CAPÍTULO 22: Sentimientos

Evan

Llegamos al hospital tan rápido como mi auto nos lo permitió. Preguntamos en recepción por Jessie y nos dieron indicaciones de dónde estaba. Cerca de la entrada de la habitación se encontraban Margarita y Garret, tan preocupados e impacientes por saber el estado de la pequeña como nosotros, lo que me dio a entender que aún no les habían dicho nada al respecto.

—Oh, Lily, Evan, qué bueno que están aquí —musitó Margarita, abrazándonos a ambos.

—¿Qué ocurrió? ¿¡Qué pasó con Jess!? —preguntó Lily, desesperada, me partía el alma verla así.

—Íbamos en el coche, ya bastante cerca de su casa cuando de pronto la niña comenzó a quejarse de un dolor muy fuerte —explicó mi hermanastro—. Aparqué para ver de qué se trataba, pero comenzó a llorar a causa de unas molestias y la trajimos de inmediato.

—Gracias, Garret. ¿Aún no han dicho nada los médicos? —preguntó Lily entre sollozos y la abracé.

—Aún no. Desde que llegamos no nos han dado noticias, el Dr. Ferguson se está ocupando de ella —nos informó Margarita y me quedé más tranquilo porque al saber que está en buenas manos.

Un rato más tarde, el Dr. Ferguson apareció y no tenía cara de traer buenas noticias, en realidad, tenía cara de traer pésimas noticias.

—Señores Harriet... —exhaló— el cuadro clínico de su hija está en estado crítico.

—¿Y eso significa que...? —comenzó a preguntar Lily pero fue interrumpida.

—Significa que por ahora conseguimos estabilizarla, pero si no la sometemos al transplante su vida peligra.

Transplante. Esa palabra me atemorizaba. Siempre pensé que con la diálisis sería suficiente, que la enfermedad no escalaría lo suficiente como para requerir una intervención quirúrgica, que se repetiría la historia de mi madre...

—¿Y qué pasó con las diálisis, los tratamientos? —cuestioné, tenía miedo, mucho miedo.

—Han dejado de dar resultado, simplemente realentizaron lo inevitable. Debo informarles desde ahora que a pesar de que la niña está en la lista para recibir órganos, es muy poco probable que obtenga el riñón a tiempo.

Las palabras del doctor se clavaron como puñales en mí y mi esposa casi se desploma de la impresión. Jessie está en riesgo de muerte, ya no sólo está enferma, puedo perder a mi hija, maldita sea.

—Pero tiene que habet algo que podamos hacer, ¿no? —intervino Garret, antes no lo hubiese creído, pero su expresión temerosa y su actitud me estaban dando a entender que sí se preocupa por Jessie.

—Siempre tienen la opción de que la propia familia se ofrezca a donar el órgano —respondió Ferguson—. De hecho es la opción más viable y aumentan las probabilidades de que el organismo no rechace el órgano.

—Yo estoy dispuesta, sólo...sólo salve a mi hija, se lo suplico —rogó Lily, incapaz de reprimir sus lágrimas.

—Debemos hacerle una serie de estudios para comprobar si es apta y compatible para donar el órgano.

—Haré lo que sea —respondió con un hilo de voz casi inaudible.

Regresé a cuando era un niño y veía a mi madre al borde de la muerte. En aquel entonces hubiese hecho lo que fuera por salvarla, pero no pude, y ahora sí puedo. Me da igual que Jessie no sea mi hija biológica, es mi princesa...y no hay nada que no hiciera por ella.

Di un paso al frente y coloqué ambas manos sobre los hombros de mi esposa.

—Yo también.

Mi afirmación hizo que ella se girara y me mirara con sorpresa.

—¿Estás seguro? —preguntó con la voz temblorosa.

—Es mi hija, Lily. Nunca he estado tan seguro de algo.

Me abrazó sin previo aviso—. Gracias, Ev. Gracias.

—Yo también voy a someterme a las pruebas.

Quedé anonadado al escuchar su voz, de todas las personas que creí conozco, él es la última en la que habría pensado. Lily se separó de mí para mirarlo, ella tampoco lo vio venir.

—Garret, ¿qué dices? —dije, o más bien balbuceé, aún estaba asimilando sus palabras.

—Evan, tengo 29 años y una salud envidiable, podré vivir con un riñón menos —introdujo sus manos en los bolsillos de su pantalón, esa es su postura cómoda—. Jessie tiene toda una vida por delante y se merece seguir viviendo sin someterse a diálisis, sin estar enferma.

—¿Estás completamente consciente y seguro de lo que vas a hacer si resultas ser compatible? —cuestioné.

—Claro que sí —asintió—. Repito, puedo vivir sin un riñón y Jessie lo necesita.

No sabía si era un truco para acercarse a mí. Tampoco si estaba intentando hacerse el héroe o si se retractaría luego de pensarlo mejor, pero no quería pensar en ello. Delante de mí estaba el tipo al que he ignorado y aborrecido durante años dispuesto a salvarle la vida a mi hija en caso de ser compatible, eso dejaba muy pequeños todos nuestros conflictos. Joder, eso me llegó al alma.

—Gracias —musité—. En serio gracias.

—Yo también quiero hacerlo —anunció Margarita—. Y no me vengan con eso de que por mi edad no debería hacerlo, la vida de Jess está en riesgo.

—Pero... —comenzó a decir Lily antes de que nuestra madrina la interrumpiese.

—Pero nada —caminó hacia nosotros y tomó las manos de mi esposa—. Todo aquel que haya conocido a esa niña debería someterse a esos estudios. Nadie se merece vivir tanto como Jessie.

—¿Cómo les voy a pagar a todos ustedes por esto? —sollozó mi castaña.

—El amor no se paga —respondió Margarita antes de envolverla en un abrazo.

Garret se acercó a mí portando una expresión empática en su rostro.

—Sé que soy la última persona con la que quisieras compartir este momento y que no es muy Harriet de mi parte, pero... —extendió ambos brazos en mi dirección— si mi hija estuviese enferma y me tocara ser fuerte por todos, querría que alguien me diese un abrazo.

Podría simplemente rechazarlo y alejarlo alegando que es muy pronto para esas muestras de afecto tan cercanas, pero estaba en lo cierto, yo también necesitaba un abrazo. Di un paso más cerca de él y me dejé envolver entre sus brazos mientras yo lo envolvía entre los míos. Ni en mis sueños más locos me imaginaba abrazando a Garret, pero si algo he aprendido en los últimos meses es que imposible es sólo una palabra.

—Jessie estará bien, Ev —murmuró—. Todo va a estar bien.

Suspiré—. Eso espero.

Lily, Margarita, Garret y yo, nos dispusimos a somenternos a todos los estudios necesarios. Una gran ventaja es que los cuatro gozamos de un perfecto estado de salud, eso nos catalogana como candidatos apropiados para el transplante. Los resultados estarían listos en unos tres días, hasta entonces —y después de la operación— Jess tendría que permanecer en el hospital, siendo monitoreada las veinticuatro horas del día.

Luego de finalizar todos los exámenes y pruebas, fuimos a ver a Jessie, con Lily mucho más calmada. Entramos a la habitación, la cual contaba con más equipo médico que la de la última vez y nos acercamos a la cama de Jess.

Estaba dormida, sumida en un profundo sueño a causa de los sedantes. Me destruyó verla así, no podía estar de otra forma al verla  nuevamente en esa cama de hospital, tan frágil, tan débil, no lo soportaba. Los últimos tres meses he sido testigo de cómo ha batallado contra su enfermedad, de la misma forma que lo hizo mi madre, pero en su caso es peor, porque no es más que una niña; mi hija.

—Mi amor, me mata verte así —le murmuró Lily a Jessie antes de romper en llanto una vez más.

—Lily, no. Si despierta y te ve llorando será peor —acuné su rostro entre mis manos—. Debemos ser fuertes y confiar en que todo saldrá bien. Uno de nosotros cuatro tiene que ser compatible, sobre todo tú que eres su madre. Le van a hacer el transplante, se va a recuperar por completo y después todo esto sólo será un mal recuerdo.

Me abrazó y contuvo las lágrimas mientras me dedicaba a acariciarle el cabello. Me gustaría poder hacer algo más, pero era consciente de que lo único que la haría sentir en paz será escuchar de boca de los doctores que Jessie estaba fuera de peligro y sana del todo. No voy a mentir, eso también es todo lo que necesito escuchar.

—Gracias por estar aquí para nosotras, amor —murmuró contra mi pecho y sentí una ola de sentimientos derribarme, me dijo ''amor''.

Quería pedirle que lo repitiera, pero no era el momento. Nuestra vida amorosa había pasado por completo a segundo plano, la salud de Jessie era nuestra prioridad. Cuando ella se recupere, ya veremos.

Lily

Días después...

Hoy nos darían los resultados de los exámenes de compatibilidad y dependiendo de estos se fijaría la fecha para la operación. Los últimos días han sido muy duros, yo en lo personal he hecho mi mayor esfuerzo por no derrumbarme, pero hemos sabido afrontarlos en familia y sin darle a demostrar a Jessie la enorme angustia que sentimos a causa de su estado de salud.

Todos han estado muy al pendiente, incluso el Sr. Harriet y la Sra. Regina han ido a visitarla, y también Caridad y nuestros amigos de la mansión. Jess no se separa ni de Algodón ni de Donald el delfín, lo cual me alegra mucho, y Evan y Garret hacen una especie de show de marionetas con ambos peluches cada vez que pueden, ya que en la empresa han estado muy ocupados por un nuevo contrato que dejará muchos beneficios según sé.

Jessie está asustada. Le revelamos que la operarían y está nerviosa al respecto, pero como siempre Evan tiene el super poder de relajarla y transmitirle seguridad, no sólo a ella, sino a mí también. No se ha separado de nosotras ni un instante, ni siquiera está durmiendo bien ya que está inviertiendo todo su tiempo en el trabajo y estar al pendiente de nuestra hija. He intentado persuadirlo para que descanse mejor, pero el muy testarudo no me obedece. Viene de la empresa al hospital y sólo va a casa para bañarse, comer y luego volver.

Ahora iba camino a H&A Corporation para ir a ver a mi esposo y de paso irnos juntos al hospital. Fui hasta su oficina en donde Ariadna me informó que estaba en una junta importante, pero que de igual forma podría ir en vista de que ya estaba finalizando.

Me dirigí a la sala de juntas y luego de tocar y ser invitada a pasar, entré a la enorme habitación. Muchos de los inversionistas y accionistas ya estaban de salida debido a que la reunión había culminado. En el lugar sólo reconocía a mis suegros, mi cuñado y mi esposo, que se estaban levantando de sus respectivos asientos.

—Hola, linda —Evan me saludó con un corto beso en los labios y me sonrió, independientemente de toda la angustia que estoy enfrentando a causa del estado de Jess, me alegraba que las cosas entre nosotros estuviesen fluyendo tan bien, ya no había necesidad de fingir por nada.

—Hola —le sonreí de vuelta.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a buscarte para... —fui interrumpida por mi suegro el cual me llamó porque quería presentarme a alguien.

Para mi sorpresa y desagrado ese ''alguien'' era el grotesco hombre que intentó violarme cuando trabajaba en el Club Exclusivo. Verlo me trajo todos esos malos recuerdos a la cabeza y fue como un martillazo mental. Aquí, delante de todos, hasta parecía un hombre decente portando un traje caro y una sonrisa cordial. Maldito canalla.

—Lily, querida, él es Augusto McClain, importante socio de la empresa y futura fuente de muchos beneficios para H&A Corporation —dijo mi suegro y el cerdo me miró buscando un indicio para saber de dónde me conocía, pero después se rindió y me ofreció su mano para estrecharla.

—Un gusto, Lily Harriet —me regaló una de sus asquerosas sonrisas.

—No se me acerque —di un paso atrás, estaba muy desconcertada y Evan lo notó al girarse, ya que no estaba pendiente de la conversación.

—¿Qué pasa, querida? —preguntó Regina claramente confusa.

—Este...hombre, si es que se le puede llamar así, hace unos meses intentó violarme —se me quebró la voz al decirlo y la habitación se inundó en silencio, por suerte, ya no quedaba nadie más aparte de nosotros.

—¿¡Pero de qué hablas!? —reaccionó ese animal, lucía ofendido y descolocado.

—¿No lo recuerda? —inquirí con una mezcla de rabia e impotencia quemando mis entrañas—. Yo era mesera en un club, lugar que usted frecuentaba y casi me viola en uno de los baños. Justamente Evan fue quien me rescató y usted fue a ''negociar'' con mi ex-jefe mientras me sugería que no fuera tan tonta como para llamar a la policía. ¿¡Lo recuerda ahora!? —las lágrimas se deslizaban por mis mejillas mientras las expresiones de asombro no abandonaban los rostros de los presentes.

Tenía que salir de ahí, ya no lo soportaba. Pero recordé algo, mi suegro acababa de decir que firmarán un contrato o algo así y Evan estuvo presente en esta reunión, seguramente ese era el trato que lo mantuvo tan ocupado durante estos días. ¿Él lo sabía?

Me giré hacia él percatándome de que su vista no se despegaba del suelo, estaba avergonzado, eso comprobaba mis sospechas. Aún así no quise saltar a conclusiones, quería escuchar su versión.

—Evan...sólo...respóndeme una pregunta. ¿Después de todo lo que me viste pasar esa noche estabas dispuesto a firmar ese contrato? —me paré frente a él y lo miré directo a los ojos.

—Lily...yo... —divagó.

—Sólo responde, ¿sí o no? —levanté la voz con rudeza.

—Sí —exhaló con pesar—. Pero yo... —no lo dejé terminar y sin medir mi fuerza le propiné un merecida bofetada.

Esperaba cualquier cosa de Evan menos esto. Entendía que la noche en la que nos conocimos no pudo hacer más por mí porque sería estúpido romper una asociación importante a causa de un incidente con una total desconocida. Pero los roles han cambiado, ahora soy su esposa, la mujer a la que supuestamente ama y éste es un nuevo trato que al parecer vale más que yo para él.

Me dirigí hacia la puerta, pero antes de salir me giré para decirle una última cosa a mi esposo.

—Debí suponerlo, se trata de dinero —dicho esto salí corriendo de allí con el corazón hecho pedazos.

No podía creerlo, no me cabía en la cabeza que Evan prefiriera el dinero antes que mi integridad. No esperaba que llamara a la policía y denunciara a ese asqueroso, pero pensaba que al menos no estaría de acuerdo con ese acuerdo. Él me salvó esa noche, sabía lo que ese bestia estuvo a punto de hacerme, ¿cómo podía ser tan hipócrita? ¿Cómo es que un par de miles de dólares más sumados al patrimonio Harriet son más importantes para él?

Salí a toda velocidad de ese lugar, sin escuchar llamados ni nada alrededor, sólo quería desaparecer, que la tierra me tragase y encontrar algo que calmara el dolor que estaba sintiendo. Llegué al estacionamiento donde estaba estacionado mi auto, ese lamborghini carísimo que Evan me había regalado y por un momento pensé en dejarlo ahí y no conducirlo nunca más, pero quería irme de allí tan rápido como fuera posible.

Me subí, abroché mi cinturón de seguridad y encendí el motor, pero antes de comenzar a manejar miré hacia la gran puerta de vidrio de la entrada, esperando que mi esposo saliera por ella a buscarme. En el fondo quería que regresara y me dijera que todo fue una broma de mal gusto, pero no era así y él no apareció, así que me fui. No sé por cuánto tiempo conduje, lo que sé es que quería irme lo más lejos posible y deshacerme de todos esos estúpidos sentimientos que comencé a sentir por él.

Maldito Evan.

Evan

Busqué a Lily durante horas, aún no podía creer que haya sido tan estúpido. Estuve en contra de ese acuerdo todo el tiempo y también estaba en contra de la firma del próximo contrato, pero justo cuando debía decírselo, me quedé callado como un imbécil, me avergonzaba el hecho de no poder hacer nada para que declinaran la propuesta de McClain. Aún visulizaba a Lily llorando al recordar esa noche y la decepción en sus ojos cuando me miró, la había cagado con ella otra vez.

La busqué en la mansión, en casa de Caridad, en todos los malditos lados donde podría encontrarla, incluso llamé a Margarita para saber si estaba en el hospital con Jess, pero no, se había esfumado y todo había sido por mi culpa.

Ya casi era de noche y estaba desesperado, así que acudí al único lugar que me brinda paz en momentos así, el pequeño costado de la carretera junto alacantilado. Conduje hasta allí y me llevé una grata sorpresa al encontrar a Lily en ese lugar. Estaba mirando el atardecer, como la última vez que vinimos juntos. No sabía cómo ni porqué terminó ahí, pero me alegraba que este lugar la ayudase tanto como a mí.

—Lily —la llamé al descender de mi auto.

Se giró, algo exaltada. Sus ojos estaban rojos e hizchados, como si hubiera estado llorando por horas, por mi estúpida culpa.

—No me toques —me apartó cuando quise acercarme, su mirada de desprecio no mejoraba mucho que digamos mi estado de ánimo.

—Sé que ahora mismo piensas que soy el ser más despreciable que existe, pero déjame explicarte —rogué, necesitaba que me escuchara.

—No quiero escuchar explicaciones. No quiero verte, Evan. ¡Vete! —comenzó a llorar de nuevo haciéndome sentir tan culpable.

—No voy a dejarte aquí —sentencié—. Ya está  anocheciendo, volvamos a casa y si quieres allí me conviertes en tu saco de boxeo personal, que me lo merezco, pero déjame llevarte.

—A tu casa —remarcó la palabra tu como si el hecho de compartir algo conmigo la asqueara, y me dolía como el infierno esa actitud.

—Nuestra casa, por favor —le ofrecí mi mano pero no la tomó, en su lugar simplemente ingresó a mi auto.

El viaje fue extremadamente silencioso, pero no quería presionarla. Estaba muy enojada y dolida y yo no le echaría sal a la herida, solamente dejaría que se calmara lo suficiente como para que accediera a escucharme.

Llegamos finalmente a casa. No había nadie en la mansión, les ordené a todos que fueran al hospital para que Jess no notara demasiado nuestra ausencia. Lily entró primero sin siquiera mirarme y la seguí hasta la cocina. La tomé del brazo pero se soltó bruscamente y se giró hacia mí.

—¡No quiero verte! ¡No quiero que me toques, no quiero que me hables, nada! —me gritó, llorando nuevamente.

—Déjame explicar —le rogué, nunca le había rogado a nadie pero no me importaba perder el orgullo por ella, no me importaba perder lo que sea.

—¿¡Explicarme qué!? ¿¡Que el dinero es tan importante para ti que te importa una mierda lo que ese hombre me hizo!? —espetó—. Creía que eras diferente, Evan, de verdad lo creía. Pero veo que eres como todos los ricos, sólo les importa el maldito dinero.

—¿De verdad eso piensas? Tú me conoces, Lily, y mejor que muchas personas, mejor que mi familia. Sabes que no soy así.

—Eso pensaba, pero veo que me equivoqué. Nunca debí haber firmado ese contrato —declaró quitándose su alianza matrimonial y luego depositándola con brusquedad sobre la encimera— y este estúpido anillo no significa nada ahora.

Ok, esto fue el colmo.

Entendía que estaba enojada, dolida y desilucionada, que ante sus ojos era el ser más repugnante sobre la faz de tierra; pero no podía concebir que redujese el símbolo de nuestro matrimonio a mada. Puede que al principio fuera una mentira, un teatro, pero lo que siento por ella y Jessie es real, y significa mucho.

—¿No significa nada? —gruñí entre dientes antes de besarla, si no era con palabras, debía decirle de otra forma lo real que es para mí todo lo que siento por ella.

Intentó separarse de mí pero la sostuve con fuerza de la cintura hasta que cedió y me siguió el beso. Sentí como sus saladas lágrimas recorrían sus mejillas y me separé para secarlas, odio verla llorar.

—No vamos a firmar ningún contrato con McClain —murmuré.

—¿¡Qué!? —saltó de pronto.

—Lily, nunca estuve de acuerdo. Se lo dije infinidad de veces a mi padre, pero no podía decirle la razón porque no quería exponer tu intimidad de esa manera, así que no me tomó en serio y todo siguió su curso como se tenía previsto.

—¿Lo dices en serio? —su voz se rompió nuevamente.

—Estaba buscando una mejor propuesta que la de McClain para no tener que firmar con él, pero estuve muy preocupado por Jessie estos días y no tuve tiempo —acaricié su mejilla—. Tampoco quería contarte nada para no perturbarte, pero apareciste de la nada y no me diste la oportunidad de explicar y si no te seguí cuando te fuiste es porque estaba partiéndole la cara a ese cerdo. Luego mi padre, Regina y Garret estuvieron de acuerdo en no firmar con él y también romper toda asociación existente entre su empresa y la nuestra.

—¿Hi-hicieron eso? —su expresión de perplejidad me hizo sonreír.

—Claro que sí. Puede que no tenga la mejor relación con ellos, pero si te metes con un Harriet, te metes con todos, y más si se trata de las mujeres. Regina incluso le dio una bofetada.

—¿¡Que Regina hizo qué!? No lo puedo creer —rió sin gracia y aproveché para tomar su rostro entre mis manos.

—Debí reaccionar en el momento y evitar que te fueras así. Se habría resuelto todo y nos habríamos pasado el día con Jessie —acaricié sus mejillas con mis pulgares—. ¿Me perdonas?

—Claro que sí —sus ojos se cristalizaron—. Y perdóname tú a mí por hablarte así y por la bofetada, yo... —la callé con un beso, sus disculpas no me interesaban tanto como los besos de reconciliación, pero separé al notar que no me correspondió, al menos no con el mismo ánimo.

—¿Te ocurre algo más? —indagué detallando su rostro.

—No fui al hospital porque no quería que Jess me viera así, pero llamé al Dr. Ferguson para que me dijera los resultados de la pruba de compatibilidad y... —sollozó— no soy compatible, Evan. No soy compatible, soy su madre y no soy compatible —se echó a llorar otra vez y me abrazó buscando consuelo.

Me sentí culpable por no haber estado ahí con ella cuando le lanzaron esa bomba, para una madre no debe ser fácil asimilar que, a pesar de haberle dado la vida a sus hijos, no pueda salvársela.

—Tranquila, amor. Tranquila, mírame —volví a tomar su pequeño rostro con mis manos haciendo que me mirase— yo sí soy compatible.

Sus ojos se abrieron como platos y luego me brindó una débil sonrisa de incredulidad, como si aún no hubiese procesado del todo mis palabras, pero es una realidad, soy compatible.

—¿Cóm-cómo lo sabes? —tartamudeó.

—Yo también llamé al Dr. Ferguson y me dijo que resulté ser el único compatible con Jess. Programamos la cirugía para el sábado.

—¿¡Qué!? Dime que no es un chiste —sus ojos se brillaron de emoción, en su rostro reinaba puro alivio.

—No, amor, no lo es —afirmé.

—¿Y estás cien por ciento seguro de querer hacer esto? No es un juego, Ev. Es una cirugía en la que emplean anestesia general y tu vida sin un riñón no volverá a ser la misma.

—Mi vida sin Jessie no volverá a ser la misma —rectifiqué—. Sé muy bien a qué riesgos me enfrento y no me importa, la salud de mi hija es lo más valioso. Cuando se recupere del transplante estará oficialmente curada, no más diálisis ni tratamientos, podrá vivir como una niña normal.

—Lo sé, es...como un sueño hecho realidad —sonrió, ilusionada—. Evan, eres...

Y me besó, un beso diferente, apasionado. Llámenme pervertido, pero después del día que pasé, de verdad lo que necesito es aterrizar en la cama con mi esposa, y no precisamente para dormir.

Como si me leyera los pensamientos, comezó a quitarme el saco del traje, como si estuviese queriendo hacerlo hace mucho tiempo. La tomé de la cintura, la alcé, la deposité sobre la encimera y enredó sus piernas alrededor de mis caderas, sin perder un segundo más estampó sus labios contra los míos.

En la lista de ropa que estorbaba seguían mi corbata, mi camisa y su blusa, dejando ambos torsos casi desnudos. El deseo se apoderaba cada vez más de mí y digamos que mi amigo estaba emocionado, no era para menos, estuve esperando esto durante meses y la belleza de mi esposa lo amerita. Los besos no cesaban pero Lily repentinamente paró.

—¿Qué pasa? —resoplé, casi sonó como un reclamo.

—Espera —tomó el anillo que reposaba a su lado sobre la encimera y se lo colocó de nuevo—. Listo, ahora llévame arriba —enredó sus brazos alrededor de mi cuello—, mi caballero de elegante traje.

—A sus ódenes, mi reina —la cargué y muy torpemente subimos a nuestra habitación entre besos y risas, me alegraba que nadie más además de nosotros estuviese en la casa.

Mientras caminábamos hacia la cama, dejé besos húmedos en su cuello a la vez que acariciaba sus caderas. Me tomó de la nuca y tiró de mí reclamando mi boca sobre la suya, amo cuando se deja llevar y se atreve a tomar la iniciativa. Llevó sus manos hasta mi cinturón y lo desabrochó con una rapidez que me hizo reír, pero al menos me hacía saber que lo que pasó en la ducha la última vez no se repetirá. Tracé un camino de besos desde su barbilla y comtinué descendiendo por su torso hasta quedar arrodillado frente a ella. Sin apartar mi mirada de la suya —la cual estaba prendida con una chispa de deseo que me encanta—, deslicé su falda por sus suaves piernas a un ritmo lento hasta deshacerme de ella. Comencé a acariciar sus piernas y cuando me dispuse a repartir besos en ellas, percibí que estaba temblando.

Alcé la vista conectando nuestros ojos nuevamente—. ¿Nerviosa? —pregunté con suavidad mientras jugaba con los bordes de su ropa interior.

—Ansiosa —se mordió el labio inferior cuando me acerqué a su zona más íntima, estaba húmeda, no necesita tocar para comprobarlo.

—¿Qué tan ansiosa? —mordisqueé levemente su pubis por encima de la escasa tela color negro, me gustaba ese pequeño juego de seducción.

—Lo suficiente como para acelerar el ritmo de esto por ti si te sigues tardando —jadeó.

Solté una leve risa y me levanté. Me quedé observándola, en ropa interior lucía muy sexy y no podía esperar para verla completamente desnuda ante mí. A la mierda el autocontrol. La besé nuevamente mientras desabrochaba su sujetador y realizaba con él la misma operación que con la falda, lanzarlo fuera de mi vista. Sus senos son hermosos, y muy apetecibles, me llevé uno a la boca mientras masajeaba el otro lo que provocó que mi esposita emitiera los gemidos más sexys que he escuchado jamás. Joder, esta mujer va a volverme loco.

Mientras yo estaba muy a gusto con sus senos, ella se mostraba inconforme con la idea de que mi pantalón aún estuviera en escena, así que se las arregló para empujarlos  con las piernas, emití otra risita y la ayudé quitándomelos por completo.

Volvimos a besarnos y, al fin, aterrizamos sobre la cama, quedando yo encima de ella. Deslicé una mano dentro de su ropa interior y emití un gruñido al palpar lo mojada que estaba. ¡Joder! Comencé a masajear su hendidura sin despegar mi vista de su rostro, estaba rojo, con los labios hinchados de tantos besos y cortos y excitantes gemidos se escapaban de su boca. Sus caderas se movían pidiendo más placer, así que opté por aumentar el ritmo. Sus jadeos de deseo y satisfacción eran música para mis oídos.

—Joder, Ev... —gimió, sabía que estaba a punto de llegar.

—Me encanta escucharte gemir mi nombre así —susurré en su oído mientras aceleraba el ritmo permitiendo que su esperaro clímax llegase.

Sus piernas temblaban y un largo gemido se escapó de sus labios, juro que fue la imagen más excitante que he visto en mi vida. Creí que se tomaría su tiempo para recuperarse, pero no, cambió de posición colocándose encima de mí y me quitó los bóxers, mientras yo le quité lo único que le quedaba de ropa. Quedamos ambos totalmente desnudos y me fue imposible no deleitarme con la imagen que tenía frente a mí, es una diosa, no tengo dudas.

—Eres hermosa —murmuré con la voz mucho más ronca de lo que esperaba, mientras acariciaba su cintura.

—¿Te cuento un secreto? —preguntó meciéndose seductoramente sobre mi abdomen, si su objetivo era enloquecerme, lo logró.

—¿Cuál? —dije, a duras penas.

—Me arrepiento de no haber hecho esto en la noche de bodas —sonrió inclinándose hacia adelante.

—Y yo.

El deseo ya se había convertido en necesidad, necesitaba estar dentro de ella. Busqué en mi mesita de noche un condón y me lo coloqué tan rápido que parecía un adolescente de 15 años a punto de tener su primera vez. Lily sólo me sonreía, mientras se posicionaba sobre mí juntando nuestras intimidades. Se dejó caer lenta y tortuosamente dejándome disfrutar de cada centímetro de ella, nunca había sentido algo tan placentero sin haber iniciado. Comenzó a moverse a su propio ritmo, subiendo y bajando, embriagándome con su danza perfecta. Llevé mis manos a sus caderas presionándola contra mí, si seguíamos así iba a terminar vergonzosamente rápido y no esperé tanto tiempo para no disfrutarlo al máximo.

La tomé de la cintura y en un movimiento rápido cambié de posición, quedando yo encima. Entraba y salía de ella, al principio lento y poco a poco fui aumentando la velocidad. Ella arqueaba la espalda intensificando el placer justo cuando creía que eso ya no era posible. Enterraba sus uñas en mi espalda y gemía en mi oído, me estaba volviendo loco, y nunca había estado tan de acuerdo con perder la cordura. Nunca antes una mujer me había hecho sentir así —y me había acostado con tantas que he perdido la cuenta— pero repito, ella es una diosa.

—¡Dios, Evan! —gimió en mi oído, estaba a punto de llegar y yo también, me encantaba que gritara que todo el placer que estaba sintiendo era gracias a mí.

Ambos llegamos al clímax casi un instante después, jadeantes, sudados y satisfechos. Le di un último beso antes de deshacerme del condón y recostarme a su lado en la cama. Se acurrucó en mi pecho y la besé en la frente.

—Sí, definitivamente me arrepiento de no haberlo hecho en la noche de bodas —murmuró, acariciando mi pecho.

—Cada maldito mes espera valió la pena.





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Nuevo capítuloooo!!!!

¿En serio creyeron por un momento que Evan firmaría ese contrato por encima de la integridad de Lily? Pff, chicas, estamos hablando de Evan.

Lily no es compatible con Jessie, pero Evan sí. ¿Qué creen que pasará?

Escena xxx 😏

Besos de Karina K.love 😉

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