CAPÍTULO 33: Navidad

Lily

A la mañana siguiente desperté con un pequeño bulto castaño dando saltos sobre la cama. Jessie gritaba ''¡Ya es Navidad, ya es Navidad!'' a todo pulmón mientras yo me acurrucaba en los brazos de Evan sin intención alguna de abandonar la cama.

—¡Mami, despierta! —gritó Jess antes de propinarme un tosco almohadazo.

—¡Jessica! —me senté de golpe.

—Jessie, cariño...por favor...son las...¿qué hora es? —preguntó Ev entre bostezos y gimoteos, aún adormilado.

—Son las 7:00 a.m. Hora de abrir los regalos, ¡ya es Navidad! —soltó mi chillona hija.

—Ni siquiera para la escuela te despiertas tan temprano —me quejé apartando las sábanas y bajando de la cama.

—La escuela es la escuela y Navidad...¡ES NAVIDAD! —chilló de nuevo y sentí que mi cabeza explotaría.

—Como vuelvas a gritar le voy a pedir a Santa que te lleve en su trineo hasta el Polo Norte y te deje allí hasta el año que viene, no es broma —le advertí y ella se quedó callada haciendo el gesto de cerrar el zíper en sus labios.

Evan continuaba dormido —babeando la almohada para ser exacta—, pero no por mucho tiempo ya que nuestra pequeña hija se encargó de golpearlo a base de almohadazos y a gritarle en el oído hasta hacer que despertara. Se paró algo malhumorado pero la sonrisita inocente de Jessie no le permitía estarlo por mucho tiempo, ella es su debilidad, no es novedad.

—Bien, ahora que ya están despiertos tienen que ir a lavarse los dientes y hacer pipí —indicó la niña—. Después van a ir conmigo al árbol a ver qué nos trajo Santa Claus. ¡Ah! Y no se quiten los pijamas.

Ev y yo compartimos miradas y risas antes de hacer exactamente lo que la pequeña nos ordenó. Saliendo del baño nos tomó de las manos a ambos y nos arrastró hasta el Salón Navidad. Saltó de emoción al ver tantos regalos bajo el árbol y corrió en dicha dirección.

—¡Santa trajo taaantos regalos! —chilló abrazando una de las cajas envueltas en papel de regalo.

—¿Quieres abrir los tuyos?

—Sí. ¿Cuáles son? —miró la pila de obsequios, confusa.

—Son los que tienen tu nombre escrito y como ya sabes leerlo, sólo tienes que buscarlo —señaló Ev sentándose a su lado.

La pequeña comenzó a buscar entre los regalos leyendo en cada uno, para estas alturas ya sabía leer su nombre y bastante palabras más. Encontró el primer obsequio con su nombre y lo abrió con rapidez, era una Dora Exploradora de peluche. Saltó de la emoción y prosiguió con el resto de los regalos: una casa de muñecas, una pelota cambiaba de color después de cierta cantidad de rebotes, una caja de música, un vestido de princesa, una corona...

—¡Me encantan los regalos! —brincó de alegría.

—Me alegra, cariño —Ev le sacudió el cabello.

—¿Qué tal si ahora desayunamos? Muero de hambre —propuse e hice un puchero, ambos asintieron de acuerdo.

Nos dirigimos a la cocina y me dispuse a preparar el desayuno para todos, a pesar de que sólo nosotros estábamos despiertos. Cociné panqueques con miel y chocolate caliente, típico desayuno navideño de las Fay, bueno, ahora Harriet.

Desayunamos tranquilos y al rato aparecieron en el comedor Lorraine, Margarita y Mateo deseándonos feliz Navidad. Desayunaron junto a nosotros y nos pusimos de acuerdo para salir al jardín delantero a jugar en la nieve, los niños morían por hacerlo. Nos cambiamos abrigándonos con suéteres, abrigos, guantes, orejeras y todo lo necesario para no pescar un resfriado antes de salir a divertirnos.

La nieve adornaba todos los alrededores de la mansión dándole un aspecto invernal hermoso, como si todo hubiese sido cubierto con una enorme capa de algodón. Los niños no tardaron en armar un muñeco de nieve y usar a Evan como reno para que tirara de un trineo de madera que no tenía idea que teníamos guardado en el sótano.

Todo iba de maravilla hasta que se me ocurrió la grandiosa idea —nótese el sarcasmo en vista de cómo terminé— de proponer una guerra de bolas de nieve. Las esferas frías comenzaron a volar de un lado a otro, era un todos contra todos, hasta que se convirtió en un "todos contra Lily".

—¡Jessie! ¡Me diste! —grité quitándome la nieve de la cara, era la cuarta bola seguida que mi rostro recibía.

—Lo siento, mami —se encogió de hombros, traviesa.

—Lily, piensa rápido —gritó Ev antes de lanzarme una bola de nieve que me dio en toda la cara mientras el resto se reía.

Ya es la quinta, estoy comenzando a hartarme.

—¿Acaso hicieron un trato para que todos los proyectiles estén dirigidos hacia mí? —resoplé exhausta, había perdido la cuenta de cuántas veces me habían dado.

—¿Qué son pro...yectiles? —preguntó Mateo ladeando la cabeza con confusión.

—Son las bolas de nieve que me están lanzando.

—¡Ah! Entonces sí —rió el pequeño rubito y acto seguido me lanzó una bola que logré esquivar por muy pocos centímetros, él era uno de los que mejor puntería tenía.

—¡Todos contra Lily! —gritó Margarita convirtiéndome en el blanco de las bolas, otra vez.

Comencé a recibir impacto de las esferas por todas partes. Adopté una postura defensiva y acepté los impactos con dignidad ya que correr sería muy ridículo, eran cinco contra uno, cinco expertos en lanzamientos de bolas de nieve. En menos de un minuto me vi cubierta de nieve y sólo pude moverme cuando dejaron de impactarme.

Uff, por fin me dan un respiro.

—Lily, ¿eres tú? —preguntó una voz familiar.

Comencé a quitarme la capa de nieve que cubría dos terceras partes de mi cuerpo con las risas de mi familia como música de fondo.

—Mami —Jess me tomó de la pierna, sacudiéndome—, termina de quitarte la nieve, el tío y los abuelos están aquí.

Aparté los pocos restos que quedaba en mi rostro hasta encontrarme a las figuras de mis suegros y mi cuñados a pocos metros de mí. Garret llevaba una bolsa enorme cargándola sobre su espalda como todo un Santa Claus moderno y guapo, seguramente ahí se encontraban los regalos por los cuales están aquí.

—¿Es Lily? ¿Creía que era un muñeco de nieve? —rió Regina, incluso ella que es la más seria se burlaba de mí.

—Feliz Navidad, ¡yupiii! —grité con sarcasmo.

—Oh, no te enojes, amor —sonrió mi esposo quitándome los restos de nieve del rostro—. Tienes que admitir que fue divertido.

—Lo fue, pero para ustedes que no se parecen al abominable hombre de las nieves —me quejé y todos estallaron en risas nuevamente. Volteé hacia los Harriet recién llegados—. Feliz Navidad a ustedes tres.

—Feliz Navidad, copo de nieve —bromeó Eduard ganándose otra tanda de risas, intenté contenerme pero acabé riendo también.

—Buena esa —admití, cruzándome de brazos.

—Entremos a casa, está comenzando a hacer más frío —invitó Evan.

Volvimos al interior de la mansión y preparamos otra tanda de chocolate caliente para todos. Me gustaba el ambiente familiar, no es que ayer no fuera así, pero tener hoy aquí a Garret, Eduard y Regina hacía que la familia estuviera completa a pesar de que los lazos no estaban del todo restablecidos.

Jessie como siempre era el epicentro de todo. Pregutándole a sus abuelos cómo eran Evan y Garret de pequeños, juntando a su tío con Lorraine y Mateo, obligando a su papá a bailar un vals con Margarita. No sé si la pequeña sabía que para alargar la estadía de su tío y abuelos debíamos compartir tiempo todos juntos o si solamente era Jessie siendo Jessie, pero estaba funcionando.

—Es Navidad. Es Navidad. ¡Es Navidad! —canturreó Jess, dando saltitos por doquier en la sala de estar.

—Parece que a cierta personita le encanta la Navidad —sonrió Regina.

Desde que llegó he notado que ha estado muy alegre y cariñosa, tanto que no parece ser ella. Según Garret, hoy es el único día del año en el cual la emperatriz impacable se permite mostrarse cálida, dulce y sonriente, como si acumulase todo su amor para esta ocasión en específico. Ahors entendía a la perfección a qué se refería cuando en mi boda dijo que no recibiría ningún otro abrazo de su parte hasta Navidad.

—¡Es que estoy muy contentas porque están todos! —chilló, dando saltitos en el lugar—. Bueno, faltan Karl, Miri, Fibi, Estrella y Fred, pero están de vacaciones —hizo un mohín—. Nunca había tenido una familia tan grande.

Boom, directo al corazón.

Durante años sólo fuimos ella y yo. No había nadie más. No había espacio para nadie más, en realidad. Jess siempre quiso formar parte de una gran familia —y lo hace ya que tanto la mía como la de su padre biológico son un tanto extensas—, pero nunca pude ofrecerle a algún miembro además de mí por mis circunstancias. Ahora es diferente, somos Harriet y, a pesar de que la mayoría no compartimos lazos consanguíneos, nos amamos como una verdadera familia; eso vale mucho más.

Ev se levantó de su asiento para tomar a la niña en brazos.

—Pues hoy vas a disfrutar tu primera Navidad con tu familia tan grande. El tío Garret y los abuelos se van a quedar todo el día con nosotros.

—¿En serio? —preguntaron los aludidos al unísono, lucían sorprendidos y admito que yo también lo estaba un poco, aunque conociendo a Evan, me lo esperaba.

—¿Qué? ¿No quieren?

—¡Claro que queremos! —exclamaron a la vez, sacándonos risas a todos.

—Gracias por la confirmación —rió Ev para luego girarse hacia los tres integrantes no oficiales de esta familia: los Moon—. ¿La madrina Margarita, la tía Lorraine y el primo Mateo también están de acuerdo?

Todos asintieron, pero el rubito se cruzó de brazos y frunció el ceño como suele hacer cada vez que se toca el tema de un posible romance entre su madre y mi cuñado.

—Ya les dije que Garret no será mi papá —refunfuñó.

—Mat, ¿de verdad quieres discutir conmigo otra vez? —inquirió mi hija a lo que el niño suspiró y negó con la cabeza—. Eso pensé.

—Bueno, ¿a qué esperamos? —anuncié, llamando la atención de todos—. ¡Que comience la Navidad Harriet!

Después de eso y sin darnos cuenta, se nos pasó todo el día.

Lo que restó de mañana y toda la tarde la dedicamos a todo tipo de actividades. Disfrazamos a Eduard de Santa Claus por petición de Jess, las fotos que le tomamos sacarían de la depresión a cualquiera. Jugamos a las escondidas navideñas, y casi perdemos a Mat. Horneamos galletas mientras cantamos villancicos, Evan y Eduard nos acompañaron con la guitarra. Vimos programas especiales por las navidades, los cuales nos aburrieron tanto que Regina casi llama a la televisora para quejarse. Hicimos el tradicional intercambio de regalos y quedé encantada al notar que todos recordaron que no me agradan los regalos ostentosos, todos los míos fueron pequeños y sencillos. Mateo intentó meter al muñeco de nieve del jardín en casa, intento fallido obviamente.

Y cuando nos dimos cuenta, ya estaba anocheciendo. Nunca un día se me había pasado tan rápido como este.

Lorraine se ofreció a impartirle una clase de ballet a Jess en la sala de estar —el resto se había retirado al Salón Navidad—, ni siquiera recordaba que era bailarina. La verdad es que me he hecho muy amiga de ella, tanto como para considerarla parte de mi familia y me consta que es buena persona, pero omite todo lo relacionado con su pasado. No soy quién para juzgarla, ella ha pasado por mucho dolor anteriormente y es lógico que no quiera hablar de ello. Además, yo también estoy ocultando mi pasado, parte importante de él que no voy a revelar; nada ni nadie va a empañar la felicidad que tengo ahora, con mi nueva familia y amigos.

Eliminé esos pensamientos de mi cabeza y me apoyé al marco de la puerta, observándolas. Jess lucía feliz con la lección, quizás podría inscribirla en clases de ballet en el futuro para que comience a incursionar en actividades nuevas. Lori por su parte parecía tan feliz bailando, sonreía como yo lo hago mientras escribo; me pregunto si querrá retomar el baile...

—No sabía que era bailarina —comentó Garret a mi lado, ni siquiera sé en qué momento apareció.

—Yo lo había olvidado, pero sin duda alguna es buena.

—Sí, es muy buena —sonrió involuntariamente sin quitarle los ojos de encima a Lorraine.

No importa cuánto lo niegue, le gusta y eso salta a la vista. Lo gracioso del caso es que es mutuo, pero ninguno ha dado el paso, y es una lástima porque ambos se merecen darse la oportunidad.

—Sientes cosas por ella, ¿cierto?

—Digamos que me llama la atención —contestó con una indiferencia que no me creí en lo absoluto.

—Sabes que la idea de Jessie de que tú, Lorraine y Mateo sean una familia no es tan descabellada, ¿verdad, cuñado?

—No, ya bastante tengo con mi familia —rió por lo bajo.

—Tu familia está bien. Evan ya te considera su hermano y la relación entre él y sus padres está mejorando, poco a poco, pero lo están intentando —coloqué una mano sobre su hombro—. ¿No crees que es hora de que dejes de preocuparte por ellos y vayas por lo que tú quieres?

Le echó un último vistazo a Lo para luego mirarme.

—Puede que tengas razón —asintió, pensativo.

—Puede no, la tengo. Ve por ella, tú también te mereces una familia feliz —le di un ligero codazo—. Jessie, ven un momento, por favor —llamé a mi hija interrumpiéndolas.

La rubia quedó un poco en shock al percatarse de que tenía público, pero deduje que su incomodidad era más por Garret que por mí. Jess corrió a mis brazos y la cargué.

—Ve por ella, tigre —le murmuró a su tío dejándonos a ambos perplejos.

—¡Jessica!

—Mamá, no grites. Sólo le estoy dando un empujoncito —se excusó la pequeña con una sonrisa y salimos ambas de allí.

Fuimos juntas al Salón Navidad para darle privacidad a los tortolitos y allí estaban Margarita hablando con Regina y Evan con Eduard. Se me hacían raro dichas combinaciones pero me alegraba también, mientras más se compenetraran los miembros de la familia, mejor. Mateo por su parte estaba dormido con su cabecita descansando sobre el regazo de su tía abuela.

—Me gusta nuestra familia, mami —comentó Jess mientras los observábamos.

—A mí también.

—El año pasado sólo éramos tú y yo. Y ahora también están mi madrina, mi papá, mis abuelos, mis tíos y mi nuevo primo —me rodeó con sus bracitos formando un abrazo—. Me gusta tener una gran familia.

—Y a mí, cariño.

—Mami, ¿por qué no conozco a mi familia?

—Bueno porque...son nuevos, princesa —contesté con dulzura—. Recuerda que aún no llevamos ni un año de conocer a los Harriet.

—No lo digo por nuestra nueva familia. Pregunto por nuestra verdadera familia. Tus papás y... —hizo un mohín como el de antes— mi verdadero papá.

Eso me agarró desprevenida. Es obvio que algún día preguntaría por ellos, sabía que este momento llegaría pero eso no quiere decir que estuviera lista para enfrentarlo. ¿Cómo le explicas a tu hija de 6 años que toda su familia la rechazó incluso antes de que naciera? ¿Cómo desentierras el pasado cuando el presente es tan perfecto?

—Pequeña...yo... Nosotras...

—¿Qué pasa, mami?

—No estoy lista. Es un tema muy complicado y...tú eres muy pequeña para entenderlo —le acaricié una de sus rosadas mejillas.

—¿Cuando sea grande me contarás? —hizo su adorable puchero.

—Te lo prometo.

—Entonces quiero crecer —chilló, alzando sus bracitos.

—No, quédate así pequeñita para siempre. No crezcas más, así podré cargarte y jugar a las princesas contigo el resto de nuestras vidas —hice el puchero yo esta vez.

—Pero mami, sabes que voy a crecer —rió divertida.

—Lo sé, es inevitable —puse ojitos de cachorrito—. Tendré que soportar a tu papá en modo paranoico cuando quieras tener novio.

—Uff, sí —suspiró con desánimo—. ¿Qué se supone que haga hasta que cumpla los treinta?

—Tranquila, mi vida. Yo te voy a ayudar a que tengas novios en secreto —susurré.

Alzó uno de sus pequeños pulgares—. Eres la mejor, mami.

—Te amo, princesa —deposité un sonoro beso en su mejilla.

—Feliz Navidad, mamá.

—Feliz Navidad.

Entramos en el salón y tomamos asiento encima de unos grandes y mullidos cojines en el suelo. Al rato aparecieron Garret y Lorraine —quienes se habían tardado un poco desde que los dejé a solas— y tomaron asiento junto a nosotras.

—¡Mami, mira, ya estamos todos! ¡Ahora podemos jugar nuestro juego navideño! —gritó Jess ocasionando que Mateo se despertara.

—Jessie...no grites. Estaba que soñando que volaba en el trineo de Santa —dijo el pequeño Mat, tallándose los ojitos.

—Lo siento, Mat. Pero vamos a jugar un juego muy divertido.

—¿En qué consiste el juego? —preguntó Ev levantándose del sofá y sentándose a mi lado.

—Cada uno de nosotros tiene que escribir en un papel un reto, algo divertido o gracioso —comencé a explicar—. Luego metemos todos los papeles en un gorro rojo navideño y sacudimos. Después cada uno tiene que elegir un papel al azar y cumplir el reto.

—Ok, será divertido —sonrió Lorraine y el resto asintió.

Bucamos hojas y bolígrafos y comenzamos a escribir nuestros retos, los niños con un poco de ayuda en vista de que aún les falta vocabulario y aún no se les dificultan ciertos vocablos. Introducimos los papelitos en un gorro y lo agitamos, luego cada uno tomó alguno al azar.

En resumen, fue lo más divertido de esta Navidad.

Evan tuvo que disfrazarse de duende, es increíble cómo luce sexy con el rostro verde y orejas punteagudas —o quizás sólo era yo con mi calentura—. Garret casi muere de hipotermia al lanzarse a la piscina en pleno invierno, Mateo quería meterlo en la chimenea para "hacerlo entrar en calor". Regina tuvo que improvisar un show de marionetas con los calcetines navideños. Maquillamos a Mateo. Margarita tuvo que dejarse peinar por Jessie, lo cual no fue nada bueno para su cabello. Eduard tuvo que cantar todo un repertorio de villancicos empleando diferentes tonos de voz desde el más grave hasta el más agudo. A Lorraine le tocó pintar un retrato de toda la familia, que no le quedó tan mal. Jessie intentó hacer galletas, lo cual acabó con la cocina hecha un desastre. Y yo tuve que salir a la entrada y gritar a viva voz que mi ropa interior apestaba a calcetín sudado, Garret fue tan cabrón que me grabó.

Tras acabar cada reto y para mi sorpresa, Evan le pidió a Garret, Eduard y Regina que se quedaran para la cena de Navidad también. Fue una sorpresa para mí, ya que justo ayer me dijo que no quería forzar las cosas y que quizás los invitaría el próximo año, pero me alegro de que haya cambiado de opinión.

De preparar la cena nos encargamos todos, algunos del plato entrante, otros de las ensaladas y los platillos de acompañamiento. Nos quedó genial, para haber sido tan improvisado. Lo que esperaba que fuera una cena un poco incómoda, como la primera que tuvimos antes de que me casara con Evan, en realidad estuvo bastante bien.

—Debo decir, que la cena está genial. Sólo hay un problema —dijo Ev con una sonrisa burlona, sé por dónde va, quiere desatar una pelea amistosa.

—¿Cuál? —le seguí el juego.

—La ensalada de Garret —lo miró—. Hermano, está horrible —rió.

—¿En serio? Lo dice el que nunca ha hecho ni siquiera huevos fritos en toda su vida —bromeó Garret.

—Tú ni siquiera sabes preparar café —contraatacó mi esposo.

—Ay por favor, los dos son un par de inútiles, dejen de discutir —se quejó Regina provocando que riéramos.

—No somos inútiles, mamá. Sólo malos cocineros —se defendió Garret.

—Y malos lavando, organizando sus habitaciones, fregando los platos y... —atacó Regina antes de ser interrumpida.

—Ok, ok, ya entendimos, somos unos inútiles —se rindió mi esposo alzando las manos en símbolo de paz.

—Creí que ese tipo de tareas domésticas alguien las ha hecho por ustedes toda la vida —comenté.

—En realidad sí, pero les inculcamos a los chicos que debían aprender a valerse por sí mismos —respondió mi suegro—. Solíamos ir todos los veranos a una casa en la playa donde no había servidumbre y nos encargábamos cien por ciento de todo nosotros mismos.

—Pero como dije anteriormente son un par de inútiles —intervino Regina tras degustar el vino de su copa—. La última vez provocaron un incendio con una plancha y la casa casi se redujo a cenizas.

—Mamá, fuimos a las mejores universidades por méritos propios y no por nuestra posición social. Nos graduamos con honores y alcanzamos nuestros puestos en la empresa familiar sin que ustedes nos pusieran ahí. Creo que no somos tan inútiles —sonrió sarcásticamente Garret.

—Dije domésticamente hablando —aclaró la matriarca pelinegra—. En el ámbito profesional no tengo ninguna queja de ambos, de hecho estoy orgullosa, de los dos.

—Wow, la dama de hierro admitió estar orgullosa. Se nota que es Navidad  —rió con sarcasmo Evan y su madrastra lo asesinó con la mirada, pero amistosamente, bueno...ya saben, la relación de ellos dos nadie la entiende.

—¡Basta ya! En la mesa no se habla, se come —gritó Jessie con autoridad y no nos quedó más remedio que obedecerla entre risas.

Era divertido que mi pequeña hija me regañara, pero debía corregirla antes de que se le haga costumbre. Por ahora se lo dejaré pasar.

Terminamos de cenar y luego de otra charla familiar, acompañamos a nuestros invitados hasta la salida. Fue un día fantástico, y me alegraba enormemente que los lazos familiares se estuviesen fortaleciendo.

Mi cuñado y mis suegros se despidieron de Margarita, Mateo y Lorraine. Luego siguieron con Evan, la niña y conmigo.

—Fue...una Navidad fantástica, y gracias por invitarnos a cenar —dijo Garret con una genuina sonrisa dibujada en su rostro.

—Nunca creí que esto lo diría justamente yo pero...me alegro de haber pasado las navidades aquí —agregó Regina, demostrando una vez más que hoy no actúa como de costumbre—. Gracias, Evan.

—Y gracias a ti, Jessie, por el juego tan divertido —dijo Eduard pellizcando levemente una mejilla de la pequeña—. A ti, Lily, por una Navidad tan entretenida y fuera de lo convencional —se giró hacia Ev—. Y a ti, hijo, por dejarnos ser parte de una familia tan especial.

Miré a Evan. No estaba incómodo, más bien parecía estar buscando las palabras exactas para expresar cómo se sentía en ese instante.

—Pues...gracias a ustedes también, por intentarlo desde cero. Sé que en los últimos años no he sido el mejor hijo ni el mejor hermano, y puede que tengan razón en lo de que he excusado mi comportamiento con la muerte de mi madre. Pero...aunque no lo crean...estoy feliz de haber compartido la Navidad con ustedes, al final del día también son mi familia y... —no lo dejaron terminar, los Harriet se unieron en un emotivo abrazo que provocó que lágrimas comenzaran a brotar de mis ojos y Jessie aplaudiera como si de una obra de teatro se tratase.

Se separaron secando una o dos lagrimillas que a ellos también se le escaparon, creo que este es el momento más hermoso que han compartido como familia en años, tanto que olvidaron esa estúpida regla de no mostrar debilidad en público.

—Yo también me alegro de que hayan venido a pasar la Navidad con nosotros. ¿Para mi no hay abrazo? —dijo mi pequeña con su adorable sonrisita.

—Claro que sí —Garret la cargó y la envolvieron en otro caluroso abrazo.

—Yo también me alegro muchísimo de que hayan estado aquí con nosotros, la familia no estaría completa sin su presencia. Feliz Navidad —sonreí y también fui rodeada por el abrazo navideño Harriet, podría acostumbrarme a esto.

Nos despedimos una última vez y, sin más que decir, subimos a la habitación de Jess. Ya era hora de dormir y aunque no lo admitiera, estaba cansada. Luego de ponerse el pijama, lavarse los dientes y ser arropada por mamá y papá, la princesita se acurrucó con sus peluches favoritos para dormir.

—Hey, princesa, ¿no quieres escuchar el cuento esta noche? —preguntó Ev.

—Estoy muy cansada, papá. Mañana sigues contando el cuento que inventaste de nosotros —respondió la pequeña con voz adormilada.

Ev y yo compartimos miradas de asombro. ¿En qué momento notó que el cuento estaba basado en nuestra historia? Es cierto que era algo obvio, pero de igual forma es muy inteligente por descifrarlo.

—Eres una princesa muy inteligente, cariño. Feliz Navidad —le dimos un beso de buenas noches y salimos de la habitación.

Llegando a la nuestra, aterrizamos sobre la cama igual de cansados que nuestra hija, recordé en ese momento que todavía no le había dado mi regalo a Evan. Busqué en mi pequeña cómoda el obsequio y regresé a la cama para entregárselo.

—Amor, feliz Navidad —le di la pequeña y rectangular caja de regalo.

Se deshizo del envoltorio y abrió la caja que contenía el relicario. Sonrió al ver la foto y la inscripción, lo que me dio un gran alivio, temía que no le gustara.

—¡Me encanta! Gracias, amor —me dio un corto beso—, y no creas que me olvidé de tu regalo.

Se levantó de la cama y volvió a ella con un obsequio. Era una caja plana y cuadrada, no tenía ni idea de qué podría ser. Quité el envoltorio y dentro de la caja se encontraba un libro, pero no cualquier libro, sino mi novela. Eternal Love estaba en físico en mis manos y aún no lo creía.

—¡Creí que no lo publicarían hasta enero! —casi grité sin salir de la emoción.

—Este es el primero. Le pedí a Corina que me lo diera para obsequiártelo por Navidad. En la primera semana de enero Eternal Love va a estar en todas las librerías del país.

¡No...puede...SER!

—¡Oh por Dios! ¡No puedo creérlo! ¡Es fantástico! —me abalancé sobre él y lo besé con toda la alegría que tenía acumulada.

—Feliz Navidad, amor —me sonrió como sólo él sabe hacerlo.

—Feliz Navidad, amor —lo besé de nuevo y lo que pasó el resto de la noche...es historia.



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Nuevo capítulooo!!!

Y aunque sé perfectamente que estamos en mayo...¡les deseo a todos Feliz Navidad!

¿Cuál fue tu parte favorita del cap?

Besos de Karina K.love 😉

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