CAPÍTULO 25: Mi Reina y mi Princesa
Evan
Había pasado un largo mes.
Tanto Jessie como yo ya nos sentíamos muchísimo mejor. El Dr. Ferguson nos informó que el riñón estaba funcionando a la perfección y que el organismo de Jess lo había asimilado muy bien, lo cuál fue un gran alivio. No más diálisis, ni tratamientos, ni estrictas dietas médicas. Luego de su recuperación le harían unos últimos exámenes a modo de chequeo general y, si todo sale bien, ya podrá continuar con su vida como una niña normal.
Los perros vinieron varias veces a visitarnos, no estuvieron el día de la operación porque todos estaban en el extranjero y ni siquiera les avisé, sabía que si les decía no les importaría el futuro de sus empresas con tal de venir a verme. Así que en cuanto regresaron, Lily les avisó y se convirtieron en ayudantes de Gigi, no salían de aquí.
También estrecharon aún más su relación con Lily. Al parecer ni George, ni Jasmin, ni Ben, ni Zack recordaban que todos conocimos a mi esposa en ese club, pero en cuanto lo recordaron se disculparon y se mostraron muy indignados con respecto a McClain. También se acercaron mucho más a Jessie, al punto de que ahora los llama tíos "perrunos" y los obligó a disfrazarse de princesas, en Jasmin estaba bien, pero en los chicos fue tan gracioso que me costó contener la risa. Tuve que tener cuidado ya que ciertos gestos pudieron ocasionar que se desprendieran mis puntos de sutura o simplemente el dolor que había dado por olvidado regresaba en forma de horribles latigazos.
Aún recuerdo ese día...
Flashback
—Evan, ¿por qué tu hija me odia? —se quejó Ben por milésima vez, lucía rompedor en ese vestido amarillo y con su respectiva peluca rosa adornando su cabeza.
—Ben, Jessie no te odia —repetí también por milésima vez—. Es tu deber como tío aceptar sus peticiones cuando está enferma.
El pelinegro me mostró una expresión de indignación antes de girarse hacia mi hija.
—Jessie, ¿por qué tu papá me odia?
La niña rió—. Mi papi no te odia, sólo complace a su princesa.
—¡Exacto! La princesa eres tú. ¿Por qué tengo que vestirme yo como una?
—Porque es divertido —respondió Jess con simpleza lo que me causó más gracia.
—Hermano, ríndete —le aconsejó Zack colocándole una mano sobre el hombro, éste lucía un hermoso vestido azul y una tiara adornaba su cabello rubio.
—¿Cómo las mujeres caminan con esto? —preguntó George que caminaba como un pingüino sobre unos tacones de mi esposa—. Es horrible.
—Poder femenino, Georgie —suspiró Jas—. Poder femenino.
—Santificadas sean las mujeres —dramatizó el pelirrojo alzando las manos al cielo—. Y no me llames Georgie, sabes que lo odio.
Así continuaron quejándose de lo incómodo y vergonzoso de su aspecto hasta que se escucharon unos toques a la puerta y un segundo más tarde apareció Garret. Éste, al notar que mis amigos estaban allí, hizo el ademán de dar media vuelta para marcharse.
—Ey, ¿a dónde vas? —lo llamé, frustrando su intento de huída y logrando que toda la atención se posara sobre él.
—No...sabía que estabas con tus amigos —intentó esbozar una pequeña sonrisa, pero sólo le salió una mueca.
<Quizás debí unirme a tus noches de videojuegos con tus amigos...>
—¿Y eso qué? —me encogí de hombros—. Ven aquí.
—¿Seguro? —frunció los labios.
—Me voy a arrepentir en tres...dos...
Esta vez sí se dibujó una sonrisa completa en su rostro. Ingresó a la habitación con cierto nerviosismo —lo sé porque lo conozco muy bien independientemente de nuestra mala relación— y tomó asiento en el pequeño sofá que se encuentra entre mi cama y la de Jess antes de que mi conteo represivo culminase. La verdad sus visitas dejaron de resultarme incómodas, Jess adora pasar tiempo con él y me consta que él no dispone de mucho debido a mi ausencia en la empresa, y de igual forma sigue viniendo. Además, a mis amigos siempre les ha caído bien, el problema real fue mi actitud de mierda.
Luego todas las miradas de asombro se posaron sobre mí, pareciera que hubiese realizado un truco de magia increíble o algo por el estilo.
—¿Qué?
—Nada... —consiguió articular Zack— es que...
—Verte a ti invitando a Garret es más raro que un pavo real albino —terminó el pelirrojo por él—. ¿El transplante te provocó alguna reacción rara en el cerebro? ¿O...? —no terminó la pregunta porque Zack le golpeó la parte trasera de la cabeza.
—Cállate ya, don sutileza.
Mientras estábamos ocupados burlándonos de la situación, Benjamin se escabulló hasta la cama de mi hija y se sentó a su lado.
—Jessie, ahora que llegó tu tío Garret, ¿le puedes dar mi traje a él y dejarme escapar antes de que se te ocurra disfrazarme de algo peor?
La niña me miró buscando mi aprobación a lo que negué con la cabeza, divertido. Ella se encogió de hombros en dirección al pelinegro y negó agitando su pequeño dedo índice frente a su cara.
—Lo siento, tío Ben. Hoy nadie te salva de ser una princesa.
Ben, derrotado, se giró hacia Garret formando un ridículo puchero con sus labios.
—Garret, ¿por qué tu sobrina me odia?
Fin del flashback
Junio pasó muy rápido pero fue un buen mes teniendo en cuenta que me pasé la mayor parte del tiempo acostado en una cama sin hacer prácticamente nada de esfuerzo. Me la pasé con mis amigos, estuve todo el tiempo con mi hija, disfruté viendo como Lily sentía celos de Gigi, mejoró un poco mi relación con Garret, incluso mi padre y Regina vinieron a visitarme. No estuvo nada mal.
Ahora estaba de vuelta a mi habitación con mi esposa. Extrañaba muchísimo dormir con ella, sentir su piel cálida abrazarme desde la noche hasta la mañana, despertar y que ella fuera lo primero que viera, y velar su sueño hasta que ella también despertara. Sí, sé que es muy cursi, pero qué puedo decir, estoy enamorado.
Mientras esperaba a que mi dormilona esposa despertara, tomé el libro que descansaba sobre su mesita de noche. Era una novela romántica, eso me hizo recordar que Lily es escritora.
En los cuatro meses que llevamos casados la he visto muchas veces leyendo pero nunca escribiendo. Supongo que si antes no lo había hecho era por su situación económica y sus muchos trabajos, pero ahora se quejaba de tener demasiado tiempo libre y me preguntaba por qué no había escrito de nuevo.
Lily comenzó a removerse, eso significaba que estaba despertando, y acto seguido hizo su gesto característico: levantar la cabeza, mirarme a los ojos, sonreír y decirme:
—Buenos días, amor.
—¿Sabes qué día es hoy? —acaricié su espalda con delicadeza.
—Hmm, no lo sé, lo tengo en la punta de la lengua pero no lo recuerdo —bromeó, sabe exactamente qué día es hoy, no lo olvidaría, y menos con Jessie hablando de eso desde ayer.
—Te refrescaré la memoria. Un día como hoy pero cuatro meses atrás, usted y yo nos unimos al contraer nupcias, Lady Harriet —dije como todo un marqués del siglo XIX, digamos que jugar tanto con mi hija a las princesas ha influido en la familia.
—¡Oh, cierto! ¿Hace cuatro meses ya? Vaya, como pasa el tiempo —sobre actuó ganándose un beso.
—Te amo —susurré sobre sus labios.
—Feliz aniversario, amor.
Nos duchamos juntos, llevábamos mucho tiempo sin hacerlo y no puedo negar que en serio lo extrañé, era la mejor manera de empezar el día. No valoré lo valioso de los pequeños detalles de mi vida cotidiana hasta que me pasé un mes postrado sobre una cama, ahora pretendo disfrutarlo todo al máximo.
Luego de la ducha fuimos a la habitación de Jess y no estaba allí, pero era de esperar, cuando está muy emocionada por algo es la primera en levantarse. Bajamos en dirección al comedor y allí estaban nuestra hija y madrina, sentadas en sus respectivos lugares y esperándonos para desayunar.
—Buenos días —saludé mientras nos sentábamos.
—Buenos días, tortolitos, y feliz aniversario —nos sonrió Margarita.
—Gracias —dijimos Lily, Jessie y yo simultáneamente, todos dirigimos nuestras miradas a la niña.
—¿Qué? También es mi aniversario —nos dijo tan enternecedoramente como sólo ella puede.
—Ok, pequeña, nadie ha dicho que no sea tu aniversario también —Lily le dio un ruidoso beso en la mejilla.
Desayunamos tranquilos, entre risas y bromas. Eso también lo extrañé muchísimo, sentarme a la mesa con mi familia y charlar de cualquier tema, no importaba cuál, era el ambiente lo que me hacía sentir completo; feliz. Luego del desayuno Lily se metió en la cocina a preparar todo para el picnic, lo prometido es deuda y después de todo lo que hemos pasado nos merecemos un día de campo familiar.
A Jessie le gusta meterse en la cocina cuando Lily está en ella, así que se me asignó la tarea de entretener a la pequeña terremoto. No me molestaba en absoluto, siempre disfruto pasar tiempo con ella.
La llevé a una pequeña sala de música que decoré con todos los recuerdos de mi madre. Nadie entra ahí a excepción de Estrella —para limpiar— y yo. Lily, Margarita y Jessie ni siquiera sabían de su existencia, nunca se me ocurrió contarles sobre ella. Mamá tocaba el piano y me enseñó cuando era pequeño, así que siempre venía a esta sala cuando quería recordarla o simplemente la extrañaba. Las paredes están pintadas de un azul celeste, un retrato de la gran Estefanía Harriet adornaba la pared paralela a la entrada, un piano color blanco a un costado, pocos muebles y otros objetos con gran valor sentimental adornaban el espacio.
—¿Qué es este lugar? —me preguntó Jess mirando a todos lados con curiosidad.
—Es mi cuarto secreto.
—¿Quién es ella? —apuntó con su dedo índice a un gran retrato de mi madre colgado frente a nosotros.
—Es mi madre.
—¿Esa es mi abuela? —se acercó al retrato, ella al ser tan pequeña debía inclinar la cabeza hacia arriba para detallar la fotografía, así que opté por cargarla.
—Sí, esa es la abuela Estefanía.
—Es muy bonita.
Sí, definitivamente lo era. El retrato era precioso. Mi madre tenía puesto un vestido azul suelto que combinaba con sus hermosos ojos, su cabello negro suelto y su enigmática sonrisa.
—Sí, pequeña, es preciosa.
—Tiene los ojos igual a los míos.
Miré de nuevo la foto, detallándola mejor y luego volteé hacia la niña. En efecto, cualquiera diría que eran exactamente los mismos ojos, de ese azul hermoso, profundos, tan grandes como expresivos.
—Wow. Tienes razón, mini Lily, tienen los mismos ojos.
—Siento que se haya muerto, papá. Ojalá ella también hubiera tenido un transplante —me abrazó y, aunque no debía hacerlo según las indicanciones médicas, continué cargándola dejando que se alargase el abrazo; Jessie siempre consigue hacerme sentir mejor.
—Yo también lo siento —nos separamos y le acaricié la mejilla— pero por suerte tú estás aquí.
—Estoy feliz de tener tu riñón —me sonrió.
—Y yo —le sonreí—. ¿Sabes? Te quiero enseñar algo.
—¿Qué es?
—Mi mamá me enseñó a tocar el piano cuando era pequeño, y te quiero enseñar a ti.
—¿¡De verdad!? —chilló emocionada a lo que asentí como respuesta.
La llevé hasta donde se encontraba el piano y nos sentamos en la pequeña butaca frente a este. Era el típico piano sólo que de un pulcro e impecable color blanco, el color favorito de mi mamá. Estuvimos un buen rato practicando, era divertido porque obviamente no podía aprender con tanta rapidez siendo tan pequeña y menos le iba a salir bien a la primera, pero heredó lo perseverante de Lily y no se rendía con facilidad. Me sorprendió al cabo de unos minutos cuando demostró saber tocar al menos una nota.
—¡Lo logré! Te lo dije, papá —alardeó su logro.
—Felicidades, pequeña. Serás una gran pianista —le pellizqué levemente una de sus sonrosadas mejillas.
—¿Me seguirás enseñando?
—Claro que sí, tu talento no puede desperdiciarse —le sonreí.
—Síii, me gusta venir a tocar el piano en la habitación de la abuela —festejó y algo dentro de mí se...suavisó, por primera vez el recuerdo de mi madre había dejado de ser...tan triste.
Aún la extrañaba, muchísimo, pero Jessie acababa de transformar mi melancólica y nostálgica habitación de mamá en un lugar donde podría recordarla tocando el piano sin sentirme tan vacío; eso era fantástico. Nunca había encontrado algo que hiciera función de anestesia en cuanto a mi madre se trataba, su recuerdo traía consigo una tristeza automática; con Jessie es diferente. Ella me la recuerda y no sólo me refiero al color de ojos, es igual de alegre y espontánea, sonriente, carismática. Y con Jessie duele menos.
—¿Dónde estaban? Los he buscado por todas partes —dijo Lily recostada al marco de la puerta y dimos un salto de sorpresa, ¿en qué momento llegó?
—Mami, papá me estaba enseñando a tocar el piano —le informó la niña dirigiéndose hacia ella.
—¿Ah sí? ¿Y qué es este lugar? —preguntó adentrándose en la habitación.
—Es la sala de la abuela. Mira allí hay una foto de ella —respondió la pequeña tomándola de la mano para llevarla en dirección al cuadro.
Lils se posicionó frente a la enorme fotografía y casi al instante quedó anonadada. Supuse que quedó impresionada por el parecido que compartimos —porque sí, heredé más rasgos de mi madre que de mi padre— pero noté que algo más logró captar su atención.
—Es...bellísima —pronunció, perpleja—. Y sus ojos...
—Se parecen a los de Jessie, ¿cierto? —terminé por ella, levantándome.
—Sí, mucho —asintió—. La verdad es que nunca he descifrado de dónde Jess sacó ese color de ojos tan lindo.
—¿No los sacó de...?
—No —me interrumpió—. Nadie de la familia tiene ojos azules, sólo marrones o verdes como los míos.
—Es obvio, los saqué de la abuela —intervino Jessie, y a pesar de que eso es imposible, no quisimos matarle la ilusión, después de todo somos una familia ahora.
—Tienes razón, tienes los ojos de la abuela —Lily me regaló un guiño cómplice y sonreímos—. Ahora vámonos al jardín, el pícnic está listo.—se frotó las manos.
—Qué bueno, porque las clases de piano dan mucha hambre —comentó la pequeña caminando hacia la salida.
Caminamos en dirección al jardín, esta vez la comida no era la más deliciosa ni llena de sabor, pero teníamos una dieta que seguir y después de todos las diálisis, el transplante y la dura recuperación, no lo arruinaríamos por unos pequeños antojos.
Como la primera vez era un pícnic sencillo pero agradable, lo clásico. Me gustaba pasar tiempo con mis chicas. Ha sido un mes duro pero yo estoy casi del todo recuperado y aunque la recuperación de Jessie es de seis meses, según el Dr. Ferguson está evolucioando muy bien.
Nos sentamos sobre la manta de pícnic, con ayuda y sumo cuidado, ya nos habían retirado los puntos a ambos y la cicatrización casi se había completado, pero aún presentábamos ciertas molestias y debíamos ser cuidadosos. Una vez sentados, observamos a nuestro alrededor, en verano el jardín lucía genial y a pesar de que comenzaba a hacer calor, no podría catalogarse como insoportable. Disfrutamos del pícnic tanto o más que la última vez. Había ensalada de frutas y jugos, la verdad es que la dieta nos ponía muchas restricciones pero Lily se esforzó en que fuera delicioso a pesar de todo.
—Esto está muy rico, mami —gimoteó Jess mientras comía su ensalada.
—Que bueno que pienses eso, amor. Yo quería hacerte el pastel de chocolate que te prometí, pero todavía no puedes comerlo —Lily le acarició el cabello a la pequeña.
—No te preocupes, mami. El doctor dijo que ya pronto podré y haremos muchos otros pícnics.
—Es cierto, ahora que la princesa está bien tendremos mucho tiempo para comer pastel —la abracé de lado.
—¡Cierto! ¿Papá qué pasó con la princesita del cuento? —me miró, curiosa.
Oh, el cuento.
—Pues...el rey encontró el hechizo para salvar a la princesa, pero como él no era mágico, se debilitó.
—¿Y qué pasó luego?
—Todo salió bien. El rey y la princesita se recuperaron gracias a los dulces cuidados de la reina.
—¿De la reina? ¿O de la enfermera real? —se cruzó de brazos mi esposa, no puedo creer que aún esté celosa de Gigi.
—La enfermera real ayudaba, pero el rey sólo ama y siempre amará a su reina, y a su princesa —les guiñé un ojo a ambas, pero Lily seguía graciosamente molesta.
Jess se acercó a mi oído para decirme algo, puso ambas manitas alrededor de mi oreja.
—Papi creo que tienes que darle un beso para que se rompa el hechizo de enojo que tiene mamá —sonreí y le asentí.
Me acerqué a Lily —que seguía de brazos cruzados y evitando mi mirada—, la tomé de la barbilla para que me mirara. Lo hizo de mala gana, lanzándome una mirara fulminante.
—Te amo y siempre te amaré sólo a ti, y a Jess —murmuré sobre sus labios y acto seguido la besé.
Siempre era mágico besarla, mejor que en el cuento de hadas que creé para Jessie. Los suaves labios de Lily se sincronizaban perfectamente con los míos mientras nuestras lenguas jugaban. Tomó mi rostro entre sus delicadas manos y se acercó más para profundizar nuestro beso.
La amo, joder.
Lo estábamos pasando de maravilla, pero nos interrumpió un pequeño carraspeo detrás de nosotros.
—Ya se rompió el hechizo. Mamá, papá, ya pueden soltarse —dijo Jessie rondando los ojos, pero le obedecimos entre risas.
—¿También quieres besos, princesa? —le dijo Lily gateando hacia ella como depredador a punto de atacar a su presa.
—No, no hace falta —respondió entre risitas e imité a Lily acercándome también.
—Demasiado tarde, pequeña —le dije justo antes de llenarle de besos una mejilla mientras Lily hacía lo mismo con la otra.
—Basta, me hacen cosquillas. Me rindo, me rindo —rió mi princesa rendida y paramos para que no se agitara demasiado, no era bueno para ella.
Nos tumbamos apoyados sobre un codo a cada lado de la niña, sonriendo como sólo nosotros lo hacemos. Me encantaba estar así con ellas, sentía que si las tenía conmigo no necesitaba nada más. Estaba completo, feliz.
Eso somos, una familia feliz.
—¿En qué piensas amor? —Lils me sonrió y Jess me miró.
—En lo mucho que las amo. Mi reina y mi princesa.
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Nuevo capítulooo!!!
¿Qué les pareció?
🎉Celebración🎊
¡¡¡Llegamos a las 1.1k lecturas!!! Wow no me esperaba que subiera tanto, a pesar de que quizás les parezca poco, para mí significa mucho. Muchas gracias a todas esas personas que han leído esta novela, los amo.
Besos de Karina K.love 😉
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