CAPÍTULO 10: Pelea de Casados
Lily
Cité a Evan en la cafetería de siempre. Era raro volver allí, esta vez como una nueva dama de sociedad. Sin malos tratos en la entrada y sin miradas que te hacen sentir fuera de lugar. No era precisamente mi zona de confort, pero el lugar aún mantiene esa acogedora sensación que me hace sentir bien. No sé cómo explicarlo, quizás sea porque me trae buenos recuerdos de cuando conocí a Evan.
Es irónico, si le cambiamos el contexto, suena como el inicio perfecto de una hermosa historia de amor.
En este lugar intercambiamos palabras por primera vez, se efectuó la pedida de matrimonio más espontánea de la historia y se convirtió en una especie de refugio al cual escapábamos cuando necesitábamos desconectar de nuestros problemas.
Mi esposo llegó poco tiempo después, por suerte no lo interrumpí durante ninguna junta o reunión importante, sé que su trabajo consume gran parte de su tiempo, pero lo disfruta y por lo que sé, es muy bueno en ello. Eso me hace preguntarme porqué se aferraba tanto a la herencia cuando ocupa uno de los puestos de mayor importancia en H&A Corporation por méritos propios y tendría éxito por su cuenta si así lo decidiera. Supongo que se debe a una cuestión de orgullo, de no querer perder ante su madrastra y hermanastro.
Otro tema que me inquietaba, los Harriet.
No he interactuado mucho con ellos, en realidad no lo hemos hecho en lo absoluto. Evan no habla sobre ellos y creo que, fuera de la empresa, no mantienen ningún otro tipo de vínculo. Pareciera que son familia lejana que habitan en ciudades diferentes a millones de kilómetros de distancia los unos de los otros. Es una relación familiar muy...fría.
Quizás pueda intervenir.
Mi marido apareció ante mis ojos, luciendo uno de sus habituales trajes. Él posee un porte muy atrayente, es elegante pero a la vez informal, semblante firme pero no serio en exceso, guapo sin necesidad de esfuerzo. Ése es Evan Harriet.
Cuando estuvo a pocos metros de llegar a la mesa que ocupaba, me guiñó un ojo. Ese gesto, fuera de casa, lo hemos programado como un aviso de "sígueme la corriente".
Hora de fingir.
—Hola, hermosa —me saludó con un fugaz beso en los labios, podía percibir las miradas indiscretas sobre nosotros tras dicha acción.
Chismosos.
—Hola, cariño —le sonreí de vuelta.
¿Así o más falso?
—¿Para qué me cistaste aquí? —preguntó mientras ocupaba una silla frente a mí.
—Necesito tu ayuda con algo. Es...muy importante para mí.
Se recargó hacia atrás en su asiento adoptando una posición más cómoda, he notado que lo hace seguido.
—Te escucho.
—Cuando Jessie nació y no tenía a nadie que me apoyara, apareció Caridad, una señora que se dedica a ayudar a personas necesitadas —suspiré—. Le debo mucho, y ahora que puedo devolverle un poco de eso, quiero hacerlo. Pero para ello necesito tu dinero.
—Nuestro —corrigió.
—Tuyo —sentencié.
Soy consciente de que gracias a las cláusulas del contrato y los términos de nuestro matrimonio, la mitad de todo lo que él posee me pertenece. Pero también tengo presente que no es mío como tal y no me siento dueña de nada.
—Como quieras —rodó los ojos con una sonrisa torcida adornando su rostro—. ¿Para qué necesita dinero esa señora?
—Por problemas personales tuvo que hipotecar su casa, en la cual vive ella y aloja a todas las personas a las cuales ayuda. Además, la casa no se encuentra en óptimas condiciones tampoco —me detuve al recordar el estado subestándar en el que se encontraba ese lugar tan especial—. Necesito ayudarla, Evan. Caridad no puede quedarse en la calle.
Hizo una casi imperceptible mueca con sus labios—. La aprecias mucho, ¿cierto?
—Mucho es poco —mordí mi labio inferior conteniéndome para no llorar—. De no ser por ella, no sé qué habría sido de Jessie ni de mí. Fue lo más parecido a una figura materna que tuve después de ser rechazada por mis padres y antes de Margarita. Siempre estaré en deuda con ella por enseñarme cómo ser mamá.
—Ok —asintió—. Cuenta conmigo para lo que necesites.
—¿En serio? —sonreí, esperanzada.
—Si esa mujer es tan buena persona y tú la quieres tanto, estoy dispuesto a ayudar en lo que haga falta. Mañana en la tarde iremos a casa de la Sra. Caridad y la ayudaremos en lo que lo requiera, no será difícil para nosotros.
Me gustaba ese lado cálido de Evan. No me sorprendía, después de todo me salvó más de una vez cuando no era ni una ''posible candidata'' para ser su esposa y es así de buena persona con quien sea, no hay diferencias con nadie.
—Eres un sol —mi voz salió casi en un chillido, producto de la emoción.
—No es para tanto —rió como si su generosidad fuera algo para tomarse a la ligera.
—Sí, sí lo es.
Me levanté y rodeé la mesa para sentarme sobre sus piernas. Tomé su rostro entre mis manos y comencé a repartir besos en él.
—Te adoro, en serio lo hago —continué besando sin parar.
—Vaya, tendré que hacer buenas acciones más seguido —comentó—. Qué buen karma —rodeó mi cintura con uno de sus brazos y me sonrió.
Fue entonces cuando caí en cuenta de lo que había hecho. Estaba sentada sobre su regazo y besándolo —aunque fueran sólo picos inocentes en el rostro—, fue lo más parecido a un acto dulce de recién casados que hemos protagonizado.
Quise levantarme, pero cuando estuve a punto de hacerlo, se valió del agarre que tenía sobre mi cintura para aferrarme a él.
—No tan rápido, Sra. Harriet —me sonrió con coquetería antes de enterrar su cara en mi cuello—. Termina lo que empezaste.
—Si pretendes que te haga un chupetón en el cuello o algo parecido, te recuerdo que no estamos en el lugar más apropiado para ello —bromeé haciéndolo reír.
—Me rindo contigo.
Dicho esto, regresé a mi asiento y nos dispusimos a hablar más a fondo del tema de Caridad. Nos sobraba el dinero para pagar la hipoteca, reconstruir la casa e incluso crear una especie de refugio, tenía entendido que Caridad poseía un pequeño terreno en el cual siempre quiso construir un lugar para ayudar a las personas. Según Evan, esto último sería sencillo si le pedía ayuda a George, después de todo su familia se dedica al negocio de la construcción.
Cuando ultimé un par de detalles sobre el asunto con mi marido, me percaté de que ya era hora de recoger a Jessie. Le ofrecí la opción de ir juntos pero se negó, dijo que todavía tenía unos asuntos pendientes en el trabajo.
No dudo de la importancia de su trabajo en la empresa pero, seamos sinceros, Evan ha estado evitando contacto con Jessie desde que nos casamos. Entiendo lo que significa para él ser papá de la noche a la mañana, pero incluso con la Sra. Margarita tiene más relación que con Jess. De igual forma sé que esa pequeña traviesa va a ganarse su corazón, como se gana el de todos los que la conocen, él no sería la excepción.
(...)
Pasaron un par de días en los que había ido muy seguido a ver a Caridad, incluso le presenté a la Sra. Margarita y, como ángeles que son las dos, se llevaron muy bien. También llevé a Jessie que, por increíble que parezca, recordó la voz de la que una vez fue su nana.
Evan personalmente se encargó de pagar la hipoteca y de comenzar la reparación de la casa y la construcción del centro de Caridad. A pesar de que ella estaba muy apenada y en un principio no quería aceptar, tuvo que hacerlo, nadie puede contra mi terquedad, y menos cuando se trata de una buena causa.
¡Todo marchaba de maravilla!
Me dirigí a mi casa luego de llevar a Jessie a la escuela, no importa cuánto dinero o choferes privados tengamos, jamás me cansaré de hacerlo. Me encanta que se tome los estudios con tanto entusiasmo, en especial porque las diálisis están comenzando a causar efectos secundarios como calambres en las piernas, fatiga, náuseas, y temo que su estado de salud influya de forma negativa en su estado anímico.
Cuando llegué a la sala de estar de mi casa, lo que me encontré no era nada agradable.
Había un montón de personas, una reportera acompañada de un camarógrafo, una...no sé...creo que era una organizadora de fiestas, también estaban presentes los amigos de Evan y por supuesto, él estaba en el epicentro de la ''reunión''.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunté captando la atención de casi todos los presentes.
—¡Oh, amor, llegaste! —me saludó Evan, conocía ese tono, sólo lo utilizaba cuando fingíamos ser un matrimonio real, así que activé mi modo actuación y le di un ligero beso en la mejilla a modo de saludo.
—Hola, Lily. No te veía desde la gala —me saludó Zack.
—Sí, tienes razón —le sonreí cortésmente al rubio.
—Debemos dejar de encontrarnos en eventos —agregó George.
—¿A qué te refieres? —fruncí el ceño.
—Ya sabes, primero en tu boda, luego en la Royal Gala y ahora por tu evento de caridad —respondió el pelirrojo.
Un momento, ¿qué dijo George? ¿Mi evento de caridad?
¡Oh, Evan Harriet, dime que no lo hiciste!
Disimulando las inmensas ganas que tenía de estrangular a mi esposo, les sonreí en respuesta antes de tomarlo del brazo.
—Evan, cariño, ¿me acompañas un segundito al despacho? —le pedí con toda mi dulzura fingida a lo que él me mira con una expresión de confusión pero finalmente acaba pidiéndole a nuestros ''invitados'' que nos disculpen un segundo.
Cuando estuvimos fuera de la vista de todos, reforcé mi agarre en su brazo al punto de casi enterrar mis uñas en su piel. Lo arrastré hasta su despacho, estaba en serio muy, MUY enojada. ¿Cómo se atrevía a utilizar la ayuda que le estábamos prestando a Caridad como excusa para quedar bien con los medios?
Entramos y él cerró la puerta para que no nos escuchen—. ¿Lily qué pasa? —preguntó, confundido por mi reacción.
—¿Que qué pasa? —bufé—. Que convertiste el gran favor que le estamos haciendo a Caridad en un evento benéfico de alta sociedad, eso es lo que pasa —le reproché alzando mi tono de voz.
—No le veo nada de malo. Después de todo es eso, un evento benéfico —respondió en un tono con el que sólo consiguió que me enojase más.
—Tal vez para ti sea un estúpido evento para mejorar tu imagen, Evan, pero para mí significa mucho más que tanta superficialidad.
—Lily los chismes sobre ti y Jessie están por todas partes, y esto es la distracción perfecta para los medios vean nuestro matrimonio desde otra perspectiva. Siento que te parezca tan falso pero eso es lo que ocurre cuando formas parte de una familia de ricos, te vales de ciertos medios para mantener una buena imagen.
No podía creer lo que estaba escuchando. Tenía un concepto muy diferente de Evan, sobre su persona. Sí, era consciente de que la buena imagen es algo estúpidamente imprescindible para la clase alta y quizás sí nos hacía falta, pero creí que ayudaba a Caridad desinteresadamente, porque se lo pedí, no para esta payasada.
—No me importa lo que los medios piensen, opinen o publiquen.
—Pero a mí sí, y te recuerdo que está en el contrato —recalcó haciéndome gruñir de frustración, tenía razón en ese aspecto.
—Es cierto, está en el contrato, pero el contrato no estipula que tenga que hacer pasar a Caridad la humillación de exponerla ante los medios como una señora pidiendo limosna. No lo haré —sentencié.
—Caridad nunca nos pidió nada —murmuró, pensativo, puede que se haya dado cuenta de cómo metió la pata.
—Lo sé, Evan, pero el resto del mundo no lo va a ver como lo hacemos nosotros.
—¿¡Entonces qué quieres que haga!? ¿Qué me retracte y lo cancele todo? —reclamó igual de enojado que yo.
—No sería mala idea —me crucé de brazos—. Ni siquiera contaste conmigo antes de ponerme en esta situación.
—Porque no creí que te lo tomarías tan a pecho —resopló.
—No se trata de eso —gruñí, harta de esta estúpida discusión que no iba a ninguna parte—. ¿Sabes qué? No vale la pena discutir esto contigo, alguien como tú jamás lo entendería —suelto con mi tono más frío y evito contacto visual con él.
—¿Alguien como yo? ¿De verdad vas a sacar ese tema? —cuestionó en un tono que fui incapaz de descifrar, no supe si estaba dolido o molesto, pero tampoco tenía pensado mirarlo para averiguarlo—. Como quieras.
Escuché sus pasos hacia la salida, cómo cerró la puerta tras él y luego de unos minutos decido irme a mi habitación, necesitaba despejar y olvidar todo lo que acababa de pasar. Me tomé una pastilla para dormir, cambié mi ropa casual por algo más cómodo y me acosté sobre mi suave cama. El fármaco no tardó en hacer efecto, por lo que en cuestión de minutos caí en los brazos de Morfeo.
Para cuando desperté, ya era de noche. Me cambié de ropa y sin hacer mayor esfuerzo por mejorar mi aspecto, me dirigí hacia la cocina en busca de un vaso con agua. Una insoportable punzada dolor se había instalado en mi cabeza, no debí tomar esa pastilla para dormir, mi cuerpo no tiende a asimilarlas bien, aunque tengo que admitir que un setenta por ciento es debido al estrés.
Voy hacia el comedor y veo que todos estaban cenando bajo un silencio sepulcral, algo poco común ya que mi hija siempre se encarga de amenizar las cenas con sus ocurrencias. El semblante de Evan permanecía serio e inexpresivo mientras su tenedor atacaba la comida sin muchos ánimos.
Jessie se percató de mi presencia y corrió a abrazarme—. Mami, ¿ya te sientes bien? Papá me dijo que dormiste mucho porque te sentías enferma —me preguntó, miré a Evan por unos segundos y luego ambos rompimos el contacto visual con el otro.
—Pues sí, princesa. Mamá se sentía un poquito mal, pero ya estoy mejor —le sonreí, dejándola más tranquila.
—Entonces ven a cenar —me tomó de la mano y quiso guiarme hacia mi asiento.
—No, pequeña. No tengo hambre —le hice saber a lo que Evan se levantó de su asiento con su plato aún sin acabar.
—Siéntate, Lily, yo me voy a la habitación —se posicionó frente a mí, su expresión sombría se mantenía—. Supongo que ''personas como yo'' te quitan el apetito —recalca mostrándose aún molesto por lo de esta mañana y acto seguido sale del comedor.
—Mami...¿tú y papá están peleados?—me preguntó Jessie preocuada por la escena que acaba de presenciar, cosa que no debió pasar, aunque pudo haber sido mucho peor.
—No mi niña, digamos que son problemas de gente casada y ya —le sonreí.
Después de la cena, llevé a la niña a su habitación, estaba cansada y se quejaba de esos molestos calambres en sus piernitas. Batallé un poco con ella hasta que finalmente cayó dormida, en los últimos días dicha tarea se me ha dificultado más de lo común.
Al abandonar el cuarto de mi hija, decidí ir al jardín. Ese lugar me transmite mucha paz, todo lo contrario a lo que ocurría en ese momento con mi propia habitación. Tomé asiento en ese bonito banco en el que Evan me prometió que mis días serían soleados y felices, ja, ¿y qué pasó hoy?
Era inevitable que discutiésemos en algún momento, todas las parejas pasan por eso, incluso las de mentira. Aún así, nada era capaz de quitarme el mal sabor de boca que me provocaba estar mal con él. Me sentía decepcionada, engañada e incomprendida. Quizás mi elección de palabras no fue la mejor —producto del enojo—, pero mi enojo estaba totalmente justificado.
—¿Cómo te sientes? —escuché su dulce voz maternal mientras me acompañaba en el banco.
Suspiré—. Mentiría si dijera que bien.
—Lily, ustedes dos deberían mantener un frente unido. No pueden distanciarse por una discusión.
—No fue una simple discusión, Margarita —acoté, mirándola directamente hacia sus ojos marrones—. Él es consciente de que la ayuda que le prestamos a Caridad fue cien por ciento desinteresada y lo mucho que significa para mí. No debió aprovecharse de eso para ganarse puntos con la estúpida sociedad, al final del día, hagamos lo que hagamos, nos van a criticar de una forma u otra.
—Eso lo entiendo, y para nada estoy justificando su comportamiento. Pero si me pongo en su lugar, veo que la buena imagen es algo que necesita preservar, en especial después de la ola de chismes malintencionados que han surgido con respecto a ustedes. Además, éste es su mundo, el de las sonrisas hipócritas y "amigos" por asociación, donde tiene que valerse de cualquier buena acción que efectúe para "presumir".
—Podía haber presumido de otra forma —respondí en tono firme, sonaré orgullosa pero no puedo perdonarlo así a la ligera.
Suspiró—. Ya veo que estás reacia a cambiar tu postura y te entiendo. Pero yo en tu lugar hablaría con él —me brindó una sonrisa comprensiva—. No hay nada mejor para un matrimonio que poder entenderse entre sí, incluso si es falso.
Se levantó del banco y regresó al interior de la casa dejándome sola con mis pensamientos. Ella tenía razón, teníamos que aprender a comunicarnos y entendernos, pero en esta ocasión no podía pasar por alto su actitud de mierda.
Evan Harriet, la csgaste.
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Nuevo capítuloooo!!!
No me odien por la pelea, todo matrimonio tiene que pelear, incluso los falsos.
Besos de Karina K.love 😉
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