CAPÍTULO 53: ¡Eleven anclas y...puede besar a la novia!
Garret
Repasé mi imagen una última vez en el espejo. Vestir formal y querer lucir impecable nunca fueron mi fuerte en cuestiones de indumentaria, pero era el día de mi boda y mi futura esposa no merecía menos que perfección de mi parte. Así que sí, Garret "no me gusta vestir formal" tenía que hacer un esfuerzo y dar su mejor imagen de "nunca luciré tan guapo como mi prometida, pero al menos no estoy tan mal".
El smoking color blanco se ajustaba a la perfección a mi cuerpo, haciéndome lucir un porte y estilo que no sabía que tenía, o al menos que no tenía conocimiento de poder portar. El color me sentaba de maravilla en contraste con lo semi bronceado de mi piel. Mis rizos estaban peinados con la simetría y la perfección requeridas y el resto de mi cuerpo desprendía el perfume que me puse y con el cual esperaba no haberme pasado.
Estaba nervioso. A pesar de que el espejo me devolvía una imagen con la que debería estar satisfecho, seguía sintiendo que no estaba a la altura de la mujer con la que estaba a punto de casarme. Y, ¿cómo no sentirse así? Iba a compartir el resto de mi vida con la mujer más fuerte, admirable y hermosa —en todos los sentidos— que he conocido jamás. Ella siempre ha dicho que tuvo mucha suerte al encontrarme, pero el suertudo soy yo, simplemente porque ella escogió amarme.
—Deja de mirarte, grandulón. Nunca te verás más guapo que mamá.
Ya se había tardado.
Reí y giré sobre mis pies para divisar junto a la puerta a mi hijo. Él sí que lucía guapísimo dentro de su pequeño smoking, blanco como el mío. Eso sin contar cómo resaltaba el azul de sus ojos, su cabello rubio tan bien peinado como un actor de cine en una alfombra roja y su postura despreocupada. Ese niño será todo un galán rompecorazones cuando sea mayor, podría apostarlo.
—¿Ya la viste? —pregunté, ignorando su graciosa manía de burlarse de mí.
—Sip, pero aún se está preparando. No ha parado de comer cosas raras y cada cinco minutos tiene hambre de nuevo —hizo una mueca—. Pobrecito el renacuajo.
—Ni se te ocurra llamarlo renacuajo delante de tu mamá —reí y me agaché frente a él—. Sabes que no le gusta que llamemos al bebé así.
—A mí me gusta y a mi hermana también —se encogió de hombros sin darle mayor importancia.
—Y a mí, pero a tu mami no le hace mucha gracia. No queremos que se enoje, ¿cierto?
—Nop, ahora que está embarazada da más miedo que antes.
Reímos juntos por su comentario, pero era cierto, el embarazo había hecho que sus estados de ánimo se fragmentaran y no había puntos medios entre la felicidad, la tristeza y el enojo, simplemente pasaba de un humor a otro y todos rezábamos porque no se le ocurriera lanzarnos bandejas de comida.
—Pero, con todo y cambios de humor, me alegra que esté a salvo y con nosotros —hizo una mueca—. Nada es lo mismo sin mamá.
Por un instante, tuve un flashback de lo triste y desconsolado que estuvo cuando no teníamos idea del paradero de Lori. No quería verlo así de desanimado nunca más y definitivamente daría todo de mí para que nunca, nunca volvieran a separarse.
—Lo sé, campeón —le agité el cabello, pero no demasiado, Lorraine sería capaz de lanzarme el ramo en el altar si lo veía despeinado—. Pero no tienes nada de qué preocuparte. El villano de esta película ya no nos molestará de nuevo y nunca, nunca, nunca nos volveremos a separar de tu mamá.
—Pero, si el villano ya no está, ¿significa que este es el final de la película?
—¿Qué dices? —reí—. Este apenas es el principio, aún nos queda mucha historia por contar.
Él solo me sonrió y rodeó mi cuello con sus bracitos en un abrazo. No importa cuánto tiempo pase ni cuántas cosas pasen, los abrazos de Mateo son y siempre serán todo lo que está bien.
—Gracias por ser mi papá —murmuró en mi oído—. No sabía lo que era tener uno hasta que llegaste tú y eres el mejor del mundo.
Sus palabras me llegaron de un modo especial. No era la primera vez que me comunicaba sus sentimientos hacia mí, pero percibí algo diferente en esta ocasión. Rompí el abrazo —no del todo— para descubrir su carita ensombrecida con un aura triste, parecía estar a punto de llorar.
—¿Por qué lloras, campeón? —pregunté con mi tono más dulce.
—Por nada —se talló uno de sus ojitos—. Es que…ayer llegó el acta de adopción y creía que no llegaría hasta después de la boda. Me emocioné mucho hoy porque mamá me enseñó mi identificación y dice Mateo Harriet.
Pues sí, como Lorraine y yo habíamos firmado todos los documentos pertinentes antes de que todo lo malo ocurriera, Frank tuvo tiempo para usar sus tácticas de agilización de procesos judiciales y por fin había llegado el acta de adopción. Por lo tanto, Mateo oficialmente es mi hijo y un Harriet.
—Creí que estabas acostumbrado a que ese fuera tu apellido —comenté a la vez que secaba su rostro—. Hace mucho que eres un Harriet.
—Pues sí, pero no es igual porque ahora es oficial y soy tu hijo —lloriqueó y me fue imposible no estrecharlo entre mis brazos.
Amo a Mateo. De un modo tan gigantesco y especial como indescriptible. Lorraine no solo me regaló su amor, también trajo a mi vida al ser más valiente, sincero y tierno que existe. Y es un honor ser su papá.
—Papá te ama mucho, Mat. Me alegra que estés tan emocionado y yo también lo estoy, pero eso de llorar de alegría es el fuerte de tu hermana, no el tuyo —le sonreí e intentó devolverme el gesto—. Hoy es un día de festejo, no quiero caras largas, ¿ok?
—Ok, papá —asintió.
—Ese es mi campeón.
Le di un abrazo más e intenté animarlo diciéndole que, al igual que en la boda de sus tíos, había una enorme fuente de chocolate esperándolo. No había terminado de decir la palabra chocolate cuando el niño abandonó la estancia con más velocidad que el Rayo McQueen, incluso dejó la puerta abierta, por lo cual la próxima persona que venía a visitarme entró con vía libre.
—¡Hola, Gary! —su voz aguda e infantil, y sobre todo alegre, me hizo sonreír al instante.
Lucía hermosa en un vestido blanco con detalles verdes en la larga falda constituida por varias capas de encaje, eso debía estar matándola del calor, pero ella parecía ignorar este hecho. Su cabellera rubia estaba rizada en las puntas y una bonita tiara a juego con el vestido adornaba su cabeza. Definitivamente no podía lucir más adorable. Me agaché frente a su silla y le sonreí con amplitud.
—Hola, hadita. ¿Ya viste a tu mamá?
—Sí, vengo de ahí —llevó ambas manitas a sus mejillas—. Todavía me duele la cara.
—¿Qué pasó? ¿Te caíste? —retiré sus manos de su carita para examinarla, y sí, sus mejillas estaban sonrosadas.
—No, es que la tía Lily y las amigas de Lori no paraban de pellizcarme las mejillas, dicen que soy muy bonita y no podían contenerse.
De pronto la situación que me parecía tan alarmante acabó dándome risa. No podía culpar a las damas de honor del todo, Marjorie es una ternura.
—Es que en serio eres muy bonita, cariño. Y hoy en especial te ves preciosa.
—¿De verdad lo crees? —sus ojitos resplandecieron—. Jessie me dejó ser la niña de las flores en su lugar, quiero hacerlo bien.
—Lo harás de maravilla y eres una de las niñas de las flores más encantadora que he visto en mi vida.
—Gracias —me sonrió.
—Ahora dime, además de recibir pellizcos en las mejillas, ¿qué otras cosas has hecho desde que llegaste?
—Pues…di un recorrido por todo el barco, vi el mar de cerca… ¡Ah! ¡Y conocí a Brave! —esto último lo dijo en un chillido que casi me deja sin tímpanos—. ¡Es muy lindo! Y creo que le caí bien porque no paraba de lamerme.
—Sí, Brave es muy amigable. Verás que, cuando estés en casa, estará detrás de ti todo el tiempo para jugar.
En cuanto vi su expresión animada pasar a una no tan animada, supe que había metido la pata con lo que dije.
—¿Falta mucho para que vaya a casa? —preguntó, haciendo un mohín.
—Un poco, cariño —acaricié su mejilla—. Solo un poco más.
En realidad, faltaba más que un poco. A pesar de que Abigail era la trabajadora social encargada de nuestro caso y de la gran ayuda que nos estaba proporcionando, adoptar a un niño no es adoptar a un perro y hay una larga lista de requisitos que debemos cumplir. Muchos de los que intervienen en esta adopción están de acuerdo en que, a causa del peligro que representa Roy, Marjorie no estará segura con nosotros. No importa que ya lo hayan atrapado, enjuiciado y condenado de por vida, tenemos que trabajar muy duro para demostrar que la niña estará a salvo con nosotros.
—A veces, cuando pasamos mucho tiempo juntos y luego tengo que volver al orfanato, me pongo triste. Todos se van a casa juntos, y yo no puedo ir con ustedes.
Mi niña…
—Lo siento mucho, princesa. Daría lo que fuera para poder llevarte a casa hoy mismo, pero…
—Hay que esperar —terminó por mí.
—Exacto —asentí—. Lo que importa por ahora son esos pequeños momentos que pasamos en familia. Ya tendremos tiempo de sobra para estar en casa más adelante.
—Está bien —sonrió a medias—. ¿Estás nervioso por la boda?
—Mucho —admití—. Tu mamá es una mujer muy especial y yo tengo demasiada suerte.
—Yo también lo creo —asintió—. ¿Gary?
—¿Sí?
—Tengo hambre.
Eso no lo vi venir en absoluto, así que no me quedó más remedio que echarme a reír.
Algo que hasta hace un tiempo no había notado —o quizás sí, pero me había pasado inadvertido— era que Marjie es muy glotona. Muy. Es como un pequeño barril sin fondo, siempre tiene hambre. El chef estará encantado cuando ella vaya a vivir a casa.
—¿Te apetece chocolate? —le pregunté tras recobrar la compostura.
—¡Síii! —otro chillido rompetímpanos.
—Pues… —miré detrás de la cabeza de la niña y noté que, asomada en la puerta del camarote, estaba Abigail—. En el extremo de la cubierta —le hice señas a la trabajadora social antes de volver a mirar a mi hijita— está tu hermano junto a una gran fuente de chocolate y…
Y me dejó con la palabra en la boca porque no había ni rastro de la niña cuando parpadeé. Abigail se limitó a lanzarme una risa cómplice antes de correr hacia Marjie y no perderla de vista. Negando con la cabeza, me reincorporé. Pensándolo bien, el chocolate es bueno para los nervios, ¿no? Estaba a punto de unirme a mis hijos cuando otras tres personas irrumpieron en mi camarote. Sonreí ante el casi deja vú que experimenté al ver a mi padre, mi madre y mi hermano justo antes de que fuera a casarme.
—Bueno, estoy esperando —dijo mi hermano, cruzándose de brazos—. ¿Dónde están los comentarios de: "Ya era hora", "Por fin sentaste cabeza" y todo eso que me dijeron a mí? ¡En ambas bodas!
—No seas llorón, hermanito —reí.
—Ya que nadie te dirá nada, yo sí lo haré —alzó el mentón en un intento ridículo por parecer amenazante—. Yo lo planeé todo para que tú y Lorraine se enamoraran. Y mi plan resultó perfecto, porque aquí estamos, en su boda.
—No es cierto —me reí en su cara.
—Bueno, tenía que intentarlo —se encogió de hombros—. Tú me soltaste una bomba en mi boda, quería devolvértela.
—Evan, por favor, deja de decir tonterías —bufó papá mientras se acercaba a mí con una sonrisa afable y un aura tan despreocupada que ni siquiera parecía él—. Felicidades, hijo. No todos los días te casas con una mujer tan maravillosa como lo es Lorraine. Te deseo toda la felicidad del mundo, hoy y siempre.
—Gracias, papá —le sonreí.
—Más te vale cuidarla —me advirtió mi hermano—. O de lo contrario, Margarita, Lily y yo te vamos a desmembrar.
—Tranquilo, hermano —miré detrás de papá para dirigirme al pelinegro—. Tengo pensado cuidarla con mi vida. Puedes dejar mis miembros donde están.
Entre risas, se aproximó a mí y me colocó una mano en el hombro.
—Ahora en serio, tú y Lo se merecen ser muy felices. Son una pareja hermosa, son padres maravillosos y todo el horror que vivieron debe ser recompensado con mucho, mucho amor.
—Gracias, Ev —le sonreí—. Eres un hermano increíble, ¿sabías?
—Ah, eso lo sé —se encogió de hombros y se ajustó la chaqueta del traje.
Nuestros padres se limitaron a negar con la cabeza. No importa cuántos años pasen ni lo bien que nos llevemos ahora, Evan y yo siempre nos llevaremos…como nos llevamos. Y creo que es una relación fraternal hermosa, así, tal cual es.
—Cariño, Pesadilla andante, ¿podrían dejarme a solas con el novio, por favor? —solicitó mi madre—. Tengo una charla pendiente con Garret.
—Como quieras, Maléfica —suspiró Ev, colocando un brazo sobre los hombros de nuestro padre—. Vamos, papá. Nos han echado vilmente de este recinto y...
—¡Vete de una vez! —lo cortó bruscamente mamá a la vez que le lanzaba su mirada asesina.
Evan acató la orden con una rapidez que dejaba ver que, en el fondo, sigue siendo ese niño de 12 años que a pesar de detestarla le aterra la idea de verla enojada. Y quizás yo también seguía siendo el adolescente de 14 que quería una familia unida…y ahora la tengo, e incluso es más grande.
Cuando papá y Ev estuvieron fuera del camarote, me giré hacia mamá. No mostraba su semblante distinguido y rígido, pero tampoco el tierno y cariñoso que reserva exclusivamente para sus nietos. No, esta mirada era diferente. Sus ojos escrutaban los míos, como si a través de ellos quisiera llegar a mi alma. No recordaba haberla visto observándome de ese modo desde que murió mi padre y admito que sus penetrantes ojos oscuros me turbaron.
—¿Todo en orden, mamá? —pregunté con cautela, como si temiera su respuesta.
—Garret… —suspiró y sonrió levemente—. Hoy tienes 30 años y estás a punto de casarte con una mujer espectacular, pero…me cuesta mirarte y no ver a mi pequeño, a ese niño de cabello raro y ojos chispeantes que correteaba entre mi falda —sentí su voz más sensible, como si contuviese el llanto—. Esperé durante mucho tiempo que este día llegara. Que consolidaras tu propia familia y te aventuraras a ser feliz en lugar de preocuparte tanto por el resto de nosotros. Pero ahora —dio un paso más cerca de mí y ajustó la solapa de mi saco—, viéndote así, me cuesta creer que mi niño se convirtió en un hombre. Un hombre fuerte, inteligente, respetuoso, amoroso y dispuesto a todo por las personas que ama —una lágrima se le escapó, amenazando con arruinar su maquillaje—. ¡Tu padre estaría tan orgullo de ti! Como lo estoy yo ahora.
—Mamá…
Sus palabras me habían dejado sin habla. Ella nunca se mostró fría conmigo, al contrario, pero desde la muerte de Dallas había construido un muro que le impedía a los demás adentrarse en sus emociones y justo por eso me impresionaba que derrumbado en un segundo para mí. Sabía que quizás ella sentía algo como lo que acababa de expresarme, pero no creí que me lo dijera de forma tan directa y emotiva. Y, quisiera o no, acabé tan lloroso como ella.
—Ten —de su dedo pulgar extrajo una sortija dorada con una piedra preciosa incrustada de un hipnotizante color rojo, tomó mi mano derecha y deslizó la misma en mi dedo índice—. Era de tu padre. Solo se la ponía en ocasiones especiales, solía decir que le daba suerte.
—¿En serio? —sonreí, admirando la joya en mi mano.
—Sí. Ha pasado de generación en generación durante años y estaba esperando una ocasión especial para entregártelo. ¿Qué ocasión más especial que tu boda?
—Ninguna —le sonreí.
—Quizás también sea en una boda donde se lo entregues a Mateo.
—Tal vez, aunque quizás se lo entregue antes, ese niño siempre se las arregla para hacerme sentir orgulloso —le guiñé un ojo—. Gracias, mamá. Necesitaba sentirme cerca de papá en un día tan importante como hoy y portar su sortija de la suerte es más de lo que esperaba. Como siempre, diste en el clavo.
—Esa es mi especialidad —bromeó, con aire presumido.
Obvié esto y, sin permiso ni previo aviso, la estreché entre mis brazos.
—Te amo muchísimo, mamá —murmuré contra su pelo—. Y créeme cuando te digo que papá también estaría orgullosísimo de ti. Lo has hecho tan bien.
—Cariño…
—Dallas se perdió a la mejor madre del mundo —besé su cabeza—. Gracias por tanto, Sra. Harriet.
Se separó de mí con un ligero movimiento y me permitió divisar sus ojos oscuros llenos de lágrimas. Aun así, se las ingenió y parpadeó repetidas veces para no derramar ni una. Era de esperar, a Regina Harriet no se le puede arruinar el maquillaje, ¡es inadmisible!
Llevó su mano a mi rostro y acarició mi mejilla con una dulzura capaz de dulcificar el océano sobre el cual yacía el yate. Sus ojos no me transmitieron más que el más puro amor y, una vez más, agradecí que una mujer de semejante calibre fuera mi madre.
—Siempre serás mi niño, Garret. El pequeño el cual nunca asimilé que creció. Pero ahora eres un hombre y encontraste a tu propia familia. Sí, quizás le hizo falta un contrato y un par de arreglitos, pero eso no la hace menos hermosa —si inclinó para besar la mejilla que anteriormente había acariciado—. Nunca dejes de hacerlos felices ni dejes de serlo tú tampoco. Te amo, hijo.
Tomé su mano y besé sus nudillos antes de dejarla abandonar la habitación entre sonrisas. En cuanto mamá me dejó solo, vislumbré con mayor detenimiento la sortija en mi mano. Tenía vagos recuerdos de papá portándola, pero, hasta ahora, ni siquiera me acordaba de ella. También recordé que, en efecto, era una especie de reliquia familiar para los hombres de familia y para las mujeres había un collar a juego; quizás si mi hermano perdido resulta ser una chica, pueda entregárselo algún día.
Mi hermano o hermana…desearía que estuviese aquí conmigo.
También desearía que Dallas hubiese vivido para acompañarme hoy.
Solté un suspiro de resignación y decidí abandonar en el camarote, el espejo no tenía ninguna novedad que ofrecerme. Arrastré mis pies sobre la encerada madera de la cubierta hasta llegar a la baranda que con su plateado brillo resplandecía bajo la luz de un día de verano perfecto. El día perfecto para una boda. Permanecí más tiempo del necesario admirando el magistral azul del mar que tanto me recordaban a los ojos de mi amada y la espuma de las pequeñas olas me invitaban a imaginarme lo hermosa que debía estar luciendo vestida de blanco.
Cuando advertí el tiempo que llevaba vislumbrando el mar, recordé que tenía un altar al cual asistir y, con grandes zancadas, me encaminé hacia la cubierta superior. ¡Todo estaba teñido de blanco! Las flores enredadas en torno a los barandales, las cortinas que rodeaban el altar y bailaban con el viento, las dos filas de sillas para los pocos invitados a la ceremonia, las mesas, el resto de los arreglos florales, los adornos, ¡e incluso una pajarita que adjuntaron al collar de Brave!
La mayoría de los invitados ya se encontraban ocupando sus respectivos asientos. Como dije antes, no eran muchos, solo amigos cercanos y familia. Todos ellos vestían sus mejores trajes y vestidos azules, tal y como se reglamentó en las invitaciones. Había desde tonos celestes como el Jasmin que hacía juego con sus ojos hasta azules prusia como el traje de Frank. ¡Incluso los integrantes de la banda que tocaría la marcha nupcial, el cura y juez que oficiarían la boda —porque sí, nos casaríamos por la iglesia y por el civil a la vez— portaban vestimentas azuladas!
Tan pronto repararon en mi llegada, llovieron sobre mí felicitaciones, buenos deseos y alguna que otra broma. Modelé sobre la "alfombra" de pétalos de rosas blancas hasta posicionarme en el lugar en el que correspondía esperar pacientemente a mi futura esposa.
Era curioso. Nunca me había puesto tan nervioso intentando acercarme a Lorraine cuando me esquivaba ni cuando le mentimos a nuestra familia con la supuesta relación secreta, tampoco cuando descubrí su verdad ni cuando le pedí que fuera mi novia real, mucho menos cuando fui apuñalado para protegerla ni cuando le pedí matrimonio; pero ahora, parado en el altar esperándola, tenía los nervios a flor de piel. Al parecer mi padre se percató de ello y se acercó a mí, dándome unas palmaditas en la espalda.
—¿Nervioso?
—Como no tienes idea —admití.
—Te queda al menos una hora de espera, yo que tú me iría relajando.
—Qué alentador, papá —rodé los ojos en su dirección, en respuesta rio por lo bajo.
—Esos nervios son más comunes y normales de lo que te imaginas, no todos los días te casas con la mujer de tu vida. Pero, por suerte para ti, Lorraine te adora y en cuanto termine de comerse algo dulce acompañado de algo salado, aparecerá.
Eso último me hizo reír e inevitablemente me imaginé a mi prometida comiéndose un pastelillo con mostaza mientras Angeline lucha por maquillarla. Sintiéndome un poco más relajado, le lancé una sonrisa a mi padre y él, tras palmearme amistosamente la espalda, regresó a su asiento junto a mamá.
Pasados unos quince minutos más de espera, mi hermano también vino a ofrecerme apoyo emocional. Sus palabras no distaron mucho de las de papá y, como buen padrino y testigo de la boda, se quedó postrado a mi lado.
—Sé que está de más que lo diga, pero cuídala, hermano —dijo de pronto, con la mirada perdida en el bullicio discreto de los invitados.
—¿Qué te hace pensar que no lo haré?
—No dudo que vayas a hacerlo, la petición no era en ese sentido —soltó un suave suspiro—. Cuando conocí a Lorraine, sabía lo que había vivido y la apoyé como pude. Pero no fue hasta que la vi arriesgarse por todos nosotros y que fue tan valiente como para contar su historia que me di cuenta de lo mucho que ha sufrido y lo fuerte que ha sido. Independientemente de que sea mi cuñada, le tengo un cariño muy especial y quiero que me prometas que será la mujer más feliz a tu lado.
—Lo prometo —aseguré, plenamente seguro de mis palabras.
—Bien —asintió y me miró—. Sé feliz tú también.
—¿Qué? —reí.
—Desde que te conozco, te he visto esforzándote para hacer felices a otros, incluyéndome. Ahora tienes a una mujer a la cual amas y dos hijos adorables, pero no olvides ser feliz mientras los haces felices a ellos. No te mereces menos…porque eres el integrante más dedicado de esta familia.
Ese corto testimonio me cayó como un balde de agua fría, pero en el buen sentido. Siempre quise ser algo más que "el hermano mayor pesado" para Evan. Quería que me quisiera como a un verdadero hermano, nada más. Pero ahora, escuchándolo decir que juego un papel tan importante en nuestra familia, no podía sentirme más emocionado.
—Muchas gracias, Ev —le sonreí—. Es un privilegio ser tu hermano.
—Lo mismo digo —me sonrió de vuelta y me abrazó de lado.
Transcurrió al menos media hora más y mi prometida brillaba por su ausencia. Incluso Brave se cansó de esperarla y se tumbó plácidamente sobre la alfombra de pétalos enterrando su hocico entre estos. Y así, los minutos pasaban y pasaban, y en lo único que podía pensar era en si me casaría hoy o mañana.
Ya había pasado una hora más cuando las damas de honor —todas vestidas con radiantes vestidos turquesa con diferentes escotes pero con iguales faldas— desfilaron por la pasarela de rosas y ocuparon sus puestos. Lily, que como madrina y testigo debía estar a mi derecha, ocupó su puesto y me susurró al oído:
—¿Listo para casarte?
—¡Ya era hora! —dije en voz alta, ganándome la atención de todos los presentes—. Digo…claro que sí —le murmuré a mi cuñada.
—En ese caso… —les hizo una seña a los músicos, que a diferencia de lo que hizo Jessie en su boda sí fue sutil y no involucraba proyectiles, dando comienzo así a la marcha nupcial.
La música despertó los nervios que creía dormidos y mis manos comenzaron a sudar ante la expectación. Tragué saliva, me paré firme y miré con añoranza y casi súplica hacia el camino por el cual mi futura esposa desfilaría.
Sonreí ampliamente al ver dos cabezas rubias asomarse detrás de la fila de asientos de la izquierda para incorporarse en el camino de pétalos. Mi hadita lucía una sonrisa radiante en su pequeño rostro mientras arrojaba a su paso pétalos azules. Su hermano, detrás de ella, empujaba su silla con la suavidad y velocidad requerida, sonriendo también.
Adorables.
Un metro detrás de ellos apareció Margarita quien llevaba hacia el altar a la mujer que se robó mi corazón. Y justo en ese preciso momento, al verla, el mundo entero se congeló. Lucía diez veces más hermosa que de costumbre. La parte superior de su vestido de novia estaba compuesto por un montón de destellos que hacía parecer que, en lugar de tela, su torso y parte de sus hombros estaban cubiertos por polvo de estrellas. El diseño de la falda imitaba la espuma blanca de las olas del mar y dejaba al descubierto sus piernas en la parte delantera mas no la trasera. Sus zapatos de tacón me recordaron a las zapatillas de cristal de Cenicienta. Su cabello dorado estaba suelto, a excepción de un mechón a cada lado que recogían el resto del cabello y se reunían en la parte posterior de su cabeza. Su maquillaje era tan delicado y sutil que apenas parecía que lo llevaba. Y toda ella desprendía un aura angelical, dulce y tierna, pero a la vez poderosa, segura y fuerte; como su personalidad.
No estaba seguro de si había babeado o no, pero, sin lugar a dudas, me era imposible cerrar la boca ante el asombro. Marjorie y Mateo llegaron hasta a mí y tuvieron que ordenarme en susurros que cerrase la boca porque parecía un idiota. Acatando sus órdenes, me recompuse justo a tiempo para recibir a su madre con una sonrisa. A ella le había ganado la emoción porque sus ojos estaban empañados, pero al parecer su querida suegra le dio el tip del parpadeo anti-lágrimas.
—Sigue cuidándola tan bien como hasta ahora —dijo Margarita, entregándome a su sobrina—. Confío en ti.
—No te decepcionaré.
Sonriendo, se retiró para ocupar su asiento junto a Jessie que no supe en qué momento apareció. Devolví mi atención al primor que estaba a punto de convertirse en mi esposa y sonreí ampliamente al contemplarla.
—No tienes idea de lo magnífica que luces, cariño. Eres lo más precioso que he visto jamás.
—Tú también estás muy guapo —arregló la pajarita de mi traje y me susurró al oído—. Lamento haberme tardado.
—Valió la pena cada bendito segundo —le susurré también.
—¿Podemos comenzar? —preguntó cortésmente el cura.
Ambos asentimos, nos tomamos de las manos y nos dispusimos a escuchar el discurso nupcial. Apenas lo escuchaba en realidad, mi corazón latía desbocado y toda mi atención estaba enfocada en mi rubia favorita, simplemente no podía quitarle los ojos de encima.
Mi mente se teletransportó a la primera vez que la vi. Esa soleada mañana de septiembre cuando asistí a casa de mi hermano para complacer la petición de mi sobrina se convirtió en el día en que conocí a la dueña de mis suspiros. Habíamos cambiado y evolucionado mucho desde entonces, pero, al escrutar el azul de sus ojos, no podía evitar pensar en esa Lorraine y en ese Garret que, en el fondo, supieron desde la primera mirada que lo nuestro sería eterno.
—Pueden recitar sus votos —dijo por fin el Padre.
Mateo se nos acercó con los anillos y no me tardé en tomar el de Lorraine.
—Lorraine… —suspiré y negué con la cabeza, aún asimilando que estaba a un voto de distancia de ser su esposo—. Antes de conocerte, mi vida estaba tan vacía y programada que ni siquiera era consciente de ello. Tú trajiste color, sonrisas, alegría, retos, aventuras, momentos tristes y otros memorables, sueños, vida, calor, amor y a los niños más especiales que existen. Me enseñaste que el verdadero amor es paciente, comprensivo, tenaz, fuerte e inquebrantable. Me diste una familia y he hiciste de mi casa un auténtico hogar. Me has dado tanto que siempre estaré en deuda contigo y solo puedo pagarte amándote cada día de lo que me reste de vida, por eso —deslicé el anillo por su dedo anular— prometo amarte, cuidarte y respetarte en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo hasta que la muerte nos separe.
Conteniendo sus lágrimas y tomando con movimientos temblorosos mi sortija —cuya caja ahora sostenía Jessie—, comenzó a decir:
—Garret. Ay, Garret —se le escapó un sollozo—. Tú apareciste en el momento menos oportuno y pusiste mi mundo de cabeza para demostrarme que las segundas oportunidades existen. Aprendiste a amarme con cicatrices, traumas, peros, un pasado horrible y un hijo difícil de tratar incluidos. Me hiciste sentir hermosa, valiosa, capaz, fuerte y amada desde el día uno. Fuiste mi roca cuando más te necesité. Fuiste mi salvavidas cuando creía morir. Fuiste el promotor principal de todo lo que implicase volver a ser yo. Fuiste un amante incondicional y paciente cuando ni siquiera me sentía suficiente para merecer tu amor. Fuiste, eres y serás siempre el motivo por el que sonrió cuando despierto, porque estás a mi lado. Te amo de una forma inexplicable y por eso —me colocó la alianza— prometo cuidarte, respetarte y amarte en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo hasta que la muerte nos separe.
—Lorraine Moon —intervino el juez que se encargaba de la parte civil de la boda—, ¿acepta por esposo a Garret Harriet?
—Acepto —asintió y prosiguió a plasmar su firma en el enorme libro.
—Garret Harriet, ¿acepta por esposa a Lorraine Moon?
—Claro que acepto —sonreí y firmé a una velocidad que no ocultaba mi impaciencia porque se concretara nuestra unión.
—Siendo así, por el poder que me confiere la ley…
—Y el que me confiere a mí la iglesia… —continuó el cura.
—Los declaramos ante la ley y los ojos de Dios marido y mujer —dijeron al unísono—. Puede besar a la novia.
Estaba a punto de hacerlo, pero recordé que más importante que el permiso del Señor y de la ley era el de alguien más…
Me volteé sin soltar las manos de Lori y encontré a mi hijo sonriéndome. Mateo, el niño más extraordinario que habita la faz de la Tierra. El pequeño que se robó mi corazón irremediablemente y me dio lecciones más valiosas de las que yo podré darle jamás. Mi campeón…
—Campeón, ¿puedo?
—Bueno… —alargó la E y se cruzó de brazos fingiendo que lo consideraba— por esta vez, solo por esta vez, puedes besar a mi mamá.
—A tus órdenes.
Me volví hacia mi rubia y besé, con cada gota de todo mi amor, sus nudillos, recordando cada pequeño intercambio que me permitió cuando apenas la conocía; luego su frente, rememorando las primeras veces que me permitió cuidarla; y, finalmente, sus dulces labios sabor vainilla, viviendo al máximo el privilegio de ser oficialmente su esposo. Suave, tierno, mágico, perfecto. Me dejé llevar por la emoción del momento tanto como ella, tanto que olvidamos que no estábamos en nuestra habitación sino en nuestra boda rodeado de docenas de personas que nos observaban. Habríamos seguido así el resto del día de no ser porque Marjorie tiró de la falda del vestido de su madre y nos dijo:
—¿Ya terminaron?
Nos separamos, muertos de risa, mientras nuestros invitados aplaudían y nos lanzaban más pétalos de rosas de los que creí que habría a bordo. Sin aviso previo, cargué a mi esposa tal cual princesa y besé dulcemente su mejilla.
—Me faltó ese lugar por besar.
—Tendrás muchas zonas para besar esta noche —susurró en mi oído con picardía.
Carraspeé con disimulo y la deposité en el suelo antes de que fuéramos atacados por una horda de invitados con sus respectivas felicitaciones. Recibí besos y abrazos sin pausas que llegó un punto en el que ya no distinguía a quién estaba saludando. Cuando la multitud afectuosa comenzó a dispersarse, busqué con la mirada a mi ahora esposa y la hallé buscándome con la mirada. Cuando sus orbes azules hicieron contacto conmigo, logré leer en ellos un "¡Ah! Ahí estás" y mil formas de decir "Te amo". Ese sentimiento telepático me turbó un poco y desvié la vista hacia otro lado, pero acabé encontrándome con la de Mat y sus ojos también me dijeron algo "Felicidades, papá".
Entonces lo entendí…
Siempre noté que Lorraine y Mateo se comunicaban de una forma muy especial con la mirada. Suponía que se trataba de algo de madre e hijo o una seña o expresión previamente definida para decirse algo en concreto, pero no, no era para nada tan mecánico, nunca lo fue. Se comunicaban a través de los ojos y con todo su amor, esa era suficiente telepatía como para expresar uno y mil sentimientos. Y ahora yo era parte de eso.
No supe si lo hice bien, pero intenté decirles que los amaba y ambos me respondieron con asentimientos y sonrisas.
—Gary —escuché tras de mí acompañado de un tirón al saco de mi traje.
Di media vuelta y me encontré a Marjie sonriéndome y moviendo sus manitas mientras decía "Hola".
—Ven aquí, hadita preciosa.
Con sumo cuidado, la tomé entre mis brazos y la alcé para cargarla. Hoy sería uno de esos pocos días en los cuales tenía todo el tiempo del mundo para disfrutar a su lado y no pensaba desperdiciar ni una milésima de segundo.
—¡Felicidades!
—Gracias, cariño —besé sonoramente su mejilla y eso la hizo reír.
—Veo que la están pasando bien sin nosotros —comentó mi esposa mientras llegaba a nuestro lado— y no tienen permitido hacer eso, ¿verdad, Mat?
—Claro que no —declaró nuestro hijo, fingiendo enojo.
—Hay suficiente diversión para todos —le di un casto beso a Lori—, no se preocupen —agité el cabello de Mateo.
—Y hablando de diversión para todos… —sonrió sugerentemente mi Vainilla para luego irse al otro lado de la cubierta con su ramo de flores en mano. Le dijo algo al oído a Lily y enseguida se hizo el anuncio de que el ramo sería lanzado.
En cuestión de segundos todas las féminas —o al menos las solteras, mayores de edad e interesadas en el matrimonio— se reunieron en un pequeño círculo, ansiosas por agarrar el preciado arreglo floral. Mis hijos y yo nos quedamos en nuestro sitio mirando atentamente cómo Lori se volteaba y contaba hasta tres antes de lanzar el ramo. Nos llevamos todos una sorpresa cuando, al terminar el conteo, en lugar de lanzarlo se volteó y lo depositó en manos de Jasmin. La pelinegra apenas había asimilado que se lo había entregado cuando le dijo:
—Felicidades, la próxima boda será la tuya —rio traviesamente y se volteó en dirección a los músicos—. ¿Pueden tocar algo más que la música nupcial? Llevo mucho tiempo sin bailar y los pies me lo están pidiendo a gritos.
—Esa es mi señal —le murmuré a los niños a la vez que depositaba a Marjie en su silla.
Los músicos comenzaron a tocar algo bastante más animado y pegadizo que la pieza de la marcha nupcial y no tardé nada en atravesar toda la cubierta hasta reunirme con mi esposa. Como de costumbre, ella se encargó de "marcar el ritmo" de nuestro baile, ella lo llama así, yo lo llamo improvisar coreografías de la nada. Ya que, en teoría, este era nuestro primer baile como esposos, los invitados decidieron dejarnos el protagonismo, pero Lori no tardó mucho en decir que una pieza musical tan buena no podía solo escucharse y que en su boda no admitiría que nadie se abstuviera de bailar.
De la nada la cubierta se transformó en una pista de baile. No muy lejos de nosotros se encontraban Joey y los más pequeños de los Harriet con Marjorie demostrando todos los conocimientos que adquirió de su madre. Los mellizos Stone hacían pareja de baile mientras George trataba de convencer a Zack diciéndole "Zack-ame a bailar". Mis padres también se lo estaban pasando en grande, al igual que Evan y Lily, los señores Dawson y Margarita y Frank. Amanda —la amiga y compañera de trabajo de Lori— bailaba muy a gusto con sus dos hijos, Abigail y Noelle. Fred y el resto de los amigos de la mansión de mi hermano también estaban sacando los pasos prohibidos junto a Vivi y el chef. Los hermanos de Lily bailaban con Angeline y no muy lejos de ellos lo hacían Corina y Ariadna. Kyle y Heather no se quedaban atrás y más de una vez Brave se enredó entre sus piernas. En fin, un caos digno de la boda de una bailarina.
(…)
Nos habíamos dirigido a la cubierta inferior donde se celebraría la recepción de la boda. Obviamente ahí hubo más baile, fotografías memorables que quedarán para la historia y anécdotas super graciosas de unos hambrientos Lori, Marjorie, Mateo y Jessie devorando el pastel.
Estaba riendo embobadamente de cómo mi esposa le reñía al encargado del catering porque se habían acabado los jugos tropicales y si algo he descubierto en las últimas semanas es que el renacuajo es ADICTO a ellos. Es divertidísimo cómo Lori se convierte en una fiera cuando no tiene zumos, batidos o frutas tropicales en el menú. Aunque no lo es tanto cuando eres el blanco principal de sus bandejas voladoras o tienes que escucharla llorar y quejarse por una hora acerca de cómo el ser humano con su inconciencia ha desmejorado el planeta y por eso escasean las frutas.
En fin, me desvié del tema.
Me estaba riendo cuando escuché cómo mi hijo mayor pidió la atención de los presentes por medio de un micrófono. Al igual que en la boda de mi hermano, había un pequeño escenario en el cual un reflector mostraba en la pared fotos de los recién casados y era un espacio de "micrófono abierto" para quien quisiera decir unas palabras. Ya Mat y otros invitados lo habían hecho, por lo cual me llamó la atención que solicitara la atención de todos. Una vez la obtuvo —incluida la de su madre que por fin dejó de regañar al pobre encargado del catering—, se aclaró la garganta y dijo:
—En la boda de mis tíos, mi prima me dijo que tenía que decir unas palabras sobre la familia porque yo era el miembro más nuevo. Ahora le toca a mi hermana Marjorie y, cuando se case alguien más, le tocará a mi hermanito el renacuajo.
—¡Dejen de llamarlo renacuajo! —gritó mi rubia—. ¡Es un bebé!
Ahogando la risa, la abracé por la cintura y le di un beso en la sien para calmarla. Le hice una seña a Mat para que prosiguiera y este asintió asustado.
—Bueno… —alargó la E— ya me regañaron, así que los dejó con Marjie.
Bajó del escenario y le entregó el micrófono a su hermanita, quien ocupó su lugar con la ayuda de Abigail. Primero se mostró muy tímida por la cantidad de gente extraña que la miraba con expectación, pero se mostró más animada cuando hicimos señas para que entendiera que todo estaba bien.
—Hola —murmuró mi chiquita con la boquita casi pegada al micrófono.
—Es adorable hasta diciendo ‘’Hola’’, no puede ser —comentó mi esposa.
—Mi hermano y mi prima me dijeron que tenía que decir algo sobre la familia. Yo no he pasado mucho tiempo con ellos porque aún no puedo ir a casa, pero ellos siempre van a verme y se portan muy lindos conmigo en las visitas —sonrió y señaló a papá—. El abuelo Eduard me lee cuentos de hadas y conversa mucho conmigo.
Papá conversador, pff, lo que logran los nietos.
—La abuela Regina me sonríe todo el tiempo y es muy linda conmigo.
Entre los invitados se comenzaron a escuchar comentarios como: "¿En serio está hablando de Eduard y Regina Harriet"?, "Debe estar confundida", "De seguro habla de otras personas". Evan también se percató de ello y compartimos risas cómplices.
—La tía-abuela Margarita me enseña mucho de flores y me va a ayudar a tener mi propio jardín. Mi prima Jessie me invita a jugar a las princesas y es imposible que se calle, pero me agrada charlar con ella. Mi hermano juega mucho conmigo y siempre logra hacerme sentir mejor cuando estoy triste, es el mejor hermano mayor del mundo.
Un unánime "Aww" llenó la estancia e inevitablemente nos hizo sonreír.
—Gary siempre está inventando cuentos raros sobre reinas hadas que sueltan gases mágicos —por ese comentario me gané un par de miradas raras por parte de mis invitados—, pero es muy buen papá. Me llama todos los días, juega conmigo, me ayuda en mis terapias y siempre me hace sonreír.
Mi niña divina…
—Y Lori es perfecta. Muchas gracias.
Y así, sin más, dejó caer el micrófono tan cual lo había hecho su hermano en la boda anterior y, al igual que en aquella, todos los desarmamos de la risa.
—Dios, esta familia tiene a los niños más ocurrentes y adorables que existen —comentó Vainilla, ahogando su risa en la palma de su mano—. ¿Tú y Evan eran así de pequeños?
—No lo recuerdo, pero te puedo asegurar que Jessie, Mat y Marjie nos superaron.
Nuestra hadita no tardó en llegar a nuestro encuentro con una sonrisa en su bonito rostro.
—¿Lo hice bien? Todos se ríen, ¿eso es bueno?
—Lo hiciste increíble, chiquita mía —le sonrió su mamá a la vez que se agachaba para anivelar su altura con la de la niña—. Y si todos se ríen es porque dijiste cosas muy simpáticas y graciosas.
—Podías haber obviado esos de los pedos de las hadas —le comenté por lo bajo.
—Hizo bien en decirlo —intervino Mateo— y debió decir también que eres un peligro para la sociedad cuando cocinas, pero por suerte ella aún no te ha visto intentando cocinar.
—¡Estoy mejorando! —me defendí—. Hace unos días preparé un té.
—Papá, echaste la bolsita de té en la taza con agua fría y luego la pusiste en el microondas.
—Bueno, al menos lo intenté —me encogí de hombros.
Los tres rubios me miraron como si yo fuera una causa perdida y negaron con la cabeza. Iba a protestar cuando una cabeza pelirroja se plantó frente a nosotros y nos lanzó una mirada desafiante. Se llevó ambas manos a la cintura, frunció los labios y prosiguió a darnos un sermón.
—Hace meses pedí uno como este —señaló a Mat y luego a Jessie que estaba con mis padres a pocos metros de distancia— y una como esa para llevar. Estoy muy molesto porque el envío no ha llegado. Así que exijo que como bonificación por las molestias me traigan a una como esta —señaló a Marjie— y no diré por favor.
Nos fue imposible no reírnos de las ocurrencias de George y ni siquiera tuvimos oportunidad de responderle porque Zack lo tomó de los hombros y se lo llevó prometiendo que no dejaría que el pelirrojo nos molestara en lo que quedaba de fiesta.
Sin lugar a dudas estaba siendo una boda muy peculiar.
(…)
Ya era de noche y la mayoría de los invitados se habían retirado. Una hora antes habíamos despedido a Abigail y a Marjie quien tenía una hora estipulada para regresar al orfanato. Ahora solo quedaban los miembros de la familia quienes ya se iban también.
Como nos iríamos a bordo del yate de luna de miel, mis padres se iban a encargar de Mateo durante la siguiente semana y ya solo quedaban ellos cuando el Capitán Martini nos informó que estábamos por zarpar.
—Pásenla muy bien en su luna de miel —nos deseó nuestro hijo.
—Solo será una semana —le recordó su mamá—, para cuando empieces a echarnos de menos, ya estaremos de vuelta.
—No se preocupen, estaré bien con los abuelos.
—Ah —me agaché para quedar a su altura—, y no creas que olvidé que, para cuando regresemos, ya se habrán acabado tus vacaciones y volverás a la escuela. No te preocupes, estaré ahí para agitarte el cabello y desearte un buen día.
El solo me miró por un momento con sus ojitos azules cargados de brillo y fue él quien me agitó el cabello a mí.
—Tranquilo, papá. Aunque no estés ahí, sé que tengo a un papá increíble y solo por eso sé que tendré un buen día.
Esas palabras me llenaron de regocijo y emoción. No pude responderle con palabras, me limité a darle el abrazo más fuerte y amoroso que pude.
—Te quiero, campeón.
—Yo también te quiero, papá.
Nos separamos y fue el turno de su mamá de darle un abrazo. Mat nos insistió nuevamente en que estaría bien sin nosotros por una semana y mis padres nos recriminaron por no recordar que ya habían criado a dos hijos y perfectamente podían cuidar al nuestro.
Quince minutos más tarde ya nos encontrábamos navegando. El cielo nocturno se encontraba especialmente despejado y estrellado, la brisa marina resultaba refrescante y agradable y la luna no escatimó en esplendor. Conduje a mi esposa hacia la cubierta principal y, tomados de las manos, caminamos a lo largo de esta como si estuviésemos dando un paseo por la playa.
—¿Y ahora qué, esposo? —preguntó ella, codeándome entre risas.
—No lo sé, esposa —la tomé de la cintura y la hice volteé hacia mí para plantarle un beso—. Pero tengo un par de ideas.
—Me agradan tus ideas —sonrió antes de robarme un beso.
—¿Sabes? Aún no me creo que ya seas mi esposa.
—Ni yo —se mordió el labio inferior, contenta.
—¿Sabes qué es lo más gracioso de todo? Hace un año no te conocía, ni siquiera tenía idea de que estabas viviendo en casa de mi hermano. Y ahora eres mi esposa y la madre de mis tres hijos. Evidentemente me casé con una mujer que sabe jugar bien sus cartas —bromeé.
Ella solo rio y rodeó mi cuello con sus brazos.
—Soy una cazafortunas de alto rango —bromeó de vuelta y me besó con dulzura—. Te amo.
—Yo te amo más, Vainilla.
—¿Recuerdas que una vez, antes de estar juntos, me dijiste que era tu vainilla porque era el ingrediente especial que le agregaba a los cafés y yo era un ingrediente especial en tu vida?
—Anjá, y fue cuando me dijiste que yo era tu expreso.
—Ese día tú creíste que lo eras porque, al igual que los expresos, eras parte de mi rutina, pero siempre fue más que eso y en aquel entonces no tenía suficiente confianza para decírtelo —sus ojos escrutaron los míos—. Eras y sigues siendo mi expreso porque hacerlos me recordaba que la vida me había dado una oportunidad y que podía llegar a ser útil, valiosa y capaz de lograr lo que me propusiera. Tú me hacías sentir igual. Y también me hacías sentir hermosa, deseada y querida. Eres mi expreso porque fuiste una herramienta muy útil cuando necesitaba un par de arreglos.
—No tenía idea de que tenía un significado tan profundo para ti —susurré, sorprendido—. Hace unos años fui a Japón y allí aprendí que existe una práctica que se llama Kintsugi y consiste en reparar piezas de cerámica rotas con barniz espolvoreado con oro. Ese día aprendí que no está mal estar roto y que hay formas hermosas de repararnos. Creo que tú, Mat, Marjie y yo somos esas piezas rotas y el amor es nuestro oro. Y sí, ya sé que me estoy poniendo poético, pero…
Pero me quedé con la palabra en la boca porque ella se lanzó para besarme con un deseo y una emoción que me dejaron gratamente sorprendido. Me transmitió todo su amor de una vez y quise verme privado de él, así que el beso duró hasta que nos quedamos sin aire. Luego solo nos sonreímos y se me ocurrió una idea perfecta para la ocasión.
—¿Recuerdas la primera vez que bailamos juntos?
—Sí, cuando bailamos sin música.
—Hagámoslo ahora.
—¿Ahora? —rio.
—¿Por qué no? —me encogí de hombros.
—Sí —me sonrió—. ¿Por qué no?
Nos colocamos en posición y comenzamos a movernos al ritmo de una música inexistente para el resto, pero no para nosotros. Danzamos a un ritmo lento, pausado, tranquilo, como si la brisa y las olas fueran nuestras coreógrafas. Juntamos nuestras frentes, nos besamos una que otra vez, hicimos de la cubierta nuestra pista de baile y de las estrellas nuestras espectadoras. Y así, viviendo el momento justo así, quería pasar cada noche del resto de mi vida junto a ella.
—Es una lástima que aún esté convaleciente y que esta sea nuestra noche de bodas, sin más…acción —comentó de pronto con cierto aire decepcionado.
—No te preocupes por eso, Vainilla —deposité un beso en su frente—. Hay muchas formas de hacer el amor.
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Nuevo capítulo!!
Sí, ha pasado bastante tiempo. No me voy a excusar ni voy a dar excusas, quienes han leído los mensajes que dejé en mi tablero hace un par de días entenderán por qué pasé tanto tiempo sin actualizar. Realmente sentía que estaba escribiendo para quedar bien con ustedes y faltaba la magia que me caracteriza, además tenía un bloqueo horrible. Pero en fin, si gustan pasar a leerlo, pueden hacerlo, si no, son libres de seguir de largo.
Ahora sí, vamos al cap.
Espero que les haya gustado la boda. Realmente fue algo sencillo porque esa era la idea desde el principio.
Este es el penúltimo cap. y está dedicado a: GigiHerdz0512 , BereniceZamudio4 , MeliizRoman , _http_jung_ (gracias por el apoyo que me dieron hace unos días) ¡y a todas las madres en su día, tanto lectoras como a las de las lectoras! Espero que pasen un lindo día.
Besos de Karina Klove 😉
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