CAPÍTULO 24: Padre e hija, otra vez
Evan
Desperté muy desubicado y adolorido, sin tener la más mínima idea de dónde estaba. Mis ojos intentaban enfocar las imágenes a mi alrededor y cuando finalmente fueron capaces de hacerlo, divisé un suero conectado a mi brazo y un par de metros a mi izquierda a Garret sentado en un mueble, leyendo un libro.
—¿Garret? —mi voz salió ronca y rasposa.
—Hermano, despertaste al fin —sonrió emocionado, ¿cuánto tiempo llevo dormido?
—¿Dónde estoy? —pregunté, observando a mi alrededor, la habitación estaba amueblada con implementos médicos pero mi cerebro apenas se estaba iniciando.
—Estás en tu habitación de hospital, te operaron para hacerle el trasplante a Jessie y llevas catorce horas incosciente —me explicó y enseguida caí en cuenta de todo, pero...¿catorce horas?
—¿¡He estado catorce horas dormido!? —hice el ademán de moverme, pero me detuve al percibir un dolor punzante proveniente de mi bajo abdomen—. ¡Ah!
—Hey cuidado, Ev —me asistió, reacomodándome—. Que hayan pasado catorce horas no quiere decir que estés en perfectas condiciones aún.
—¿Y Jessie? ¿Cómo está ella?
—Perfectamente —sonrió—, el transplante fue de maravilla y el riñón está funcionando como es debido, no ha dado señales de rechazo o daños colaterales. Así que dentro de muy poco le darán el alta.
Mi niña está bien. ¡Mi hija está bien! Mi sacrificio valió toda la pena y cuando se recupere, volverá a su vida normal. Una vida sin dietas médicas, sin diálisis y sin tratamientos.
—Llévame a verla, necesito verla, por favor —le pedí como niño pequeño.
—Evan tengo que avisarle a los doctores que despertaste para que te examinen —se opuso.
—Garret, estoy bien, sólo llévame a ver a mi hija —suspiré al ver que él se cruzaba de brazos y negaba con la cabeza—. Estoy bien, si dormí tanto tiempo debió ser por la anestesia. Por favor, quiero verla.
—Jessie está bien, justo en la habitación de al lado y la verás cuando un doctor me dé autorización para hacerlo —sentenció en tono firme—. Ódiame por esto si quieres, pero no voy a dejar que pongas en riesgo tu recuperación, ¿entendido?
Respoplé—. Entendido.
—Voy a buscar a un médico —aunció, caminando hacia la puerta, pero se detuvo antes de abrirla y me lanzó una mirada de advertencia—. No te muevas —me señaló acusatoriamente con el dedo.
—Como si pudiera hacerlo —rodeé los ojos.
Me quedé ahí, enojado, mientras él iba en busca del dichoso doctor. No fue mucho lo que le pedí, sólo que me llevara con Jessie. Pero no, su opinión y sus ínfulas de hermano mayor sobre protector prevalecen. En serio lo detesto cuando hace eso, más porque en estas circunstancias apenas puedo moverme sin que el profundo dolor se manifieste.
Nunca me había sometido a una operación, de hecho lo más cerca que he estado de una intervención quirúrgica fue cuando me extrajeron las muelas del juicio; pero no se puede comparar siquiera, esto es mucho peor. Traté de no pensar en ello cuando Garret regresó con el Dr. Falcón —que fue quien me operó— y dos enfermeras. Se encargaron de revisar que todo estuviese en orden. Primero confirmaron que mi prolongado estado de inconsciencia fue producto de la anestesia y que más tarde me harían una serie de estudios de rutina. Me hicieron las debidas curaciones en la herida —unicada en la zona baja de la espalda— las cuales dolieron como el infierno, delicadeza no era concepto que conocieran, pero según nos dijeron, estaba cicatrizando correctamente.
Pregunté si podía ir a ver a mi hija a lo que me respondieron que sería bueno para mi estado caminar un poco, pero, al ser tan reciente, era más favorable que me transportase en una silla de ruedas. Luego de indicarme que descansara un rato más, se marcharon dejándome a solas con Garret.
—¿Ahora ya puedo ir a ver a mi hija, papá? —gruñí en su dirección mientras me observaba.
—No, hijo —me siguió el juego con una sonrisa fingida adornando su rostro—. Verás a mi nieta cuando pasen los quince minutos de descanso adicionales que te recomendó el Dr. Falcón, ni un minuto más ni un minuto menos, después podrás ver a mi nieta.
Exhalé con pesadez—. Bien, como quieras.
—Ev —su tono de voz sonó más suave y menos demandante—, sé que quieres verla y créeme que si hago todo esto es porque me preocupo por ti.
Me digné a mirarlo y me percaté de más de un detalle que pasé por alto. Su cabello castaño rojizo estaba despeinado, unas enormes bolsas oscuras se instalaron bajo sus ojos y su expresión reflejaba mucho cansancio, como si apenas hubiese dormido. También identifiqué una marca rojiza en la parte interior de su codo derecho.
—¿Qué te pasó ahí? —señalé la zona con un movimiento de cabeza.
—Ah, eso —observó la marca y luego se giró hacia mí—. Nada importante.
Mis ojos viajaron hacia donde el suero se conectaba a mi brazo, exactamente en la misma área de su herida.
—¿Por qué te pusieron un suero? —indagué.
—No fue un suero —evitó mi mirada—. Doné sangre, eso es todo.
—¿Ese fue tu modo de distraerte mientras me estaban operando? ¿Donar sangre?
—Te doné sangre a ti, Evan —confesó, dejándome boquiabierto.
Durante unos segundos ninguno de los dos emitió palabra. Él seguía evitando mirarme y yo no sabía cómo reaccionar, no me esperaba esa respuesta.
—Nuestro tipo de sangre, mío, tuyo y de Jess, es raro. El abastecimiento que tenían lo usaron con ella, así que me ofrecí para donarte.
Me puse a pensar en ello. Para una operación de dicha magnitud se necesita bastante sangre en caso de una transfusión de emergencia, así que...
—¿Cuánto donaste?
—Dos bolsas.
Dos bolsas. No sé exactamente de cuántos litros estamos hablando pero no necesito ser un experto para saber que eso es mucho. Otra vez se puso en riesgo.
—Te lo agradezco —murmuré—, pero no tenías que hacer eso por mí.
—Claro que tenía que hacerlo, eres mi hermano —me sonrió, pero un segundo después se dio cuenta de lo que dijo y agachó la mirada—. Lo siento.
Uno de los silencios más incómodos que he experimentado a lo largo de mi vida se hizo presente en la estancia. Quería decir algo, pero no tenía muy claro qué. Él se ha portado muy bien conmigo y con Jess, no me gustaría hacerlo sentir mal, no se lo merece. Sin embargo, no me salía el monólogo fraternal que todos entonan en estos casos; los Harriet no sabemos expresar que nos queremos.
—Siempre te he querido, Ev —comenzó a decir de repente, alcé la vista encontrándome con sus ojos avellana sobre mí—. Siempre quise que me vieras como tu hermano mayor en lugar de tu hermanastro. Si ingresé en cada equipo deportivo en el que incursionabas era porque quería que tuviésemos algo en común, algo que compartiésemos sin discutir.
—Pero en lugar de eso te convertías en el mejor del equipo y en el favorito de papá —dije, pero por primera vez no sonó como un reclamo, sólo como un recordatorio.
—Y lo siento, mi intención nunca fue opacarte, pero supongo que eso fue justo lo que hice.
Otro silencio llenó la atmósfera, prefería escucharlo a él a decir verdad, por primera vez quería saber lo que tenía para decir.
—Cuando mamá te retaba con las notas o con cualquier actividad que hicieras, me divertía —sonrió—. Ella lo hacía a propósito, porque sabía que la meta era callarle la boca, le pondrías más esfuerzo...y nunca la decepcionaste, tampoco a mí o a papá. Nos enorgullecía ver lo capaz que podías llegar a ser, que nunca te lo hayamos dicho no significa que no lo sintiéramos.
Recordé cuando llegaba a casa contento por haber obtenido un diez o porque algún profesor me nombraba el mejor de la clase en su materia. Siempre recibía una media sonrisa por parte de papá, un suspiro de "derrota" de Regina y un pulgar alzado de Garret. Ya. Eso era todo.
—Quizás debieron expresar mejor su orgullo, lo necesitaba —admití.
—Lo sé —formó una mueca, apenado—. Si te sirve de consuelo, a mí papá me daba dos palmaditas en la espalda y mamá decía que así debía seguir siendo, eso tampoco era muy alentador que digamos.
Es cierto. Garret, a pesar de obtener más atención, tampoco recibió muchos "Estoy orgulloso de ti" a lo largo de los años, quizás sólo lo escuchó dos o tres veces.
—Quiero que sepas que... —suspiró— si pudiera regresar el tiempo, lo haría todo de forma diferente. Te hubiese enseñado los trucos de fútbol directamente en lugar de dejar que me espiaras por la ventana de tu habitación. Te hubiese llevado a dar una vuelta conmigo cuando me dieron el carnet de conducir. Te habría preguntado si podía unirme a tus noches de videojuegos con tus amigos en lugar de quedarme amargado en mi habitación escuchando sus risas. Te hubiese dicho que emborracharse no es la mejor forma de desahogarse por una chica que no vale la pena —se pasó las manos por el pelo, frustrado—. En fin, hubiese hecho un mejor esfuerzo por ser tu hermano.
Garret...
Siempre ha estado ahí.
Jugaba fútbol en esa zona del jardín porque sabía que lo observaba desde la ventana para aprenderme sus trucos. Me ofreció llevarme al colegio durante dos años hasta que me dieron el carnet de conducir. No me molestaba cuando estaba con mis amigos porque sabía que era el único momento en el que pasaba un buen rato en casa. Me cubrió con papá cuando me caía de lo borracho que estaba cuando Linda Paxton me cambió por un chico aparentemente con más dinero que yo, incluso me metió en la ducha y me llevó a la cama esa noche.
Y no sólo eso. Me defendía a mí y a mis amigos cuando alguien mayor nos molestaba. Me regalaba sus apuntes de años anteriores para ayudarme a estudiar, aunque yo siempre los tiraba. Me cubrió millones de veces. Me regaló su auto favorito —el cual me encantaba— cuando se fue a la universidad.
Si quitamos el hecho de que mi actitud repelente alejaba a todos de mi alrededor —incluyéndolo— y los aspectos que me molestaban de él...la conclusión es que hizo un buen papel de hermano mayor.
Y nunca me fijé en eso.
Fui un maldito egoísta y egocéntrico, demasiado inmaduro y dolido por la actitud de mi padre como para darle una oportunidad. Fui un maldito cretino con él.
—Selo ahora —mis palabras lo alertaron, me miró con confusión—. Haz un segundo intento por ser mi hermano mayor, prometo no ponértela tan difícil esta vez.
Sus ojos avellana me miraron con total incredulidad, podría apostar porque pensó que era una broma. Pero no lo es.
—¿Qué... —se aclaró la garganta— qué quieres decir?
Suspiré—. Quiere decir que lo siento por haberme portado tan mal contigo, por no haberte dado una oportunidad. No puedes ni tienes que regresar el tiempo, sólo se mi hermano.
—¿Estás...? ¿Estás hablando en serio? —articuló, perplejo.
—Muy en serio —asentí—. No te prometo ser el más cariñoso y tampoco te voy a llamar hermano de la noche a la mañana, hagámoslo poco a poco. Tampoco me vendría mal que toda esa mierda de no decir que te sientes orgulloso y la falta de muestras de afecto te los ahorraras, estoy harto de eso.
—A mí también me hartaron —asintió y no pasé por alto sus ojos empañados, pero no mencioné nada al respecto.
Extendí una mano en su dirección, invitándolo a tomarla, y lo hizo.
—A partir de ahora todo queda olvidado, empezamos de cero —sonreí a medias—. Un placer, soy Evan Harriet y a partir de ahora seré tu hermano menor.
—Un gusto, soy Garret Harriet y a partir de ahora seré tu hermano mayor —me sonrió.
Lily estará orgullosa de mí por esto.
Él soltó mi mano para tomar su móvil cuando la pantalla de este se iluminó. Sonrió y me lo mostró.
—Ya pasaron los quince minutos, iré a conseguirte una silla de ruedas, espera quieto —me apuntó con el dedo a modo de advertencia antes de salir de la habitación.
No mucho después apareció con la prometida silla de ruedas y sonreí satisfecho. La acercó a la cama y me dio instrucciones de como pararme, me ayudó a hacerlo hasta que, con sumo cuidado, logré sentarme en la silla. Me dolía horrores pero valió la pena, literalmente podía sentir que mi organismo había cambiado, y cómo no, me faltaba un riñón y tenía una enorme sutura de más de veinte puntos adornando la zona baja de mi espalda.
Salimos de la habitación —con Garret empujando la silla de ruedas por mí y sosteniendo la bolsa de suero que seguía enganchado a mi brazo— con rumbo a la de Jessie que estaba justo al lado. Muy bien pude haber ido caminando, pero no me quejo, el dolor no era nada leve.
El castaño tocó la puerta y escuché la voz de Lily diciéndonos que podíamos pasar. Al entrar su rostro y el de nuestra pequeña se iluminaron y sus hermosas sonrisas aparecieron. Jess estaba recostada, también con un suero conectado a su pequeño brazo y su expresión era cansada, como cuando los efectos secundarios de las diálisis aparecían.
—Amor, despertaste —mi esposa corrió hacia mí pero se detuvo al recordar que si me abrazaba, podía lastimarme.
—Me puedes abrazar, Lils, no pasa nada —le aseguré, me sonrió y lo hizo muy cuidadosamente, sus brazos rodeándome me hicieron olvidar por un momento mi estado.
—¿Cuándo despertaste? —acunó mi rostro entre sus manos.
—Hace menos de una hora, pero Garret —dije esto último mirándolo acusatoriamente a lo que rodó los ojos— no me quiso traer hasta que los doctores me revisaran y se aseguraran de que todo marchaba bien conmigo.
—¿Y cómo te sientes? —se mordió el labio inferior, preocupada.
—Tan bien como un recién operado puede estarlo, no te preocupes —miré por encima de su hombro a Jessie—.¿Y cómo está mi princesa?
—Muy bien, un poco adolorida pero bien —me contestó desde su cama.
—Lily, Garret, ¿nos dejan a solas? Necesito hablar con ella —les murmuré a ambos y salieron después de acercarme lo más posible a Jess.
Estiré mi mano hasta alcanzar su sonrosada mejilla para acariciarla. Lucía cansada, pero una vez se recupere del todo de esto su vida volverá a ser normal, a excepción de unos medicamentos que tiene que tomar de por vida para evitar que su organismo rechace el nuevo riñón, pero esto es mucho mejor que las diálisis sin duda alguna.
—Hola, linda —la tomé de una de sus manitas.
—Hola —murmuró.
—¿Te duele mucho?
—Ya no tanto como antes, me dieron medicinas para calmar el dolor —formó una pequeña mueca con sus labios—. ¿Y a ti te duele?
—Sí, pero lo puedo soportar, no te preocupes por mí —sonreí para hacerla sentir mejor.
—Te quiero preguntar algo.
—Dime.
—Antes de que entraran a operarme, mami me dijo que me amaba mucho y que el amor también puede ser hacia la familia, y no sólo entre las mamás y los papás.
—Es verdad —le sonreí.
—También me dijo que tú me amabas. Es cierto...¿tú también me amas? —sus grandes ojos azules se clavaron en mí a la espera de mi respuesta.
—Claro que te amo, hermosa. Eres mi hija.
Me levanté y la abracé a pesar de que me dolía bastante, pero no me importaba. Todo lo que he hecho ha sido por ella, porque la amo, y lo volvería a hacer sin pensarlo dos veces.
—Yo también te amo, papá —murmuró en mi oído y de la impresión me separé tan rápido que un latigazo de dolor me golpeó el bajo abdomen, juro que por un momento sentí que algún punto se había desprendido de su sitio.
—¿Me llamaste papá? —parpadeé varias veces tratando de convencerme a mí mismo de que fue real y no una alucinación mía.
—Sí, perdón —murmuró tomando el edredón y tapándose la carita.
—¿Perdón por qué? —aparté el edredón.
—Creí que no te gustaba que te llamara papá, por eso dejé de hacerlo —hizo un puchero involuntario, super tierno.
—Claro que me gusta que me llames papá, princesa. Yo creía que ya no me llamabas papá porque estabas molesta conmigo y tendría que ganármelo —reí ante lo divertido de la situación.
—Yo no estoy molesta contigo. ¿Entonces puedo llamarte papá de nuevo? —se le iluminaron los ojitos.
—Por favor sí —la abracé de nuevo, el dolor seguía ahí, pero lo ignoré.
—Te amo, papá.
Joder, eso era todo lo que necesitaba volver a escuchar.
—Te amo, hija.
(...)
Pasó una semana entera hasta que a la mini Lily y a mí nos dieron de alta. Lily, Garret, Margarita y mis padres estuvieron todo el tiempo con nosotros soportando mis dramas durante las curaciones y las quejas de Jessie acerca de lo insípido de la comida de hospital. Regina y mi padre han estado tan presentes como el trabajo se los ha permitido y, a decir verdad, ha sido más de lo que estuvieron durante toda mi adolescencia. Se sentía bien...saber que les importo.
Equipamos un cuarto en la mansión con todo lo necesario para mí y la princesa, y además contratamos a una enfermera que se ocupara de ambos. Tanto Jess como yo nos sentíamos bastante mejor y Gigi era mucho más delicada haciendo las curaciones que las enfermeras del hospital. Jessie volvió a llamarme papá y buscaba cualquier excusa para hacerlo, a toda hora, y amo que lo haga.
—Hola, Harriets —Lily entró a la habitación, sonriente como siempre.
—Hola, mami —gritó Jess, está muy animada desde el transplante, a Lily y a mí nos parece perfecto.
—Hola, amor —le sonreí.
Nos dio un beso a cada uno y se sentó en el pequeño sofá que se colocó entre ambas camas justo para ella.
—Debimos haber puesto una cama para mí también aquí.
—No, mami. Esta es la habitación de los enfermos y tú no estás enferma, así que para ti es el sofá de las visitas —explicó Jess y me partí de la risa, además de parlanchina también es muy elocuente.
—¡Evan! No le enseñes eso a la niña —me gritó Lily un poco molesta, pero sabía que le estaba divirtiendo tanto como a mí.
—Yo no se lo enseñé. Sabes que Jessie es muy inteligente.
—Es como en el hospital —dijo Jessie con esa sonrisita encantadora capaz de calmar a una fiera, la fiera de su madre.
—Sí, pero el hospital es el hospital y casa es casa, yo quiero estar con ustedes —hizo un puchero.
—Yo antes dormía contigo y ahora duermes con papá, así que te aguantas como me aguanto yo —ordenó Jess, y Lily abrió los ojos a más no poder.
—Jaque mate, Lils —me burlé y me lanzó un cojín.
—Ustedes dos están confabulados contra mí —se cruzó de brazos.
—¿Qué es confabulados? —preguntó nuestra hija.
—Es cuando las personas se juntan y hacen un plan para algo —le explicó Lily, a veces me sorprende como lo vuelve todo tan simple para que Jess entienda.
—¿Entonces cuál es el plan que papá y yo tenemos contra ti? —como lo esperaba de mi hija entendió a la perfección.
—Ustedes dos están muy juntos y ya no le hacen caso a mamá —se cruzó de brazos tal cual niña pequeña.
—Mamá está celosa —añadí, también como niño pequeño, mientras Jess reía.
—No estoy celosa —negó, cruzándose de brazos.
—Sí lo estás.
—Que no.
—Que sí.
—Que no.
—Que sí, mami —intervino Jessie en nuestra boba discusión, simplemente nos limitamos a reír.
Un momento después, apareció Gigi, nuestra enfermera personal de la cual mi querida esposa tiene unos celos horribles y graciosamente injustificados porque, obviamente, yo sólo tengo ojos para mi reina.
—Discúlpeme por la interrupción, pero el Sr. y la Srta. Harriet tienen que descansar —dijo muy educada como siempre y algo temerosa por Lily, digamos que la ha intimidado.
—¿Ya es hora de la siesta? Pero es muy temprano —se quejó Jess.
—Lo siento mucho, pero son las indicaciones —Gigi se encogió de hombros.
—Ok —la pequeña se cruzó de brazos, inconforme.
—A dormir, pequeña —le saqué la lengua.
—Y tú también —hizo lo mismo.
—Entonces me voy, vamos Gigi —suspiró Lily, levantándose del sofá.
—Lo siento, Sra. Harriet, pero yo me quedo en caso de que necesiten algo. —dijo la enfermera sin querer ser descortez y, como era de esperar, mi querida esposita estaba celosa de nuevo, adoro verla así.
—¿Y eso por qué? —enarcó una ceja.
—Pues, ese es mi trabajo —musitó una temerosa Gigi.
—Está bien, yo sólo...voy a mi habitación. Avísame cualquier cosa —ordenó mi esposa antes de salir muerta de celos.
Gigi se giró hacia nosotros, llevándose una mano al pecho, aliviada—. Emmm, Sr. Harriet, ¿La señora tiene algún problema conmigo? —preguntó, algo tímida.
—Nah, sólo está celosa —respondió Jessie acurrucándose con Algodón y Donald.
—Ya mi hija te respondió —reí.
Para cuando desperté ya era de noche y Jessie aún estaba durmiendo. Le pregunté a Gigi si podía caminar un poco y luego de tomarme el medicamento, fui a ver a Lily a nuestra habitación. Caminar resultaba doloroso aún, pero también favorable según el Dr. Ferguson.
Entré a la habitación y Lily, como siempre, estaba leyendo. Se veía hermosa como de costumbre, tan tierna y angelical como sólo ella puede ser.
—Toc toc.
—¿Quién es? —me sonrió dejando su libro sobre su mesita de noche.
—Tu esposo —me acerqué a la cama a paso lento y quejoso.
—Entonces venga a aquí, Sr. Harriet.—me sonrió justo antes de besarme, Dios, extrañaba demasiado sus besos.
Llevé mis manos a su cintura y ella las suyas a mi nuca. Por un instante olvidé que estaba convalesciente y la noche no podría terminar como me gustaría, así que, por mi propio bien, me separé de ella.
—Sabes que a este ritmo vamos a terminar mal, y no puedo aunque quiera —murmuré sobre sus labios hinchados por los besos.
—Lo sé, tengo un plan —susurró.
Me tomó de la mano y, a paso lento en vista de que no podía esforzarme de más, me llevó hasta el balcón al final del pasillo, ese que tiene vista al jardín de la mansión.
La vista sin duda era hermosa, el jardín estaba iluminado con pequeñas farolas haciéndome olvidar por un momento que era el jardín de mi casa.
—Las noches de junio son hermosas —suspiró, mientras la abrazaba por detrás.
—Y muy calurosas, pero eso significa que el verano está a la vuelta de la esquina.
—Eso significa vacaciones y Jessie corriendo y jugando por toda la mansión —rectificó—. En parte estoy aliviada de que esté en recuperación por al menos un mes.
—Eres mala, Lils.
—No soy mala, ya verás cuando se recupere. Jessie Remolino en pleno verano, es una pesadilla —bromeó.
—No puede ser tan malo.
—Ok, entonces apostemos —se volteó para mirarme.
—Dígame, Sra. Harriet.
—Te apuesto a que no aguantarás a Jessie todo el verano. Si gano, la recogerás a la escuela todos los días del próximo curso escolar.
—¿Y si gano? Que obviamente es lo que pasará.
—Si ganas, tendremos todo el sexo que quieras por un mes —me sonrió pícaramente.
—Es un trato justo —me encogí de hombros—. Prepárate para tener otro hijo con el que lidiar el próximo verano.
—Alto ahí, vaquero. Ya bastante tenemos con Jess por ahora, dejemos al hermanito para más adelante.
—Ok, por ahora voy a disfrutar de mi Jessie Remolino.
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Nuevo capítuloooo!!!
Literalmente uno de los más tiernos que he escrito.
¿Cuál fue tu parte favorita?
Besos de Karina K.love 😉
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