CAPÍTULO 30: ¡Happy birthday, Jessie!
Evan
Llevaba sólo una semana en Tokio y no soportaba estar lejos de mis chicas, las extrañaba demasiado. La junta ejecutiva y el contrato que firmaríamos eran muy importantes por lo que estaba buscando una forma de zafarme y volver a Heaven Gold City para el cumpleaños de mi hija.
No iba a fallarle, ni ahora ni nunca.
Después de la muerte de mi madre, mi padre se dedicó por entero al trabajo. Demasiado. Tanto que sus responsabilidades paternas —y por tanto yo— pasaron a un segundo plano. Más de un cumpleaños recibí un seco "Felicidades" por videollamada de su parte porque se encontraba en cualquier parte del mundo excepto conmigo. Jessie no vivirá eso por mi culpa, nunca. Me prometí que sería un padre presente, amoroso, mi hija no se merece sufrir lo que yo sufrí, y no lo hará, no romperé mi promesa.
Estaba en mi suite de hotel, preparándome para una reunión. Tenía veinte minutos libres antes de salir, así que tomé mi laptop para llamarlas por Skype. No tardaron ni cinco minutos en contestar y allí estaban, del otro lado de la pantalla, mi reina y mi princesa con sus preciosas sonrisas.
—¿Cómo están, hermosas?
—Extrañándote —respondió mi esposa.
—Y yo a ustedes.
—Estamos organizando mi fiesta de cumpleaños. ¿Verdad que vas a estar aquí para la fiesta, papá? —preguntó Jess.
—Claro que voy a estar ahí, princesa.
—¡Síii! —alzó sus pequeños bracitos.
—Jessie, cariño, ve con la nana Margarita un momento. Necesito hablar con papá a solas —le pidió Lily a la pequeña.
—Ok. Hasta luego, papá —se despidió y bajó del regazo de su madre desapareciendo de la pantalla.
Lils se giró hacia mí después de gritarle algo a Jess. Su expresión no era de mucha aprobación que digamos, y sabía qué me diría a continuación.
—Evan, amor, ¿no crees que no deberías ilusionar a la niña en vano?
Lo sabía.
—No la estoy ilusionando, Lils. Voy a estar ahí, lo prometí.
—Su cumple es pasado mañana y por lo que parece no has podido zafarte aún —hizo una mueca.
—Pero lo haré —zanjé—. No voy a decepcionar a nuestra pequeña y menos en el primer cumpleaños que voy a pasar con ella.
—Sé que no es tu intención, pero si no llegas será un golpe fuerte para ella. No es lo mismo que sepa que tal vez no vengas a pensar que lo harás y desilucionarse cuando no llegues.
—Lily, voy a estar ahí, tenlo por seguro —aseguré.
—Quiero creerte, pero veo que se te está haciendo difícil y además, no quiero que tengas problemas ni en la empresa ni con tu padre, ahora que ya se están llevando bien.
—La empresa no sufrirá pérdidas sólo porque me vaya antes y si acabo discutiendo con mi padre no importa, lo hemos hecho toda la vida —me encongí de hombros.
—Ya hubieron problemas en la empresa cuando rompieron el acuerdo con McClain por mí —se abrazó a sí misma—, no me gustaría que se afectara aún más.
—Amor, tranquilízate.
—Lo intentaré... —suspiró— y cambiando de tema...te extraño.
—Y yo a ti —le sonreí—. Extraño dormir contigo en nuestra cama, la del hotel es un asco.
—¿La cama de un hotel cinco estrellas en Tokio es un asco? —bufó.
—Sí, porque no estás tú.
—No puedes decir eso —su rostro se tornó serio.
—¿Por qué te molestas?
—Porque está muy mal ponerte en plan romántico si estás a miles de kilómetros de distancia y no puedo besarte —sonrió.
—Yo también me muero por besarte —suspiré—. Extraño a Jessie.
—¿Quieres que te la envíe a Tokio por correo? —bromeó, algo estresada.
—¿Tan mal se está portando? —reí.
—Horrible. Me hizo mudarme a su cuarto, está como loca con la preparación de su cumpleaños, dice que te extraña a todas horas...¿sigo?
—¿Dice a todas horas que me extraña? —musité, enternecido.
—No habla de otra cosa, y no es para menos, la mansión se siente vacía sin ti —se abrazó a sí misma de nuevo, tendré que abrazarla mucho cuando regrese, al parecer extraña mis brazos.
—Odio estos viajes. Para el próximo vendrán conmigo, no soporto estar lejos de ustedes.
—Ni nosotras de ti.
—Mamá, yo también quiero hablar con papá —escuché a la pequeña quejarse—. No puedes acaparar toda su atención, eso está mal.
Lils sonrió y la sentó en su regazo, sua ojitos azules volvieron a aparecer en mi campo visual, mirándome con curiosidad.
La extraño.
—Papá, ya encargamos los globos, el pastel, un castillo inflable, una piscina pelotas, una piñata y hasta un payaso. ¡Ah! y cuando vengas tienes que venir vestido de rey —ordenó mi hija a su mejor estilo parlanchín.
—¿Con corona y todo? —reí.
—Claro. ¿Qué clase de rey no lleva corona?
—Ok, ok, conseguiré una corona —el sonido del tono de llamada de mi teléfono me interrumpió, era mi padre, eso quería decir que, para mi pesar, debía irme—. Ahora tengo que dejarlas, tengo una reunión importante y no puedo llegar tarde.
—Vale, papá —me envió un beso—. Te quiero.
—Te amo, Ev.
—Las amo.
Terminamos la videollamada y terminé de alistarme para ir camino a la sede de H&A Corporation aquí en Tokio. Tan pronto llegué, me dirigí directamente a la sala de juntas. Mi padre estaba sentado en la silla del presidente revisando unos documentos.
—Evan, justo a tiempo —hizo un ademán indicando que me sentara, no lo hice, sólo me posicioné tras el respaldo de la silla yapoyé mis manos en el mismo.
—Papá, necesito hablar contigo.
—Los accionistas están a punto de llegar. ¿No puede esperar hasta después de la reunión? —dijo, sin apartar la vista de la carpeta que sostenía.
—No, no puede esperar. Es un asunto importante.
—¿De qué se trata? —me miró por fin.
—No podré estar este viernes en la junta, tengo que volver a Heaven Gold City.
—¿¡Qué!? —exclamó, atónito.
—Debo volver.
—¿Por qué? —su tono sonaba más rudo.
—El viernes es el cumpleaños de Jessie y le prometí que estaría allí. Si participo de la reunión, llegaré a casa al día siguiente, y no quiero ni voy a decepcionarla.
Él emitió un suspiro de cansancio, como si tener que tratar este tema fuera algo por lo que ni siquiera habría porqué discutir, desde su perspectiva claro.
—Evan...recuerda lo que la firma de este contrato significa —indicó en un tono pausado y firme, ese que usa siempre para exigir disciplina y excelencia—. Cuando rompimos nuestra asociación con McClain, tú fuiste quien encontró esta maravillosa salida, eres quien está a cargo y el que tiene que dar la cara por el proyecto frente a los japoneses.
Es cierto. Romper la asociación con McClain nos trajo pérdidas, no muchas, pero sí ocasionó cierto desbalance. Garret puso el ojo sobre una compañía que serían los socios perfectos, pero no podíamos esperar por ellos, se estaban tardando de más en darnos una respuesta. Mientras, encontré a H-Yokota Corporation, una empresa dedicada a la industria hotelera radicada aquí en Japón y estaban en busca de internacionalidad. Yo propuse la oferta de asociación y, por tanto, soy la imagen del proyecto.
—Lo sé, lo sé, pero estás tú y además...
—Evan no lo estás entendiendo —me interrumpió—, si no estás, perderemos el contrato.
Maldita encrucijada.
—¿Entonces qué quieres que haga? —inquirí—. ¿Lo mismo que tú? Enfocarme tanto en el trabajo al punto de olvidarme de mi propia hija.
—No te estoy pidiendo que te olvides de Jessie, sólo que seas consciente que del futuro de la empresa depende el futuro de tu familia.
Él hablando de trabajo y familia en la misma oración como si para ambos tuviesen el mismo lugar en la lista de sus prioridades. El trabajo siempre ha sido más importante.
—Claro, eso hiciste tú, ¿no? Cuando murió mamá te enfocaste tanto en el trabajo que te olvidaste de que yo existía, para ti la empresa siempre será más importante.
—¡Ahí está otra vez! —espetó, levantándose y apoyando sus puños sobre la mesa—. Siempre mencionando a tu madre y justificando con su muerte todos los errores que has cometido en tu vida, supéralo de una vez.
Y eso me hizo llegar a mi maldito límite.
Sí, lo admito, la muerte de mamá fue mi método de excusar muchas estupideces que cometí en el pasado, pero eso no quita que la perdí a los 10 años y junto a ella murió todo lo que alguna vez he conocido como familia, hasta que Lily, Jessie y Margarita llegaron a mi vida. Pero él no es nadie para culparme por ello, porque su verdadero hijo ha sido el maldito trabajo desde que ella se fue.
—¿Cómo te atreves a echarme en cara eso? —sentí un picor en mis ojos y mi voz quebrada, no quería llorar, no frente a él—. Quizás no la recordaría tanto si no hubiese perdido a mi padre también —las lágrimas me atacaron a pesar de todos mis intentos por retenerlas.
Su expresión prepotente fue sustituída al instante por una de culpabilidad. Hace más de diez años que no lloraba frente a mi padre, los Harriet no hacemos eso. Mi forma de demostrarle mi inconformidad con su actitud fría había sido atacándolo, desde siempre, nunca me armé de valor para expresarle mis verdaderos sentimientos acerca de su indiferencia; nunca me atreví a aceptarlos en realidad.
—Evan... —intentó poner su mano sobre mi hombro, pero me aparté.
—No es el momento ni el lugar para esto —aspiré por la nariz y sequé rápidamente las pocas lágrimas que mojaban mi rostro—, sólo te estoy informando que esta es la última reunión a la que asistiré. Mi hija es más importante, fin de la discusión.
Lily
Jueves en la noche, mañana es el cumple de Jessie y a pesar de que todo estaba preparado, mi preocupación no desaparecía. Evan no se había vuelto a contactar con nosotras y ese terrible suspenso de no tener noticias de él me estaba matando.
No sabía si decirle a Jess que su papá no vendría o que estuviera tranquila y que llegaría. Me encantaría seleccionar la opción dos, pero si Ev no respondía mis llamadas no tenía claro qué hacer. Él no la decepcionaría a propósito, la ama y no la lastimaría, pero no tengo garantía de que estará aquí a tiempo. No soportaría ver a mi princesa llorar justo el día de su cumpleaños después de lo mucho que sufrió durante los últimos meses.
—Mami, ¿en qué piensas? —preguntó mi niña saliendo del baño con su pijama puesta.
—Sólo en que...ya mañana cumples 6 años. Estás creciendo muy rápido, princesa.
—Es mi primer cumple con mamá, papá, nana, tíos, primo, abuelos y nuevos amigos —subió a la cama.
—El primero de muchos cumpleaños más —la abracé.
Se acurrucó en la cama junto a Algodón y Donald el delfín, mientras la arropaba y me acostaba a su lado.
—Buenas noches, mami.
—Buenas noches, princesita —le di un beso en la frente.
Acaricié su cabello con suavidad hasta que, poco a poco, su respiración se tornó más pausada y tranquila evidenciando que había caído en los brazos de Morfeo.
—Dulces sueños, hermosa.
A la mañana siguiente desperté de muy buen humor, pero seguía un poco tensa al no saber de Evan. Salí de la cama de mi pequeña con mucho cuidado para evitar despertarla. Fui a mi habitación, me duché y me arreglé para hoy. A pesar de que era viernes no había clases, eso significaba el día entero de trabajo dedicado exclusivamente a la cumpleañera.
Separé mi vestido de reina —uno hermoso color rojo, largo hasta los tobillos con una gran falda constituída por capas, escote corazón con pedrería y un ajustado corsé— junto a los zapatos y la corona para cuando iniciara la fiesta. Bajé al comedor para desayunar y al llegar me encontré con el desayuno servido, sólo Margarita ocupaba la mesa.
—Buenos días. ¿Dónde están todos? —me senté a la mesa.
—Buenos días, Lils —me sonrió—. Todos están manos a la obra con los últimos detalles de la fiesta.
—Pero si todo está listo.
—Lo está, pero cuando se trata de ''La super fiesta real de la princesa Jessica ''Jessie'' Harriet'' siempre falta algún detalle. Además, queremos que su fiesta sea perfecta por si Evan no llega a tiempo —procedió a darle un sorbo a su café.
—Estoy preocupada —admití—. Evan no me ha llamado ni ha respondido mis llamadas, no sé que decirle a la niña.
—Pero, Lils, lo que tienes que hacer es consentir a tu hija en su cumpleaños. Si Evan llega o no ya es otro asunto.
—Tienes razón —asentí—. Jess va a tener un cumple excelente, llegue Ev o no.
La niña apareció en el comedor con su sonrisa preciosa, especialmente contenta y dando saltos de emoción hasta llegar con nosotras a la mesa.
—¡Buenos días, cumpleañera! —la envolví entre mis brazos.
—Buenos días, mami. Me estás asfixiando.
—¡Uy! Perdón, mi vida —la solté.
—Feliz cumpleaños, Jessie —esta vez quien la abrazó fue Margarita.
—Gracias, nana.
—¡Feliz cumple! —gritaron Lorraine y Mateo entrando al lugar, di un brinco del susto ya que no los vi llegar.
—Gracias, tía. Gracias, primo —sonrió la pequeña y los rubios la miraron confundidos.
—¿Por qué tía y primo? —preguntó Lorraine.
La niña estaba a punto de responder cuando escuchamos el timbre sonar. Por un breve lapso de tiempo creí que podría tratarse de mi esposo, pero descarté la idea ya que él no necesita tocar el timbre. A los pocos segundos apareció Garret con un gran regalo en mano.
—Lo digo por él —dijo Jess señalando a su tío, Lorraine se sonrojó casi al instante.
Esto va a terminar en boda.
—¿De qué me perdí? —sonrió mi cuñado.
—Le decía a Lorraine que ahora es mi tía y Mateo mi primo porque ustedes serán una familia cuando te cases con ella —explicó la niña, así, tan natural.
Garret y Lori intercambiaron miradas por un breve instante, para nadie es un secreto que a ambos le resulta incómodo que Jessie hable del tema, pero la química que hay entre ellos es innegable. Lorraine sigue sin estar lista para entregarse al amor, de hecho, primero tiene que recuperar su amor por sí misma —cosa con la que la estoy ayudando—, pero a ella sí le gusta Garret y es totalmente correspondido a pesar de que se niegan a aceptarlo.
—Emmm...te... —mi cuñado se aclaró la garganta— te traje un regalo, sobrinita —le entregó el reglo envuelto en papel de franjas naranjas y rosas—. Feliz cumple.
La niña tomó su obsequio, lo abrió con emoción y los ojitos le brillaron al dejar al descubierto la hermosa barbie sirena de un metro de estatura. Era preciosa, rubia con mechas violetas, mismo color de su top y su cola. Mi hija quedó boquiabierta durante unos pocos segundos para luego soltar un grito de alegría.
—¡Muchas gracias, tío! ¡Me encanta! —saltó sobre él y le dio un caluroso abrazo acompañado de un beso en la mejilla.
—Me alegro, pequeñita —sonrió él, devolviéndole el abrazo.
—¿Tiene nombre? —preguntó Jessie mientras sacaba a la muñeca de su caja.
—Hmmm —lo pensó durante un rato no muy extenso—. Siena la sirena.
—¡Me gusta! Es muy bonito —celebró la niña dando saltitos.
—Y después tu papá dice que soy malo para los nombres —bufó.
—Hablando de papá, ¿por qué no ha llegado? —preguntó la niña.
Fulminé con la mirada a Garret quien me regaló una expresión de por favor no me mates, fue un accidente. Más le valía arreglarlo o de lo contrario se celebraría un cumpleaños y un funeral.
—El problema es que tu papá viene de Tokio y como es muy lejos, el viaje de regreso tarda mucho —mi cuñado salvó la situación y también se salvó de un buen golpe ya que la niña pareció satisfecha con la excusa.
—Mmmm —emitió Lo, tratando de crear otra distracción—. Jessie, Mateo, desayunen y luego pueden ir a la sala de cine a ver películas —propuso a lo que los niños asintieron animados.
Terminaron su desayuno con rapidez —que por cierto estaba constituido por todo lo que le gusta a Jessie— y al terminar, Margarita los llevó a la sala de cine para ver un maratón de Frozen.
Fui con Lorraine y mi cuñado al despacho de Evan, único lugar donde Jessie no nos escucharía hablar, aunque la última vez que estuvo ahí sí escuchó y justo lo que no debía escuchar, pero confiaba en las habilidades de Margarita y Mateo para entretenerla.
Me senté en la silla de mi marido con Lorraine y Garret delante de mí.
—Bien, chicos —suspiré, cansada—, los necesito a ambos para que Jessie no note la ausencia de Evan hasta que él llegue, y en caso de que no lo haga, para amortiguar el golpe.
—Tranquila, Lils. Mateo y yo nos encargamos de ella —aseguró Lorraine.
—¿Garret sabes algo de Evan?
—Hablé con él ayer y...
—¿Ah sí? ¿Y qué dijo? —le interrumpí, desesperada por información, desde antier no hablaba con él.
—Estaba...a punto de decirte —rió por lo bajo.
—Lo siento, es que no he podido contactar con él.
—Dijo que discutió con papá y que la reunión no puede cambiarse de fecha, pero que de todas formas estaría aquí para el cumple de la niña, que lo cubriera hasta que llegara.
—Espero que sí logre llegar —murmuré, abrazándome a mí misma, extraño que esté aquí diciéndome que todo estará bien.
—Lily, cuando mi hermano promete algo de que lo cumple, lo cumple —aseguró mi cuñado.
Suspiré—. En ese caso pongamos en marcha la "Operación Feliz Cumple, Jessie".
(...)
Luego de terminar de ver el maratón de Frozen —las dos películas y los dos cortos—, fuimos a la piscina. Margarita y Garret se adelantaron con los niños y mientras tanto fui con Lorraine a mi habitación para buscar unos trajes de baño.
A pesar de la negativa inicial de mi amiga, conseguí que se colocara un bikini y, la verdad, para ser madre de un niño de 6 años, entre su cuerpo y el de una top model no había mucha diferencia; un cuerpo del cual me encargaría que luciera frente a mi encantador cuñado. Me propuse levantarle la autoestima y lo haré, ella merece recordar lo hermosa que es.
Tuve que encerrarla en el baño para que se pusiera el bikini color lima junto a un pareo verde ya que ella se sentía demasiado expuesta. Yo mientras me coloqué el mío sencillo y color negro. Cuando la vi salir del baño, hizo el ademán de cubrirse, pero fui más rápida y la detuve.
—Ni se te ocurra cubrir esta figura tan hermosa que tienes —le advertí.
Sus ojos azules me escanearon para luego exponer esa mirada de menosprecio hacia sí misma.
—La tuya es mejor —quiso sonreír, pero no lo logró.
—Y tú no tienes nada que envidiarme —alcé una de sus manos e hice que diera una corta vuelta—. Eres toda una top model.
—No exageres —bajó la cabeza.
—¿Crees que exagero? —reí sin gracia—. Te voy a demostrar que no.
La tomé de la muñeca y, casi a rastras, nos dirigimos a la piscina. Hizo que me detuviera más de una vez, arrepentida de haber aceptado ir, pero mi terquedad es invencible y finalmente llegamos. Los niños estaban en la orilla —Jess sobre una balsa con forma de fresa y Mat sobre otra con forma de piña— y siendo supervisados por Margarita y Garret que reposaban sobre unas tumbonas a pocos metros de ellos.
—Ya es tarde para arrepentirse —le sonreí maliciosamente—. Te voy a soltar y confío en que no saldrás corriendo.
Asintió como respuesta y la solté. Comenzamos a caminar hacia la zona de las tumbonas haciendo nuestra ''entrada triunfal''. Como esperaba a mi querido cuñado se le caía la baba, y la mejor parte es que su vista estaba totalmente centrada en Lorraine.
—Qué guapa, mami —dijeron ambos niños al unísono a su respectiva madre.
—Gracias —dijimos simultáneamente ambas.
—Oh, quién tuviera la edad de ustedes, chicas —comentó Margarita, abanicándose.
Hora de echarle leña al fuego.
—Garret, ¿no dices nada? —le insinué a mi cuñado que aún estaba en trance.
—Emmm... —se aclaró la garganta, regresando a este planeta—. ¿Cómo ustedes dos pudieron tener hijos hace seis años y estar... —se relamió los labios— así? Wow.
Le lancé una mirada victoriosa a Lorraine y acabamos riendo. Nos unimos a nuestros hijos en la piscina zambulléndonos en ella. Jugamos, nadamos e hicimos guerras de agua por un buen rato. Pasamos así el resto de la mañana hasta la hora de almuerzo. Jessie se estaba diviertiendo en grande y eso me tenía tranquila, ya que de Evan aún no había ni rastro.
Después de almorzar llevamos a los peques a tomar una siesta hasta las 3:00 p.m. que era la hora a la que comenzaba la fiesta.
Aproveché entonces para llamar a mi esposo una vez más. Desistí a la décima llamada perdida y comencé a preocuparme una vez más. Si Ev se había quedado en Tokio o ya estaba de regreso a la ciudad, en cualquiera de los dos casos debería atender el teléfono, siempre lo hace.
Aproveché que la cumpleañera estaba dormida para comprobar que todo estuviera listo para la fiesta y recibiendo a los invitados más especiales: Frank, Jasmin, Ben, George, Zack, Angeline y Caridad, todos vestidos muy acordes para la ocasión y la temática de la fiesta. Se ofrecieron a ayudar con el recibimiento de los invitados restantes mientras yo me preparaba.
Me di un largo baño para relajarme, lo necesitaba, en especial porque mi marido parecía haber sido tragado por la tierra. Salí del baño y me puse mi vestido de reina acompañado de mis tacones, peiné mi cabello y me maquillé. Finalmente agregué un par de accesorios, me coloqué la corona y apliqué un poco de perfume. Lista.
Me dirigí a la habitación de la niña y para mi sorpresa ya estaba despierta, sentada tranquilamente sobre su cama, demasiado tranquila y pensativa para ser ella.
—Jess...¿qué ocurre, linda? —me senté a su lado.
—Extraño a papá. Creo que no vendrá —respondió, cabizbaja y se me encogió el corazón, quería ir a Tokio volando y traerle a Evan como regalo de cumpleaños.
Estaba mal que lo dijera si yo misma no tenía la seguridad de que Evan llegara a tiempo, más aún si no me contestaba las llamadas y no sabía nada de él, pero sólo estaba pensando en que la tristeza de mi pequeña desapareciera, en especial al tratarse de un día tan importante como lo es hoy.
La abracé de lado, acercándola más a mí.
—Él vendrá, recuerda que tu papá nunca rompe una promesa. Prometió que no volverías al hospital después de curarte y no has vuelto. Prometió que siempre seríamos una familia y lo somos. Él no te fallará, se que vendrá, y si no lo hace, será por la lejanía, no por otra razón.
—Tienes razón, mami —asintió—. Papá nunca nos falla, y cuando lo hace siempre busca maneras lindas de pedir perdón.
—Eso es —le sonreí y me sentí aliviada al ver que me devolvió el gesto—. Ahora, princesa, es hora de vestirla para su fiesta real —hice una reverencia y acto seguido la comencé a preparar.
Su vestido era parecido al mío, a diferencia de que el suyo era color magenta y en lugar de escote corazón, presentaba un escote ilusión con encaje y un gran lazo adornaba la parte trasera al final de la espalda. Su bonita tiara plateada también presentaba ciertas semejanzas con la mía, pero la suya tenía pequeñas gemas incrustadas. Pidió quedarse con el cabello suelto y que la peinara igual a mí. Al concluir divisé que, la verdad, sí es toda una princesa.
—Se ve preciosa, princesa Jessica —hice una reverencia.
—Y usted también, reina Liliane —imitó mi acción.
—¿Sabes qué? Me gusta más Jessie y Lily —le hice cosquillas.
—A mí también —rió.
Jasmin ingresó a la habitación para avisarnos que la gran mayoría de los invitados habían llegado y que ya era hora de comenzar la fiesta. Habíamos preparado una especie de entrada real con Jessie bajando las escaleras de brazo con Mateo —él vestía un diminuto traje hecho a su medida, me recordaba tanto a Evan—, algo así como el principito y la princesita, y quedó perfecto.
Grabamos en vídeo la gran entrada como el resto de las sorpresas. En el jardín habíamos preparado todo tipo de juegos y actividades: castillo inflable, piscina de bolas de plástico, un payaso, canciones infantiles, toboganes, columpios, varitas, espadas y coronas para los niños. En fin, todo lo que la protagonista del día solicitó para hacer de su sexto cumpleaños un día inolvidable.
La verdad es que Jessie es muy popular, cuando me dijo que invitara a todos los niños de su clase creí que era por educación, pero en realidad es amiga de todos, lo cual me encanta. Se divertía en grande, estaba sana y era feliz, eso me hizo sentirme realizada como madre. Éste fue el motivo inicial por el que me casé con Evan meses atrás y, aunque acabé ganando más de lo que esperaba, nada me produce más dicha que ver a mi hija siendo plenamente feliz.
Contrario a lo que pensaba en un inicio, Regina hizo acto de presencia y le dedicó su absoluta atención a su nieta. Recordé aquella tarde en la que se despojó de su calzado para jugar con ella, y a pesar de que esta vez no lo hizo, sí jugó como una niña más por petición de Jess. Garret, Lorraine, Mateo y los perros hicieron de todo para mantenerla distraída y ocupada ya que Ev aún no daba señales de vida.
Así trancurrió la celebración hasta las 5:30 p.m. Ya era hora de cantar feliz cumpleaños y de partir el pastel. Esta era la parte en la que más se echaría en falta la ausencia de Evan, si a esta hora no había llegado aún, entonces ya no lo haría.
Le pedí a todos los invitados que se reunieran cerca de la gran mesa donde se encontraba el pastel y así lo hicieron. Jess corrió hacia mí emocionada y se posicionó a mi lado.
—Bueno, quiero agradecerles a todos por asistir hoy a la fiesta de cumpleaños de Jessie, sobre todo a las personas que estuvieron presentes en los momentos más difíciles cuando tuvo problemas de salud y han sabido ganarse no sólo su cariño, sino también el mío.
Observé a todas las personas a las que me refería y, a pesar de que no estaban todos, me alegraba que la gran mayoría se encontraba allí. Sólo faltaba el más importante: Evan.
—Pues...no soy muy buena hablando en público ni dando discursos y en vista de que los niños están ansiosos por probar el pastel —reí al percatarme de que la última palabra le había sacado gigantes sonrisas a todos los infantes presentes—, ¿que tal si cantamos feliz cumpleaños ya?
Jessie tiró de mi vestido para que le prestara atención. Me agaché para quedar a su altura a pesar de que la gran falda de mi vestido me lo dificultaba un poco y la miré directo a sus ojos azul cielo.
—¿Qué pasa?
—No podemos cantar feliz cumpleaños y cortar el pastel sin papá—hizo un puchero—. Tenemos que esperarlo un poco más.
Comencé a buscar en mi cabeza una forma de amortiguar el golpe que será para ella no tener a su papá aquí. Él lo intentó, me consta que hizo lo que pudo, pero no llegó. Esta es una de las desventajas de ser hija de un magnate, el trabajo interfiere y le resta mucho tiempo para pasar en familia. Daría lo que fuera por no tener que darle la mala noticia, pero no podía seguir retrasando el curso de la fiesta, él no llegó a tiempo.
Cerré los ojos un exhalé con desánimo antes de soltar las crudas palabras camufladas con sutileza.
—Oh, cariño. Verás...emmm —tragué saliva intentando deshacerme del doloroso nudo que se formó en mi garganta—. Tu papá...
—Llega terriblemante tarde, pero ya está aquí —escuché que alguien terminó la frase por mí: Ev.
¡Está aquí!
¡Llegó!
—¡Papi! —gritó la pequeña corriendo hacia él.
Me levanté y me giré encontrándome con mi marido. Su sudor y su respiración acelerada dejaban en evidencia que literalmente corrió para llegar a tiempo. Tan pronto Jessie se reunió con él, la cargó y abrazó, sonriente.
—Feliz cumpleaños, princesa —se separaron—. Lo siento por llegar tan tarde.
—No importa, llegas justo a tiempo.
—Llegaste, amor —me acerqué a ellos y deposité un beso en la mejilla de mi esposo.
—Lo prometí y jamás rompo una promesa —nos sonrió.
—¡Ah cierto! Papá, tu corona —nos recordó Jess.
—Cierto, no tengo corona.
—Tranquilos, yo la tengo —les sonreí.
Busqué la corona que había colocado justo al lado del pastel, sabía que en caso de que llegase a tiempo, aparecería sin una, así que me encargué de ese detalle.
—Yo, la reina Lily Harriet, te corono a ti, Evan Harriet, como el rey de la mansión Harriet Junior —coloqué la corona sobre su cabeza e hice una reverencia.
—Siento interrumpir —intervino Margarita—, pero hay más de sesenta invitados en este lugar esperando para cantar happy birthday a la cumpleañera.
Procedimos a cantar feliz cumpleaños, Jessie sopló las velas, partimos al fin el pastel y nos tomamos varias fotos con la familia y amigos.
—¡¿Es de chocolate?! —chilló Jess al probar el primer bocado de su pastel.
Asentí—. El Dr. Ferguson dijo que ya podías comerlo. ¡Ah! y por cierto, te desea feliz cumple, no pudo venir porque estaba de guardia.
—¿Ves, princesa? —le sonrió su papá—. Te prometí que cuando te recuperaras del todo volverías a tu vida normal.
—También prometiste que vendrías y aquí estás —lo abracé de lado.
—Siempre cumplo mis promesas. Y el pastel está delicioso, dicho sea de paso.
—Estamos hablando del chocolate, papi, siempre es delicioso —habló la niña con la cara repleta de pastel, como en los viejos tiempos.
Jugamos un buen rato los tres juntos, disfrutando al máximo en familia hasta volver al salón principal para bailar el vals de cumpleaños, una idea de Jess. Era sólo algo entre padre e hija y ya lo tenían planeado, además, yo estaba muy cansada como para bailar, así que me limité a observarlos con una sonrisa.
Luego del vals, terminó la fiesta y los invitados se marcharon poco a poco. Cuando volteé a ver, el jardín estaba hecho un desastre y Jessie y Mateo dormían plácidamente en el sofá.
Garret ayudó a Lorraine con Mateo mientras Ev y yo llevamos a nuestra hija a su habitación. Le quité el vestido y le coloqué su pijama, ni siquiera se movió, era como cambiar a una muñeca, se notaba que estaba exhausta.
—Se quedó dormida, eso significa que se lo pasó en grande —suspiró él, sentándose junto a la niña.
—Con ese fiestón real, no era para menos —reí, ocupando el lado contrario al suyo.
—Siento haber llegado tan tarde.
—¿De qué hablas? Llegaste, eso es lo único que importa —tomé sus manos entre las mías.
Sonrió a medias para luego centrar toda su atención en nuestra pequeña—. Supongo que fue un buen cumpleaños.
—El mejor —dijo Jessie, sonriéndonos.
—¿Tú no estabas dormida? —me crucé de brazos.
—No, sólo quería que me cargaran y me cambiaran —rió.
—Pues... —sonrió Ev—, qué bueno que estás despierta porque aún no te he dado mi regalo.
—¿Qué es?
Evan nos lanzó una mirada misteriosa antes de sacar de uno de los bolsillos internos de su saco una pequeña caja de terciopelo. Al abrirla quedaron al descubierto tres pulseras de oro, eran hermosas.
—Esta es para ti —le entregó una a Jess— y esta es para ti —me dio la otra a mí.
Era bellísima, tenía mi nombre inscrito en una pequeña placa. Le puse la suya a Jess y también le puse a Evan la de él mientras me ayudaba con la mía. Las tres lucían perfectas adornando nuestras muñecas.
—Aún falta mi regalo —sonreí.
—Quiero verlo, mami.
Fui a buscar a su closet la caja del regalo y se lo entregué. Lo abrió a toda velocidad y sonrió al ver de qué se trataba.
—¿Es un cetro de reina? —le brillaban los ojitos.
—Algún día serás una reina, y necesitas tu cetro —pellizqué una de sus mejillas—. Pero hay algo más, mira.
Rebuscó en el fondo de la caja hasta dar con el segundo regalo: un portarretratos virtual con fotografías que se ha tomado con todas las personas a las que ama.
—¡Me encantan sus regalos! Gracias, mamá y papá —nos abrazó—. Sus obsequios y la taza de mejores amigos que me regaló Mateo han sido mis favoritos.
—Hmm, Mateo —bufó Ev, rodando los ojos.
Jess se golpeó la frente—. Otra vez celoso. No cambias, papi.
Me fue imposible seguir conteniendo la risa, no tardaron mucho en unírseme y acabamos abrazados otra vez.
—Feliz cumpleaños —dijimos ambos al unísono.
—Ya fue feliz —nos separamos—. Ahora sí voy a dormir, estoy muy cansada —bostezó.
—Buenas noches, princesa —le di un beso en la frente.
—Te amamos, pequeña —Ev también le dio un beso.
—Yo los amo más.
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Nuevo capítuloooo!!!
¡Jessie ya tiene 6 años!
¿Cuál fue tu parte favorita del cap?
Besos de Karina K.love 😉
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