CAPÍTULO 35: Ya no confío en ti
Evan
Salí de la cafetería tan rápido como pude. Toda la escena que había presenciado parecía sacada de una película, de un melodrama de telenovela, pero no, todo había sido real.
Y la realidad es que no tengo ni puta idea de quién es la persona con la cual me casé.
Desde que vi su expresión cuando nos presentaron a los Allen supe que algo andaba mal, incluso por instante pasó por mi cabeza que ellos podrían ser parte de la familia paterna de Jessie. Qué equivocado estaba. La defendí hasta el último minuto, confiaba en ella, en que nada de lo que dijeran un par de extraños podría poner en tela de juicio la palabra de mi esposa porque ella no sería capaz de mentirme. Y otra vez me equivoqué. ¡Son sus padres! Y la chica que lo acompañaba seguramente se trataba de su hermana. Nunca me dijo que tenía una hermana, nunca me dijo nada en realidad.
Estaba destrozado, nunca en mi vida me había sentido así, tan...desilusionado de una persona que tanto amo; supongo que así se siente cuando tienes el corazón roto por una decepción tan fuerte. Le di todo, y no me refiero a bienes materiales sino a lo que realmente importa: amor, comprensión, apoyo. ¡Joder! Le di la familia feliz que tanto quería. ¿Por qué me hizo esto?
Por mi cabeza pasaban millones de ideas y ninguna era buena. Aún no me creía que mi esposa fuera una mentirosa, que no haya sido sincera conmigo nunca. Ahora la mujer de la que me enamoré no era mas que una desconocida. Si me mintió sobre sus padres y su origen, entonces no podía estar seguro de si me ha ocultado más cosas, o si todo lo que conozco de ella es sólo un personaje.
¿Y si es cierto que se casó conmigo para que le resolviera la vida más allá de la enfermedad de Jessie?
¿Y si me mintió cuando alegó preferir el amor antes que el dinero?
Maldita sea. ¿Y si no me ama?
No quería pensar en esa última interrogante. Me dije mentalmente varias veces que Lily, mi Lily, no sería capaz de fingir un sentimiento tan verdadero como el amor; que era imposible que no me amara...
Pero ella no es mi Lily. Es Liliana Allen, una auténtica desconocida.
Mi Lily es humilde, sencilla y honesta. Pero...¿quién es Liliana Allen? ¿Una chica rica que fue desheredada tras salir a la luz el tema de su embarazo? ¿Una mujer adaptada a los lujos que, al perderlos, vio en mí la oportunidad de volver a vivir una vida acomodada? ¿Una mentirosa que usó a Jessie todo el tiempo? ¿¡Quién mierda es!?
Aún sumido en mis pensamientos, caminé apresuradamente hasta mi auto. Por suerte nadie me siguió, todos sabían que en el estado en el que estaba la mejor opción era dejarme solo. Subí a mi lamborghini y comencé a conducir sin rumbo fijo.
Estaba enojado y con la cabeza muy caliente, tanto que temía causar un accidente si seguía manejando en esas condiciones. Me dirigí a mi rincón especial junto al acantilado para despejar mi mente y desahogarme. Ya era de noche, la carretera estaba desierta y el único sonido predominante eran mis gritos de rabia e impotencia. Lo necesitaba, descargar lo mal que me había hecho sentir.
Podía decir sin temor a equivocarme que esto fue de las cosas que más me han lastimado a lo largo de mi vida. Ella ha sido la única mujer a la que de verdad he amado, lo fue hace siete años en Summer Beach y lo continuó siendo cuando nos reencontramos. No me hubiese importado que sus padres fueran ricos o que me mintiera con respecto a su nombre, con decirme la verdad habría bastado; así no me sentiría tan decepcionado de ella.
Un corazón puede resistir mil decepciones, pero no de la persona que amas, es preferible que deje de latir antes.
No supe a ciencia cierta cuánto tiempo permanecí allí, dejando salir todo el dolor sin garantías de que suavizara la opresión en mi pecho, sólo sé que subí a mi auto y simplemente regresé a casa. Llegando a la mansión lo último que quería hacer era ver a esa desconocida con la que me casé, mi intención era seguir de largo hasta alguna de las habitaciones de huéspedes y pasar allí la noche para no tener que enfrentarme a ella, no hoy.
Para mi mala suerte ella estaba esperándome en la sala de estar. Se mordía las uñas y movía una pierna repetidamente, estaba nerviosa. Además llevaba puesto su camisón, eso quería decir que era más tarde de lo que pensaba, pero la hora era lo que menos me importaba en ese instante.
No quería verla y mucho menos discutir, así que seguí mi camino hacia la escalera, ignorándola por completo.
—Evan... —me llamó, al parecer preocupada, pero sólo me limité a ignorarla.
Me tomó del brazo para detenerme, me giré y me solté sin ser tan brusco. No tenía fuerza mental y emocional para entablar una discusión, sólo quería dormir y con suerte mañana despertar descubriendo que todo fue una pesadilla.
—¿Qué quieres? —cuestioné con el tono mas frío que pudo emanar de mis cuerdas vocales.
La miré por primera vez a los ojos desde que llegué. Los tenía rojos e hinchados, debió estar llorando.
—Quiero hablar contigo —musitó—. Explicarte todo.
Explicarme todo ahora, después de que sus sucios secretos salieron a la luz, después de mentirme durante meses como a un reverendo imbécil.
—¿Explicarme qué? ¿Que eres una maldita mentirosa? —alcé la voz enojándome de nuevo.
—Las cosas no son como estás pensando. Mis padres te...
—Tus padres me dijeron la verdad —la interrumpí—, la que tú no fuiste capaz de contarme.
—Si tan solo me dejaras contarte —sollozó, comenzando a llorar.
—¡No quiero! ¿Por qué tendría que escuchar y confiar en una completa desconocida?
—Evan, sigo siendo Lily —dio un paso más cerca de mí y me tomó de la mano—. Tu Lily.
Mi Lily no existe.
—No —me zafé de su agarre—. Estoy comenzando a pensar que la Lily de la que me enamoré nunca existió y quizás sea cierto que sólo te casaste conmigo para que te mantuviera.
Eso le dolió, o al menos eso fue lo que su expresión rota dejó en evidencia. Un atisbo de culpa llegó a mi cabeza, pero recordé que no sabía si estaba hiriendo a la persona que creía conocer o a alguien completamente diferente.
—¿Cómo puedes pensar eso? Te recuerdo que fuiste tú quien me propuso matrimonio —me apuntó con el dedo índice— y que la única razón por la que acepté fue porque Jessie estaba enferma y no tenía dinero para su tratamiento, eso te consta.
Jessie, lo único real que ella me ha dado. ¿Con qué cara le va a decir a la niña que no es quien ella cree? ¿Cómo es capaz de mirarla a los ojos después de usarla como lo hizo?
Pensar en ello sólo logró ponerme peor. Usó a Jessie, de la forma más vil y rastrera, y eso fue suficiente para que de mi boca salieran esas palabras que, estando en mis cinco sentidos, nunca hubiese dicho, pero dejé que el enojo me cegara.
—Sí, me consta. Eso me hace preguntarme cuántas veces utilizaste a Jessie para provocar lástima.
Su rostro se transformó en una fracción de segundo dándole paso a la furia. En un movimiento rápido estampó su mano contra mi mejilla dándome una sonora bofetada que resonó por toda la habitación. Coloqué mi mano sobre mi dolorida mejilla —dolor que no se comparaba en lo más mínimo a haber descubierto la verdad— y volví a mirarla. En su cara había una mezcla de dolor y furia, mientras lágrimas adornaban su rostro.
—Nunca, en tu puta vida, vuelvas a cuestionarme como madre y mucho menos a insinuar que alguna vez he utilizado a Jessie —dijo en un tono pausado y cargado de enfado—. Puedes odiarme, insultarme, pensar lo peor de mí, pero eso jamás; sabes que ella es lo más importante para mí y que no lo haría.
—No, no lo sé, porque no conozco a ninguna Liliana Allen.
Dicho esto subí las escaleras y me dirigí a paso apresurado hacia nuestra habitación. No quería dormir con ella, no hoy, no estaba de humor para volver a discutir y mucho menos para decir cosas de las que me arrepentiría otra vez, porque sí, estaba enojado pero me arrepentía de haber dicho eso.
Tan pronto recordé a Jessie, el arrepentimiento me golpeó. No debí decir lo que dije, sólo lo hice por el calor del momento y hablé sin pensar. Lily, Liliana o sea cual sea su nombre puede ser una mentirosa, pero no es mala madre. Fui a la habitación de la niña, pensé que si la veía, me sentiría un poco mejor, pero no la encontré allí, eso quería decir que estaba en casa de mi hermano. Al menos Lily fue consciente de que no era buena idea que nos viera discutir.
Saliendo de la habitación de mi hija me topé con Lily nuevamente en el pasillo. Seguí mi camino hacia una de las habitaciones de invitados, que era donde dormiría esta noche.
—¿No dormirás conmigo? —preguntó detrás de mí, con la voz quebrada.
Di media vuelta y la miré directamente a esos ojos verdes que tanto me gustaban, los que creí que nunca me mentirían.
—¿No es obvio? —fue lo único que dije antes de retomar mi camino hacia la habitación más próxima.
El cuarto sólo estaba amueblado con un clóset, una pequeña cómoda y una cama perfecta donde podría dormir sin problemas. Desganado, me despojé de mi traje y lo sustituí por una camiseta y un pantalón de chándal que previamente había sacado de mi habitación. Me acosté y cerré los ojos tratando de no pensar en nada para lograr conciliar el sueño.
Fue en vano, eran las 3:00 a.m. y aún no lograba dormirme.
De mi cabeza no salían las escenas de la cafetería, esos señores junto a esa chica, Lily revelándome su verdadero nombre, enterarme de esa forma que me estuvo mintiendo desde que la conocí. No me hubiera importado que no me lo contara cuando nos conocimos, incluso cuando nos casamos, pero después de todo este tiempo, con todo lo que hemos pasado juntos, lo menos que podía hacer era decirme la verdad. ¿Acaso no me tenía confianza? ¿No me amaba lo suficiente como para ser sincera y revelarme su pasado? Yo no la habría juzgado, no tendría por qué hacerlo; pero ella eligió ocultármelo y si lo hizo fue por algo.
Yo me he abierto con ella, como no lo había hecho con nadie antes. Le hablé de mi madre, maduré a base de duros golpes de realidad, intenté ser el mejor padre que podía para Jessie, perdí el orgullo por ella en infinidad de ocasiones, me enfrenté a mi padre, me puse en su lugar, hice un esfuerzo sobrehumano por reconciliarme con mi familia, incluso estaba dispuesto a romper el contrato. Todo por ella, y no me habló de su pasado. No se merece que la escuche y tampoco que la perdone, al menos no por ahora.
Ahora sólo podía pensar en cómo toda esta situación iba a afectar a Jessie, ella no tiene la culpa de nada y lo último que quiero es que sufra por nuestra causa, no se lo merece. No quería que cuando regresara de su fin de semana en casa de Garret presenciara el ambiente gélido y hostil entre su madre y yo, siempre lo nota, tiene una especie de sexto sentido para detectar cuándo algo iba mal y ésta vez todo estaba peor que mal.
Luego de una hora más dando vueltas en la cama, conseguí dormir. Para cuando desperté eran las 8:00 a.m. y me sentía horrible, no solo mental sino físicamente, tuve una noche pésima y, aunque no quisiera admitirlo, no soportaba la idea de dormir sin la mentirosa que tengo por esposa.
Luego de asearme y sin quitarme la ropa que usé como pijama la noche anterior, bajé al comedor para desayunar, necesitaba un café mañanero. Allí estaba Margarita, al parecer esperándonos ya que la mesa estaba servida, pero ella, a pesar de estar sentada, no había probado bocado.
—Buenos días —saludé sin ganas mientras me sentaba en mi silla.
—Buenos días, Ev. Parece que no pasaste una buena noche —dijo con la dulzura que la caracteriza.
—No, la verdad es que casi no pude dormir. Necesito café.
La madrina me sirvió una taza de café y me la entregó.
—Aquí tienes, querido. Te hará bien.
—Gracias —intenté sonreírle antes de llevar la taza a mi boca.
Tomé casi todo mi café de un solo sorbo mientras un gran silencio se apoderaba del comedor. Sabía que Margarita me lanzaría uno de sus consejos mágicos de hada madrina en cualquier momento, pero sinceramente no estaba de humor para escucharlos. No estaba de humor para nada en general.
—Evan...sé que estás molesto, y estás en todo tu derecho de estarlo. ¿Pero no crees que fuiste muy duro con Lily? —rompió el silencio, sabía que tocaría el tema tarde o temprano.
—¿No crees que ella fue muy cobarde al no contarme la verdad? —rebatí.
—Te entiendo, pero discutiendo como lo hicieron anoche no lograrán nada —me miró con sus grandes y compasivos ojos marrones.
—¿Nos escuchaste? —pregunté realmente apenado.
—Sus gritos se escuchaban por toda la mansión, lo cual es increíble teniendo en cuenta que este lugar es enorme.
—Lo siento por eso, pero no puedo creer que me haya ocultado algo tan importante —dejé la taza a un lado—. ¿Tú lo sabías?
—No, nadie lo sabía. Después de que te fuiste todos estábamos tan en shock como tú. No se sinceró ni contigo ni con nadie más, ni siquiera con Caridad que fue la primera persona que la apoyó cuando tuvo a Jessie.
—Eso significa que nos ha mentido a todos —negué con la cabeza antes de mirarla—. ¿Cómo puedes no estar molesta con ella?
—Sí lo estoy, sólo que antes de juzgarla esperaré a escuchar su versión de la historia. Que ella sea la que nos cuente la verdad, lo que en realidad ocurrió y el motivo por el cual no nos reveló su pasado.
—Sus padres dejaron muy claro el motivo.
—Evan, yo no confiaría en las palabras de las personas que abandonaron a su suerte a su propia hija cuando más los necesitaba.
—Eso es lo que Lily nos contó, pero cómo sabemos si esa es la verdad. Para mí todo lo que me ha dicho está puesto en duda —apreté los labios y dejé salir un desalentado suspiro—, incluso dudo que en verdad me ame.
—¿Crees que no te amo? —preguntó Lily entrando al comedor.
Su cara daba a entender que pasó tan mala noche como yo. Sus ojos estaban irritados e hinchados, con enormes bolsas debajo de ellos. Era obvio que estuvo llorando y, aunque desearía que no me importara, en parte me sentía culpable. Además, pocas cosas son las que detesto tanto como verla llorar.
—No lo sé. Lily Harriet afirmó que me amaba, pero no sé lo que siente o piensa Liliana Allen —respondí con toda indiferencia.
—Sea cual sea mi nombre, eso no cambia el hecho de que te amo.
Me paré de mi silla y caminé hasta quedar frente a ella. Empuñé mis manos en un vago intento de autocontrol para no acabar como ayer, diciendo cosas hirientes que lejos de hacerme sentir mejor, me harían sentir culpable.
—El problema es que no te creo, porque ya no confío en ti.
Salí del comedor y me dirigí a mi habitación aprovechando que ella ya no estaba allí. Busqué una maleta y comencé a empacar. Necesitaba un cambio de aires, irme lejos por unos días a un lugar donde pudiera pensar y olvidar que mi matrimonio estaba casi roto. Iría a la casa de verano de mi familia, según me dijo Regina ya estaba totalmente reconstruida y remodelada, era el lugar idóneo.
Terminé con mi maleta —en la cual sólo introduje lo necesario para pasar un par de días en casa— y me cambié de ropa, listo para irme. Al abrir la puerta cuando iba de salida, me la encontré del otro lado del umbral. Miró la pequeña maleta que sostenía y luego su vista se fijó nuevamente en mí.
—¿Te vas? —preguntó, desilucionada.
—¿Dónde está Jessie? —pregunté ignorando completamente su anterior pregunta.
—Después de todo lo que pasó ayer creí que lo mejor es que pasara el fin de semana con Garret, Lorraine y Mateo como se tenía previsto —bajó la cabeza—. No quiero que nos vea así.
—Bien entonces. Cuando regrese dile que me fui a un viaje de negocios, para que no se preocupe al no verme en casa.
—¿A dónde te vas? —frunció los labios intentando no llorar.
—A algún lugar lejos de aquí, para olvidarme por unos días de todo esto. Necesito estar solo y sobre todo necesito estar lejos de ti.
Parpadeó repetidamente para retener las lágrimas pero de igual forma una de ellas logró escapar deslizándose por su mejilla. Quería secar esa lágrima, detesto verla llorar, pero también estaba muy molesto aún.
—Te entiendo —se apartó para dejarme pasar y salí al pasillo.
—Dile a Jessie que la quiero y que le mando un beso —intenté sonreír pero no lo logré—. Estaré de regreso pronto, no quiero que me eche mucho de menos.
—Se lo diré, no te preocupes —asintió.
—Ok, entonces...adiós —me despedí secamente y caminé dejando atrás a la mujer que amo, pero en la que ya no confío.
Me dolía, en el fondo me estaba matando tratarla así. Quería golpearme a mí mismo por haber provocado sus lágrimas, porque mentirosa o no, me ame o no, esa mujer es la luz de mi vida. Pero este soy yo cuando las personas a las que amo me hacen daño, me encierro en mí mismo y es muy difícil que llegue a perdonarlos. Recuerdo muy bien haberlo agregado a mi lista de defectos cuando hablamos de ello hace casi un año y la prueba más ferviente de que es así, es el rencor que durante tanto tiempo le guardé a mi padre por haberme hecho a un lado.
—Evan... —escuché su voz cuando ya me encontraba a un par de metros de distancia, giré sobre mis pies para encararla.
—Dime —esta vez no me molesté en hacer uso de mis tonos de voz helados, estaba exhausto y quería salir de allí.
—Sé que nos vas a creer en nada de lo que te diga y que ya no confías en mí, me lo merezco —sollozó—. Pero quiero que sepas que nada de lo que siento por ti ha sido mentira o fingido. Te amo, Ev.
—Me gustaría creerte.
Y eso fue todo lo que pude decir, ese Te amo había dado inicio a otra guerra de sentimientos versus razonamiento. Una parte de mí decía "¿Por qué debería creerle a una mentirosa?" y la otra gritaba "Yo también te amo".
Di media vuelta y caminé por el pasillo hasta salir de ahí.
(...)
Sunshine Bay, la mejor locación de todo Heaven Gold City.
Se encuentra al oeste y es la zona costera más amplia de la ciudad, aquí se localizan las mejores playas y bahías. Para preservar hábitats y la belleza natural del lugar, el área se dividió en tres: el Highline —la zona hotelera y turística—, la Costa Dorada —la zona natural donde está prohibido el acceso al público sin supervisión y permisos— y el Jam —la zona residencial— que es en donde me encuentro ahora.
Normalmente no muchos vienen a Sunshine Bay en pleno invierno al tratarse de un área tan cercana al mar, es un sitio recreacional y sólo los residentes de aquí ocupan casas en esta época del año. Justo por eso era el lugar ideal para pensar, alejado de todos y nadie me encontraría. Lo gracioso del caso es que estoy a menos de media hora en auto de casa, no tan lejos como dije.
Ingresé a la enorme casa de dos plantas y sin molestarme en desempacar, lancé la maleta sobre el sofá de cuero de la sala de estar antes de dirigirme a la cocina para atacar la reserva de whisky de mi padre. En mi adolescencia era fan de ahogar las penas en alcohol cuando me iba mal con una chica, me parecía tonto de ni parte en aquel entonces y me lo sigue pareciendo ahora, la bebida no me haría olvidar lo decepcionado que estaba de Lily...pero ayudaría por un rato.
Vertí en un vaso el contenido de la botella de origen ruso y tras dar el primer trago hice una mueca, esa mierda estaba fuerte. Apoyé ambos antebrazos sobre la encimera de granito inclinándome hacia adelante y al hacerlo, el pequeño relicario que me regaló por Navidad escapó del interior de mi suéter y aterrizó frente a mis ojos.
Me debatí entre quitármelo, devolverlo a su sitio u observar esa bonita fotografía de nuestro cumpleaños. ¿Adivinen qué opción ganó?
Sonreí al recordar lo bien que lo pasamos ese loco día en el que ambos cumplimos 27 años. Ella no paraba de bromear acerca de que ese día se vencía el plazo del ultimátum, que la hallé muy rápido y que llamásemos a papá para confirmar que mi herencia no estaba en peligro y que no habría más amenazas futuras con respecto a ello. No paraba de echarme en cara que ella era mayor que yo y contraataqué diciéndole que cuando comenzáramos a envejecer le usaría ese hecho en su contra en cada cumpleaños.
Mi sonrisa se esfumó al leer la inscripción grabada en la parte trasera del relicario. Ese día, como todos los anteriores y posteriores a ese desde el día en que la conocí, sentí una felicidad auténtica, esa que sólo ella es capaz de darme; y caer en cuenta de que todo pudo ser falso es demasiado dolorosa.
Tomé el relicario y lo introduje en mi suéter, no podría quitármelo y tirarlo ni aunque quisiera. Dejé mi vaso de whisky a un lado para beber directamente de la botella.
—Hora de ahogar el amor en el alcohol.
Eso fue lo único que dije antes de ingerir el primer trago, el primero de muchos otros.
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Nuevo capítuloooo!!!
Escucho teorías sobre el pasado de Lily.🗒
Besos de Karina K.love😉
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