CAPÍTULO 7: Todo Cambió
Evan
Lunes en la mañana.
Lo primero que hicimos fue dirigirnos al mejor hospital de Heaven Gold City, donde en breve Jessie comenzaría su tratamiento médico para combatir la insuficiencia renal que padece. Según el Dr. Ferguson —profesional encargado del caso de Jessie y dicho sea de paso uno de los más renombrados en su especialidad— existen diversas causas que pudieron provocar el padecimiento en una niña tan pequeña, incluyendo antecedentes hereditarios, pero nos concentramos más en el tratamiento el cual se determinó sería diálisis.
Luego fuimos directo a la firma de abogados donde nos esperaba Frank para tramitar la adopción oficial de Jessie. Como dije antes, Frank es el mejor si de términos legales se trata, por lo que un proceso tan largo y complicado como lo es una adopción tardará en sus manos menos de lo esperado. Resulta que gracias a las declaraciones de Lily, la ausencia de padre de Jessie y nuestro reciente matrimonio, el proceso legal será bastante más sencillo de lo que esperábamos.
Luego de allí nos dirigimos al Instituto Blair Winsten —el mejor colegio de la ciudad— para inscribir allí a Jessie. Era raro volver a ese lugar, allí conocí a mis amigos y viví más de una aventura. Es extremadamente grande y posee instalaciones para primaria, secundaria y bachillerato, por ello pasé toda mi niñez y adolescencia ahí, pero llevaba años sin hacer una ''visita de cortesía''.
La Directora Sanders nos atendió e inscribió a Jessie bajo el nombre de Jessica Harriet a pesar de que oficialmente no la había adoptado aún, pero no era nada que unas ''generosas donaciones'' a la institución no pudieran solucionar. Ahora Jessie era una estudiante privilegiada del colegio, incluso antes de su primer día de clases.
Regresando a casa, mi futura hija adoptiva se quejó de estar exhausta por lo que su madre la llevó a su habitación para que durmiese una siesta. Lily me invitó a acompañarlas para ir "familiarizándome" con el concepto de padre, pero descarté la idea excusándome con que debía resolver unos asuntos referentes a la empresa —que no era del todo mentira— antes de prácticamente escapar de allí.
Tantos trámites y moverme de un lado a otro por toda la ciudad había logrado estresarme, así que en lugar de ir a mi despacho a ocuparme de mis obligaciones, opté por ir al gimnasio, ejercitarme me ayudaría a despejar mi mente. Al llegar me despojé de mi saco y camisa dejando mi torso desnudo, tenía pensado sudar. Después de calentar un poco, vendé mis manos para comenzar a golpear el saco de boxeo. Con cada golpe dejaba salir un poco más la tensión que me estaba consumiendo, debería estar feliz, le gané a Garret y Regina y cumplí con lo que mi padre esperaba de mí, pero no me sentía complacido en lo absoluto.
Me casé con una mujer a la que con conocerla tan poco, consiguió cautivarme. No obastante eso es un problema teniendo en cuenta que ella no me ve como algo más que el hombre que la está ayudando a salvar a su hija, y ya bastante forzada es nuestra relación como para que intente algo más con ella más allá de la actuación. Por nada del mundo la pondría de nuevo en una situación tan incómoda como la de la noche de bodas.
Por otro lado estaba Jessie, ella hasta ahora era el mayor de mis problemas. Su vocecita llamándome papá a toda hora me está volviendo loco, y no, no soy un insensible al que le importa una mierda la ilusión y los sentimientos de una niña, pero inevitablemente me incomoda.
Mi ejercicio se ve interrumpido por el sonido del tono de llamada de mi teléfono. Ceso el golpe del saco para tomar una toalla y secar las gotas de sudor que adornan mi frente. Tomé mi móvil que descansaba sobre una mesa y al percatarme de quién me llamaba, una sonrisa se dibujó en mi rostro.
—¿Qué tal Europa, perro? —esa fue mi mejor forma de saludar a uno de mis mejores amigos.
Desde pequeños Ben, Jasmin, Zack, George y yo nos hemos llamado perros entre nosotros, a Jas la llamamos cachorra porque perra comenzó a sonar muy vulgar conforme fuimos creciendo. Quizás se escuche muy ofensivo, pero para nosotros representa las mejores cualidades de los perros: leales y mejores amigos.
—¡Increíble! —sonrió antes de mostrarme la maravillosa vista desde el balcón de su habitación de hotel, no esperaba menos de Madrid—. ¿Y qué tal tú con tu matrimonio? —su cara volvió a aparecer en la pantalla—. ¿Qué se siente ser un hombre casado?
—¿No es muy descortés que me preguntes eso cuando ni siquiera tuviste la decencia de llamarme el día de mi boda? —bromeé tomando asiento en un pequeño sofá color azul ubicado a un costado de la habitación.
—Lo siento, pero sinceramente me pareció que sería hipócrita felicitarte por algo que no querías ni que estás disfrutando —hizo un puchero—. Prometiste que seríamos los solteros eternos.
—Ben, no seas infantil —rodé los ojos.
—¿Qué? Todos saben que mi hermana cree fervientemente en el amor verdadero, Zack es muy centrado por lo que no pasará mucho tiempo más antes de que también se case y George también lo hará con la primera mujer con la que se encapriche —se secó una lágrima inexistente—. Me quedaré solito en playboylandia.
Reí—. Más chicas para ti, disfrútalo.
—Y hablando de disfrutar —me lanzó una mirada pícara que me hizo notar al instante cuáles eran sus intenciones—, ¿cómo la estás pasando con tu esposa?
De maravilla, es preciosa y jodidamente sexy pero más allá del contrato no somos nada, por lo tanto no hay sexo.
Era difícil para mí admitir frente a mi camarada de conquistas que encima de que me casé, a esa única mujer con la que puedo estar no le intereso sexualmente, por lo que la abstinencia es mi destino más próximo.
Dios, me doy asco.
—Pues... —mi confesión se vio interrumpida por la llegada de cierta castaña, lucía perdida y en cuanto su mirada chocó con la mía su expresión cambió a una de sorpresa—. De hecho acaba de llegar —le sonreí a mi amigo en la pantalla—. Te dejo, perro.
Y antes de que pudiera objetar, le colgué.
—Me-mejor me voy, veo que estás ocupado —dijo con nerviosismo dándose la vuelta.
—No lo estoy para ti —me levanté y ella giró sobre sus talones—. Quédate.
Su mirada viajó a mi abdomen desnudo y casi un segundo después, un parcial sonrojo tiñó sus mejillas. Es la segunda vez que reacciona así ante mí semidesnudo y admito que me encanta. Soy muy consciente del efecto que causo en las mujeres —de ahí mi popularidad entre ellas—, pero me gusta más el efecto que causo en ella.
—Te...te estaba buscando —desvió la mirada.
—Aquí estoy —di un paso más cerca de ella, eso la puso nerviosa, lo sé—. ¿Para qué me necesitas?
—Quería...agradecerte por todo lo de hoy —sus ojos verdes conectaron con los míos.
—No fue la gran cosa, sólo estoy cumpliendo mi parte del trato —mi rostro estaba cada vez más cerca del suyo, podía sentir su respiración chocar contra mi rostro—. Tú ya cumpliste la tuya.
—¿Y-y qué haces? —preguntó apartándose de mi cercanía para dirigirse al otro extremo de la habitación.
Así que te pongo nerviosa, ¿eh?
—Me ejercitaba un poco —le di un golpe leve al saco—. ¿Sabías que estaba aquí o andabas buscando habitación por habitación hasta que diste conmigo? —le sonreí.
—Para serte sincera, me perdí —rió, su risa es algo más que agregar a la lista cosas que me gustan de ella.
—Te acostumbrarás —le sonreí mientras regresaba al mueble que estaba ocupando antes, palmeé un sitio a mi lado indicándole que se sentara a mi lado.
—¿Te ejercitas seguido? —preguntó al tomar asiento junto a mí, me agrada que me saque tema de conversación, si hay algo que detesto son los silencios incómodos.
—En mi tiempo libre —tomé una botella de agua que se encontraba a mi lado y bebí un poco—. Me ayuda a liberar el estrés y me mantiene en forma.
—Y vaya que estás en forma —dijo por lo bajo creyendo que no la escuché, pero lo hice, fuerte y claro.
—Hagamos eso —me miró, confundida—. Las típicas preguntas que todos se hacen cuando se están conociendo, hagámoslas.
—¿Puedo empezar? —asentí, me daba curiosidad lo que quisiera saber de mí—. Dime tus defectos.
Fruncí el ceño—. ¿Qué?
—Todos inician preguntando cosas básicas como los cumpleaños, los gustos y banalidades, yo prefiero descubrir eso con la convivencia. Sin embargo nadie pregunta por los defectos, no hay mejor manera de conocer a una persona que sabiendo cuáles son, así nos ahorramos tragos amargos.
Esta mujer nunca deja de sorprenderme.
—Interesante —le sonreí—. En ese caso deberías saber que soy muy testarudo, no hay quien me saque una idea de la cabeza. Me tomo mi tiempo para superar las cosas, eso aplica para decepciones, pérdidas o cualquier evento que me lastime. Puedo llegar a ser muy frío en ocasiones, pero eso depende de la persona. Tengo el ego alto pero no tanto como para creerme mejor que otros y antes de ser un hombre casado, era un playboy a tiempo completo. Y mi familia tiene razón en lo de que soy algo inmaduro, lo admito.
—¿Eso es todo? —asentí—. Parecen muy pocos defectos —enarcó una ceja.
—Esos son los más importantes y claro que tengo más, pero tendrás que descubrirlos por tu cuenta —le di un beso en la mejilla—. Le toca, Sra. Harriet.
—Pues...comparto contigo la cabezonería —reí, porque eso ya lo comprobé por mí mismo—. No puedo quedarme callada ante injusticias, insultos o provocaciones —de eso también me di cuenta el día de la cena en la mansión de mi padre—. Puedo llegar a ser muy orgullosa y de vez en cuando mi humor sobresale en los momentos menos indicados. No me agrada hablar del pasado, soy consiente de que forma parte de mi vida pero no me gusta recordarlo. Y a veces puedo llegar a ser un poco mamá osa con Jessie.
—Bonitos defectos.
—¿Desde cuándo los defectos son un rasgo hermoso? —rió.
—En ciertas personas lo son, tú eres una de ellas —la miré directamente—. Te lo he dicho antes, eres auténtica.
Apartó su mirada de la mía, esa acción está comenzando a molestarme, me gusta que me sostenga la mirada—. Te toca hacer una pregunta.
Ya sé lo que quiero preguntarte.
Me deslicé un poco más cerca de ella y la tomé de la barbilla haciendo que me mirara.
—Si aquella noche en la que nos conocimos, no hubiésemos tenido tantos problemas, ¿te habrías fijado en mí?
—A qué...¿a qué te refieres? —tartamudeó.
—¿A que si en otras circunstancias me hubieses visto sólo como un hombre atractivo por el que te sentirías atraída?
—¿Por qué me preguntas eso?
Mis ojos viajaron a sus carnosos y rosáceos labios, me urgía besarla.
—Porque yo sí te hubiese visto de otra forma si mi cabeza no estuviese explotando en busca de una esposa —acaricié una de sus mejillas—. Me gustas, Lily.
—¿¡Qué!? —se alejó un poco de mí, por su expresión era evidente que no sabía cómo reaccionar a mi declaración.
—Algo más que debes saber de mí es que soy brutalmente honesto con lo que siento y no me da miedo decirlo —la miré con intensidad—. No sé si eso cuenta como defecto, pero así soy, y me gustas.
(...)
Pasaron un par de días en los que las cosas con Lily se tornaron un tanto tensas. Mi declaración la tomó desprevenida y actúa cohibida a mi alrededor. Por un momento me arrepentí de haber sido tan directo y poco sutil, pero guardarme lo que siento no se me da bien y creí que ella merecía saber lo que siento.
Por el momento se encontraba cien por ciento concentrada en Jessie. Recomendaron que se efectuaran dos sesiones de diálisis semanales, cosa que dentro de poco provocaría efectos secundarios, pero que sustituiría con éxito a sus funciones renales.
—Sr. Evan, se requiere su firma en estos documentos —solicitó Ariadna irrumpiedo en mi oficina y depositándolos sobre mi escritorio.
—Ari, ¿cuántas veces debo decirte que me tutées? —le sonreí.
Ariadna no es sólo mi secretaria, es mi amiga. Lleva al menos cinco años trabajando con nosotros y he de decir que es muy capaz, tanto como para ocupar un puesto de más importante, tengo fe en que llegará muy lejos si se lo propone.
—Luces preocupado —tomó asiento del lado contrario de mi buró—. ¿Necesitas hablar?
—No creo que hablando al respecto logre cambiar algo, pero te agradezco la intención —firmé los documentos, era el balance mensual, nos había ido muy bien.
—Bueno, si te sirve de consuelo, todos los cambios son difíciles. No es una transición sencilla pasar de ser un playboy sin preocupaciones a un esposo y padre de familia —tomó los documentos nuevamente antes de salir del lugar.
Pasé el resto de la tarde concentrándome en el trabajo, era una de las pocas cosas que se mantenían igual. Era exhaustivo, pero siempre me gustó mi trabajo y pongo todo mi empeño en ello.
Cerca de las 6:00 p.m. regresé a casa, necesitaba lanzarme sobre mi cama e hibernar hasta el siglo que viene. Tan pronto puse un pie en la mansión, Karl me informó que habíamos recibido una invitación para la lujosa Royal Gala, donde toda alta sociedad y grandes personalidades de la industria de la moda se reunían luciendo lo mejor de la alta costura. Ese era el evento perfecto para presentar a Lily ante la sociedad como la nueva señora de Harriet.
Me dirigí hacia el jardín a sabiendas de que Lily estaría allí, tanto ella como Jessie y Margarita habían escogido ese lugar como su favorito de toda la mansión. La encontré sentada en el mismo banco de hace un par de días, observando como Jessie jugaba con ese conejito rosa que arrastra consigo a todos lados.
Es una imagen muy tierna, mi esposa observa a su hija con mucho amor, me gustaría que me brindase una de esas. Podría acostumbrarme a presenciar la escena seguido, esa imagen perfecta de familia no es lo que tenía en mente para esta etapa de mi vida, pero en vista de que todo ha cambiado radicalmente, debo hacerme a la idea de que esta es mi nueva realidad. Y al perecer, ese banco va a tener el mismo valor sentimental para Lily que el que yo le tengo a mi rincón especial en mi antigua casa, eso me alegra.
—Nena, prepárate —anuncié como todo el playboy que soy, o bueno, que era.
—¿Prepararme? ¿Para qué? —me sonrió al verme.
—Para esto —le tendí la invitación.
Frunció el ceño al leer—. ¿Royal Gala? ¿No es esa fiesta super lujosa de ricos y modelos famosos?
—Exacto —reí ante su divertida forma de describir el evento.
—Aquí dice que es esta noche —me informó terminando de leer.
—Lo cual significa que tenemos poco tiempo para transformarte en la diosa que ya eres —le sonreí y ese fue el toque final para hacerla sonrojarse, nunca había notado lo tierno que es ese gesto en una mujer hasta ahora.
—O sea que este será mi primer gran evento —dedujo abanicándose con la invitación como acto de nerviosismo.
—Sí, y lo harás excelente.
Media hora después, llegó Jasmin acompañada de Angeline Carey, la mejor estilista de Heaven Gold City y toda una personalidad en el mundo de la belleza. Toda dama de sociedad la quiere como asesora de imagen, así que mi querida esposa estaba en buenas manos, o no, estaba en las mejores.
Las chicas se adentraron en nuestra habitación acompañadas de una percha repleta de vestidos, varias cajas de zapatos, estuches de joyería y gran cantidad de cosméticos. Confiaba en que dejarían a mi esposa más hermosa de lo que ya es.
Tomé mi smoking y me dirigí a otra habitación para prepararme por separado. No tardé mucho en hacerlo, después de todo los hombres no necesitamos tanto arreglo en comparación con las mujeres.
Al salir de la habitación, lo primero que vi fue a la pequeña castaña que me esperaba afuera con su conejito en mano.
Ay no.
—Hola, papá —me saludó, en serio me siento muy incómodo cuando me llama así.
—Hola, chiquita —me arrodillé sobre una pierna quedando a su altura—. Oye, ¿te importaría no llamarme papá? —pedí de la forma más sutil que pude, después de todo es sólo una niña y ya bastante he traumatizado a su madre.
—¿Así cómo? —preguntó ladeando la cabeza y me huelo que me está tomando el pelo.
—Papá —le respondo imitando su gesto.
—Ok, no te llamaré papá, papá —asintió y me costó contener la risa.
—Oye, no juegues conmigo —se me escapó una corta risilla.
—No juego contigo, papá. Sólo soy una niña buena que obedece a su papá. Tienes una hija muy obediente, papá —me sonrió y caí derrotado ante sus encantos, tiene la misma sonrisa de Lily, sólo que en miniatura, esa sonrisa que me encanta.
—Bueno, ya veo que las cosas se harán a tu manera.
—¿Ya te presenté a Algodón? —preguntó extendiendo el peluche hacia mí—. Es mi mejor amigo y le caes muy bien.
Sabía que este momento llegaría.
Acaricié las rosadas orejas del peluche—. Hola, Algodón.
Dios, ¿qué hice para merecer esto?
La niña llevó a su pequeño amiguito hacia su oreja susurrando algo como si el peluche le hablara, es tierna.
—Dice Algodón que le gusta que seas mi papá porque así mi sueño se hizo realidad.
—¿Cuál era tu sueño?
—Tener un papá.
Boom, directo en la consciencia.
¿Cómo se le explica a una niña tan pequeña que yo no soy el prototipo de padre presente y amoroso que ella espera?
Me senté en el suelo aún a riesgo de ensuciar mi traje—. Jessie, no estoy seguro de poder ser el papá que tú quieres.
—Eso lo decido yo —llevó ambas manitas a su cintura, ¿estaba a punto de regañarme?—. A ver, ¿vas a ir buscarme a la escuela?
—No creo que pueda, llego un poco tarde del trabajo —fruncí los labios.
—¿Me llevarás al parque a jugar?
—Quizás tenga tiempo durante los fines de semana.
—¿Me leerás cuentos antes de dormir?
—Creo que puedo hacerlo.
—Y lo más importante, ¿seré tu princesa? —sus ojitos azules resplandecieron con ilusión.
Y en ese momento me puso entre la espada y la pared.
Si bien el contrato sólo perdurará durante cinco años, la adopción será para toda la vida. Yo mejor que nadie sé lo que se siente no tener padres presentes, ese es en gran parte el motivo por el cual me siento incapaz de hacer un buen papel paterno.
Pero la niña no tiene culpa de ello.
Ser padre es mucho más que lo que ella me ha preguntado, pero si ella sólo quiere eso, no me cuesta nada ofrecérselo.
—Serás mi princesa, pequeña —le sonreí.
—Entonces serás un buen papá —aseguró, ella me tiene más fe de la que me tengo yo mismo—. Y yo seré una hija obediente, papá —abrazó a su peluche mientras se mecía de un lado a otro, esta niña derrocha ternura.
—Bueno, pequeña hija obediente, ¿qué tal si vas con la Sra. Margarita a jugar mientras mamá y yo vamos a una reunión?
—¿Reunión? ¿Así es como la gente rica llama a las fiestas? Aquí todo es muy diferente —preguntó, curiosa, me sorprende lo inteligente que es.
—Pues...
—Jessie, cariño, ven a jugar conmigo.—la llamó la Sra. Margarita salvándome el pellejo, siempre es muy oportuna—. Evan, ve a buscar a tu amada esposa, tienen una gala a cual asistir —me informa guiñándome un ojo.
Margarita es una señora un tanto peculiar. Siempre aparece en el momento justo, es agradable y a su alrededor hay un aura de sabiduría muy especial, como el de una madre sabia que siempre tiene un consejo y/o respuesta para todo. No me molesta en lo absoluto su presencia aquí, y menos si me salva de pasar más tiempo del necesario con Jessie, sé que tarde o temprano tendré que relacionarme más con la niña, pero todo a se dará a su debido tiempo.
De regreso a mi habitación pienso en lo que dijo Jessie, todo es muy diferente, y no sólo para ella, sino también para mí. Ahora tengo una esposa, una hija y...¿una suegra? Bueno aún no sé qué miembro de la familia es la Sra. Margarita, aunque en más de una ocasión Lily se ha referido a ella como "hada madrina".
Me detuve frente a mi habitación y justo cuando iba a tocar a la puerta, de la nada salió Jasmin.
—¿Listo para ver a tu esposa? Querrás casarte con ella de nuevo — sonrió.
—Estoy listo.
Y no, no estaba listo.
Para una belleza como esa jamás estás del todo preparado.
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¿Qué les pareció este capítulo?
Muy tierna Jessie, ¿cierto?
Besos de Karina K.love 😉
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