. Acto seguido, detengo el sangrado y bajo a las mazmorras. Me disculpo a la rata antes de engancharle el localizador. Una vez la libero en el bosque voy por mi caballo, le doy una zanahoria mientras preparo la montura. Salimos antes de que se asome algún curioso.
Usando caminos secundarios cabalgo a la ciudad. Al llegar al último árbol y con la visualización de los primeros edificios, me despido del majestuoso animal, sabiendo que sabrá regresar.
Empleo dinero físico para el metro.
Al ser la primera parada de una ruta poca transitada hay puestos libres, aunque al par de paradas me levanto dejando el lugar a una embarazada. Hago una batalla de muecas con un niño. Unas chicas me sonríen, correspondo el gesto aunque no exista un interés real. Son los pequeños detalles los que construyen la felicidad. Quizás yo no sea feliz, pero eso no me impide hacer felices a otros.
Bajando del metro estoy cerca del destino, el colegio de adultos al que acuden mis cuñadas y mi hermano. A partir de este punto procedo con más cuidado. No quiero ser descubierto. Considerando mi enfermedad causada por el mero hecho de que no debería existir y por el cual no tengo un lugar, a nadie le gusta que salga de la mansión, a no ser que sea custodiado.
Evitando la entrada principal, accedo al patio saltando el simple muro y me sorprendo porque no esperaba encontrar mi objetivo a la primera. Encima está solo. De espaldas, sentado en las escaleras de emergencia. Leyendo un cómic y picoteando galletas, sin error puedo comentar que son de la cafetería de Soraya.
—Alessandro —lo llamo a la distancia. Al ver que no reacciona, cosa extraña porque debería tener el oído de mi tío, que dicho por mi padre era mejor que el de los licántropos, me acerco y lo vuelvo a intentar: —Alessandro.
Se gira hacía mí, se levanta y retrocede:
—Soy Giovanni —alzo las manos y añado: —También me repugna Alexa, pero soy Giovanni aunque no te lo puedo garantizar.
—¿No puedes? —me inspecciona.
—Tal vez soy ella, tal vez te estoy engañando, tal vez he venido hacerte daño y deberías desconfiar.
Ofrece una de sus galletas y la acepto, saco otra para él.
Me gusta la galleta.
—Es una mala persona, no aceptaría la galleta —saborea el dulce.
Ambos somos simples, ambos hemos sufrido encierros. Él una jaula física y yo en una mental.
Nuestro padre desde el principio luchó por liberarnos. Desde que nací y por mi comportamiento, sabía que no era el cuarto, sospechó porque antes de buscar una voluntaria para engendrarme tuvo un percance con una Santoro, la madre de Alessandro. Mi padre no logró localizarlo, aún cuando tenía hombres buscando, día sí y día también, nunca lo encontró. Los Santoro negaron la respuesta, el padre de Soraya tampoco lo quiso ayudar.
Nunca me escondió que fuera el quinto, sí lo hizo de los demás hijos, pero es que nunca tuvo otra opción. Y, a pesar de que nunca tuve que existir, soy el único que recibió su amor.
—Soraya está en el comedor —me despierto del pequeño trance, creo que él se ha dado cuenta y ha provocado mi reacción. Pensar en mi padre me entristece —¿Te acompañó?
—No estoy aquí por ella. Derek es muy blando con nosotros, pero si me acerco a ella sin vigilantes dejará de serlo. Soy un peligro.
—También lo soy —contrae los hombros.
—Si comes todo estará en orden, mientras que yo soy impredecible. Sin pretenderlo la podría ma... —los nudillos se me ponen blancos de la presión que aplico a los puños cerrados. Deshazte del recuerdo; pienso —Estoy aquí por ti.
—¿Por mí?
—Somos más parecidos de lo que crees. Ambos vivimos años de encierro, sabemos poco de nosotros y alguien nos manda. Gunther nunca fue famoso por negociar —saca dos galletas más y acepto la mía —Y mis hermanos no son famosos por dejarme salir de casa.
—Estás aquí.
—Porque he escapado. Y es por ti. Se como se escucha, pero mis intenciones son amigables —termina el bocado, bebe batido de chocolate que no duda en compartir conmigo y se da cuenta que no quedan galletas —Quiero estar con alguien que no sean mis hermanos o los trabajadores, quiero hacer un amigo.
Se detiene el pulso cuando saca el móvil, solo los segundos previos antes de que me muestre el juego en pantalla. No por mucho. Control es lo mismo que avisar a mis hermanos, ya que estoy convencido que forman parte de su sequito de Controladores.
¿Qué hago?
Regreso a clase / Escapo del colegio
—Acabas de ponerme una diana en la frente.
—¿Por qué?
—He escapado. Con esto sabrán dónde estoy y vendrán.
Aprieta las cejas, se muerde una uña y queda absorbido por la pantalla mientras mueve los labios leyendo hacia dentro. Al cabo de cinco minutos muestra como bloquea las cuentas de nuestros hermanos y cuñadas, le sigan o no, la única excepción es Hugo y porque no tiene cuenta.
De la mochila saca unos cinturones para sujetar la cámara en su pecho como si fuera una GoPro, inclinada hacía el suelo, haciendo que el mayor protagonismo sea la tierra y nuestros zapatos.
—Ya no —expresa orgulloso de su fechoría —Debemos apurarnos porque la encuesta si les dio tiempo de ver. Alguno estará de camino.
Salimos usando el mismo punto por el que he entrado. Muestra su motivación con la vida corriendo aunque ya ha quitado el juego. Sonríe refrescante. Su energía me contagia haciendo que corra más.
El guía de nuestra travesura.
A día de hoy nuestro padre puede tener algo de paz, aunque hay muchas cosas que resolver y por las que luchar, podría sonreír un poco sabiendo que el penúltimo de sus hijos puede disfrutar del aire golpeando en su cara.
Entramos en una heladería.
—¿Qué prefieres? —cuestiona a la vez que no puede disimular la saliva que se le cae contemplando la variedad de sabores. Ignorando la mala mirada de la heladera por pegar los dedos en el cristal.
—Nunca he comido helado de bolas.
—¿No sabes lo que te gusta?
—No.
—Una bola de cada sabor, por favor —le hace ojitos a la heladera y está relaja la expresión —Es muy importante. Tenemos que hacer una cata para que mi amigo pueda descubrir su sabor favorito.
—Dejamos probar los sabores. Solo debe indicar cual —muestra una pequeña cucaracha.
—Queremos bolas grandes.
La heladera trata de razonar porque el método de la cucharadita es mejor para una cata, hasta un compañero se le une, pero mi hermano acaba convenciendo a los empleados cuando paga por adelantado.
Ocupamos una mesa esperando el desfile de helado. Serán traídos de uno en uno para que no se deshagan.
Alessandro sufre congelación cerebral a causa de su ferocidad comiendo mientras que yo voy probando un poco. El chocolate con leche es un clásico al que no estoy acostumbrado, prefiero el negro. También me gusta el café, la menta y la fresa.
Agradecemos a los heladeros y vamos a la Ciutadella.
Mantengo el ritmo acelerado de Alessandro. Se vuelve cómplice de cada elemento que componen el parque. Respeta a los animales, las plantas, saluda a cada persona que nos cruza y se une a un grupo de baile. No le importa ser patoso. El lema carpe diem fue creado para él.
Experimenta cada novedad. Aún cuando me anima a perseguir la diversión prefiero quedarme como espectador.
—Saborea la vida —dice y lo siento como riña, aunque no insiste.
Cambia el baile por el malabarismo. Lo siguiente es admirar desde detrás las pinceladas de un pintor, le siguen actividades al balón, de estiramientos y un poco de meditación antes de ir a un local de comida chatarra.
La comida predilecta de hambruna es la de más calorías.
—¿No te gusta la vida? —pregunta con la boca llena.
—La vida es para los que deben existir —no mido el significado de las palabras hasta que las digo, así que, rápidamente, rectifico: —Estoy agotado de vivir —eso no es mejor —Vivo cuarenta y cuatro vidas.
—¿Cómo es vivir así?
—Como te he dicho mi cárcel es mental. Desde que tengo uso de razón he permanecido más tiempo encerrado en mi mente que libre. Mi cuerpo es un títere con demasiados dueños. Y yo soy el espectador.
Tengo los recuerdos calientes. Hay personalidades que como público me he encariñado, otras que me desagradan y una que odio. Si no fuera porque le juré a mi padre vivir hace tiempo me hubiera suicidado, ya que con ello significaría matar a la segunda persona que más daño provoca a la familia. Alexa.
—¿No se puede hacer algo?
—A veces puedo escapar. Como ahora —un pensamiento turbio le estropea la mirada y digo: —Tranquilo, Alessandro. Nadie dejará que tú regreses.
—Entonces, yo quiero hacer que tú no regreses —ya lo hace, su presencia genera el orden de mi caos —O que el tiempo en que estés afuera hagas de todo como hago yo. Tienes que vivir, ¿vale?
—Vale.
Alessandro heredó la bondad de nuestro padre. Estoy seguro que antes que rompieran a mi padre compartían la misma sonrisa y mirada de inocencia, a pesar de que el pasado fuera malo.
—Hay algo que debes saber. Algo sobre tú padre —si nuestro hermano no está dispuesto, yo si.
—¿De mi padre?
—Alessandro y Giovanni Salvatore estáis en problemas —interrumpe nuestro hermano mayor, Derek. Se sienta a mi lado y desenvuelve la hamburguesa de su menú grande —Mmmmh.
—Giovanni sabe algo de mi padre —le comparte Alessandro.
—Vaya, ¿en serio? —esparce el ketchup sobre las patatas cuando la trabajadora llama por el número cuarenta y cuatro, Derek le da el ticket a nuestro hermano distrayendo con comida —Es para ti.
Alessandro va por la comida. A solas no me dejo intimidar mientras que bebe usando la pajita y los más cercanos huyen. Sé que odia la reacción que causa la maldición en los demás, igual que nuestro padre.
Mi padre tenía similitudes con Alessandro, también con Damián y Máximo, pero a quien más se asemejaba era con Derek.
—Tengo una idea brillante, Giovanni. Voy a dejar que le digas que es nuestro hermano.
—¿Pero?
—Serás el único culpable de que pierda a Soraya en caso de que ella nos vuelva a olvidar. Sé que podría no pasar porque ha llegado después, pero lo que perdió fue todo lo relacionado con nuestro apellido.
Alessandro regresa con dos bandejas.
—¿Qué tengo que saber de mi padre?
—Derek lo sabe mejor.
—Tampoco hay mucho que decir. Tú padre está muerto. Tuvo un encontronazo con un cabrón y se lo cargo. Era la peste —continúa comiendo su menú sin que ninguna palabra le duela, sin embargo, a mi me duele. Nuestro padre no merece indiferencia —Como decía estáis en problemas. Al menos uno de vosotros lo confirmo, en cuanto a ti, Alessandro, me figuro que Hugo estará furioso.
—Más lo está contigo —le dice.
—Damián y Máximo tienen varias partidas buscándote por el bosque desde que regresó tu caballo sin ti. Me figuro que el localizador lo tendrá algún roedor. Ya imagino sus caras de gilipollas.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—No eres el único con chip.
—¿Y cómo sabías que estaba con él?
—Aparte de ser el ser más follable del mundo, soy el más inteligente —responde el engreído.
—Nos sigues desde el colegio —aclara Alessandro —Hizo un gesto para que no dijera nada. También quiere que vivas tú libertad.
—Gracias, Derek.
—¿Habéis jugado a bolos alguna vez? ¿No? Perfecto. Vamos a la bolera que nos están esperando.
Quisiera alcanzar a comprender a mi hermano cuando lo que más odia son los lugares de multitudes y lo que hace es ir, ya que la bolera está llena por un público mayoritariamente joven, no solo por las pistas, también por la zona de máquinas recreativas y el bar. Creía que su masoquismo era con Soraya.
Desde la pista cuatro una chica de pelo corto y rubia ofrece una mala mirada a Derek, caso opuesto, el acompañante, aún demostrando signos de sorpresa a causa de nuestra presencia, sonríe cortés.
—Adiós —Alessandro, da marcha atrás.
Derek lo agarra del cuello y lo trae de regreso, también me engancha a mí haciendo que nos acerquemos a él y comunique en un tono privado:
—Haremos que se den cuenta.
—¿Sabes cómo se pondrán si saben que estoy con ellos? Solo estar contigo ya supone un problema. Quiero poder entrar en casa.
—Gentelman y Spark se gustan. Lo que pasa es que Spark es una brava española y Gentleman no sabe torear. Los británicos son de té.
—No quiero saber nada.
Derek entra en pistas sin que ningún trabajador lo pare por no usar el calzado reglamentario. Muestra una sonrisa que lo declara culpable de su mentira:
—Vaya, que sorpresa. Venía a enseñar a estos dos a jugar a bolos, no esperaba encontraros por aquí.
—Miente —traiciona Alessandro.
—Claro que miente —dice la rubia molesta —Igual que mintió cuando dijo estar ocupado con sus planes del catorce.
—¿Sabéis que soy un profesional de los bolos? Dejad que os haga una demostración de mi genialidad.
—Oye, que me toca a mí.
Ignorando a la rubia va a por la bola, hace una pose pensando el lanzamiento y lo efectúa. La bola no solo falla el objetivo, sino que salta a varias pistas de distancia y aún así no derriba ni un bolo.
—¡Soy el puto amo! —grita victorioso.
—¡Cretino! —se enfrenta, Spark.
—Aprende a reconocer mi grandeza.
—¿De qué grandeza hablas?
Derek se divierte con Spark. Es innegable, al igual que no se puede negar la poca gracia que le causa el inglés mi hermano. Al creer que nadie de los presentes le presta atención se le afila la mirada, pero yo si lo veo, por el rabillo, siendo espectador de cada acción complementaria.
Al final y por insistencia, Spark reinicia la partida y nos agrega. A pesar de ser mi primera vez quedo bien, por encima de mis hermanos, sin embargo, si Derek juega un poco más se convertirá en rey.
—Yo quiero irme a casa —Alessandro se queja. Inmediatamente rectifica cuando llega comida: —Me encanta esté juego. Juguemos más.
Derek es un abusón de la debilidad de Alessandro.
Hacemos una pausa para comer.
Spark es una activista radical. Lucha por la igualdad. Ha sido en innumerables ocasiones el centro de manifestaciones, en el mal centro, el que se produce cuando la policía pasa a la acción. Su historial delictivo es para enmarcar. Desde antes de cumplir los dieciocho ya pasaba noches en la cárcel. Sin embargo, desde la aparición de Control se ha calmado. Mejor dicho, ha trasladado la acción, metiéndose en conflictos nocturnos en que ha resultado malherida.
Por otro lado, Gentleman es racional. Universitario, estudia abogacía. Está aquí por el Erasmus. Su meta es ser juez. Dicho en otras palabras, sería la persona que golpearía la mesa con el martillo sentenciando a Spark. Continuaría con personajes como Indecisos o mis hermanos. Sin embargo, chistes de la vida, resulta que él se ha convertido en un jugador popular y han bajado sus notas.
La conversación prosigue mientras que Derek se aleja a la salida sin que nadie más se dé cuenta que se marcha. Decido ir detrás de él.
Inicialmente mi intención era conocer más al cuarto hermano, pero dado los pasos del segundo no lo puedo ignorar. Entiendo su entusiasmo por tener a más personas que no le temen. Incluso entiendo su aspiración de cupido. Lo que no comprendo es que por ello se aparte de Soraya.
Alessandro ha comentado que hace una semana lo hicieron elegir entre Hugo y Soraya o los nuevos. Él eligió los nuevos.
Se reúne en un cine con personas trajeadas. Desde mi escondite no puedo ver bien, menos escuchar. Lo que tengo claro es que le temen.
No soy el único espía. Ya que en un saliente dentro del edificio se encuentran un par de cuervos. Estoy seguro que también estaban en la bolera, en el restaurante, en el parque... Siempre atentos.
Concluye la reunión y Derek queda solo.
—¿Cuánto tiempo más te pretendes esconder? Vamos, Giovanni. Que me haga el tonto no me hace.
Salgo con las manos al descubierto. Se acerca, su mirada ha dejado de ser la amigable para los demás. Es más él. Más siniestro, lúgubre. Tiene el aura de muerte que no tenía Enzo. Es peligroso.
Me arranca la tirita de la picotada.
—¿Ahora me sigues?
—Es que no entiendo tú comportamiento, Derek —inspecciona la puntada que me hizo Nana —No elegiste a Soraya. Va a recuperar la memoria y estará muy molesta contigo, sabemos como era, imagínatela peor.
—No recuperará la memoria. Su amnesia es permanente e incurable, y recordar su pasado la resetea —se equivoca, no es amnesia, nunca lo fue —Y, Giovanni. Yo siempre elegiré a Soraya. Es mi mujer.
****
Al fin llega el día y tiene la actualización, me gusta cuando recupero la normalidad sin que se haya producido ningún desastre. Estuve tan feliz. Y tan inspirada con este capítulo a pesar de las lágrimas.
Recuerden...
La historia tiene tanas versiones como espectadores y oyentes haya. De una simple versión nacen mil.
SI OS ESTÁ GUSTANDO LA HISTORIA NO DEJEN DE APOYARME DEJANDO SU VOTO, ME AYUDAN MUCHO
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