060 - EL FUTURO CEO


CAPÍTULO SESENTA

DEREK SALVATORE


Ocasionalmente, como anoche, me sorprendo pensando que sería maravilloso no haber conocido jamás a Soraya. No obstante, en está ocasión, por voluntad, he extendido el pensamiento.

Lo mejor nunca sucedido.

El mal de la familia Aguilar fui yo. Si mi mundo no hubiera chocado con el de Soraya, a día de hoy, estarían bien. Los muertos estarían vivos y mi mujer no tendría brotes psicóticos. Tampoco la marca en su cabeza. Ni siquiera amnesia.

Que lo piense no cambiará lo pasado, claro que de poderse cambiar, egoístamente, no lo haría. Conocernos y los recuerdos construidos quedarían intactos, no correrían la misma fortuna otros aspectos, como la noche del ataque o la muerte de mi padre.

Hugo hubiera completado la cacería.

Suspiro profundamente.

Ocho de la mañana. Soraya se desmayó hace más de seis horas y durante veinte minutos, tiempo suficiente para cerrar los cortes. Despierta era imposible. Aunque cuando despertó no estaba para seguir en donde me partieron una silla, demasiado débil por la pérdida de sangre.

Tendría que haberla llevado al hospital, tendría que haber hecho muchas cosas después de treinta años, así que la lleve a casa. Metida en la cama y dormida, me quedé de pie, mirándola por horas.

Aquí sí me puede llamar acosador.

Vuelvo a revisar la hora.

Ocho y un minuto.

Ya voy tarde. El mundo puede cambiar con un minuto y tengo demasiado por hacer antes de que suceda.

Dispuesto a salir, solo me detengo por falta de compromiso de uno de los hombres que hay desayunando. Si saludo mínimamente se me tiene que devolver el gesto.

—He dicho buenos días —marco las cuatro palabras.

—Está enfermo. Creo que es resaca —lo excusa, Alessandro.

—No, que va. Está intoxicado —por gilipollas, él y todos lo que bebieron algo de procedencia Soraya —Nunca he probado un trago hecho por ella, aún así, sí el nivel es la mitad que el de sus cocinados, hay que ser muy masoquista por repetir o directamente no tener neuronas.

—Algunos respetamos las tradiciones —Hugo, me clava la vista.

—¿Tienes algún problema?

—No, para nada.

—En fin, me largo. Joderos mutuamente.

Nada más dar la espalda, la mano de Hugo cae en mi hombro y al girarme soy tumbado por el impacto de su puñetazo. Cubro la boca ensangrentada.

—¿Quién te crees que eres? Hola, Death. ¿Cómo va, Death? Ey, Death. Que bueno verte, Death —hostia puta. Está loco, desquiciado —Púdrete, Derek.

—Eso no...

—Te llamo como me sale de las pelotas. ¿No te gusta? Pues no haber gastado el apodo que te dí en payasos —y tremendamente celoso —Yo soy tú amigo, no ellos. Yo, Derek. Yo.

—Gunther —pronunció y cesa el berrinche.

Hay algo que no cambiará. Ese es el saber su nombre y no de aquellos que resultan reemplazables.

Acepto que me gusta compartir tiempo con los Indecisos, pero no cuentan como amigos, son conocidos. Ni siquiera me preocupan. A excepción de Spark. Ella se ubica en la franja que divide el conocido y el amigo.

—Asegúrate que son de fiar.

—Son de fiar.

—Asegúrate.

Entrando al garaje encuentro a Samiya de llegada.

La africana aguanta horas de dormir a base de café y disciplina consigo misma, curiosamente, es estúpido. Trabaja para la protección de mi mujer. Sin embargo, puse a tres, no una. En la noche ni siquiera era necesaria, yo estaba ahí, así que alguien debería explicarle que hay un concepto llamado diversión y que debería darle uso, al menos una vez por semana.

Damián no será. Mi hermano siempre pierde ante la esposa que peca por su terquedad laboral.

Yo tampoco seré.

Hacer razonar a mi cuñada conlleva un tiempo que no dispongo considerando mi agenda imposible.

—Buenos días —saluda agotada.

—Buenas noches para ti.

Sigo de largo hasta que:

—Tengo trabajo.

—Tú trabajo es mi mujer.

—Exacto.

—¿Cuántas horas llevas de guardia? Vas a subir y meterte en la puta cama o te arrastro de los pelos. No soy tu esposo.

—Soy la única que puede vigilar.

—¿Tan inútil consideras a las demás?

—Inútiles no, indispuestas si. Están hospitalizadas. Daniela, Kora y Liang. Tienen suerte de seguir vivas después de beber como temerarias.

Si los malditos sufren las consecuencias de las copas de Soraya, a los humanos les es peor. Gracias que ella no bebe de lo suyo. Con tantas salidas ya me hubiera quedado sin mujer.

—¿Cuántos hombres hay en este edificio?

—Ciento cuatro —contesta sin parpadear.

—¿Armados y entrenados?

—Si.

—¡Vete a la puta cama!

Santa paciencia.

Interrumpo en el área de recursos humanos dispuesto a no perder más de cuatro segundos.

—Nombre —me dirijo a la jefa de zona.

Sus dedos se paralizan sobre el teclado.

—Anastasia, señor.

—Tienes que buscar a alguien por mi.

Hago el mayor esfuerzo para recordar el nombre del hermano de Spark, cada noche lo repite y cada mañana se evapora. Nunca completo el primer paso. Una tragedia, considerando que trato de conseguir su confianza.

—Estoy seguro que lo recordaré —me masajeo la cien.

—Lo podría describir.

—De poder no estaría aquí —hubiera ido a cámaras y repasado planta por planta hasta dar con él —Es hermano de alguien. De una chica —la mujer, de poder mirarme, seguramente, pondría la mirada en blanco.

—¿Soraya tenía un hermano?

—Es otra chica —suspira apenada y renegando —¿De qué te quejas, vieja? Hay gente que puede soportarme.

—Oh, no. No se ofenda. Aunque no lo crea, un porcentaje de los viejos trabajadores queremos al gruñón de nuestro jefe —su sonrisa parece tímida a consecuencia de su lucha con el miedo —Adrián cambió nuestros pensamientos, y verlo con esa niña era gratificante.

—¿Y cuál es tú queja?

—Esperaba que no se rindiera.

—¿Cómo?

—Que algún día se diera una nueva oportunidad con Soraya.

Quedo petrificado ante el equívoco pensamiento. Una cosa es que Soraya pueda creer que la engañó, otra que lo piensen terceros, ni siquiera deberían pensar. Por otro lado, me alegra el apoyo.

Adrián nunca me habló de esto.

Quizás planeaba quitarles el miedo. Darme una sorpresa desde la ignorancia de que solo los suscriptores a la muerte pueden acercarse a mí. Retadores, desafiantes al riesgo letal. O, simplemente, suicidas.

Claro que él desconocía el dato, ya que su miedo desapareció en el momento en que su prioridad fue proteger a su hija de mí.

—Estoy con Soraya.

—¿Y la chica?

—No es asunto tuyo. Ya he gastado más de cuatro minutos, me largo —justo me suena el móvil y quiero dispararme, por imbécil. Tantas cosas en la cabeza y no veo lo simple. Spark ha enviado un mensaje con el nombre —Edgar.

—Un minuto y...

Me largo.

Nadie se atreve a corregir mi impuntualidad cuando entro a la sala de reuniones donde se me espera para hablar de actuales y futuros proyectos, corrección, casi nadie;

—Media hora tarde —dice, mi segundo.

—Nombre.

—Edgar, jefe.

Le doy un vistazo rápido. Cada vez usa mangas más largas desde el día que cuestione sus cortes. Me empieza a tocar la moral. El día de mañana necesito que alguien ocupe mi puesto, él es mi mejor candidato, día tras días, demuestra sus grandes cualidades sobre el ordenador, no tan buenas liderando, sin embargo, confío tener el tiempo suficiente para cambiar la condición.

—Tengo que darte un apodo —digo convencido —No puede ser que siempre perdamos minutos por tú horrible nombre. ¿Qué no te enseñaron a respetar a tus mayores o qué?

—¿Y a ti de puntualidad?

Mejor lo escondo de Hugo.

Inicia la reunión. Van desfilando los equipos de los diversos proyectos. Aún cagados alabó su ingenio.

—Prodigio —le digo a mi segundo.

—No.

—Cerebrito.

—Menos aún.

—Nunca estás contento, queso rayado —achina los ojos —Ese es por las rayadas de los cortes en tus muñecas.

El equipo detiene la presentación, la mirada de mi segundo se enciende por la ira causada por lo dicho y que no lamento. Si no quiere que le toque las pelotas que aleje las cuchillas.

—Te quiero vivo —sentencio. Estira las mangas escondiendo hasta las manos y respiro hondo —Déjanos solos —no he de repetirme. A solas su cabreado permanece —¿Qué hago contigo?

—Nada. No tienes que hacer nada..

—¿Qué te atormenta?

—Nada.

—Si pretendes que te rompa un par de huesos estás en buen camino. Joder, deja de decir nada y suelta la mierda. Algún día serás el jefe.

—¿El jefe? ¿Y tú? —interroga perplejo.

—El plan es que fuera mi suegro.

—No he preguntado eso.

La cucaracha británica, mi secretaria, toca la puerta y tengo que aplaudir metafóricamente que siga mostrando resistencia a largarse. Me tocó la lotería, más cuando trabaja impecable. Mi mujer ya la hubiera puesto de patitas a la calle, sin embargo, con un poco de suerte emparejaré a la secretaría y a mi segundo.

—Nombre.

—Charlotte, señor —mantiene la distancia.

—¿Aún buscas polla? Si el genio tiene los dos cerebros proporcionados lo vas a gozar.

El exagerado maquillaje no es capaz de disimular el sonrojo de la secretaria. Aquí enlazo varios temas de una. Si logro que copulen como animales mi segundo perderá los pensamientos suicidas.

—Jefe, no es mi tipo —susurra el egoísta.

—Señor, tengo un recado de la señora de recursos humanos —procede a hablar la rubia y me frotó las manos con interés. Señala a mi segundo y dice: —Él es Edgar, el chico que busca.

Vaya coincidencias. Elegí hermanos para avanzar en el propósito común sin saberlo. Si esto no es el destino hablando, ya no sé que es. Empiezo a encajar el puzle.

—Así que tú eres ese —agito mis cejas.

—¿Me buscabas?

—Ahora sí que te has ganado un apodo, cerebrito —cerebrito, yo creo que mi mujer lo llamaría así. No es ningún tonto. Es un genio de la programación. Sin duda el sobrenombre perfecto —Mi cerebrito.

—Dimito.

—No, ya no puedes. Haberlo pensado antes.

—No puedes obligarme.

—Te cuadriplicó el sueldo, cerebrito.

—Acabarás en la ruina —recoge un par de cuadernos, le pide a la secretaría espacio y suspira largo —En fin, lo de la búsqueda. Como bien dices no soy alguien estúpido. Si fuera por trabajo vendrías directo a mí, así que puedo llegar a pensar que es cosa de mi hermana. Lamento su molestia, pero no es cosa mía.

—No molesta. Es de mi confianza.

—¿Ascendí por ella?

—No, la conocí después. Hace unos días.

—Entonces, aléjate de esa zorra. Creer en ella es de estúpidos y yo no creo que tú lo seas, no como lo fui yo.


Mediodía, estoy en el club de los Indecisos. Más que un club de fiesta, es un punto de encuentro, así que siempre está abierto, aún cuando este está vacío, a excepción de Godzilla y Drinkme.

Hacen la vida aquí, hasta tienen habitación, aún cuando Godzilla está durmiendo en uno de los sofás del área principal.

Estoy acostumbrándome a trabajar aquí. Las oficinas apenas la pido para la reunión, sin embargo, aquí puedo estar por horas, después de todo, me encanta que no miren al suelo.

Repaso los proyectos en marcha, marco un par de errores y los envío a los equipos correspondientes. También respondo un correo del ruso. Últimamente está más activo, más impaciente. No correré por él. Aún que tuviera un negocio en marcha con mi mujer, ella ya no está disponible y si quiere lo prometido deberá esperar.

Drinkme me da un trago flojo.

—Tú gente es bastante problemática —dice y mira a Godzilla —Dice que no los dejará pasar, ni por petición de Control. Que sí Control quiere a tú gente aquí deberá decírselo en la cara.

—Entiendo el punto, lo que no entiendo es a Control. Me gustaría ponerle cara y preguntarle. ¿Qué quiere de los míos?

—No puedo ayudarte. Tampoco lo conozco.

—Spark si lo hace, ¿no?

—Hasta ayer creía que tampoco.

La mencionada llega con cara de pocos amigos y con el sueño de un perezoso multiplicado por dos. Hasta tiene ojeras de mapache.

—¿Cómo está? —pregunto, por ganarla.

Pelusa sobrevivió gracias a Alessandro. El que antes me criticaba por ser un dominado se ha unido a la causa. No obstante, ha quedado para el hospital. Esa pelea es la razón de que no los quieran por aquí.

Que los grupos se unan es avaricia. Por mis pelotas lo harán.

—Estable —deja la tabla encima de la barra, hace ver que entiende algo de lo que hago en el ordenador y pregunta: —¿Cómo está la princesa de la toxicidad? Esa chica está medio loquita.

—La dejé durmiendo. Y te equivocas. No está medio loquita, tiene la copa mundial de la locura.

—¿Y tú amigo?

—Es el jinete sin cabeza. Su pasatiempo favorito es decapitar —separa ligeramente los labios —Quitando excepciones tiene un profundo deseo de matar a cualquier humano que se le cruce. Nunca indagué por ese odio, pero creo que todo proviene de La Orden.

—¿De La Orden? —llega Gentleman.

—Son los que nos persiguen. Los que nos dan caza, los que creen que seremos su presa por siempre —me enfoco en Spark, aún cuando Drinkme, Gentleman y un recién levantado Godzilla meten oreja —¿Estás segura de estar conmigo?

—Odio a los abusones.

—Acabarás siendo su presa. Tú y quienes colaboren, aún cuando vosotros sois humanos.

—Vamos a patearlos.

Hugo volvería a cabrearse de estar presente, porque doy información, más de la que él creería necesaria, sin embargo, él no está capacitado en opinar acerca de lo que desconoce.

Lo oigo maldecir sin estar presente.

No son amigos, no son de fiar. Cuando no mires te van a traicionar, pero como a tí no pueden matarte, serán a otros. Y, evidentemente, no te darás cuenta porque eres un descerebrado.

Tonterías, a un celoso no le daré la razón.

Al llegar más Indecisos a los que no hago participe, finalizo la charla y tras un par de saludos voy a la sala del billar.

La sangre de Soraya se ha sacado.

—Tienes que contratar personal —digo para Spark, que me ha seguido.

Otra programada de manual que puedo escuchar como hago con Hugo sin que abra la boca. Ella reclamará mi parte del trato, reclamará por su hermano y, por primera vez, no podrá cagarse en mis muertos.

—Control no me paga lo suficiente —otra vez la misma queja.

—Sácame una duda, Spark. ¿Hombre o mujer?

—Un equipo.

—¿Control es un equipo?

—Si.

—Todo equipo tiene una cabeza pensante —miro hacía la puerta abierta y bajo la vista a Spark —¿Hombre o mujer?

—Ambas.

Mantengo la atención en ella. La insistencia genera la unión de sus cejas y torcedura de labios. Voy conociendo nuevas gesticulaciones. Aprendiendo a leer a las personas. Es por ello, que sin equivocación, puedo señalar que la chica chispa se está empezando a cabrear, más de lo normal.

—Localice a tú hermano, el cerebrito —su dureza facial se intercambia por una que transmite tristeza y preocupación, si estoy en lo correcto —Es mi segundo. Y eso a nosotros nos va muy bien.

—Aléjalo de nuestros conflictos.

—Tranquila, mi intención es que sea el CEO de mi empresa. Es un genio de la programación y puedo hablar con él, aunque como líder es pésimo —mis palabras son acogidas con un gran interés y una pequeña sonrisa, la cual se evapora con lo siguiente: —Intentó suicidarse.

—Es por mi madre.

—Mi pregunta es la siguiente, Spark. ¿Quieres que envíe a mi amigo a por tú madre o vamos de buenas?

—¿Con tú amigo te refieres al de ayer?

—Sería rápido y eficaz.

—Es mi madre .

Solo tres palabras y un tono de voz flojo son suficientes para entender que iremos por una vía limpia de sangre. Entiendo que le pase como a mí. Enzo era mi padre.

—Voy a encargarme, Spark. Ya lo quería vivo antes de saber que era tú hermano, ahora el interés ha aumentado. Pero...

—¿Siempre tiene que existir un pero contigo?

—Estamos a pocos días de San Valentín. No puedo distraerme —miro nuevamente la puerta y reduzco el volumen —Considera a Gentleman. Ese hombre no te quita los dos ojos de encima.

—No es mi tipo —misma canción que el hermano.

—A mi no me jodas. A ti y a tú hermano os gusta lo mismo, a él le gusta una británica y a ti un británico.

—Aburro su acento inglés —dice, alzando la voz.

Soraya disfrutaría con Spark. Tienen un gen maligno que comparten y que enloquece a hombres como Gentleman y yo.

A la noche estoy de regreso a la pent-house.

Samiya está en el rellano. Tras inspeccionar su rostro descarto la posible bronca por desobediencia, ya que su piel luce mejor, después de que haya dormido, aunque puede tratarse de maquillaje.

—¿Continúan en el hospital? —asiente en silencio.

Otra que se cabrea conmigo. Genial, no voy a disculparme del grito necesario de está mañana para ajustar sus neuronas.

Introduzco la tarjeta y da error. Vuelvo a intentarlo, lo vuelvo a hacer mientras escucho la risa maquiavélica de mi cuñada. Al final resulta que la africana sabe reírse.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—Cambiaron la contraseña mientras dormía. De no haberme mandado a la cama podría haberlo evitado, pero te hice caso.

Doy un primer toque al timbre, a continuación lo desgasto después de haber escuchado pasos detrás la puerta.

—Abrid —aporreo la superficie.

La puerta se abre a medias y con una cadena inútil que no deja que pase a más, inútil porque la puedo romper. A pesar de eso, me planteo la situación cuando se asoman la mirada de Hugo y Soraya.

—No aceptamos a perros falderos —dice Hugo.

—Tienes que elegir. Ellos o nosotros —complementa Soraya.

Estos dos siempre han sido y serán mi ruina.


****

No me llores, yo avise que este capítulo iba a ser corto, aunque tiene el tamaño normal de Wattpad, bueno, es 1.000 palabras más largas. 

Sé que no pasaron muchas cosas en este capitulo. Bueno, si pasaron cosas, otra cosa es entender todo lo que pasó. Ja, ja, ja, ja. 

El siguiente capítulo va a ser largo... Nuevamente, pasarán cosas y entrara de nuevo en juego Control. Así que vayan preparándose, ya que van a salir votaciones en Instagram para decidir que hacen nuestros bebés. 

¿Qué personaje creen que narre? 

PISTA. Es alguien que no narró antes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top