CAPÍTULO 42: California

Evan

—París —propuso Estrella.

—No —negué—. Demasiado cliché.

—Hawai —dijo Karl.

—No, muy gastado.

—Milán —agregó Fiona.

—No, Lily es sencilla y Milán es la capital de la moda...es un poco ostentoso.

—Bueno...¿entonces qué tal Miami? —preguntó Margarita.

—No, chicos. Quiero un lugar que a ella le guste y combine con el ambiente romántico.

Llevamos una hora en mi despacho, intentando encontrar el lugar perfecto para irnos a unas pequeñas vacaciones en las que le daré una sorpresa a Lily. El problema es que no encuentro ningún lugar que me convenza.

—Tenemos que pensar rápido. Lily llegará del centro comercial dentro de poco —avisó Miriam.

—Princesa, ¿no sabes de algún lugar al que siempre haya querido ir mamá? —le pregunto a Jessie, estoy desesperado.

Ella se quedó pensativa un corto rato y luego hizo una pequeña mueca.

—¡Ya sé! ¡California! Mamá siempre ha querido ir a California.

¿¡Es en serio!?

—Llevamos una hora pensando, ¿y ahora es que lo dices? —se quejó Margarita.

—No lo recordaba —se encogió en su silla—. Pero ahora lo recuerdo. Mamá siempre ha querido ir a California, a Halloween, en Los Diablos —se defendió.

Todos compartimos miradas confusas, intentando adivinar qué quiso decir mi hija. Tardé un minuto en descifrar a lo que se refería y no pude evitar reírme al entenderlo.

—Jessie, mamá siempre ha querido ir a Hollywood, en Los Ángeles —le rectifiqué, divertido.

—Es lo mismo —le restó importancia.

Reí, negando con la cabeza. Mi princesa no tiene remedio.

—Ok, gracias a todos por su cooperación. Ahora vuelvan a sus actividades para que Lily no sospeche cuando llegue.

—Esa es nuestra señal. Ya nos echó de aquí —bromeó Margarita.

—Saben que los quiero, a todos.

—Lo sabemos —dijeron todos al unísono y acto seguido salieron del despacho en una divertida fila india no sin antes hacer el saludo militar.

Aún los intimido con mi faceta de comandante.

—Papi, ¿puedo quedarme contigo? —pidió Jess haciendo un puchero.

—Claro, princesa —le sonreí.

—Entonces...¿por fin lo harás? —preguntó, apoyando los codos en el escritorio y sosteniendo su pequeño rostro con sus manos.

—Ajá, y por eso nos vamos a Los Ángeles, California.

—¿En serio? —chilló.

—Sí, pero es una sorpresa, no le cuentes a mamá.

—Pico cerrado.

—Así me gusta, mini Lily.

Rodeó correteando el escritorio y corrió para abrazarme. Aproveché para sentarla sobre mi regazo y así poder abrazarla mejor.

—Ahora vamos a llamar al tío Ben, para que nos preste uno de sus jets privados e irnos esta misma noche a California.

—¿El tío Ben nos va a prestar un avión? —preguntó, asombrada y abriendo sus hermosos ojos azules.

—Él y la tía Jasmin siempre lo hacen. Si necesitas un avión, ellos te lo prestan.

—¡Genial! —aplaudió contenta.

—Super genial —la coloqué en el suelo de nuevo—. Pero ahora necesito que vayas a vigilar si viene tu mamá. Tengo que llamar al tío Ben.

—Puedes contar conmigo, papi. Sargenta Jessie lista para la misión —dijo haciendo el saludo militar para luego irse marchando hasta la puerta.

Reí ante sus ocurrencias y tomé mi teléfono. Llamé a Ben que era a quien tenía disponible, Jasmin estaba en el extranjero.

—Hey, perro —me contestó animado, eso significa que tuvo una buena noche con una chica o que cerró un trato importante, son las únicas dos cosas que le dan placer en la vida.

—Hey, perro. Te escucho contento. ¿Tuviste sexo o cerraste un trato? —esto último lo pregunté más bajo para que Jessie no escuchara.

—Las dos, amigo —gritó con emoción.

—Es increíble como el sexo y los negocios significan todo para ti —reí por lo bajo.

—Déjame refrescarte la memoria, Harriet. TÚ ERAS EXACTAMENTE IGUAL —tuve que alejar el teléfono de mi oreja, casi hace estallar mis tímpanos con ese grito.

—No exactamente igual —refuté.

—Claro que sí —bufó—. Sólo que como llevas casi un año casado y ahora eres un responsable padre de familia, olvidaste por completo que tu antigua vida consistía en fiesta, sexo y negocios. Eras uno de los mayores playboys millonarios de Heaven Gold City, ¿lo olvidaste?

Touché.

—Ok, lo admito, así solía ser. Sólo que...desde que Lily y Jessie entraron a mi vida todo eso se volvío...insignificante, y ahora mi mundo gira en torno a ellas dos.

—Eso es a lo que llaman madurar.

—¿Benjamin Stone hablando de madurez? —me burlé.

—Que yo no crea en el amor y que no tenga una hermosa familia feliz no quiere decir que no entienda que por fin sentaste cabeza. Parece que el dichoso ultimátum sí sirvió después de todo.

—Ese dichoso ultimátum me cambió la vida —suspiré—. ¿Quién lo diría? Hace un año estaba buscando esposa desesperadamente y ahora voy sorprender al amor de mi vida a un mes de cumplir un año de casados —sonreí.

—Es lo que yo digo, el amor te cambió el chip. ¿Ya sabes a dónde llevarás a Lily?

—Sí, a Los Ángeles, California.

—Ok, tu jet privado estará listo a las 5:40 p.m.

—Perfecto. Gracias, perro.

—Puntual, Harriet —me advirtió, detesta la impuntualidad.

—Siempre, Stone.

Finalicé la llamada devolviendo mi vista hacia Jessie, venía corriendo hacia mí un poco asustada.

—Alerta roja, alerta roja. Houston, tenemos un problema —murmuró llegando hasta mí.

—¿Qué pasa?

—Mamá ya viene.

—Ok —la tomé entre mis brazos y la senté sobre mis piernas una segunda vez—. Toma este par de hojas y di que estamos jugando a la empresa —le indiqué, dándole unas hojas que tenía guardadas para cuando viene a dibujar.

—Eres un genio, papi —me guiñó un ojo y alzó su pulgar.

Lily apareció ante nosotros con un par de bolsas de compra y su hermosa sonrisa de oreja a oreja. Dejó las bolsas sobre uno de los asientos del lado contrario de mi escritorio y rodeó el mismo para besarnos a cada uno.

—Hola, mis amores. ¿Qué hacen?

—Estábamos jugando a la empresa. Tengo un excelente plan de negocios y papá quiere invertir en mi compañía —respondió Jessie dejándonos a ambos impresionados. Puede que no sea mi hija biológica pero sin duda alguna tiene el gen de negocios de los Harriet.

—Pues...genial. Si quieres puedo ver la oferta desde el punto de vista administrativo y vemos si el negocio es bueno o no —añadió Lils.

—A veces olvido que te graduaste en administración de empresas —le sonreí a mi esposa.

—Sweet Paradise Café está entre las mejores de diez cafeterías de la ciudad gracias a mis dotes. ¿Cómo puedes olvidarlo?

—Hablando de la cafetería, ¿a quién dejaste a cargo hoy?

—Tranquilo, me están supliendo empleados de confianza mientras yo paso un buen rato con mis hermanos.

—¿Te divertiste haciendo compras con la tía Roxy? —preguntó Jess.

—Ajá. Y luego el tío Kendall cocinó para nosotras, estuvo delicioso.

—Yo quiero que el tío Kendall me hornée un pastel como el del otro día —hizo un puchero mi pequeña.

—Se lo diré, pero no te mal acostumbres a comer pastel tan seguido, ¿ok?

En los pocos días que han pasado desde que Lily se reencontró con sus hermanos, ellos se han acoplado a la perfección con la familia, tanto que hasta pareciera que estuvieron aquí desde el inicio.

Kendall es divertido y muy buen tipo, y si cocina puedo asegurar que te chuparás los dedos. Graciosamente me cela un poco porque me ''robé'' a su hermanita, pero nos llevamos muy bien, es como un segundo Garret. Su penthouse no queda muy lejos de casa, por lo que las visitas mutuas se han vuelto seguidas.

Por otro lado Roxy es encantadora. Ha desatendido un poco sus pendientes referentes al modelaje y no pierde oportunidad para pasarla con Lils y Jessie, prácticamente las secuestra. No me molesta para nada ya que ha animado a su hermana a salir y divertirse más, lo cual necesitaba aunque no lo admitiese. Desde el reencuentro ella tiene un brillo especial en los ojos, se ve mucho más feliz, y si ella lo está, entonces yo también.

—Oigan, les traje regalos —sonrió mi esposa.

—¿De verdad? —chilló Jess.

Lily asintió y sacó de las bolsas una corbata para mí y un vestido para Jess, entre otras cosas.

—¿Les gusta?

—A mí me encanta —respondí mientras me probaba la corbata.

—¡Adoro este vestido! —gritó Jessie.

—Lo vamos a estrenar en el lugar de la sorpresa —le guiñé un ojo a la niña y ella me respondió con una risita traviesa.

—¿Qué sorpresa? —preguntó mi esposa, intrigada.

—Nos vamos por una semana a un lugar muy especial. A las 5:40 p.m. iremos a la Aerolínea Stone para volar hacia el destino.

—¿¡Qué!? —casi deja caer una de las bolsas por la impresión—. ¿Así de pronto? ¿Qué hay de la empresa y del Sweet Paradise?

—No te preocupes, lo tengo todo bajo control y ya todos saben que estaremos fuera por una semana.

—Tú y tu manía de tenerlo todo fríamente calculado —entornó los ojos en mi dirección.

—Gracias a esa manía las sorpresas siempre salen perfectas.

—¿Y puedo saber a dónde vamos?

—Mami, si te lo decimos ya no sería una sorpresa —señaló Jessie.

—Ok, no me digan —dejó escapar un suspiro de derrota—. Iré a empacar —comenzó a caminar hacia la salida.

—No hace falta —eso hizo que se detuviera en seco—. Miriam y Estrella ya se encargaron de eso.

—Ok, entonces, ¿qué hacemos hasta las 5:40 p.m.? —preguntó, apoyándose en el escritorio.

—Tú y papá vayan a una cita —propuso Jess mientras bajaba de mi regazo—. Yo tengo que cerrar un negocio y luego una importante fiesta del té con Donald el delfín —y dicho esto salió del despacho.

Lily y yo nos miramos y comenzamos a reír sin control, es increíble como una niña tan pequeña puede ser tan carismática.

Lils se sentó en mi regazo suplantando a nuestra hija mientras me acomodaba la corbata. La conozco, si me consiente es porque quiere información. Obvio no se la voy a dar, pero me gustan los mimos.

—Te ves muy guapo —sonrió.

—Lo sé. Siempre lo estoy —reí.

—Puede que hayas cambiado bastante, pero sigues teniendo dentro un poco de tu actitud de playboy —me regañó.

—No es actitud de playboy. Es seguridad y alta autoestima.

—¿Así es como conquistabas a tantas chicas?

—Eso y el hecho de que soy guapo y millonario.

—¿Puedo preguntarte algo? —sonrió acariciándome el cabello de la nuca, ella sí sabe cómo lograr que me relaje.

—Lo que quieras.

—¿Por qué fui tu primer amor? Después de todo sólo era otra chica más con la que te acostabas.

Buena pregunta. Durante mucho tiempo también me pregunté lo mismo. Pensaba en cómo podía haberme enamorado de una chica al azar cuando apenas podía recordar su rostro y no compartimos más que una noche de sexo; pero algo en mí siempre supo que ella era diferente e irrepetible, que sin importar a cuántas otras llevase a mi cama, jamás la igualaría.

La miré directamente a los ojos y le sonreí.

—Porque desde aquel entonces supe que eras diferente. No sé cómo explicarlo...creía que el amor no existía, pero a pesar de que estaba borracho y tú también, sentí que el mundo entero éramos sólo nosotros dos. Las primeras semanas después de desistir a la idea de encontrarte, me costó mucho asimilar que cabía la posibilidad de no volverte a ver jamás, y fue un jodido suplicio —rodeé su cuerpo con mis brazos, acercándola más a mí—. Simplemente a tu alrededor me siento el hombre más afortunado de esta tierra, sólo porque te tengo. Y creéme que para mí es difícil decirlo, nunca fui a lo que llaman tipo romántico.

—Lo sé, aprendiste a hacerlo para mí—me besó con dulzura— y te amo por eso.

—¿Qué tal si vamos a una cita?

—Me encantaría, Sr. Harriet.

(...)

—¡NO VOY A SUBIR! —gritó Jess como si del fin del mundo se tratase.

Ya habíamos llegado a la Aerolínea Stone. Nos encontrábamos en la pista de aterrizaje justo en frente de un jet privado. Estando a punto de abordar, a la pequeña se le ocurrió hacer una escena.

—Jessie, cariño, debemos irnos. No te va a pasar nada —dijo Lily por enésima vez en un desesperado intento por calmarla.

—¡Dije que no! ¡No me quiero subir! ¡Me da miedo! —negó la niña, pero esta vez comenzó a llorar y no pude soportarlo, odio ver a mi princesa llorar.

Me acerqué a ella y me agaché quedando a su altura. Tallaba sus ojitos azules haciendo su habitual puchero.

—Princesa, debemos irnos —murmuré con suavidad.

—¿No podemos ir en auto? —lloriqueó un poco más.

—California queda demasiado lejos, tenemos que ir en avión —le sequé las lágrimas que se deslizaban por su rostro.

—Es que me da miedo —agachó la cabeza.

Envolví su rostro con mis manos haciendo que me mirara. En cuanto sus orbes zafiro hicieron contacto visual con los míos, le sonreí, eso la haría sentir mejor.

—¿Confías en mí?

—Sí —asintió con efusividad.

—¿Crees que papá te mentiría?

—No, tú nunca harías eso —contestó con rapidez.

—Bien. Entonces yo te digo que no pasará nada malo. Iremos a California y regresaremos y será muy divertido. Confía en mí.

Lo meditó durante un breve instante para luego hacer una  mueca y asentir.

—Está bien. ¿Pero puedes ir sentado a mi lado? Por favor —pidió, poniendo su carita de cachorrito.

—Claro que sí, princesa.

Cargué a mi pequeña y le guiñé un ojo a Lily que me miraba orgullosa y aliviada. Subimos todos al jet. Era bastante sofisticado, aunque la verdad no esperaba menos de los Stone, la excelencia los caracteriza. Tomamos asiento en nuestros respectivos lugares, éramos ocho personas, las filas de asientos era de dos en dos quedando una al frente de la otra con una pequeña mesa de por medio, en total eran cuatro asientos en el lado derecho y otros cuatro en el izquierdo. Me senté con mi hija en el lado izquierdo mientras Lily y Margarita se sentaron frente a nosotros. Karl, Fiona, Estrella y Miriam ocuparon el lado derecho.

—Listo —le sonreí a Jess, abrochándole el cinturón de seguridad.

—Estoy nerviosa, papi —noté que movía sus manitas con nerviosismo, haciendo algo muy parecido a lo que suele hacer su madre.

—No tienes que estar nerviosa, pasará rápido —dijo Lils tratando de mantenerla calmada.

—Dame la mano, y si sientes miedo, la aprietas con fuerza —le indiqué a la mini Lily extendiendo mi mano.

—Pero te voy a lastimar —hizo un puchero.

Aww, cariño.

—No importa. Papá es fuerte.

—Ok... —unió su pequeña manito con la mía, sosteniendo tanto como su dimimuta palma podía abarcar.

El piloto anunció que estábamos próximos a despegar y las dos aeromozas nos dieron las instrucciones habituales en todo vuelo. A los pocos minutos el jet comenzó a moverse e instintivamente Jess apretó mi mano, estaba nerviosa pero no tan asustada, así que supuse que mi técnica había surtido efecto.

—Tranquila, princesa —murmuré en su oído antes de besar su cabeza.

Despegamos lentamente y como consiguiente la niña comenzó a temblar. Moviéndome, tanto como el cinturón de seguridad me lo permitía, la envolví con mis brazos para hacerla sentir protegida. Nos matuvimos así hasta que estuvimos completa y seguramente suspendidos en el aire.

—Ya está, princesa.

—¿Ya estamos arriba?

—Sí. ¿Quieres ver las nubes por la ventanilla?

—No me va a pasar nada malo, ¿verdad? —preguntó en un tono casi inaudible.

—Claro que no. Estás a salvo, puedes mirar.

La solté y con suavidad se giró a su izquierda para mirar por la ventanilla. Miró el exterior por unos pocos segundos y luego se giró hacia mí.

—¡Papá, estamos volando! ¡Las nubes están muy cerca! ¿Pueden abrir la ventanilla para poder tocarlas?

—No, princesa —contestó Lils—. Los aviones no son como los autos, las ventanillas no se pueden abrir por cuestiones de seguridad.

—Tranquila, a donde vamos no vas a tocar las nubes, pero puede que sí un par de estrellas —murmuré.

—¿A dónde vamos? —lloriqueó mi esposa, desesperada por saber.

—No te vamos a decir —dijimos Jess y yo al unísono sacándole la lengua.

(...)

—¡Por fin llegamos! —exclamó mi esposa cuando por fin bajamos del avión.

Estuvimos unas doce horas volando aproximadamente. Ahora estábamos caminando por la pista de aterrizaje e íbamos con dirección al interior del Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Aquí era de noche, cerca de las 9:00 p.m.

—Me gustó volar, y el aterrizaje fue divertido —comentó Jessie con su hermosa sonrisa de oreja a oreja.

—Te dije que no tenías que tener miedo —acaricié su cabeza revolviéndole un poco el cabello.

—Tenías razón, papi —me abrazó la pierna, ya que obviamente no alcanza mi cabello.

—¿Ya me dirán dónde estamos? —se quejó mi castaña.

—Ya estamos en el aeropuerto, lo sabrás dentro de nada —sonreí, molestándola un poco más.

Ingresamos al aeropuerto y fue entonces cuando Lily se enteró de dónde estábamos. Su cara de emoción lo decía todo, Jessie acertó cuando dijo que su madre moría por venir a California.

—¡Estamos en California! —chilló dando saltitos, igual a Jess.

—¡Sorpresa! —dijimos todos a la vez.

—Fue idea de Evan —sonrió Margarita.

Lils fijó su vista en mí, emocionada y algo llorosa.

—Amor, ¿a qué viene todo esto?

La tomé de la cintura, acercándola a mí.

—Pues...hoy es 23 de febrero y, si mal no recuerdo, mañana cumplimos once meses de casados.

—Amor...

Tomó mi rostro entre sus manos y me besó con toda su ternura. Le seguí el beso, gustoso. Nada mejor que un beso de Lily Harriet para recuperarte de un vuelo de doce horas.

Escuchamos un pequeño carraspeo detrás de nosotros y nos separamos para ver a la pequeña castaña que había emitido el sonido. Jessie estaba de brazos cruzados y con adorable puchero, pero su expresión era de molestia.

—Los quiero mucho, pero estar besuqueándose en medio del aeropuerto es de mala educación —nos regañó.

Reprimimos la risa y asentimos ''arrepentidos de lo que hicimos''. Nos encaminamos a la salida del aeropuerto luego de someternos a los protocolos y demás. Afuera nos esperaban dos autos que nos llevarían a Beverly Hills. Ya todo estaba previsto, Regina se había encargado. El viaje no fue muy largo pero en el camino Jess se quedó dormida, no era para menos, todos estábamos muy cansados.

Los autos se detuvieron justo en frente de una gran masión color blanco, muy al estilo Beverly Hills. Salimos de los autos y caminamos hasta la entrada. Lily y Margarita estaban impresionadas con la obra arquitectónica que tenían en frente, el resto de nosotros habíamos estado aquí antes.

—¿Alquilaste una mansión en Beverly Hills sólo por nuestro aniversario? —preguntó Lils cuando llegamos a la puerta, la sorpresa en su rostro era digna de retratar.

—En realidad...

No terminé de hablar, Regina abrió la puerta de la casa con una gran sonrisa.

—Qué bueno que ya llegaron, los estábamos esperando —nos sonrió, invitándonos a pasar.

—¡Regina! —exclamó Lils, abrazándola, últimamente la relación entre los Harriet ha mejorado muchísimo, casi hasta diría que nos hemos convertido en una familia ordinaria.

Ingresamos a la casa dejando las maletas en la sala de estar. Además de Regina también estaban mi padre, mi hermano, mi cuñada y mi sobrino.

—Hola a todos —saludé.

—Hola —me devolvieron el saludo todos al unísono.

—Shh, no tan alto, Jessie está dormida —les avisé señalando a la pequeña que estaba en mis brazos.

—No es la única —murmuró Lorraine quien tenía al pequeño Mat descansando con la cabecita apoyada sobre su regazo.

—Wow, están todos aquí —sonrió Lily, entrando detrás de mí.

—Bienvenida a la mansión Harriet de Beverly Hills, cuñada —anunció Garret, antes de abrazarla.

—¿Cuántas mansiones Harriet hay? —preguntó Margarita observando el lugar, fascinada con la decoración.

—Una en Roma —respondió mi papá.

—Otra en París —siguió Regina.

—Una más en Acapulco —agregó Garret, separándose de Lily.

—Ok, ya entendí. Son muchas —rió Margarita contagiándonos al resto.

—Mejor vayamos a desempacar e instalarnos —propuse.

—Sí, deben estar cansados del viaje —afirmó Lorraine.

—Bastante —suspiró Lils.

Subimos al segundo piso dirigiéndonos cada uno a sus respectivas habitaciones. Al terminar de organizarnos, nos fuimos directo a la cama. No hacía falta cenar, ya lo habíamos hecho en el jet y, sinceramente, estábamos muertos de cansancio; fue un viaje largo.

Me puse ropa más cómoda para dormir y me acosté en la cama junto a mi esposa, que vestía su sexy camisón de seda. En cuanto apoyé la cabeza en la almohada se acurrucó sobre mi pecho ronroneando como un gatito.

—Jessie fue quien te dijo que siempre he querido venir a California, ¿cierto? —murmuró, comenzando a quedarse dormida.

—Ajá —asentí mientras le acariciaba el cabello.

—Te amo, ¿lo sabías? —comenzó a acariciar mi pecho.

—Lo sé, y me encanta que me lo digas, así que habrán muchas más sorpresas como estas.

Se levantó bruscamente y quedó sentada apoyándose en una mano. Me miró con el ceño fruncido y una expresión de enojo.

¿Y ahora qué hice mal?

—Sabes que te amo con o sin sorpresas. No las necesitas para que te ame. ¿Te queda claro? —me regañó como si de Jessie se tratase.

La tomé de la cintura atrayéndola hasta quedar en la misma posición que tenía hace un minuto. Acerqué mi rostro al suyo sonriéndole.

—Lo sé y me queda muy claro. Te amo, tonta.

Sonrió y acto seguido unió nuestros labios en un cálido y largo beso.

—Yo también te amo, tonto. Pero estoy muy cansada como para hacer el amor ahora —rió sobre mis labios antes de separarse de mí para acurrucarse de nuevo.

—Y yo. Ya tendremos tiempo mañana —la abracé.

—Buenas noches, amor —bostezó.

—Buenas noches, amor.

Lily

Había despertado aún sin creer que me encontraba en Los Ángeles, California. Ni cuando vivía con mis padres se me había pasado por la cabeza que pasaría unas pequeñas vacaciones con mi familia en una linda mansión en Beverly Hills, pero he de admitir que me encanta.

Evan no estaba a mi lado cuando desperté así que, después de ducharme y cambiarme, bajé hasta el comedor con algo de dificultad ya que no tenía idea de cómo llegar y me perdí varias veces, la casa era enorme.

—Buenos días, familia —saludé al llegar.

Todos estaban sentados y sólo faltaba yo. Mi suegro en el asiento del patriarca, a su derecha estaban Regina, Garret, Lorraine y Mateo. Mientras que a su izquierda estaba Ev, a su lado un asiento vacío que supongo es el mío, al lado Jessie y Margarita.

—Buenos días, dormilona —dijo mi esposo con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Tanto dormí? —pregunté, sentándome.

—No, ni siquiera llevamos 10 minutos aquí —respondió Lorraine haciendo un ademán.

—Además, tu esposo y tu cuñado intentaron hacernos el desayuno y casi hacen explotar la cocina —agregó mi suegra.

—Ok, somos un desastre, pero lo que importa es la intención —se defendió Garret.

—Exacto, hicimos nuestro mayor esfuerzo —añadió Evan.

—Sí, su mayor esfuerzo en incinerar la cocina —comentó Margarita haciéndonos reír.

—Ok, fue difícil pero aquí está el desayuno y la cocina sobrevivió —anunció Fiona llegando en compañía de Karl, Estrella y Miriam con el desayuno.

Los ayudamos a servir todo mientras ellos se sentaban. Desde la cena de Nochebuena Evan había convertido en una ley que compartieran la mesa con nosotros y el resto de los Harriet lo veían muy bien, al igual que yo. Eso era lo que tanto me gustaba de mi nueva familia, son asquerosamente ricos pero para nada clasistas y tratan a todos como iguales. Eso me recordó el papel de ricos arrogantes que interpretaron la noche que los conocí en aquella cena prematrimonial, los juzgué muy mal en aquel entonces.

—...y es por eso que cada vez que vamos de vacaciones ponemos el número de los bomberos como primero en la lista de marcación rápida del celular —terminó de contar Regina entre risas, ama estas anécdotas, no cabe duda.

Nos estaba contando las primeras vacaciones en las que Garret y Evan intentaron cocinar y terminaron calcinando la cocina, literalmente.

—Fue horrible, parecía que una bomba había explotado allí —añadió Eduard.

—Los dueños de la casa, que nos la habían alquilado, estaban tan enojados que querían demandarnos y tuvimos que comprarla —concluyó mi suegra.

—Ok, ya basta. Llevan todo el desayuno burlándose de nosotros —se quejó mi cuñado.

—Oh, admítanlo, es muy divertido —reí.

—Ahora ya entiendo por qué Fiona te tiene prohibido entrar en la cocina, Ev —rió Margarita.

—Es verdad, cuando fuimos a la casa de vacaciones de la familia papá intentó hacerme un pastel y acabó quemándolo —señaló Jessie.

—Eso sin contar cómo dejó el horno después de eso —agregué, divertida.

—¿Ustedes también se van a burlar? Vaya, con una familia así, ¿quién necesita enemigos? —bufó mi marido negando con la cabeza.

Después del divertido desayuno en compañía de los Harriet y nuestros amigos, Evan y Jessie me arrastraron hasta un auto descapotable turístico color rosa para dar un paseo por Los Ángeles. Comenzamos en Beverly Hills, visitando el Rodeo Drive, Beverly Drive y otros puntos de interés en la ciudad. Era hermoso, el paisaje tropical y elegante, caluroso y único. Las tiendas, la gente...divino.

De allí continuamos nuestro recorrido por todo L.A. El próximo destino fue Hollywood, mi parte favorita del viaje. Cuando era pequeña soñaba con ir para conocer a los famosos, todos mis ídolos eran estrellas.

—Bienvenidas al Hollywood Boulevard —dijo mi esposo que iba al volante, transitando la concurrida y famosa avenida.

—¡Wow! ¿Entonces ya estamos en donde hacen las películas? —preguntó Jess desde el asiento trasero.

—No es exactamente aquí, princesa. Pero sí, en esta ciudad se hacen muchas de ellas —respondió Ev.

—¿Vamos a ver a algún famoso? —chilló la niña.

—A lo mejor. ¿Pero sabes algo que veremos seguro? —sonrió Ev.

—¿Qué? —preguntó Jess, emocionada.

—Las estrellas de los famosos en el Paseo de la Fama.

—Sí, me encantaría verlas —chillé yo esta vez.

—Y a mí. ¡Y a mí! —gritó Jessie.

—Sus deseos son órdenes, majestades.

Ev condujo unas pocas cuadras más hasta llegar al comienzo del conocido Paseo de la Fama de Hollywood. Aparcó en una esquina y bajamos del auto para verlo. Jessie y yo parecíamos dos turistas locas leyendo los nombres inscritos en las estrellas de cinco puntas y tomándoles fotos. Evan por su parte sólo nos sonreía y nos fotografiaba junto a ellas. Me encantaba que, aunque visiblemente lo estábamos avergonzando frente a todo el que pasaba, nos miraba con ternura sin importarle que el resto de Los Ángeles nos viera.

—¡PAPI, MIRA, ES LA ESTRELLA DE MICKEY MOUSE! —gritó Jessie al ver la estrella de su dibujo animado favorito después de las princesas de Disney.

—¿Lo ves princesa? Te dije que algunos dibujos tenían estrellas —le sonrió Ev.

Hace un rato estaban discutiendo acerca de que los dibujos animados no aparecían en el Paseo de la Fama. Mi esposo afirmaba que sí, mientras que Jessie pensaba que sólo le estaba tomando el pelo.

—Es porque Mickey es muy famoso —dijo Jessie orgullosa del único ratón que puede ver sin gritar.

—¿Te tomo una foto con la estrella?—le pregunté a mi niña, sacando mi teléfono del bolso.

—¡Sí! —chilló dando saltitos en el lugar.

—Ok, colócate junto a la estrella y di ''Mickey'' —le indiqué mientras enfocaba la cámara en su dirección.

—Mickey —sonrió y aproveché para tomar más de una foto.

—Déjame verla —pidió Ev abrazándome por la espalda.

—¿Cómo quedé? —preguntó la mini yo, intentando alcanzar el teléfono para ver.

—Como la princesa que eres —respondió Evan soltándome y en su lugar cargándola.

—¡Princesas! ¿Hay estrellas de las princesas? —preguntó Jess, ilusionada.

—Sí, creo que por aquí está la de Blanca Nieves —le sonreí, pellizcándole un cachete.

—Pero primero busquemos la estrella del famoso favorito de mamá —objetó Ev.

—No hace falta. Julia Roberts no tiene estrella.

—Lo siento, mami —me consoló Jess haciendo su adorable puchero.

—Tranquila, princesa. Beverly Hills y este boulevard me recuerda mucho a Pretty Woman, una de mis películas favoritas.

—¿Sabes? Esa película se parece mucho a nuestra historia —comentó Ev guiñándome un ojo.

Recordé la película y sí, había cierta similitud. Sonreí.

—Sí, si cambiamos Beverly Hills por Heaven Gold City, la profesión de Vivian por mis trabajos y le agregamos una hija y un contrato, entonces sí, sería casi igual.

—Quiero ver esa película —dijo Jess.

Ay, mierda.

—Emmm...princesa, vamos a buscar la estrella de Blanca Nieves —dijo un nervioso Ev para desviar su atención.

Terminamos nuestro largo recorrido y volvimos al auto. La próxima parada fue en Hollywood and Highland, zona de entretenimiento en el corazón de la ciudad. Entramos a cada tienda, comprando ropa, zapatos y souvenires. Más tarde almorzamos en un restaurante excelente, vimos el enorme letrero de Hollywood y regresamos a casa, con Jessie dormida debido a tantos paseos.

De regreso a la mansión dejamos a nuestra pequeña plácidamente dormida en su habitación.

—Se ve tan linda cuando está dormida —sonrió Ev, mirándola.

—Igual de linda que como se ve despierta, sólo que cuando está así de tranquila es más fácil admirarla.

—Tienes razón. Lo heredó de su madre —murmuró esta vez mirándome a mí.

Sonreí inevitablemente y enredé mis brazos alrededor de su cuello.

—¿Así que soy más hermosa para ti cuando estoy dormida? Eso explica por qué siempre que despierto lo primero que veo es a ti observándome.

—Puede ser —respondió rozando nuestras narices.

—Admítelo —lo golpeé amistosamente en el pecho.

—Mejor vayamos a un lugar especial, aprovechando que mini Lily está dormida.

—Déjate de sorpresas y admítelo de una vez.

—Lo admitiré cuando lleguemos. Vamos.

Me tomó de la mano y otra vez me arrastró de camino hacia el auto. No tenía muchas opciones, la única persona que había en casa era Margarita y ella se quedó cuidando a Jessie, además era cómplice de Evan. Como de costumbre, a lo largo de todo el viaje pregunté a dónde nos dirigíamos y como respuesta obtuve: ''No te voy a decir, es una sorpresa.'' hasta que al fin llegamos.

—Bienvenida a Malibú, Sra. Harriet —anunció Ev, abriendo la puerta del auto para mí.

Tomé su mano y me ayudó a bajar del coche.

—Gracias, Sr. Harriet.

Observé a mi alrededor, Malibú era digno de fotografiar por su belleza. La vista era preciosa: la playa, las colinas a lo lejos, las palmeras... La playa estaba a pocos metros de nosotros. No entendía el motivo de nuestra visita a la playa, apenas comenzaba la primavera y ni siquiera trajimos trajes de baño, no obstante, me limité a disfrutar, visitas como estas no se dan todos los días.

Me tomó de la mano y me guió en dirección a la playa. Al llegar a la arena, nos quitamos los zapatos y continuamos caminando  sosteniéndolos.

—¿Por qué Malibú?

—Me dijiste que cuando vivías en Summer Ville te encantaba ver el atardecer en la playa.

—Cierto —murmuré—. A veces olvido que estás atento a cada pequeño detalle mío.

—Claro que sí —me sonrió.

—O sea que el plan es dar un largo paseo por la playa y ver el atardecer.

—¿Te gusta?

—Me encanta.

Pasamos un buen rato caminando, tomados de la mano y hablando de cualquier cosa. Me sentía plena, amada, tranquila...nunca nadie me había hecho sentir así en mi vida. Nadie excepto él, mi caballero de elegante traje, mi ex-playboy, mi esposo por contrato, el mejor padre que pude encontrar para mi hija...el único hombre al que he amado y al único que amaré.

—¿Por qué me miras tanto? —preguntó, haciéndome volver a la realidad, ni siquiera noté que lo estaba mirando con tanto detenimiento.

Se veía especialmente guapo, con su cabello negro alborotado por la brisa, sus ojos verdes que resaltaban entre los colores del atardecer y su clásica sonrisa...¿acaso podía ser más guapo?

—Sólo pensaba en que tengo un esposo románticamente guapo.

—Pues...yo tengo una esposa increíblemente hermosa. Y divertida, inteligente, sexy...

—Gracias por los cumplidos, amor —lo interrumpió—, pero si te dejo seguir, cumpliremos el año de casados sin que termines la lista.

—Porque la lista es interminable —sonrió y acto seguido me cargó dándome vueltas con facilidad, como si yo no pesara absolutamente nada.

—Ya, bájame —reí y me obedeció depositando mis pies sobre la arena.

—Hablando de nuestro aniversario...

—Espera —lo corté—, antes de que digas nada, yo quiero decirte algo.

—Dime —asintió.

—Gracias por este día tan maravilloso. Siempre quise venir a California y...no puedo creer que hayas armado todo esto por mí. Primero me regalaste un San Valentín genial, después me trajiste a mis hermanos y ahora me traes a Los Ángeles por nuestro onceavo aniversario. La verdad es que si hiciste todo esto ahora no quiero imaginar lo que harás dentro de un mes por nuestro primer año.

—La verdad es que... —comenzó a decir pero se detuvo, estaba nervioso.

Se paró frente a mí y se arrodilló sobre una pierna. No quería saltar a conclusiones sobre esto pero...parecía estar a punto de pedirme matrimonio. Introdujo una mano en uno de los bolsillos de su pantalón y de él sacó una pequeña caja cuadrada de terciopelo negra. Me temblaban las piernas y el corazón me latía a millón, no entendía por qué estaba tan nerviosa si ya estamos casados, pero la imagen de Evan a punto de proponerme matrimonio me encantaba. Abrió la cajita y en su interior había un brillante anillo de plata con una gema incrustada, era sencillo pero hermoso, y parecía hecho para mí.

—Excepto la improvisada ocasión en que te lo pedí por primera vez, nunca había hecho esto pero...unas horas de ensayo en el jet privado me sirvieron para tener una idea de cómo hacerlo ahora —rió, nervioso, casi tanto como yo.

—Amor... —musité.

—Lily Harriet, fuiste la primera mujer a la que amé, eres la única a la que amo y a la que siempre amaré. Te quiero con tus defectos, tu pasado, tus secretos...con tu extraño sentido del humor, tus besos y tu sonrisa. Nunca imaginé que esa nueva sexy camarera de aquel club se convertiría en la persona más importante de mi vida...pero aquí estás y...quisiera saber si esta vez sin herencia ni contrato, me harías el hombre más afortunado del mundo casándote conmigo...por segunda vez.

La emoción me invadía, todos mis sentidos estaban bloqueados y el corazón estaba a punto de explotarme. El amor de mi vida acababa de pedirme matrimonio por segunda vez, sin ningún arreglo de por medio, sólo nuestro amor.

Llevé mis manos a mi cara y cubrí mi boca como todas las mujeres hacemos ante una propuesta así.

—Cla-claro que quiero, amor —tartamudeé con un par de lágrimas de emoción que brotaban inconteniblemente de mis ojos.

—¿¡Sí!?

—¡Sí!

—¡Me caso de nuevo! —gritó a los cuatro vientos, alzando ambos brazos.

Con una enorme sonrisa dibujada en su rostro se levantó y me colocó el anillo. Acunó mi rostro con sus manos y me besó, de esos besos que te dejan sin aliento.

—Te amo, Ev —declaré sobre sus labios.

—Te amo, Lils.





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Nuevo capítulooo!!!!

¡Evan le pidió matrimonio a Lily! ¡Se casan de nuevo!

¿Cuál fue tu parte favorita del cap?

Besos de Karina K.love😉

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