038 - CORAZONES DE CRISTAL
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
DEREK SALVATORE
Trago humo mientras espero paciente.
He concedido cuatro minutos para que se despidiera y se reuniera conmigo, pero el cabrón se toma sus propias licencias. Tengo que educarlo.
—Sube —le ordeno cuando llega.
—¿Y el por favor? —saca de su abrigo un paquete de galletas como si se tratara de contrabando, por mi parte, descubro la pistola que guardo bajo la gabardina —No me amenaces, bozzolo. Hicimos un trato.
Lo sé muy bien. Estuvo apunto de echar a perder todo cuando casi mencionó que yo lo usé de mensajero. De que conozco a Hugo. Afortunadamente, lo convencí de que guardará silencio a cambio de llevarlo con él. También prometí la verdad.
—Si se te cae una migaja en mi coche, te atragantaras con la pistola y dispararé.
—Nunca desperdicio comida.
Conduzco hacia la mansión principal. Alessandro cumple sin ensuciar la tapicería. Mientras tanto, tengo preguntas. Se me prohibió investigar, no interrogar al glotón.
—¿Quieres una galleta?
—No.
Inexplicablemente, sus ojos se ahogan. Debería estar feliz por tener una galleta más que comer. Es un muerto de hambre.
—Entonces... —enciende la radio y la apago en el acto, consigo su mueca —¿De qué conoces a Hugo?
—Es mi mejor amigo. Y único.
—Los amigos me gustan. Tú no. No me gustaría que fueras mi amigo.
Sigue tocando mi coche y le golpeo la mano. Tiene cierta inclinación a ser un niño con una curiosidad insaciable.
—Estás ensuciando el coche con tus malditos dedos grasientos —se distrae usando la camiseta como pañuelo, así que aprovecho y le hago la primera de las muchas preguntas: —¿Cómo es posible que lleves dos años aprendiendo a leer?
—Castellano. Soy italiano. ¿Recuerdas?
Ya sé que es un imbécil italiano, aunque no tiene un acento con el que le pueda identificar la región. Además, miente. La forma en que huyó lo delató. De ser solo el castellano el que aprendiera, simplemente, lo podría haber dicho sin necesidad de dramatizar.
—¿Sabes leer italiano?
Silencio.
—Responde —mira el exterior como si eso fuera suficiente como para salvarse del interrogatorio. Freno el coche, lo repaso y trato de generar conciencia —No sé nada de ti, vecino. Tú quieres información. Y lo que contaré no es algo que deba decirle a un extraño.
—Renegociemos las condiciones de mi silencio.
—¿Qué más quieres?
—Solo quiero ver a Hugo —cierra el puño tembloroso encima de su frente —Déjame comprobar que está bien y me iré. No volveré a molestar. Ni siquiera me acercaré a Soraya. Desapareceré. Solo. Quiero irme sabiendo que está bien, por favor.
—Soy Derek Salvatore. Aunque no uses mi nombre. Tengo treinta años. Soy hijo de un difunto maltratador, pedófilo y violador. Nací en una familia envuelta en negocios turbios que me importan una mierda, aún cuando pretendía que fuera el líder, trollé a mi hermano Máximo y le di el puesto. Hace unos años me gradué con los máximos honores en la carrera de ingeniería informática, creé mi propia empresa de creación de aplicaciones y...
—¿Creaste Control?
—No hago mierdas. Ahora, preséntate.
—Ya sabes mi nombre. Y, creo que... Tengo veintidós —cree, solo alguien que no ha podido contar los años puede creer. Aunque también lo puede dudar un huérfano —Soy el mejor jugador de Control.
—¿Qué sabes de tú familia? —sale del coche, se coloca la capucha y anda dirección la ciudad. Doy marcha atrás bajando la ventanilla —Sube. No me hagas bajar.
Termino bajando con su nula respuesta. Sale corriendo, lo cazo sin dificultad y lo llevo hacía un tronco. Destruyo cualquier escapada. Sus ojos me miran con tristeza, no con miedo. Y, donde sería feliz, no lo soy. Maldigo la carga emocional que lo encarcela en una burbuja de inseguridades. Parcialmente, veo a mi antiguo yo en él. Soportando el nacer en una familia de mierda.
—Déjame ir.
—Sube al coche. Iremos a ver a Hugo sin más preguntas.
—Y me dejarás vivir con Soraya.
—Ni en tus putos sueños.
Llegamos a la silenciosa mansión. Normalmente, siempre lo es en mi presencia, sin embargo, considerando quien hay encarcelado, aún sin estar presente, el ambiente fúnebre no cambiará.
—Será desagradable —advierto.
Se mueve con pasos curiosos por el extenso recibidor hasta que un jarrón de incalculable valor, cercano a él, estalla por el cañonazo de una escopeta recortada.
Damián fija la cabeza de Alessandro como su objetivo.
—La primera de advertencia —anuncia sus hostiles intenciones.
—Baja el arma —le ordeno.
—Si no sacas la basura de mi casa, lo haré yo —su mirada está cegada por el odio.
—Tengo un acuerdo con él. Visita a Hugo y... —usa un segundo disparo contra otro jarrón al que nadie tiene aprecio.
—¡Ahora!
—¿Desde cuándo cumplo órdenes?
—El enemigo no andará por nuestro territorio a su antojo.
—Ridículo —atrapo el cañón llevándolo sobre el pecho —Hazte a un lado o me disparas a mi. A él lo dejas en paz.
—No haré eso.
—Pues ya sabes que hacer.
—Nuestra gobernanta le puso apodo. Un apodo —aprieta los dientes —Eso era nuestro. No puede presentarse un gilipollas en su vida y darle uno, tampoco puede ser su amigo. Se roba mi lugar.
—Nadie te quita nada.
—Pero...
—Tú lugar sigue existiendo, al igual que yo existo como su hombre. Te daré más tiempo con ella.
Aún cuando sus motivos son distintos, estoy rodeado por dos deprimentes que se ganan mi maldita preocupación.
—¿Puedo ordenar algo de comer? Tengo hambre —Alessandro, expresa muy poco cooperativo.
—¡Yo me lo cargo!
—Culpa suya —me señala.
—Igual que el hambre en el mundo —blanqueo los ojos —No jodas, inútil. Vives muerto de hambre.
—Hugo me pegó por tú culpa.
—Y tú besaste a mi mujer.
—Encontraré la cocina sin tú ayuda.
—Vienes a por Hugo —le recuerdo, resistiendo la tentación de quitarle la escopeta a mi hermano y ser yo quien le dispare el culo.
—Dudo que se vaya —se adentra en el edificio.
—¿Tiene algún defecto en la cabeza? —me cuestiona Damián.
—Solo un inmenso amor hacia la comida.
—Lo investigaré.
Tenemos un largo debate de porque lo voy a golpear si mueve un solo dedo para iniciar con la investigación. No, es no. Además, a cada segundo, cerca de él, es más evidente que es inofensivo. También del hobby favorito de mi mujer. Adoptar animales con grandes carencias efectivas.
Damián se rinde y voy a buscar a Alessandro sin esfuerzo, ya que lo encuentro vaciando la despensa. Su apetito es feroz.
—Lo tuyo no es humano —se le cae la comida y pierde los colores. Afirma mis sospecha. Es un maldito —¿Asustado? No deberías.
—¿También te drogas?
—Nunca.
—Igualmente, ganas dinero con ello. Estoy convencido de que en más de una ocasión el traficante era uno de tus hombres. Eres un mal tipo.
—Ocurrió. Y está muerto. Aunque lo que más me apetece es matar a la puta cucaracha que lo condujo a su situación.
—¿Hablas de Laura?
—Supongo que ese es su nombre. ¿Alguna idea de su paradero?
—Desde que Soraya lanzó sus pertenencias nadie ha vuelto a saber de ella, ni siquiera Hugo. Aunque podría haber mentido —le vuelve a aparecer la mirada de tristeza en el coche. Es muy transparente —Creí... A pesar de que me dijera que no, yo creí que éramos amigos y que... ¿Acaso no soy confiable?
—Joder. Deja el lloriqueo y mueve el culo, estás aquí por Hugo —no le dejo quejarse de mi comportamiento —No te prometo un encuentro feliz. Y, te diría que estás a tiempo de huir, pero tú no harías eso. ¿Cierto?
—Cierto.
Se guarda varias chocolatinas menos una para el camino.
Vamos a las mazmorras, al entrar, se queda anclado mirando las jaulas que contienen cuerpos desgastados, algunos mutilados. Sus lamentos y jadeos forman un cantico fúnebre. Muchos de ellos morirán pronto. A falta de un médico han contraído infecciones graves a causa de torturas, precaria alimentación y falta de higiene. Una cuarta parte eran siervos de Enzo, otros sujetos que rompieron las nuevas reglas y, la mitad restante, enemigos.
Agarro la mano sudada de Alessandro y lo obligo a avanzar por el pasillo. Tiene los ojos dilatados, las facciones tensas y presenta complicaciones a la hora de respirar, pero él quiere ver a Hugo y yo he de empujarlo a caminar. El miedo que no me tiene lo guarda para este lugar. Extrañamente. Descarto la posibilidad de que fuera uno de nuestros condenados porque Damián lo sabría, él más que nadie sabía los tejemanejes de nuestros padre y quienes eran sus prisioneros. Además, de haberlo sido, no conservaría su lengua, características común de todos aquellos que encarcelaba.
—¿Temes que te encierre?
Silencio. Estoy seguro que le hicieron cosas terribles, que lo encerraron y condenaron desde que era niño. Sospecho que fue su propia familia. Y, doy por sentado, que estaba listo para morir. Aún guardo deseo de ello. Sin embargo, pretende seguir viviendo. Matarse es muy simple. Identifico su deseo de venganza.
Vuelvo a verme en él.
Ancla los pies frente la celda que lleva más años ocupada. El hombre intocable. Incluso para Enzo. Es lo único que le respeto a Máximo, nunca tocó al único condenado por mi hermano mayor. Algo extraño en mi padre.
Un ojo lo tiene parcheado y es cojo, a falta de una pierna. Al igual que le faltan dedos, una oreja y el pene, lo primero que le arrancó. Es calvo por quemaduras de tercer grado. Adefesio. No obstante, sigue estando mejor que muchos, ya que es el único que tiene médico y comidas dignas. Mientras que las muertes de los demás no importan, si lo hace la suya.
—¿Qué lo hace especial? —Alessandro, se ha dado cuenta.
—Tiene prohibido morir.
—¿Por qué?
—Porque el día de su muerte será el día en que entierre a mi hermano. A ser posible, no te acerques a él. Suficientes problemas me das con Damián, no me los des con Máximo.
Suelta mi mano alejándose de la celda. Ignorando la provocación del miserable en la celda. Hace mucho que se le debería haber cortado la lengua, sin embargo, yo no decido.
—Hasta aquí llegan los rumores, Derek —el miedo me lo perdió hace unos años —Hablan que tú puta ha regresado, pero no entera. ¿Qué se siente estar delante de ella sin que te recuerde?
—¿Tú puta ha regresado? ¿Y Soraya? ¿Es por eso que tardaste en venir después de que te llamará?
Alessandro, le falta inteligencia. Cualquiera sumaría.
—Céntrate —alcanzo la puerta interesante y desbloqueo cada código —Una vez crucemos te espera un mal cuento, vecino. Y ya te he advertido que será de todo menos agradable.
Hugo se encuentra en la esquina más alejada, encadenado y teniendo una obsesión con las cadenas. Tararea una canción vieja. Señal de advertencia.
Alessandro no tiene tiempo a acercarse porque lo retengo.
—¿Qué tenemos aquí? Dos cabrones. Uno peor que el otro.
—Hugo...
—Gunther —rectifica Hugo para Alessandro. Sonríe delirante —Soy Gunther. Casi te salió bien la jugada, perro. Creyéndome tú dueño y resulta ser que ya tenías puesto el collar.
Le regala sus ojos irritados. Aún mantiene la sangre contaminada. Es imposible que desaparezca de la noche a la mañana, a pesar de ser maldito, tiene su proceso de curación como mortal y solo tiene una dosis. He de seguir su evolución para ir ajustando. Por otro lado, conozco miradas. Mayoritariamente las que hablan de miedo. También, a menor medida, las que procesan amor. El rumor es cierto. Hay cosas buenas y malas, hay un vínculo. Creía que a Hugo nunca le llegaría. Se burlaba del sentimiento, más lo tiene. Desgraciadamente, tras mis que lo haya usado, lo que podrían llegar a tener está dañado.
—Lárgate —ordeno a Alessandro que solo presta atención a Hugo —¡Alessandro, hazme caso!
—Ninguna celda puede retenerme, perro —se burla de las cadenas con un gesto suave —Saldré de aquí muy pronto y pasarán cosas, cosas de las que voy a disfrutar como no te puedes imaginar. Fragmentaré tú alma, devoraré tú corazón traicionero y cortaré tú hermosa cabeza.
—Mientes.
—¡Confiaba en ti! —enloquece como nunca —¡Aún cuando le dijiste de mis problemas a ella, creía que era por mi, que yo era importante! ¡Tú deberías haber sido mi puto perro! ¡Mio, joder! ¡Te destruiré!
Empujo a Alessandro fuera de la celda para que no pueda seguir escuchando veneno. Bloqueo la puerta desde dentro. Hugo grita desquiciado, lo maldice prometiendo su muerte lenta y dolorosa. Joder. Alessandro, hizo lo que hizo, porque le importa. Fue mi mensajero por su bien, no el mío.
—¡Basta! —la grito.
—¡¿Cómo tuviste los huevos de infiltrar a ese hijo de puta?! ¡¿Por qué tenías que joderme así?! ¡¿Acaso era insuficiente con tú promesa rota?!
—Es tuyo. Todo tuyo.
—¡Mientes!
—Si tan solo escucharás.
—¡Ya no te creo! ¡Me jodiste, Derek! ¡Me jodiste!
Llora, por primera vez, llora por su equivocada imaginación. Me gustaría saber su historia, entender como alguien ha podido tocar su corazón, sin embargo, sé que el amor es un enigma maravilloso que ni siquiera podemos explicar aquellos que lo procesamos, solo podemos dejarnos llevar.
—Nunca te la hubiera dejado si mi intención hubiera sido destruirte.
—¡Destruyes lo que tocas! ¡Su amnesia es tú culpa!
Salto sobre él sin control de los puños. Hay cosas que, por más que se piensen, no deberían ser dichas en voz alta. Aún sin tener el culpable del ataque, siempre supe que yo tenía parte de implicación, ya que al aceptar una relación con Soraya, eso la convirtió en mi mayor debilidad. Salió herida por mi. Mis suegros murieron por mi. Si no hubiera estado en sus vidas, a día de hoy, vivirían.
Tanta rabia acumulada le doy uso contra Hugo. Aún cuando es incapaz de defenderse, solo me detengo cuando cae inconsciente. Sin remordimientos.
Aseguro la puerta una vez salgo. Alessandro no está, así que mi primer destino es ir a la despensa, pero tampoco está. Descarto la cocina. También el comedor. Ordeno que lo busquen mientras voy a limpiarme.
Al poco, dan aviso de su paradero.
Está en el bosque. Sentado en posición fetal bajo el pie de un roble. Tiembla y llora. Tengo un porcentaje de culpa de su estado. Maldito desastre.
—Alessandro —le doy una palmada en la cabeza —Vamos, no me seas hijo de puta. Soy pésimo consolando.
—No quiero consuelo —golpea mi mano.
—Si dejas de llorar, te respondo cualquier porquería.
—¿Por qué no te recuerda?
—Sigues llorando.
Ocupo lugar a su lado. Muestro las placas y las beso, aferrado al imposible por el que peleo.
Cuando se limpia las lágrimas respondo.
—Atentaron contra ella y mis suegros hace dos años. A ellos los perdí, al igual que me perdí de los recuerdos de mi mujer. Durante el transcurso del evento recibió un golpe en la cabeza. Si te fijas en su cabello, hay la herida.
—Tengo más preguntas.
—Sé más empático, joder.
—No me comprendo a mí, menos a ti —observa las placas y se las doy, lee con suma lentitud —Bird. Bambino. Trece de noviembre. Ese es el cumpleaños de Soraya.
—También el mío. Y del día en que nos conocimos. Bird y Bambino son los apodos que nos dimos —me lo devuelve. Mimo el metal con el pulgar —Hugo me lo dio. Era el regalo que ella me iba a dar en nuestro cumpleaños. El mío era la alianza junto a una propuesta de matrimonio, pero...
—Atacaron a Soraya.
—El sueño se transformó en pesadilla. Se suponía que todo estaba bajo control, había trabajado en ello. Joder, hasta mi padre se mostró aceptable. Era demasiado perfecto para que fuera real.
—Suena muy malo.
—Muy malo.
—¿Solo tú fuiste olvidado? —pregunta sin tregua.
—También mi familia. Ella olvidó todo lo que implicaba oscuridad y sé quedó con luz. El único que quedó, aún siendo oscuro, fue Hugo. Eso es porque nunca supo que estaba relacionado con nosotros.
—No lo entiendo.
—El cerebro es el órgano más complejo. Ni siquiera yo lo puedo entender. Es por eso que tengo un equipo trabajando en ello. Cada detalle de nuestra relación ellos lo saben y yo cumplo con sus métodos.
—¿Hacerla sufrir es parte de esos métodos?
—Desgraciadamente.
—Supongo que lo haces bien. Ella recordó las mazmorras por un segundo.
Sudor frío, la sangre se hiela. Ya me desesperé en su apartamento cuando reconoció mi voz en la tragedia, ahora me angustia. El que vaya recordando es el peor de los síntomas.
—No, no, no... —joder, hostia puta —Si dice algo incoherente, responde con una incoherencia. No la empujes a recordar.
—Eres raro.
—Si recuerda quien soy se reiniciaría como si fuera un ordenador y hubiera encontrado un error fatal en el sistema —si no fuera así, no habría motivos para no ayudarla a recordar. Sería lo simple.
—¿Cuántas veces lo has intentado?
—¿Estar con ella? Es la primera. Pero intenté que me recordará hace dos años hasta enloquecer. Cada vez que ella se reiniciaba era peor. Ignoraba a los médicos y mis hermanos que suplicaban que me detuviera, aunque solo Hugo lo consiguió con métodos pocos morales. Me fui pidiéndole que la cuidará, le prometí que le enviaría dinero mensualmente para que pudiera tener la vida que se merecían después de tanta mierda. Pero nunca llegó. Desgraciadamente, no vi el problema que representaba la puta que estaba con Hugo.
—Amnésica sin posibilidad de recordar, enemigos sin rostro y una amistad rota por culpa de una mujer. Ese es el resumen, ¿no?
—Básicamente.
—¿Sabes qué? No entiendo de sentimientos, pero estoy convencido que vas por muy mal camino. Está versión violenta no hará que se enamore.
—Querer su amor es un deseo egoísta. Lo que quiero es devolver su esencia, aunque sea la mitad y si eso significa su rechazo.
—Ajá.
—Te odio.
—¿Ah? ¿Y? No me importa.
—¿Quieres hablar de Hugo?
—No —se incorpora.
—Hay algo que deberías ser consciente. Él, al igual que nos...
—Estoy molesto. No quiero saber de él hasta que pida perdón, porque yo no merezco esto, no por ayudar.
Respeto su decisión temporalmente. Además, me parece perfecto un descanso mental tras el mar podrido. Más cuando se aproxima el océano. Damián no para de ejercer presión para regresar al punto cero.
—Vamos. Te llevo a casa.
El viaje de regreso se pasa lento y en silencio. Alessandro parece estar procesando todo lo contado. Entro al garaje. Sus ojos se agrandan, se le dibuja una sutil sonrisa y pregunta:
—¿Significa lo que creo?
—Ya lo tenía decidido antes de que ella me dejará sin sexo. Pero hay condiciones —le entregó dos tarjetas, la llave y una copia bancaria de mi cuenta —Tendrás que cumplir un horario.
—La tarjeta de crédito no la necesito. Soy el mejor jugador de Control.
Sé que lo es, joder. Le gusta presumir de ello. Así que sé que tiene que contar con una generosa cuenta bancaria, pero tengo ruido de fondo, uno muy grande y que provoca que no quiera movimientos en dicha cuenta. Tengo que indagar más sobre él. Hacerme de confianza.
—Úsala.
—¿Qué planeas?
—Nada. Solo que sé algo que tú ignoras —es mi nuevo amigo —-Ahora, baja antes de que recapacite. Ve a celebrar tú asquerosa victoria.
—¿Estoy obligado a ser bueno contigo si tú lo eres?
—Solo no uses mi nombre.
—Quiero saber más de Soraya. Es mi única amiga —y yo lo sé.
—Seguiremos más adelante. Es muy tarde y mi mujer le hará ilusión saber que permanecerás a su lado. Ve a darle la alegría.
****
¿Cómo no amar a Derek con esa labia? ¿Cómo no amar cuando ante pone recuperar la esencia de su mujer antes que su corazón? ¿Cómo no amar a Derek cuando quiere proteger Alessandro por ser el amor de Hugo?
Yo... Así... Es que... Es que...
¡No se puede!
Se pude ser malo, pero también tener corazón. Ni los villanos son negros, ni los héroes blancos. Es hora de dejarlo claro.
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