CAPÍTULO 32: Cena de Nochebuena
Lily
2 meses después...
24 de diciembre, nuestra primera Nochebuena en familia. Todo estaba listo. El árbol, los regalos, la cena, todo perfecto y organizado. Jessie estaba muy emocionada y tenía a Evan exhausto, bueno, a todos en realidad.
El tema de los regalos no fue tarea fácil, no tenía idea de qué regalarle a Evan, y Jessie quería un perrito, lo cual estábamos debatiendo si regalárselo o no. Decidí regalarle a Ev un relicario en forma de libro, dentro una foto de nuestro cumpleaños y en la parte de atrás la frase: ''Te amo. Con amor, Lily''. Era un regalo muy sencillo para alguien que ha tenido todo lo que ha querido a lo largo de su vida, pero confiaba en que le gustaría.
El sonido de la puerta del baño abriéndose me alejó de mis pensamientos, estaba tomando un baño de burbujas en la bañera. Ev deslizó la cortina a un lado y me sonrió.
—Hola, amor.
—Hola. ¿Cómo te fue con Jessie?
—Horrible —suspiró, cansado—. El próximo año tú la llevarás a ver a Santa, o si no yo me disfrazaré de él. Pero NUNCA más volveré a ese lugar.
La tradición de ir a ver a Santa Claus y decirle al oído qué quieres de regalo de Navidad es diferente en la cima. "Santa" cuenta con su propio local, un lugar administrado por una familia muy ostentosa —olvidé su apellido—, y allí asisten los niños ricos únicamente. Luego Santa le entrega una lista a cada padre con todo lo que su pequeño pidió por Navidad. Yo solía llevar a Jessie a los típicos santas de los centros comerciales cercanos a donde solía vivir, sólo para no matarle la ilusión a la niña.
—Yo llevo haciéndolo cinco años, te toca —reí.
—Entonces opción dos, papá se convertirá en Santa Claus.
—Exagerado —le saqué la lengua.
—Cansado, así es como estoy —se recostó a la pared.
—¿Quieres relajarte antes de la cena? —sonreí sugerentemente.
—¿Cómo? —trató de parecer inocente pero sólo consiguió reprimir un poco su pícara sonrisa.
—Sabes cómo, ven aquí —hice un ademán para que se adentrara conmigo en la bañera.
Como todo un stripper, se desnudó muy seductoramente, haciendo que me mordiera el labio inferior, y seguidamente se introdujo en la beñera quedando de frente a mí.
—Se siente muy bien —cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás disfrutando del agua tibia.
—¿Ah sí? —dije seductoramente, estaba mojada y no por el agua de la bañera.
—Ajá —respondió aún sin abrir los ojos.
Me moví en dirección a él y me senté a horcajadas sobre su regazo. Puse ambas manos sobre sus muy bien definidos pectorales y subí hasta llegar a su cuello masajéandolo y dejando cortos besos sobre él.
—¿Y cómo se siente esto? —susurré en su oído.
Dirigió su vista hacia mí y me sonrió descarademente—. Mucho mejor.
Fue lo único que dijo antes de plantarme un exquisito beso. No tardamos en profundizarlo, cada vez con más ansias, cada vez con más deseo. Sigo sin explicarme de dónde sale esta faceta mía de loca sexual, pero qué puedo decir, mi esposo saca lo mejor de mí. Sus dulces labios se sincronizaron a la perfección con los míos mientras nuestras lenguas juegan causándome un ligero cosquilleo.
Sus manos se deslizaron desde mi espalda hasta llegar a mi trasero, provocándome que suelte un pequeño gemido sobre sus labios y que mis caderas comenzaran a moverse involuntariamente.
Abandonó mi boca para dirigir sus besos a mi cuello y apretar mi pechos, haciendo la experiencia aún más excitante de lo que ya era. Sentí una protuberancia entre sus piernas, estaba totalmente listo para mí y eso me encantaba, lo necesitaba en todo su esplendor haciendo esas maravillas que lo caracterizan en la cama.
Volvió a mis labios mientras una de sus manos viajaba a mi sexualidad, deslizando sus largos y hábiles dedos haciendo pequeños masajes. Me estaba volviendo loca de placer con ese sencillo preliminar, sus movimientos simultáneamente con el agua tibia que cubría nuestros cuerpos, hacían la combinación perfecta y...de pronto, se detuvo.
Me dio un último beso y seguidamente salió de la bañera, dejándome tan caliente como confundida.
—Evan, ¿qué ocurre?
—Venganza —sonrió, malicioso.
—¿Venganza? ¿Por qué?
—No sé si lo recuerdes, pero hace un par de meses tú me hiciste lo mismo —tomó una toalla y comenzó a secarse con ella.
Recordé en ese instante el día del acuario. Era cierto, lo había dejado con una importante erección en la ducha, pero no fue mi intención y estaba muy confundida en aquel entonces.
—Eso no es justo, no estábamos juntos —hice un puchero.
—Si mal no recuerdo, ya nos habíamos casados —fingió inocencia, pero de inocente no tiene nada.
—Sí, estábamos casados pero no éramos...novios —salí de la bañera y me envolví en una toalla.
—¿Somos novios? —se acercó a mí con una tierna sonrisa en su rostro.
Tenerlo así de cerca me puso nerviosa, ni siquiera sé el motivo, sólo sé que esos hermosos ojos verdes y esa descarada sonrisa me encantan y me hacen sentir las inquietas mariposas en el estómago cada vez que lo veo. Es irónico cómo al principio luché tanto con mi mente contra algo que mi corazón —y las mariposas de mi estómago— comenzó a sentir desde la primera vez, y no me refiero a la noche del bar, sino a la de la playa.
—Bueno...algo así. Nos casamos prácticamente sin conocernos y aunque ya somos marido y mujer supongo que esta es la etapa en la que somos novios —su mirada burlona me estaba haciendo sentir más tonta de lo que ya me sentía—. Ya sabes, nuestra relación es complicada.
—Sí, es complicada, pero aún así me encanta —me tomó de la cintura y me dio un hermoso pero corto beso.
Calienta-bragas. O no, calienta-toallas.
—¿No podemos hacerlo rápido antes de la cena? —prácticamente supliqué.
—No, te aguantas, como tuve que aguantarme yo —sentenció juguetonamente antes de tomarme de la mano y sacarme del baño.
—Eres malo —hice otro puchero.
—No lo soy. Además, cuando tú lo hiciste conmigo ni siquiera éramos ''novios'' como dices, tú al menos tienes mis besos a tiempo completo —me guiñó un ojo, triunfante.
—Te odio —dije entre dientes, fingiendo enojo.
—¿Ah sí?
Se colocó detrás de mí y comenzó a hacerme cosquillas a los costados, mi puto punto débil. Me retorcía entre risas mientras él reía junto a mí. Había sido una ''discusión'' bastante tonta y la reconciliación debía serlo también, ¿no?
Nos vestimos de forma elegante, teníamos invitados para la cena. Evan como siempre con un traje negro, pero sin corbata, lo que lo hacía menos formal. Yo por mi parte, lucí un vestido rojo vino, largo hasta las rodillas, ceñido al torso con un disimulado escote lágrima y falda suelta. Zapatos a juego y un par de accesorios más, maquillaje y cabello suelto peinado hacia un lado fue todo lo que necesité para estar lista.
Ev, para variar, me miraba con cara de idiota. Pero me gustaba, me hacía sentir que era la mujer más bella del mundo, o mejor, la única para él.
—¿Perdiste el diccionario? —bromeé.
—Cualquier cosa que te diga se va a quedar corto, eres demasiado hermosa —sonrió y me dio un pequeño beso.
—Vamos a buscar a Margarita, Lorraine y a los niños —lo tomé de la mano.
—Sí, tenemos invitados especiales esta noche y no podemos hacerlos esperar.
—¿Garret, Regina y Eduard vendrán?
—No. Decidí arreglar las cosas con ellos, pero no de la noche a la mañana ni forzándolo —me regaló una media sonrisa—. Quizás el próximo año.
El progreso era notable y sólo por ese motivo no dije nada al respecto. Durante los últimos meses he presenciado un verdadero acercamiento.
Con Garret pasa tiempo en el Sweet Paradise, le hace bromas con respecto a Lorraine —esos dos van a acabar casados— y se refiere a él como su hermano en cada oportunidad que tiene; en resumen, parece que nunca tuvieron una mala relación.
Con Eduard también mejoró bastante. Se han ido a pasar fines de semana juntos un par de veces, las visitas mutuas junto a mí y Jessie han aumentado. Incluso hemos organizado pequeñas reuniones sólo entre familia en la mansión de mis suegros —muy diferentes a la cena de presentación tan incómoda que mantuvimos la primera vez—, eso de ir a eventos no es del agrado de ningún Harriet, me alegra no ser la única.
Y con Regina...bueno, a veces daba la impresión de que ambos eran madre e hijo biológicos por su actitud tan parecida. Con actitud parecida me refiero a que se retan con miradas, palabras y acciones todo el tiempo, como enemigos a punto de matarse en un campo de batalla. Quise intervenir por ellos, pero Eduard y Garret me dijeron que, a su manera, esa era su forma de expresar que muy en el fondo se quieren.
—Estoy orgullosa de ti. Lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé, pero sólo estoy arreglando las cosas con mi familia, no es nada que merezca una medalla.
—Sí la merece. Cuando te conocí ni siquiera les hablabas a pesar de que todos trabajan en la misma empresa y cuando lo hacían terminaban discutiendo. Estás haciendo un gran esfuerzo por reconciliarte con ellos a pesar de lo difícil que es para ti, y eso es admirable.
—Gracias, amor —murmuró.
Caminamos por los pasillos hasta llegar a la habitación de Jessie. La encontramos acomodando a sus adorados peluches sobre su cama y arropádolos con el edredón mientras les deseaba dulces sueños. Siempre tan adorable.
—Hola, princesa —la llamó Evan.
La pequeña volteó a vernos y una sonrisa se dibujó en su pequeño rostro. Corrió hasta llegar a los brazos de su papá que la envolvió entre ellos y la cargó.
—Te ves preciosa, cariño.
Lucía un lindo vestido blanco con corte princesa y su cabello estaba recogido en una coleta alta con un moño del mismo color. Parecía un angelito, que no lo es, pero lucía como uno.
—Gracias, mami. Tú y papá también están muy guapos.
—Gracias, mini Lily. ¿Has visto a la nana, a la tía Lorraine o a Mateo? —preguntó Ev mientras salíamos de la habitación.
—Todos ya están abajo.
—Entonces vamos.
Bajamos en dirección al comedor y allí estaban todos: Margarita, Lorraine, Fiona, Miriam, Estrella, Karl, Fred y Mateo, vestidos para la ocasión como mi esposo previamente había pedido.
La mesa estaba perfectamente decorada con un gran mantel color rojo, velas, adornos navideños, todo tipo de platillos y como toque final el gran pollo asado que figuraba justo en el medio.
—¡Todo se ve magnífico! —no pude evitar chillar.
—¡Sí, está genial! —agregó mi pequeña.
—Sólo faltan los invitados, que ya deben estar por llegar porque les dije que esta era la hora pactada —dijo Ev mirando su reloj Rolex.
Como si lo hubiese planeado tocaron el timbre y Miriam se apresuró en abrir. En minutos nuestro comedor se llenó de completos desconocidos, señores, señoras y algunos adolescentes y niños. No sabía quiénes eran esas pesonas pero Miriam, Karl, Fred, Estrella y Fiona sí, por sus expresiones de asombro no tardé en deducir que se trataba de sus respectivas familias.
—¿Señor? No me explico cómo... —comenzó a decir Karl pero Ev lo interrumpió.
—Yo los invité a todos, y nada de señor.
—No...entiendo —articuló Miriam, algo confusa.
Mi esposo les dedicó a todos una amplia sonrisa, sabía que se traía algo entre manos y presentía que se trataba de algo bueno. Sus sorpresas siempre lo son.
—Hoy es Nochebuena, y ustedes, que pasan cada día del año sirviéndonos, se merecen disfrutar de lo que hacen por nosotros. Por eso les dije que se vistieran así e invité a sus familias a compartir la mesa con nosotros.
Aún no me podía creer lo que estaba escuchando. Me consta que Evan le tiene un gran aprecio a cada uno de ellos, pero nunca se había tomado el tiempo de hacérselos saber; ésta es una forma hermosa de hacerlo. Ha cambiado mucho, y para bien.
Los rostros de los que más que nuestros empleados son nuestros amigos, reflejaban emoción, conmoción e incluso pequeños atisbos de incredulidad.
—No...sé que decir, señor —dijo Fred, algo nervioso, me sorprendía viniendo de él ya que es el más cercano a Evan y normalmente lo tutéa.
—No tienen que decir nada —sonrió mi pelinegro—. Desde que compré esta mansión y durante nueve años ustedes han sido lo más parecido que he tenido una familia. Siento no haberlo dicho ni demostrado antes, pero les guardo mucho cariño a todos ustedes y me encantaría que compartieran la mesa conmigo esta noche. ¡Ah! Otra cosa, nada de señor. De ahora en adelante sólo llamenme Evan.
Los cinco se mostraron impresionados y conmovidos por lo que acababan de escuchar, yo también lo estaba, y a juzgar por las expresiones de Lorraine y Margarita, no fui la única.
—Muchas gracias, se...¡Evan! —dijo Estrella y acto seguido todos tomamos asiento.
Tomé la mano de mi esposo y le dediqué mi mejor sonrisa.
—No podría estar más orgullosa de ti, fue un gesto hermoso.
—Ya era hora de que apreciara lo mucho que han hecho por mí —me respondió también con una sonrisa.
La cena dio inicio. Todo estaba delicioso y la compañía de las respectivas familias nuestros amigos también era muy amena. La familia de Karl la conformaban su esposa, su hijo junto a su nuera y su nieto. La de Estrella estaba constituída sólo por su madre y hermana pequeña. La de Fiona por su lado eran su padre, sus dos hermanos y su prima. La de Miriam formada por su hija, su yerno y su pequeña nieta bebé. Y Fred sólo estaba acompañado por su madre y hermano menor ya que el resto de su familia estaba en su ciudad de origen. Todas son familias preciosas.
Jessie como de costumbre no paraba de hablar mientras Mateo se quejaba porque no dejaba de hacerlo. Margarita y Lorraine por su parte no paraban de reír y contar antiguas experiencias de anteriores nochebuenas con su familia. Evan lucía muy contento y satisfecho. Y yo, bueno, yo estaba plenamente feliz de estar rodeada de tantas personas tan especiales.
La cena terminó con un brindis colectivo, brindando por un próspero año nuevo, la familia, los amigos y simplemente por nosotros. Los familiares de nuestros amigos se despidieron de nosotros agradeciendo la invitación y la maravillosa velada. Mi marido frunció el ceño al ver que nuestros amigos también se despedían de ellos.
—¿Por qué se despiden? —rió—. Ustedes se van con sus familias, están de vacaciones.
—¿De verdad? —preguntó Fiona.
—Por supuesto. Tienen que pasar Navidad, año nuevo e incluso el día del niño junto a sus familias. Nos vemos el 7 de enero o si quieren pueden tomarse más días.
Los agradecimientos y los abrazos cayeron sobre Evan, los cuales correspondió con una sonrisa. Me encantaba esa nueva faceta de él, tan generoso y empático, sonriente y amigable; siempre ha sido así, pero era mejor cuando lo sacaba a luz. Le estaba mostrando a todos lo que sólo nos mostraba a Jessie y a mí, la gran persona que es. No podría sentirme más orgullosa de ser su esposa.
—Y bueno, ya que no los veré en Navidad, tendré que darle los regalos por adelantado —anunció Ev ganándose la atención de todos—. Karl —introdujo su mano en uno de los bolsillos internos de su saco y sacó del mismo unos boletos—, tengo entendido que el año entrante cumples tus bodas de plata con Mary y que su sueño siempre fue ir a las Bahamas, así que... —le entregó los boletos, los cuales el destinatario del regalo aceptó apenas creyéndoselo— disfrútenlo, se lo merecen.
Karl sonrió emocionado y su esposa hizo lo mismo, abrazándolo.
—He estado ahorrando para ese viaje durante mucho tiempo —dijo, con la voz un tanto distorsionada.
—Lo sé y por eso creo que debes destinar ese dinero para otras cosas importantes. Ahí tienen los boletos de avión y la reservación de hotel con todo pago por una semana.
—Muchas gracias —asintió nuestro canoso mayordomo para luego envolver a mi marido en un abrazo—. En serio, gracias.
—Gracias a ti por estar siempre aquí para mí.
Rompieron el abrazo y los familiares de Karl procedieron a agradecerle y desearle feliz Navidad.
—Miriam —mencionó—. Me he informado de que tuviste que hipotecar tu casa para pagar el tratamiento médico de tu nieta ya que no tienen seguro —ella asintió con desánimo—. ¿Por qué no me dijiste?
—No quise apelar a tu lástima ni pedirte nada —respondió, con la voz quebrada.
Fue la primera vez que vi a Miriam en ese estado, ella se caracteriza por su seriedad y su expresión impasible. Pero ante esta situación —de la cual no tenía ni idea— sólo podía sentirme identificada, porque estuve en su lugar. Me acerqué y la abracé de lado, brindándole consuelo.
—Debiste hacerlo —dijo él—. Pero ya no te preocupes. Pagué la hipoteca completa de tu casa y las cuentas del hospital, también me voy a encargar del tratamiento de la niña de ahora en adelante.
Miriam se llevó una mano al pecho, conmocionada. Su hija y yerno por su parte lucían exactamente igual a mí cuando recibí buenas noticias por parte de los médicos tras el transplante, alivio puro.
—¿Hiciste eso? —preguntó Miri al borde de las lágrimas.
Él asintió—. Y también sé que la pequeña Zoe está próxima a cumplir su primer añito, así que me tomaré el atrevimiento de cubrir todos los gastos de su primera fiesta de cumpleaños —los padres de la bebé estuvieron a punto de decir algo, pero se les adelantó—. No hay nada que digan que me haga cambiar de opinión, lo haré y punto.
Jessie se acercó a ellos y les brindó una mirada curiosa.
—¿Puedo ir a la fiesta?
Un "Awww" por parte de todos los presentes inundó la estancia. Paty, la hija de Miriam, le sonrió y asintió.
—Claro que sí.
Jess regresó al lugar que ocupaba antes, tomó a Mateo del brazo y volvió a caminar hacia Paty.
—¿Mat también puede ir? —lo señaló con el dedo índice.
—Pues claro.
—¿Oíste, Mat? Tenemos un evento. Ve alistando tu outfit.
Esta vez el salón se inundó en risas mientras Paul, esposo de Paty, se acercaba a Evan a darle personalmente las gracias. Él contestó diciendo que conocía muy bien el sentimiento de ver a tu hija enferma y no poder hacer nada al respecto.
—Ok, es el turno de Fibi —dijo Ev, acercándose a ella tras sacar un sobre de su saco—. Sé que estabas estudiando para ser chef antes de comenzar a trabajar conmigo y que no pudiste terminar —le entregó el sobre—. Ésta es tu carta de admisión en Willow.
—¿La mejor academia de artes culinarias de la ciudad? —preguntó ella, anonadada.
—Anjá, ni siquiera tendrás que pagar la matrícula, te ofrecieron una beca completa. Sólo envié uno de los tantos postres deliciosos que preparas junto a tu expediente y la carta llegó en menos de una semana. Tus horarios escolares los compaginaremos con los laborables aquí y cuando seas una chef profesional, te subiré el sueldo como corresponde.
Fiona se quedó muda durante unos segundos antes de abrazar a Evan. Entre lloriqueos alcanzó a decir que siempre fue su sueño llegar a estudiar en esa academia y que estaba muy agradecida con él. Su familia también se mostró muy agradecida ya que todos habían estado ahorrando para que Fibi retomara sus estudios, pero se les estaba dificultando reunir el monto total.
—La Estrellita de mi cielo —sonrió mi esposo, aproximándose a ella—. Tú también volverás a estudiar, pagaré tu carrera universitaria en diseño de modas que es en lo que realmente eres buena.
Los ojos de la pelinegra se abrieron de par en par, no lo vio venir. Intentó articular alguna palabra coherente, pero en su lugar sólo emitió balbuceos inentendibles.
—¿Crees que no sé que abandonaste los estudios para ayudar a tu familia y que tu habitación está repleta de bocetos? —le sonrió—. Tienes talento, y mereces superarte. Al igual que con Fibi, vamos a acomodar tus horarios. Y dentro de unos años cuando te gradúes y dejes de trabajar aquí, seré el primero en apoyarte —le guiñó un ojo—, tengo mis contactos.
—No...no tengo palabras para agradecerte por esto —musitó ella antes de abrazarlo.
—No fue nada.
Estrella fue abrazar a su madre y hermana mientras Ev se dirigía al último pero no menos importante de nuestros amigos.
—Fred. Un pajarito me dijo que tu madre y tú no podrán pasar la Navidad con su familia, así que decidí hacer algo al respecto —nuevamente introdujo su mano en el interior de su saco para extraer un sobre—. Aquí tienen dos boletos de avión, su vuelo sale dentro de dos horas, y además ahí tienes todos tus bonos extras para que juegues a la lotería hasta cansarte.
El abrazo de Fred no tardó a llegar junto con sus agradecimientos. Y luego de ese otro gran abrazo colectivo cayó sobre mi pelinegro. Se lo merecía por haberse tomado el tiempo de averiguar cuál sería el regalo perfecto para cada uno, los libró de sus más grandes preocupaciones y les brindó una buena futura Navidad.
Luego despedir a todos nuestros invitados, nos dirigimos hacia la habitación que decidí denominar ''Salón Navidad''. Era un espacio muy acogedor, con paredes de ladrillo, un árbol de navidad decorado, un cómodo sofá color rojo y una chimenea.
Lorraine y Margarita se sentaron en el sofá, yo en el suelo con la cabeza de Evan descansando sobre mi regazo cerca de la chimenea y los niños jugando al otro lado de la habitación.
—Estoy orgullosa de ti por lo que hiciste —comenté mientras acariciaba el cabello de Ev.
—Es lo menos que podía hacer por ellos. Me apena que tuviesen tantos problemas y no quisieran decírmelo, más aún porque pude haberlos ayudado desde mucho antes.
—Nunca es tarde cuando la dicha es buena, ¿no? Salvaste la Navidad para ellos.
—Me alegra haberlo hecho.
Nos mantuvimos en silencio durante un rato, observando a nuestra familia, porque sí, Lorraine y Mateo también se ganaron un lugar en nuestro corazón. Lori poco a poco logró recuperar su autoestima y gracias a Frank consiguió divorciarse de ese abusador que la maltrataba. Estaba orgullosa de ella por lo mucho que había avanzado, en los cuatro meses que llevaba con nosotros se había notado el gran cambio no sólo en su aspecto sino también en su personalidad. Mat por su parte se convirtió en una especie de segundo hijo para mí, es un niño adorable que no tiene pelos en la lengua para decir lo que piensa, gracias a esa cualidad suya nos ha sacado más de una carcajada.
Sé que en algún momento ambos tendrán que irse y comenzar a valerse por sí mismos, pero estoy cruzando los dedos porque no ocurra en un futuro muy cercano.
—Calor de hogar, se siente bien —suspiró mi amado esposo.
—Sí, llevaba años sin sentirlo —agregó Lorraine.
—Seguro que los niños también —suspiré mientras jugaba con el cabello de Evan.
—Tal vez, pero miren lo felices que están ahora —comentó Margarita.
Miré a mi hija y a Mateo, estaban felices, jugando y divirtiéndose. Esto era todo lo que necesitaba, todo lo que siempre busqué, lo que quise darle a Jess desde que supe que estaba embarazada; y ahora lo tenía, a mi familia imperfectamente feliz.
Permanecimos allí por un buen rato más y salimos de la habitación luego de apagar la chimenea, ya que según Jessie si no lo hacíamos Santa se quemaría al bajar con los regalos, tan inocente mi pequeña.
(...)
—Mañana mi padre, Garret y Regina vendrán a pasar un rato con nosotros —comentó Ev mientras nos acostábamos sobre nuestra cama.
—¿Los invitaste? —sonreí, ilusionada.
—No en realidad —adiós sonrisa—. Garret me propuso que vinieran a dejarnos los regalos, pasar un rato juntos y luego se irían. No me molesta, así que acepté.
Quise pedirle que los dejase pasar la Navidad completa con nosotros, así la familia estaría completa, pero no quiero forzar algo que debe fluir por su cuenta.
—Será una Navidad interesante —me recosté a su lado, posando mi cabeza sobre su pecho.
—Será la primera sin discutir con ellos. Estarán tú, Margarita y Lorraine. Y la cereza del pastel: Jessie y Mateo —su pecho vibró a causa de una corta risa—. Sí, sin duda será interesante.
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Nuevo capítulooo!!!
Espero que les haya gustado y si es así...¿cuál fue tu parte favorita?
Besos de Karina K.love 😉
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