CAPÍTULO 38: Mi verdad

Lily

Evan accedió a darme una oportunidad, no tenía ni idea de a qué vino su repentino cambio de opinión, pero me alegraba que estuviese dispuesto a dejar de lado el orgullo para escuchar mi versión. De hecho, ha adoptado la misma postura cientos de veces desde que nos casamos. Cada vez que peleábamos, tuviese o no la razón, él prefería arreglar las cosas conmigo.

<Te ama más que a sus defectos>

Esas fueron las palabras que Regina me murmuró al oído poco antes de marcharse; y ese era mi Evan.

Bajamos a la sala de estar ya que no queríamos que Jessie nos escuchara, por si despertaba e iba a buscarnos a nuestra habitación. Una vez llegamos,  tomé asiento en el sofá mientras que Evan se sentó en un sillón tapizado a juego en frente de mí, a casi dos metros de distancia.

—Primero que todo, quiero recalcar el hecho de que sólo voy a escucharte porque Jessie está triste y no quiero que esta situación la afecte aún más —aclaró mirándome con seriedad, no importa cuánto tiempo pase, simplemente nunca me voy a adaptar a esa actitud tan fría para conmigo.

Pero algo más captó mi atención...

—¿Jess te dijo que estaba triste?

—No directamente, pero en resumen odia a tus padres porque por ''su culpa'' nosotros estamos distanciados —dibujó comillas en el aire al decir las palabras su culpa.

—Claro, que estemos distanciados es mi culpa —recalqué las últimas dos palabras con la voz apagada.

—Exacto. Pero estamos aquí para que me expliques, así que hazlo —demandó desganado mientras se recargaba hacia atrás en su asiento.

Respiré profundamente antes de comenzar a explicarle. Había planeado como contárselo todo este tiempo, pero ahora mismo estaba en blanco y el miedo de que no me entendiera después de saber la verdad aumentaba. Ya le había contado a todos en aquella cena que organicé, lo hice porque sentía que le debía una disculpa a todas esas personas que quiero por no haber sido del todo sincera con ellos; pero con Ev es diferente porque es mi esposo, la persona a la cual amo y que de igual forma me ama a mí, a él fue a quien más le fallé.

—Mi antiguo nombre... —tragué saliva, mi voz se escuchó temblorosa producto de los nervios— era Liliana Allen. Soy hija de Esteban y Amelia Allen, propietarios de la mayor red de restaurantes del país. Soy la hermana mayor de la top model Roxana Allen y la hermana menor del reconocido chef Kendall Allen —admití un poco nerviosa y obviamente también avergonzada.

—¿¡Kendall Allen es tu hermano!? — exclamó, sorprendido y asentí como respuesta—. Eso explica por qué estabas tan nerviosa el día de nuestra cita después de escuchar su nombre —dedujo, pensativo.

Kendall siempre fue un hermano maravilloso. Me cuidaba y protegía. Me enseñó a quererme con mis peculiaridades y rarezas, solía amar mi sentido del humor y siempre se las ingeniaba para hallar los lugares donde ocultaba los borradores de mis historias, siempre me animaba diciendo que tenía mucho talento y nuestros padres debían apreciarlo más. Actualmente tiene 29 años y ya cuenta con su propio restaurante y mucho renombre en el campo culinario.

—Exacto, llevo años sin ver a mi hermano —sonreí con tristeza—. No sabes lo mucho que lo extraño.

—Y aún así te privaste de ir a verlo sólo para mantener tu estúpido secreto a salvo —reclamó con rudeza.

—Sí, soy muy tonta. ¿Me dejas continuar? —asintió—. En mi familia si no eras especial o carecías de una gran habilidad, no te consideraban digno de presumir ante la sociedad. Kendall siempre fue muy talentoso en todo, no sólo en la cocina. Roxana era la niña más carismática que existía, ella eligió ser modelo, pero muy bien pudo haber ejercido cualquier profesión del mundo del entretenimiento. En cambio yo, era...la nerd de la familia que soñaba con ser escritora. Siempre me subestimaron y me creyeron incapaz, por eso me comprometieron prácticamente a la fuerza con Mark Johnson, el padre biológico de Jessie.

Ev me miró con sorpresa, nunca antes le había dicho el nombre de ese imbécil, supongo que fue un shock escucharlo.

—¿Ese es el nombre de ese bastardo? —preguntó con la mandíbula apretada, estaba enojado.

—Sí, Mark Johnson, uno de los herederos de la gran fortuna de la multimillonaria familia Johnson-Ferrara, dueños de numerosas cadenas de tiendas. No tengo idea cuál sea su paradero actual y, honestamente, me importa una mierda.

—Sígueme contando —resopló, tratando de desviarse del tema de ese idiota, a mí tampoco me gustaba hablar de él, pero era parte importante del relato.

—Mantuve una relación estable con él durante dos años, estando ya en la universidad. Yo estudié Licenciatura literatura gracias a una beca que obtuve, pero también... —jugué con mis manos entrelazando mis dedos entre sí, lo que diría a continuación él también lo desconocía por completo— estudié administración de empresas porque mis padres me obligaron a hacerlo, ya que alguien debía encargarse del manejo de la franquicia y consideraron que debía ser yo debido a que era la "inútil" entre sus talentosos hijos —agaché la cabeza—. Eso explica mis conocimientos de economía.

—Claro, eso explica lo bien que llevas el negocio de la cafetería a pesar de que ''no tenías experiencia'' —negó con la cabeza, de nuevo utilizado las comillas.

—Bueno, debía poner en práctica todo lo que había aprendido, ¿no? —hice una pequeña mueca, nunca quise estudiar administración y contra todo pronóstico, acabé siendo buena en ello.

—Estudiabas dos carreras a la vez, eso significa que eres más capaz de lo que creí. Es una pena que no te hayas graduado —dijo sin mirarme, pero noté cierta...admiración, en su tono de voz.

—Sí lo hice. Me gradué un año antes. Sólo que nunca pude ejercer mis profesiones porque mis títulos universitarios dicen Liliana Allen, no Liliane Fay —suspiré.

—Vaya —fue todo lo que dijo e hizo un mohín.

Respiré hondo nuevamente antes de seguir. Ahora venía la peor parte, lo sensible de la historia; lo que más me avergonzaba de mi juventud.

—El idiota de Mark me engañaba con otras chicas continuamente. Yo de tonta tapaba el sol con un dedo pensando que él sí me quería, era muy inmadura en aquel entonces y él me gustaba demasiado como para darme cuenta de que me estaba utilizando. Nunca lo había visto con mis propios ojos hasta que una noche en una fiesta de la playa en Summer Beach lo encontré teniendo sexo con una chica que solía ser mi amiga.

—Esa noche...¿fue la noche en la que nos conocimos? —preguntó con una media sonrisa dibujada en su rostro.

—Sí. Cuando me conociste ya estaba un poco ebria, no solía beber, pero ese día en serio lo necesitaba y...bueno, ya sabes cómo terminó esa noche —esbocé una pequeña sonrisa.

—Fue una buena noche, L.A. —sonrió, por fin, ¡sonrió!

—Al día siguiente corrí de inmediato a casa. Quedaba muy cerca de la playa, aún no entiendo cómo no me encontraste.

—¿Vivías en Summer Beach?

—No, vivía en Summer Hills, en el Upper. Summer Beach es la playa más famosa y concurrida de la ciudad.

—Y aun así no te encontré —rió para sí mismo.

—Ese mismo día volví con Mark —eso borró la sonrisa de su rostro—. No sé si lo hice porque tenía baja autoestima o la presión que mis padres ejercían sobre mí o porque me sentía culpable por haberme acostado contigo, el punto es que lo hice. En abril, el día de mi graduación, me desmayé, me llevaron al hospital y me informaron que estaba embarazada.

Tuve que parar de hablar, necesitaba llorar y dejar salir todas las emociones negativas que me provocaba rememorar la parte de la historia que venía ahora. Nunca había hablado de esto con tantos detalles y...era doloroso, muy doloroso.

—Lo siento —me disculpé secándome las lágrimas.

—Tranquila —me dijo con un tono de voz mucho menos tenso.

—Mark, como un verdadero cobarde, se fue, no sin antes decirme que sólo estaba conmigo por interés y por la insistencia de nuestros padres. Nunca me quiso y sólo me consideraba un ''entretenimiento sexual permanente'', esas fueron sus palabras. Luego desapareció, creo que se marchó a Europa y su familia lo apoyó.

—Maldito estúpido —gruñó, molesto.

—Mis padres me trataron como la peor escoria del mundo —sollocé—. Dijeron que era una vergüenza y me propusieron abortar o de lo contrario me desheredarían. Me negué a hacerlo y me dijeron que no era más que una cobarde, que era un pésimo ejemplo para mi hermana y que era una suerte que Kendall estaba estudiando en el extranjero y no tendría que ver como su hermanita menor que tanto defendía resultó ser una chica fácil y tan tonta como para dejarse embarazar —confesé esto último con la voz quebrada.

Las lágrimas me atacaban de nuevo y el nudo en mi garganta era insoportable, fue uno de los peores eventos que me he experimentado en la vida y contarlo se sentía casi como recivivirlo, como volver a hace siete años atrás.

—Me echaron de su casa como si fuera basura, sin brindarme ningún tipo de apoyo económico con el cual pudiese sostenerme por mi cuenta —sequé mis lágrimas con el dorso de mi mano—. Pero antes de hacerlo, se aseguraron de que su nombre se matuviera limpio.

—¿Qué quieres decir con mantener el nombre limpio? —frunció el ceño, confundido.

—Ellos me consideraban una deshonra para la familia Allen. No podían permitirse tener a una madre soltera como hija, sería su ruina ante la sociedad. Por eso antes de echarme me obligaron a cambiarme el nombre —sollocé—. Yo...quería que me siguieran llamando Lily así que elegí cambiar de Liliana y Liliane, y Fay lo escogieron ellos, era el apellido de una antigua empleada nuestra que nos robó, no era difícil captar la referencia.

—Por eso tenías otro nombre —murmuró, cabizbajo—. No lo cambiaste tú, te obligaron a hacerlo.

—Conseguí llevarme unos pocos ahorros que tenía guardados y me fui de la ciudad como ordenaron mis padres, a partir de ese momento comencé a ser Liliane Fay nunca miré hacia atrás. Pude sustentarme por dos o tres meses, pero el dinero se agotó y tuve que comenzar a trabajar con cuatro meses de embarazo. Ganaba una miseria y el hecho de estar esperando un hijo no ayudaba en lo más mínimo —me abracé a mí misma, no fue la mejor etapa que digamos—. Te aseguro que no fue nada fácil. Viví en apartamentos muy pequeños y en pésimas condiciones, pero no podía permitirme nada mejor, debía cuidar mi embarazo y comprar todo lo que Jessie necesitaba.

Me sequé las lágrimas una vez más antes de continuar, el dolor me estaba matando, en específico porque ahora me tocaba contar la parte que más culpable me hace sentir.

—Un día saliendo de uno de mis trabajos...estaba lloviendo, resbalé y me caí. La caída me provocó una pérdida y se me rompió la fuente forzadamente, todavía no tenía nueve meses sino ocho. No había nadie en la calle y tuve que caminar cuatro cuadras con unos dolores horribles hasta llegar al hospital. Jessie prácticamente estaba a punto de nacer, lo doctores no se explicaban cómo pude soportar tanto sin desfallecer en el intento. El golpe y el parto provocaron una especie de desgarramiento en el útero, por tanto... —el llanto volvió a atacarme— será un poco difícil cuando quiera volver a ser mamá.

—Por eso me dijiste que odiabas los días lluviosos, ¿cierto? —asentí—. Y también por eso evadías el tema cuando bromeaba acerca de tener otro hijo.

—Anjá. Eso sí pensaba contártelo, cuando quisiéramos intentarlo. Porque...si crees que evadía el tema no era porque no me hiciera ilusión tener otro hijo contigo, es sólo que...

—Entiendo —me interrumpió.

Tomé un respiro antes de reanudar mi relato, a partir de aquí la historia dejaba de ser tan mala; porque ella nació.

—Cuando me entregaron a Jess...fue...lo más hermoso que me pasó en la vida. Sentí que todos mis problemas eran muy pequeños, más que sus manitas de bebé y...tenerla entre mis brazos hizo que todo lo que pasé valiera la pena. Yo...era un desastre, ni siquiera sabía cómo amamantarla correctamente, entonces apareció Caridad. Ella me ayudó hasta que Jessie cumplió un año, entonces decidí dejar su casa y comenzar a valerme por mí misma.

—Sí, Caridad me lo contó —murmuró aún sin mirarme.

—Había entendido que debía ser madura y responsable, ya no era esa Liliana ingenua y manipulable, era madre y debía dar todo de mí para que Jess fuera feliz. Llegué al barrio de Margarita y ella me ayudó muchas veces con la niña, era la única persona que lo hacía. Hace un año comencé a trabajar en ese maldito club, en el que ganaba muy bien, lo suficiente como para costear bastantes gastos y pagar un par de deudas. Trabajé allí por un mes hasta que me salvaste aquella noche. Después de eso no supe nada más de ti y la verdad pensaba que jamás te volvería a ver. Conseguí un trabajo en tu empresa y no noté que trabajabas allí hasta que nos encontramos de nuevo.

Lo miré y aún tenía la mirada perdida, mirando a un punto fijo, pero sabía que me escuchaba. Sabía que estaba analizando cada una de mis palabras buscando indicios de veracidad y credibilidad. Sabía que se estaba debatiendo entre creerme o no, entre perdonarme o no.

—Luego me enteré de que Jessie padecía insuficiencia renal y el mundo se me vino encima, una diálisis equivalía a siete meses de sueldo de todos mis trabajos juntos y ningún banco me concedía un préstamo. Estaba desesperada. Días después me propusiste matrimonio y el resto de la historia ya la sabes.

Volví a mirarlo, estaba inmóvil, sin expresión alguna en su rostro. No sabía qué pensar y tampoco tenía idea de lo que él estaba pensando. No podía descifrar si mi historia lo había conmovido o le había dado más motivos para detestarme. Si creía que tuve suficientes motivos para ocultarle la verdad o si me seguía creyendo una farsante.

Nada, ni su mirada ni su boca me decían nada.

—Evan...por favor...dime algo.

—¿Por qué no me contaste todo esto desde el inicio? —me miró por fin, sus ojos verdes estaban cristalizados.

La pregunta del millón.

—Tenía miedo. Al principio nuestro matrimonio no era verdadero y no creí que me enamoraría de ti, así que no encontraba motivo para contártelo cuando nunca lo había hecho con nadie. Luego...me enamoré, Jessie se recuperó y...todo era tan perfecto y tan maravilloso que no quería que se acabase nunca. Me aterraba que pensaras justo lo pensaste, no quería que todo lo que construimos juntos se desmoronara por culpa del pasado que tanto me empeñé en dejar atrás. Nunca se me ocurrió que mis padres regresarían, de hecho entré en pánico cuando me enteré de que cabía la posibilidad de que mi hermano estuviese viviendo en la ciudad.

—¿Y pensabas ocultármelo toda la vida?

—No te voy a mentir, esa era la idea —bajé la cabeza—. Pensé que si nadie de mi pasado había regresado en los últimos siete años, ya no había posibilidad de volverlos a ver y tú nunca sabrías la verdad. Pero no fue justo que te lo ocultara, la base de una relación es la confianza y yo perdí la tuya, y me lo merezco. Lo siento muchísimo, por todo.

Se levantó del sillón y se arrodilló sobre una pierna frente a mí. Seguía sin emitir palabra, eso me tenía muy nerviosa.

—Sólo quiero preguntarte una cosa más —murmuró.

—Lo que quieras.

—No te justifico por habérmelo ocultado y la verdad es que aún estoy molesto contigo por eso, pero después de todo lo que me has contado es lo único que necesito saber —exhaló con pesadez—. ¿Me amas?

—¿Acaso eres idiota? —acuné su rostro entre mis manos—. Por supuesto que te amo.

Sonrió, se inclinó para alcanzar mi boca y posó sobre mis labios el más tierno de los besos. Lo correspondí gustosa, estaba deseosa de un beso como ese desde hace mucho. Su boca no se separaba de la mía y nos besábamos con tanta ansia...nos necesitábamos el uno al otro, y mucho.

Al separarnos, nos miramos fijamente a los ojos.

—Esto...¿significa que me perdonas? —pregunté en un hilo de voz apenas audible.

—No —dijo con firmeza.

—¿¡Qué!? —murmuré sorprendida.

¿Qué significó ese beso entonces? ¿Acaso fue un beso de despedida antes del divorcio? ¿Ya no me quería?

—Significa que te estoy pidiendo perdón yo a ti —contestó mientras secaba mis lágrimas, suspiré de alivio.

—No tienes por qué hacerlo.

—Sí, sí tengo por qué. Por no escucharte. Por no dejarte explicarme. Por como te traté. Por las cosas espantosas que te dije esa noche. Por no dormir contigo. Por irme de la casa. Por todo —me tomó ambas manos—. Sé que no me lo merezco pero...¿me perdonas?

—Claro que sí, después de todo quien falló fui yo. ¿Me perdonas tú?

—La verdad es que no hay mucho que perdonar. Nada de lo que te ocurrió hubiese influído en lo nuestro si me lo hubieses contado, al contrario, te admiro más porque has demostrado desde el día uno que eres una madre excelente. Pero sí, te perdono —me sonrió y acto seguido me volvió a besar.

No podía estar más feliz al sentir sus labios sobre los míos, pero no era sólo por los deliciosos besos sino por lo que representaban. Mi pasado no ha interferido en nada en nuestra relación y lo más importante, él me sigue amando a pesar de ello.

Estábamos muy concentrados en nuestros besos de reconciliación, tanto que no notamos la presencia de cierta pequeña traviesa.

—¿Ya se arreglaron? —preguntó Jessie que no tengo idea de cuándo apareció.

Interrumpimos nuestro beso para mirarla. Tenía una sonrisa gigante en su hermoso rostro y nos miraba fascinada con sus enormes ojos azules.

—Jessie. ¿Tú no estabas durmiendo? —preguntó Ev, sonriéndole.

—Sí, pero desperté para hacer pipí y no encuentro el baño —hizo una mueca muy divertida.

—Yo te llevo al baño —reí.

—Pero antes díganme si ya se arreglaron —hizo un puchero precioso.

—Sí, princesa —asintió Ev—. Te prometí que cuando despertaras, las cosas estarían bien de nuevo.

—¡Síii! —alzó sus bracitos en señal de celebración—. Ahora dense un beso.

La obedecimos complacidos dándonos un corto beso.

—¿Contenta? —le sonreí.

—Nop, otro —rió y la obedecimos nuevamente.

—¿Ya, princesa? —rió Ev.

—No, otro más —comenzó a aplaudir.

Nos dimos repetidos besos seguidos para complacer a la pequeña, y obviamente a nosotros mismos.

—¡Bueno ya basta! —gritó nuestra niña haciendo que nos detuviéramos de golpe.

—Pero si tú nos dijiste que nos besáramos —se quejó él con mucha diversión.

—Sí, lo sé, pero necesito ir al baño —dijo flexionando sus pequeñas piernas.

Ev y yo sólo nos miramos y reímos. Abandoné el sofá y tomé su manita.

—Ok, princesa. Vamos al baño.

—Esta casa es muy grande, le diré a la abuela que me haga un mapa.

Me detuve a medio camino al recordar un detallito de importancia. Giré sobre mis pies y le lancé una sonrisilla inocente a mi esposo que se encontraba sentado en el sofá.

—Amor, ¿dónde queda el baño?

No se molestó en disimular su risa en lo absoluto, de hecho el sonido hizo eco por toda la casa. Pero no me molestaba, sólo Dios sabe cuánto extrañé esa sonrisa. De un salto abandonó el mueble y caminó hacia nosotras para tomarnos de las manos.

—Andando, mis amores.



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Nuevo capítulooo!!!

¡¡¡¡RECONCILIACIÓN!!!!

Lo siento mucho por hacerlos sufrir tanto, los comentarios del cap anterior me dejaron bien claro que los torturé un poquito 😅

Besos de Karina K.love 😉

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