CAPÍTULO 5: La boda

Dos semanas después...

Evan

Hoy me caso.

Nunca pensé mucho en esto, hasta que mi padre me puso ese estúpido ultimátum, y luego, mi mundo entero se convirtió en el día de mi boda. He sido invitado a docenas de bodas en los que los futuros cónyuges no se amaban y accedieron a casarse en circunstancias muy raras, pero nunca creí que me tocaría estar en su lugar.

Me observé en el espejo de cuerpo entero que descansa en un rincón de mi habitación, la cual he tenido que reacomodar para que mi futura esposa tenga su espacio. El smoking me quedaba excelente, pero por primera vez me sentía incómodo en un traje, este no era un evento ordinario.

Estaba preparado para ir al registro civil a casarme, pero no lo estaba para interpretar el papel de esposo y mucho menos de padre.

La primera es sencilla, si debo compartir la misma cama con alguien durante los próximos cinco años, me alegro de que sea con Lily. Me gusta y me atrae muchísimo físicamente, no puedo negarlo, eso sin contar que su nayor atractivo es su personalidad. Además, presiento que la convivencia no será un problema, todo es cuestión de que nos conozcamos mejor.

Por otro lado tengo a Jessie, una niña pequeña que pronto me llamará papá. ¡Joder! Yo siendo papá. No importa cuánto piense en ello o lo mucho que intente buscarle los pros, simplemente sigo sin tener idea de cómo lidiar con ello. Un hijo no es una propiedad ni un auto ni una herencia, es una persona por la que tendrás que responsabilizarte el resto de tu vida, alguien que se convertirá en equis tipo de persona en dependencia de cómo decidas criarlo, alguien para quien representarás un pilar inportante en su vida y cada vez que la cagues lo expones a traumas y otro montón de problemas.

Mierda, en qué problema me he metido.

Hasta ahora este matrimonio parecía la ''gran solución a todos mis problemas'' pero es mucho más complicado que eso.

Lily y yo acordamos no invitar a mucha gente. Solamente a mi padre, Regina, Garret, la Sra. Margarita, mis amigos exceptuando a Ben que aún está en Europa, y por lo que he hablado con él creo que se quedará por más tiempo.

—Sr. Evan, ¿está listo? —pregunta Karl, mi mayordomo y una de las dos voces al mando del personal de la casa, aunque yo, como con todos los que trabajan para mí, lo considero un amigo más.

Le di un último vistazo a mi imagen en el espejo, impecable me encontraba en el exterior, pero en el interior era todo un manojo de nervios. Aún así, si hay algo que siempre ha caracterizado a los Harriet es que cuando toman una decisión no hay media vuelta que valga.

Me giré hacia el canoso señor que me esperaba desde la puerta y le ofrecí una media sonrisa—. Más listo que nunca.

Lily

Hoy me caso.

La última vez que pensé en esto no tenía una hija, de hecho ella era parte de mi imaginación en aquel entonces, pero ahora es mi realidad y la razón por la cual voy en camino al altar. Siempre me imaginé casándome por amor con un buen hombre y formar nuestra propia familia tiempo después, nada ha salido como lo tenía previsto, pero no hay tiempo para lamentaciones.

La verdad es que no es ni la mitad de mágico que esperaba. No estaba emocionada ni ansiosa, ni mucho menos enamorada, en mi lugar nadie lo estaría. Un matrimonio arreglado por conveniencias mutuas no es el sueño de ninguna novia, sin embargo soy consciente de que, de cierto modo, soy suertuda. Mi hija gozará de todos los privilegios que traen consigo portar el apellido Harriet, nunca más su bienestar o salud se verán en riesgo por cuestiones de dinero. Evan tampoco es un mal partido, obviando el hecho de que es un heredero millonario —lo cual me importa un bledo— me ha dado a demostrar durante el poco tiempo que llevamos conociéndonos que no es una mala persona, de hecho está bastante alejado del prototipo de niño rico insoportable con los que tantas veces me he topado antes.

Pero por otro lado, estaba nerviosa y aliviada. Sabía a lo que me enfrentaba, pero también era consciente de que a Jessie no le faltaría nada nunca más en su vida, y por fin iba a poder ser esa madre presente que dejé de ser para sustentarla.

De cualquier forma ya no hay marcha atrás. Me repetía mentalmente una y otra vez que todo era por Jessie, comencé a sacrificarme por ella desde que me enteré que estaba creciendo en mi vientre e hice de todo para sacarla adelante; esto, esto sólo era un sacrificio más.

Mi vestido de novia era muy sencillo, y la verdad estaba contenta con eso. ¿Quién quiere un vestido de revista con una cola larga si sólo te vas a casar por el civil con poco más de veinte invitados? Era largo hasta los tobillos, la falda era un tanto abultada pero no demasiado como para impedirme caminar a plenitud, estaba fabricado con una finísima tela que amenazaba con rasgarse al más mínimo roce con alguna superficie áspera, escote hombros caídos —el cual siempre me ha encantado por ser atrevido y sutil a la vez— y ajustado en la parte superior. Unos Jimmy Choo's lucían hermosos en mis pies, aunque por el largo del vestido no eran muy visibles. Mi cabello recogido en una coleta baja dejando algunos mechones sueltos a ambos lados de mi rostro, maquillaje suave y finalmente un juego de joyería que constaba de pendientes y una pulsera de plata. Por supuesto ese superlativo anillo de compromiso que Evan me compró figuraba en mi dedo anular izquierdo.

Y a pesar de lucir tan sencilla, aún me sentía extraña arreglada con tanto lujo.

La verdad nunca me gustó llamar mucho la atención y en cuanto me presenten como la nueva ''Sra. Harriet'', todas las miradas de la alta sociedad estarán sobre mí. Por lo tanto, como último acto de soltería, prefería ''pasar desapercibida'' en mi propia boda.

Qué irónico, las novias por lo general se esfuerzan en ser el centro de atención en el día más importante de sus vidas.

—Mami, te ves hermosa —chilló mi pequeña, sorprendiéndome, estaba justo detrás de mí y ver su sonrisita me apartó de mi laguna de pensamientos.

—Gracias, hermosa. Tu también —hice una reverencia ante mi princesa y ella me devuelve el gesto.

¡Lucía bellísima! Llevaba un vestido de estampados floreados de color blanco y rojo, con corte de princesa y de tirantes. Zapatillas escarlatas y un lazo a juego adornando su cabello suelto, completaban su indumentaria. Toda una pequeña dama de honor.

—Oye, mamá, ¿y por qué no llevas un vestido de reina? —cuestionó algo decepcionada ante la simplicidad de mi vestido, sé que esperaba uno de cuento de hadas pero no quería extralimitarme cuando la ceremonia no me interesa más allá del contrato y una veintena de personas se presentarían criticándome a mis espaldas.

—Pues, cariño, mamá no se va a casar por la iglesia, se va a casar por el civil, y ese tipo de vestidos que te gustan tanto son para las parejas que se casan en la iglesia —le explico.

—¿Entonces por qué Evan y tú no se casan por la iglesia?

Porque no estamos enamorados, nuestro matrimonio perdurará durante sólo cinco años y no tenemos intención de unirnos para toda la vida ante los ojos de Dios.

Claro que no puedo decirle eso.

—Pues...

—¿Cómo me veo? —preguntó la Sra. Margarita entrando en la habitación y me salvándome por los pelos.

—Se ve hermosa —lo dije en serio, lucía espectacular.

Su vestido era de seda, de una tonalidad de azul turquesa precioso. El modelo es bastante apropiado para el evento, de mangas cortas con un pequeño chal y la falta tubo larga hasta las rodillas. Su rizado cabello castaño oscuro estaba recogido en un rodete bajo, un tanto retro pero no anticuado. Es una señora muy moderna y con excelente gusto para la ropa, además de muy guapa.

—Gracias, querida —me sonrió—. Pero tú no te quedas atrás, a pesar de lo sencillo que es el vestido de novia.

—¿Cree que es muy simple? —observé mi vestimenta.

—Es sencillamente hermoso, igual que tú, cielo.

—Gracias —la tomé de las manos—.  Usted ha sido mi mayor y único apoyo durante cuatro años y lo más parecido que tengo a una figura materna, nunca me cansaré de agradecerle todo lo que ha hecho por mí —me abrí con ella y, sin poder evitarlo, mis ojos se llenan de lágrimas.

—Cariño, no llores —acarició mi mejilla con ternura—, arruinarás el maquillaje y te casas en menos de una hora. Además, ya has llorado demasiado, es tu turno de sonreír.

—Tiene razón —asentí secándome la lagrimilla que alcanzó a deslizarse por mi mejilla y un segundo después se escuchó el sonido del timbre.

Mi ''hada madrina'' se apresuró a abrir la puerta, quien nos visitaba era el chofer que Evan había enviado para escoltarnos hasta el Registro Civil, se llama Fred según tengo entendido.

Revisé mi maquillaje y peinado una última vez antes de salir de mi pequeña casa de la cual nunca volveré a preocuparme por pagar la renta. Afuera nos esperaban una limusina enorme de color blanco y también un par de vecinos chismosos que no disimulaban ni lo más mínimo al observar la escena.

—¿Por qué ese carro es tan largo? —cuestionó Jess frunciendo el ceño en su dirección.

Todos reímos y el chico moreno decidió agacharse quedando a la altura de la niña.

—Ese auto se llama limusina, linda —le sonrió a la pequeña.

—¿Limonada? —ladeó su cabecita sin entender—. ¿Por qué se llama así?

—Es limusina, linda, y no tengo idea de porqué se llama así —se encogió de hombros el chofer y la mini castaña imitó su acción—. Las cosas serán interesantes con esta pequeña en la mansión.

Me agrada el chico.

—Bellas damas —abrió la puerta del vehículo para nosotras—, las escolto a la boda.

Con su ayuda, las tres nos abordamos y solo el hecho de subir hace que mis nervios incrementen un ochocientos por ciento. Le di un último vistazo al humilde barrio al que dejaré de pertenecer dentro de muy poco pensando una vez más en lo mucho que cambiarán nuestras vidas de ahora en adelante.

Llegamos al lugar en menos de quince minutos, el viaje se me hizo super veloz. El chofer me ayudó a bajar y acto seguido hizo lo mismo con mi hija y mi ''madre''. Ingresamos en el gran edificio dirigiéndonos mecánicamente hacia el lugar exacto donde se celebraría el casamiento.

Al entrar noté que los pocos invitados presentes me observaban, y eso logra ponerme muy incómoda, aunque a partir de ahora debería irme acostumbrando al exceso de atención. No obstante, caminé hacia el lado opuesto de la gran sala fingiendo que los nervios no me afectaban. Esquivé las penetrantes miradas de los escasos invitados sobre mí antes de posicionarme al lado de mi prometido.

Éste lucía muy atractivo en un smoking, con su cabello negro perfectamente peinado y su hermosa sonrisa iluminando su rostro. Mi futuro esposo es todo un primor, eso es un hecho. Sus ojos me escanean sin reparos antes de que sus ojos verdes se claven sobre los míos, él tiene muchos rasgos atractivos, pero a mi parecer este es el más atrayente.

Tomó mi mano y depositó un beso en el dorso de la misma para luego acercarse a susurrarme—: Eres bellísima, ¿te lo he dicho?

—Tú tampoco estás nada mal —murmuré cerca de su oído.

—No estés nerviosa —dijo como si estuviera al tanto de todas mis emociones.

Nos reincorporamos comunicándonos erguidos frente al  juez separándonos de él por medio del gran buró sobre el que descansaban las actas de matrimonio. El juez comenzó con la oratoria nupcial por lo que mis nervios aumentaron estaba, mi casi esposo notó este hecho y me tomó de la mano, no era lo más relajante del mundo, pero estuve mucho más tranquila luego del gesto. Por algún motivo su tacto me relaja.

—Evan Harriet, ¿aceptas a Liliane Fay como tu legítima esposa? —recitó el juez, hasta parecía que estaba dentro de una película romántica, y lo más raro era ser la protagonista.

—Sí, acepto —la alegría de Evan se hizo notoria, sabía que no era por mí, pero me agradaba verlo sonreír.

Acto seguido el juez se volteó hacia mí—. Liliane Fay, ¿aceptas a Evan Harriet como tu legítimo esposo?

Me giré para ver a mi hija antes de que nuestras vidas cambiaran radicalmente. Ella estaba feliz, sonriendo como nunca, y en ese momento no tuve ninguna duda más.

Por ti, Jessie.

—Acepto —asentí reafirmando mi respuesta, Evan me dio un pequeño apretón en la mano.

Procedimos a firmar el acta de matrimonio. Evan firmó primero, con la precisión y seguridad que he notado lo caracteriza. Luego me pasó el bolígrafo y sin pensarlo mucho, firmé también.

—Bajo el poder que me otorga la ley, los declaro marido y mujer —anunció el juez.

Cada uno tomó una alianza  matrimonial y se la colocó al otro. Evan emitió una pequeña risilla de incredulidad al apreciar el anillo dorado en su mano, yo hice lo mismo al ver el mío junto al de compromiso. El pelinegro me miró y susurró un casi inaudible "gracias".

Ya está hecho.

Después escuché las palabras más emocionantes de la película, aunque a mí no me emocionaban en lo más mínimo—. Puede besar a la novia.

Era la primera vez que tendría que fingir, la primera de muchas más que vendrían. Era un matrimonio legal, pero no era un matrimonio real.
Evan me miró, con esa mirada que me dice exactamente qué viene a continuación y cómo hacerlo, supongo que es una técnica comunicativa que hemos desarrollado.

Mi ahora esposo se acercó a mí, pude sentir su respiración a centímetros de mi rostro. Sus movimientos eran firmes pero un tanto torpes, estaba...¿nervioso? No lo sabía a ciencia cierta, pero yo sí lo estaba. Su perfume fuerte y masculino se coló por mis fosas nasales embriagándome con él.

Es sexy.

Sus manos viajan a mi cintura acercándome a él para luego unir sus labios con los míos y, aunque no es un beso apasionado, es bastante tierno y cálido. Nuestras bocas danzaban a un mismo ritmo, lento, pausado y delicioso. Él sabía a fresas, como si las hubiese comido minutos antes de la ceremonia, eso lo hacía aún más apetecible. Me alegraba tener como marido a un hombre que besa así de bien.

Al separarnos los aplausos de los invitados invaden el lugar, desde los miembros de la familia Harriet hasta los desconocidos de la última fila. Claro está la más alegre y entusiasmada era Jessie, la pequeña aplaudía y chillaba de emoción.

Los invitados nos rodearon,  saludándonos y felicitándonos. Exceptuando a los Harriet y a Frank Jenkins, el resto eran totales extraños para mí, pero supuse que se trataban de amigos y personas cercanas a Evan ya que eran muy pocos y ambos queríamos manejar un perfil bajo.

—Bienvenida a la familia, otra vez —me sonrió Eduard, mi actual suegro, y me ofreció un apretón de manos.

—Espero ser una digna portadora de su apellido —dije con amabilidad.

Él le lanzó una mirada fugaz a Evan y luego a mí—. Confío en que mi hijo hizo una buena elección —se giró hacia mi esposo para darle un caluroso abrazo—. Felicidades, hijo. Ya era hora de que te casaras.

Evan rió con sarcasmo ante sus últimas palabras—. Qué irónico teniendo en cuenta que me obligaste a casarme —habló entre dientes a lo que ambos rieron con "plásticamente".

La elegante Sra. Harriet se posicionó frente a mí y sin previo aviso me cubrió con sus delgados brazos—. Debes saber que no soy cariñosa, por lo tanto no tendrás otro como este hasta Navidad —se separó de mí—. Espero que tú y tu hija se adapten pronto a la familia. Y también espero de corazón que la niña se recupere —me sonrió genuinamente por primera vez.

—Muchas gracias, Sra. Harriet.

—Somos familia ahora, así que llámame Regina, querida —asentí en respuesta y ella procedió a girarse hacia Evan—. Si ella no te hace madurar, oficialmente me daré por vencida contigo —mi esposo rodó los ojos—. Felicitaciones.

De pronto sentí que alguien me envolvía en sus fuertes brazos, por ese hecho y por el perfume deduje que se trataba de un hombre y al alzar la vista me encontré con mi ahora cuñado.

—Bienvenida a la familia, Liliane Harriet —me sonrió con calidez, es obvio quién es el más cariñoso y expresivo de la familia—. Tenle paciencia a mi hermano, él...

—No somos hermanos, Garret —lo interrumpió Evan en un tono hostil—. No lo olvides.

El castaño rojizo se encogió de hombros, al parecer está acostumbrado a esos comentarios viniendo de él—. Te felicito por tu casamiento, Evan. No lo arruines.

—Procuraré no hacerlo, pero de todas formas eso no te incumbe —le sonrió con falsedad.

Los tres Harriet se hicieron a un lado para saludar al resto de los invitados. La Sra. Margarita y mi hija vinieron a sustituirlos llenándome de abrazos y buenos deseos, a la primera se le salió una que otra lagrimilla.

—Bueno, supongo que hoy me despido de ustedes dos, mis pequeñas —se despidió intentando contener su llanto, nos hemos vuelto muy unidas en los últimos meses.

—Sra. Margarita, ¿pero de qué habla?—reí sin gracia ante su despedida—. Usted se va con nosotras.

Una expresión de asombro adorna su rostro, está claro que no se lo esperaba—. ¿¡Qué!? Lily, no. Tú debes vivir con tu esposo y tu hija, yo no pinto nada en ese cuadro.

—Claro que sí —la tomé de las manos—. Usted pinta el papel de madre que perdí hace cinco años. Además ya todo está hecho, ya hablé con Evan y él está de acuerdo, así que usted se va con nosotras —insistí.

Sus ojos marrones se inundaron en lágrimas, la emoción no cabía en ella y me abrazó. No podía permitir que la persona que tanto me ayudó en mis peores momentos, se sumiera en la soledad nuevamente. Además, ella ha ocupado un lugar muy inportante en mi corazón y en el de Jessie. ¿Qué sería de Cenicienta sin su hada madrina?

—Gracias, Lily —sonrió al separarnos.

—Eso hace la familia, la de verdad, sin importar el tipo de vínculo que los una.

Ambas sonreímos mientras mis suegros se acercaban junto a mi cuñado, al parecer ya habían culminado los saludos cordiales. Casi como si estuviese escapando, Evan se dirige a un grupo de personas, las cuales identifico como sus amigos con los que asistía al club.

¿Ellos me recordarán?

—Mami —la voz de Jessie me separa de mis suposiciones.

—Dime, mi niña —le sonreí.

—La boda quedó muy bonita —aplaudió, contenta.

—Me alegra que te gustara.

—¿Y Evan a dónde fue? —preguntó meciéndose de izquierda a derecha.

Señalé en dirección a él—. Está por allá, pero... —antes de que pudiera completar la frase, ella ya estaba caminando hacia el pelinegro por lo que me apresuré a seguirla.

Al llegar hacia donde él se encontraba, tiró de su pantalón con un gesto gracioso, ya que por lo pequeña que es no habían notado su presencia. Evan, al percibir el tirón, bajó la mirada y al verla le sonrió.

—Hola, Jessie —la saludó.

—Hola, papá —le respondió, nuestras miradas chocaron y abrimos los ojos como platos.

Ay, Jessie.




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Nuevo capítulooo!!!

¿Qué fue lo que más les gustó de la boda?

Besos de Karina K.love 😉

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