007 - SIMPLES INTENCIONES

CAPÍTULO SIETE

ALESSANDRO SANTORO


Estoy casi seguro que hay una palabra para definir el presente. Casi al noventa por ciento de seguro. Quizás no tanto. Tal vez. Necesito aquello que llaman diccionario. Sería útil para alguien que no fuera yo. Para mí... ¿Cómo simplificarlo? No soy amigo de las palabras, tampoco de los números. No importa. Sé lo básico para vivir. Cuánto más ceros detrás de un número positivo, más comida.

Hugo abre la tercera cerveza sin perder detalle de la película.

¿Cómo era el título?

Debería prestar más atención. Era algo de una guerra. Es que... Apenas empezó la película amplíe mi catálogo de monstruos añadiendo los zombies. Desconocía su existencia, ahora tendré que investigar acerca de ellos, principalmente por las similitudes que tenemos con nuestro apetito feroz. Algo repugnante. Soy asqueroso. No quiero ser así, pero estoy condicionado de nacimiento.

Nací para ser peste.

Nací para ser herido.

Nací para ser odiado.

Sin embargo, cuando ocupé el piso de al lado, hace cuestión de meses, un pequeño sentimiento positivo nació a causa de Soraya. Nunca conversábamos, aunque siempre quise responder a alguno de sus saludos. El primer problema es que era un extranjero con desconocimiento del idioma; el segundo, nunca tuve una conversación normal, menos amigable. Esperaba que alguna vez se diera. Joder. He ensayado por meses enfrente del espejo, al igual que esta mañana cuando se armó el show e, inexplicablemente, me uní.

Ha sido glorioso. Se lo quería agradecer y vi la oportunidad al saber que saldría por la noche. Alguien tenía que vigilar a Hugo. Desconozco el amor, ni comprendo el dolor que causa, pero sé que las drogas son malas en un estado lamentable. No obstante, a consecuencia de mi ofrecimiento, estoy en un ambiente que sigo sin poder definir con una palabra.

—¿Cuándo empiezas a beber? —pregunta Hugo.

Nunca. El alcohol no es productivo. Tiene un poder oscuro para quien la ingiere, desactivando la lógica y llamando al caos. Si de buenas soy un problema, a malas soy peor que mil de ellos. Tengo que estar centrado. Comiendo.

—Supongo que ya llenaste tú barra social. Empezaba a ser extraño que te salieras del papel introvertido, pero fue inspirador —se acaricia la barba con una media sonrisa que no puedo catalogar de buena, tampoco de mala —Siempre me he preguntado que escondes tras el silencio.

La respuesta es simple, aún así mantengo la escasez de palabras mientras soy acusado por el gris de sus iris. Es un color amenazante. Me recuerda a las paredes con moho anunciantes del fin, también a días de tormenta caminando sin rumbo. Y, de aquí un tiempo, será la intimidación de Hugo.

—Lavabo —artículo algo.

—Agradable respuesta. Tras el silencio te estás cagando —esto debe ser sarcasmo. Espera unos segundos antes de indicar la puerta del lavabo y voy —¡Tira de la cadena!

Uso el cerrojo, me encierro y mojo el pelo junto al cuello. No hace tanto que me he quedado solo con Hugo, aunque lo percibo eterno y tenso. Necesito relajarme. Esto es más peligroso que ser jugador de Control. El mejor juego. El creador me dio una vida extra. No soy el único. También se la podría dar a Soraya, solo tiene que seguir.

Ayer fue un desastre, hoy le fue mejor, a pesar de haberse visto implicada con un capullo. No peor que el de la discoteca. Al menos, el presente capullo la salvó de las acciones enfermizas del otro. No es algo que pueda asegurar al cien, más bien ato nudos entre vídeos. Por otro lado, ella parece estar bien. A pesar de la falta de novedades en su perfil. El que está mal soy yo.

Tengo que animarme, pensar positivamente y conseguir la valentía para una conversación normal. Hugo es bueno. Muy bueno. Lo he estado descubriendo por pequeñas coincidencias en las escaleras. No una, sino muchas. Ahora que está cerca sigue siendo el mismo de siempre. Voy a bloquear fantasías oscuras. Si. Exacto. Es eso. Pura imaginación.

Estoy listo.

Abro la puerta regresando al estado de pánico. Hugo está apoyado en el marco de la puerta, seguramente, ha estado esperando por mi salida. Mala señal. Además, esos malditos ojos intimidantes no ayudan. A este ritmo necesitare un segundo corazón tras perder el primero por infarto.

—¿Y la cadena? —pregunta mirando detrás de mí una fracción de segundo, ya que al siguiente soy su víctima. Sonríe en grande mientras pido internamente a las piernas que no tiemblen —Bromeo, Aless. Sé que no soy ella, pero no hay motivo alguno para que me temas —define mi cuello con dos yemas. Por alguna razón, más que yemas, parecen dagas afiladas —Aún pasa aire.

—¿Aún pasa aire?

—Eres muy lento —se aparta blanqueando la mirada —Tantas horas invertidas en películas de asesinos para nada. Asústate un poco.

—¿Asustarme?

—Esfuérzate.

—Ya estoy asustado —bueno, no tanto como hace un segundo.

Hugo es extraño. Existe una palabra para esto. Y, en alguna ocasión, la han empleado en mí. Friki.

—Tienes dificultad para socializar, no miedo —se cruza de brazos siendo el más razonable de la casa —Para estas cosas Soraya es un genio. Sin embargo, considerando que nos ha sustituido por un revolcón, tendremos que hacer un esfuerzo conjunto para que no terminemos en tragedia. ¿Qué quieres hacer?

—¿Yo?

—Espabila, Aless. Nunca doy segundas oportunidades.

Si se trata de mí, hay dos opciones;

—Comer.

—¿Tienes otra cosa?

—Jugar a Control.

—Ya... Control... —rueda los ojos y gira hacía la cocina —Quizás tengamos suerte encontrando algo en el fondo de los armarios, aunque no prometo que esté en las mejores condiciones. Otra opción es lamer los envases de la cena.

—Tengo comida en casa.

—Acabas de ridiculizar mis opciones.

—Ahora regreso.

—¿Me dejarás esperando?

Traduzco la pregunta como una intención por inspeccionar mi apartamento, cosa que no puedo permitir. La negación hará que la tensión empeoré, aunque peor será la aprobación. Vendrán los interrogatorios. Preguntas con respuestas que no ayudarán a mejorar el ambiente. Arruinaré mis intenciones con Soraya y Hugo, los meses de ensayo quedarán obsoletos y... No quiero una vida de soledad.

Corro a mi apartamento, saco las llaves y logro entrar antes de que tenga alguna opción para alcanzarme. Respiro angustiado, llevando la mano en el pecho acelerado mientras el estómago ruge. Sé que preguntará por la extravagante salida, aún así tengo tiempo para pensar una excusa. Quizás un; "No escuché."

—Enorme como mi polla —trago saliva y giro hacía el balcón por donde entra Hugo. Juraría que estaba cerrado —Cambia esa cara. Nunca he sido bueno con las esperas —camina por el salón vacío. No tengo muebles, a excepción de la nevera que compré con la primera ganancia de Control —Minimalista.

—¿Qué?

—Vives con lo esencial —investiga sin permiso, colándose en cada sala hasta saciar su sed curiosa. En el proceso se ha adueñado de la máscara que uso cuando juego a Control. Espero un comentario malvado por ella, pero acaba llegando uno referente al apartamento: —Es un estilo igual de aceptable que todos los demás, pero cómprate una cama y deja de dormir entre cajas.

—Las cajas son cómodas —defiendo.

—Estás más jodido que yo.

—Yo tengo dinero —da un nuevo vistazo al salón y respondo lo que no llega a preguntar: —No lo tenía cuando vine, pero desde la salida de Control he conseguido muchos ceros tras un número positivo. La aplicación es buena, al igual que el dinero. Me gusta comprar comida. También quiero localizar al propietario para pagar todos mis meses de ocupación...

—Hizo las maletas y se fue con billete de ida —va a la cocina dejando la máscara en la encimera y fisgonea el orgullo de mi nevera —Veamos que tienes aquí —abre el templo y lo cierra, parpadea antes de repetir el gesto —Voy a ignorar la falta de muebles, la máscara, el misterio que te envuelve y cualquier gesto cuestionable, pero no que comas chatarra.

Empieza a vaciar el templo, provocando los gruñidos de mi estómago con cada cosa lazada al suelo. No obstante, logro rescatar uno donuts antes de desatar el caos. Me gusta el dulce. Muy dulce. Si tuviera el azúcar cerca lo repartiría por encima aumentando las milagrosas calorías.

—¡Suelta eso! —grita exigente.

—¡No! —abrazo los donuts contra el pecho.

—¡Cocinaré!

—Tardarás mucho.

Engullo un par antes de que me los quite para lanzarlos por la ventana y se interponga con lo demás, cruzado de brazos. Está en el punto más peligroso y serio de la noche.

—Te recomiendo no dar un paso al frente —doy un paso por la comida —En tú situación actual es imposible que puedas ser su amigo, pero yo puedo hacer que eso cambie. Obedéceme y te ayudaré.

—También quiero ser amigo tuyo.

—No.

—Seré aceptable.

—No tienes que serlo por mi, cachorro abandonado —bajo la mirada y recibo un pequeño golpe en la frente —Eres tan expresivo que me generas un pequeño porcentaje de lástima. Suficiente para que te adopte.

Antes de que pueda defenderme de lo que parece un insulto, el estómago vuelve a reclamar atención y digo:

—Tengo hambre.

Estoy contemplando por primera vez a alguien cocinar en directo y no en la televisión de algún escaparate. Hugo ha seguido negándome mi comida chatarra tras reafirmar mi adopción, por lo cual he sido arrastrado a la tienda para que pagará los ingredientes que está usando. Esperaba una ensalada, verduras... Algo de pocas calorías. Sin embargo, está cocinando en abundancia.

Su mano tiembla repentinamente y la muerde.

—¿Estás bien?

—Nada que un par de rayas no arreglen —saca una bolsa con el contenido suficiente para la dosis. La escena es desagradable y venenosa. Alguien le debería decir que las dejará —Te daré un sabio consejo. Aléjate de las drogas.

—Aplícate el consejo.

Sigue con las elaboraciones en silencio y la mesa empieza a decorarse con la variedad de los platos. Algunos de mejor aspecto que otros, aunque en ambos casos el sabor se parece al de mis fantasías dando un bocado a la luna. Gana por mucho a mi dieta chatarra. Además, sorpresivamente, llena.

—Espero que sea cierto lo de tú dinero —dice al entregar el último plato.

—Mughfo feros —digo con la boca llena.

—Tenemos que amueblar tú apartamento.

Trago y pregunto:

—¿Por qué?

—Nadie tiene que saber de tú miseria, Aless. Además, el ser humano tiene la estupidez de aceptar lo normal. Una casa vacía es anormal, así que hay que amueblarlo para que logres la amistad de Soraya. También trabajaremos con la socialización.

—Tú aceptas mi anormalidad.

—Te gano en origen de mierda —imposible —Aunque también puede ser porque las drogas me tienen consumido —estoy con la segunda —Seguramente sea eso. Eres afortunado, Aless. Si no fuera por el veneno que acumulo en sangre tú cuerpo haría compañía a los gusanos y la cabeza formaría parte de mi colección. No creas que te daría un mal puesto. Hay belleza en ti.

Impactado suelto los cubiertos.

—Es...

—Son las drogas hablando por mí —se ríe estridente —Y las películas de asesino. No nos podemos olvidar de ellas.

Quizás es broma, quizás no. No sé que pensar. De seguro solo tengo que yo sí he matado, algo que no pronunciaré en voz alta, ni el día en que me encuentren.

Ellos...

Ellos no pueden acercarse, ellos no pueden localizarme.

Acabo con el último bocado, satisfecho y escuchando todas las propuestas para aparentar normalidad. Tiene varias ideas para amueblar la casa. También dice que debo ser más libre con el habla y los gestos, nada de parecer acorralado a cada segundo, menos aparentar ser estrangulado.

A medida que avanza la noche, aún cuando de amor no sé, percibo una excesiva felicidad por parte de Hugo, principalmente cuando bromea acerca de los cuellos y se le acentúa la risa. Es por ello que me cuestiono. Y, de tanto cuestionar, pregunto.

—¿No te preocupa tú ex?

—No me lamo las heridas, tampoco lloro por las víctimas. 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top