015 - COSA NOSTRA


 CAPÍTULO QUINCE

DAMIÁN SALVATORE


Tengo vía libre, después de que mi hermana se haya ido. Ambos sabemos que soy mejor interrogador, aún cuando su aprendizaje es veloz, existen cualidades que solo pueden ser adquiridas al nacer. Él habla de maldiciones, yo de leyendas. Somos seres extraordinarios, míticos y únicos. Dioses.

Voy a cumplir el encargo, aunque no lo vea como tal, ya que sin petición igualmente lo haría. Soy honesto. Si hubiera sabido que la gobernanta de dioses había regresado ni siquiera hubiera informado de mi cazaría, simplemente, hubiera llegado a mi hermano con el resultado. Su prioridad está con su mujer, no poniendo cara a los culpables, al menos no cuando puedo encargarme. Desde mi regreso he sido cumplidor, aún cuando no hay avances, he limpiado.

El condenado está consciente, aunque ya no está para atemorizar, algo que era habitual en su vida. Ocupando una buena posición dentro de la mafia italiana, tenía los bolsillos llenos. Papel que no le ha servido a la hora de escapar. A ninguno les ha servido. Es estúpido pagar por silencio cuando nadie puede callar ante mi presencia.

Ayudo que se sienta usando la pared como respaldo, limpio la sangre de su rostro y compruebo su boca. Mi hermano ha sido blando. Se nota la presencia de Soraya, de otra forma ya estaría muerto y debería joderme. Es complicado buscar a los humanos que guardan con recelo las pistas de quienes busco.

El mafioso ríe y dice:

—Quella puttana sarebbe dovuta morire.

(Esa perra debería haber muerto)

Estos pequeños detalles son los que hacen creer que la mafia italiana fue la causante. A pesar de que nuestra familia es señalada de pertenecer al mismo grupo, Enzo no se reunía con ellos. Nunca los consideró por su naturaleza humana, al igual que no consideró que sus hijos tuvieran una debilidad en común. Soraya Aguilar. Nuestra desgracia fue su felicidad.

Sin embargo, retomando los pequeños detalles, las palabras feas no los hacen culpables. Somos enemigos, yo también trataría de fastidiar si su situación fuera la mía. Además, a falta de unos cuantos para extinguirse, las posibilidades de que ellos lo hicieran son mínimas.

Somos conscientes, pero removiendo la basura cabe la posibilidad de encontrar un nuevo hilo del que tirar. También aprovecho para seguir limpiando. El mundo tiene que ser bonito. De abundantes tonos verdosos con algún matiz en rojo, rebajando el gris contaminante de las ciudades y ampliando los jardines, aún si eso significa la pérdida de muchos ignorantes.

—Chi era? —pregunto, convirtiendo la voz en un susurro hipnotizante.

(¿Quién fue?)

—Non lo so.

(No lo sé)

—Dove si nascondono i tuoi capi?

(¿Dónde se esconden tus jefes?)

Suelta la información sin escatimar en detalles. Obtengo nombres, apellidos y el último escondite. Agradezco complacido cuando se da cuenta de su falta de compromiso con sus compañeros y líder, aunque no lo podía evitar.

Dedica ofensas que no lastiman al dios que lo arrastra hacia el exterior. Cada uno de ellos son insignificantes.

En el patio espera la caja de madera a su anfitrión. Sin apenas esfuerzo meto al condenado en su interior, haciendo pasar cabeza, brazos y piernas por los cinco agujeros dispuestos para tal propósito.

Tras ser extirpado de las memorias de Soraya cumplí nuestro sueño en común. Viaje por el mundo descubriendo culturas, insectos y torturas, conocimientos que empleo a diario tras realizar un ránking de castigos. El primer puesto lo conquista el escafismo, costumbre antigua del Imperio Persa y basado en bichos, casi parece haber sido creado por un antepasado.

El procedimiento es simple. Introducir al condenado en una caja de madera con cinco agujeros para sus extremidades y untarlo con leche y miel, atrayendo así los insectos que guiados por las diarreas se introducen por el ano a poner huevos. A consecuencia, lentamente, al nacer las larvas, el sujeto se lo comen por dentro causando su muerte en cuestión de días. Sin embargo, considerando sus cuatro años de sufrimiento, he omitido la provocación de sus excrementos líquidos, haciendo que los insectos vengan a empeora las heridas causadas por mi hermano.

Cierro el último candado visualizando la llegada de Samiya. A cada día que pasa me enamoró más de la africana.

Medio abro el kimono, ordeno el cabello y voy.

—Vroue —le ofrezco la mejor sonrisa moja bragas y suspira resignada —¿A que sé debe el suspiro de mi hermosa esposa?

—Estoy trabajando.

—¿Y el problema?

—Molestas —antes de poner sus manos sobre mi corazón roto se aleja, arrugando deliciosamente el entrecejo —¿Cuántas veces tengo que decir que no interrumpas en mitad de mis labores? Menos usando mi apodo. Trabajando soy Samiya, en privacidad lo que desees.

—Con esa actitud cualquiera diría que tú precioso jefe te amarga.

—Es que me amargas.

Tan adorable. Agarro sus mejillas con la buena intención de frotar nuestras narices y recibo un puñetazo certero, provocando la hemorragia nasal. Samiya es profesional separando la vida laboral y la privada, a tal punto que ignora el morbo que produce tener a su esposo como jefe. No obstante, la excusa solo sirve para el amor y las sucias fechorías, ya que la agresión me la he llevado.

—Tú ganas, Samiya —alzo las manos —¿Tienes algo estrictamente laborable para tú irresistible y queridísimo jefe? —el mal genio lo tiene clavado en sus facciones mientras blanquea los ojos —Spa. Te daré vacaciones para que vayas al spa con tus hermanas y esposo.

—Termine de limpiar tus últimos cadáveres —mira al condenado en su caja. No tengo que explicar que tengo nuevas presas para que lo sepa —¿Irás a por ellos?

—Si, pero no estás invitada —hace un mohín —No trabajo con aburridas.

—Lo discutiré con mi otro jefe.

—Mi hermano se fue —se sorprende sin conocer el regreso de Soraya. Ellas no se conocieron porque conocí a Samiya en mi viaje, sin embargo, le he hablado tanto que es como si fueran amigas de la infancia —Iré con Jack. Ya sabemos como es Jack. Antes de que hables intentará amputarte.

Jack se afila el colmillo con una lima de hierro. Hace algún tiempo desistí en cortar la manía del sádico contra su dentadura, aún si comparte cuerpo y considerando que sus estropicios los puede arreglar el dentista. A lo largo de años, he ido conociendo cada personalidad de mi hermano Giovanni, creando un ránking de peligrosidad. Él ocupa el segundo lugar, teniendo el primer puesto Alexa.

Jack no hace amigos. Sus conversaciones suelen consistir en un par de frases que ponen el vello de punta, a no ser que sea Hugo. Con él podría estar horas debatiendo sobre armas blancas y el arte de matar. Son bestias desalmadas. Su unión es sinónimo de masacre. Por otro lado, tiene una dieta que ridiculiza la mía basada en insectos. Su plato favorito son orejas de mafiosos.

—Hay trabajo —digo y continua rascando el diente —Te dejaré comer lo que quieras de ellos.

—Ajá.

—¿Qué ocurre?

Muestra un imagen del directo de Soraya hace unos días. El día en que regresó a casa después de que Máximo estuviera un par de semanas cuidando de ella tras la agresión de un imbécil. En un principio, cuando descubrí el regreso de Soraya me molestó que Máximo no contará conmigo, sin embargo, fue una frustración momentánea, ya que no puedo replicar cuando siempre cubrió mis escapadas con la mujer de mi hermano.

La cuestión de la fotografía no resalta en Soraya, ni en Hugo, sino que lo hace con el parásito. No debería estar ahí ocupando mi lugar. Siempre fuimos los tres contra la noche. Ni siquiera Derek nos separó al descubrirnos. Así que no puede venir un don nadie a sustituirme.

—¿Quién es? —cuestiona Jack.

—Mi presa.

—No dejarán que lo caces.

—¿Quién me lo impediría? —me responde con la foto de Hugo —Conozco las miradas del perturbado. No está en su mejor momento, pero es evidente que ya lo reclamó como suyo.

Entonces el problema está solucionado. Solo juega con él como un gato con su ratón.

—¿A qué te refieres con que no está en su mejor momento? —la risa retruena por el salón. Con ello sé que no responderá. Además, ya ha derrochado demasiada saliva y no es su pasión —¿Vendrás a cazar?

—Nunca desaprovecharía un banquete.

Sicilia. Hermosa en cada rasgo. Envuelta por el Mediterráneo su esencia la convierte en objeto de deseo. Aquí nació la mafia de nuestra tierra en el siglo diecinueve, ahora morirá en el veintiuno. Poesía, de alto nivel. Unos doscientos años de historia están apunto de convertirse en cenizas en el lugar donde por primera vez vieron la luz.

A lo largo de la cacería he estado aquí por una docena de ocasiones, en cada una de ellas, algo conseguía. Es por ello, que después de haber recorrido hasta el rincón más escondido no esperaba regresar. Sin embargo, tal y como ha indicado el condenado, se han estado moviendo sigilosamente por toda Italia. Desde lo alto de la bota acabando en la pelota.

—¿Dónde están? ¿Dónde están? —repite Jack.

Está ansioso. Siempre lo está cuando se le ofrece una presa que puede tratar como ganado.

—Tranquilízate. No puedes dar el espectáculo en mitad de la calle.

—¿Quién lo dice? —de pronto, tengo su cuchillo rozándome la nuez.

—Hugo se decepcionará —le respondo sin alterarme.

Es la segunda personalidad más peligrosa, pero normalice el gesto por ser algo habitual en Hugo. Además, mencionar su nombre es una gran táctica para disminuir la intensidad de Jack, también puede producir el efecto contrario, dependiendo de las palabras que lo acompañen. No quiere defraudar. No a Hugo. A los demás nos puede caer un rayo, más no a su ídolo. Es su mayor devoto.

Jack guarda el cuchillo.

—Antes de que hagas una carnicería hay que sonsacar información.

—Si ellos no fueron —se queja.

—Aún así pueden aportar algo de esperanza. Si no fueron los italianos, fueron otros. Las mafias están organizadas a nivel mundial. Cada país tiene un líder y anualmente se reúnen para...

—Aburrido —interrumpe, fingiendo un bostezo.

—Hugo se...

—Ya lo hubiera resuelto —posiblemente, aún así hasta el más imbécil sabría que es mejor que se mantenga cerca de Soraya —Vamos, dime. No te hagas de rogar. ¿Dónde están?

—En tierra santa.

Insiste para que le dé la ubicación exacta, aún si ambos sabemos que eso no va a ocurrir. Él dirá que se comportará, que no habrá baño de sangre, más sabemos que lo que acontecerá es un diluvio rojizo si me precipito al decir. Sé que Jack, al igual que le pasa con los demás, no tenía estima para Soraya, aún si Giovanni si lo hacía, a pesar de sus constantes rechazos.

No pongo en juicio el criterio de Soraya, aún así nunca comprendí porque negaba a mi hermano menor. Se lo pregunté en varias ocasiones. Nunca dio respuesta. Al final, a pesar de no temer a su hombre, consideré que si podía vivir asustada por las inciertas personalidades de Giovanni. Él la quería. Si tan solo hubieran tenido más tiempo cabe la posibilidad de que lo hubiera aceptado.

Camino por Palermo sin quitarme la insistencia de Jack.

El sol calienta en mitad del otoño, a su vez la ciudad se presenta con su carácter ruidoso y vibrante. Abrazo la cultura del pueblo. Si no fuera por el objetivo me dejaría arrastrar por las tradiciones.

Acosado por la insistencia de Jack continúo andando a un ritmo elegante hasta detenerme en mitad de la Via Vittorio Emanuele, frente la Cattedrale di Palermo. Jack mira la catedral, luego a mí.

Apenas necesito su sonrisa de colmillos afilados para saber que ha deducido mis anteriores palabras. El último grupo de la Cosa Nostra, la primera nacida en Italia, se encuentra dentro de la casa del dios cristiano.

—Actuarás bajo mis términos —le recuerdo a Jack.

El brillo de su emoción no desaparece de sus iris.

Entramos tras atravesar el patio de turistas, afluencia de público que no disminuye una vez en el interior. Desconociendo los próximos acontecimientos se mantienen ocupados fotografiando y hablando, impresionados por la variación de estilos arquitectónicos que componen la catedral.

—Afuera todos los que no pertenezcan a ningún grupo criminal, aquellos que sean simples mortales y quieren mantener su estabilidad emocional —digo, usando el tono más seductor. Con cuatro minutos apenas son dos los que quedan sacando sus armas contra nosotros —¿No hay nadie que viva calmado? Primero Jack, ahora vosotros. Seamos amistosos.

—No vengo hacer amigos —gruñe Jack.

—Sabemos que venís con otras intenciones —habla uno de ellos.

—Hablar. Solo venimos hablar —alzo las manos, demostrando que no llevó ninguna arma escondida en las mangas del kimono. Aunque con sus expresiones figuro que no me creen, así que libero toda la ropa menos el bóxer, para evitar que su último sentimiento antes de morir sea la envidia —Nada de armas. Quiero mantener una conversación con vuestro líder. Si tiene la respuestas no existirá ningún motivo para que os extermine.

Espero un movimiento por su parte. Se hacen de rogar, pero me mantengo ocupado por la sala en cuero. Estoy convencido de que cuando construyeron la catedral nadie pensaba que un dios auténtico vendría de visita, menos que lo hiciera ligero de ropa mientras alagaba la obra.

Media hora más tarde, en donde no tengo prisas, a pesar de la desesperación reflectada en el rostro de Jack, aparece un tercer hombre. Hablan entre sí y proceden para nosotros:

—Acepta hablar con vosotros —habla en italiano. A continuación, dirige la atención a Jack —Sin armas. Espero que no os moleste una comprobación.

Jack lo mata con la mirada, está por sacar el cuchillo, aún así lo retengo de la muñeca para que se mantenga quieto. Sé que tengo las cosas más fáciles aún para controlar al sádico, más que pronunciando a Hugo, aún así juré en su día no usar mi influencia con los que quiero. Ellos son libres de tener sentimientos, de tener su voluntad, no se lo puedo arrebatar. Si tenemos que sonreír, sonriamos. Si tenemos que discutir, discutamos.

—Sin armas —pronuncia Jack, sorprendiéndome.

Difícilmente Jack se desprendería de una de sus armas, a no ser que fuera por un cambio de personalidad, así que me sorprende su aprobación. Más sabiendo que yo podría evitar que lo desarmarán.

Antes de poder reunirnos con el mandamás, pasa otra media hora, pues Jack no entrega las armas, sino que hace que se la quiten. Casi parece que hace ilusión que descubran sus escondites más ocultos, a pesar que eso no sea cierto, ya que lo que verdaderamente disfruta es de su estupidez.

Ignoran que los colmillos son un arma suya, al igual que ignoran que ha lanzado un cuchillo bajo el kimono, el cual he descubierto al volverme a vestir, el mismo que al pasar se lo he entregado en un sutil juego de manos.

Tras que los tres hombres de la sala nos hayan llevado a la reunión, estos se sientan, formando parte de los trece últimos integrantes de la Cosa Nostra que rodean la alargada mesa. Están en medio de un banquete. Un sutil y normal acontecimiento que provoca la risa de Jack.

—Damián y Giovanni Salvatore —habla el cabeza de mesa, el líder.

—Jack, vejestorio —le corrige mi hermano.

—Teneros aquí es un enorme honor —dice con una postura políticamente correcta a pesar de sus maldiciones internas —Sinceramente, me siento realmente honrado con la presencia de dos de los cuatro grandes Salvatore.

—Y yo aprecio tus palabras. Me encanta que me suban el ego —digo, sabiendo que lo mejor del mundo es que me digan bonito, aún si soy consciente de que lo soy, la confirmación sabe a gloria —Seguro que tienes una lista de todas las cosas buenas que tengo. Me gustaría escucharla. Lastimosamente, no estoy aquí para continuar sabiendo lo maravilloso que soy. Quiero respuestas.

—Soraya Aguilar —pronuncia.

Automáticamente Jack apuñala la mano de un mafioso, el grito es contundente y sorprende a quienes lo desarmaron. Los más cercanos saltan de las sillas sacando las armas, los otros siguen en su lugar, aún así se unen a enseñar las armas que apuntan únicamente al pequeño sádico.

Mantengo la vista con el líder mientras Jack lame la hoja del cuchillo para saborear la sangre.

—Ese nombre está prohibido en tus labios —le digo al líder —Pero si. Estoy aquí buscando respuestas, aún así no espero mucho más de lo que ya han ofrecido tus difuntos aliados.

—Sabes que no fuimos.

—¿Y quién fue?

—Tampoco dispongo de esa información. Y no es porque no me haya esforzado en descubrir la verdad —se levanta dirigiéndose al minibar, sirviendo tres copas, aunque la tercera queda ignorada por Jack —Ninguna familia se adjudica el ataque en contra de vuestra líder —maravillosa música para mis oídos. Ni Máximo, ni Derek, Soraya es quien gobernara nuestro apellido —Nuestro mundo es extenso. Aún así, si hubiera sido tan solo uno, no perdería la oportunidad de presumir de haber herido a la familia de las maldiciones. A los jinetes.

—¿Quieres que te crea?

—Antiguamente, antes de que tú padre asumiera su puesto, nuestras familias se mantenían unidas. Tú abuelo era un gran hombre —es la primera vez que alguien menciona a mi abuelo, ni siquiera sé su nombre, aunque sí sé que en su tiempos fue la muerte al igual que mi hermano y mi padre —Si pudiéramos os ayudaríamos.

Antes de que pueda hablar interrumpe el grito de un nuevo cadáver en manos de Jack. De su boca cuelga un trozo de carne humana, la parte del cuello que ha desgarrado con los colmillos y que empieza a masticar. Se están controlando más de lo habitual, algo que no considera el hombre que dispara, haciendo que suelte la comida y salte a por él mientras los demás acarician los gatillos.

—¡Bajad las armas! —ordeno y las bajan, mantengo mi influencia mientras que mi hermano destripa a quien le ha disparado —Pegad el culo a vuestros asientos —vuelven a cumplir y regreso a lo mío —Te creo.

—Las mafias nunca han pretendido ser vuestros enemigos. Sean ciertos o no los rumores que hay sobre vosotros, como he dicho, tú abuelo era nuestro aliado e hizo grandes negocios.

—Pero mi padre cambió las reglas del juego.

—Sin invadir nuestro territorio.

Eso no lo puedo creer. Enzo Salvatore era la humanización de cuatro mil pesadillas, lo era para sus hijos y lo era para sus enemigos, así que al final puede que me esté mintiendo.

—No somos rumores, somos leyendas. Acabas de comprobarlo. Cualquier orden dada por mi es cumplida —miro al que será la tercera víctima, una simple orden y se vuela los sesos.

—Ordename decir la verdad —sugiere.

—¿Quién organizó el ataque?

—No lo sé.

—Una lástima.

—Ya sabes que no miento. Deja recontrui... —Jack le arranca la oreja de un mordisco. Sus gritos son igual de fuertes que los de sus hombres —¡Maldita bestia inhumana! ¡Hijo de puta!

—Que aproveche —digo para Jack y voy a la puerta.

—¡¿Por qué?! —pregunta el líder.

—El mundo es el jardín bonito de mi gobernanta. Y no hay lugar para las malas hierbas.

Atardeciendo estoy de regreso a la mansión.

La falta de quejas proveniente del condenado activan las alarmas, así que me acerco a la caja, encontrando en primer lugar el hombre inconsciente, aunque tras unas comprobaciones declaro su muerte. Recuerdo perfectamente el deseo de mi hermano. Cuatro años de condena. Cuatro años.

¡Joder!

—Mierda, mierda, mierda... —no son buenas noticias. Así que chillo: —¡Samiya! —mi esposa no tarda en aparecer —¡Vayamos al spa! ¡Al spa! ¡Quiero morir con el cutis perfecto!


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top