CAPÍTULO 13: Todo va a estar bien
Lily
Evan, Margarita y yo estábamos en el hospital. Me encontraba demasiado nerviosa, caminando de un lado para el otro, pensando solamente en que si algo le pasaba a mi hija la culpa sería mía por entero. Llevábamos cerca de quince minutos esperando y con cada segundo que pasaba, más crecía mi angustia al no tener noticias del estado se salud de mi niña.
—Lily, cálmate por favor —me pidió Evan sugetándome de los brazos pero sin ejercer mucha fuerza.
—No puedo, Evan, no puedo... —fue lo único que pude llegar a decir y rompí en llanto, entonces él me abrazó.
—Todo va a estar bien, Lily. Jessie va a estar bien —me susurró mientras me acariciaba el cabello, era tan delicado y suave con cada toque que, de encontrarnos en otras circunstancias, me habría ocasionado esas molestas mariposas en el estómago.
—¿Cómo lo sabes? —lloré sobre su hombro sin importarme mojar su saco con mis lágrimas, a él tampoco parecía importarle mucho.
—Lo sé porque es la niña más fuerte que existe, con la madre más fuerte también, que tiene que seguir siéndolo por ella, así que no te puedes derrumbar.
Era cierto. No estaba pasando por mi mejor momento, pero no podía permitir que la aflicción nublara mi mente, como madre mi deber era mantener la fortaleza por el bien de mi pequeña.
—Tienes razón —asentí, rompiendo el abrazo y secándome las lágrimas.
El Dr. Ferguson, quien es el encargado del caso de mi hija, hizo acto de presencia después de la tortuosa espera. Corrí hacia él, desesperada por saber del estado de mi niña.
—Doctor, ¿cómo está Jessie? —pregunté en un tono desesperado, las manos me temblaban y mi boca se encontraba seca.
Reajustó sus lentes sobre el puente de su nariz—. Tuvo una fuerte recaída y ya se encuentra estable, pero la mantendremos en observación hasta mañana para ver cómo evoluciona. En dependencia de cómo reaccione a los medicamentos veremos si le damos de alta mañana o si debe permanecer más días internada.
—Doctor, sin darme cuenta dejé que consumiera un poco de chocolate, ¿cree que haya sido la causa de la recaída? —consulté.
—La verdad, Sra. Harriet, su hija no está mejorando —sus oscuros ojos marrones me observaron con consternación—. No queríamos llegar hasta este extremo por la temprana edad de la paciente, pero deberíamos comenzar a pensar en un transplante de riñón.
—¿Transplante de riñón?
—Es una posibilidad. El órgano aún funciona, pero si continúa empeorando, vamos a tener que someterla a dicha operación.
—¿Podemos verla? —preguntó Evan.
—Está dormida, pero pueden verla —dijo el doctor y acto seguido se marchó luego de pedirnos que pasáramos por su consultorio para darnos un panorama más amplio del estado de Jess.
Fui corriendo a la habitación de mi niña, la cual no se encontraba muy lejos. Al ingresar, me topé con una enfermera que la estaba revisando, pero no tardó en concluir con sus labores para luego retirarse.
Jessie yacía sobre su cama, dormida, supuse que a causa de los sedantes. Odiaba verla así, inmóvil, enferma, en esa cama... Me casé con Evan para evitar que llegara a este punto, y ahora cabe la posibilidad de que tengan que intervenirla quirúrgicamente.
Evan —a quien no escuché llegar— me tomó de la mano y me dio una mirada de consuelo, esas miradas que dicen que todo va a estar bien. Admito que me hizo sentir un poco mejor, pero de igual forma el miedo y la preocupación continuaban aflorando en mí. Ev es un gran apoyo para mí, es cierto que nuestro matrimonio no es más que un negocio, pero me gusta pensar que tenemos un vínculo especial y que siempre puedo contar con él.
Nos acercamos a la cama Jessie en cuanto notamos que comenzaba a despertar.
—Mamá, papá, ¿qué pasó? —preguntó, confundida e intentando descifrar dónde se encontraba.
—Tuviste una crisis por tu enfermedad, pero ya estás bien —le respondió Evan, él sabía que no estaba en condiciones de responder.
—¿Ya me puedo ir a casa? —solicitó intentando pararse pero la detuvimos.
—No, pequeña —tomé una de sus manitas—. Los doctores quieren mantenerte en observación hasta mañana, por si te vuelves a sentir mal y ya luego te darán el alta.
—Ok, mami —hizo una mueca—. Pero no estés triste, todo va a estar bien —me sonrió.
Ojalá así sea, princesa.
—Y...¿cuándo me van a dar la merienda?
Reímos.
—¿Con el picnic no fue suficiente para ti, enana? —rió Ev, revolviéndole el cabello a la niña.
—Ya te dije que no soy enana —se cruzó de brazos—. El problema es que tú eres muy alto.
Mientras jugaban, Evan comenzó a molestar a Jess llamándola enana al notar que le molestaba y cuando la niña se hartó, se invirtieron los papeles y fue ella quien persiguió a su papá.
Y pensar que lo estábamos pasando así de bien hace tan solo una hora.
—Esa es tu excusa para no admitir que tienes tamaño de gnomo, yo no soy tan alto —la molestó y se giró hacia mí—. ¿Cierto, Lily?
—No —reí sin gracia—. ¿No ves que mides como metro noventa?
—No seas exagerada, tampoco soy un jugador de baloncesto. Mido metro ochenta y cinco.
—¡Ja! Y lo dices como si hubiese tanta diferencia —me crucé de brazos.
—¿Ves? Eres un gigantón, por eso a tu lado me veo pequeña —alegó la castaña imitando mi gesto.
—Jessica Harriet, acepta que eres una enana —exigió Ev fingiendo seriedad en vista de que esta es la discusión más absurda que hemos tenido.
—Evan Harriet, acepta que eres un gigantón —rebatió arrugando el entrecejo.
Ambos se sumieron en una brutal batalla de miradas mientras yo batallaba conmigo misma para no reírme, eran tan tiernos. Pasados unos pocos minutos, ambos estallaron en risas. ¿La razón? Tampoco sé, es algo de ellos; y me encanta.
—No te preocupes, linda. Aún eres muy pequeña, ya crecerás —le sonrió.
—A mí me gusta que seas alto, te ves más guapo —la niña se acercó a él para decirle algo al oído—. Y a mamá le gustan los hombres altos —le guiñó un ojo.
—¡Jessica! —la reprendí, siempre que lo hago la llamo por su nombre completo.
—¿Ah sí? —Ev me sonrió con picardía.
Nota mental: castigar a Jessie en cuanto le den el alta.
(...)
Decidí quedarme esta noche con Jess. Evan también lo hizo, a pesar de que le dije que fuera a casa a dormir, insistió en acompañarme. Él estaba procupado, por ambas, tanto por la recaída de Jessie como por mi desequilibrio emocional ante esta situación. Su presencia era un gran apoyo para mí, porque esto iba más allá del contrato o de la posición económica, se trataba de una familia y esa noche por segunda vez sentí que realmente eso éramos, una familia unida.
Mi esposo y yo nos recostamos en un amplio sofá unicado paralelamente a la cama de Jessie. Una enfermera nos proporcionó una manta con la cual me encontraba cubierta, Ev estaba sentado a mi lado. Jessie por su parte permanecía profundamente dormida.
—¿Crees que mejore? —dejé salir la pregunta de pronto.
Giró su cabeza hacia mí y me brindó una sonrisa de consuelo—. Lo estará, Lils. Una recaída no significa que no mejorará a largo plazo.
—Quiero ser optimista, en serio quiero, pero pienso en que está recibiendo la atención médica de mayor estándar y aún así no está evolucionando con el tratamiento, eso me preocupa —me removí en el interior de la manta—. ¿Te imaginas? Si no me hubiese casado contigo ni siquiera habría podido costear la primera diálisis. ¿Qué habría sido de ella entonces? —mi voz salió quebrada.
—Lily, no —me redeó con su brazo, acercándome a él—. No vale la pena que te pongas a pensar en probabilidades negativas. Jessie está en las mejores manos y ten por seguro que se va a recuperar.
—Me aterra que empeore y haya que someterla al transplante —sollocé—. Oíste lo que dijo el Dr. Ferguson, la lista para obtener órganos es enorme y tu dinero no puede influir en nada para agilizar el proceso.
—Lo sé —el pesar era notorio en su voz—. Pero en caso de que se requiera el transplante, que espero que no, existen otras alternativas —me abrazó más contra él—. No quiero que te atormentes pensando en esto. Si Jessie te ve en este estado, se va a desanimar más de lo que ya está. Siempre has sido fuerte, selo un poco más.
Me acurruqué un tanto más cerca de él, su calor corporal me agradaba y, para qué mentir, lo necesitaba. Evan me hace sentir protegida, lo ha logrado gracias a la mayoría de sus acciones, él no lo nota, pero me cuida todo el tiempo.
Me cubrió un poco más con la manta para luego depositar un suave beso sobre mi frente—. Duerme, ya es tarde.
Asentí como respuesta ya que, a pesar de que no había realizado mucho esfuerzo físico durante el día, el cansancio mental era peor. Me soltó para recostarme a lo largo del sofá y se aseguró de que la manta me cubriera en su totalidad.
—Listo —me sonrió antes de caminar hacia un mueble más pequeño al costado.
Se notaba que también estaba cansado. Su cabello negro estaba revuelto y por su expresión cualquiera pensaría que no había dormido bien en días.
—Evan —ante mi llamado giró sobre sus pies—. No quiero dormir sola.
En verdad no quería. Sólo ha transcurrido un mes, pero me he acostumbrado a su presencia, su calor corporal, su olor...me he adaptado a él.
—Estoy aquí —señaló el pequeño sillón.
—No entiendes, quiero dormir contigo —una mezcla entre sorpresa e incredulidad se plasmó en su rostro—. Necesito sentir tu calor para conciliar el sueño.
Hizo una mueca en un vago intento por reprimir una sonrisa—. ¿Te cuento un secreto? —asentí—. Yo tampoco puedo dormir sin ti —se aclaró la garganta—. Pero sabes que en ese sofá no podemos dormir en la misma posición que lo hacemos en casa.
Sí, lo tenía en cuenta, pero no me molestaba en lo absoluto.
—Lo sé —palmeé un costado del sofá—. Ven aquí.
Se despojó del saco de su traje, lo depositó sobre el mueble y se remangó hasta los codos la camisa. Me hice a un lado dejándole espacio detrás de mí, el cual ocupó sin problemas. Pasó un brazo bajo mi cuello y alrededor de mi cintura mientras yo lo cubría con la manta.
Al sentir su respiración sobre mi nuca junto a sus leves caricias sobre mi vientre, no pude evitar estremecerme. Podría mentir diciendo que fue mala idea acostarnos en una posición tan tierna y provocativa a la vez, pero no había motivo para ello, me gustaba, y mucho.
—Ev —me respondió con un simple sonido—, gracias.
—¿Por qué?
—Por ser como eres y estar como estás.
(...)
Cuando desperté, nos encontrábamos exactamente en la misma posición, él me abrazaba por detrás con su brazo rodeando mi cintura mientras yo apoyaba mi cabeza sobre su otro brazo. Mi vista viajó hacia Jessie que aún dormía plácidamente.
—Buenos días —Ev me susurró al oído, su voz no estaba ronca, por lo tanto supuse que había despertado hace un rato.
—Buenos días. ¿Dormiste bien? —me senté y al terminar de formular la pregunta me encontré con dos enormes bolsas bajo sus ojos.
—A decir verdad, no dormí —se incorporó
—¿Qué? ¿Por qué?
—Estaba velando tu sueño y el de Jessie —bostezó—. Ya sabes, por si necesitaban algo en la madrugada.
Eres encantador, Harriet.
—No tenías que desvelarte toda la madrugada.
—Para eso me quedé en el hospital, para cuidar a mi esposa y a mi hija —me sonrió con la mayor dulzura del mundo.
<Para cuidar a mi esposa y a mi hija>
Cuando nos casamos creí que nunca escucharía algo como eso excepto cuando tuviéramos que fingir. Sé que él no me ama y aún no considera a Jessie su hija con todas las letras, pero está poniendo de su parte, los sentimientos están aflorando...y no solo en él.
—Gracias —miré en dirección a la niña—. ¿Dio mala noche?
—La verdad no —se levantó—. Es igual a su madre, duerme como una roca.
—Mami, papi, ¿ya nos vamos a casa?—escuchamos la vocecita de Jessie recién despertándose.
Caminé hacia ella y me senté en el borde de la cama.
—Aún no lo sé cariño, debes esperar a que venga el doctor —le acaricié el cabello.
—Quiero irme, la comida de hospital sabe mal —se quejó haciendo un puchero.
—Ey, sé que no te gusta, pero es lo que tienes que hacer si quieres curarte completamente, y así ya no tendrás que volver —le dijo Evan sentándose en el lado opuesto al que ocupaba yo—. Tú no quieres regresar, ¿cierto?
—No —negó repetidas veces con la cabeza—. Prometo hacerlo todo bien, papá.
Quedé helada al ver con la facilidad con la que Evan logró convencerla, a lo que él me regaló un guiño de victoria.
Pasado un rato, el Dr. Ferguson vino para examinar a Jessie. Por desgracia aún no podían darla de alta, debían hacerle unos cuantos exámenes y análisis. Cuando se la llevaron para realizar esos estudios, Ev y yo decidimos ir a la cafetería del hospital a desayunar.
Nos sentamos en una pequeña mesa con nuestro desayuno: ensalada de frutas y un jugo. Debía desayunar pero era incapaz de comer, sólo pensaba en la niña.
—Lily, tienes que comer algo, debes estar fuerte por Jessie —dijo Ev intentando animarme.
—Lo sé, es solo que... —suspiré— es difícil.
—Te entiendo, pero conoces a la niña, terminará dándose cuenta y no es bueno para ella —acercó el pequeño envase plástico de la ensalada hacia mí—. Así que come un poco.
Él tenía razón, no ganaba nada si no comía, al contrario. Debía mantenerme fuerte por Jessie, ese era mi lema.
—De acuerdo —tomé el tenedor de plástico incrustándolo en una porción—. Por cierto, me gusta que estés más unido a Jessie —me llevé un bocado a la boca.
—Pues...sí, supongo que sí —sonrió levemente—. Quizás todo esto de ser padre no asusta tanto como creí.
De vuelta a la habitación de Jess, estuvimos el resto del día con ella. Al principio estaba un poco débil por la serie de análisis médicos a los que se había sometido, pero Evan consiguió alegrarla con lo primero que se le ocurría, y a mí también.
El Dr. Ferguson nos informó que pondría a Jess en la lista de espera para recibir órganos. Por desgracia en ese aspecto los millones de Evan no nos servían en lo absoluto, las listas de espera de órganos eran terriblemente largas y no había soborno, artimaña o ventaja posible. Por otro lado, me calmó el hecho de que aún la operación no es totalmente necesaria y en caso de que lo fuera, yo podría ser su donante.
En la noche Margarita vino a relevarnos. Yo no quería regresar a casa, sólo estar con mi niña, pero mi ''madrina'' consiguió convencernos a Evan y a mí, ya que él tampoco estaba de acuerdo con la idea de abandonar el hospital.
De camino a casa, el trayecto fue muy silencioso, ni siquiera encendimos la radio del auto. Estaba triste, preocupada y exhausta, y sabía que Ev se encontraba en el mismo estado. A él le estaba comenzando a importar Jessie más de lo que quería admitir, pero no era cuestión de admisión sino de sentimientos.
Al llegar, nos dirigimos directo a nuestra habitación. Nuestros empleados evitaron preguntarnos acerca del estado de Jessie, supongo que mi cara lo decía todo, pero no por eso dejaron de enviarnos miradas compasivas y de apoyo; en serio les estaba tomando mucho afecto a todos y estoy segura de que también estaban angustiados por la situación, Jessie es como la luz de la casa y sin ella todo se siente tan...vacío.
Nos encerramos en nuestra habitación. Evan se recostó cansado sobre la cama y yo opté por darme un baño, lo necesitaba para despoblar mi mente de preocupaciones y pensamientos negativos. Al volver, mi esposo aún permanecía sobre la cama y me recosté a su lado. Quería romper de una vez el amargo silencio que yo misma había creado entre los dos pero no sabía qué decir y temía comenzar a hablar para luego acabar llorando.
—Sé como te sientes —habló, con la voz apagada, yo simplemente me limité a escucharlo sin emitir sonido—. Hace años... —suspiró, cerrando los ojos— mi mamá también padecía de esa enfermedad, por ella murió —declaró y escuché cómo se le quebraba la voz, iba a llorar.
Evan no hablaba mucho acerca de su madre, sólo la mencionaba en escasas ocasiones. Se notaba el gran dolor que le causaba su ausencia a pesar de que murió hace años, y aunque él nunca lo ha dicho directamente, me consta que es la persona que más ha amado en su vida.
—Evan, lo siento muchísmo —murmuré frotando su hombro a modo de consuelo.
—En aquel entonces yo era muy pequeño, y no entendía porqué los doctores no podían hacer nada por ella. Conforme fui creciendo mi papá me fue contando más detalles. Ella tenía insuficiencia renal crónica y lo descubrieron muy tarde. La lista de espera era demasiado larga y no había nada que ''el gran Sr. Harriet'' pudiera hacer —sollozó—. Nadie de la familia era compatible con ella, y no quisieron hacerme los exámenes a mí porque incluso si fuera compatible, no podría donar por ser un niño.
Era la primera vez que se desahogaba conmigo. Por fin descubrí el lado sensible de Evan, ese que estoy segura no muestra a menudo ni a cualquier persona, así que lo abrazo, como tantas veces él lo hizo por mí desde ayer.
—No tenía ni idea, Ev —nos separamos—. No sabes cuánto lo siento.
—Yo no pude hacer nada por mi madre, Lily. Pero te prometo, te juro, que Jessie no correrá con la misma suerte. Haré hasta lo imposible por ella.
Sus ojos verdes se encuentran con los míos, dejándome ver a través de ellos que es totalmente sincero. He conocido varias facetas suyas, desde las peores hasta las mejores, pero ahora me estaba mostrando su lado más humano y jurando que haría lo que fuera por preservar la vida de mi hija.
Debo afrontarlo, siento cosas por él.
Acuné su rostro entre mis manos para luego unir nuestros labios en el primer beso sincero que nos hemos dado. El más tierno, cariñoso, y sobre todo, el más verdadero que he dado en mi vida. Evan me tomó de las mejillas mientras movía sus dulces y ágiles labios con suavidad sobre los míos. Nunca me había sentido tan bien por un simple beso.
Nos separamos y nos unimos nuestras frentes, sonriendonos.
—¿Así cierras tus promesas? —bromeé recuperando mi sentido del humor que creía perdido.
Rió mientras acariciaba mis mejillas—. No, pero puedo comenzar a hacerlo.
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Nuevo capítuloooo!!!
Muchas emociones juntas. Tristeza, felicidad y asombro.
Espero que les haya gustado.
Besos de Karina K.love 😉
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